Cap 10. "Doctrina Ilusoria"

El dulce cantar de los pájaros, los rayos de luz de la mañana, un juego de té sobre la superficie de la mesa y la compañía de un caballero justo al otro extremo delante de ella. Sharon podría apreciar ese momento un poco más sino fuera porque se trataba de un deber familiar, aunque considerara a Oz Vessalius un chico interesante -de sonrisa radiante y de buen corazón- se veía a sí misma sonriendo con cierto compromiso, porque se trataba de su futuro esposo, pero tampoco podía evitar sentir confortable su compañía, ya que él era agradable y detallista, demasiado detallista. Se dejó reír cuando el joven rubio dijo una broma aristocrática, cubriendo sus labios con delicadeza e inclinando su cabeza a un costado con la intención de mantener su porte femenino con un toque de encanto. Ignorante de lo que sucedía en los portales, quiso complacer en lo más posible a su visita, quien no podría estar en mejor paraíso desde su primer encuentro. Oz se sobó torpemente la nuca para beber un poco más de su infusión y luego cambiar el tema de conversación.

—Dime, Sharon. ¿Ya te acostumbraste a los negocios?

—Es verdad, aunque he asistido a muchas fiestas, desafortunadamente no estoy a cargo de algún deber de esa clase todavía. Mi abuela cree que debo prepararme un poco más.

—Ya veo, tu abuela es una mujer muy estricta, ¿no es así? —Oz recordó algo importante después de haber hablado, así que volvió a formular palabras con una expresión avergonzada estampada en la cara—. Quiero decir, la duquesa...

—No te preocupes, puedes nombrarla más informalmente mientras estamos a solas. Sé lo tedioso que resulta el lenguaje educado cuando es empleado de forma continua.

—¿No te importa?

—En lo absoluto, puedes hablar con total libertad. También es un secreto que comparto con la servidumbre, puedes confiar que jamás te acusaré por ser tú mismo socialmente.

—Oh, ¿en serio? ¡No sabes cuanto me tranquiliza saber eso! —replicó Oz con energía—. En mi caso ocurre igual, mi hermana y yo incluso solemos invitar a nuestros sirvientes sentarse a la mesa a la hora de comer cuando no se encuentra mi padre o la señorita Kate. Casi siempre estamos los dos solos, así que no es impedimento para que formemos amigos.

Sharon se sonrojó levemente ante esta situación, completamente conmovida con el relato, no pudo evitar emocionarse porque alguien compartiera su punto de vista. Casi no logra reprimir una esplendorosa sonrisa llena de motivación, la cual reemplazó por una más suave.

—Me alegra mucho que tengamos eso en común, joven Oz.

—Yo también estoy muy sorprendido, aunque debo confesarte que lo sospeché antes al ver la forma como los sirvientes te trataban, no lucían del todo comprometidos en actuar amablemente contigo, más bien se veían seguros y felices de tenerte como ama.

—¿Puedes decirlo? —Sharon se apartó un mechón de cabello tras la oreja, halagada.

—¡Lo juro! Sé cuando un empleado está contento con su trabajo.

—Muchas gracias, joven Oz.

Ambos jóvenes rieron juntos, disfrutando el momento, el cual se vio interrumpido cuando la presencia de una de las sirvientas se presentó en la zona, anunciando -como lo fue solicitado por Oz- la hora para el siguiente compromiso del futuro duque. Con una expresión apenada, Oz se levantó de la silla al igual que la tercera dama, listos para despedirse.

—Fue un placer hacerle compañía, Lady. —Oz reverenció a su prometida—. Anticiparé mucho nuestra próxima reunión.

—Igualmente. —Sharon asintió, correspondiendo la reverencia.

No esperó que su futuro esposo rompería por esta ocasión la distancia antes de marcharse y que le regalaría un nuevo beso en la mejilla, gesto que la dejó paralizada un instante para luego relajarse dentro del contacto. De esto se trataban estas visitas después de todo, era obvio que sus acercamientos debían avanzar, pues su mano había sido entregada a Oz Vessalius. Ambos se pertenecerían cuando el matrimonio se efectuara finalmente. Sólo eran negocios, era su deber entregarse poco a poco. Pero, aún siendo consciente, no pudo evitar abrir los ojos y mirar en dirección a su guardiana, quien había apartado la vista de la escena con un semblante de absoluto pesar. Y la noble sintió tristeza. ¿Sería que el final estaba cerca para ellas? Sharon no quería renunciar a Alice, nunca quiso hacerlo.

