Cap 16. "Sanguijuela"

El libro que Leo sostenía en sus manos no tenía sentido, carecía de ética, arte o trama. Solamente lo tomó del mueble junto a su cama porque lo consideró conveniente, ya que con una pierna rota no se podía desplazar mucho por aquel edificio desconocido y todavía no se acostumbraba a las muletas que Oswald le había traído esa mañana, sin mencionar la incomodidad que lo abordaba al estar rodeado de todas esas personas que lo consideraban el heredero legitimo de Levy. Sin embargo, pese a que el tema principal de la lectura era repulsivo, incómodo y con muchos abismos, reconoció que no podía dejar de devorar párrafos hasta cambiar pagina, entonces descubrió que le gustaba leer.

En el psiquiátrico no le permitían tener un libro, de todas maneras no le prestaría atención con su fuerte problema psicológico, ya que hubiese procedido arrancarle las hojas sin dudar sólo porque las voces así lo indicasen. Pensarlo le hizo sentir libre una vez más, cómodo con esta nueva vida. Nada de eso habría ocurrido de no haber conocido a Elliot Nightray, aún si todavía ignorara cómo lo había curado, pues lo único que rescataba de ese preciso momento fue el hecho de que se detuvo frente a él y lo llamó, entonces cada voz saturando su psiquis terminó disipándose de golpe, casi parecía un suceso sacado de un relato tan incoherente como el que había estado leyendo al inicio de su insomnio.

Pensarlo le hizo recordar a la Voluntad, aquella figura de luz femenina que parecía haberlo acompañado durante toda su vida, le había dicho que debía encontrar a Charlotte Baskerville y eso fue lo que hizo. Sin embargo, no comprendía los beneficios de esta misión ahora que la había cumplido, pues tan sólo acababa de mostrarle la ubicación de una familia perdida, una familia con la cual Leo no lograba sentir algún tipo de conexión, siquiera un sentimiento afectuoso; era como si realmente no perteneciera a ellos aunque todo lo sucedido indicara que cada integrante de esa morada poseía sentimientos fraternales por él, a pesar de que Lottie no dejaba de estudiarlo con evidente recelo, como si fuera capaz de ver más de lo que el propio Leo conseguía.

De cualquier modo, ¿cuál había sido el objetivo de la Voluntad para señalarle un camino que a Leo no lo beneficiaba? Pues en ese momento sólo tenía la imagen de Elliot Nightray en su mente, jamás quiso que encontrar a Charlotte terminaría siendo cautivo de una nueva prisión, quizás era menos severa o incluso cómoda, pero no dejaba de ser una jaula.

Al darse cuenta que ya no estaba leyendo, el joven cerró el libro y lo depositó en la mesa junto a su sillón personal, cuya cubierta era fina y de un color azul celeste que le encantó desde que lo vio. Tomando sus muletas, optó por levantarse y salir a explorar un poco. Era temprano, así que probablemente su familia ya estaría en servicio preparando tazas de té y café para los primeros clientes del día. Con un poco de dificultad se impulsó bajar las escaleras rumbo al primer piso, asegurándose de calcular lo mejor posible cada paso en prevención de una caída ridícula. Y terminada su tarea avanzó hasta el siguiente pasillo, encontrando al fin la puerta que llevaba directo al local, cuyo aroma no tardó en golpear su nariz para llenarle con un increíble apetito hacia las sustancias que ahí servían.

—Buen día, Leo —le saludó Oswald desde una de las mesas vacías, vistiendo el mismo traje negro sin capa con el cual lo había visto la primera vez. Leo asumió se trataba de su uniforme laboral, de otro modo no se explicaba el hecho de que la mayoría del tiempo lo traía puesto.

—Hola —correspondió tímidamente—. ¿Dónde están los demás?

—Muchos de nosotros tienen que ganarse la vida allá afuera, este negocio es pequeño, por lo tanto no es suficiente para cubrir las necesidades de todos.

—Lo imagino —asintió por inercia, después de todo no sabía mucho sobre socializar y comenzaba a descubrir lo incómodo que era entablar una conversación con alguien, así que mantuvo la mirada fuera de la silueta de Oswald, pues no quería transmitir su estado.

