Cap 18. "Impulso Perverso"

Con la luz incandescente penetrando el interior del carruaje, Sharon Rainsworth junto a su soulmate, guardiana y amigo sirviente viajaron entre las callejuelas semi-concurridas de Reveille. Cuando emprendieron marcha hacia su misión, realmente no se sintió del todo segura con el plan que había sido trazado de forma previa, pues seguir el rastro de los hilos destino que ya se habían encontrada sonaba demasiado fácil de lo que era. En la nobleza solían celebrarse matrimonios por cuestiones políticas, por eso ninguno auguraba la unión que buscaban, sí que decidieron comenzar por estudiar el comportamiento de los hilos entre los humildes civiles; Sharon lo había sugerido por convicción propia, ya que quería familiarizarse primero antes de saltar a la verdadera acción. Xerxes -al ser el más experimentado en el tema- la dejó ser, simpatizando con su curiosidad e inquietud como si fuese una princesita descubriendo por primera vez el mundo exterior.

La práctica pareció extenderse más de lo apropiado mientras los tres interesados en la misión discutían sobre el mejor método de investigación y el carruaje estacionaba en una calle solitaria después de que los pasajeros descendieran y la noble les sugiriera a su chofer retirarse almorzar.

El mercenario por su parte se dedicó observar el paso de los transeúntes lejanos en espera de evadir malos percances, pues no olvidaba que la rata de los Nightray todavía lo estaba buscando, averiguando su paradero, por haber ignorado tanto tiempo su acuerdo, sin mencionar el riesgo que corría porque alguien de su antigua vida llegase a reconocerlo y delatara su escondite en el seno del linaje Rainsworth, pues la tercer dama era inconfundible incluso entre los campesinos y eso complicaba aún más su postura. Sacándolo de su ensimismamiento, la voz de su nueva ama hizo que devolviera la mirada hacia atrás donde la joven noble yacía.

—¿Qué opinas, Break?

—Lo lamento, señorita. No estaba escuchando —Y su respuesta agrió la expresión severa de la guardiana, la cual cruzó los brazos sobre su pecho antes de hablar.

—Oye, payaso, no te trajimos hasta aquí para viaje de placer, así que no creas puedes ser un inútil todo lo que quieras.

—Me ofendes, conejita —espetó burlón.

—¡No me llames así, maldito payaso!

Sharon optó por interceder antes de que el tenso intercambio escalara a algo mayor, pues lo menos que necesitaban en esos momentos era una discusión que retrasara los avances de su trabajo. Lo que más quería en esos momentos era volver a su hogar, sentarse en su biblioteca y leer libros de romance hasta quedarse dormida pero el deber era primero.

—Estoy pidiendo tu opinión sobre los hilos rojos. Si consideras que existe una forma de identificar que las almas que une se han encontrado —explicó.

—Me temo que no. —El albino extendió el brazo en cuyo meñique se ataba dicho vinculo, mirándolo perezosamente ante la mirada intrigada de la dama y los otros dos—. Los hilos se mantienen de la misma manera aunque sean expuestos a la intemperie o los objetos a nuestro alrededor. Para nuestra dimensión son fantasmagóricos, una manifestación sin más obstáculos que la mano de sus presuntos portadores, ya que ni siquiera se enredan con otros hilos habitando su espacio. No pueden romperse, ya lo he intentado. Sólo los he visto cambiar de color en determinadas situaciones, nada más.

—¿Y en qué circunstancias eso pasa? —quiso saber Reim. Xerxes meditó en la respuesta, remembrando un poco antes de responder.

—Cuando las parejas destinadas son unidas en matrimonio con alguien más, difiriendo constantemente. Cuando han encontrado a su otra mitad y la rechazan por otra. Cuando se han visto por primera vez y se hacen un daño irreversible. Cuando no pueden estar juntas por más que lo intenten. Cosas así.

—Eso puede ocurrir muy fácilmente —observó Alice irritada. Sharon estuvo de acuerdo en silencio.

—Tal vez —aceptó Xerxes—. Los hilos pueden llegar ser muy delicados cuando se trata de sus portadores. Todo entorno a ellos es sentimental por obvias razones. Bueno, no es como si fuera tan común como parece. El hilo que conecta a la señorita y a mi ha pasado por cosas similares pero continúa igual, supongo que pierde color u oscurece cuando ha sido demasiado —agregó ante el recuerdo de sus progenitores—. Es complicado.

—Es la primera vez que escucho pueden cambiar de color —aportó Sharon—. Me hace dudar de los registros que han traspasado las generaciones. Aunque no dudo que los textos que hablan de ellos han simplificado demasiado su mera existencia. Pero, si de verdad es posible... ¿Qué ocurre cuando el hilo se ha vuelto negro?

—No lo sé, nunca he visto un hilo así, lo más oscuro que he presenciado en un hilo es de color marrón. El Bufón de la Corte posee uno así.

—Pues si el color no aporta una manera de encontrarlos más fácilmente, no sirve —declaró Alice obstinada.

—¿Sería conveniente simplemente atentar a la suerte entonces? —inquirió Lunettes inconvencido, pues no quería darle un reporte tan pobre a su amo cuando volviera a la mansión Barma, no podría. Sharon se detuvo a pensarlo a profundidad, emitiendo un sonido meditabundo de tal forma que llamó la atención de Reim—. ¿Lady?

