Capítulo 44.. ¿Quién no es un demonio?

Arañas explosivas.

Seres amorfos.

Criatura que envuelven a Sasuke sobre las armas de un árbol.

Gritos de:

- ¡Hora de usar el C2!

Y acto seguido en los cielos se puede ver volar un dragón de arcilla gigante el cual deja salir por su hocico más bombas miniatura.

Sasuke odia haberse levantado ese día.

Desde que llego a la última guarida de Orochimaru se había sentido mal, pero todo lo debió a la cocina inmunda de Karin.

Jamás volverá a aceptar agua extraña que provea ella.

Su equipo de alguna manera muy caótica había crecido.

Kakashi en algún momento simplemente pareció a renunciar a controlarlos, diciendo que tenían que trabajar en equipo, el hombre perezoso y se lo dejo todo a Yamato quien, recibió el mismo día, un anuncio de Hokage-sama, que debía de volver a Konoha de forma urgente, anunciando que Sai debía acompañarlo.

Eso lo dejo con Karin, con Jugo - quien sólo obedecía a Sasuke -, y otro chico llamado Suigetsu.

Un chico que se pensaba era otro de los experimentos de Orochimaru, más bien tenía la facultad de absorber chakra por medio de la piel.

Siendo un joven de la edad de Sasuke, tiene el pelo blanco con un ligero tinte azul, los ojos morados, y lleva una camisa sin mangas color púrpura con pantalones grises. Lleva un cinturón alrededor de su cintura con botellas de agua y otro cinturón alrededor de su cintura que sostiene su espada. Normalmente, Suigetsu parece simple y normal, pero con su Jutsu de Hidratación, puede modificar la forma y el tamaño de su cuerpo, tales como la de un brazo musculoso o la fusión con el agua para convertirse en un maremoto.

Se les hizo tanto a Jugo como a Suigetsu muy… agradable, volverse la compañía del Uchiha, quien de todos los mencionados, parecía ser el único aun con algo de coherencia dentro de si.

Porque Kakashi pensó que sería buena idea dejarlo con tres subordinados de Orochimaru, quienes se habían enterado por el bocotas de Sai, que fue el mismo Sasuke quien lo asesino, estaba más allá de él.

Por alguna razón, los dos nuevos integrantes del equipo trataban a Sasuke como su nuevo líder.

Sabía que lo estaba vigilando, pero parecía más una prueba a los ojos del pelinegro. Como guiar a ninjas rebeldes, por supuesto porque Sasuke había superado al más nefasto de todos ellos, tomando su lugar natural en el mundo.

Había decidido revisar el perímetro, - solo -, para confirmar que no había escapado algún científico loco de poder idéntico al fanatismo de Orochimaru, cuando de la nada dos aves cuasi deformes bajaron al suelo de su vuelo y justamente aquel rubio que tramo contra Gaara-san, apareció frente a él.

A su lado, estaba un hombre con máscara totalmente naranja y de un solo ojo, quien hablaba infantilmente.

Sin embargo, fue el rubio ruidoso sobre un Arte pasional el que lo reto a un combate.

¿Por qué quería pelear contra Sasuke?

Por asesinar a Orochimaru, debido a que el Sennin era negocio de Akatsuki, y ante ellos debió de haber pagado sus crímenes y no ante un ninja cualquiera de la Hoja.

¿Qué?, pensó estupefacto Sasuke mientras miraba fríamente a Deidara.

Akatsuki debería celebrar que el Sennin falleció, pero en fin cada mente es un mundo.

- ¡Super katsu! – escucho al bombardero gritar desde las alturas.

Entonces la cabeza del dragón de arcilla se inclinó dejando abierto su hocico de donde salió otro dragón más pequeño.

Uno que iba directo a la ubicación de Sasuke. El dragón más grande siguió lanzando criaturas deformes de su boca mientras ayudaba al pequeño dragón a distraer al Uchiha. En un momento, tomado por sorpresa, detrás de él el dragón en miniatura hizo contacto y exploto.

El cuerpo de Sasuke desapareció en el fulgor del estallido.

- ¡Esa es la belleza del combo ataque! ¡Por supuesto que sí!¡Lo vencí! ¡Yeiy! – gritos entusiastas brotaban desde lo profundo del rubio piromaníaco.

Su grito fue interrumpido crudamente por la enorme estela de luz que sobresalió de una de las alas de su dinosaurio volador.

De manera muy inteligente, Sasuke había enterrado su katana sobre la tierra, creando un escudo electrificado a su alrededor.

Sin ningun daño visible, desenvaino su arma y activo una explosión de chidori inyectándole una gran porción de chakra.

La katana se volvió en un láser el cual utilizo para dañar una de las alas del dragón.

Al tiempo que el deforme caía, Sasuke se aseguró de terminar a Deidara con el lanzamiento del Jutsu Shuriken, del cual dos enormes shuriken manipuladas por hilos de chakra del Uchiha se incrustaran violentamente en los brazos de Deidara, adhiriéndolo cruelmente a su propia creación.

Cuando el dragón cayo, fue como si se activará de inmediato una bomba, dejando reducido a la nada el frondoso suelo donde aterrizo brutalmente.

Pensando que estaba resuelto satisfactoriamente, Sasuke se dio media vuelta para rastrear a Kakashi e informar su proceder, hasta que sintió algo caminarle por la espalda.

Una de las arañas aún seguía pegada y caminando lo más cerca posible a su rostro, subiendo por su hombro.

Sasuke se clono a si mismo dejando a su doble bajo la suerte de la mortífera arácnida.

Una risa malévola sonó desde el cielo.

Otra ave deforme creada con arcilla se veía surcar los cielos con Deidara montado sobre él. A pesar de ser un joven de ojos azules y cabello largo rubio, Painado con una cola de caballo y mechones sueltos los cuales le tapan el lado izquierdo de su rostro, luce bastante demacrado ahora. Su principal peculiaridad es que en cada palma de sus manos tiene una boca humana, con dientes, lengua y glándulas salivales; la función de estas bocas es mascar y moldear arcilla especial que lleva en dos riñoneras en la cintura. Con esta arcilla, Deidara lleva a cabo su principal técnica: la creación de animales de arcilla cargados de chakra que se mueven como si fueran reales a voluntad de él, y que a su orden pueden explotar con gran potencia o incluso hacerse más grandes.

En su ojo izquierdo, lleva una mirilla amplificadora para poder ver con precisión todo lo que ocurre a distancia, lo que confirma que a corto plazo es bastante incompetente.

Ahora sin la capa de las nubes rojas, Sasuke solo quiere rodar los ojos. Todos en Akatsuki, parecen zombies a este punto. Sus brazos parecen cosidos entre el codo y el hombro, lo que lo hace muy parecido a un muñeco de trapo, especialmente por la sangre derramada donde habían apuñalado los shuriken.

- ¡Katsu!

Mientras Sasuke observaba al Nukenin de Iwagakure, no se percató del ciempiés escala humano que brotaba del suelo y se enroscaba en su cuerpo rápidamente.

Al grito de Deidara, el bicho exploto llevándose a Sasuke.

- ¡Soy más fuerte que tú! ¡Mi arte es imposible de esquivarlo!

Por detrás de los árboles, el lunático rubio observo como salía tranquilamente, con las manos en los bolsillos, el niño Uchiha.

Impactado, no entendió hasta que comprendió que debió utilizar un clon todo este tiempo.

Desesperado por demostrar que era más fuerte que un Uchiha, un ninja de Konohagakure de todas las cosas, se mordió el labio inferior al tiempo que de la riñonera comenzó a sacar mucha arcilla, la cual se metía a la boca continuamente hasta que sus mejillas estaban demasiado hinchadas.

En un momento, mirando con odio a Sasuke, empezó a vomitar toda la arcilla.

En lugar de quedarse totalmente quieta, la sustancia empezó a deformarse conforme caía cambiando de color y formando una figura. Sasuke está sorprendido y horrorizado, dejando más abiertos de lo normal sus orbes oscuros. Un Deidara de más de treinta metros de alto con capa de Akatsuki ha salido del vomito del Deidara original.

- Si esa cosa explota… - murmuro para sí mismo mientras veía la enorme cosa idéntica al piromaníaco.

- ¿Piensas que puedes escapar lejos de mi C4 Karura, niño de Konoha? – pregunto enloquecidamente el Nukenin.

Sasuke, pensando que el ataque sería muy parecido al del dragón, se deslizo lejos del lugar, corriendo en sentido contrario.

El colosal fenómeno pareció respirar profundamente, pero en lugar de inflar los pulmones, o donde deberían de estar, empezó a inflarse completamente, ensanchando todas sus facciones, convirtiéndose en una gigante bola de color negro y amarillo.

De un momento a otro, estallo por toda la presión acumulada dentro de él.

Sin embargo, antes de que Sasuke frunciera el ceño ante la confusión del supuesto ataque, su nariz le permitió oler el fétido olor que impregnaba todo el perímetro y cercanías del lugar del bombardero.

Azufre.

Flamable.

- ¡Katsu!

Cuando escucho a Deidara gritar su jutsu, todo lo que el gas ha sido arrastrado por el aire por el estallido del colosal, empieza a disolver todo a su paso: aves, madrigueras, ramas, piedras, todo empieza a disolverse incluyendo, muy alarmantemente, su propia ropa.

Su uniforme jōnin se está perdiendo entre la nada del aire, y Sasuke sólo puede ver como su propio brazo, después sus piernas están desvaneciéndose, consumidos por el gas en combustión.

Al final, no queda nada del Uchiha.

Ni un mechón de sedosidad oscura.

- ¡Sublime!

El desvanecimiento de las cosas, recursos naturales, se detiene a metros lejos del propio Deidara, quien consiguió estar a salvo sobre su ave voladora.

- Sí, sí, esta es mi obra maestra de arte

Murmura empezando a emocionarse cuando es interrumpido violentamente por la katana que le atraviesa rudamente el pecho, ingresando desde su espalda.

Cuando su cabeza rubia gira detrás de él, horrorizado, sin poder comprender, observa que es Sasuke, que luce totalmente tranquilo, quien lo apuñalo con su katana electrificada.

