Cap 8. "Error"
Reim limpió por -quizá- octava vez los cristales de sus anteojos, inquieto, nervioso, mientras caminaba tras los pasos de su amo en busca de no perderse en el meneo de los largos y hechizantes cabellos color rojo fuego. Y es que Lunettes no podía creer en lo que estaba metido, no se suponía que debiera hacer esto en nombre de quien fuera. Para empezar ni siquiera sabía que Xerxes también usaba el nombre de Mad Hatter, pues él sólo conoció su titulo de sicario como Fantasma de Ojos Rojos. El joven sirviente no podría dejar de sentirse desesperado o lamentarse por lo que sería de ahora en adelante su vida, cuidar de un asesino que ni siquiera sabía existió todo este tiempo bajo la influencia de un viejo amigo.
Por supuesto que antes de que todo ocurriera sólo habían sido dos niños ignorantes de lo que les depararía el destino, pero tal no justificaría nunca que terminaran así; no podía aceptarlo, simplemente. Lo peor es que no le quedaba de otra que seguir las ordenes de su amo al pie de la letra, con mayor entusiasmo del que verdaderamente sentía brotar de su cuerpo, ya que había sido una suerte de suicidas que las represalias del duque no fueran de extrema magnitud, más aún no podía descartar castigo alguno por haber actuado a sus espaldas.
Observó el porte orgulloso que tanto caracterizaba a Rufus, preguntándose qué plan siniestro ocupaba su cabeza. ¿Qué era lo que en verdad esperaba de usar a Mad Hatter? Sabía que él era un fiel seguidor e investigador del conocimiento, que era lo más importante -después de la duquesa Sheryl- que mantenía en lo más alto de su lista de prioridades pero todavía no era capaz de comprender sus motivaciones y era preocupante.
Reim golpeó contra el hombro de Rufus cuando, sin darse cuenta, el duque se había detenido frente a la puerta del calabozo hacia donde se dirigían. Con una mirada seria el pelirrojo observó a su acompañante, quien balbuceó y se disculpó infinidad de veces a la vez que intentaba sostener sus lentes mientras los limpiaba repetidamente. Reim quiso que en ese momento se lo tragara la tierra, era vergonzoso que actuara de forma tan patética frente a su amo.
¿Cómo podía ser tan torpe y despistado? Se cuestionó a si mismo para darse cuenta del tacto metálico del abanico de Rufus, el cual se deslizó pacientemente por todo el contorno de su rostro, enfriando su piel y haciéndolo consciente de la cercanía que Rufus había establecido entre sus cuerpos. Lunettes no pudo hacer más que petrificarse en el acto antes de sonrojarse furiosamente cuando el cálido aliento del duque golpeó contra sus labios, insinuante, ventajoso, teniendo que alzarse de puntillas para alcanzar su altura por completo. Pero Rufus no concretó la ruptura del espacio entre los dos.
—No olvides lo que discutimos. El sombrerero estará muy inquieto después de probar la libertad, así que asegúrate que no se descontrole el primer día o todo se arruinará.
—E-Entendido —acató, alargando con su respuesta la sonrisa del pelirrojo, quien finalmente se había alejado de su espacio personal para continuar con el recorrido. Entonces Reim tuvo la libertad de ajustarse los lentes sobre su rostro. Definitivamente sería un mal día.
Pasó algún tiempo para que terminasen de bajar las oscuras escaleras descendiendo sobre un siniestro paisaje de celdas y cadenas corroídas por la humedad, un trayecto que para Reim fue tan largo que no supo discernir con la distancia exacta cuando llegaron a la prisión de su amigo de infancia, lugar de donde provenía una risa mal contenida que se distribuía por todo el recinto cual melodía de entrada. Rufus hizo una mueca de disgusto siquiera distinguirle entre el sofocante silencio, pensando en cuánto le hubiese gustado implantar una mordaza a la sentencia de Xerxes para evitarse este escenario de locos, pero buscó la manera de ignorar las diversas carcajadas sin origen incluso después de que sus pasos alcanzaron su destino frente a las rejas donde yacía su prisionero.