La tercera dama del linaje ducal no respondió, dándose cuenta que algo, un dato importante, se le estaba escapando. Con sus actuales conocimientos por haber realizado el ritual de los votos frente a la estatua de las parejas destino señalaba que existía otra dirección, una que sin notarlo estaban ignorando al pensarlo demasiado. Las cadenas que parecían estar sosteniendo dos dimensiones parecían gozar de un sostén principal, ella había visto cómo los hilos parecían evadir algunas que estaban conectadas por un hilo especifico como el de ella y Xerxes. El pensamiento le hizo considerar ponerse a prueba de nuevo.

—Break, necesito hablar con Mad Hatter. —Y su demanda heló la sangre de todos sus interlocutores, provocando que casi retrocedieran sus pasos.

—¿¡Te haz vuelto loca, Sharon!? —exclamó Alice ignorando por un momento las leyes de etiqueta a la que estaban atadas en público, esto Reim también lo notó pero estaba más preocupado por lo que la tercer dama acababa de sugerir—. Si ese desquiciado posesiona el cuerpo del payaso, no hay manera que vayamos a poder controlarlo, mucho menos ahora que sabemos que tiene la fuerza del Abyss a su favor.

—Si él tiene aunque sea la más mínima respuesta que nos ayude a resolver este acertijo, estoy dispuesta a tomar el riesgo. Además, al ser una especie de doble personalidad, es de alguna forma mi soulmate también, por lo tanto puedo detenerlo, ya lo hice antes.

—¡No hay garantía de que funcione dos veces!

—Es cierto, Lady, eso no... ni siquiera yo puedo permitirlo —espetó Reim.

—Confíen en mi, sé lo que hago. Tú no dejarás que me haga daño —dijo mirando de soslayo al hombre albino—. ¿Cierto, Kevin? —Ante la pronunciación de su verdadero nombre no pudo hacer más que sonreír, complacido con su valentía—. Estoy segura que conseguiré algo.

—No me haré responsable si él decide lastimarla.

—No le temo al dolor.

—Si está tan decidida. Conejita, ¿harías los honores?

—¿Sobre qué?

—Mad Hatter debe ser llamado tres veces por diferente persona, ¿recuerdas? El Bufón de la Corte y la señorita ya lo han hecho, sólo falta uno.

—Me niego.

—Alice, por favor —suplicó Sharon a su guardiana con gesto firme, el cual la castaña evadió mirar—. Es mejor apresurar las cosas de esta manera, sino arriesgamos es posible que nos quedemos estancados y no tenemos mucho tiempo.

—No quiero ser la causante de tus heridas —insistió.

—Sino lo haces tú, lo hará Reim u otra persona, no me echaré para atrás.

—Pero, Sharon...

—Te pido que lo hagas por mi, te juro que sabré manejarlo —dijo sosteniendo sus manos. Alice bajó la cabeza temblando con los sentimientos abordándola.

—Eres injusta, Lady.

—No, en realidad soy una cabeza dura —bromeó en su intento de calmar el torbellino atravesando el pecho de su amiga, la cual después de mirarla a los ojos unos instantes, se soltó del agarre para revolverse el cabello con frustración.

—¡Agh! ¡Maldición! —profirió con desespero—. ¡Está bien! ¡Lo haré! Pero ni crean que me contendré de matar al payaso si se sale de control, ¿entendido? —Desenvainando la espada que colgaba de su cadera, Alice señaló con su punta brillante al albino amenazadoramente, preparada para lo que ocurriera—. ¡Sal de tu maldita fosa, Mad Hatter!

El gesto burlesco de Xerxes lentamente comenzó a perder su brillo, abandonado su semblante tranquilo a una expresión de siniestra satisfacción. La sonrisa divertida se tornó viciosa hasta rozar la crueldad mientras los tres que le observaban parecían listos de enfrentarle con todo. Sharon fue la primera en dar un paso hacia él, ocultando lo mejor posible el miedo que comenzó a tirar de sus nervios, pues incluso Reim acababa de desenfundar su pistola para con ella disparar al mercenario si intentaba algo peligroso.

—¿Mad Hatter? —la noble le saludó—. Bienvenido.

—No digas tonterías, niña —dijo el albino de pronto, decorando el pálido rostro con una alargada sonrisa de dientes—. Yo siempre he estado aquí.

—Si es así, ya sabes el motivo de nuestra invitación.

—Si, los hilos —bufó aburrido—. Kevin siempre estuvo interesado en ellos. Lastima que nunca pudimos comunicarnos entre sí para solucionar sus dudas. ¿Qué quieres saber?

—Una forma de identificar a los que se han encontrado.

—No existe una forma, querida. A menos que los veas de frente así como estamos tú y yo ahora. El hilo siempre está contrayéndose y expandiéndose. Si te interesa conocer el final de uno, lo único que puedes hacer es seguirlo hasta su final.

—¿Eso es todo? —cuestionó la joven noble asombrada.

—Si, ¿esperabas algo más complejo? —Mad Hatter se echó a reír apoyándose en la puerta del carruaje gozando de una broma que los presentes no comprendían—. A decir verdad la misión que están llevando a cabo no tiene sentido, solucionar los problemas del Abyss no es algo que puedan lograr un montón de humanos ególatras como ustedes. —Inclinándose al frente agregó—. La caída es inevitable, aunque encuentren a los principales quienes soportan el peso de ambos mundos, no cambiará nada. Si es la voluntad de La Voluntad, el Abyss se hará uno con la Tercera Vertical. Oh, vaya, que buen verso, no sonó nada mal.

—¿Nosotros dos pertenecemos a los principales que soportan ese peso?

—¿Oh? —La mirada del albino se afiló cuando volvió a dirigirle la mirada a la tercer dama Rainsworth—. Que inteligente, niña.