—¿Gustas un té? La casa invita.

—Oh no, te lo agradezco, sólo quería caminar un poco.

Leo se apartó de Oswald, dirigiendo sus pausados pasos a la salida del recinto, algo que intrigó al sereno hombre, así que no dudó alcanzarlo para asegurarse de que no se marchara. Sin embargo, Leo únicamente se detuvo ante el cristal, admirando a través de esta la concurrencia de aquel vecindario, lo había visualizado desde su ventana pero el diferente angulo le daba una nueva perspectiva al respecto, parecía mentira que esas calles concurridas se trataran de las mismas que apreció la noche que llegó ahí.

—Mi descanso es a las tres de la tarde, puedo mostrarte el lugar para entonces —Oswald ofreció, ganándose una mirada interesada por parte de Leo.

—¿Me llevarías a donde sea?

—Siempre y cuando se encuentre dentro de mis posibilidades —comentó sin real interés.

Este gesto a Leo le pareció desagradable, aún así no lo puso en palabras. Aquel sujeto Levy había dicho que Oswald lo acompañaría en todo momento, era prácticamente un guardián, su guardaespaldas personal y la idea no terminaba de convencerle. No hace más de unos días era un interno más en el hospital psiquiátrico de la familia Nightray, ¿qué hacía él representando una entidad importante para un apellido destitulado ahora? Suspiró derrotado al darse cuenta que debía acostumbrarse a esta realidad lo antes posible.

—Lo siento... —dijo de pronto.

—¿Por qué? —Oswald quiso saber desconcertado.

—Por todo —declaró Leo llevándose una mano al rostro—. Aún no siento ninguna clase de apego por este entorno, nunca imaginé que habría alguien en el mundo esperando por mi así que... lamento mucho no corresponder correctamente sus sentimientos, nunca imaginé que encontrar a Charlotte me traería aquí, por eso...

—No necesitas preocuparte —declaró el adulto, imperturbable—, ninguno de nosotros va a presionarte. Lo dijo mi amo ¿cierto? Lo importante es que estás de regreso.

—Gracias... supongo. Quiero comenzar adaptarme, por eso quisiera que me ayudaras un poco... sino te molesta.

—Por supuesto, tiene mi palabra que lo ayudaré en lo más que pueda.

—Gracias.

Oswald asintió y se dispuso continuar con su trabajo pero algo le hizo detenerse abruptamente, llamando la atención de Leo, quien siguió la mirada de su guardián en dirección a un hombre rubio de cabellera abundante trenzada que transitaba por ahí, el cual parecía caminar sin rumbo saludando a todo el que se cruzaba en su camino, ya fuesen hombres o mujeres de todas las clases posibles, algunos le devolvían el saludo, otros preferían pasar de él e ignorarle pero en ningún momento se mostró acomplejado por ello. Curioso, Leo se giró de vuelta a Oswald, dispuesto a resolver la duda que le generó el hecho de que un hombre tan estoico como él se mostrase tan interesado en alguien tan llamativo, especialmente mostrando esa iderrocable atención a cada paso que daba

—¿Lo conoces? —inquirió suspicaz.

—Nadie importante, sólo es un viejo conocido, no espero que entre aquí —espetó con aparente neutralidad, pero Leo había percibido el brillo que expulsaron sus pupilas al descubrirlo entre la multitud, así que no pudo estar de acuerdo en que no se tratase de alguien lo suficiente especial para conseguir tal nivel de interés por su parte, más no insistió, convencido de que debía tratarse de un asunto delicado.

Con eso en mente optó por emerger del local y tomar asiento en un banco de madera instalado por fuera, sin querer recibiendo un saludo por parte del mismo rubio que no detuvo su trayecto, viéndose obligado a corresponder por inercia aunque un poco extrañado; aquel tipo era muy raro, no pudo evitar preguntarse a dónde se dirigía con tanta prisa o con tanto entusiasmo.

