Thor II
El viento seguía con la misma rapidez y violencia de los últimos días. La nieve, que se aparejaba con el aire tempestuoso, chocaba fuertemente contra los pinos y abetos propios de la tundra asgardiana. En la aldea, se podían observar las casas cubiertas de nieve en sus techos, las coníferas de los bosques lucían igual, el verde de sus hojas se apreciaba cubierto por una fina capa de tono blanquecino. Al interior de las construcciones se apreciaba la tenue luz de las lámparas y chimeneas que trataban de mantener calientes los interiores, de modo que se pudiera disminuir la sensación de frío que provocaban las temperaturas bajísimas del exterior.
Phecda observó que, desde hacía varias semanas, aglomeraciones de personas muy próximas al este de la aldea, sobre todo, en aquellos parajes que se encontraban más aledaños a los ríos helados. Las barcazas llegaban desde las zonas de estuarios[1] muy temprano en las mañanas o bien ya casi al caer la noche, hasta adentrarse navegando por el río y descargar muchos costales de contenido inescrutable a larga distancia.
Las actividades de descarga se daban de manera veloz, quienes llegaban eran recibidos con rapidez por aldeanos que salían de entre los pinos, descargaban las mojadas bolsas y con igual velocidad se disipaban. Los navegantes rara vez bajaban, casi siempre volvían a las desembocaduras del río para perderse en la lejanía del mar. Esta actividad resultaba inquietante y sospechosa puesto que ese normalmente era un sitio poco habitado, aunado a las pocas veces que se recibían navíos desde el exterior.
En ese respecto, cualquier bote que llegara de las lejanas tierras de Midgard era algo a lo cual ponerle atención, sin contar que todos debían contar con una orden real de ingreso, en el cual se inventariaban los contenidos, cantidad de personas y todo aquello que debería contabilizarse antes de su entrada. No obstante, aquí no había ningún guardia receptor, ni un equipo de revisión, nada.
Thor se encontraba escondido tras los pinos gigantes que se encontraban cercanos al estuario. Tenía que camuflarse lo mejor posible pues, dado su tamaño, podía ser fácil de descubrir y cualquier intento de investigación se iría por la borda. Para ello usó algunas viejas ramas de los árboles y cubrió sus largas piernas bajo la nieve y se recargó tras una enorme roca.
Era muy temprano, el viento resoplaba. Seguramente la navegación era más complicada dadas las tormentas. Sin embargo, las barcazas ya se podían empezar a divisar a lo lejos, no tardarían mucho en llegar.
En tanto las proas chocaron contra la tierra, los navegantes comenzaron a cargar costales, apilándolos unos sobre otro. Algunos parecían ser pesados por la fuerza con la que los cargaban, otros era probable que su contenido fuera ligero. Al instante un grupo de cinco personas arribaron al bote para colaborar con la descarga, acto seguido, se echaron los costales a la espalda y corrieron para adentrarse nuevamente en los bosques. Los tripulantes rápidamente extendieron las velas y dado el fuerte aire de la tormenta se volvieron a perder entre las aguas heladas.
Uno de los aldeanos corrió cerca de donde el dios guerrero se encontraba, el costal se veía pesado, los golpes que recibía en la cara por la nieve no le permitían caminar muy rápido. Thor por su parte decidió tomar cartas en el asunto, aprovechando que el resto se habían esfumado con rapidez y este estaba batallando contra las inclemencias del clima. Phecda Gamma se puso de pie, retiró las ramas con las que se tapaba y sin vacilar se postró frente al hombre que, aunque era corpulento, no tenía nada en comparación con la enormidad de Thor.
-¿Qué es lo que traes ahí?- Apuntó Thor amenazante.
-¿Eh? ¿Un dios guerrero? – titubeó el tipo al tiempo que volteaba hacia todos lados para buscar señales de aquellos que le habían acompañado.
-Así es, si le tienes aprecio a tu vida me mostrarás la carga que llevas.
El hombre sólo giró los ojos en señal de rendición, tiró el costal al piso y le dijo:
-Todo suyo dios guerrero, sólo déjeme ir.
-Lo siento mucho, debo llevarlo ante la señorita Hilda, y en función de lo que usted declare veremos si tiene derecho a volver a su vida cotidiana.