—¿Hay alguna manera de identificarlos?

—Por medio de los hilos, por supuesto.

—¡Acabas de decir que no hay forma de identificar a las parejas por medio de los hilos! —Alice intervino exasperada.

—No las parejas destino normales, nosotros por el contrario... somos especiales.

Xerxes alzó el brazo y en reacción Sharon se pasmó consternada ante lo que estaba visualizando, así que bajó la mirada hacia su propio meñique comprobando horrorizada que no estaba imaginando cosas: el hilo que la conectaba con Xerxes se había tornado completamente negro de un momento a otro, matando el tono rojizo brillante con el que ya se había familiarizado. La joven noble simplemente no podía creer lo que estaba pasando. ¿Cuándo fue que el hilo adquirió esa propiedad? ¿Sería cuando llamaron a Mad Hatter? Pues no había prestado atención a su conexión hasta ese preciso instante.

—Sharon, ¿qué ocurre? —cuestionó Alice por el aspecto pálido de su protegida.

—El hilo...

—Así es, cariño. Los hilos negros son la prueba de nuestra naturaleza. Sólo hay dos formas de que el hilo se oscurezca hasta este punto, cuando fuimos elegidos como emisarios de La Voluntad... o cuando la pareja destinada para el mortal está muerta.

Estupefacta, Sharon fue incapaz de continuar con el interrogatorio y de eso Alice se percató enseguida, así que tomó la decisión de continuar ella lo que habían empezado, ya que no sabían por cuánto tiempo más Mad Hatter cooperaría tan pasivamente como hasta ese momento y no se arriesgaría a perder información vital por aguardar la recuperación de Sharon.

—¿Cuántos de ustedes hay?

—Siete y un núcleo.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Sin el núcleo, los mensajeros no podríamos vagar por este mundo. Lo necesitamos para poder existir.

—Si todo lo que dices es cierto, ¿por qué nos estás revelando esta información tan fácilmente? —inquirió Reim suspicaz—. ¿No te meterás en problemas con tu ama y señora del Abyss, La Voluntad? Tengo entendido que ustedes no pueden negarse a ella, desobedecerla o engañarla significaría traición, un acto de cobardía, siendo así, ¿por qué?

—Es cierto, ¿cómo sabemos que no nos estás mintiendo? —agregó Alice furiosa.

Mad Hatter los miró con una mueca, retirándose a una expresión seria que poco se ajustaba a la actitud demencial que estuvo mostrando desde el principio, evidenciando con ello que era un detalle que ni siquiera había considerado mientras hablaba tan libremente, antes de volver a sonreír con cierta perversión, recuperando compostura.

—¿No sería interesante verlos luchar contra el Apocalipsis? Sería más divertido que verlos perecer sin más. A diferencia de mis iguales, me emocionan los desafíos.

—No creo que sea por eso —observó Sharon volviendo de su estupor, y con ello afianzando con la sonrisa dibujada en la blanca cara del ventajoso albino, quien se electrificó con su voz.

—Está bien, esa es sólo una excusa, una mentira deliberada, lo admito. Sólo porque eres tú, mi niña, revelaré mi propia verdad. —Sin que nadie lo anticipara, el cuerpo de Break acababa de burlar la distancia establecida reapareciendo cual espectro delante de la dama Rainsworth sin que Alice o Reim pudiesen reaccionar, quedándose estáticos mientras el albino se inclinaba hacia Sharon en un movimiento grácil, sujetándola de la barbilla y acercándose peligrosamente a sus labios—. Me haz robado el corazón en el instante que me besaste. Por eso quiero complacerte lo más que pueda hasta que nuestros destinos deban separarse y no tenga más opción que volver a las profundidades que me vieron nacer.

—Mad Hatter...

—Al igual que el dueño de este cuerpo, eres mía por derecho. Quiero verte envuelta en llamas si soy el causante de eso, así que no permitiré que nadie más te haga daño ni te engañe. Nadie merece esa libertad más que yo.

—¿Qué estás... ? —Sharon no terminó de formular su pregunta, sintiendo un escalofrío recorrerla cuando Mad Hatter rodeó su cintura con su mano libre.

—Mantente a salvo, cariño. No me importa si debes matar a mis compañeros, si eres empujada a la locura, en realidad quiero que te rindas a ella, que tiñas tu alma con la enfermedad que contamina mi existencia, de esa manera puedes ser arrastrada a la oscuridad y acompañarme en la eternidad. Sólo llámame y estaré ahí para protegerte de las cadenas.

Como si el tiempo colapsara, Sharon creyó ver cómo lentamente esos ojos carmines se alejaban, suplantados por el filo pulcro de la espada de Alice deslizándose entre ellos con la intención de recuperar el espacio personal de su protegida, entonces notó que el mercenario retornaba a su posición inicial pero sufriendo un dolor agudo que lo obligó arrugar las ropas vistiéndolo a la altura de su pecho, procediendo a retorcerse en el suelo con gemidos y jadeos torturados. Entonces comprendieron que el cuerpo del hombre albino nuevamente estaba intercambiando la consciencia del anfitrión, devolviéndole el control al dueño original, pues al reconocerlo Sharon se permitió correr hasta él en el instante que el hilo negro sufrió por igual la metamorfosis, devolviendo la belleza de su vitalidad.

—Maldición, eso duele —murmuró Xerxes indignado por ese padecer al que ya debería estar acostumbrado.

—Oh, Break —le llamó la dama aliviada por verlo de regreso y al notarlo, el aludido acertó desviar la vista, incomodo con la sensación que acababa de forjar un vacío en su estómago.