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Sharon despertó envuelta entre las sabanas blancas de su cama sin mayor novedad, rodeada de un peculiar y agradable perfume de flores silvestres que al removerse revelaron su incuestionable presencia sobre su silueta, por lo que -curiosa- se levantó para verificar sus sospechas. Efectivamente, alguien se había colado a su habitación y había regado todas esas cabezas de flores en su lecho, haciéndola terminar con pequeños ramos enredados entre su lacio cabello para darle el aspecto de una niña que ha estado jugueteando en el parque durante un tiempo indefinido.

No pudo evitar reír por lo irreal del suceso, pues no recordaba nada que la hubiese hecho terminar en esta interesante situación, incluso su bata de dormir había sido asaltada por estos aromáticos pétalos, así que no se impidió sacudirlos con gracia ante la idea de que alguien quiso animar su deprimente estado de animo ocasionado por el día anterior. Todavía sonriendo se levantó y buscó entre sus vestidos del ropero el mejor para iniciar el día, considerando que una actitud positiva mejoraría con creces tan agradable mañana, presentía que algo muy importante ocurriría, así que no podía permitirse recibir una sorpresa luciendo desalineada.

Aquel era el día en que iniciarían las investigaciones, la búsqueda por otros soulmates que ya se han encontrado con el fin de hallar una solución a su problema apocalíptico.

Unos golpes en su puerta en compañía de una voz (que rápidamente le arrancó una sonrisa inconsciente en el rostro), la alertaron de una visita para nada inesperada, así que apretó el atuendo recién escogido contra su pecho, manteniendo su expresión relajada. Ya no tenía nada que temer ni lamentar, pues había aceptado lo sucedido y no eran sus intenciones incomodar a la que fue su amante y que seguiría siendo su guardiana hasta al final, por ello decidió mantenerse fuerte, por las dos, después de todo aún la quería y el valor que le había infringido Xerxes la noche pasada le convenció de disipar toda clase de pensamientos destructivos. No valía la pena torturarse, no lo volvería hacer.

—Adelante —concedió sintiendo una alegría reservada cuando reconoció esa vestimenta roja y esos hermosos cabellos castaños, cuyos gentiles ojos lucían vivos a pesar de todo.

—Buenos días, señorita —dijo con acento nervioso pero amigable. Fue el incentivo que Sharon necesitó para tomar la iniciativa.

—Por favor cierra la puerta.

—Con su premiso.

La joven castaña accedió a la indicación sin quejas de por medio, incomodándose un poco por el hecho de que Sharon había comenzado acercarse hasta su posición, motivo por el que inconscientemente desvió la mirada, obligándose mirar a los ojos de su protegida una vez esta la tomó de las manos con ternura y las acercó a sus labios, sin llegar a besarlos como pudo haberlo hecho en un principio, respetando su inseguridad. La plenitud del gesto estaba inspirado por el amor que habían compartido y que ahora funcionaba como una fortaleza que alimentaba su lazo afectivo transformado en amistad, un sentimiento que no se negaría acoplarse a esta nueva etapa sin más rencores de por medio.

—Está bien, Alice —dijo Sharon con suavidad, y la dulzura en su voz consiguió un efecto que la aludida no esperaba experimentar en esos momentos de plena tensión—. Sólo quiero que sepas que acepto tu decisión, sabía que te estaba haciendo daño pero estaba muy ocupada tratando de retenerte que ignoré mi propio egoísmo, y no quise darme cuenta que mis acciones eran tóxicas. Tienes derecho a ser feliz y encontrar a alguien que te ame correctamente, por eso te aseguro con el corazón en mi mano que no te odio por esto. Jamás sería capaz de odiarte. Quiero que seas libre y que disfrutes de tu vida plenamente. Y, si gustas y no te incomoda, yo estaré aquí apoyándote como mejor pueda.

—Sharon... —La guardiana trató de decir algo pero fue incapaz, sorprendida por el cariño que le transmitía la tercer dama por medio de sus gestos y palabras.

—No considero que nuestro tiempo juntas haya sido un desperdicio pero tampoco lo convertiré en un motivo de rencores entre nosotras, porque eres importante para mi y porque lo eres no quiero perderte. Así que, Alice. —La joven Rainsworth tomó un respiro, preparándose mentalmente para preguntar sin titubear—. ¿Me permitirías ser tu amiga?

