Cap 14. "Preguntas"
Los cabellos rubios se agitaron dentro del movimiento negatorio de cabeza mientras un bostezo se apoderaba de la boca del joven noble, quien además se tomó la libertad de estirarse un momento. Oz Vessalius se resistió al sueño, esforzándose en leer correctamente las hojas que sujetaba entre sus dedos mientras su silla crujía suavemente con el movimiento. La superficie del escritorio estaba repleta de cartas y sobres abiertos, incluso el tintero se había derramado un poco junto a las hojas en blanco que solía empujar con los insistentes deslices de sus codos.
Nadie podía culparlo de sentirse tan ansioso. Habiendo estado más de nueve horas dentro de su despacho personal sin dar tregua a un merecido descanso, los ojos le ardían y la silla era cada vez menos cómoda al igual que su postura. Oz estaba considerando dar una excusa al día siguiente por un trabajo inconcluso cuando el sonido de la puerta lo alertó, incitándolo mirar a su intromisión para al instante sonreír radiantemente a su hermana, quien con misma alegría se acercó a él sosteniendo entre sus manos una cacerola repleta de llamativos bocadillos con texturas apetecibles.
—Gracias por tu esfuerzo, hermano —dijo y le ofreció los aperitivos—. Aquí tienes.
—Ow, ¡gracias, Ada! Esto me servirá mucho.
Oz tomó las golosinas que más captaron su atención, dándoles profundos mordiscos, prácticamente devorando los primeros para apresurarse a tomar uno nuevo y esta vez disfrutarlo con lentitud, Ada sonrío satisfecha por esto, pues había cocinado para su hermano desde que cumplió los catorce años con el fin de prepararse para el matrimonio y verle saborear una receta de aquella manera sólo indicaba que sus esfuerzos habían brindado frutos y estaba lista para consentir a su futuro esposo en los momentos especiales.
—Siempre es agradable serte de ayuda —comentó con sinceridad, depositando la cacerola en un espacio libre de papeleo, tinte o plumas—. Veo que el trabajo que te encomendó nuestro padre te tomará tiempo, así que puedes comer el resto.
—¡Muchas gracias! Oh, por cierto —Oz recordó repentinamente—, ¿lograste darle a tu prometido el regalo que conseguiste en tu fuga? Iba a preguntártelo antes pero mis deberes me lo impedían y hace tiempo que quiero conocer a ese chico. ¿Cuál era su nombre?
—Gilbert Nightray, y no, lamentablemente no fui capaz de verlo. —Ada se recargó en el escritorio con una expresión facial apenada—. Me descubrieron antes de tiempo pero le pedí de favor a su hermano menor que se lo entregara por mi.
—¿Hermano menor? ¿Hablas de Elliot? —cuestionó el rubio con una marcada mueca de molestia, pues la imagen que llegaba a su mente con el nombre pronunciado le recordaba la terrible educación y comportamiento que este siempre había dirigido hacia ellos. Al estudiar en la misma academia solían tener encuentros de esta clase, y aunque no le repugnaba en lo absoluto, Oz definitivamente odiaba cuando se atrevía a denigrar a su hermana por cualquier motivo injustificado que al caprichoso Nightray podría ocurrírsele.
—No, hablo de su hermano de sangre. ¿No lo sabías? Gilbert y el joven Vincent son adoptados.
—¿Uh? ¿En serio? —Oz se mostró realmente sorprendido con el dato—. Pero entonces serían cinco hijos legítimos ¿cierto? ¿Por qué adoptarían a dos más?
Ada estaba a punto de responder cuando la puerta a sus espaldas se abrió nuevamente y una voz melodiosa llegó a los oídos de ambos hermanos para responder la pregunta del curioso antes de que alguien más lo hiciera. Y al mirar ninguno pudo evitar formar una sonrisa en su cara ante la presencia de su querido primo Jack Vessalius.
—Los hijos legítimos son encargados de sobrellevar los deberes nobles de la familia por tradición, como el manejo de las empresas, bienes económicos, entre otros movimientos fuera del peligro. Por lo tanto, los hijos adoptivos deben encargarse del trabajo sucio. He oído que son muy hábiles en el ámbito.