—Supongo que hacer esto ha servido de algo.

—Si —asintió Sharon con una sonrisa enternecida con la actitud del mercenario—. Te lo agradezco, Break.

Avergonzado, el hombre albino se negó corresponder a la muestra de afecto repentina, pues cada vez que intercambiaba su posición mental con Mad Hatter era capaz de ver y palpar cada movimiento ejercido con su cuerpo, así como escuchar las palabras formuladas por sus labios aunque no tuviera el control de estas acciones y le había hecho sentir abochornado la forma en que su segunda personalidad abordó a su soulmate.

—¿Estás bien, Xerxes? ¿Necesitas descansar? —cuestionó Reim preocupado ya que a pesar del corto lapso en que Mad Hatter estuvo presente usando a su amigo como medio, asumía por lo recién ocurrido que cambiar lo desgastaba más de lo que aparentaba; podría afirmarlo por las pronunciadas ojeras que acababan de formarse entorno a sus siempre desafiantes ojos.

—Me vendría bien.

—Puedes usar el carruaje todo el tiempo que necesites.

—Con unos minutos será suficiente pero gracias por la libertad, señorita.

Asintiendo otra vez, Sharon lo ayudó levantarse para después encaminar sus pasos a la cabina, Reim apoyó la noción mientras la guardiana observaba con aprehensión la escena, una parte suya envidiando aún la innegable conexión que hacía a Sharon y el payaso ser tan compatibles sin importar el pasado.

—Tomaremos un descanso nosotros también —sugirió la noble volviendo a lado de la castaña—. Pero continuaremos nuestra búsqueda. Tenemos un nuevo rumbo de partida si lo que dijo Mad Hatter tiene alguna importancia real y no está tratando de atrasarnos. ¿Tú que crees?

—Sólo puedo decir que estamos metidas en un montón de mierda —dijo sin ironía. Sharon sonrió, compartiendo su visión. Al ver esto la joven guardiana se sintió aliviada, pues con la ruptura amorío muchas cosas se mantenían igual; esa confidencia y aceptación entre ellas seguía siendo agradable—. Iré a caminar un rato, si eso está bien.

—Por supuesto, adelante.

—Regresaré pronto pero si ocurre cualquier emergencia, no dudes llamarme.

Alice se retiró con una sonrisa. Estaba segura que seguir así sería suficiente para consolarla y no caer en la tentación del sufrimiento nunca más, con estos cortos momentos a solas bastaría para sanar las cicatrices que quedaban por superar. Nadie había dicho que sería fácil saltar de un romance a una amistad pero cada vez estaba más convencida que no era incómodo, pues se le notaba a Sharon el esfuerzo por estar atenta a ella y rescatar lo que desde un principio propició su relación. Y al salir de la callejuela, la rutina de los otros civiles le trajo amargos recuerdos de su antigua casa ducal, el sentimiento incrementando al ver el pasar de una madre en compañía de sus dos juguetonas niñas; la imagen de su hermana gemela colándose con la caricia del viento entre sus largos cabellos hasta que una tímida voz la interceptó.

—Emmm... ho-hola.

Mirandola Alice se extrañó, pues no se esperaba que le hablara una completa desconocida, mucho menos siendo tan atractiva con esos profundos ojos azules y sedoso cabello plateado, sus ropajes tampoco pasaron desapercibidos.

—Hola —respondió sin más.

La chica jugó con sus manos de manera ansiosa, evadiendo alzar el rostro y perderse en la mirada de la guardiana por más de dos segundos como si fuera un insulto. Alice arqueó una ceja con expectación. Ya era raro para que le dirigiera la palabra sin motivo aparente para que estuviera pensando tanto en tratar el asunto por el que siquiera debió acercársele tan sorpresivamente. Era normal que entre la servidumbre de la nobleza se contactaran en nombre de sus amos. Sin embargo, Alice era incapaz de recordar a que familia debiera servir alguien con aquel llamativo uniforme de capa roja.

—Y-Yo... emm... —tartamudeó sobrecogida—. Yo... —Desconociendo dónde resguardaba tanta paciencia, la castaña guardó silencio sin perderla de vista, suponiendo que debía ser demasiado tímida para su propio bien—. Me preguntaba si yo... si tú podrías...

—¿Qué? —le apuró sintiéndose alcanzar el borde.

—Yo soy... quiero decir, tú eres... no, nosotras somos...

—Alice —y el llamado de la tercer dama Rainsworth rompió el torpe intercambio para mala fortuna de la interesada—. Reim y yo estábamos discutiendo sobre volver a la mansión y actualizar al duque Barma con nuestro reciente descubrimiento. —Pero enseguida notó la nueva presencia—. Oh, lo siento, ¿acabo de interrumpir algo?

—¡No! —gritó la chica llena de pánico, sobresaltando a sus interlocutoras—. Yo ya tenía que irme.

Acto seguido Noise se dio la media vuelta y se marchó a paso presuroso, siguiendo sus instintos de alejarse cuanto antes, abochornada por la pésima actuación que protagonizó en su intento por acercarse a su soulmate. La idea de irse y jamás tener la oportunidad de volver a ver , sin siquiera haber causado una fuerte impresión en ella, detuvo sus pasos. Si algo comprendía en esos momentos era que no quería pasar como una extraña -y trivial- experiencia en la vida d su pareja destinada. Se negaba a ser como Echo y olvidar la existencia de los hilos rojos como algo absurdo sin verdadero propósito. Por eso se volvió y llena de determinación sorbió aire y gritó el nombre que podría significar su salvación tanto como su inminente perdición, un riesgo que estaba lista a tomar.