—Idiota —recriminó Alice entre dientes, apenas resistiendo el impulso de llorar, conmovida por la comprensión que su acompañante le estaba mostrando sin restricciones, con los buenos deseos que había mostrado desde el inicio de su convivencia. Esto era más de lo que Alice hubiese esperado de la persona de quien estaba enamorada, pese a que fue debido a estos aspectos que la cautivó, su percepción de ello emitió un nuevo brillo que iluminó su mirada. Y aunque no pretendía mantener en pie algo que las lastimó a ambas, quería seguir a su lado sin importar nada. Vivir el presente sin culpar al pasado—. Eso no necesitas preguntarlo, sabes bien que odio esas cosas. ¡Aprendimos juntas de nuestra relación, ambas podremos superar esto también y saldremos victoriosas a como dé lugar!

Lanzándose a sus brazos, Alice transmitió sus sentimientos a Sharon sin títulos que las separasen, estrechándole con fuerza gentil y total cariño. Encantada con el gesto, la joven Rainsworth correspondió con una sonrisa sintiendo que la felicidad desbordaba de su alma entera ante la respuesta afirmativa que su guardiana le había dedicado a su encantadora manera. Esto era el paraíso, convertir las carencias en fortalezas eran una de las grandes virtudes de su guardiana y la admiró una vez más por eso estando entre sus brazos.

Sus sentimientos por Alice no habían cambiado del todo pero estaba segura que pronto evolucionarían y se transformarían en algo maravilloso. Por eso no se evitó reír entusiasmada con la oportunidad que se le presentaba y Alice se esforzó en no llorar por el alivio que la había abordado al comprobar que Sharon no la odiaba. Por un largo lapso ambas permanecieron así, tan sólo disfrutando de la calidez contraría hasta que al fin se sintieron con la voluntad suficiente de separarse y mirarse a los ojos con una sonrisa divertida. La amistad también era importante después de todo y no encontraban inconveniente en ser felices de este modo.

—Amigas entonces —reafirmó Sharon con entusiasmo. Alice asintió, pero entonces notó algo que la hizo sonrojar furiosamente antes de obligarse darse la vuelta para sorpresa de la tercer dama del linaje—. ¿Uh? ¿Qué pasa?

—Creo que necesitas cambiarte, Sharon —murmuró la joven guardiana abochornada con la idea de que había estado abrazando a su protegida cuando estaba en bata de dormir abierta. Al darse cuenta de las implicaciones, Sharon se exaltó avergonzada, cubriéndose inútilmente el busto antes de apresurarse cumplir su objetivo impuesto al levantarse de la cama.

—Correcto. Perdona, Alice.

—Está bien, sólo... cámbiate ¿si? Esperaré afuera.

Y todavía sonrojada, Alice marchó fuera de la habitación y Sharon se enfocó a ponerse el vestido, era cierto que antes habían compartido una cama y cierta intimidad pero no era la manera correcta de iniciar su amistad, así que no pudieron evitar avergonzarse al respecto. Aún así, cuando Sharon controló sus caóticas emociones del momento, su sonrisa enternecida se acentuó en su delicado rostro. Pensar que no había perdido a su adorada Alice la llenaba de dicha y comprendió que este sentimiento era mejor de lo que pudo considerar en un principio.

Miró su cama y a ese montón de flores silvestres y pétalos regados por toda la superficie, algunos habían caído al suelo, convencida en agradecer a quien se preocupó en regalarle tal detalle, pues de manera indirecta le había ayudado a enfrentar su necesaria conversación con Alice. Era posible que se equivocara pero tenía una idea de quién había sido el autor, después de todo Reim había permitido que Xerxes la acompañara a su habitación mientras aún se recuperaba de su repentino quebranto, sin mencionar que le preguntó sobre algún lugar en la mansión que gozara de una vista más natural fuera del bien cuidado campo de rosas.

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Aquella situación era muy extraña para Gilbert, por ello no comprendía de qué manera funcionaba la mente de su hermano menor para mostrarse tan desinteresado en la forma como iniciaron la jornada aquella mañana, la cual resultaba ser la razón principal por la que él estaba tan concentrado mancillando su mente mientras veía su desayuno servido a la mesa, el cual -cabía agregar- estaba conformado por una deliciosa taza de café de grano y aperitivos bajos en azúcar como tanto le gustaban y que por culpa de su reciente experiencia no podía disfrutar.