- …Te vi morir… – murmuro Deidara, estupefacto.

- Genjutsu – fue la única palabra que broto de los labios de Sasuke.

- Entonces deberías de saberlo también.

Después de las palabras del Nukenin, manos que brotaron por debajo de los pies de Sasuke, lo sostuvieron contra el ave, así es como Sasuke percibió que el cuerpo al que había apuñalado solo fue un clon, el cual era de arcilla y empezaba a deshacerse y regresar a formar parte del pájaro.

- Bushin – murmuro el pelinegro, al tiempo que Deidara tomaba exageradamente aire y de sus múltiples bocas, las de las manos y el rostro broto una esfera negra que empezó a encerrar al Uchiha.

Mientras Sasuke esta inmovilizado puede oler a la esfera apesta a gas, ensombreciendo todo a su alrededor.

No había que ser un genio para saber en qué lo estaba encerrando Deidara. Provocando su chakra a toda su velocidad, enciendo su sharingan de tres tomoes, para moverse aún más rápido, activo el chidori en su mano izquierda, generando un látigo de luz, lo cual abrió la malvada esfera. El Uchiha se contorneo mientras caía por los cielos, al haberse incendiado el ave deforme, justo a tiempo para ver a Deidara lanzándole un jutsu incinerador. En segundos, aun mientras caía, el cuerpo de Sasuke se desintegro.

Cayendo maltrecho a la tierra, Deidara levanto la mirada a donde hubiera caído el Uchiha. Reviso moviendo nerviosamente sus ojos azules, nervioso y conmocionado.

- Gane, realmente gane, - murmuraba lentamente, sin poder creérselo – Gane, ¡soy victorioso! - gritaba enloquecidamente.

De nuevo, por tercera vez en su combate, su grito de triunfo fue interrumpido por un golpe a puño limpio de parte de Sasuke quien salió de la nada, frente a Deidara.

El rubio, tropezando hacia atrás, cansado, agotado de tanto chakra requerido para esta batalla, estaba angustiado. Se podía ver la frustración y la sorpresa en su rostro porque su contrincante había vencido todos y cada uno de los ataques que le envió. No entendía como es que este chico, uno con ojos sangrientos, podía esquivarlo e incluso agotarlo cuando tantos antes que él, no lograron resistir siquiera cinco minutos. Incluso acabo con una Aldea entera y nadie más que Sasori no Danna, fue capaz de seguirle el ritmo.

Necesita saber:

- ¿Cómo pudiste evadir mis C4? – su voz teñida de ira y rencor.

Sasuke quien lucía cansado, parte de su uniforme estaba chamuscado.

No tenía ningún rasguño, pero se veía algo pálido. También el chakra que utilizo por el chidori, estaba pasando factura.

- Cuando peleas con un usuario de Sharingan es esencial esconder tus manos cuando realices los sellos, no importa que tan rápido los formes, estos ojos míos pueden ver todo correctamente. Así es como observe que todos tus jutsu incluían el uso de sellos de elemento tierra. Por eso, si tus bombas son electrificadas por mi elemento rayo, tus bombas se vuelven inútiles Ese es tu punto débil.

Viéndose en la desesperación de una respuesta tan obvia y tan injusta por la existencia de ojos que pueden ver sus movimientos, de las bocas en sus manos salieron dos serpientes de arcilla albinas, directas a tomar los pies de Sasuke, quien únicamente volvió a electrificarse a si mismo y por ende a las víboras que se acercaron a toda velocidad.

Sin embargo, haber hecho eso nuevamente, tomo lo último de su fuerza útil. Lo que le queda es su fuerza vital; si llega a utilizarla, será su fin.

Sasuke no dejo de mirar a Deidara en ningún momento; necesitaba saber lo que haría a continuación el bombardero para saber cómo proceder. La sensación del sello en su muñeca picaba por llenarlo de chakra.

Detectando que Deidara estaba en las fauces de la locura y la demencia viendo como Sasuke parecía más cansado con cada segundo. Moviendo sus manos a su riñonera, le dijo:

- Ni siquiera tú tienes chakra como para detener esto.

Acto seguido, se retiró la camisa de malla negra dejando la piel de su pecho a la vista, donde se percibía un tatuaje.

Sasuke lo identifico por los tantos sellos que le ha mostrado Naruto.

Un sello en su pecho izquierdo por encima del corazón con forma de boca.

El malvado Nukenin acerco su mano derecha hacia el tatuaje haciendo que los dientes de esta soltaran el hilo que parecía atravesar el tatuaje, cuando termino de caer por completo el hilo negro, se dejó ver que el tatuaje realmente era una boca cocida la cual era todavía más grande que la de su propia cabeza.

Sasuke observa como el rubio piromaníaco sonríe victorioso y murmurando sin dejar de ver al Uchiha:

- Esta será mi última pieza de arte.

Su cuerpo empieza a quebrarse, cual arcilla rota, sus ojos llenos de demencia,

- Obsérvame ¡explotaré!

Sasuke está ideando a toda velocidad pensando si Naruto volverá a tardar ocho horas en encontrarlo, pensando en todas las salidas posibles, como saldrá de esto cuando su chakra ya no le responde.

- Disfrutare muriendo y convirtiéndome en arte a mí mismo. Esto será como ninguna explosión antes, y legará una cicatriz en la tierra a diferencia de cualquier otra cosa.

Escucha las desviaciones mentales del esquizofrénico, mientras fríe su cerebro entre varias ideas, ninguna completamente funcional, hasta que siente un brazo en sus hombros.

- - Kamui – escucha susurrar en su oído.

Inmediatamente una luz que se activó frente a él que no duro más de dos segundos, se llevó al bombardero y a todo rastro de la inmensa explosión que estaba preparando.

Alcanzo a escuchar como el rubio grito Katsu, pero fue lo último. No hubo más ruido. Sin más sonido. Abrió los ojos oscurecidos sin el sharingan, para ver que no había rastro alguno de Deidara. Ni siquiera había huella de cualquier incendio que se pudo haber generado.

- Sabes elegirlos, ¿no es así, Sasuke-kun? Te gusta rodearte de rubios ruidosos.

Kakashi.

Un sensei tan perezoso que solo se involucró cuando ya estaba al final de su límite, y lo ayudaba a recargarse con su hombro.

Desgraciado.

- Ahora Naruto será quien hará berrinche al saber que ha sido el único que no ha acabado con un Akatsuki, ¿ne, Sasuke?

El Uchiha abrió más los ojos.

¡Acabo con un miembro criminal, por sí solo! El jutsu de teletransportación de Kakashi no conto.

¡Lo hizo por sí solo!

No sólo termino con Orochimaru, acabo con una de las amenazas contra Naruto. ¡Niisan estará orgulloso!

Sasuke hubiera sonreído triunfalmente, si el agotamiento de chakra no lo hubiera desmayado.


- Cúbrele la cabeza, Danzo-sama dice que esperaremos a Fu. Por mientras, debemos recordarle a quien le debe lealtad Sai.


Naruto tuvo que desviar su mirada.

La escena parecía demasiado… íntima.

De hecho, se sintió incomodo al ser el tercero en discordia.

Así que les brindo privacidad a su viejo amigo Utakata y su aprendiz Hotaru.

Ni siquiera se habían dicho nada, pero cuando ella entro a la habitación del hospital Utakata no tuvo ojos para nada ni nadie más.

Pasaban los segundos y Naruto se sentía tan incomodo que prefirió recorrer los demás pasillos, esperando darles tiempo. Es entonces cuando vio, recargado holgadamente, de una las ventas abiertas que daban al parque, al chico Nara. De lo poco que pudo recopilar y le permitieron saber, sabía que este pelo de piña había sido uno de los que pelearon con Akatsuki.

Naruto ansiaba y desesperaba por algo de información, la cual le habían negado, instándole a seguir apoyando en la recuperación a Utakata.

Entre eso y la meditación, sentía que tenía demasiado tiempo libre, así que decidió acercarse a este chico.

- Oy.

Cuando vio que la cabeza del Nara volteo en su dirección, y lo identifico, el holgazán se congelo.

Naruto vio sombras en sus ojos desvelarse, pareciendo una venda caída de su mirada, y supo que, de alguna manera, este chico, que lo veía disimuladamente, sabía quién era. Así que siendo así, no había necesidad en perder tiempo presentándose, mejor directo y al grano:

- ¿Quieres comer ramen, dattebayo?

Su sonrisa zorruna salió en todo su esplendor.

Shikamaru no tuvo oportunidad.


Su sharingan giraba rápidamente, succionando todos los detalles, toda la información posible.

Por supuesto, no esperaría nada menos del menor. Con Itachi y Shisui como mentores y nada menos que el copia ninja como sensei, Sasuke era un genio. Tal vez no al nivel de sus maestros, pero sólo se perfeccionaría con la práctica.

Esta era una excelente noticia.

Lo que lo hacía perfecto, era al parecer ese continuo apego al chico rubio del que creyó haberse deshecho hace años. Fue una sorpresa cuando descubrió que seguía con vida; aun mayor al saber que estaba conectado de alguna manera con aquella a la que llaman la Hechicera de Konohagakure. Ahora si confirmara que la vieja sádica de la Yama-uba tuvo algo que ver en todo esto… Wow… simplemente wow.

Era tan irónico.

Años de planificación militar para que, en unos cuantos meses, al parecer, de alguna misteriosa forma, el jinchūriki del Kyūbi no sólo haya renacido como un fénix de entre las cenizas, sino que ha hecho tambalear su maravilloso plan.

Lo peor es que si no contara con el apoyo de Zetsu, nada de esto lo habría averiguado por su cuenta.

Suspira internamente, enfadado consigo mismo. Luego entrecierra los ojos, analizándolo muy bien.

Sí, Sasuke sería la forma en cómo llegaría al jinchūriki, en vista de que la famosa hermana era escurridiza.

Pero ver al Uchiha siendo cargado por su sensei con medio sharingan, alejándolo del bosque, bueno… Sasuke no era tan escurridizo ciertamente.

Así, el hombre conocido como Madara no le dedico un segundo pensamiento a su compañero rubio fallecido de Akatsuki.

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La idea era matarlo; o al menos eso pensé.