Reim observó a Xerxes sin saber qué hacer o decir, pues casi no lo reconocía, Break estaba tan delgado producto de la falta de alimento, aunque se le veía más fuerte de lo que cualquier recluido en el calabozo había estado antiguamente. Sus cabellos blancos habían crecido un poco en aquel mes, el cual le daba un aspecto de muñeca arrumbada. Y sus ojos, Reim no recordaba que tuvieran ese brillo desquiciado, oculto tras una capa de indiferencia en contraste con su expresión risueña. Todo en el semblante de Xerxes era un caos que no conocía, llegó a pensar que este individuo era otro y no el sujeto con quien había hablado sin verle a la cara.
—¡Y aquí están! ¡Nos estábamos aburriendo! —exclamó Xerxes con voz chillona, Reim comprendió que estaba fingiendo la voz de aquella muñeca azul con la cual había practicado alguna vez en su infancia. Antes le había perecido divertido pero en esta situación que lo hiciera daba una imagen escalofriante. ¿En verdad había enloquecido?
—Me disculpo, tuvimos un pequeño contratiempo —explicó el duque Barma con tranquilidad. Reim lo miró sin lograr creerlo antes de volver su vista al peliblanco.
—Entonces, ¿cuál es el plan, Bufón de la corte? —cuestionó Xerxes esta vez en acento normal, crispando lo nervios del pelirrojo por un momento y alarmando a Reim debido a ese peligroso apodo—. ¿Sabe? Me vendría bien una ducha.
—Por supuesto —asintió Rufus—. Ningún integrante de la servidumbre se le permite estar sucio o desalineado, así que también se te darán ropas decentes y no usarás más ese saco roto que vistes ahora mismo. También recibirás un corte de cabello gratuito, siéntete afortunado.
—¿Qué hay de Emily? ¿Ella está intacta?
—Puedo asegurarte que ese pedazo de basura continúa funcional. Nos tomamos la libertad de mantenerla a salvo dentro de una caja de cristal, lejos de miradas indiscretas, así que puedes estar tranquilo respecto a ella. Sin embargo —Rufus cerró el abanico metálico de golpe—, no puedo decir lo mismo del resto de tus cosas. A menos que desees ser enviado directo a la guillotina, puedes resignarte a pulir buenos modales. Te será difícil pero no imposible. Reim será encargado de escoltarte en todo momento.
Por primera vez desde su llegada, el ojo rubí del albino brindó enfoque en la silueta temblorosa de Lunettes, quien no pudo sino desviar la mirada con impotencia y angustia, pues no soportaba la idea de cruzar miradas con Xerxes. ¿Pensaría que le había traicionado? Tal vez ni siquiera le importaba que lo hubiera hecho pero el arrepentimiento no podría cambiar la situación actual, y esto a Reim le hacía sentirse peor.
—Cualquier duda que posea deberé consultarla con él, ¿cierto?
—Considéralo un regalo de confianza —declaró el duque con arraigada sorna—. Sé muy bien que ustedes dos han sido cómplices por largo tiempo, por lo que esto lo facilitará.
—Entiendo. En pocas palabras, me amenazas con él. Si yo cometo un error o hago cualquier cosa que no te agrade, lo asesinarás a cambio. —Reim se sobresaltó perturbado con aquellas palabras, no evitando mirar en dirección a su amo con incredulidad, pues no fue advertido con esa parte del plan pero Rufus permaneció impasible, y el gesto serio que ocupaba las facciones de Xerxes desaparecieron con la tensión de un sonrisa altiva mientras alzaba la barbilla con autosuficiencia—. ¿Acaso crees que me importa lo que pueda sucederle?
—No lo creo, estoy seguro de ello —afirmó Rufus volviendo a abrir su abanico para colocarlo contra sus labios, relajado—. No intentes ser despiadado, sombrerero. Conozco muy bien a los de tu clase. Pretender ser alguien que no eres sólo hará mayor el sufrimiento, así que te aconsejo someterte a mi autoridad. Lo mismo es para Lady Sharon Rainsworth. —Ante el solo nombramiento de la joven heredera Xerxes reaccionó, complaciendo al duque Barma en respuesta—. Depende de ti que ella no sea afectada por este experimento social.