Vincent había aceptado con gusto su propuesta de dormir en su habitación la pasada noche y no habían tenido problema en tomar su respectivo lugar encima del mullido colchón. Aún cuando Gilbert insistió en dormir en el sofá, Vincent no le había permitido actuar como un invasor en su propia habitación. Hasta entonces no hubo problema alguno que arruinara la comodidad, ni nada a lo cual acreditar su pésimo estado de animo actual, pues simplemente durmieron lo que quedaba de la noche hasta el amanecer. Pero lo normativo del asunto se volvió añicos en el instante que Gilbert despertó con el peso de algo sobre sus caderas y descubrió al rubio encima con ambas palmas a cada costado de su cabeza y con su usual sonrisa complaciente, ese gesto que indicaba que estaba ocultando algo o que maquinaba pensamientos nada inocentes dentro de su malicioso cerebro, pues no parecía notar que lo tenía apresado sin mayor novedad en su cama mientras le susurraba los buenos días.

Por supuesto, Gilbert había reaccionado con un grito ahogado y un movimiento brusco que obligó a Vincent caer de nuevo contra la cama, riendo igual a un niño travieso que acaba de vivir un momento único, pero además de ello ni siquiera se preocupó en brindarle explicaciones al respecto, simplemente se levantó y le agradeció por haberlo dejado dormir en su recamara antes de marchar con el sombrero favorito de Gilbert en sus manos, avisándole que lo tomaría prestado por tiempo indefinido por razones que el pelinegro no pudo preguntar.

Un suspiro agobiado emergió desde lo más profundo de su alma, recordando de manera inconsciente lo bien que su hermano olía en ese momento, ya que todo indicaba que había despertado mucho antes que él, que estuvo listo para salir al trabajo, deteniéndose únicamente para molestarlo de aquella manera tan excéntrica como todo lo que componía la personalidad de Vincent. Las acciones de su hermano siempre lo confundían y cada vez estaba menos seguro de lo que debería sentir, por ello era que se reconocía tan agotado mentalmente, pues no le apetecía siquiera analizar el cosquilleo que persistía en su cuerpo al rememorar esos extraños momentos que compartía con Vincent; estaba seguro que no quería resolver el dilema que lo acomplejaba tanto mientras estaba en conferencia consigo mismo.

—¿Tuviste una mala noche? —La voz de su hermano adoptivo más pequeño ayudó al asesino salir de su conflicto emocional para destrozar la postura a la que parecía haberse aferrado, por ello se frotó el rostro y al fin levantó la vista a su acompañante.

—No es nada. De hecho, esto es conveniente, me urgía hablar contigo, Elliot.

—¿Si? —inquirió Elliot con una ceja arriba en señal de incredulidad.

—Eres quien se ha ocupado del Centro Psiquiátrico ¿correcto? Me gustaría que me facilitaras una lista de pacientes, no importa si son recientes o ya han sido dados de alta.

—Que inusual, no sueles pedirme este tipo de favores.

—Estoy realizando una investigación exhaustiva para determinar cualquier clase de pista que me lleve al Asesino del Cascabel, y pienso que los hospitales mentales son un buen punto de partida ya que mis anteriores metas fueron obsoletas.

—No me importaría ayudarte con eso —confesó el joven Nightray tomando asiento en una silla delante del mayor—, pero ¿qué te hace pensar que obtendrás algo de provecho ahí? Sabes que si nuestras instituciones familiares recibieran asesinos en serie de esa magnitud habríamos determinado el origen de todos los criminales que Scotland Yard no ha podido atrapar. Es decir, ni siquiera hemos podido determinar cuáles son las fases de un psicópata. Últimamente la propia expresión está siendo cuestionada por el departamento de psicología general, creen que es conveniente incluir el término "sociópata" a los libros de criminología.