-¿Qué? Maldición- carraspeó el aldeano. Bajó la cabeza como si se sintiera sometido, y comenzó a buscar algo dentro del abrigo que llevaba. Thor lo vio con extrañeza.
Las manos le temblaban al hombre. ¿Qué podía ser peor? ¿El castigo del gobierno o el sufrimiento al que iba a ser reducido posteriormente? La decisión era difícil. Al tiempo y con rapidez sacó una daga del abrigo y se atravesó la garganta.
Thor trató de atrapar el cuerpo que se desplomó en sus brazos. La sangre manaba a borbotones por la herida que se había infringido en el cuello. Las ropas del tipo y las de Phecda se empaparon con el rojo fluido. Los ojos del aldeano lo vieron directamente con lo último que les quedaba de vida y finalmente se apagaron.
¿Por qué haría eso el hombre?, Thor no alcanzaba a comprenderlo. Lo recostó sobre el suelo que se teñía de rojo. Comenzó a hurgar entre las ropas para ver si encontraba algo que pudiera decirle la identidad del finado, o bien darle alguna pista sobre lo que sucedía. No encontró nada, sólo una vieja bolsita con tres monedas de oro. Thor las sacó y las colocó en su mano izquierda.
-Sólo te llevarás eso a Helgafell.[2] -Se puso de pie dejando el cadáver ahí en tanto se dispuso a revisar los contenidos del costal.
La humedad que había absorbido la tela comenzaba a convertirse en cristales debido al frío. La bolsa crujía al intentar moverla, aunque eso le facilitó la tarea al romper la tela.
El contenido le causaba curiosidad, había tres botellas que parecían de licor, nada inusual en ellas. También tenía una serie de bloques metálicos con inscripciones en runas, decían "Sala de raíz". Había un sobre con textura plástica con lo que parecían hebras de cabellos en tonos marrones en su interior. Igualmente, se encontraban casi hasta abajo del costal tres paquetes forrados con el mismo material plástico y algo que tenía la forma de un brazo metálico.
Seguramente el peso de las piezas metálicas hacia que la carga fuera muy pesada. Aunque a pesar de haber revisado el contenido, nada tenía sentido ni ilación para el dios guerrero.
Volvió a echar todo al costal y lo amarró para cargarlo. Para él no resultaba tan pesado como para aquel hombre. Era una lástima que no viviera más para poder cuestionarle. A pesar de eso, debía informar en Valhalla sobre lo sucedido, aunque también tenía que hacer su visita de rutina a su madre, además de asearse debido a las manchas de sangre que ahora había en sus prendas. No podía permitirse ser visto por Hilda en ese estado, así que emprendió su camino hacia su antiguo hogar, después iría al palacio.
La casa que solía habitar Thor antes de que se mudara a su nueva habitación, se encontraba en las periferias de la aldea. Estaba en un sitio no tan alejado, pero tampoco en el ajetreado centro. Como era ya su costumbre la visita a su madre cada día para colaborar en las labores de la casa se realizaba por las mañanas. El altercado que había tenido sólo había aplazado su llegada unas cuántas horas.
La nieve ya comenzaba a cubrir la puerta de entrada. Thor, con una sola de sus manos, logró quitarla en varios movimientos repetidos para poder entrar. La madre estaba tejiendo sentada en uno de los muebles de la sala de estar. El muchacho tuvo que hacer una ligera flexión para poder atravesar la puerta.
En su casa las puertas, los techos, incluso el uso de camas o baños siempre le habían representado un problema dado su tamaño. Cuando tuvo cierta edad se consideró más fuerte para poder hacerle modificaciones a su hogar de manera que la vida le fuera más asequible en ese espacio que a veces le resultaba muy reducido. En el palacio era diferente, los techos altos y las amenidades que estaban dispuestas para él, por orden de Hilda, estaban específicamente diseñados para sortear las dificultades que su corporalidad le daba.
La madre lo vio atónita:
-¿Qué te ha pasado hijo?