Era un día tenebroso donde gotas acuosas briznaban ligeras desde el cielo al suelo.

No llegamos a tiempo. El hombre que poseía al Yonbi había perdido la batalla hace tiempo contra Akatsuki; sin embargo, a las afueras de Takigakure, nos encontramos con su captor.

Kirigakure no Kaijin. El Monstruo de la Niebla Oculta.

Fue llegar a la cima de un barranco y ver que estaba sentado cómodamente con una rodilla levantada y la otra sobre el aire, al parecer aguardando por nosotros.

Dándonos la espalda, no vio llegar nuestras figuras encapuchadas; sin embargo, sabía que estábamos presentes. El silencio se impartió por todo el lugar, con excepción del trueno ocasional y el caer de la brizna.

Cuando estaba a punto de cortarme la palma con mis uñas, el ninja renegado suspiro y se levantó de su lugar. Sin voltear a vernos, su voz rasposa, ronca y grave por igual, llego a mis oídos:

- Líder-sama aun te busca Itachi-san.

Entrecerré los ojos, sin dejar de ver a nuestro objetivo.

Taicho no dijo nada, simplemente espero a que continuara hablando la enorme figura.

Otro trueno arreció en el cielo, el cual parecía oscurecerse más con cada segundo. Los relámpagos no se hacían esperar más allá de las nubes emanándonos destellos de luz. Iluminaba tétricamente al hombre sobre el barranco.

- ¿Has decidido que te gusta más tu mundo de mentiras? – su voz suena burlona pero no en un mal criterio, sino más como curiosa.

Gira su cuerpo permitiéndonos ver su rostro. Y ahí estaba, imponente. Uno de los hombres que más miedo ha generado en los callejones de Kirigakure aun hoy día. El mito, la leyenda viva.

Hoshigaki Kisame, O o Motanai Bijū, la bestia de cola sin cola.

Estoy segura de que es el hijo perdido de algún Samebito, un enorme hombre tiburón mitológico casi como un centauro, sólo que en lugar de cuerpo de caballo, branquias y piel azul lo adornaban.

- Cuanto tiempo, Itachi-san.

- Kisame-san.

Es un shinobi muy alto y musculoso, y con facilidad el miembro más alto de Akatsuki que he visto, incluso parece tener la estatura de Otousan. Era sorprendentemente curioso, un hombre bestia tal cual, sin estar en modo sabio. Tenía una apariencia distintiva de tiburón, completa con piel azul gris.

Cuenta con ojos pequeños, redondos y blancos, 3 juegos de marcas faciales curvas debajo de los ojos, branquias en los hombros, y dientes triangulares afilados, aunado a su cabello azul peinado en forma de aleta de tiburón.

Como miembro de Akatsuki, no podía faltar el fino esmalte de uñas de color púrpura oscuro, el cual creo tiene algo que ver con el anillo Akatsuki en su dedo anular izquierdo, el cual llevaba el kanji sur, que era de color amarillo. Sasori y los hermanos zombies también llevaban uno, cada uno, con esmalte distinto en sus uñas, ¿secuela de algún sello?

El protector de frente rasgado de Kirigakure, que también cubría sus oídos, firmemente en su lugar, brillando orgulloso de estar deformado.

Ahora, las palabras de mi capitán me obligan a quedarme quieta un momento.

Taicho no era sino un modelo shinobi a seguir; por tanto, si mencionaba el nombre de pila de este hombre tan libremente, significa que lo conoce, y más allá de eso, le tiene confianza.

- Veo que tienes compañía esta vez, ¿reemplazará tu lugar? De cualquier manera, Líder-sama no desea a nadie más que no seas tú.

Esperando un ataque traicionero tanto de Taicho como de este hombre, reflexione sobre cuanto calcule erróneamente, cómo no vi este desarrollo. Debí poner más atención, pero tan segura como estaba que Taicho me estaba traicionando, su voz se escuchó a pesar del estruendoso trueno que resoplo en el viento:

- Reitero mi oferta, Kisame-san.

El relámpago que siguió, ilumino los lúgubres ojos amarillos del ninja renegado.

- ¿Mi retiro prematuro? – respondió con otra pregunta, luciendo sombrío.

Bien, no fingiré entender nada. Eso es porque ¡no estoy entendiendo nada! Por ahora, dejemos que los hombres hablen.

- La sed de sangre que Akatsuki ha inculcado en ti sólo sirve para sus propósitos, no para los tuyos - la voz de Itachi era suave, como quien habla de que denso está el clima.

Lo más impactante es que este hombre parecía, en efecto, estar considerando las palabras del Uchiha. Entrecerró los ojos hacia la figura de mi capitán, quien estaba a mi derecha, más como reflexionando que amenazando. Pasaron segundos en calma antes de que Kisame-san respondiera:

- ¿Cómo sabes que es su sed de sangre, y no la mía, la que define mis acciones?

- Debido a que eres un excelente shinobi, tu verdadera lealtad conlleva aceptar el honor de tu organización como si fuera tuya.

El hombre de dos metros inclino levemente la cabeza, mientras Itachi continuaba:

- No pediste tomar la vida de tus compañeros en primer lugar, te lo exigieron superiores con voluntades retorcidas.

- Akatsuki busca un plan final para las mentiras de esas voluntades retorcidas – contrarresto el tiburón.

- Un plan cuyos medios son la violencia de la que estas tratando de escapar.

- Difiero Itachi-san, no me ves asesinando a mis compañeros.

- Tienes conocimiento que los compañeros de tu actual afiliación exterminaron también a los suyos anteriores.

Eso saco una risa benevolente de Kisame, quien nunca soltó su mirada penetrante de Taicho:

- Por cierto, compañeros de los que supe, tuviste algo que ver. No había tenido la oportunidad de decírtelo, pero… ansiaba ver el día que el venenoso de Orochimaru se ahogara en su propia sangre tanto como deseaba que los bastardos hermanos Zombie fueran exterminados por todas sus estupideces, - elevo los hombros ligeramente – Hubiera deseado hacerlo yo mismo, pero negocios son negocios, así que arigatou, Itachi-san.

Ahh… entonces Akatsuki no es el grupo de amigos íntimos que se pintaban mutuamente sus uñas los viernes por las tardes que pensé que podrían ser. Tenían altos conflictos internos; con razón, más allá de búsqueda de venganza o justicia para estos criminales, sólo habían rumores de que habían buscado más miembros para rellenar los espacios vacíos.

- No deseo que formes parte de esa lista, Kisame-san.

Taicho sonaba tan sereno, su voz ni siquiera mostraba nerviosismo o anticipación por la posible pelea que sucedería a continuación.

- Por el contrario, Itachi-san, me molestaría tener que entregarte a tu enano compañero en pedacitos - Comento a la ligera, mientras estaba reacomodando su espada atesorada, levantando el colosal brazo izquierdo.

El hombre tiburón, se veía robusto, la capa de nubes rojas lo cubría perfectamente; su chakra estaba cuidadosamente contenido, tanto como olía a mar, olía a violencia, pero una bastante familiar, casi como la de Obasan-sama. Supe que había que tener cuidado con este. Era inmensamente poderoso, su reserva de chakra se sentía como un pozo sin fondo, tal cual había contado Zabuza alguna vez.

Con Itachi recuperándose, necesitaba proceder con cuidado.

- No es mi deseo que contendamos, Kisame-san.

- Oh, pero sabes bien cuanto he querido pelear contigo, Itachi-san, no me niegues ese placer - moviéndose a una velocidad increíblemente ridícula, su arma apareció a centímetros de la nariz de Itachi.

Desde el momento en que empezó a hablar, me rasque la palma invocando a Kubikiribōchō.

Suscitándose en cámara lenta, se pudo ver mi sangre moviéndose a toda velocidad entre su preciosa arma vendada y la nariz de Taicho, formando la estructura metálica de mi Kubiki-chan, la cual ronroneo al sentir la vibra de su hermana forjada en el mismo hierro incandescente de Kirigakure.

Formando un escudo de chakra, alrededor de Itachi, aplique fuerza a mi mano inyectándola a Kubikiribōchō para contrarrestar el ataque de Kisame-san.

Obligando a su cuerpo de ciento noventa kilos a retroceder, se quedó viendo estupefacto alejado a metros durante la fracción de un segundo, antes de deslizar una sonrisa sádica en su rostro, el cual se ilumino por el relámpago que cayó en ese justo momento, dándole un aspecto demoníaco. La belleza filosa de Kisame-san, Samehada, es la espada hermana de Kubikiribōchō, y parecía ronronear ante el ataque tan espontáneo de mi parte.

- ¡Vaya, vaya, hace años que no había tenido la oportunidad de verte de nuevo y tan vibrante, Kubikiribōchō! ¡¿Cómo has estado todo este tiempo?! ¡Te ves perfecta, en excelentes condiciones!

Kisame entonces inclino su cabeza dirigiéndose a mi persona. Estando en posición de defensa frente a Itachi, parecía más su escolta personal que su médico. Mi pequeño bebe también ronroneo ante la voz de Kisame-san. Entonces Zabuza no mentía. El tiburón era excesivamente peligroso y sanguinario y había contendido también por ser el dueño de mi espada.

Grande Momochi, ni siquiera terminaste de contarme como te pateo Hoshigaki hasta el infierno y de regreso y cómo lograste que ocurriera el milagro de que sobreviviste y más aun ganaste. Al menos estaría mejor preparada.

- Ahora, ahora ¿quién fue tan atrevido como para robarle su adorable tesoro al Demonio de la Niebla? ¿Con quién te has estado juntando, Itachi-san?

Aunque la pregunta casi cariñosa estaba dirigida a Itachi, su mirada quedo congelada en mí, midiéndome como en su momento lo hizo Zabuza, hace años. Al tener la capucha puesta, supongo que no me reconoció, sin embargo, dudo que lo hiciera. En su momento, él y yo no nos conocimos.

- Momento de descubrirlo – murmuro el Nukenin.

Antes de que siquiera Kisame diera un paso, mi vista quedo obstaculizada por un muro de oscuridad.

- Pelearás conmigo.