Si pudiera, renunciaría a este compromiso nupcial y huiría lejos junto a quien hacía llamar su mejor amiga públicamente. Muchas veces se planteó esa posibilidad pero algo tan grande como el amor que se tenían pendía de una vida cautiva por leyes que no tolerarían a dos mujeres enamoradas, y era por ello que no se arriesgaba a sugerir un plan tan irracional. Sharon no soportaría ver a su amante morir en manos de su familia si llegasen a ser capturadas.

Oz dejó de besarla y ella sonrió con ternura, respondiendo al adorable sonrojo del joven rubio antes de verlo partir en compañía de su sirvienta. Tocó con las yemas de sus dedos la mejilla que Oz había besado, recordando la calidez de aquellos labios. El tiempo restante estaría libre, tenía que hablar esto con Alice, de otra manera las cosas podrían ponerse tensas entre ellas. Se volvió hacia los portales del jardín, su mirada desviándose hacia Break Xerxes cuando un escalofrío la abordó. Sin embargo, trató de ignorarlo.

—¡Alice! —llamó con aparente frialdad—. Tomaré mi descanso y quisiera ir a la biblioteca para tomar un libro, ¿podrías acompañarme?

Alice no respondió verbalmente pero se obligó mover los pies, cuyas plantas parecían haber sido clavadas con firmeza dentro de la tierra. Deteniéndose casi en el mismo instante que la voz de Xerxes emergió fuera de su garganta, viciada con un acento puro en veneno.

—Más que la hipocresía de esa jovencita aristócrata, eres quien más me sorprendes, Alice. Al principio creí que estaba imaginando cosas pero con el paso de los días me he dado cuenta cómo la miras. —Alice sintió a su sangre congelarse con la observación mientras Lunettes se reconocía incómodo, sin palabras para evitar el avance del comentario—. Y puedo decir que detestas tanto como yo ser espectadora de estas adorables escenas entre la señorita Sharon y ese tal Oz Vessalius. Pero aún así acudes a ella como un manso conejito en cuanto te llama. No sé por quién de nosotros dos lamentarme más. Aunque tú has soportado esta situación mucho más tiempo que yo... adivina quién es la ganadora.

—No estoy obligada hablar de esto contigo, payaso —declaró Alice tajante y sin girarse para continuar su camino con total tranquilidad sobre el pasto tierno. Break bufó burlón.

¡Coneja engreída! Emily se agitó con violencia sobre el hombro del sicario.

—¡Xerxes! —regañó Reim. Entonces el hombre albino se separó del pilastrón donde había estado recargado, iniciando una trayectoria fuera de las órdenes establecidas, pasillo al interior de la mansión—. ¡O-Oye! ¿A dónde crees que vas? La señorita Sharon te dio ordenes estrictas de permanecer en este sitio. —Reim se sintió ignorado—. ¡Break Xerxes!

—Que quisquilloso. Sólo quiero caminar un poco —replicó sin detenerse.

—Nadie te ha brindado la libertad o confianza de deambular por la mansión por tu cuenta. ¡Vuelve a tu lugar en este preciso instante!

—¿Es que un ratón de laboratorio no merece una migaja de pan por su esfuerzo?

—¡Recuerda cuál es tu posición actual! —Xerxes paró en seco, sorprendiendo con esta reacción a su acompañante, quien acertó retroceder cuando el albino se giró con una expresión fastidiada en el rostro, congelándolo frente la invasión que éste hizo a su espacio personal, el cual Break destrozó para olfatear cuidadosamente sobre el cuello del elegante uniforme negro—. ¿Qué... ?

—Como lo sospeche...

—¿Eh? ¿Qué cosa? —cuestionó Reim con un hilo de voz, confundido.

—Me pareció extraño que el duque no te ejecutara en cuanto se enteró que tú eras el contacto del Fantasma de Ojos Rojos. Conociéndolo, no hubiese dudado declararte un traidor, y como consecuencia te habría juzgado frente a su Casa antes de matarte. En cambio decidió amenazarme contigo. —Xerxes se dejó reír, una risa rota con la ira que lentamente se adueñaba de su compostura—. Hacerlo así sería más beneficioso. Y tú también...