—¡Hey! Hola, Jack. No sabíamos que vendrías hoy, nunca envías una carta —le recibió Oz alejándose del escritorio y del trabajo que no pensaba leer por más tiempo o se volvería loco—. Teniendo en cuenta que a nuestro padre no le agradas mucho.
—Y no se supone que deba estar aquí pero vine a escondidas —replicó Jack con gesto travieso—, si me descubren meteré en problemas a mis cómplices y no quisiera que despidieran a sus queridos sirvientes, ya que los aprecian mucho.
—¿Qué te trae aquí, Jack? —quiso saber Ada con ilusión.
—Tu cercana boda, por supuesto —contestó el joven de larga cabellera trenzada con una gran sonrisa, comenzando a hurgarse los bolsillos con insistencia—, no quería enviarte un regalo de compromiso por correo, esa costumbre me parece una falta de respeto cuando es un evento tan importante y sagrado. Y, como estaba por el barrio, decidí hacerlo de una vez.
—Gracias, Jack. Es muy lindo de tu parte —Ada recibió la pequeña caja blanca con moño rosado, incapaz de contener la emoción, pues sólo ver a Jack era suficiente para hacerle su día, así que este detalle desinteresado no hacía más que mejorarlo todo.
—Y tampoco mentiré, quería verlos. Con tantos preparativos y negocios a punto de zarpar no hemos sido capaces de organizar un picnic familiar.
—Bueno, esperemos que eso esté a punto de solucionarse. A mi me queda mucho trabajo por hacer también, sin contar mi tarea pendiente. —Oz se sobó la nuca con torpeza.
—¿Oh? ¿Trabajos extras? —inquirió Jack con sorna juguetona.
—Los profesores de la academia me presionan mucho últimamente.
—No olvides que pronto cumplirás dieciocho años, y que estás cerca de graduarte, aunque tu boda se celebre más tarde que la de Ada es muy importante que comprendas el valor de nuestro apellido y sepas manejarlo al cien por ciento cuando asumas el mando.
—Es lo que no entiendo —confesó Oz de pronto, mostrándose inconforme, actitud que sorprendió a su hermana y primo al instante—. Soy el primogénito de nuestra familia y aún así Ada será entregada al lecho nupcial mucho antes que yo. Sé que nuestro padre ha estado esperando la oportunidad de romper el odio entre nuestra familia y los Nightray, que una relación más estrecha con las negociaciones del bajo mundo nos vendría bien para adquirir mayor poder y eso. Pero ¿en verdad es necesario? Quiero decir, odio poner en riesgo a mi hermana cuando no sabemos cuáles son las verdaderas intenciones de los Nightray. No soy el tipo de persona que juzga a los demás sin bases lógicas o por causa de los rumores pero de unos meses atrás hasta hoy no he dejado de preocuparme por las consecuencias. Temo que la elección de matrimonios se trate de un error y que lo mejor sería retroceder antes de que sea demasiado tarde para todos nosotros. ¿Quién nos asegura que no nos sucederá lo mismo que a los Sinclair? Lo siento, tal vez estoy siendo muy paranoico.
—Hermano... —le llamó Ada entristecida, pues no tenía idea de que aquellas fueran las razones por las que Oz insistía tanto conocer a su prometido. No lograba asimilar el que su siempre alegre y despreocupado hermano se sintiera tan inquieto por todo lo que estaba aconteciendo entorno a la familia, aunque no lo culpaba por tener esas dudas cuando ella misma muchas veces se había sentido de la misma manera con el pasar de los días.
—No es paranoico —espetó Jack comprensivo—. En realidad, eso significa madurar, Oz.
—¿Eh? ¿Qué quieres decir?
—Hace algunos años no te hubieras preocupado por el juicio de las cabezas de familia, así que el que ahora lo hagas significa que estás siendo prudente. Es más, te preocupas por la seguridad de Ada y eso es aceptable cuando se trata de alguien a quien aprecias mucho. Eres un buen hermano, Oz —agregó dedicándole una suave sonrisa al aludido, el joven rubio se sonrojó un poco frente al halago de Jack y el abrazo cariñoso que le ofreció Ada en respuesta a su muestra de amor fraternal—. A veces, las decisiones deben tomarse considerando los peores escenarios posibles. Es mejor eso que avanzar a ciegas por tierras inestables, es parte del trabajo de las cabezas ducales. Por eso siempre es necesario estar preparado para posibles turbulencias y es ahí donde entramos los demás. Un ducado no es conformado por una sola persona, es deber de las siguientes generaciones proteger el equilibrio establecido por el líder, por eso puedo asegurarte que estaremos protegiéndolos a ustedes en todo momento, no importa con cuáles familias nos mezclemos.