Mis cejas se alzaron. Taicho se había puesto frente a mí, ocultándome de Hoshigaki, y aunque no pude ver la expresión facial del hombre, descubrí por el tono de su voz, que también estaba sorprendido.

- …El hombre que no desea pelear jamás y decide hacer su entrada justo ahora. Itachi-san… - bajo el tono de voz rasposo - … onegai, no me dejes matarte.

Itachi no respondió, simplemente desapareció junto a Kisame-san, desplazándose más al barranco. Los resplandecientes relámpagos cada tanto eran el preludio de los sonidos que acompañaban la batalla. En un momento, desconocí si eran los truenos, o el sonido de sus puños encontrándose, lo que hacía estremecer mis huesos.


Dioses.

Monstruos.

Las dos palabras venían a mi mente silenciando a todos los demás pensamientos.

Mis ojos se posaron en cada uno y su forma letal de ser; cada uno tan hermoso a su cruel manera.

Si antes pensaba que Taicho no tenía una pizca de maldad en su cuerpo, es porque no lo conocía realmente.

Kisame-san es un dios del agua, no cabe duda alguna; siendo de Kirigakure, no esperaría menos. Increíblemente veloz, su sed de sangre es violenta y amenaza con arrasar todo lo que encuentre a su paso.

Donde Kisame-san es un monstruo marino capaz de invocar el poder completo del mar, Itachi es…

Si algún día obtiene el Mangekyō… escalofríos me recorren siquiera al pensarlo.

Fácilmente uno de los shinobi más poderosos, por eones, catalogados de cualquier generación. No sería agradable hacerlo enojar. Todo este tiempo, ya fuera por la enfermedad, su personalidad pacífica, el deseo de no lastimar, lo que haya sido, lo había estado limitando fuertemente. Pero esta vez, tenía un reto. Uno que estaba complicándose, intentando ganarle al Uchiha.

Cuando Kisame-san lo consideraba acorralado, aparecían los cuervos de invocación. Cuando el hombre azul se defendía, el Uchiha no daba tregua. Los relámpagos solo servían para fotografiar los momentos más explosivos en su batalla.

Estaba tan maravillada que por un momento incluso, envidie a quien poseyera un Sharingan.

Tanto por poder memorizar paso a paso este combate. Siendo ambos tan fuertes, tan mortíferos, era como ver arte en vivo, en escalas de grises y azules; por un momento, olvide que Hoshigaki era un enemigo; por un momento, olvide que Taicho apenas acababa de recuperarse.

Era arte shinobi. Me remonto a los escenarios épicos que Bastet nos llegó a contar alguna vez sobre cuerpos fuertes, hechos para la guerra, donde la tierra sólo era la excusa para demostrar quién era el más fuerte, demostrando el poderío político y militar con solo sus puños y un cuchillo.

Magníficos.

Incluso siendo un ninja renegado, Kisame-san era muy justo. Una cualidad muy negativa en el mundo shinobi. Pensé que mandaría un clon para atacarme por detrás, en algún momento que considerará adecuado, pero no. En todo momento, su enfoque fue dirigido a Itachi.

Había transcurrido tanto tiempo, y no importo, hasta que las capuchas se volvieron más un estorbo que un factor confiable. El pecho desnudo, cincelado, de Kisame-san estuvo visible enseguida. Parecían metros y metros de piel azul tonificada, sin vello alguno, totalmente músculo magro, y alguna que otra evidencia de algún arma o bomba que estuvo cerca de su cuerpo.

Por el contrario, mi capitán, con su camisa de malla negra permitía ver únicamente los fibrosos brazos de piel pálida, los cuales se veían engrosarse con la buena alimentación, que había estado ingiriendo en los últimos dos meses. Faltaba un poco más para difuminar aún esos lagrimales y rellenar su abdomen donde hasta hace poco solo eran costillas pegadas a la piel.

Tan fuerte como era Itachi por sí solo, Kisame-san era un hombre completo en sus sólidos treinta otoños; uno entrando a su época dorada; el otro, totalmente en ella.

Todo lo anterior podría parecer preocupante, si no fuera porque toda la batalla en sí parecía más una rutina de entrenamiento que un combate a muerte. Dudaba que fuera la primera vez que peleaban, parecían conocer muy bien los puntos débiles de su contrincante; por lo que por las palabras anteriores de Taicho, supongo que Kisame-san intento reclutar a Itachi en el pasado para Akatsuki, y de alguna misteriosa manera, habían llegado a conectar tan bien, que llegaron a respetarse.

No presentaban real intento de asesinato el uno contra el otro.

La sonrisa de satisfacción de Kisame-san era febril. No era sádica, estaba realmente disfrutando su combate, por lo que sólo espere a que finalizaran. Esta era una confrontación de Taicho, no mía. Paso mucho tiempo, entre el suiton y el katōn, lanzado de una esquina a la otra continuamente. Un solo kunai fue necesario de parte del Uchiha, mientras que Samehada rogaba por un poco de su chakra.

La espada era magnífica. Balance perfecto, equilibrio constante, correctamente vendada para no lastimar a Itachi. Eran ciertos los rumores, se fusiono tan bien con el chakra de Hoshigaki que parecieran tener el mismo olor incluso, la misma firma de chakra; además de que la forma en que él vierte el kenjutsu en ella, lo hace lucir tan pulcro, dominando a una espada que tiene fácilmente el mismo tamaño que Kubikiribōchō.

No puedo verla bien, tan lejos como estoy, pero supuestamente en la empuñadura hay un pequeño cráneo. Ésta formada por una serie de escamas orientadas hacia abajo que corren a lo largo de toda su longitud hasta su empuñadura, y conforme absorbe el chakra de sus oponentes las escamas empiezan a crecer proporcionalmente a la energía que consume.

Sólo he escuchado los pronósticos sobre cuanto más podría llegar a incrementar su tamaño, ya de por si descomunal. Nadie con vida, y a excepción de su dueño, podría decirlo con exactitud. Los cuervos, los genjutsus, las llamas y los ciclones tremendos de agua son la fantástica escena con la que recreo.

Es una de las mejores contiendas en las que he participado como espectadora.

Ojalá realmente fuera eso. Una rutina de entrenamiento.


Siento más de lo que puedo ver o escuchar, las firmas acercándose a toda velocidad. Por cómo huelen parecen ser de Iwagakure, sólo tierra y lodo por estos andares.

Parece que la recompensa tanto por Hoshigaki como por Itachi es sustanciosa para estos doce shinobi. Por cómo tratan de ocultar su chakra, son tres escuadrones de Anbu.

Tiene sentido, estando en sus fronteras contra Takigakure, seguramente sintieron los pinchazos de chakra violento y mortífero de ambos dioses letales. Tan enfrascados como están, ninguno de los dos siente a los ocultos Anbu.

Deslizándome sutilmente entre una de las laterales del barranco, tengo la vista directa a ellos, quienes parecen estar preparando su estrategia para hacer una emboscada improvisada. Esperemos a que se agoten mutuamente, leo a través de sus lenguajes de señas.

Por favor, con Kisame-san siendo tan resistente e Itachi tan eterno, este enfrentamiento durara días. El hecho de que deseará el corazón de Kisame-san en mis manos no significaba que no valorará o respetará el combate que estaba teniendo contra Itachi. Eran machos que deseaban medirse y yo estaba satisfecha con ello por el momento. Esta pelea era sólo para ellos dos, y, por tanto, evitaría que cualquiera más tratara de detenerlos.

De alguna manera, se sentía mal que los interrumpieran, así qué posicionándome en la meseta frente a ellos por encima de sus cabezas, levante mi mano derecha, y convoque mi propio chakra llenando mi palma con un halo esmeralda. Y lo deje salir.

Mi poder se extendió rápidamente ingresando al sistema cardíaco de todos y cada uno de los shinobi. Congelando sus pies al suelo con hielo, congele también su sangre enfriando a menos cero, las moléculas de hidrógeno. Dejaron de moverse automáticamente, de aquí en adelante, todo se volvió sangre cuando dirigí mi chakra hacia sus cabezas, arrinconando el oxígeno dentro. Cuando el oxígeno se vuelve tan puro es venenoso, flamable. Ejerciendo un poco más de presión, se aplicó mi voluntad.

Uno a uno con gritos desgarradores y sus manos sobre sus caras y oídos apretando con fuerza, sus cabezas explotaron, dejando salir sus sesos en una lluvia de sangre y carne. Sus ideas, tan estupefactas, prácticamente podía verlas caer al igual que los restos de sus cuencas nasales y oculares. Orejas, labios y mejillas repartidas por todo el campo adornando cual margaritas.

Bajando mi mano, gire mi cuerpo para continuar viendo la batalla, sólo para ver mi paisaje obstruido por una sombra azul.

Hoshigaki Kisame estaba parado justo frente a mí, retirándome la capa entera velozmente, arrojándola lejos de mi cuerpo. Su rostro escaneo el mío seriamente, aplanando sus labios azules con cada segundo que transcurría. Sentí sus confusos ojos recorrer desde las raíces de mi cabello, los ojos, la nariz, mi cuello, mi estatura, todo, para regresar a mi mirada.

Todo el tiempo me contemplo en tenso silencio mientras sus ojos de ninja renegado no dejaban ir a los míos. Mi expresión corporal y fácil no mostro tensión. Todas mis emociones y ansias por atacar quedaron reprimidas, mostrándole una cara sin emociones ni alegrías ni miedos.

El aire empezó a llenarse de una cruda tensión, hasta que Kisame-san con expresión molesta y las venas del cuello hinchándose iracundo, gruño:

- Hime – su voz saliendo repugnada ante el honorífico.

- Hoshigaki-san – conteste cortésmente.

- ¡Mierda! ¿A esto te han rebajado Itachi-san? ¿A esta…? – gruño mientras se alejaba mirándome con repulsión.

Itachi, quien se había posicionado justo al lado de nosotros, recibió la regañina de Kisame-san quien no dejaba de verme totalmente irritado:

- De todas las cosas, de todas las formas, ¿por qué permites esta compañía? ¿Por qué? No eres de los que hacen esto. Rebajarte a tratar con ratas asquerosas.