—¿De qué estás... ? —Xerxes no lo dejó terminar la frase cuando le empujó de forma violenta contra el muro más cercano, la furia gobernando sus facciones y tensando cada músculo componiendo su cuerpo mientras lo acorralaba cual mariposa tras un cristal.

—¡Eres un estúpido! ¡Lo dejaste llegar demasiado lejos! Puedo oler su desagradable perfume en ti.

—Hice uso de todo lo que estaba a mi alcance para sobrevivir... —Reim cerró los ojos con impotencia, aceptando la realidad que no podía ocultar más, ni mucho menos negar ahora que su amigo de la infancia la expresaba en palabras—. La familia Sinclair fue borrada, al igual que tú debía buscar acogimiento... algo que encontré con mi amo Rufus Barma. Por eso no me importa entregar cualquier cosa a cambio de su protección, si esto puede ayudarlo... estaré feliz de servirle.

—¿Te das cuenta de lo ridículo que suena eso?

—No es más ridículo que el camino que tú elegiste —espetó Reim levantando la mirada llena de rencor, sorprendiendo de sobremanera a Xerxes—. Tomaste como excusa tu don para echarte de cabeza a un mundo lleno de vicios, olvidando todos los principios con los que fuimos criados.

—Los principios dejan de importar cuando estás solo...

—¡Entonces no tienes derecho para reprocharme nada, Kevin! —Xerxes tensó el puño con el cual sujetaba a Reim contra el muro. Había un gusto amargo en escuchar su antiguo nombre en los labios de un amigo—. ¡Así que deja de actuar de esta forma tan infantil! —El tono con el cual Reim había estado hablando finalmente se suavizó—. Además, sé que sólo estás ventilando tu enojo en mi porque no sabes de qué forma asimilar tus propios sentimientos. Puedo entender que... has tenido que pasar por muchas cosas mientras estabas afuera, y no te culpo por ello, en realidad tampoco quiero que aceptes mi situación.

— …Eres un idiota —replicó Xerxes bajando la mirada, negándole a Lunettes la oportunidad de observar su rostro afligido—. Un idiota amable, y ese bufón de la corte se está aprovechando de eso... es lo que no quiero. Pero tú... lo amas, ¿no es verdad?

Reim sintió a su sangre helar por un momento, más enseguida se resignó a la realidad. No respondió, limitándose a desviar la mirada con tristeza. Sin embargo, su silencio fue suficiente para que Xerxes entendiera el porqué de las razones de su amigo para hacer lo que hacía, aún en contra de los principios que decía conservar. Las personas no pueden elegir a quien amar, lo único que pueden hacer es tomar la opción que más les conviene, si hacer caso a sus sentimientos o hacerles a un lado y continuar con la vida. Y Reim simplemente había preferido encadenarse a una reja que lo dejaría ahogarse cuando subiera la marea.

En este punto, Xerxes se preguntó si debía decirle a su amigo a quién pertenecía el destino del duque Barma pero sospechaba que eso Reim también ya lo sabía, por ese motivo fue que se atrevió soltarle antes de darle la espalda, recuperando el porte desinteresado que terminó puliendo con el tiempo. Miró a su costado, visualizando a la tercer dama Rainsworth que ya volvía junto a su guardiana de la biblioteca, caminando tranquilamente en su dirección. El hombre albino no podía decir que él amaba a Sharon pero la extraña felicidad que hacía saltar su corazón le indicaba que estaba embelesado por ella, lo cual no era producto de aquella unión que tiraba de ambos meñiques. Y estos síntomas habían empeorado con el tiempo. Quería estar a su lado y protegerla, aún cuando una parte de sí le gritaba por hacerla pedazos.

—Xerxes... —Reim intentó entablar una última conversación pero fue interrumpido.

—Dime, Reim. Cuando observas a Sharon, ¿no le encuentras un cierto parecido a Emily? —El joven sirviente le dedicó una rápida mirada a la tercer dama, comprendiendo de quién hablaba el hombre albino. No se refería a la muñeca que siempre llevaba en su hombro, Break finalmente estaba mencionando a la hija menor de la familia Sinclair por quien Reim tantas veces preguntó su destino—. ¿Sabes lo que le ocurrió mientras estaba a mi cuidado? —Una sonrisa demente tensó los pálidos labios, oscureciendo el indiferente semblante que Xerxes había adoptado—. Fue destrozada viva...

