Aquí comienza la secuela de "Haunted and lost": Reborn and lost :D
Espero que la disfruten nwn Muchas gracias por seguir leyendo y por todo su apoyo!
Saludando a sus compañeras, mientras iba montada en su bicicleta, Towa Taisho se dirigía, con normalidad, a la salida de su escuela. Un prestigioso instituto al que solo asistían chicas de 13 años en adelante.
Sin embargo, durante los pocos segundos en los que atravesaba la entrada, colocándose en medio de dos puertas con rejas metálicas, el tiempo se detuvo para ella.
Frente a sus brillantes ojos; de color magenta, se presentó una visión del futuro, donde su amigo de la infancia, era golpeado brutalmente por los matones que lo acosaban a diario.
Entonces, el tiempo volvió a como estaba, obligándola a frenar de golpe y, llamando sin querer la atención de dos compañeras que justo pasaban a su lado izquierdo.
Con una sonrisa, Towa les explicó divertida que su bicicleta tenía una falla en un pedal, haciéndolas reír. Suspiró. Volteó la bicicleta a su derecha y salió disparada de ahí.
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Reborn and Lost.
La otra niña.
-¡Y-Ya les di todo lo que tenía, déjenme ir! – exigió un flacucho chico de corto cabello castaño carmesí, usando grandes anteojos redondos por delante de sus ojos.
Siendo arrinconado en una pared, por cuatro jóvenes más grandes y musculosos que él, temblaba sin control mientras sostenía el maletín que llevaba siempre a clases.
Parecía que sus acosadores no habían entendido lo que dijo, ya que, con fuerza, lo apartaron de la pared; jalándolo del cabello y le dieron un puñetazo tras otro en el estómago, haciéndolo escupir saliva y arrodillarse en el piso del gran tubo vacío del drenaje, ubicado debajo de un puente de concreto.
-Riku, hicimos un trato. – habló el líder. – Si tú nos das dinero, nosotros no te molestamos.
Al instante, sus amigos rieron, dándole mucha más frustración al aludido, quien, con mucho coraje, apretaba la mandíbula.
Realmente quería enfrentarlos. Golpearlos tal y como ellos lo hacían con él, escupirles en la cara, quitarles los pantalones... pero era tan cobarde que siempre tenía que resignarse.
Un segundo después, como si la cosa no fuera peor a como ya estaba, tres de los cuatro chicos de secundaria derramaron sobre él varios cartones de leche que no se habían tomado en el almuerzo de ese día.
-¡Maldición! – pensó, temblando ante el insoportable sonido de sus risas... antes de recibir otra patada en la cara. - ¡¿Por qué siempre yo?! ¡¿Por qué siempre me tiene que pasar esto a mí?!
-¡Riku!
De pronto, una voz angelical se asomó entre tantas carcajadas sucias. Towa Taisho, a quien habían transferido el mes pasado a una escuela solo para chicas, jadeaba por haber pedaleado demasiado de su bicicleta, encontrándose en la cima de un terreno empinado.
-¡¿Y tú qué haces aquí?! – cuestionó uno de los abusivos.
-¡Si, lárgate! – prosiguió otro.
Towa, sin escucharlos, deslizó las suelas de sus zapatos castaños por el terreno, para poder correr hacia ellos y darle una patada, de lleno, al líder en su cara, enviándolo a volar más allá del tubo vacío de concreto.
Los otros muchachos se pusieron pálidos y Riku levantó la mirada del suelo, atónito. Su fuerza bruta siempre lo dejaba sin palabras. ¡El tipo la sobrepasaba en peso y estatura y aun así, era capaz de superarlo!
-¡Si no quieren que los deje peor que a ese idiota, más vale que se larguen ahora! – amenazó la joven, tronándose los nudillos de sus puños.
-¡C-Cómo si una niñita como tú pudiera asustarnos! – gritó uno de los chicos, escondiéndose detrás de otro que era más fuerte que él.
Towa suspiró. ¿Realmente nunca se cansaban de recibir palizas de su parte?
Quitándose el saco blanco de su uniforme, para luego arrojárselo a Riku; dejando ver una camisa abotonada sin mangas color gris, volvió a repetir lo mismo que hizo con el primer joven, moviéndose tan rápido como para asombrar, y asustar, a su amigo al mismo tiempo.