Mininamente el Uchiha me frunció el ceño, al tiempo que Kisame-san daba media vuelta molesto, recogía su propia capa y se la colocaba con brusquedad.

- Kisame-san, escucha pri… - empezó Taicho para ser interrumpido.

- Lo único que busco es un mundo sin mentiras, y, por un momento, Itachi-san pensé que entendías esa parte, hasta que – me miro con odio rencoroso, gruñendo – permites que escoria así se acerque a ti.

Itachi me dio una mirada, pero tercamente continue mirando al ninja de Kirigakure mientras se reajustaba su espada al hombro y parecía partir, antes de girar y dirigirse con un gruñido a Itachi:

- Un consejo a cambio del que me diste, - me señalo con un enorme y azul dedo índice – ¡aléjala, mantenla lejos! ¡No! Mejor aún, encuentra una manera de asesinarla, o arrójala a otro estúpido, que cargue con la responsabilidad, pero no permitas que siga a tu lado. ¡La desgracia caerá sobre ti, lo juro por mi alma maldita!

El hombre termino gruñendo, se giró y prosiguió su camino.

Si su chakra no estuviera tan alterado, tal vez hubiera procedido con menor cuidado, pero sabía a lo que me enfrentaba cuando lo llame calmadamente:

- Hoshigaki-san.

Inmediatamente, tenía a Samehada frente a mí, sólo siendo detenida por Kubikiribōchō por encima de mi cabeza, debatiéndose ambas armas hermanas fuertemente.

- ¡Aléjate de él! ¡Es un buen hombre! – me escupió feroz en voz baja, a centímetros de mi cara.

- Iie.

Puede que haya sido mi serenidad, o la forma en que parecía tan segura, o que no me había movido ni un milímetro lo que lo hizo enojarse aún más.

- Kisame-san – escuchamos la voz de Itachi justo al lado de nosotros.

Ni él ni yo volteamos a ver al pelinegro, este era nuestro pleito.

- ¿Por qué? ¿ya lo has encantado, Hime? – dice sarcásticamente - ¿A cuántos de los suyos asesinaras esta vez, yama-uba? Es un buen hombre, el futuro líder de su aldea y uno bueno, si crees que puedes sacarle algo con tus hechizos, olvídalo. Te asesinaré, encontraré la forma de sacar la mierda de ti, lo juro.

- No busco nada de él.

- ¡Mientes, maldita bruja!

- Kisame-san, basta.

Su cara mostraba todo el rencor guardado por años, ignorando por completo a Taicho.

- A diferencia de lo que crees o escuchaste, no tiendo a hechizar a los hombres, Hoshigaki-san.

- Tú… - dejando a Samehada a un lado, fue su puño derecho el que deseaba ahorcarme el cual fue detenido por mi ninshu - …así fue como lo hiciste, ¿no? Así encantaste a todos bajo tus trucos, pero lo hiciste mal, mataste a quien no debías, pinkye.

- Kisame-san, Sakura.

- ¿Hace cuánto que lo trabajas? ¿También te meterás a su aldea? ¿También les harás creer que eres suya? - me mira entrecerrando los ojos, cuando aparecen sombras detrás de su mirada con la autorealización - Ya lo hiciste. Eres tú, ¿no? La Onmyōji de Konoha.

Al no tener respuesta de mi parte, él miro mis ojos al tiempo que bajaba tanto a Samehada como su puño, desistiendo de cualquier ataque, aunque seguía tenso e irritado. Mi cuerpo seguía tan inamovible demostrándole que no le temo. Riendo maliciosamente, murmura, negando con la cabeza tratando de intimidarme sobreponiéndome su inmensa altura y me dejándome ver sus dientes de tiburón sonriendo sanguinarios:

- Pediré ser un espectador en primera fila cuando Líder-sama tome tu debilucho cuello y lo arranque de tu delicada cabezita, pinkye.

- Kisame-san. Sakura. Suficiente ambos.

- ¿Sabes que te busca por lo que le hiciste? ¿Sabes el deseo que tiene por tu sangre que rezuma por cada poro, en cada reunión, en cada lugar en el que cree encontrarte? Te hará rogar mil veces antes de hacerte probar el infierno y pediré que sea yo quien te dé un lindo paseo por el camino de la dulce tortura que durara días, niñita.

Mi mano se comenzó a inundar de ninshu, iluminando mi palma. Nadie me dice niñita. Entrecerré mis ojos, agravando el denso ambiente. Él se acerca hasta quedar casi nariz con nariz contra mí susurrando malévolamente:

- ¿Dolida?

- Mira como estoy temblando, Hoshigaki-san.

- Te destrozaré hueso por hueso, órgano por órgano - prometió.

- Veamos quien ruega primero – levanté mi mano dispuesta a disparar hasta que sentí la leve asfixia de una sed asesina cercana.

- Suficiente.

Itachi no se interpuso entre nosotros, no físicamente; pero su voz fue autoritaria y su chakra nos condiciono a ambos, abarcando el espacio donde estaba Kisame-san reclamándome, deteniéndolo de seguir con su diatriba. Taicho estaba realmente molesto, su chakra lo decía todo y se enfurecía cada segundo más en que Kisame-san y yo no dejábamos de mutilarnos mentalmente.

- Ignoro que te hizo Sakura o los rencores que puedas tener en su contra-

- No, Itachi-san, no es algo que me hizo a mí – contesto Kisame sin dejar de mirarme asesinamente – ¿No lo sabe, no es así pinkye? Entonces dile yama-uba, dile, cómo conspiraste contra mi kage y como asesinarás al suyo como lo hiciste con el mío.

Sabía que cualquier cosa que dijera a partir de ahora solo serviría para acumular el oscuro sentimiento de Kisame-san.

- No me gusta repetirme, Kisame-san – Itachi dejo que un poco más de su instinto asesino brotará de su ser y fuera lo que nos envolvía ahora en lugar de su chakra.

El efecto inmediato se vio reflejado en cómo se congelo mi sangre, cada célula pedía rebelión, libertad ante la esclavitud que me era impuesta. El Nukenin no lucía mejor, solo que, a diferencia de mí, él lucía dispuesto a matarme a la primera oportunidad.

- Déjanos. Búscame por la mañana, Sakura.

Mi sorpresa por la voz en tono de reprimenda me exigía retirarme, gire mi cabeza a la izquierda, hacia Itachi quien lucía aterradoramente inexpresivo.

Una risa maléfica sonó en mi oído, de Hoshigaki, quien solo murmuro:

- Ya lo oíste… hime - la última palabra en su tono burlón.

Enderezando mi cabeza, volví a mirar a Kisame-san tratando de que no se dejara ver mi molestia.

Aunque estoy segura qué no exprese nada, el hombre tiburón parecía haberme leído ya que su sonrisa creció aún más.

- De acuerdo, Taicho-san – dije tranquilamente sin dejar de observar a Kisame.

Sin más por hacer, apliqué mi jutsu de teletransportación, por lo que desaparecí entre dragones de humo negro espeso emergiendo en espiral desde el suelo.

Esa sonrisa dientuda de Hoshigaki, sólo me aseguraba futuros dolores de cabeza.

Sólo espero que recuerdes tu parte del trato, Taicho-san.


La Aldea de la Niebla Sangrienta.

Doro Hiroto nació entre cobijas malolientes y sucias gritando a todo pulmón vívidamente por haber sido extraído a la fuerza del vientre materno; pero al ver la sonrisa, los ojos amorosos de su madre, aun si saber que o a quien veía exactamente se calmó por toda la ternura con la que era gentilmente sostenido.

Creció entre flores y ríos, musgo y humedad; siempre fue obediente y acompañaba a su okasan al mercado en los días de suministros. No pregunta porque sólo pueden ir por la tarde, casi en la noche, buscando entre los desechos de los demás, junto a toda la gente que vive en su calle.

A sus cuatro años, se siente maravillado ante lo que le enseña Otousan, letras y números los llama, aprende a escribir su propio nombre con una ramita sobre la tierra, cerca al arroyo donde vivían. No aprende sino hasta dos años después, que existen la tinta y el papel, pero para ellos no está permitido tenerlo. No sabe nada acerca de las castas aún.

Sus amigos le decían que era muy afortunado. Tener a sus dos papas debía de ser genial, le comentaban incluso aquellos niños más grandes. Uno que otro niño, le decían que estaría bien incluso tener sólo a un padre. Otros lo felicitan por tener comida y techo; mucho después descubriría que las cajas de cartón no son tan cómodas.

A sus cinco años, okasan esta hermosa, luciendo su nuevo vestido. Se lo regalo su patrona, dice ella. Al parecer después de diez años de servidumbre leal, tiene derecho a un regalo. Aunque el vestido está roto y descolorido en algunas partes, okasan está decidida a darle una segunda esperanza de vida. El vestido que debió de ser rojo intenso en otra vida luce percudido, pero Hiroto nunca había visto tan bonita a mamá y a Otousan mirándola tan embobado que por momentos siente perder el aliento.

Una semana después, cuando otro adolescente, uno de la segunda clase, se burla de su okasan diciéndole que parece una pordiosera más de lo que ya es, se enoja y sin saber cómo, siente en las puntas de sus dedos emerger chispas eléctricas, y de ahí hace crecer un espejo debajo de los pies del niño haciendo que este caiga y aunque el pequeño trata de salir, Hiroto ve como el espejo realmente es un charco enorme de agua que cristaliza la única entrada y salida, haciendo imposible salir. El niño se ahoga sin que nadie haya escuchado un solo grito mientras el espejo de agua se cierra poco a poco.

Espantando, le relata el terrorífico suceso a su okasan. Ella muy asustada, lo mira con horror y por primera vez en su vida, Hiroto, sabe cómo es ser observado con asco y miedo. Otosan llega y okasan empieza a reclamarle señalándole en todo momento a Hiroto. El niño no entiende, palabras como Demonio, maldito, traidor, resuenan entre las paredes de barro de su pequeña casita.

Otousan le pide salir un rato a jugar al lado del canal de agua mientras él habla con okasan.

Al volver, Otousan está viendo un espejo de agua muy parecido al que Hiroto vio más temprano.

