Buenas, qué tal les va.

Primera vez por aquí y si debo ser sincero, siempre tengo esta idea cuando algo diferente me gusta. En parte, también se mezclo con la noche reciente en que vi Rocky V y sentí que sería divertido escribir una pequeña historia así. Pero como no puedo imaginar a All Might (o a Gran Torino) dirigiéndose a Midoriya en los términos que usa Mickey con Rocky (sobre todo porque el antiguo símbolo de la paz sí conoce a la madre del muchacho), decidí traer esto aquí con los ajustes necesarios para dar rienda suelta a un mal vocabulario o a un mal tono, jejeje.

Quiero dedicar este pequeño relato no sólo a todos ustedes, los seguidores de esta entretenida serie. También va para el gremio de psicólogos. Los verdaderos héroes, en ocasiones, cuando todo se desmadra. Les he tomado el pelo por muchos años, pero reconociendo su labor. Todo mi respeto, agradecimiento y admiración.

Y sin nada más que agregar salvo que este universo heroico no me pertenece, los invito a ver cómo la pasa el futuro símbolo de la paz en la consulta de un psicólogo. Bienvenidos sean.


El amor es una especie de imbecilidad transitoria, un estado de angostura mental, de angina psíquica.

José Ortega y Gasset

–Doctor, yo… no sé qué hacer.

Yo tampoco, pero me pagan por saber, así que estoy más jodido.

Porque no estaría aquí por caridad. Eso déjaselo a los héroes. E incluso ellos, entre los descansos de salvar a pobres desgraciados, bien que se las ingenian para vender su imagen.

Pero si me lo preguntas, no me imagino al mocoso del diván vendiendo su imagen. Antes regalaría toda su ropa a los pobres si creyera que eso lo convierte en un héroe. Y se moriría de la vergüenza ahí mismo, pero contento de haber cumplido con su deber y su sueño.

En lo que a mí respecta, ya es bastante malo cuestionarse sobre la salud mental de los villanos como para encima, pensar en la de los héroes. Y por si eso fuera poco, añadir al carro a los novatos en camino de serlo…

Pero bien que dicen por ahí que es mejor tarde que nunca. Y quién se queja si le pagan…

Más si el primer día sientes que ya justificas tu paga. En especial con tu primer paciente.

Antes de oír la historia de su vida, habría pensado que el chico pecoso cabeza de brócoli (tanto en forma como en color) no sólo se equivocó al golpear mi puerta, sino también al entrar a esa escuela en particular. Confirmar después que todo estaba en orden me llevó a hacer un esfuerzo que bordeaba lo insano.

Y si me lo preguntas, no. No tuve éxito en imaginarlo salvando mi trasero de un problema estrambótico. Como amanecer tras una borrachera amarrado a una bomba que amenace con volar media ciudad. Una cosa poca.

Si no me ayudó verlo de pie en el umbral y temeroso de que le pudiera saltar cualquier cosa encima, verlo todo rígido en el diván tampoco contribuyó.

–Según tu ficha, dice que te llamas Izuku Midoriya.

–S… Sí, doctor.

–Aquí dice que si golpeas con demasiada fuerza, te puedes romper los huesos necesarios para terminar en una silla de ruedas.

–Yo… yo nunca… nunca ha sido así…

–¿No te rompes huesos?

–No… no he usado una silla.

–Pero te rompes los huesos.

–Ahora menos.

–Pero te los rompes.

–¡Sí! ¡Sí me los rompo!

–Bien, ¿y a qué debo el honor de tu visita?

–Nos… nos dijeron que… nos dijeron que desde esta semana… esta semana estaría disponible la… la atención psicológica para quienes lo necesiten.

–Qué bonito –intenté imaginar quién pudo haber soltado esa información, si el tipo con cara de sueño eterno o la sadomasoquista de perfume intenso–. ¿Sabes cómo funciona esto?

–Mamá siempre decía que… básicamente uno habla con el psicólogo hasta que encuentra el problema.

–Si viniste ante la sugerencia masiva es que ya sabes cuál es tu problema.

–Yo… yo no… no… quiero decir…

Si las palabras no dicen suficiente, fíjate en la cara. La cara nunca miente. En especial si se trata de color. Y cualquiera que viera al chico, pensaría cualquier cosa. Nadie puede enrojecer de esa manera y estar del todo sano.

–Hagamos una cosa, antes de entrar en materia, me gustaría conocerte.

–A… ¿A mí? –No, a ese chico que me mira desde el reflejo de la ventana y que tanto se parece a ti, ¿me lo presentas?

–Háblame de ti.

–Pero… pero… no sé por dónde comenzar.