—Amo Rufus... —Reim intentó intervenir en la charla pero fue interrumpido.
—Descuida, bufón de la corte. Soy consciente de que sin importar cuál sea la decisión que yo tome, nadie involucrado con tus teorías es libre de sospechas, ni siquiera ella. No puedes predecir el futuro.
—Pero puedo anticipar los escenarios.
—Aún no me conoces.
—Eso aplica también en mi, así que te conviene no subestimarme, Mad Hatter.
Lunettes sintió a un escalofrío recorrer su cuerpo cuando escuchó aquel nombre, aterrado de que su amo lo pronunciara sabiendo las consecuencias que tal arrastraba. Pero Reim no pudo adivinar el motivo de la forma de actuar de su amo estando tan conmocionado. Lo estaba retando. Rufus finalmente volvía a sentirse confiado y con poder sobre el mercenario frente a él, por eso no se inquietó cuando Break bajó la cabeza, conmovido por la personalidad arrogante de su enemigo. Si, ahora tenía claro que debía derrumbar al pilar primero antes de tirar abajo la estructura entera que conformaba la Casa Ducal. Si quería que sus planes no fueran frustrados por quien sea, Rufus Barma debía ser el primero en caer y él se encargaría de terminar este trabajo con sus propias manos.
—Entonces, ¿qué esperas? —se removió impaciente—. Quítame ya estas cadenas.
—Asumiré que hemos llegado a un acuerdo final —decidió Rufus—. Bajalo —indicó a Reim haciéndole entrega de un pesado manojo de llaves a juego con la celda y el resto de candado sosteniendo a Xerxes varios metros sobre el suelo—. Estamos retrasados.
No del todo convencido, Reim acató el mandato comenzando por abrir los cerrojos de la celda para enseguida surcar al interior apresuradamente. Mientras tanto, el sicario y el duque se miraban, sin perderse un instante de vista, acechantes cual depredadores a punto de dar inicio a la casería; para Rufus este sólo era el preludio hacia el evento principal.
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Después de que salieran fuera del calabozo, Rufus separó su camino de Lunettes para concederle toda la autoridad sobre los movimientos de Mad Hatter. Aunque el joven sirviente no se sintió cómodo al estar a solas con el albino, se limitó en dar indicaciones cortas sobre las reglas del edificio y los distintos caminos que le serían permitidos visitar además de las zonas restringidas. Reim se acomodaba los lentes y tragaba saliva constantemente, alerta a los pasos que le seguían. Durante todo el recorrido hacia la habitación que sería de ese momento en adelante la nueva celda de Xerxes, el mercenario no mencionó nada ni se atrevió hablar; desde la perspectiva de Reim lucía pensativo, hasta inmerso en pensamientos que su rostro no compartía a la superficie, más podía determinar que estaba distraído sólo por la forma como sus ojos se paseaban por la estructura, tal vez planeando un escape, tal vez simplemente atraído por el estilo barroco de la casa.
Lunettes decidió que no importaba y que por el momento lo primordial era asistir lo antes posible a la cita establecida por aquel día, lo que menos necesitaba después de tanta tensión era perturbar el tradicional itinerario de los dueños.
Llegaron ante la puerta que Reim abrió con una llave especifica de modelo antiguo y dejó a Break entrar para que se preparase, cosa que el interesado se apresuró llevar a cabo sin mediar todavía palabra alguna, quitándose de encima los harapos que lo vestían antes de visitar las cubetas de agua caliente preparadas en la habitación compacta. Reim esperó en la puerta, dejando ir un suspiro pesado, lleno de toda la frustración que contenía, pues no era esto lo que había esperado de su encuentro, ni siquiera estaba seguro de lo que creyó sucedería entre ellos una vez se quedasen a solas. Break simplemente actuaba como un desconocido que no siente interés por la interacción social.
