—Aguarda —solicitó Mikami, y hurgó en el bolsillo de su pantalón. Le entregó un pañuelo de papel a Light—. Ten, límpiate con esto. —Light sujetó el pañuelo y se lo llevó a la boca. Luego lo miró. Mikami estaba en lo cierto: tenía sangre en los labios, y mucha—. Parece que las cosas se pusieron urgentes con ese tipo, ¿eh? —insinuó, y soltó una carcajada que puso a Light de mal humor.

—¡Basta ya! —se quejó Light con cierto recelo—. No digas así. No hicimos nada.

Takada, que hasta entonces había estado apartada hablando por celular, colgó la llamada y caminó hacia ellos con apuro.

—El taxi está viniendo por nosotros —murmuró con una expresión que era el reflejo mismo del fastidio—. Nos recogerá en la vereda, esta vez no va a entrar al sendero.

—De acuerdo —dijo Mikami—. Supongo que tendremos que caminar, lo que será terrible para ti, Takada, porque vas a tener que volver a enterrar los tacones en ese asqueroso lodo.

—Lo sé —dijo ella rodando los ojos—. Anden, larguémonos de aquí. —Los dos la siguieron por el mismo sendero que usaron para llegar.

Light no pudo evitar mirar cada tanto de reojo a su amiga, sentía pena por ella. No la vio sonreír en todo el regreso al hotel, ni siquiera cuando Mikami se puso a hacer bromas en el taxi. Cuando finalmente llegaron, Takada se apresuró a ir a la habitación. No se cambió de ropa para ponerse el pijama, se acostó con el vestido y la chaqueta, se tapó hasta la cabeza y soltó un muy arisco:

—Hasta mañana.

Mikami aprovechó entonces que había quedado a solas con Light para intentar sacarle información.

—Anda, cuéntame —le rogó con apuro mientras se cambiaba.

—No hay nada que contar —soltó Light. Se puso el pijama al igual que Mikami y se metió en su cama. La holgadez de ese suéter y ese pantalón hizo que se sintiera cómodo; ya estaba cansado de estar apretado con aquella otra vestimenta—. No te permitiré elegir otra vez la ropa con la que voy a salir. ¡Casi muero asfixiado con ese top! —se quejó, aunque algo divertido. Soltó una sonrisa risueña y se tapó hasta la cabeza con las frazadas.

—¿Cómo que "no hay nada que contar"? —insistió Mikami—. De un momento a otro desapareciste. Con Takada te buscamos y no logramos encontrarte. ¡Cuenta! ¿Quién es el tipo?

Light dudó si decírselo o no, pero decidió que a final de cuentas Mikami era su amigo y tenía derecho a saber. Solo esperaba que no hiciera alboroto.

—¿Recuerdas que te conté en el restaurante acerca de un chico que me defendió de que me asaltaran? —Mikami asintió—. Bueno, lo volví a encontrar en la fiesta, y vi la oportunidad de darle las gracias. Eso fue todo.

—¡No me jodas, Light! —soltó Mikami divertido—. ¡Desapareciste por casi dos horas! ¿Pretendes que te crea que solo fuiste a agradecerle?

Light rodó los ojos.

—Hablamos un poco, bebimos un trago juntos, recorrimos el hotel… —Se quedó pensando si era conveniente contarle que Elle lo había llevado a una de las habitaciones del segundo piso para sanarle una quemadura de cigarro. Prefirió no hacerlo, de todas formas Mikami no le creería—. Solo nos dimos un beso y ya.

—¡Lo sabía! —Festejó y dio un aplauso en el aire que Light reprendió. No quería que despertara a Takada.

—¡Basta ya! —dijo Light—. No hicimos nada, en serio…

—¡Anda, Light! —susurró Mikami rodando los ojos—. Tenías sangre en los labios…

Light bufó.

—En serio no hicimos nada —insistió—. Fue un beso, nada más. —Sonó como si muy en el fondo anhelara que las cosas hubiesen sido diferentes. Se había quedado con muchas ganas de pasar al siguiente nivel con el inglés, y ahora temía no volver a cruzárselo otra vez. Y debido al apuro que llevaba el tipo Light tampoco había tenido la oportunidad de pedirle su número de teléfono.