—Gracias, Jack. Tus palabras significan mucho para mi.
—Mis palabras son más que eso: son promesas que cumpliré sin importar lo que suceda. Y, por ser ustedes, lo transformaré en un pacto de vida, eso ténganlo presente.
—Tienes ese encanto, Jack —comentó Ada riendo.
Oz asintió con mayor seguridad. Entonces los tres rieron alegres hasta que la sigilosa voz de la señorita Kate se asomó por la entrada, avisando al escurridizo invitado sobre la pronta llegada del duque Vessalius, sugerencia de partida a la cual Jack no dudó acudir despidiéndose de sus primos con energía, corriendo hacia los pasillos con destino a la salida de la mansión mientras Oz y Ada le deseaban buenas noches, suplicándole una nueva visita.
Una vez en el exterior de la mansión, Jack siguió su camino por los extensos jardines delanteros, permitiendo que el viento frío y la oscuridad de la noche abrazaran su silueta antes de volver su atención a la vistosa estructura. Sus facciones serias observaron la sombra de la mansión unos momentos más para finalmente continuar su camino.
La familia Nightray y Vessalius finalmente se relacionarían y reconocía las ventajas que el matrimonio de Ada ocasionaría pero, de igual modo, apoyaba la teoría conspirativa que había expresado Oz hace unos instantes. No es como si él estuviese interesado en cualquiera de las posibilidades pero sin duda aceptaba lo que esta serie de eventos podría provocar si no se manejaban con cuidado, más si esto le ayudaba recuperar lo que él había perdido con la desaparición de las dos familias nobles más importantes de la era pasada, no tendría de qué quejarse. Sacó su reloj de bolsillo y lo abrió dejando que la canción de su amada Lacie se reprodujera durante todo su pausado andar por los solitarios senderos verdes.
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El brillo que inundaba el escenario era reconfortante, la sensación fresca del viento en su piel, deslizándose por su cabello y la visión de todas aquellas rosas adornando su alrededor mientras una sencilla -aunque refinada- fiesta de té era llevada a cabo. Había luz en los ojos rosados de Sharon, luz que adoptaba como centro de todas sus emociones la sonrisa radiante de su madre acompañándola en su celebración privada, deseando que se mantuviera ahí sin importar lo que tuviera que hacer para conservarla.
Sharon no quería dejar de apreciar ese rostro amable o ese hermoso vestido lila entallado; aunque sabía que era un sueño no quería despertar. El mundo real era ácido y repleto de decepciones, era madriguera de situaciones desagradables y triturador de anhelos, por ello Sharon no quería tener que regresar.
Más parecía que sus insignificantes deseos significaban una petición insultante para el mundo, pues no tardó en abrir los ojos con el ligero movimiento que percibió a un costado de su lecho para ser recibida por una palma tibia que le invitaba volverse y apreciar a la dueña que le ofrecía sus cuidados. Sharon miró a Alice y los recuerdos la golpearon provocando que sus lágrimas se acumularan en sus ojos en cuanto esa voz tan delicada formuló palabras con un gesto mecánico dominando sus facciones, expresión digna de cualquier sirviente sin especial interés en el verdadero estado de su ama.
—¿Cómo te sientes? —quiso saber la castaña, Sharon estuvo a punto de elevar un brazo con la intención de atraerla pero sus movimientos fueron interrumpidos por una segunda voz ocupando un espacio en su oscura habitación.
—Estimamos que no despertarías hasta el día siguiente en la mañana —acotó la duquesa manteniendo un porte serio aunque visiblemente aliviado—. Es una alegría que recuperaras tus fuerzas antes de lo previsto.
—Abuela... —Sharon podría sentirse segura con su presencia de no haber estado tan cerca de quebrarse ante el deseo de abrazar a la que fue su amante a escondidas.
—Haz sido tan imprudente —regañó la anciana sin tardar, indignada con los acontecimientos que habían dado lugar apenas unas horas antes. Sharon guardó silencio mientras recordaba todo lo que había visto y sentido durante su fuga, aceptando las consecuencias que le esperaban después de haber actuado impulsivamente.