–¿Qué tal el principio?

–¿Se refiere a la infancia?

–En realidad… estaba pensando pedirte que me hablaras del Big Bang, pero sí, tu infancia suena mejor.

Aunque habría tenido su gracia ver al muchacho intentando explicarme el origen de la vida. Quizá se perdiera a medio camino y no tuviera idea de poner a los dinosaurios, si antes o después del ser humano.

–Siempre… siempre he querido ser un héroe tan grande como All Might, aunque… cuando era niño eso parecía un poco complicado.

All Might… no podía culparlo. Por mucho que, al lado de eso, subir y bajar el Everest en un día pareciera poco menos que un paseo por la plaza, ni siquiera por el parque.

–Yo… tuve muchos problemas de niño, ¿sabe? No… mi… mi quirk se manifestó poco… poco antes de entrar aquí.

Y esperó. Supongo que a que le dijera algo. Qué extraño, niño, ¿seguro que eso es posible? ¿No hubo un error en tus análisis? ¿Cómo es posible tan siquiera cosa semejante? Si por lo general eso se sabe en la niñez…

–A eso le llamo yo ser paciente –dije más para que continuara que por otra cosa. Sin imaginar que algo así lo aliviaría.

–Hace años que no veo a papá, se fue a trabajar al extranjero y… ya casi ni recuerdo su cara, con suerte sé su nombre.

Qué raro. Cuando era niño a eso se le llamaba ir a comprar cigarros, pero…

–Aunque… desde los cinco años hacia atrás… me cuesta recordad más cosas, ¿sabe? De niño… de niño tuve problemas… accidentes… y como no tenía… como creía que no tenía quirk, pues… no es que tuviera más problemas que otros, pero creía tener un amigo y… me dio la espalda por considerarme un estorbo –sonrió con cierta tristeza–. Aunque… él ha sido así con todo el mundo, ¿sabe? No… no puedo decir que sea así solo conmigo…

–¿Sigues en contacto con Miss Simpatía?

–Es… es uno de mis compañeros –mierda, eso sí que era mala suerte. Como si no fuera suficiente que te hagan miserable en la infancia el mismo sujeto–. Durante años… años quise creer que… que un chico como yo… sí podía ser un héroe.

–Si estás aquí es porque te convenciste.

–Alguien… alguien a quien admiro mucho me confirmó que sí podía cumplir mi sueño.

–Y aquí estás.

–A pesar de todos los problemas… sí.

–Vas a ser héroe, chico, quizá sea bueno que te acostumbres a los problemas desde ya.

–Pero… no todos… no todos los problemas se pueden… enfrentar a golpes.

Con la salvedad de que la mayoría de ellos tienen mayor potencial de matarte, le quise decir, pero me lo guardé. Porque a juzgar por sus palabras y su cara, estábamos entrando a tierra derecha. O quise creer que acabábamos de terminar el calentamiento tras resumirme su infierno particular.

Quiero decir, cualquiera con una infancia así pensaría…

–Ni todos los problemas pueden ser tan grandes como para querer golpearlos.

–Debería… debería poderse… al menos una vez.

–Entonces sí sabes por qué estás aquí –ni siquiera lo vi asentir. Esas instancias las rellenas con silencios y los interpretas a tu conveniencia–. ¿Qué quieres golpear?

–A… mí mismo.

A quién no le pasa. Mínimo dos veces por semana, es lo saludable. Pero si necesitas acudir al psicólogo por eso…

–No importa… no importa cuánto haga… no importa lo que viva… lo que lea… no importa nada, yo… no puedo, doctor, no puedo… dejar de actuar… así.

Y lo que quiera que fuera el "así", debía de atormentarlo bastante para mantener sus dientes así de apretados al tiempo que enrojecía más. Mucho más que los recuerdos de un pasado de porquería y por momentos, algo borroso. Quizás esa niebla borrosa le ayudaba a mantener a raya la frustración, pero si aún compartía con el sujeto más simpático que jamás conoció…

–Doctor, yo… no sé qué hacer.

–¿Sobre?

–Sobre mí.

–¿Cómo es eso?

–No es que… no es que no pueda hablar en público, ¿sabe? Pero… he hecho… he hecho cosas muy locas y aun así… cuando quiero hablar sobre ciertas cosas… cuando quiero hablar con alguien… es como si… como si…

–¿Cómo si?

–Como si me estuviera muriendo… y no me saliera… la voz.

Pues sí. No tiene mucho sentido si, según sus antecedentes y confirmado por él mismo, decir que ha hecho cosas locas y recién estando en su segundo año tendría sentido si sólo fuera irse de fiesta o algún sinónimo. Pero tengo delante, al parecer, a uno de los aspirantes a héroe con menos suerte de los últimos años. O más si piensas que todas esas cosas son experiencias que suman.