—Lo sé, es por eso que quiero trazar una secuencia en esos lugares. Al igual que Mad Hatter, las acciones del Asesino del Cascabel distan de otros asesinos reconocidos y sugieren un desorden psicológico. Pensaba que podría sufrir de trastornos mentales, es por eso que sus actos son impredecibles y sus objetivos aún más.

—Como quieras —Elliot se rindió de encontrar lógica a las deducciones de su hermano mayor y profundizar en un tema que no le competía—, eres el encargado aquí, así que no entorpeceré tu trabajo. Veré qué puedo hacer.

—Gracias.

—Es un placer. A propósito, llegó una carta a nuestro buzón esta mañana. —Elliot buscó en los bolsillos internos de su saco, revelando la presencia de un sobre blanco sellado por una postal campesina—. Está firmada por un Vessalius, creo que deberías ver de qué se trata.

—¿Vessalius? —repitió Gilbert confundido, sujetando la carta en el instante que Elliot se la ofreció para revisarla con creciente interés—. ¿Es un correo de Ada?

—Lo dudo, ¿por qué utilizaría un servicio de baja categoría? No es lo que acostumbra hacer normalmente, si quisiera hacer algo así en secreto hubiera preferido enfrentarse a mi como ocurre a veces. Pero lo más extraño de todo es que quien la entregó no fue un trabajador de la misma, los sirvientes que lo vieron aseguraron se trataba de un sujeto de cabello largo.

—¿Pudieron identificarlo?

—En lo absoluto, no alcanzaron a ver sus rasgos ya que estaba cubierto por una capa negra—confirmó con expresión suspicaz, interesando al pelinegro también, entonces ambos miraron directo al sobre que Gilbert sostenía—. ¿Podría tratarse de una trampa?

—Ya lo averiguaremos —declaró.

Procedió abrir el sobre, tan sólo para descubrir dos papeles doblados junto a una pequeña bolsa de celofán con un anillo de rubí en el interior, lo cual confundió a Gilbert un poco, incapaz de comprender el motivo de este obsequio ya que los Vessalius solían usar anillos con zafiros o esmeraldas, pues el rubí para ellos representaba a la sangre y no era algo que disfrutaran llevar con ellos a las reuniones de cualquier clase, ni siquiera para hacer alarde de su incuestionable riqueza. Ignorándolo, procedió desdoblar la primer carta, encontrando una caligrafía excepcional dictando un mensaje con expresiones alegres en medio de la formalidad propia de los nobles.

—¿Qué dice? —indagó Elliot curioso—. ¿Quién la envía?

—Un tal Jack Vessalius. Me felicita por la futura boda y asegura el anillo es un obsequio en beneficio de la misma, me pide una disculpa ya que no le gusta hacer uso de los servicios familiares para este tipo de eventos. —Gilbert bajó la hoja con exasperación—. Sin duda es un sujeto peculiar, no es acostumbrado que el prometido reciba regalos de compromiso.

—¿Y qué hay en la otra hoja?

—Probablemente alguna otra ridiculez propia de su singularidad —determinó, más nunca esperó que al abrir la segunda carta encontraría una serie de números sin orden formando la cabeza de un conejo negro, rasgo que no tardó en recordarle los garabatos que B-Rabbit solía dejar en las escenas del crimen como señal del indiscutible modus operandi que encontrarían en los cuerpos, y esto le sobresaltó, incitándolo ponerse de pie en reacción al instante, y por ende sorprendiendo a su hermano adoptivo.

—¿Qué sucede?

—B-Rabbit —apenas logró pronunciar.

—¿Qué? —Antes de que Elliot continuara, Gilbert había echado a correr fuera del comedor para frustración del hijo legitimo más joven—. ¿A dónde vas? ¡Gilbert!

Sin dudarlo un instante, Elliot se dispuso perseguir a su hermano mayor por la mansión y sus pasos los llevaron a la salida donde lo encontró escaneando el patio principal con la mirada, esperando inútilmente encontrar algún indicio de que B-Rabbit estuvo ahí cerca entregando el correo con aquella desfachatez. Chasqueando la lengua, Gilbert se volvió hacia el menor, su expresión en el rostro un poema desesperado que se mezclaba con la furia y el temor que la imagen de aquel asesino rondando su territorio le inspiraba.