Vaya desastre, se lamentaba Reim recargándose en el contorno de la puerta.
Mientras tanto, echándose encima el agua de las cubetas, Xerxes sentía una vez más como si el Abyss halara de sus cadenas. Emily, a su lado, se mantenía callada como una tumba; algo que el albino era en esos momentos. Todo era tan extraño, inadmisible, inaudito. No debería estar siendo manipulado por un noble ni amenazado de muerte ante el mínimo acto de sospecha. Nada de esto debería estar sucediendo, y era lo que pensaba al echarse una nueva cubeta llena de agua. Gimió al darse cuenta que el agua llevaba tiempo fría y que su piel pálida se había tornado de un color ligeramente morado. Sonrió, divertido. Se recordaría mantenerse despierto en el plano físico, pues sabía que al continuar de esta manera estaría arruinando los planes que estimaba para el futuro.
Ciertamente, lo que más quería, no era tomar un baño (una ducha ligera como aquella le venía bien, incluso las cubetas llenas de agua fría le recordaban a su niñez y le hacían sentirse limpio y relajado), pero lo que descubrió era su mayor anhelo era verla a ella; Sharon Rainsworth, su pareja destinada, aquella que le había detenido y amenazado con romper el lazo que les unía. Se encontró preguntándose si tal era posible, romper un lazo que ha estado ahí desde antes de que cualquiera de los dos naciera. Nunca había intentado romperlo, ya que parecía nada de lo que formaba parte del plano físico causaba algún efecto. Sin embargo, Xerxes no quería ponerlo a prueba tampoco. Aunque no se conocieran, aunque las circunstancias les hubiese llevado a ambos oponerse a esta unión, al final, eran lo que necesitaban.
Break quería creer que era posible, después de todo la voz, su voz, le prometió así sería.
No pasaron más que algunos minutos para que Xerxes saliera del cuarto de baño ya vestido, con el cabello aún húmedo y mal arreglado. Reim hizo una mueca al verlo mover la cabeza como un animal que pretende quitarse de encima del pelaje el agua que obstinadamente permanece intacta, pero esto a Xerxes no le incomodó cuando colocó sobre su cabeza un sombrero del mismo color del traje que vestía, dándole un último toque a su apariencia con Emily posada suavemente en su hombro derecho. Entonces miró por primera vez a Reim, quien inmediatamente reaccionó con un sobresalto nada discreto, causándole una risa divertida al cínico sombrerero, algo que a Reim irritó pero no lo mencionó, en cambio, se apresuró a señalar un asunto primordial.
—La señorita Sharon Rainsworth aguarda por nosotros en su habitación, es nuestra obligación presentarnos ante ella para posteriormente escoltarla al jardín principal.
—Si... —contestó el albino en acento desganado—. Ese bufón dijo que tenía un compromiso muy importante que atender este día, tanto que debo estar yo presente para presenciar su desarrollo. Sospechoso, ¿no lo crees?
—No sé que te ha hecho llegar a esa conclusión pero mi amo Rufus no...
—No intentes evadir lo evidente, Reim. —El hombre albino se giró bruscamente en dirección a Lunettes, interrumpiendo el discurso del joven con anteojos y destrozando las barreras de incomunicación que había abundado entre los dos, desde el momento que se habían visto las caras por primera vez en demasiados años. Reim se encogió al distinguir ira en aquella mirada de ojos rubí—. Es obvio que ese sujeto se trae algo entre manos, no me soltó justamente ahora por nada.
—Forma parte de la investigación —se resignó Reim a responder, decaído, incómodo.
—Seguro que sí. No es el único que desea saber qué mecanismo es el que mueve a los Hilos Rojos del Destino, pero sin duda es quien usa los métodos más sucios.
—No voy a permitir que insultes a mi amo, Xerxes. —El aludido sintió a su sangre helarse cuando notó autoridad en el tono de Lunettes—. Te quede claro que es gracias a él que ha sido negociada tu supervivencia, la señora y ama de este linaje ducal estaba convencida de que debías ser ejecutado o encerrado de por vida en el calabozo, así que no toleraré ninguna ofensa dirigida a él, ni siquiera de ti.