—¡Alice! ¡Mi nombre es Noise! ¡Ahora quizás no es el momento pero sólo quiero sepas que eres preciosa! ¡Me gustan tu largo cabello y esa pequeña cintura! ¡Eres justo el tipo de mujer que me gusta por eso ansiaré el día en que volvamos a encontrarnos! ¡Y cuando eso suceda, te prometo no defraudarte nunca! ¡Adiós!

Terminado su improvisado discurso, finalmente echó a correr a toda velocidad, dejando Sharon y Alice perplejas sin posibilidades de reaccionar debidamente. La guardiana pensó en exigirle explicaciones pero su impulso se quedó en su cuerpo paralizado y atorado en su garganta, imposibilitado. Debería estarse sonrojando pero ni siquiera se le vino en mente que ser halagada por su belleza corporal se tratase de un coqueteo, aunque muchos hubiesen sido testigos de ello y escupido en la cara su ingenuidad.

—¿Qué le pasa a esa chica?

—¿La conoces? —inquirió Sharon todavía impresionada.

—No. Nunca en mi vida la he visto —dijo con simpleza, lista para retornar sus pasos.

Ambas chicas se habrían marchado de ahí, dejando el asunto zancado con todo y sus rarezas de no ser porque el oscilamiento de un hilo que no era el suyo llamó la atención de la joven noble, incitándole mirar fijamente a este y presenciar como se tensaba en dirección a la muchacha, percatándose además que este mismo parecía capturar el brazo completo de su guardiana, como si intentase hacerla entrar en razón. Sharon se detuvo en seco.

—¡Alice, debemos alcanzarla!

—¿Eh? —Contrariada con la petición, la joven guardiana sólo acertó devolverle la mirada a su protegida—. ¿A quién y por qué?

—¡Alice! Yo... no sé cómo decir esto pero... ¡La chica que acaba de salir huyendo es tu soulmate!

Alice miró a Sharon y a la chica que se había fugado, devolviendo la mirada a la noble y de nuevo a la lejana silueta de Noise perdiéndose con la distancia, repitiendo la acción varías veces hasta por fin reaccionar profiriendo una maldición antes de correr tras la aludida.

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La academia Ludwidge era una escuela privada donde únicamente los hijos de nobles tenían la oportunidad de inscribirse. Era considerada uno de los tres institutos principales de toda Inglaterra, por tal motivo era tan prestigiosa como su puesto educativo presumía. Y este era un motivo por el que Vincent lo repudiaba, aún así ahí estaba en espera de ser atendido por algún docente que resolviera sus dudas, pues había sido enviado para comprobar que su hermano adoptivo no estuviera corriendo peligro tras una extraña infiltración a las aulas por un individuo sin identificar. Se ajustó el sombrero que había tomado prestado de Gilbert y miró a su silenciosa compañera, quien poco interés parecía mostrarle a los lujos excesivos adornando la sala donde esperaban, siquiera le dedicaba miradas furtivas a los retratos de antiguos directores que gobernaron el edificio.

Realmente el hijo adoptivo no tenía ninguna intención de torturar a su juguete pero el impulso fue automático cuando extendió la mano y le animó levantarse del sillón que compartían para tirar de ella hacia su regazo, donde procedió a jugar con el lóbulo de su oreja usando sus labios, un acto que enseguida hizo estremecer a la estoica joven.

—Estoy aburrido, Echo —le susurró como si no hubiese sido obvio.

—Mi señor, estamos en una zona publica.

—¿Te estás atreviendo a cuestionarme? —inquirió esta vez con tono severo pero sin alejarse de su forzada postura. Echo ahogó un gemido.

—No.

—Así debe ser. Tienes prohibido negarte, ¿entendiste?

—Si.

—Buena chica —le felicitó, dándole el espacio que se merecía—. Pero te daré la razón, no puedo permitir que esta gente me vea haciendo esto contigo, no quiero recibir una reprimenda tan estúpida.

—Hoy está de muy buen humor, Mr. Vincent —observó Echo.

—¿Oh? ¿Se nota tanto? —El rubio sonrió divertido—. Así es. Adivina a quién le pertenece este lindo sombrero.

—Al amo Gilbert.

—Exacto. Aunque muy lentamente, mis sueños se están haciendo realidad. Poco a poco. Gil está dejando que me acerque más y más a él. A este paso estoy seguro que podré cumplir mi deseo. Cuando eso ocurra...

Vincent guardó silencio y estrechó a su sirvienta con ambos brazos alrededor de su cintura. Tal vez este gesto no hubiese significado mucho si la expresión antes risueña de su amo no se hubiese tornado indiferente de un momento a otro. Por mucho que lo repudiara, Echo era quien conocía al rubio mejor que nadie, pues su hermana Zwei lo idolatraba más de lo que lo comprendía y era el motivo por el que Vincent la prefería a ella más de lo que podría desear a Zwei. No le gustaba pero lo tenía arraigado en su personalidad fabricada, así que Echo extendió los brazos, rodeando con estos el cuello de su amo para después susurrarle al oído.

—Echo lo apoyará pase lo que pase. Aún si el amo Gilbert no lo acepta, Echo siempre estará de su lado. Echo se esforzará en hacer comprender al amo Gilbert que usted es su única opción.