Los tres malhechores restantes terminaron uno encima del otro, con las caras machacadas y su soberbia por los suelos.
Para Towa, ese final parecía más que satisfactorio... de no ser porque una patrulla de policía pasó cerca de ahí.
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-Ahora si moriré... - se quejó Kohaku, golpeándose la frente en la mesa de su escritorio, el cual, estaba llenísimo con documentos viejos.
Frente a él, en condiciones iguales, se encontraban Itachi y Sesshomaru. El primero, leía una y otra vez el cariñoso mensaje que Izumi le mandó esa mañana, mientras que el segundo, jugaba con una hoja de papel, soplándole con su boca cada que quería caer al suelo.
-No veré más la televisión... ni acariciaré a Buyo.
-¿Ese gato sigue vivo? – cuestionó Sesshomaru, antes de soplarle al papel, nuevamente, hacia arriba.
-Lo sabrías si pasaras más tiempo por el templo. – le recriminó Kohaku, desconcentrando tanto su atención, como para recibir la hoja sobre su cara.
De pronto, la puerta se abrió de golpe, por lo que, en un rápido movimiento, los tres volvieron a enderezarse, tomando y leyendo los papeles que tenían a su alrededor.
Incluso, para ser más convincente, Sesshomaru se había colocado sus lentes para leer, detalle que no pasó desapercibido por sus compañeros, ocultándose tras los papeles mientras aguantaban la risa.
-Veo que su concentración es inquebrantable. – comentó Kakashi Hatake; el jefe actual de la estación de policía de Adachi. – Espero que sigan así por el resto de la tarde y de la noche.
Sonriendo bajo la máscara que llevaba, volvió a cerrar con más calma la puerta.
Kohaku suspiró, dejándose caer de nuevo sobre su escritorio, mientras varios documentos volaban a su alrededor.
-Estamos en el infierno... - comentó, viendo fatigado el techo.
Y ya quería levantarse de nuevo para quejarse con más ganas... pero una segunda visita de parte de Kakashi lo detuvo, obligándolo a esconderse detrás de otra torre de papeles.
-Por cierto, Sesshomaru... - dijo de nuevo el mayor, ganándose la absoluta atención del mencionado. - ...necesito que vengas conmigo.
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-Towa Taisho. 14 años... - dijo Sasori, el oficial de policía que se encontraba detrás del escritorio, examinando los papeles de la menor, cuya sonrisa, más que ser de nerviosismo, era de miedo puro. - ...no tiene antecedentes criminales y su historial académico es impecable. Lo mismo con su amigo Riku.
-¡Pero eso no explica cómo pudo dejar inconscientes a 4 chicos más grandes que ella! – se quejó Deidara; su compañero, parado a su izquierda.
-¿Acaso no crees en los milagros? – preguntó el pelirrojo.
-¡Milagros, mis calzones! – exclamó el rubio, volteando hacia los muchachos y golpeando la mesa con la palma de su mano derecha.
Con cada golpe; uno más sonoro que el anterior, los jóvenes se ponían más nerviosos, soltando chillidos mientras se abrazaban.
-¡De seguro utilizó una droga nueva para ponerse al "tú por tú" con ellos!
-Si realmente hiciera eso, yo lo sabría. – comentó una voz ajena, llamando la atención de los 4.
Parado en el pasillo, acompañado por Kakashi, se encontraba Sesshomaru. Los oficiales, al verlo, se levantaron bien derechos y lo saludaron, colocando sus manos derechas a la altura de sus frentes.
El hombre de cabello plateado, acercándose al escritorio les hizo un ademán para que volvieran a sus posiciones normales. Al mismo tiempo, examinaba con sus ojos dorados las ropas de Riku. Estaban llenas de leche, llevando sobre sus hombros el saco blanco de su hija.
-¿Volvieron a golpearte?
Riku y Towa asintieron con la cabeza.
-Los 4 tipos que agredió mi hija, son miembros de una pandilla que siempre están molestando a Riku. – se cruzó de brazos. – Mi esposa y yo creímos que al cambiar a Towa de escuela, dejaría de meterse en problemas.
La joven suspiró.