Otousan lo abraza y le ruega que jamás le revele a nadie su poder, algo llamado kekkei genkai. Le dice que Hiroto es un niño especial, así como él mismo, que le enseñara a controlarlo, pero debe guardar silencio en todo momento sobre ese entrenamiento. Nadie, absolutamente nadie debe de enterarse.

Aun con todas las preguntas de Hiroto, Otousan le contesta que si descubren que él es especial, trataran de asesinarlo. Cuando Hiroto pregunta donde esta Okasan, su Otousan rompe en un llanto histérico, como una represa con demasiada presión y no se detiene por horas mientras continúa abrazando a Hiroto todo el tiempo. El niño tampoco entiende porque Otousan le pide perdón constantemente.

Jamás volvió a ver a Okasan después de ese día. Cree que ella lo abandono. En cierta manera, así fue.

Las cosas que Hiroto creía de niño que eran tan hermosas, al cumplir trece se da cuenta que no son tan hermosas como pensaba. Como la vista tan espectacular de las montañas tropicales que podía ver desde su ventana, era solo evidencia de que como miembro de la sociedad de clase 3, su familia no tenía permitido vivir en la ciudad, sino en las afueras. No eran montañas. Eran el cumulo de desechos y montones de basura de las clase que vivían en la metrópoli.

Se da cuenta que Otousan no era el héroe que pensaba de niño; cuando creyó que era un hombre fornido y robusto que podía protegerlo de los perros salvajes que de vez en cuando lo atacaban en búsqueda de comida; realmente vio lo débil que era su padre cuando fue pateado brutalmente por su superior de clase dos y lo orino enfrente de todos los demás clase tres que trabajaban con él en la mina de cobre. Nadie lo ayudo.

Cuando entro en la academia estaba emocionado. Serviría a su pueblo, pensaba. Nunca olvidará el día de su graduación.

El examen incluía asesinato. De todos y cada uno de sus compañeros de su clase.

El miedo en los ojos de Izuka, su mejor amiga, provoco que Hiroto se arrepintiera de entrar a la academia. Hasta el final de sus días, jamás olvidará como fue sentir la sangre de la que consideraba su futura esposa deslizarse entre sus manos.

Cuando llego a casa después del examen, vio a Otousan colgado sin vida en uno de los árboles cercanos a su casa. Una nota entre sus manos: "Sin mi familia, no soy nada, lo siento Kage-sama". Su padre pensó que no lo lograría.

Lo que Hiroto no entendería sino hasta su primera misión, es que, si la academia no lo había matado, lo harían las asignaciones que le darían.

En su primera misión, perdió la mano derecha. No había médicos entre los escuadrones ninjas y los que contaban con conocimiento médico, no tenían el gusto por cuidar a un clase tres. Los de la tercera clase eran desperdicio humano.

Ingenuamente, había pensado que, si se volvía shinobi, las clases sociales se olvidarían en los interiores de la Aldea, porque afuera, en los territorios enemigos, era donde se tenía que ver la unión de Kirigakure.

Fue su sensei, alguien que se había ganado la confianza de los clases dos a pesar de ser de la tercera, quien le conto que nunca sería tratado mejor de lo que fueron tratados sus propios padres. A los ojos de la Aldea, eran los esclavos y servían a sus amos, siempre superiores a ellos.

En su tercera misión, un senbon envenenado fue clavado en su pierna. El shinobi de Iwagakure había acabado con los demás gennin rápidamente. No tuvieron oportunidad contra los jōnin del país de la tierra; pero algo paso, tal vez en los ojos de Hiroto, que el shinobi se apiado, o puede que supiera que de cualquier manera moriría en los próximos tres minutos.

Abandonado junto al resto de cadáveres de niños, apretó fuertemente entre sus dedos un pedazo de tela.

Lo que en algún momento fue una tela roja para un vestido de dama fino.

Cuando recuperaron su cuerpo, nadie derramo una lágrima por Hiroto o los otros dos gennin, también huérfanos de once y doce años.

Lo arrojaron a la fosa séptica que estaba en el barranco donde la familia del mismo Hiroto vivió no más allá de quinientos metros. Fue el último miembro de su kekkei genkai.

Su uniforme fue arrancado de su cuerpo para mandarla a lavar, cocerla donde correspondía y entregarla a otro niño gennin que acababa de graduarse.

Su casa, sus cuatro paredes de arcilla llena de vegetación creciente, fue entregada a otra familia clase tres ya que no hubo nadie que reclamara la propiedad.

Las pocas fotografías encontradas de una linda pareja enamorada y su hijo fueron quemadas sin ningun tipo de ceremonia al igual que el resto de sus cosas.

Nadie se preguntó jamás que fue de Doro Hiroto. Nadie que pudiera evocar un recuerdo en su memoria de él o su vida.

Hiroto nunca cuestiono por qué eran clase tres, o porque debía asesinar a quienes alguna vez juro proteger. No cuestiono porque debían recoger los restos de comida después de las seis de la tarde cada viernes, cuando las demás clases sociales ya habían pasado por el mercado dejando lo peor para ellos. No cuestiono porque su localidad era paupérrima a comparación de la ciudad. Nunca se le paso preguntar porque un gennin debía enfrentarse a un jōnin enemigo. Porque él tenía únicamente acceso a agua fría, o a la nula electricidad y las demás clases incluso tenían baños con agua caliente.

Él no cuestiono, porque toda su vida, tanto okasan, como otousan, los amigos, los vecinos, los sensei lo adoctrinaron para aprender una sola cosa fija en su vida. Existía un hombre al que se le debía de proteger a toda costa incluyendo con la vida propia: El Kage de Kirigakure.

Al no existir registro ninja, hasta hoy día se desconoce el número de ciudadanos de la tierra del Agua que tuvieron el mismo destino de Doro Hiroto.

Especialmente durante aquella época del Reinado del Terror.


Actualmente.

Le dolía admitirlo, pero su Aldea era indudablemente la más cruel de todas.

Más allá del reconocimiento que los demás países le brindaban al suyo, tardo mucho tiempo preguntar si su camino estaba en el lugar correcto. Y cuando estuvo seguro de que estaba en el camino correcto, una revolución llego y desgajo todo ese conocimiento.

Al ser un niño de la segunda casta, fue criado para convertirse en shinobi. Era un prodigio y le favorecía el no tener un kekkei genkai jamás sufrió de marginación por esa parte.

El problema que surgió fue la falta de autoestima por la constante marca de paranoia y temor en los rostros de sus compañeros, sus vecinos, - jamás amigos, ni uno solo porque no tuvo nunca uno -, por el color de su piel, la cual era evidencia de su legado Hoshigaki; aunque también los dientes pudieron ser intimidantes.

Así que creció sabiendo que estaría solo por mucho tiempo; sin padres que pudieran guiarlo, la soledad fue su mejor compañía durante años para después volverse amante de su camino ninja.

A pesar de la máscara agresiva que se autoimpuso para defenderse de las palabras groseras dedicadas a él por parecer un tiburón, se sabía que era astuto. Perspicaz. Cuando niño, pudo percatarse del porque existían las tres clases sociales tan alineadas, dando los privilegios que él mismo pensó que estaban correctos en su momento; era obvio que aquellos clanes fundadores de la aldea debían ser de la primera clase, quienes debían recibir lo mejor de lo mejor. Por supuesto, ellos eran quienes habían escrito las primeras letras con sangre de la historia de su Kirigakure.

La segunda clase estaba destinada a todos aquellos quienes hubieran peleado con honor y orgullo y hayan triunfado sagazmente en las disputas, guerras anteriores en las que participó su amada Aldea y su victoria fue reconocida, con muchas menos restricciones que a la tercera casta; tenían tantos permisos como la primera clase, la única diferencia era la cantidad de impuestos que se retiraban del salario, y que no podría jubilarse antes de los sesenta, pero para él estaba bien.

Sentía que de hecho ya estaba respirando aire prestado.

Nunca se preocupó por la tercera casta, eran traidores, todos aquellos que regresaron apaleados con la cola entre las piernas, porque la guerra fue demasiado para ellos. Desertores asquerosos, que no tenían lealtad verdadera. Un poco de sangre y se asustaban los patéticos cobardes. El camino shinobi dicta que debes de sacrificar cuerpo y alma a tu aldea y una escoria que simplemente abandona cuando su país lo necesita más, no merece vivir.

Por eso, entendía que la tercera clase fuera humillada pública y constantemente en la Tierra del Agua. Él no participaba, no tenía necesidad de ensuciarse con basura. Lo que no le agradaba es que las generaciones posteriores, los nietos, bisnietos también fueran castigados.

Los hijos por supuesto tenían la obligación de recuperar el orgullo de su nombre sirviendo a su país, ganar su confianza de nuevo; por el otro lado, niños que ni siquiera sabían que existieron las guerras fueron enviados a batallas letales de las que sólo el 10% regresaba con vida. Era mejor criarlos y entrenarlos adecuadamente para hacer crecer en ellos la semilla del honor y la lealtad. Negaba la cabeza cuando pensaba en ello. Suspiraba cuando pensaba en su propia generación.

Cuando vio como la tercera casta se masacraba para poder graduarse como gennin, resoplo. Eran débiles de cualquier manera, quien sobreviviera no lo lograría en el mundo, no con esa piel pegada a los huesos y la muerte ensombreciendo sus ojos. Él, por su clase social, no era necesario que se enfrentara, a menos que los sensei vislumbraran que el ganador era demasiado inepto, entonces mandarían a alguien de la primera o a la segunda clase para asesinar al novato gennin.

Obtendrían lo mejor de lo mejor y no aceptarían menos que eso. Sí, Kirigakure obtuvo mala fama, sin embargo, en aquel momento no era necesariamente malo.

Saliendo de la Tercera Guerra Mundial Shinobi, Kirigakure había quedado relegado en la pobreza y requería recuperarse; es por ello, que a sus ciudadanos se les exigió entregar todo de si para su país.

Yagura-sama, Mizukage-sama de aquel momento, sabía lo que estaba haciendo.

Sí, aumentaron los impuestos y cada vez se veían más niños buscando comida en los basureros, pero huérfanos y pobres siempre existieron en cualquier parte, era normal.