— …Ya veo —dijo el hombre albino como única respuesta antes de levantar la mirada de vuelta a la silueta de su acompañante, decorada con un semblante sombrío—. Has cambiado, Reim —espetó, provocando que el porte confiado del sirviente decayera—. No esperaba que siguieras siendo el mismo pero... definitivamente no consideré en ningún momento que te convertirías en la clase de individuo que eres ahora. ¿Hace cuánto tiempo que perdiste tu dignidad? ¿Desde cuándo estuviste dispuesto a depender de tu posición como sirviente de un noble como el duque Barma?
Reim guardó silencio un corto lapso de tiempo, mientras buscaba la manera de digerir en su mente el significado de aquellas palabras, las cuales dolían, dolían de una manera que no podía describir. Y se encontró asqueando a Xerxes, parecía la manera más efectiva de calmar la incertidumbre que él mismo había provocado.
—Dudo que alguien en tu posición logre comprenderlo —declaró, irguiéndose como si se estuviera dirigiendo a alguien inferior, no lo era, pero no veía otra salida a esta conversación que esperaba no volver a tener nunca más. Desvió la mirada, ocultando su mirada torturada de la visión del mercenario quien, bajando la cabeza, asumió la realidad.
—Tienes razón —acotó con indiferencia—. No lo entiendo...
Girándose sobre sus talones, Lunettes indicó que salieran de la habitación para volver a su recorrido inicial de vuelta a los pasillos de la Casa Ducal. No cruzaron más palabras en lo que restaba del camino, enfocados en cumplir su misión. Lunettes no lo confesaría pero ahora, más que antes, se reconocía sofocado por una pena sin cura. Finalmente volvía sentir a un nudo forjarse dentro de su garganta.
Cuando se detuvieron ante la puerta indicada, Reim llamó a esta dando dos golpes con sus nudillos, el nudo en su garganta impidiéndole formular palabras para revelar su identidad a quienes debían yacer dentro. La espera no se prolongó, el sonido de la perilla al girarse revelaron que pronto serían atendidos pero, siquiera ver a la puerta abrirse, Xerxes sujetó una orilla del sombrero y se impulsó al frente para empujar a Reim a un lado y entrar con brusquedad a la habitación. Sorprendido, Reim no tuvo la oportunidad de detener sus pasos, en cambio lo siguió hasta que lo vio dejar de andar para luego ofrecerle una reverencia a la dama, quien inmediatamente se puso alerta mientras su acompañante se alzaba en guardia, sujetando el mango de su espada.
—Es un placer volver a verla, señorita —dijo, sus labios siendo adornados por una sonrisa espeluznante que contrastaba demasiado con su porte galante.
—El placer es mio —respondió Sharon, pretendiendo mostrarse educada mientras muy dentro suyo el corazón le latía a punto de estallar en ira—. Xerxes Break.
—Asumo ya debe estar enterada que a partir de hoy formo parte de su guardia personal. Sólo quería decírselo de forma apropiada... y disculparme. —Xerxes levantó por primera vez la mirada hacia la tercer dama del linaje, cordial, manteniendo su sonrisa maliciosa—. Los dos hemos tenido un encuentro inapropiado, así que pensé en reparar esos malos entendidos. En realidad no quisiera que me tuviera desconfianza, o mala voluntad, ya que estaré encargado de cuidar de usted muy de cerca. —La joven guardiana dio un paso más cerca del intromisor, ganándose una mirada de Xerxes, quien después volvió a bajar la cabeza, fingiendo no haberse dado cuenta de los signos de advertencia—. En conjunto con la señorita Alice, por supuesto.
—No te preocupes, todo lo sucedido ha quedado en el pasado para mi —dijo, pero ambos sabían -al verse a los ojos- que estaba mintiendo y que esto sólo era una declaración rutinaria de respeto que implicaba una coexistencia forzada—. Sin embargo, debo advertirte que soy una mujer muy exigente. Si no cumples mis mandatos el tiempo indicado, justo como yo lo solicito, tendrás que resignarte volver al calabozo y cumplir lo que te resta de vida ahí.