Thor dejó caer en el suelo de la sala el costal que llevaba y respondió:
-Había notado desde hace varios días actividades poco comunes entre los aldeanos cerca de los estuarios, al este de la aldea. Me encontré con un aldeano que portaba este saco, traté de sacarle algo de información, pero se suicidó. Esta sangre es de ese hombre, no te preocupes mamá.
La madre suspiró:
-Hijo, debes tener más cuidado, entiendo tus responsabilidades, pero Asgard ha estado extraño últimamente.
-Lo sé. - contestó al tiempo que se dirigía hacia lo que era su habitación para asearse.
- ¿Y qué contiene esa bolsa Thor? -Señaló la mujer con curiosidad.
-Son cosas que no sé para qué puedan servir, además de unas botellas de licor. Pienso que se trata de alguna clase de contrabando, pero no lo sé con seguridad. Lo llevaré tan pronto como termine de limpiarme al palacio para que los escoltas los revisen. – Dijo y cerró la puerta de su cuarto.
La señora se levantó y comenzó a inspeccionar los contenidos del saco, mientras su hijo se encargaba de sus asuntos. Su expresión se tensó abruptamente y terminó por cerrar la bolsa. Después se dirigió a la chimenea y tiró unos leños más al fuego mientras observaba las chispas que refulgían con el crujir de los maderos.
Cuando Thor salió de su recámara no pudo evitar chocar ligeramente con el borde más alto de la puerta. A veces no calculaba bien cuánto tenía que agacharse.
Después vio a su madre como miraba concentrada hacia la hoguera. Se le acercó despacio y le dijo suavemente:
-¿Qué sucede?
La mujer volteó a verlo y le contestó con la expresión algo triste.
-Nunca te conté nada sobre tu padre, ¿Verdad hijo?
-Pues no, realmente. - Por qué traería a colación ese tema ahora y de la nada. Tampoco él había hecho mucho por indagar, simplemente creyó que el padre habría muerto o se había ido.
-Te diré algo importante sobre ti. – Thor se quedó pasmado sin decir nada, mientras que la madre continuó: -Cuando naciste yo ya era una mujer mayor y no era capaz de procrear por mi cuenta. Entonces me puse en contacto con un grupo de hombres que me aseguraron que podría ser madre, a pesar de mi edad.
A su vez, ellos me guiaron con dos mujeres a las afueras de Asgard. Ellas me dieron algo de beber, perdí la conciencia y cuando desperté me dijeron que después de eso sería capaz de concebir. Y efectivamente así fue, poco tiempo después me di cuenta de que estaba embarazada.
Cuando naciste y mi marido vio tu tamaño, se asustó y dijo que eso sólo era resultado de haber acudido con esas brujas. Entonces se fue. Tu seguiste creciendo y mucho, de manera desmedida, pero nunca pensé que llegarías a ser tan grande. – terminó haciéndole una sonrisita.
- ¿Por qué me cuentas esto ahora madre? – Le dijo Thor con pesadez.
-Es sólo que creí que era importante decírtelo. Más ahora que cuentas con una nueva oportunidad de vida y que los tiempos son turbulentos. Es lo mejor.
-Entiendo. - Guardó silencio unos segundos y continuó: -No diré más por ahora, necesito pensar sobre lo que me acabas de contar. Limpiaré los gallineros y me iré después al palacio. – Cerró asiendo el costal con una sola mano, se flexionó nuevamente para salir.
- ¿Entonces fui resultado de alguna suerte de hechizo? ¿Por eso soy tan enorme? – se preguntaba incrédulo mientras hacía la limpieza cotidiana y recolectaba los huevos que las aves habían dejado. -Increíble. – Se dijo al mismo tiempo que volvió a echarse el costal a la espalda para llevarlo al palacio.
[1] Un estuario es un cuerpo de agua parcialmente encerrado que se forma cuando las aguas dulces provenientes de ríos y quebradas fluyen hacia el océano y se mezclan con el agua salada del mar. Los estuarios y las áreas circundantes son áreas de transición de tierra a mar y de agua dulce a salada.
[2] Significa "montaña sagrada". De todos los reinos de ultratumba Helgafell es el que parece más apetecible, ya que parece ser un lugar sin conflicto donde los muertos pasan la eternidad comiendo, bebiendo y conversando.