—Gracias —le respondió con una sonrisa, pues aunque supiera que su juguete sólo estaba siendo práctica, esas simples palabras calentaron su frío y oscuro corazón—. Sólo tú conoces mi verdadero deseo y mis más oscuros secretos. Eres la única que sabes todo el trabajo sucio que he tenido que realizar para llegar a este punto y te ordeno jamás se lo digas a Noise, ella es tan buena que no lo soportaría.

—Ninguna de mis hermanas lo sabrá nunca —prometió con pesar.

—¿Noise ha dicho algo? —se aseguró.

—El hilo del amo Gilbert se está oscureciendo, así que es probable que su pareja destinada finalmente haya...

— …Ya veo —dijo sintiendo una corriente placentera atravesarlo sin que se notase la menor alteración en su acento. Y suspirando complacido hizo a su sirvienta personal levantarse para evitar un escandalo en cuanto un integrante de la academia cruzara la puerta—. Ve a vigilar los alrededores. Quien sabe, podrías encontrar una pista del asesino a quien mi hermano persigue con tanta insistencia.

—Entonces, con su permiso.

Echo se retiró manteniendo el mismo semblante, sin inmutarse de que al abrir la puerta se encontraría con el jefe secretario del edificio, ignorándolo para continuar su travesía sin importarle la mirada sorprendida que este le dedicó.

Por lo que podía observar todos los estudiantes estaban en clases, así que el patio y los jardines estaban solitarios salvo algunos profesores y unos cuantos rebeldes ocultos entre los arbustos y muros adornando el espacioso terreno. Sin real interés se permitió vagar por las modestas aulas y talleres concurridos mientras buscaba cualquier indicio sospechoso, por mucho que dudara de que un asesino tan peligroso como el Asesino del Cascabel ocupara su rutina en el interior de una academia. Fue entonces que percibió un tirón desconocido en su mano, el cual le incitó mirar al rubio que avanzaba hacia ella con una sonrisa torpe dibujada en sus labios.

—Hola, disculpa, eres sirvienta de la familia Nightray, ¿verdad?

—Así es. ¿Qué puedo hacer por usted, señor Vessalius?

—Bueno, me preguntaba qué hacía aquí una chica tan linda como tú. ¿Buscabas a Elliot? Me temo que no se presentó hoy.

—Lo sé —dijo simplemente, consternando de sobremanera a Oz.

—¿Lo sabes?

—Si, vine aquí en compañía de mi amo Vincent y ahora mismo estoy cumpliendo una misión que me encomendó. Por eso, si me disculpa.

—Espera, espera —espetó el rubio apenas resistiendo el impulso de tomarla del brazo para impedir que se fuera—. ¿Qué tipo de misión? No planean hacerle daño a nadie interrogándolos, ¿o si? Porque las autoridades ya comprobaron que nadie tuvo nada que ver.

—Por favor no interfiera —exigió terminante, conservando la misma expresión frívola que comenzaba alterarle los nervios al noble Vessalius—. Es posible que su hermana sea la futura espos del amo Gilbert pero su familia aún no está vinculada con nosotros, por lo tanto no tiene derecho a indagar en las actividades del linaje.

—Si, si, entiendo, conozco las leyes pero me preocupa que te haya enviado a ti sola y sin guía. Podrías perderte, ¿sabes? Este edificio es como un laberinto muy peligroso para alguien que lo visita por primera vez.

—Le pido que se abstenga de buscar excusas para inmiscuirse en mi misión. Debe saber que no es la primera vez que recorro estos corredores, así que su preocupación no tiene objeto.

— …Eres muy dura, ¿cierto? —aseveró el noble después de un momento de yacer paralizado por la perspicacia de la sirvienta. Y aún cuando su frase podría interpretarse como queja, la sonrisa que pasó a ocupar el rostro del rubio cambiaría el esquema por completo.

—Por favor, retírese. No obstruya mi trabajo.

—Antes de irme, me gustaría saber a quien me estoy dirigiendo en estos momentos, es decir, sería vergonzoso que le hablara a Ada sobre esto sin saber un detalle tan importante.

Por un largo lapso de tiempo Echo sólo se dedicó a mirarle fijamente, de tal modo que el joven Vessalius no pudo evitar cohibirse, intimidado por aquellos hermosos ojos zafiro tan llamativos pero tan muertos como los de una muñeca de porcelana; esta parecía además estarse ahorrando sus comentarios respecto a las excentricidades de estos dos herederos del linaje que por mucho tiempo fueron enemigos de los nobles que ella servía. Si ya se había reconocido sorprendida por la actitud de Ada, ahora con este chico el sentimiento crecía.

—Mi nombre es Echo.

—¿Echo? ¡Que curioso nombre!

—Nuestros padres tenían extrañas aficiones.

—¿"Nuestros"? —repitió, extrañado.

—Tengo dos hermanas. Me obligan a presentarlas como mayores pero en realidad tenemos la misma edad, y ya que está tan interesado en mi, considero que debe saber eso.

—¿Qué? No, no estoy interesado en ti ni nada parecido —espetó Oz colorado hasta las orejas, un gesto que Echo contempló con calidad analítica—. Es decir, no voy a negar que eres muy bonita pero yo no... no quiero ser irrespetuoso, no es por ti, o tal vez si, ¡pero! ¡Pero no soy tan mujeriego como me hacen ver! Simplemente no puedo evitar admirar la belleza femenina. ¡Es todo! Mi interés por ti es profesional.

—No pretendía insinuar que me estaba acosando, señor. Si lo considerara peligroso, Echo ya le habría clavado un cuchillo en la cara.

—¿¡Un cuchillo!? —exclamó con pánico pero Echo se mostró ajena a su expresión espantada.