—Quería encontrar una manera de romper la hipótesis del duque Barma —admitió para sorpresa de sus acompañantes—. Intentaba arrancar de sus garras la sola posibilidad de mantenerme bajo vigilancia por culpa de sus caprichos científicos y demostrarle que cometía un error al enlazar mi existencia con la de Mad Hatter —agregó incapaz de evitar que una sonrisa devastada curvara sus labios—, pero tal parece que su palabra fue mucho más fuerte que cualquier movimiento que yo hubiese realizado para rebatir sus deducciones. Ese asesino... no, Xerxes es mi soulmate. Lo que sucedió delante de la estatua de los enamorados ha sido prueba de ello y no puedo negarme a cumplir mi destino, por eso he decidido llegar al fondo de esto ya sea con la guía de Rufus Barma o no.
—Sharon... —Alice se guardó sus palabras al comprender que este no era el momento oportuno, no con Sheryl observando. Tal vez ni siquiera fuera necesario aclarar la situación, su relación con la futura duquesa se había terminado y ahora no era más que su guardiana.
—Entonces ¿es cierto que experimentaron algo sobrenatural cuando realizaron el ritual de los Votos ante la estatua? —cuestionó Sheryl esta vez intrigada.
—No puedo decir que comprenda lo que significa todo lo que vi —declaró Sharon con convicción—. Pero lo que si puedo decir con certeza es que afectará nuestra realidad sino actuamos rápido, tiene que haber una manera de llegar a la verdad sin que nuestras vidas sean puestas de cabeza —concluyó alzando un brazo para extender su mano sin advertir que visualizaría un extraño hilo rojo oscilando en la atmósfera cual espectro.
Sorprendida y consternada, Sharon agitó su mano suavemente de un lado a otro descubriendo que esta hebra transparente se aferraba a su meñique como si se tratara de su aura y concordaba con el que había visto dentro de aquella oscura dimensión. No informó de esto a su abuela, convencida de que su nueva habilidad extrasensorial se debía al contacto con el pozo negro donde cayeron unos instantes; necesitaría confirmarlo con Xerxes a solas primero.
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Tensa, sin oportunidad de desahogo, Charlotte dejó de observar el paisaje nocturno que sólo podía ofrecer la basta ciudad inglesa a través de los ventanales del carruaje. Liberó un pesado suspiro después de haberle dirigido una mirada sigilosa al chico andrajoso que Yura le había ayudado asear, antes de ser puesto en marcha para ver al único noble de los Baskerville en funciones, el hombre que se vio obligado abandonar su apellido por el bien de quienes yacían bajo el yugo de la desgracia. Alguien en quien Lottie podía confiar cuando un asunto era de extrema gravedad, o al menos ella quería convencerse de que fuera así.
Parecía mejor opción depositar una porción de lealtad ciega en un hombre de sonrisa acogedora y personalidad risueña que resignarse a la única verdad que conocía desde que todo el clan había sido demolido por una cadena de situaciones imprevisibles. El carruaje finalmente se detuvo, llamando la atención de Leo, quien hasta ese momento había mantenido la mirada abajo como un animal herido que se ha resignado a la muerte.
—Es aquí —evidenció la prostituta poniéndose de pie, y casi al instante la puerta se abrió mostrando a un hombre corpulento cubierto con una capa roja que rápidamente inquietó al joven postrado en el otro extremo del asiento—. Dug, ayúdame con el chico. El imbécil de mi jefe se negó acompañarme y él no se puede mover por su cuenta. ¿Has visto a Fang? Necesito un poco de la mercancía que vende.
—Salió hace poco pero seguro no se tarda, Scotland Yard últimamente ha sido muy molesto para los distribuidores de droga —respondió el aludido fatigado.
—Es inevitable ¿no? El negocio ha crecido mucho estos meses.
—Así que... ¿quién es el chico? —La curiosidad pudo con Dug antes de siquiera subir los escalones del carruaje para ayudarle a ponerse de pie, y algo en su mirada le revolvió el estomago a Leo, de pronto ya no estaba seguro de querer conocer al amo de Charlotte.