Reim no tuvo tiempo de procesar aquella información, descubriéndose impactado por el gesto de Xerxes, temiendo que su significado fuese a ser lo que al instante ocupó el cerebro del joven sirviente antes de que la voz de la tercer dama llenara el lugar.

—Me parece que están varios pasos más lejos de la posición en que los dejé. ¿Ha ocurrido algo por el que deba ignorar este hecho? —cuestionó Sharon con seriedad.

—Fui yo quien cometió el crimen, señorita. —respondió Xerxes rápidamente, anticipándose a Reim para dar una reverencia de disculpa a su ama—. Por eso le suplico no reprenda a Lunettes, él vino a detenerme y yo le ignoré hasta que decidí esperarla a usted.

Sharon gestó una disimulada mueca de sospecha cuando identificó la soberbia usual de su nuevo escolta como algo deliberadamente evidente.

—No es típico de delincuentes minuciosos confesar fechorías que a simple vista podrían ser interpretadas como un hecho insignificante, a menos que algo de mayor magnitud haya sido expuesto.

—Usted perdone pero su presencia ha logrado intimidar mi plan maestro.

—O tu sonrisa es producto de una fantasía desagradable —recriminó—. A veces lo que hay en nuestra mente es incluso más asqueroso que lo que ha sido proyectado físicamente. Me gustaría obligarlo a confesar pero quizás necesite hablar con Mad Hatter directamente —Alice, Reim y Xerxes reaccionaron—, y sé que ninguno de nosotros quiere volverlo a ver.

—Es peligroso que lo nombre irresponsablemente, señorita.

—Lo sé, pero estoy en mi derecho de hacerte saber que ya no le temo, y él no saldrá a superficie sin ser nombrado tres veces. ¿Olvidas que fui yo quien lo detuvo? Lo hice una vez, puedo hacerlo de nuevo.

—Admiro su determinación. Sin embargo... —Break se arrodilló, sin resistirse al impulso de tomar la mano de Sharon, quien también se reconoció desprevenida. Alice desenfundó su espada y Reim apenas acertó acercarse unos pasos a ellos para detenerse a mirar la escena. La mirada de Xerxes era penetrante y con su filo perforó incluso las pupilas perturbadas de Sharon, quien no concretó resistirse a su extraña hipnosis, y su corazón saltó al mínimo movimiento pero sin ser el miedo su principal emoción—, él la está observando... desde aquella noche no la ha perdido de vista, por eso le sugiero no incite a la ansiedad. Sé que no querrá enfrentar las consecuencias una vez se presenten.

Los dedos que rodeaban las manos de Sharon se tensaron y ella reaccionó con un ligero sobresalto. Podría tratarse de una ilusión creada por su mente, la tercer dama no estaba segura, pero por un instante logró ver a través del semblante de Xerxes, percatándose de alguien más que la miraba desde las pupilas contrarias; una figura cuya sonrisa yacía llena de grietas y que de sus ojos se desprendían extrañas partículas negras.

Sharon se atrevió a pensar de esta sombra como un alma quemada por las fosas infernales, lastimada injustamente por un efecto karmático equivoco. Sin embargo, antes de que pudiese pronunciar palabra, el filo de la espada de Alice brilló frente a sus ojos y sólo hasta entonces ve a Xerxes soltarla, pues se vio obligado a esquivar el ataque. El albino mantiene en su rostro aquella sonrisa burlona y satisfecha un metro más lejos de su primer posición mientras Alice se coloca justo delante de la joven noble, quien está estupefacta por la situación. La joven guardiana estaba dispuesta atacar y Xerxes estaba listo para responder con algo que ha escondido bajo su manga pero la heredera interrumpe la batalla prometida.

—¡Suficiente ustedes dos! —exclamó ella cuando logra recuperarse de la impresión. Alice gruñe con el mandato pero obedece y Xerxes recoge el sombrero que ha tirado dentro del brusco movimiento para volver a colocarlo sobre su cabeza refinadamente, ocultando su arma invisible de quienes -en su ignorancia- la dejaron pasar desapercibida—. La próxima vez que oses tocarme volverás al calabozo. ¿Quedó claro, Xerxes Break?

El aludido asintió con simpleza, pues la expresión fría que había adoptado la heredera del linaje no tardó en resultarle graciosa. Era curioso, pues por un momento le pareció que Sharon estaba disfrutando del contacto y que además había temblado aterrada cuando se apartó de ella, él lo había disfrutado bastante después de todo.