Pero de todo lo que dijo antes de que pudiera pestañear cinco segundos, algo me hizo campana y no pienso soltarlo ahora.

–¿Y de qué te cuesta tanto hablar, amigo?

Agradezco no haberle ofrecido agua. Se habría atragantado. En cambio, empieza a murmurar incoherencias sin mirar hacia ningún sitio en particular. Si no me responde pronto, voy a cumplir la edad de jubilación aquí. Si nos ven, no les hará gracia, pero si quiero avanzar más, tendré que presionar algunas tuercas.

–Si puedes hablar en público, ¿qué hace diferente que hables con alguien?

No creía posible que pudiera avergonzarse más hasta ahora. Si le abro la ventana, no dudará en saltar por ella. Quizá sobreviva. Tampoco estamos tan alto y si el físico lo acompaña…

–Porque… esto… es por alguien, ¿verdad, amigo?

Se queda rígido. Inmóvil. Los ojos muy abiertos. La mueca de quien ha sido descubierto robando comida del refrigerador pasada la medianoche. O con un vídeo de aquellos en tu computador.

Casi sonrío. Por supuesto. Muy altruista y todo será Midoriya, el futuro héroe de todos. Pero sigue siendo un maldito adolescente. Un adolescente atrapado en una escuela de internos y al que le falta unos padres que le den la charla de las abejitas. O en última instancia, ya lo sabe. No falta el compañero que está más adelantado y parece urgido por introducir a un pobre incauto al mundo de la… polinización.

Sí. Quizá lo sabe. Y por eso mismo, en el peor de los casos, le cuesta abrir la boca y comportar como un ser humano que no está a punto de morir de un ataque a cualquier órgano vital.

–D… doctor…

–Dime.

–Su… supongamos que… que me… que me gusta alguien.

No sé qué cara tendré, pero eso le basta al pobre cabeza de brócoli para enredarse con sus propias palabras. Medio segundo más y se atorará con su lengua.

–Yo… quiero… quiero decir… que suponga… es decir, sólo suponga que es así, porque… porque… porque que lo diga no… no… no. quiere decir que en realidad yo… yo… yo…

–Muchacho… te habría bastado con decir "suposición", ¿lo sabías?

–Yo… yo… es… esto…

–Háblame de ella.

–¿Qué?

–O de él, qué sé yo, es cosa tuya si te gusta que te…

–Es… es hermosa.

Lo dice como quien deja escapar el aire. Casi con alivio. Y con un relajo, dentro de su tensión, que casi me asustó.

–Es… es bonita… es inteligente… es… es buena persona, ¿sabe? Generosa con todos, siempre… siempre quiere ayudarnos a todos…

–¿Seguro que no hablas de una santa?

–Y es… es absolutamente buena en todo lo que hace y se propone –si te ignoran con esa elegancia, es que ya lo perdiste, toma nota–. Es… es tan…

–Si sigues viéndola así, jamás podrás sacudirte ese miedo de encima.

–¿Cómo dice?

–Vamos, amigo, todos tienen un defecto, es imposible que ella no tenga alguno.

–Incluso… bueno, no es como que… no es como que sus defectos sean un problema, ¿sabe?

Me tienes que estar jodiendo, cabrón…

Lo perdí. Buen trabajo.

–Lo que quiero decir es… amigo, si has mirado a la muerte a la cara según lo que dicen tus profesores en tu expediente… si te has agarrado a golpes con los tipos más peligrosos… ¿En serio crees que hablar con una mujer te va a hacer algo peor? ¿En verdad te lo crees?

–Es que… usted no entiende…

–Quizá si me explicas…

–Ella… es tan buena… está tan arriba de todo que… que no necesitó hacer el examen para entrar… yo sí y… y… y no fui…

Mierda. Quiero un trago. Lo necesito. Y si pudiera… qué carajo, de tener le ofrezco.

Porque ahora mismo me siento tan útil como si golpeara una montaña con los pies. Eventualmente haré una grieta. Si soy inmortal, claro. Si tengo paciencia. E incluso siendo inmortal, eso es un factor importante.

No digo que sea imposible… bien, así como lo describe, le recomendaría que intente algo más asequible, como ser presidente del país. Lo que de por sí es bastante malo si…

–Además… creo que a ella… le gusta uno de mis amigos…

¿Hablé muy pronto, Dios?