Se les empezó a considerar crueles y despiadados cuando los mismos shinobi de Kiri asesinaron a otros compatriotas al descubrir que tenían kekkei genkai, pero, de nuevo, era absolutamente normal. Aunque no compartía la opinión, la entendía. Fueron aquellos usuarios quienes cometieron los peores crimines de guerra, inclusive uno que otro fue quien la comenzó. Así que para evitar nuevas confrontaciones era necesario acabar con la causa raíz de la codicia del poder por el poder.

A su muy particular punto de vista, no es que jamás lo dijera en voz alta, se le hacía innecesario decretar misiones mortales a los niños de las familias más pobres, ya que eran los que posiblemente serían desleales en cualquier momento. Sin embargo, creía que justamente las mentes jóvenes podían ser entrenadas para ser leales al kage. Mandarlos al matadero solo generaría lo contrario.

Sí, existió mucha deserción en su época de Jōnin. Las normas y las políticas perjudicaban tanto a los pobres o aquellos que fueran rebajados a la tercera casta que provocaba altas tendencias suicidas a montones y traición, huyendo en botes apenas bien construidos, directo a Kumogakure o a Konohagakure.

De todo lo anterior, él sabía que había cosas que se podían mejorar. Las medidas eran desesperadas por los tiempos tan desesperados, los comprendía, no los había cuestionado jamás y por cada nueva ley, él simplemente callaba. No era su asunto opinar; Mizukage-sama sabía lo que hacía.

No pregunto porque los ojos de sus compañeros Jōnin eran de espíritus ninja deteriorados poco a poco; algunos tenían dudas sobre sus caminos shinobi, dudas que no expresaban por el temor a la repercusión política sobre sus cabezas.

Las ejecuciones por cuestionar las órdenes superiores estaban a la orden del día cuando él contaba con diecinueve años. Pero él no era sino un shinobi, él no tenía voz ni voto, ni quería tenerlo porque el kage no necesitaba un comentarista, necesitaba protectores para el pueblo escondido de la Tierra del Agua.

Sólo cuando se enfrentó al escenario cuando asesino a su propio pelotón, cuando masacro a su sensei, el dueño anterior de Samehada, Suikazan Fugaki, se sintió tambaleante por primera vez.

El fuerte, el poderoso Bestia de Cola sin Cola, tenía dudas sobre su verdadero propósito como shinobi.

"Sabía que desde la primera vez que tenía que matar a mis compañeros... Mata a un ninja Kiri como un ninja Kiri. ¿Qué me hace eso? ¿Soy amigo o enemigo? ¿Cuál es mi propósito y mi posición? ¿A dónde voy? ¿Dónde puedo ir? Soy muy consciente de que toda mi vida ha sido una mentira gigante".

Recuerda perfectamente las palabras que le dedico a Mizukage-sama cuando tomo a Samehada del cuerpo sangrante de su dueño anterior. Karatachi Yagura entonces lo felicitó. Hizo todo lo que un shinobi en pleno derecho debió de hacer. Repaso las reglas mentalmente con cada palabra que salía de la boca de su líder:

Regla 1. Shinobi siempre debe mostrar lealtad a su Kage.

Regla 2. Un Shinobi no debe valorarse a sí mismo, sino adherirse a los ideales de su aldea.

Regla 3. Afina tus reflejos, a menudo reaccionan sin que te des cuenta.

Regla 4. Un Shinobi siempre debe poner la misión primero.

Regla 5. Un Shinobi siempre debe anteponer su aldea a sí mismo.

Regla 6. La mala dirección es la hoja más afilada.

Regla 7. Un Shinobi debería poder prevalecer sin pelear, solo si no hay otra opción que hacerlo.

Regla 8. Un Shinobi debe abstenerse de caer en los tres vicios: sexo, alcohol y dinero.

Regla 9. Un Shinobi siempre debe realizar la misión asignada.

Regla 10. Hay momentos en que la información es más importante que las vidas.

El Yondaime Mizukage lo felicitó porque evito que su sensei siguiera vendiendo la información confidencial a Konohagakure; porque al acabar con su escuadrón, evito que se desertaran o derramaran los frijoles a manos de Morino Ibiki.

Y Kisame, aunque por un momento tembló mentalmente, se reestableció como la mano derecha de Yagura-sama, siguiendo únicamente sus órdenes porque así es un shinobi. Sólo obedece a su líder. Por eso, por sus órdenes, asesino a la mitad del consejo de peces gordos dentro de Kirigakure.

Van a traicionarme, recuerda que le dijo Mizukage-sama, desean mi poder. Debes protegerme Kisame.

Y Kisame entonces lo protegió desde el Bajo Mundo. Desde las sombras mismas de Kirigakure. Sin embargo, ni siquiera el Yondaime pudo salvaguardarlo cuando fue descubierto en el acto asesinando a la familia entera del estratega militar de Kirigakure, y por tanto tuvo que huir de su hogar al ser considerado un traidor.

Hogar. La palabra suena tan extraña. Desde que asesino a sus compañeros, a su sensei, no se sentía como un hogar. Entonces vagando por el mundo, fue contactado por aquel hombre que aconsejaba a Yagura-sama. Le conto sobre un maravilloso plan, el Plan del Ojo de la Luna. Y le pareció bien siempre y cuando se acabaran las mentiras sobre las endebles morales shinobi. El existencialismo racional sobre colocar como prioridad al kage o ponerse a uno mismo; solo para descubrir que muy pocos ninjas realmente sentían la seguridad sobre esa primera premisa.

Como ninja, jamás, nunca, ni por más catastrófico que sea el destino de alguien, se debía olvidar que el shinobi se debe al Kage, la vida no es suya, es del kage para hacer lo que él considere lo correcto, lo mejor para la aldea.

En algunas ocasiones, lo mejor no siempre es igual a lo correcto; pero será en beneficio de la Aldea y con eso basta.

Entendió que muchos hombres inferiores se quedan con la fama, el estatus que puede proveer el glamour con el reconocimiento internacional o el grado de miedo y terror que alguien puede infundir por el simple hecho de ser talentoso. Existen ninjas renegados cuya vida ni siquiera se debía a alguien más o algo superior, a saber, sus antiguos compañeros, Hidan y Kakuzu. Excelentes ejemplos del patetismo shinobi: uno vivía y mataba por igual ante la creencia de una inventada deidad; por el otro lado, Zabuza, sólo le rezaba al dios dinero. Al final, ninguno de los dos entrego su vida para un fin superior, y terminaron su época de reconocimiento bajo la mano de un enemigo más digno que ellos mismos.

Cosas más allá de la muerte, el engaño o la sangre, existe la filosofía. La forma de pensar shinobi, el camino real, sin distracciones para llegar a ser el ninja perfecto.

¿Por qué hago esto?

¿Proteger a Mizukage-sama?

¿Proteger la Aldea?

Se protege a quien vive en la aldea, y entonces, ¿porque se me ordena asesinarlos?

Vida con sentido. Eso era lo que él buscaba y en Akatsuki creyó encontrarlo.

Él no recuerda que alguien le haya preguntado de niño si quería ser reconocido como un asesino el resto de su vida.

Él recuerda que su sueño, ni siquiera era hacerse de un renombre. Era convertirse en alguien digno. Un ninja de alto honor que jamás será olvidado justamente por los ideales tan impecables que dejará en su legado. Alguien que refleja en sus pensamientos y en sus acciones lo que realmente significa ser un shinobi.

Sólo una persona que ha conocido en toda su carrera ha mostrado esta forma de interiorizar el alma, una que se nota en ocasiones destruida por las numerosas vidas tomadas entre sus manos.

Un shinobi tan leal con sus convicciones como lo es él mismo. Y esa persona espera actualmente una explicación. Kisame se ríe, ante la sátira, negando con la cabeza incrédulo.

Termina su trago de fuerte sake y levanta sus orbes oscuros para mirar al único hombre que cree que puede entenderlo:

- De todas las personas, jamás te creí así de débil, Itachi-san.

Le dolió, le aborrece incluso admitirlo. Creyó que Itachi-san era… el shinobi perfecto. Y ahora… resulta esto.

- Ayudaría más información, Kisame-san.

Decide que necesita escucharlo, necesitar oír la explicación del de Konoha, antes de dejar que sus ideales empiecen a tambalearse nuevamente. El pelinegro se sentó a frente a él en un cubículo oscuro esperando sus palabras, sin embargo, sólo pidió un vaso de agua tibia y una bolsa de té.

Casi quiso rodar los ojos. Por supuesto, el Uchiha no sería menos que formal incluso en un escenario así.

Se habían situado al margen de Takigakure, buscando la primera taberna que encontraron, se instalaron al fondo. Fue Itachi-san quien coloco el genjutsu sobre ellos. Oídos insurrectos no necesitaban escuchar esta conversación. Así habían dirigido varios de sus encuentros, por lo que no era tan incómodo. O al menos eso quería pensar Kisame ahora que lo tenía enfrente.

- Por favor, explícame qué necesidad tan urgente te hizo hacerte amigo de una maldita escoria así.

- Apreciaría mejor que me indicarás el contexto para tu abierto desprecio hacia ella.

Kisame resoplo sin dejar de mirar al Uchiha:

- Te atrapo, ¿no es así? Hizo aparecer un conejo del sombrero y has quedado prendado a sus brujerías.

- Reitero que sería mejor escuchar tu parte de la historia primero.

- ¿Por qué? ¿Le crees su fanfarronería de que hizo lo mejor para Kirigakure? ¿Le crees sus mentiras?

- Ese es el problema, Kisame-san. Ella nunca ha mencionado a Kirigakure.

Eso detuvo momentáneamente la taza acercándose a los labios azules de Kisame, luego de tres segundos enteros, continúo bebiendo hasta ver el fondo. Itachi observaba atentamente cada movimiento analizando lo que sea que estuviera pasando. Kisame volvió a rellenar su taza con la botella que exigió a la linda mesera le fuera dejada.

- Seguramente no lo hizo para que no pudieras ver a través de ella. Sus acciones hablarían más de lo que ella podría hacerlo.

- La he investigado por mi cuenta, sin embargo, existen varias… vertientes que difuminan su trayectoria. No hay tanta información acerca de donde estuvo o que hizo antes de llegar a Konoha.