—¡No puedo aceptarlo, Lady! —recriminó Alice para sorpresa de los presentes. Sharon se volvió en dirección a su fiel guardiana, percatándose al instante de su mirada; la castaña lucia desesperada, los sentimientos que había estado arrastrando durante mucho tiempo finalmente habían estallado y ahora se encontraba en un estado que la tercer dama no supo describir, la misma Alice no sabía por dónde comenzar—. ¡Este sujeto... !

—¿Ha sucedido algo? —cuestionó la voz serena de la primer dama del linaje, quien se acercaba a ellos sobre su silla de ruedas en compañía de sus tres doncellas. Reim no tardó en inclinarse con una postura de reverencia. Xerxes se quedó quieto un momento y después se giró sobre sus talones para visualizar a la mujer que se aproximaba para hacerse a un lado y arrodillarse completamente. La anciana se detuvo justo en el centro delante de su joven nieta.

—Abuela... —reconoció Sharon en acento preocupado. Alice, incapaz de terminar su oración, enfundó una vez más su espada y reverenció a la duquesa respetuosamente.

—Veo que tienes problemas para controlar a tus sirvientes personales, Sharon. No imaginé que sería difícil para ti. ¿Tengo que solicitar una mejor escolta? ¿Intercambiar a tu guardiana por alguien menos ruidoso? —La aludida se tensó, temiendo a la severidad en las palabras de la duquesa, Sharon se sintió impotente. La atención de la duquesa se centró en el hombre albino—. O tal vez deba cancelar la libertad condicional de nuestro prisionero, ciertamente nunca me agradó la idea de soltarlo y mantenerlo cerca de ti... debí insistir al duque Barma para que lo ejecutaran.

—¡No! —La respuesta de Sharon fue rápida y eso avergonzó a la propia joven más de lo que pudo considerar, especialmente cuando todas las miradas se habían enfocado en su silueta, incluyendo la de Alice, mientras la expresión seria de su abuela se volvía intransigente y recia. La joven heredera trató de enmendar su error—. Por favor, no hay necesidad de un absurdo derramamiento de sangre, nuestra familia no merece mancharse las manos con algo tan insignificante... —Las manos de Xerxes se hicieron puños, bajó la cabeza y apretó los dientes iracundo, herido—. Alice, por otro lado, sólo me estaba protegiendo... está haciendo su trabajo al pie de la letra, por eso...

—¿Actúas en defensa de individuos sin protección? —Sharon levantó la mirada, intrigada por aquel acento enternecido, descubriendo la discreta sonrisa que adornaba los labios de la primer dama Rainsworth antes de verla darse la vuelta con ayuda de su silla—. Siempre serás mi orgullo, querida.

La anciana avanzó junto a sus doncellas, deteniéndose sólo un momento junto a quien se mantenía arrodillado sin dirigirle una sola mirada, como si tal atrevimiento estuviera penado de muerte. La duquesa se quedó ahí tratando de comprender aquella excéntrica y peligrosa naturaleza sin tener éxito, así que continuo su camino resignándose al curso de las circunstancias. Esperaba que el experimento de Rufus no se extendiera, ya que estaba sumamente preocupada por la seguridad de su nieta. Aún no confiaba en ese hombre sin honor, desde su perspectiva él era menos que un perro sin dueño y un soldado sin patria ni gloria; sólo era un ser perdido que toma la menor oportunidad para sobrevivir, seguir cumpliendo sus ambiciones. En todo caso, no era diferente a ella o a cualquiera que estuviera aferrado a la vida. Aunque tampoco le compadecía, sentía que simpatizaba un poco con su situación a pesar de que buscaba la forma de matarle por el bien de su nieta.

Sabiéndose a solas de nuevo, Sharon se tomó la libertad de relajar sus músculos tensos, antes de mirar a su guardiana, quien desvió la mirada al instante, al igual que Reim. Y entristecida miró en dirección a Xerxes, quien no se había movido de su lugar pero lograba percibir la misma incomodidad que estaban atravesando sus otros acompañantes. Al no saber qué hacer o decir para aligerar la tensión del ambiente, se limitó a emprender marcha sin pronunciar palabra, por ello los tres la siguieron por automático.

.