—¿En serio eso fue todo? —preguntó Mikami decepcionado—. ¿Un miserable beso…?

—Si —contestó, y se encogió de hombros mientras Mikami rodaba los ojos.

—¡No inventes! ¿No hubo nada de acción?

—No —admitió Light. Mikami le dio un golpe seco a la almohada.

—¡Mierda, Light! Se suponía que tenías que saldar la apuesta esta noche. —«Ganas no me faltaron» pensó Light y esbozó una sonrisa ambigua. Mikami se tapó hasta los hombros y extendió la mano para apagar la luz del velador—. Cuando lo veas, dile al inglés que morder y besar no son lo mismo. O la próxima vez acabará arrancándote la lengua.

Light soltó una carcajada. Cerró los párpados, invadido por el sueño, y le pidió al universo que le concediera un próximo encuentro.


Cuando despertó por la mañana, Light sintió un dolor de cabeza que creyó producto del alcohol.

Se deshizo de las sábanas, listo para cambiarse de atuendos y bajar a la cafetería del hotel, sin embargo se dio cuenta de que Mikami y Takada seguían dormidos. No creía poder volver a conciliar el sueño y, además, creía que un café fuerte le ayudaría a aliviar un poco el dolor de cabeza, así que decidió ir solo.

Se cambió lentamente y en quince minutos ya estaba en la cafetería. El aroma a grano ni bien entró lo llenó de confort. Fue a sentarse a una pequeña mesa cerca de la ventana.

—Uno doble —le pidió al mesero con amabilidad y una sonrisa cuando se le acercó a preguntar qué café iba a beber.

Mientras esperaba, le fue imposible abstenerse de pensar en el inglés. Anhelaba verlo de nuevo, sentir su piel, sus labios, sus manos… que habían jugado a descubrirlo debajo de esas estúpidas ropas insinuantes, las cuales pensaba no volver a ponerse nunca más.

Se preguntaba si volverían a cruzarse. Quizás debiera acudir a esa "fiesta de la luna" más seguido.

—Gracias —le dijo al mesero cuando le dio su café. Lo sujetó y alzó la vista para dirigirla hacia el televisor de la cafetería, situado en un rincón y a todo volumen.

Estaban transmitiendo las noticias más recientes del día, y la reportera que hablaba estaba detrás de un hotel que se parecía demasiado al que habían ido la noche anterior. Tal vez "demasiado" no era la palabra correcta porque cuando agudizó la vista se dio cuenta de que, en efecto, era el mismo. La sangre le cayó a los pies al leer el encabezado: «Masacre en discoteca londinense».

Reiteramos —dijo la reportera—: Los cuerpos mutilados de diez personas fueron encontrados en los recintos de un edificio abandonado donde, aparentemente, se llevó a cabo una fiesta esta madrugada. —Light casi escupe el sorbo de café que estaba tomando—. Las heridas en los cuerpos son tales que a los médicos forenses se les dificultó reconocer a las víctimas. Pero, finalmente, y luego de un par de horas de trabajo exhaustivo, lograron dar con la identidad de todas.

«No es cierto», pensó Light. «De verdad no puede estar pasando esto».

Aparecieron diez fotografías en la pantalla del televisor. Luego, la reportera las mostró de a una mientras mencionaba el nombre completo de la víctima, su edad y su país de origen. Una de ellas logró hacer que el corazón de Light se estrujara.

Era Ídan.


—Esto tiene que ser joda —exclamó Mikami mientras googleaba acerca de los asesinatos. Takada había preferido no participar de la conversación; ni bien se enteró que Ídan era uno de los fallecidos, rompió en llanto y se encerró en el cuarto.

Light se quedó sentado en uno de los sillones del living junto a Mikami, quien continuaba leyendo vorazmente acerca del homicidio en masa.

—¿Qué crees que haya pasado? —le preguntó Light. No podía dejar de pensar que habían hecho excelente en irse temprano de ese lugar.

—Por lo que leo, nadie sabe un cuerno —atisbó Mikami con abatimiento—. Al parecer todo se dio normal hasta que la mayoría de los invitados se fue —dijo mientras continuaba leyendo las noticias por el celular—. Solo unos pocos se quedaron después de la madrugada. —Hizo silencio—. ¿Crees que Ídan haya sido uno de ellos?