—¿Dónde está Noise?

—No lo sé, me parece que salió justo después de que Vincent lo hizo.

Gilbert profirió entre dientes una maldición, recordando el encargo que él mismo le había hecho la noche que conocieron a B-Rabbit en persona, pues seguramente ella estaría investigando ahora mismo las diversas instituciones mentales en busca de la joven que sugería estaba involucrada con el misterio entrelazado a la tragedia de la familia Sinclair y al destierro de la familia Baskerville. Pensarlo le hizo mirar una vez más la última carta que había abierto, preguntándose si esta era la primera pista que le había mencionado de una serie de tres pistas que sería su deber encontrar antes de que terminaran las dos semanas que le había ofrecido como tiempo limite para su próximo encuentro.

Lo mejor sería que fuera en busca de la Cazadora de Cabezas, de otro modo estaba seguro que B-Rabbit entorpecería su investigación sino cumplía sus expectativas primero, después de todo acababa de demostrar que estaría vigilando sus movimientos a cada paso igual a una sanguijuela que chupa la sangre del anfitrión hasta el momento de su muerte.

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Listos para partir, Alice se enfocó en caminar por delante de su protegida, guiando sus pasos en dirección al carruaje con una radiante sonrisa adornando sus labios, un gesto al cual Sharon correspondía alegremente hasta el momento en que cruzaron su camino con Reim y Xerxes que habían aguardado por ellas en la salida del edificio, este último fingiendo indiferencia mientras Alice se retiraba de la noble para entablar una charla con Reim sobre la seguridad correspondiente que mantendrían sobre la heredera del ducado, con el fin de protegerla en cualquier momento. Sharon aprovechó esto para codear de manera juguetona al hombre albino, quien se sujetó el brazo afectado mirando con extrañeza a la tercer dama Rainsworth sin comprender del todo el motivo de semejante acción, tanto como de esa expresión divertida que le era entregada. Pudo haber utilizado a la muñeca en su hombro para burlarla y evadir una conversación complicada, pero en esos momentos no tenía la destreza mental adecuada.

—¿Por qué fue eso, señorita? —quiso saber y rápidamente agregó—. Si me permite saber.

—Quería darte las gracias, fueron de mucha ayuda todas esas flores silvestres que dejaste en mi cama, aunque es un poco espeluznante.

—No tengo idea de qué está hablando —replicó el mercenario desviando la mirada con expresión neutral, una actitud que no convenció a Sharon ni un poco a pesar de todo.

—Puedes seguir mintiendo todo lo que quieras pero sé muy bien que fuiste tú. —Sharon se delató segura sin una pizca de duda—. No me molesta, así que puedo asegurarte que si continuas este ritmo muy pronto desaparecerás tus antecedentes conmigo. Yo también soy un poco trastornada, así que puedo asegurarte que me agrada recibir esos detalles estrafalarios.

Sharon se retiró con aquello establecido y Xerxes fue incapaz de disimular la profunda mirada que posó sobre los hombros de la joven noble alejándose de su alcance, subiendo al carruaje con ayuda de su guardiana entre risas inspiradas por sus cortas charlas, sin saber lo mucho que sus femeninos gestos estaban agitando el corazón del albino. Entonces Xerxes se reconoció satisfecho por su travesura nocturna, en la cual tuvo que insistir insanamente a Reim para que le permitiera cometer ese delito de entrar a los aposentos de su soulmate con el fin de entregarle tan improvisado presente, una idea que simplemente había cruzado su cabeza que podría animar a esa chica después de su explosión emocional que estuvo obligado presenciar.

Era satisfactorio saber que había valido la pena, casi se sentía como si estuviera siendo premiado con esa voz dulce el sólo adivinar que fue él para además agradecerle sus buenas intenciones. Con esto Break podía estar seguro que su relación amo-sirviente estaba teniendo avances significativos, que ese rencor generado por antiguas intenciones se perdería entre una confianza equilibrada, así que decidió mantenerse así.

Pues incluso un asesino como él podía ser redimido de sus pecados y esta vez no era únicamente un pensamiento bonito.