El curso del tiempo fue silencioso para Sharon, así que incluso en horarios de estudio la presencia de sus escoltas fue insoportable. Había tanto que le gustaría hablar, tanto que quisiera arreglar por si misma pero nada de aquello era posible más. La noche llegó sin que la heredera pudiese cambiar esta situación por eso, cuando fue llevada hasta su habitación sin cruzar palabra con su amada Alice, no pudo contenerse más.

—Alice. —Las joven castaña detuvo su andar sin volverse. Sharon se quedó callada al comprender que no tenía nada que decir, nada de lo que no hubiesen estado conscientes antes; su tiempo se terminaba—. Lo siento... —Sharon no podía decir nada más.

—No te disculpes... no es culpa tuya. Sin embargo, me gustaría que dejaramos de hacernos ilusiones, ambas sabemos que esto estaba destinado a fracasar. Eres una noble, yo... una simple sirviente. Además, algo se rompió entre nosotras al ser anunciado tu compromiso y la grieta aumentó con la llegada de ese payaso. No importa si ya no te intereso más.

—Pero yo... te quiero, Alice.

—Yo también te quiero, Sharon —contestó la joven guardiana cerrando sus manos en puños, pues el tono con el cual su amada había pronunciado aquellas palabras le caló en lo profundo de su ser. Eran palabras tan obsesivas, tan solitarias—. Así que, basta.

—Alice...

La heredera intentó tomar a su guardiana de una mano pero Alice se retiró con rápidos pasos, repletos de ira y llanto contenido. Sharon se quedó junto a su puerta, completamente petrificada. Bajó el brazo con resignación, advirtiendo la sensación de las lágrimas quemando sus párpados, debido a ello no tardó en cubrirse los ojos con sus manos y entonces comenzó a sollozar inconsolablemente. No podía aceptar que su relación con Alice se terminara así, no con ese sabor a traición. Recordando el beso que recibió de Oz Vessalius se frotó la mejilla con vergüenza y al recordar el beso que se había dado con Mad Hatter se mordió los labios con furia y asco, pues estos fueron los causantes de que su felicidad se quebrara cual cristal que impacta contra el suelo. Pero, más que nadie, ella era merecedora de toda la culpa. Si tan sólo pudiera retornar el tiempo e impedir que todo aquello ocurriera. Miró la puerta de su recamara decidiendo no entrar, aunque lo hiciera no conseguiría dormir, así que avanzó por los pasillos en sentido contrario, en busca de una salida de emergencia a su cúmulo de emociones autodestructivas.

.

Una serie de golpes en su puerta alertaron a Xerxes, quien dudó en levantarse de su lecho aún cuando el insistente llamado delataba no ser producto de su mente. Todavía desconfiado se dirigió a la puerta, escuchando cómo los seguros eran retirados de la chapa. Confundido retrocedió al ver la puerta abrirse y se quedó estático al vislumbrar de quién se trataba. Sharon lo buscó entre la oscuridad hasta finalmente ubicarlo a un costado suyo, su rostro adornado por una expresión de absoluta determinación combinado al repudio que inevitablemente estaba dirigido a su único compañero en aquel retorcido experimento. Xerxes sintió el impulso de cuestionar a la chica sobre la adquisición de aquellas llaves, pues se suponía que Reim tenía la única copia, pero prefirió ahorrarse la explicación al comprender el apresuro con el cual Sharon estaba cubierta en ese momento.

—Espero que estés vestido con ropa adecuada. Ven conmigo, saldremos un momento.

—¿Salir? ¿Con permiso de quién está autorizada, señorita?

—¿Acaso eso le importa a un hombre que ha vivido todo este tiempo cautivo? Pienso acelerar esta absurda investigación a la que ambos fuimos sometidos por un enemigo en común: El duque Barma. Ya veremos si lo que ha estado ocurriendo hasta ahora tiene una base cientifica lógica o sólo son guiadas por el morbo de ese individuo.

—Nunca pensé escuchar argumentos tan atrevidos de una dama de su clase.

—¿Vienes o no? —cuestionó la chica, impaciente.