—¿Por fin me permitirá seguir o tendré que darle más datos sobre mi hasta satisfacerlo?

—No, es suficiente.

—Me despido entonces. —Ignorando la torpeza del joven noble, Echo lo reverenció antes de darse a vuelta y marchar sin la más mínima conmoción reflejada en su rostro por este encuentro tan insustancial, al menos para la fría sirvienta, pues el siempre caballeroso casanova -reconocido entre tantas nobles y comprometido con una Rainsworth- comprendía que la forma en que latía su corazón no era obra de algo cotidiano, no la rutina de cortejo a la que estaba acostumbrado. Echo ni siquiera había tenido que hacer nada para descubrirse rendido a sus pies.

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En la penumbra de la habitación el fuego de las veladoras no alcanzaba a dar la suficiente luz para trazar las líneas de su cuerpo explícitamente. Sin embargo, en la oscuridad no necesitaba cubrir su desnudez ni tampoco sentir vergüenza por sus practicas escandalosas, aunque su amante ya se hubiera vestido con su cálida bata, recubierta por las colchas dobles destinadas a mantener sus huesos ya frágiles protegidos del frío que amenazaba su edad. El duque Barma la deseaba aún así y por eso estaba tan absorto en sí mismo como durante tanto tiempo no se había permitido cuestionar su sanidad mental, no desde su adolescencia, pues le repugnaba hacer precisamente eso mientras su alma entera desfallecía por regresar al abrazo de esa piel azotada por las décadas; la mujer a quien le había entregado tanto de su depravación sin temor al rechazo a pesar de las circunstancias precediéndoles.

—Ruf, te resfriarás si sigues así —dijo ella colocando en tono rasposo un toque de dulzura reservado para momentos como esos.

El pelirrojo sonrió y se arrastró como una serpiente hasta esas manos peinando los blanquecinos cabellos, atrapándolas con sus dedos para posarlas contra sus labios como un creyente adorando a su pastor, a una figura celestial adornando un altar. Sheryl no se mostró incomoda por el gesto pero se negó alimentar esos juegos ventajosos por ese día.

—¿Quién tendría el poder de causar la enfermedad en este hombre?

—La naturaleza, Ruf —obvió.

—Ir contra natura es una ocupación frecuente entre las personas, incluso común. Todos hemos renegado de la naturaleza en situaciones cotidianas.

—Sigues siendo un mortal.

—Ojalá fuera un dios para destrozar las leyes del hombre.

—Pero no lo eres, Ruf. Por favor abrígate. —El duque Barma suspiró y entonces rodó por la cama, alcanzando el otro extremo de la misma, en cuyas almohadas posó su cabeza todavía luciendo su juvenil piel que engañaba al ojo indiscreto sobre el paso de amaneceres y anocheceres arrumbados por debajo—. Ya no eres un niño, Ruf. Sabes que no te hará ningún bien callar lo que te aqueja de esta manera.

—¿Estás dispuesta a escucharme?

—No tengo nada mejor que hacer, de otro modo estarías de regreso a tu mansión antes de que termináramos nuestro trabajo.

—Esa es la tenaz mujer con la que nunca jamás me casaré pero de quien me vine a enamorar.

—Deja la poesía, Ruf. Háblame de lo que te sucedió.

Rufus Barma tragó saliva con dureza mientras remembraba su tarde en compañía de Miranda Barma, indignado por el natural desarrollo con el que ocurrió su reunión. Pues así como la noble pelirroja conocía los secretos de su hermano menor, la actual cabeza del ducado nunca olvidaría las actividades ilícitas de su hermana mayor, y le aterraba la posibilidad de que las cosas se repitieran ahora que estaba de regreso, situaciones que no le deseaba (a pesar de su actitud prepotente) ni a su peor enemigo. Temblando y lamentándose dejó que el silencio impacientara a la primer dama sólo mientras cobraba el valor que necesitaba para enfrentar lo inevitable. Sabía que la paciencia de una Rainsworth no era algo que debiera tomarse en broma pero también era consciente de la especial asignatura que le ofrecía a él como amante de cama, o tal vez porque recordaba al niño que perjuraba derrumbaría hasta el último de los cimientos que conformaban las leyes sociales tan sólo para que poseyera la libertad de desposarla, aunque fuera la segunda vez para ella.

—Miranda... mi hermana, regresó.

—¿Y eso es malo por qué?

—Porque es un peligro para todos, amor mío. Eso te incluye a ti.

Esta confesión intrigó a la aguerrida duquesa en definitiva. Ya era extraño que Rufus accediera a sus demandas con tanta facilidad, por lo que escuchar una voz trémula en él incrementaba el misterio.

—¿Qué podría hacerme una noble subyugada por ti como recurso secundario?

—No deberías subestimarla, tesoro. No por nada nuestra casa es considerada una de las más peligrosas. La información puede mover montañas.

—Creí que eso lo hacía la fe.

—Mi culpa —rectificó—. La información es capaz de torcer y reformar el universo a su antojo. Benéfico o no, pues de ello depende el manejo de toda una civilización sobre otras especies.

—¿Quieres decir que por eso la relevaste de sus cargos?

—Todos en mi familia son fenómenos, estoy seguro que ya debiste comprenderlo. Tienes una muestra infalible invadiendo tu cama.

—Puedo tirarte fuer si así lo deseas, Ruf.

—Estoy hablando en serio, cariño —espetó sin diversión.

—Me complace decirte que no puede hacerte daño, no con la alianza que compartimos. Es a ti a quien mi casa protegerá si llegase a suceder algo, por lo tanto ni tu hermano o hermana tienen oportunidad si intentasen perjudicarte.