—Esa es una aterradora advertencia, mi lady —comentó con enferma diversión.
—Y estoy dispuesta a cumplir mis amenazas si haces algo que no me agrade.
—Está bien —contestó bajando una vez más la cabeza—. Me someteré a sus demandas.
—No tienes otra opción, payaso. —La voz de Alice reventó en la atmósfera casi con un gruñido de furia contenida, acercando sus pasos hasta quedar de frente al hombre albino quien continuó sonriendo, incluso disfrutando de la mirada iracunda que le dedicaba la castaña a su sola presencia—. Pudiste burlar la seguridad de este sitio una vez pero eso es algo que no volverá a ocurrir. Te estaré vigilando cada hora del día que pases cerca de Lady.
—Me lastima tu insistencia, conejita. —Alice sintió a su piel erizarse con el término—. Ya no sería capaz de lastimar a la señorita, sobre todo ahora que se ha convertido en mi ama también. Descubrirán que soy un hombre obsesivo cuando estoy encadenado a la existencia de una persona. Hoy y mañana seré un hombre nuevo, un sirviente más preocupado por la integridad y salud de la heredera del linaje Rainsworth. Y pienso demostrarlo en acciones.
—Muy bien, eso lo aclararemos en el jardín principal —resolvió Sharon con determinación, antes de dirigirse a Lunettes—. Por favor, Reim.
—A sus ordenes —acató el joven sirviente acercándose a la tercer dama para ofrecerle su mano, rápidamente encabezando el andar por los pasillos. Esto inspiró una mueca de desgrado en el hombre albino pero buscó ocultarlo lo mejor posible cuando se percató de la mirada suspicaz que Alice todavía le entregaba, mirada a la cual respondió con una nueva sonrisa divertida.
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Finalmente los cuatro fueron golpeados por el aire libre, cruzando un sendero de arbustos con formas murales hasta una mesa de hierro en perfectas condiciones, zona donde Sharon se acomodó cuidadosamente mientras era recibida por las sirvientas de pulcro uniforme que la habían estado esperando anticipadamente. Xerxes la observó ser atendida desde la distancia hasta que vió a una sirvienta acercarse hasta la mesa con una tetera y un juego de tazas de fina procedencia. Fue entonces cuando él decidió intervenir, reverenciando a la joven mujer, quien le devolvió una mirada de extrañeza, no comprendiendo el motivo de su proximidad.
—¿Me permite? —cuestionó Xerxes refiriéndose a la tetera que sostenía la sirvienta en sus manos, ella miró a su ama, quien enseguida comprendió la indirecta liberando un suspiro.
—Adelante —concedió Sharon, y esto fue permiso suficiente para que la sirvienta dejara en manos de Xerxes la tarea de servirle el té a la joven heredera.
Con ojos inquisidores, Sharon observó a su reciente adquisición tomar una taza y servirla de una manera llamativa, alzando ambos utensilios a una altura impropia mientras el liquido dentro de la tetera se derramaba como una cascada con forma cilíndrica ante las miradas atentas de Reim y Alice. Sharon descubrió cómo varias gotas escapaban fuera de la taza, charpeando un poco el plato bajo su soporte antes de caer sin mucha delicadeza sobre la mesa con ayuda de Xerxes, quien pareció insatisfecho de su propia obra.
—Parece que he perdido mi toque, solía hacer mucho este truco cuando servía a la nobleza.
Sharon liberó una breve risa de la aprensión de sus labios, inspirada por la extraña actuación en base a mímicas innecesarias que aquel sujeto de dudosa lealtad provocó en su interior. Alice y Reim miraron a la heredera con una expresión confundida, mientras Xerxes hacia una mueca seria frente a este inesperado gesto, no había creído posible que su pequeño acto de servir el té causara cualquier clase de reacción más allá de la repulsión en la tercer dama.