—Si te lo digo, ¿prometes no armar un escándalo? —se aseguró Lottie después de un suspiro irritado, su compañero la miró asintiendo—. Dug, te presento al sucesor de nuestro amo Glen. Leo Baskerville. —Apenas finalizar, la mueca indiferente del hombre cambió drásticamente a una de sorpresa absoluta, y Leo se sintió confundido, incapaz de comprender qué estaba sucediendo realmente.
No pasó mucho tiempo para que lo encaminaran al interior del pequeño edificio ante el cual se habían detenido. Por los aromas dulces e intensos que percibió apenas cruzaron la puerta, Leo supuso que este sitio debía tratarse de un local de té y el diseño del interior lo afirmó mientras se deslizaban entre las corrientes mesas talladas en madera rumbo a la puerta de fondo donde pasaron a ascender por una escalera. Todavía cojeando, Leo se esforzó en mantener el ritmo en el cual su soporte lo guiaba, su rostro deformándose debido al dolor conforme alcanzaban la cima.
Ya una vez en el pasillo, se apresuraron con Lottie encabezando el recorrido. Mientras tanto la mirada de Leo se desvió hacia los cuadros decorativos, advirtiendo algunos paisajes de bosques y castillos rodeados por jardines, los cuales eran demasiados para adornar un pasillo tan pequeño.
Entonces finalmente se detuvieron frente a la sexta puerta. Ahí Charlotte golpeó suavemente con sus nudillos la parte media para rápidamente ser recibidos por un hombre alto vestido de negro que Leo inevitablemente comparó su apariencia con la de un caballero de la mesa redonda, historia que alguna vez escuchó a las enfermeras relatar a los niños durante un descanso en la sección infantil del psiquiátrico. Este hombre dejó su desinteresada mirada sobre Charlotte una brevedad para proceder espiar al resto de visitantes, dejando que sus frías pupilas se clavaran sobre el rostro de Leo, quien volvió a sentir a sus nervios crisparse ante la presión que aquellas pupilas inspiraban; era como si miles de hilos tiraran de su cuerpo a la vez.
—No estaba mintiendo —declaró Lottie, atrayendo de vuelta la atención del hombre, quien simplemente se hizo a un lado para dejarles pasar. Aquel silencio aterró a Leo más de lo que lo hicieron las voces durante todos esos años—. ¿Dónde está?
—Justo aquí, querida
Aquella voz traviesa provenía desde detrás de una cortina que se ubicaba al fondo de la habitación, Lottie se dirigió allá sin inquietarse por la sombra que la luz lunar proyectaba, la cual tomaba forma de un hombre de cabello largo sentado en una cama. Pero Leo no tuvo que esperar mucho para conocer la identidad de aquel sujeto ya que la chica había tomado las cortinas y las había hecho a un lado revelando a un albino de cabello largo y facciones delicadas, con una sonrisa suave y una expresión de calma que -al verlo- no disimuló un poco su alegría.
—¡Leo! ¡Ven, acércate! —Dug se apresuró acortar la distancia entre el chico y su amo, quien había extendido sus brazos cual niño pequeño que desea abrazar a sus seres queridos, recuperando su postura justo después de recibir el contacto de las jóvenes manos. En ese punto la mente la Leo era una encrucijada mayor, pues el recibimiento había sido más de lo que a él le hubiese gustado de ver a un completo desconocido en un estado peor al suyo en cuanto a salud—. Descuida, soy consciente de tu amnesia, así que no espero compartas mi alegría al verme, por lo tanto puedes llamarme Levy. Bienvenido seas, hijo mio.
— …No entiendo nada —replicó Leo desconcertado. El hombre de antes se acercó a sus espaldas y lo sujetó del hombro provocando que se sobresaltara y mirara una vez más su expresión indiferente.
—Te perdimos justo después del destierro —explicó este sin alterar su acento estoico—. Mi amo ha estado buscándote desesperadamente, y en realidad ya habíamos perdido toda esperanza. ¿Quien hubiese imaginado que todo este tiempo estarías en los dominios de la familia Nightray? Pero ahora estás de vuelta.
—Oswald se asegurará de mantenerte a salvo a partir de ahora —comunicó el hombre albino sin borrar su sonrisa o liberar las manos del joven—. Te acompañará en toda tu travesía. Necesitamos que te integres nuevamente a nuestra familia así que comenzaremos con lo básico. Al fin serás retirado de la lista de desaparecidos.