—¿Eso significa que tenemos una posibilidad de casarnos?

—No empieces, Ruf —bufó exasperada—. Eso no es posible, no es más que una fantasía que te permito tener cuando estás demasiado insolente.

—¡Cuanta crueldad! —dramatizó el pelirrojo en forma de mofa, un aspecto que -Sheryl observó- no había cambiado mucho desde que él estaba estudiando.

No era la primera vez que pensaba en detenerlo, darle su debido punto final a esta aventura sin objeto y viciosa, de la cual el duque se negaba etiquetar como tal. Pero como siempre la vieja dama del linaje no se atrevió, no porque desconociera su postura en la sociedad o moralmente, sino porque era la única forma en que este hombre manejaba su propia vida sin caer en la fosa sin retorno a la que parecía estar condenada su sangre.

—Ruf, ¿de verdad haz desistido de casarte? Porque si yo figuro como tu principal excusa...

—Si tú no estuvieras ahí, igualmente me negaría —le interrumpió.

—Ruf.

—No soy normal, Sheryl, he aprendido aceptarlo. Intenté reparar mi camino muchas veces pero nada funcionó. No puedo arreglar lo que ya está destruido.

—¿Qué me dices del joven Lunettes? Es apuesto y atento contigo, se nota que está muy enamorado de ti. Sé que las relaciones de este tipo no son permitidas, yo misma las cuestiono, pero si lo prefieres puedo guardarte el secreto como hasta ahora para que seas feliz.

—¿Te haz hartado de esto? —inquirió levantándose bruscamente del colchón, su vista lejos del rostro anciano, ocultando el horror que sus miembros temblorosos no fueron capaces de disimular ante la mera sugerencia.

—No, Ruf. No quise decir eso, por favor recuéstate.

—Sheryl, a diferencia de tu nieta, no me interesa encontrar ni recibir un alma gemela que me ame o comprenda. Sólo necesito un alojo cuando soy incapaz de soportarlo más. Un cobijo que me negaron mis padres, uno del que sólo mi abuela, que en paz descanse, fue consciente. Fue por eso que me enamoré de ti, posees la misma confidencia, la misma severidad que ella. Ninguna otra mujer podría reemplazar lo que tú y ella me han hecho sentir.

—Ruf... —Consternada, la duquesa Rainsworth se congeló en su lecho, sorprendida de escuchar a su joven amante admitir sus razones en voz alta. Sólo podía pensar en lo mucho que la visita de su hermana le había afectado. Estaba más roto de lo que había demostrado antes.

—Si te molesta lo que hago con mi sirviente, puedo dejarlo. Si te incomoda lo que estoy haciendo pasar a tu nieta, lo detendré. Si quieres que cambie algo, sólo pídelo. Estoy dispuesto hacer lo que sea para ti, sólo no me niegues este escape. Te amo.

—Oh, Ruf. Cuando te veo así, veo a un alma que ha sido torturada.

—Si es por lastima que me dejas hacer todo esto, no me importa.

—No es lastima —declaró la primer dama extendiendo los brazos hacia el hombre que como imán accedió encontrarse con ese otro cuerpo para ser estrechado con cariño—. Es más como melancolía y anhelo por algo que ya no está aquí. Mi esposo hacía las mismas caras que tú cuando éramos jóvenes. Tan caprichoso, tan lleno de aire caliente, justo como tú.

—Así que soy un reemplazo —reconoció el duque de forma casual—. No me molesta, de igual modo tu marino ya no puede quejarse de nuestra relación donde está.

—Ruf, más respeto por los difuntos.

—Yo siempre —bromeó separándose del abrazo para dedicarle una sonrisa traviesa a la duquesa antes de ir en busca de sus ropas—. ¿Deseas que amarre las cortinas?

—No, déjalas así. Tomaré una siesta ahora mismo.

—Dulces sueños entonces.

Retornando a su posición en la cama sólo para darle un beso en la frente, Rufus se permitió transmitirle su más sincero cariño y respeto, preparado para enfrentarse a todo después de que concluyeran una tan importante charla para él con respecto a sus experiencias. Antes de vestirse por completo, se tomó la libertad de ayudarla en su tarea, dejando en claro que era consciente de su condición pese a sus cuestionables acciones. La sociedad podía llamarlo enfermo, degenerado y vulgar, pero nadie podía quitarle el amor que sentía verdaderamente hacia Sheryl Rainsworth. Este hecho a la propia receptora solía dejarla confusa.

—Duque Barma.

—Dime.

—¿Me harías un favor?

—Los que quieras.

—Intenta pensar un poco mejor en tu futuro.

—Sheryl —le llamó con ternura, comprendiendo al instante la dirección en que dirigía sus palabras, motivo por el cual no dudó tomarla del rostro para besarle una mejilla casi perversamente—. Ni siquiera Dios me concedería salvación aunque buscara redimirme. Estoy jodido por decisión propia, así que nada ni nadie puede devolverme a la luz.

Y le besó los labios con glotonería para enseguida marcharse de sus aposentos con paso firme, dejando a la cabeza del linaje matriarcal apenada por el terrible significado que resguardaban tan lúgubres palabras. Ella lo comprendía, después de todo lo había visto todo desde primera fila. Rufus Barma no detendría su forma de vida ni siquiera por una petición suya, así que decidió resignarse, no le quedaba otra. Se removió en su cama encontrando una postura más cómoda, suspirando por los problemas que aún le harían falta resolver.