—Espero que tu esfuerzo no destruya lo que te queda de cordura —comentó la tercer dama reprimiendo una risa más prolongada. Xerxes casi se sintió seducido por la forma como Sharon había colocado sus dedos cerca de sus labios, aquella había sido un faceta tan suave e instintiva que no se tardó en volverse atractiva para Break. Sonrió.
—Créame, señorita. Prefiero ser un sujeto demente que una persona que finge demencia.
—Me doy cuenta —Sharon asintió con un gesto de cabeza—. Afortunadamente me agradan las personas diferentes, así que puedo concederte el capricho de ignorar reglamentos de etiqueta, puedo aceptar que es parte de tu encanto ser alguien tan dinámico. Pero me sorprende que hubieras servido a una familia antes.
—Fue hace mucho tiempo —confesó Break tensándose. Aunque Sharon se vio tentada interrogar el motivo de su reacción, supo que el tiempo se había terminado cuando una nueva sirvienta se aproximó a su posición trayendo noticias.
—Disculpe, Lady Sharon. El joven Oz Vessalius ha llegado.
—Por favor hazlo pasar hasta aquí —indicó a la sirvienta, quien siquiera recibir la orden se retiró por donde había llegado. Escuchar aquel nombre intrigó a Xerxes enseguida. Sharon se apresuró darles sus próximas indicaciones a Reim—. Reim, por favor retírense por el momento, me gustaría hablar con Lord Vessalius a solas. —Lunettes realizó una reverencia de rutina, haciéndole saber con esto que había comprendido la solicitud para llevarse consigo también a Xerxes—. Alice, tú quédate conmigo hasta que reciba a Oz, entonces podrás retirarte también.
—De acuerdo.
Luego del asentimiento de la joven guardiana, los otros dos se retiraron hacia los portales mientras Xerxes no apartaba la mirada de la tercer dama Rainsworth. ¿Qué asuntos podría tener un miembro de la familia Vessalius con la heredera del linaje Rainsworth? Tenía entendido que entre Casas existía una comunicación estrecha, especialmente cuando mantenían una alianza de negocios pero aún así le parecía inusual que se reunieran en un lugar como aquel. Las reuniones empresariales siempre eran llevadas a cabo en una sala u oficina personal, nunca como si se tratara de un día de campo entre allegados conocidos.
—¡Sharon!
Interrumpiendo el orden de sus pensamientos, la voz del susodicho Vessalius surgió en el ambiente. Break levantó la mirada hacia el muchacho rubio de ojos verdes que se acercaba con excesiva familiaridad a Sharon Rainsworth, quien al instante había adornado su rostro con una sonrisa complaciente , demasiado dulce, a quien sin nada de decoro había corrido saludarla con un beso en la mejilla. Xerxes se tensó inevitablemente, no logrando contener el impulso de preguntar por esta íntima reunion a la persona más cercana.
—Oye... —Reim desvió la mirada del recuadro que se llevaba a cabo un par de metros delante de ellos para mirar al indiferente mercenario—. ¿Qué relación tienen esos dos?
—Lord Oz Vessalius y Lady Sharon Rainsworth están comprometidos. —Las extremidades de Break se percibieron notablemente tensas con la respuesta recibida, sin embargo no lo demostró en su semblante agrio y taciturno—. Fue un matrimonio arreglado desde la ceremonia de la mayoría de edad, por ello las actuales cabezas ducales decidieron que lo mejor para ambos era que se frecuentaran con el fin de formar un vinculo.
Xerxes permaneció callado, sin apartar la mirada de las dos siluetas ahora que Alice se había alejado de ellos. La imagen de aquella convivencia era acida para Xerxes y, por mucho que le costara creerlo posible, sus impulsos estaban al borde de la desesperación a causa de los celos. Llegando a la conclusión de que estas habían sido las intenciones del duque Barma desde el principio. Ese imbécil noble pretendía estudiar sus reacciones, el comportamiento de los lazos que unían el destino de Sharon con el suyo, jugar con las emociones incalculables que poseía por la imagen de su pareja predestinada, su Soulmate. Empuñó ambas manos con furia contenida.