—¿Significa que no volveré a una institución psiquiátrica?
—Significa más que eso —aseguró Levy—. Nuestro clan ahora mismo se encuentra bajo en recursos y los negocios son variados y pequeños pero eso no impedirá que continuemos luchando por nuestra integridad hasta alcanzar una posición estable.
—Pero...
Leo lo pensó con detenimiento, incapaz de ahogar este extraño sentimiento que lentamente se apoderaba de todo su ser. ¿Qué era esto que sentía? Estas nauseas y esta inquietud por marcharse. No se sentía como la clase de emociones que alguien sin amparo experimentaba al encontrarse con una familia que había ansiado su regreso. Su único recuerdo era aquel lugar oscuro, el aroma de la muerte, esos cuerpos pequeños que lo rodeaban. ¿Por qué era incapaz de recordar algo más antes de eso?
—Debes estar cansado ¿cierto? —observó Levy al captar la falta de reacción del joven, quien se limitó asentir en respuesta—. Vamos, Oswald. Llévalo a su recamara, estoy seguro de que necesita recuperarse del viaje y procesar todo lo ocurrido. —Respondiendo enseguida, Oswald ayudó a Leo ponerse de pie—. Que descanses.
Leo correspondió a las palabras de aquel hombre antes de ser trasladarlo por Oswald de vuelta al pasillo, dejando atrás a sus benefactores y al sujeto que sugería ser su padre. Un silencio total los consumió en su camino a una de las puertas contiguas, al punto que Leo ni siquiera se preocupó por observar el nuevo espacio que le era concedido y simplemente se acomodó en la cama por mera indicación. Sin embargo, no esperaba que el tacto de aquel caballero sobre su cabeza fuera tan cálido, ni mucho menos que esta repentina muestra de afecto fuera acompañada por una sonrisa igual de dulce como el gesto, ya que este hombre había presumido de una personalidad agria sin vinculación emocional
—Me hace feliz ver que estás bien —dijo y luego de unos segundos más se marchó de la habitación sin decir nada, como si estuviese obligado a esconder sus verdaderos sentimientos.
Leo le siguió con la mirada antes de que su silueta se perdiera detrás de la puerta. Leo no entendía qué acababa de pasar. Todos parecían tan felices de verle pero él simplemente no sentía nada. Era verdad que sus recuerdos se habían esfumado y que no era tan descabellado pensar en que todo este tiempo hubiese alguien preocupado por su bienestar, casi se sentía mal por no sentirse dichoso por estos encuentros.
Pero algo que tenía claro era que no había sido por esto que se había armado de valor para huir de aquel psiquiátrico, la única pista que tenía para averiguar la razón de su existencia era Elliot Nightray y ninguno de ellos parecía importarle lo que le llevó a buscar a Charlotte. Aún así estaba dispuesto a tomar esta nueva calidad de vida, no pretendía rechazarla a pesar de todo. Tal vez, una vez se recuperase por completo y lograra revivir este vinculo tan especial que le concedían estas personas, podría comenzar una búsqueda por Elliot y la razón de que todo su mundo fuera consumido por el abismo de una locura sin principio ni fin.
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Luego de una respiración profunda, el cerebro de Xerxes finalmente parecía responder a los estímulos que le ofrecía el crujir de la muñeca de madera en su hombro. Postrado en el sillón del despacho de la primer dama Rainsworth siguió tocando con su dedo indice la cabeza redonda y azul de Emily, antes de finalmente erguirse correctamente. Estaba listo para comenzar el interrogatorio, pues un vistazo a los rostros de sus acompañantes bastó para comprobar la impaciencia creciendo en el pecho del duque Barma y la preocupación de su amigo Reim. Tomándose su tiempo en tomar una postura adecuada para finalmente alzar la mirada y dejar que una expresión maliciosa adornara sus labios.
—Me gustaría disculparme por lo que acaba de ocurrir pero no suelo rebajarme al nivel de bufones —exclamó sonriendo. Reim se tensó pero Rufus dejó pasar por alto su grosería andando a la ventana donde se apreciaba un poco más de iluminación.
—Queremos saber qué fue lo que viste —espetó el pelirrojo recargándose en el muro sin apartar la vista del mercenario—. Relata con lujo de detalle cada movimiento que tú y Sharon realizaron antes y después de que su pequeño experimento surtiera efecto.