—No me cabe la menor duda —dijo Light, quien había quedado sumido en sus cavilaciones mientras hacía conjeturas sobre lo que pudo haber pasado después de que se fueran.

—¿Irás a la ceremonia velatoria? —preguntó Mikami de repente—. Harán una en conmemoración a las víctimas… —Light agachó la mirada. No podía caer en la cuenta de que hasta hacía apenas unas horas había estado hablando con Ídan, y ahora ya no volvería a verlo nunca más. La desolación empezaba a consumirlo. Tampoco podía dejar de pensar en qué hubiese pasado con él si se hubiese quedado con el inglés, si no se hubiese ido, si aquel no se hubiese mostrado urgido porque se largara—. ¡Diablos! —exclamó Mikami—, es horrible pensar que sus familiares no podrán despedirse de sus seres queridos. La mayoría de ellos eran extranjeros que estaban en Londres vacacionando.

Light respiraba pausadamente y, como era típico de él, intentaba armar la secuencia de los hechos en su imaginación. Sin embargo, había una pieza del rompecabezas que según él no encajaba.

—Mikami… —murmuró Light.

—¿Qué? —preguntó el moreno, quien había vuelto a agarrar su celular para entrar a Internet y leer noticias nuevas acerca del suceso.

—¿Recuerdas que me dijiste ayer que Ídan se quedó con… un tal Beyond?

—Sí —respondió Mikami, y empezó a hacer memoria—. Y tú me dijiste que se trata del tipo que intentó asaltarte. Es un moreno alto, delgado, de cabellos despeinados, y pálido —agregó—. ¿Por qué sabes su nombre? ¿Hablaste con él? —preguntó, extrañado.

Light negó rápidamente con la cabeza.

—No, pero sí con su hermano Elle —respondió—. Fue quién evitó que Beyond me robara y… —Quedó pensativo—, por él fue que desaparecí toda la noche.

Mikami enarcó una ceja.

—Me cayó fatal Beyond. ¡Fue muy descortés! —exclamó Mikami—. Me estaba despidiendo de Ídan y él se entrometió para exigirme que me largara. ¡Maldito imbécil! —Light se echó sobre el respaldo del sillón y abrió grandes los ojos. A Mikami le dio la sensación de que su amigo se había quedado petrificado—. ¿Qué tienes, Light?

Light pestañó repetidas veces. Le costó un buen rato salir del trance, hasta que pudo hablar:

—Beyond no fue una de las víctimas —murmuró.

—No, de hecho no es uno de ellos —respondió Mikami, quien había abierto una nueva pestaña en Internet donde se detallaba la identidad de los cuerpos encontrados por la policía.

—Y es su hermano…

—¿Y eso qué? —preguntó Mikami sin comprender.

Light recordó las palabras exactas que le dijo el inglés antes de botarlo hacia la salida: «¡Debes irte ya mismo!». Eso sumado a la desesperación que Elle mostró porque se largara de ahí, hizo que Light sospechara. Empezó a conjeturar en su cabeza. No le quedaban dudas de que Elle sabía de antemano que algo malo iba a pasar, ¿por qué lo había echado de esa manera si no? ¿Por qué el apuro porque se fuera? Sintió un malestar repentino que casi le provocó una bajada abrupta de presión.

Elle, definitivamente, estaba implicado, y no lo podía creer. Había sido el hombre que había evitado que se propasaran con él en el callejón. Era el hombre que la noche anterior le había curado una herida de quemadura en la mano…, y ahora su comportamiento hacía que Light sospechara que fuera cómplice del asesinato de Ídan.

—Elle sabía que algo malo iba a pasar —explicó Light en estado de trance—. ¡Me obligó a que me fuera! Debí salir a las apuradas de ese lugar, estaba urgido porque me largara. —Cruzaron miradas con Mikami. Y si Elle estaba implicado, entonces Light podía estar seguro de que su hermano también. Comenzó a morderse las uñas.

—Mierda, Light —soltó Mikami—. Hay que testificar con la policía.