Xerxes la miró fijamente en respuesta antes de tomar su sombrero de un estante para seguir en silencio el camino que la heredera del linaje había trazado con anticipación. El hombre albino todavía dudó cuando ambos se retiraron a la tenue luz de las veladoras que iluminaban la mansión, preocupándose por las miradas de los vigilantes nocturnos que se distribuían por zonas estratégicas en toda la construcción, podría reconocer que incluso se descubrió nervioso cuando Sharon fue abordada por el guardia en jefe en el momento que se acercaron a la puerta principal. Sin embargo, no fue difícil para la tercer dama tranquilizarle y convencerle de que este era un paseo autorizado por su abuela, aún cuando Break al instante identificó sus palabras como una descarada mentira. Siguieron avanzando por el jardín delantero camino a un carruaje, cuyos caballos ya habían sido preparados, y este fue un detalle que el albino no pudo evitar señalar.

—Alguien estaba ansiosa por realizar este paseo —canturreo divertido—, pero cuestiono el motivo por el que no hizo participe a la pobre conejita de esta travesura.

—Cierra la boca y aborda —ordenó la tercer dama Rainsworth enviando una mirada de advertencia al sicario, que no contuvo una sonrisa socarrona antes de subir junto a su Soulmate en la carrosa para que el conductor diera inicio a su travesía después de cruzar las rejas recién abiertas, sin saber que la duquesa del linaje Rainsworth justamente miraba a través de su ventana en ese momento, reconociéndose extrañada por aquella marcha antes de escuchar el llamado a su puerta y visualizar a la guardiana personal de su nieta entrar con una reverencia de rutina, lo cual la inquietó mucho más.

—Alice —la llamó antes de que siquiera ella pudiese ofrecer su informe rutinario—, ¿el joven Reim Lunettes se ha retirado ya hacia la Casa Barma?

— …No, señora. Acabo de verlo en el comedor.

—Entonces, ¿sabes quién ha utilizado el transporte?

—Lo desconozco, nadie de los otros guardias me ha informado de ello.

—¿Y mi nieta?

—Precisamente venía a informarle que la he dejado en su habitación. —Alice se reconoció aturdida por el nivel tan escandaloso de preguntas que estaba recibiendo, usualmente la duquesa se limitaba a escuchar su informe para enseguida dejarla ir.

—¿Comprobaste que entrara? —La expresión de pánico que interceptó el rostro de la castaña inspiró que una sensación fría descendiera por la espalda de la vieja duquesa antes de que le dirigiera una mirada apresurada a los afueras, comprobando que la silueta del carruaje había desaparecido—. Esto no es bueno, Alice. Acabo de ver a un carruaje salir del jardín y, si el joven Lunettes continua aquí, sólo hay una persona que pudo solicitar el uso de uno. Y temo que se haya marchado junto a Xerxes Break.

—¡Movilizaré al edificio para ir de inmediato tras ellos! —exclamó Alice, saliendo violentamente por la puerta de la habitación, dejando a la anciana con su propia bruma de preocupación.

Y es que Sheryl era plenamente consciente de esos impulsos de independencia que solía experimentar Sharon cuando se sentía presionada por los sucesos a su alrededor, después de todo no era la primera vez que engañaba al personal de la mansión con el fin de llevar a cabo un propósito que ella consideraba el adecuado. Sin embargo, esto superaba sus propios estándares; Sharon no podía simplemente poner en riesgo su vida, por mucho que le frustrase el curso de las circunstancias, tal era algo que jamás en la vida Sharon podría llevar a cabo a escondidas.

—¿Este es uno de los cambios que estimaste, Ruf? —cuestionó a la soledad, derramando el desaliento de su corazón junto a la incorregible realidad a merced de las sombras.

.

El traqueteo propio de las ruedas del carruaje y las pisadas constantes de las suelas metálicas adheridas a las pezuñas de los caballos avanzando por carretera firme, eran los únicos sonidos que llenaban el ambiente que rodeaban a los dos pasajeros, uno de los cuales mantenía la mirada fija en el paisaje que surcaban, sumergida en pensamientos donde Xerxes no podía participar aunque tratara de hacerlos surgir. El hombre albino se acomodó en su asiento y sólo entonces recordó que no llevaba a la muñeca sobre su hombro, la había olvidado en un mueble junto a su cama, por otro lado, estaba intrigado con el lugar donde Sharon debía tener planeado llevarlos, así que no quiso guardarse esa duda más tiempo y no pensaba esperar averiguarlo por sí mismo.

—Si me permite preguntar, ¿a dónde nos dirigimos, señorita? —Sin embargo, la tercer dama no respondió, se limitó dedicarle una mirada seria y profunda.