—Hazlo, Xerxes —suplicó Reim ante el silencio abrupto que el albino había tomado luego de que el duque Barma estableciera el tema de conversación.
—Creí que Alice se encargaría de dar el informe —replicó Break esquivo.
—Y lo hizo pero no quiero un informe de los hechos incompleto. Quiero saberlo directamente de los afectados. Sharon por el momento se encuentra fuera de alcance, nuestro mejor testigo eres tú ahora mismo —señaló Rufus con una sonrisa altiva—. ¿Por qué otro motivo te traería aquí? No me provoca ningún placer contaminar un espacio exclusivo de la duquesa Sheryl, preferiría que tu estancia fuera corta, así que habla.
—Lamento informarle que no hay mucho que pueda reportar, únicamente descendimos al abismo. En ese momento estaba más preocupado por vigilar el estado de la señorita.
—Fue más que eso. —Rufus sacó su abanico de metal de entre su capa blanca, atrayendo la mirada del albino en cuestión de instantes—. Sé que el ritual de la estatua no funciona únicamente por recitar los votos. Debe hacerse algo más para provocar una reacción de esta clase. —El pelirrojo abrió su abanico y observó su hoja con detenimiento—. ¿Qué hicieron?
—No lo sé —insistió—, el suceso fue tan nuevo para mi como lo es para usted.
—Tal vez no estoy siendo lo suficiente claro —amenazó deslizando su mirada fuera del abanico para detenerla en la silueta de Xerxes, quien se mantuvo en su posición por mera inercia—. Estoy feliz de que esto demostrara su unión, el vinculo que entrelaza sus existencias como soulmate's. Según los relatos populares, deben recitarse los votos y entonces el hilo rojo se materializará. ¿Dirías que se materializaron?
— …Lo hicieron —confirmó Xerxes.
—Entonces descendieron al abismo —completó Rufus uniendo las piezas expuestas—. La leyenda de los hilos malditos relata que cuando los predestinados descienden verán con sus propios ojos el desarrollo del Deterioro. ¿Viste algo parecido?
Xerxes recordó que en ese momento el panorama negro había comenzado a escupir cenizas pero el no había visto nada más porque su atención fue dirigida a los hilos y al hecho de que Sharon también los estaba mirando. Sin embargo, pronto la atención de la joven se había perdido lejos, observando algo más que él no se permitió ver, preocupado por su percepción de los hilos. ¿Acaso Sharon había visto algo más? Sin duda lo hizo, después de todo había dicho esas extrañas palabras en medio de un aterrador trance que la llevó a desmayarse.
—Sharon... —pensó en voz alta, alertando a sus oyentes—. No vi nada más que las cenizas que flotaban en aquel espacio oscuro, pero la señorita Sharon...
—¿Oh? ¿Quieres decir que sólo ella recibió la información?
—Yo había blasfemado antes de que ella me tocara —rememoró—, el contacto debió causar que el ritual funcionara, pero debido a mis palabras el abismo debió decidir que no era el más indicado para ver más allá de la prueba del hilo. Ella, por el contrario, cumplió con su parte. Debió ser capaz de recibir una mayor visión al cual yo me negué.
—Entonces, ¿fuiste infiel a ello?
—No... —Una nueva memoria atacó la mente de Xerxes, volviéndolo consciente de un secreto que había mantenido oculto incluso para si mismo. Se llevó una mano al rostro incapaz de retener el desorden de imágenes que empezaron abordarle sin control, haciéndolo formar parte de un dolor agobiante—. Yo estuve ahí antes —se dio cuenta—. El abismo no puede mostrar la misma información dos veces...
"Kevin"
Xerxes reconoció a Emily en sus recuerdos distorsionados, la razón por la cual la muñeca azul recibiera ese nombre. Y retuvo la reminiscencia de aquella alegre niña en su cabeza, escuchándola pronunciar su nombre con la dulzura propia de una pequeña señorita, cualquiera con seis años recién cumplidos. Ella había sido tan indefensa en aquel momento, antes de que todo ocurriera, antes de que fuera firmada su injusta sentencia de muerte y lo peor de todo es que no fue culpable de que toda la familia Sinclair de pronto enloqueciera.
"Desde el principio nada ha tenido sentido, se suponía que esos hilos no debían estar ahí"