-¡Bueno, si el detective Taisho lo dice, entonces los dejaremos ir! – exclamó Deidara, poniendo sus manos en sus caderas, alzando el pecho y comenzando a reír.
Sasori y Kakashi lo vieron con dos gotitas de sudor bajando por sus nucas. Jamás había sido bueno ocultando su frustración.
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Saliendo de la estación de policía de Adachi, Sesshomaru se ofreció a llevar a Riku a su casa, subiéndolo a la segunda fila de asientos en su vehículo.
10 minutos después, llegaron a un hogar de aspecto ordinario. Con jardín, ventanas en la fachada y una campanilla que sonaba con el paso del viento, colgada en el pórtico de la puerta principal.
Al bajarse del automóvil, Riku le devolvió a Towa su saco blanco y le dio las gracias a Sesshomaru con una reverencia.
Mientras el detective arrancaba, los jóvenes se despedían el uno al otro, moviendo sus brazos derechos a los lados.
Ya habiendo doblado la esquina, Towa suspiró. Se acomodó mejor en el asiento del copiloto y subió sus pies al tablero, cerrando los ojos para sentir mejor las caricias del viento en su rostro.
-¿Te gusta ese muchacho?
Sesshomaru la interrogó de pronto, haciéndola sonrojar y reacomodarse.
-¡¿Q-Q-Qué te hace pensar eso?!
-Siempre lo proteges de sus acosadores.
-¡P-Pero eso no significa que me guste!
-¿Entonces?
Quedándose unos segundos en silencio, Towa parpadeó y resopló, dejándose caer en el respaldo del asiento.
-Cuando salí de la escuela, tuve una visión de muerte. – comentó, volteando sus ojos de sus piernas a los edificios que se traspasaban por el cristal del parabrisas. – Si no protegía a Riku de esos idiotas sinvergüenzas, lo habrían matado al apuñalarlo en el estómago.
Al escuchar aquello, Sesshomaru recordó que los únicos que habían recibido dones, por parte de Miroku, hace unos 4 años, habían sido Towa y Hisui, el heredero del templo Higurashi.
Ella podía ver fragmentos del futuro, mientras que él tenía la capacidad de imvocar a cualquier tipo de criatura que habitara en el mundo astral.
Una habilidad que se había perdido con la muerte de la sacerdotisa Hitomiko.
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En el patio frente al edificio de la primaria Suginami, varios pequeños jugaban con una pelota, formando un círculo, mientras se la arrojaban unos a otros.
En eso, uno de los chicos; de esponjosos mechones rubios peinados hacia arriba, no fue capaz de atrapar el juguete, por lo que, corriendo hacia él, lo alcanzó a la mitad de la calle.
Sin embargo, cuando escuchó el sonoro claxon de un camión de carga, se asustó tanto que no fue capaz de moverse.
El transporte iba a toda velocidad hacia él.
Cerró los ojos y esperó a recibir el impacto. Pero, para su mayor sorpresa, en lugar de eso, escuchó como, con fuerza, el camión chocaba contra otra cosa, por lo que, anonadado, abrió los ojos.
Parado frente a él, se encontraba una niña de corto cabello negro. Usando un largo vestido negro, que le llegaba por debajo de las rodillas, solo tuvo que estirar su mano en frente para detener el camión, destruyendo por completo su motor.
-¡WOW! – exclamó el rubio, con sus ojos azules brillando por la emoción. - ¡Eres increíble, amiga! ¡Parece como si hubieras salido de una historieta, en serio!
La menor, conservándose seria, lo miró por encima de su hombro derecho, mostrándole por un breve instante, el sharingan brillando en su ojo.
-¡Boruto! – al escuchar a su madre, sumamente preocupada, volteó de una dirección a otra, dándose cuenta de que la niña ya se había ido. - ¡Boruto! ¡¿Estás bien?!
Sakura Namikaze, con sus nervios al tope, corrió hacia su hijo y se arrodilló a su altura.
-¡Mamá! ¡¿La viste?! – le preguntó el chico de 8 años, con sus ojos azules, brillando todavía por la emoción. - ¡Conocí a una súper heroína!
Sakura parpadeó confundida.
-¡Cuando la vuelva a ver, la invitaré a mi fiesta de cumpleaños, en serio!
Fin del capítulo.