No… no… no puedo perderlo. No puedo dejar que se hunda. No ahora. No ahora que estábamos tan cerca de… de cualquier cosa que no sea este maldito pozo en el que está cayendo a tanta velocidad…

–¿Eso te lo dijo ella, Midoriya?

–No… no, es que…

–¿Te lo dijo tu amigo?

–No, él… él…

–¿Quién carajos te lo dijo?

–Mi instinto.

Si pudiera, lo agarraría de la camiseta y le daría un puñetazo. Me conformo con dejar escapar el aliento, contar hasta cuatro e imaginar que estrangulo al cabeza de brócoli. La imagen mental me causa cierta satisfacción. Creo que ya puedo hablar.

–En estos momentos, amigo, tu instinto es tan confiable como un yakuza regalándote dulces.

–Doctor…

–Si nadie ha dicho nada, no es; si no tienes pruebas concretas, no es; mira, ya bastante tienes llorando por razones más o menos válidas, ¿en serio vas a ser lo bastante bruto para inventarte más razones?

En algún momento lo agarré del hombro. Ahora lo tengo sentado en el diván y casi me siento como Mickey diciéndole al hijo de perra de Rocky que se ponga de pie. La diferencia es que no amo al muchacho, pero tampoco me hace mucha gracia verlo destruido tan pronto, cuando aún no hemos escuchado la campana.

–Mira, Midoriya… así como lo pones, tienes dos alternativas.

–¿En serio? –Si no fuera el chico, me divertiría su expresión esperanzada.

–O agonizas lentamente toda la vida sabiendo que de amor ya no se muere… o haces algo al respecto sabiendo que de amor ya no se muere.

Por supuesto que se siente defraudado. Imagínate yo, que siempre he querido hacer algo más… poder hacer algo más y no sólo hablar…

–Chico… ahora mismo no sabes nada, sólo… tienes tus impresiones.

–D… doctor…

–Yo no sé cómo te enamoraste de esa chica, pero… es lo de menos, no es un campo de razones, sino de sentimientos y a los sentimientos… los sentimientos no se mezclan con la incertidumbre.

–Pero… pero yo…

–Puedes venir todas las veces que quieras, estoy a disposición de los estudiantes, pero… si hablas de ella y de cómo te sientes por no poder hacer nada por toda la eternidad… será lo mismo que sufrir solo y callado, tal vez te sientas mejor, pero… no te puedo garantizar que, al poco de cruzar esa puerta, no vuelvas a desear no haber nacido.

–Doctor –me sorprende que me mire con miedo. No debería estar hablando de estas cosas conmigo, que no soy nadie. ¿Se puede sentir más incómodo? –. Yo… tengo miedo…

–Vas a resultar ser un héroe encantador si te permites vivir el resto de tu vida con miedo –me pongo de pie y sé que me sigue con la mirada–. O qué, ¿crees que le confiaría mi pellejo a un tipo que fue incapaz de mirar a los ojos a quien dice amar? ¿Crees que creeré que me puedes salvar la vida si no pudiste ser honesto contigo mismo?

Creo que me golpearía de poder, pero el cabeza de brócoli sólo me mira con la boca abierta un largo rato antes de ponerse de pie con lentitud. Cualquiera que lo vea pensará que ha corrido por todo el país de punta a punta. Sin embargo, se le ve más seguro que al entrar. Incluso cuando me mira… parece menos asustado que al entrar. Y si eso no es un avance…

–Gracias, doctor.

–Si me lo agradeces, convénceme de que escuchaste lo que dije.

–Yo… lo intentaré.

–Eso debiera bastar por ahora.

Sonríe antes de irse. De cerrar por fuera. Sin él, el diminuto espacio que me dieron en esta escuela parece más grande. Aún sigo queriendo ese trago. Aún tengo abierta la pantalla del computador ofreciéndome su expediente. Su fascinante historia de desmadres heroicos pre graduado. Dieciséis años…

Bueno, a los dieciséis… ¿A quién no le han temblado las rodillas frente a quien amas?

No digo que el chico tenga que hacerlo mejor. Quizá, inconscientemente, esperamos más de quienes nos salvarán el día de mañana. Por mucho que no nos agrade la idea de ser salvados.

Como sea, ahora trabajo en esta escuela. Sus estudiantes nos salvarán el pellejo el día de mañana. Y con algo de suerte, quizá pueda aportar mi granito de arena impidiendo que se maten antes de verse ahogados con sus propias responsabilidades.

Pero qué digo. Al menos en ese curso debe haber un Izuku Midoriya con un problema así, por mucha curiosidad que me cause lo que pueda pasarle después de hoy con su musa, su inspiración.

Así y todo, no puedo imaginar que haya algo peor que lo que acaba de pasar.

¿Verdad?