- Bienvenido al club. ¿Qué te prometió? – cuestiona Kisame realmente interesado, el hombre que lo tenía todo, ¿que podría pedirle a una bruja?

Itachi-san frunció ligeramente el ceño con esa última pregunta, por lo que el Nukenin sabía que también fue engatusado.

- Entonces sí te prometió cosas ¿eh? Dime, acaso fue ¿proteger a tu Aldea? ¿proteger a tu gente? ¿No atacarlos? ¿Todo lo anterior con tal de proteger a un supuesto hermano?

El Uchiha entrecerró milimétricamente los ojos. Entonces sí. Les ofreció prácticamente lo mismo que a Kirigakure.

- Kisame-san, ¿puedes completar el panorama por favor?

Kisame dejo de beber un momento para mirar a su rival-compañero shinobi. Jamás pensó que tendría esta conversación. No con él. De todas las personas con las que había entablado encuentros, Itachi-san fue el primero en negarse a pelear y tratar de medirse con él.

De hecho, a pesar de haber sido hostil en su primer encuentro, el pelinegro encontró la manera de hacerle ver a Kisame una falla en su lógica. Desde entonces, sus múltiples encuentros estaban cargados tanto de amenazas sutiles como de una extraña camadería. Por supuesto había descubierto que el Uchiha estaba asignado, ya oficializado, por el Daimyo del Fuego, a ser el próximo Hokage, y por lo poco que había visto, Kisame sabía que sería un buen líder.

Sabía que se debía anteponer la Aldea a nada ni a nadie. Lo demostraba su clara renuencia a unirse a Akatsuki a pesar de la promesa de paz, a pesar de la oferta de poder incomparable que adquiriría; todavía más estupefacto quedo cuando escucho que se le negó a Pain-sama en persona, cosa que nadie hizo antes; y es por eso por lo que, Kisame lo respeta.

Sin embargo…

- El pueblo escondido en la Tierra del Agua hace unos años se le consideraba el peor país para vivir, incluso hoy día, se escuchan los rumores sobre lo que ocurría en ese entonces, aunque bien sabes que no te diré mucho de eso, pero lo que hayas escuchado – miro fijamente a Itachi-san – seguramente era cierto.

El Uchiha no respondió, sólo asintió una vez dejando a Kisame continuar:

- Sabía que estaban… incomprendidas algunas cosas, sin embargo, Yugura-sama sabía qué hacía como el kage que era. Tenía la decisión de todos los ciudadanos en sus manos, por supuesto no podía tener contentos a todos, es por ello por lo que trabajo lo mejor que pudo para asegurarse que nada ni nadie pudiera acercarse a la isla. No bajo malas intenciones.

Kisame baja la mirada hacia su taza, recordando aquellos días tan oscuros:

- Ya era un Nukenin para cuando los intentos de Golpe de Estado llegaron – levanto los hombros – así que realmente no tengo la certeza de lo que ocurrió la última vez. Sin embargo, tengo mis contactos en el Bajo Mundo aún; así fue como llegue a saber a lo que estoy a punto de contarte.

Volvió a subir su mirada a Itachi-san, quien no se había movido ni siquiera inclinado como lo haría cualquiera con curiosidad. Su rostro tan solemne, tan sereno y sin expresión, no fue suficiente para Kisame para evitar advertir:

- No es información confidencial, pero es información sobre mi antiguo pueblo. Sólo tú estás escuchando esto sobre lo que alcance a descubrir aquellos días.

Lejos de que el Uchiha se impresionara, miro fijamente a Kisame. Una promesa relatada en sus orbes de ónix.

Lo que se diga aquí, se queda aquí.

Cuando Kisame estuvo seguro, muchos minutos después, de que Itachi-san no lo traicionaría, de cualquier manera, no había forma, continuo, esta vez mirando por la ventana oscurecida por la medianoche:

- Como dije anteriormente, existieron varios intentos de golpe de estado. Nenas maricas que deseaban acabar con el llamado Reino del Terror. Sí, Kirigakure era sangriento en ese tiempo, pero estaba saliendo a flote. En una ocasión, se estaba celebrando la ascensión al poder de algún político ese día, ingresándolo al concejo o una estupidez parecida, hace años, hace seis años – Kisame se detiene para ordenar sus ideas – Fue cuando todo exploto, literalmente. Se dice que cuando el viejo concejal tomo asiento, su lugar estallo en miles de pedazos al tiempo que un grito de guerra se armó por toda la Aldea. Fue el día en que se ejecutó el Golpe de Estado que termino con el periodo del Yondaime Mizukage. Un Apocalipsis contra Yagura-sama.

Tomo un trago para liberar su garganta. Una oración elevada al cielo por su antiguo líder.

- El Bajo Mundo rumorea que meses antes alguien, en lugar de salir de Kirigakure, llego una noche y empezó a llenar – hizo una seña de locura alrededor de su cabeza - de pensamientos insolentes a los de clase baja y algunos de la media. Concepciones distorsionadas sobre la libertad, la paz, el pelear no sólo por el kage, sino por uno mismo, sobre proteger a quienes viven en la Aldea. En general, eran discursos confusos sobre hacer a un lado la autoridad del kage y pelear por la libertad, por la familia, no por la lealtad o una mierda así. Una cosa estúpida. Obviamente, palabras de alguien que no era shinobi. No me malentiendas, no tengo lealtad a Kirigakure hoy día, aun así, queda el remanente de que aquello que protegí tan ferozmente en su momento, fue destruido por alguien patéticamente y eso… cuesta admitirlo.

Kisame aprieta la mandíbula un poco, dejando salir su frustración por rememorar esas imágenes creadas por si mismo:

- Algunos dicen que fue Terumi Mei, la actual Mizukage, otros dicen que lidereaba Momochi, el espadachín renegado, el Demonio de la Aldea. Pero todos concuerdan en algo, a ambos fueron vistos en reiteradas ocasiones en compañía de una figura menor. Una linda hada, era lo que escuchabas. Una niña cuyo cabello era tan rosado que podías oler el algodón, pero lejos de la ternura de sus tal vez trece años, se veían los ojos verdes de una asesina entrenada. Una que llevaba no sólo pensamientos de traición, sino también recursos a la Tierra del Agua.

Kisame se perdió entre los recuerdos de su preciada ciudad natal.

- Durante años antes del derrocamiento de Yagura-sama, se supo que Momochi estaba buscando recursos, fondos para su golpe de estado, pero al ser renegado y de la Niebla, pocos gustaban de trabajar con él por la sospecha de ser traicionados. Un día llega el rumor de que murió, que fue masacrado cerca del País de las Olas por un hombre cruel, dueño de negocios turbulentos. Dos meses después, curiosamente, lo ven caminando escurridizamente entre los callejones de Kirigakure forrado con, lo que según dicen, no sólo millones de ryo, sino también con barcos piratas llenos de alimentos y armas que repartió a diestra y siniestra en la clase baja. Nunca encontraron los barcos que supuestamente utilizo, ni tampoco los campos de entrenamiento en los que dirigió su rebelión, pero era porque se decía que una niña estaba acompañándolo, una niña que podía cumplirte tus deseos a cambio de un favor usando palabras distorsionadas. Decían que un gato negro la acompañaba y en lugar de usar sellos, usaba su voz y palabras en otra lengua para hacer su magia.

Si Kisame hubiera prestado atención, había notado como Itachi se tensaba ante esos últimos datos.

- No se sabe cómo lo hicieron, o como convencieron a tantas mierdas grandes, o como siquiera pudieron… - suspira, deteniéndose por un minuto cuando recapitulo pasando su enorme mano por su cabello – Sólo para hacerte una idea, alguien de la segunda clase, en Kirigakure, jamás podría apoyar a alguien de la tercera. Eran esclavos, los desechables y todos estaban contentos con eso. Fueron traidores en las guerras anteriores así que eran considerados escoria, podías tratarlos como basura y ellos mismos lo permitían porque es lo que eran. Mierda. Así que cuando los rumores dicen que casi el cien por ciento de la clase media apoyo el golpe de estado es…arghhh - resopla volviendo a tomar un sano trago – ¿Sabes que ridículo suena que digan que fue la primera clase quien dispuso todo el escenario para la rebelión? ¿Qué digan que ellos aportaron los refugios para los civiles conspirando contra el Mizugake?

Kisame no hablo por algún tiempo, incluso su botella parecía olvidada mientras él continuaba viendo a la ventana. Las memorias revoloteaban cual alas de mariposa a través de sus oscuros ojos, reviviendo como se sintió abandonar su aldea, cómo fue escuchar sobre las revoluciones que habían fomentado la muerte de Yagura-sama.

- Era obvio que algunas cosas necesitaban mejorarse, ¿Qué aldea no es así? pero no al grado de destronar al kage, menos aun de asesinarlo.

- ¿Ella fue quien ejecuto la acción? – escucho la voz lejana de Itachi-san.

- Iie. – resopla burlándose oscuramente – Ni siquiera se sabe, eso es lo peor. Se dicen varias cosas acerca de su muerte, que Pinkye metió la mano en su pecho y le saco el corazón, que fue Terumi quien lo derritió con su jutsu de lava, que fue el mismo Momochi enfurecido por los años de represión militar, quien lo cerceno, que fueron los siete espadachines de la Niebla, pero evidentemente no estuve ahí, así que ese último no cuenta. Pero todo llega a lo mismo. Fue el mismo pueblo, los ciudadanos que el Mizukage-sama prometió proteger, quienes lo terminaron asesinando, influenciados por una extranjera. Una ridícula niña hada.

Recuerda lo que escucho en aquellos tiempos.

La supuesta niña tenía poder natural sobre el agua, sin un kekkei genkai, por eso entiende que la aceptaron de inmediato. Pero cuando escucho que ella podía hacer llover pescados, o crear cabañas de la nada, le parecieron absurdos. Todo hasta que hubo una historia en particular donde se decía que, en la cámara de guardias militares, quienes resguardaban la responsabilidad del mando militar civil la encontraron bañada en sangre encima de los cadáveres de todos aquellos que se habían resistido.

Rompecabezas humanos en lo que había sido la sede de seguridad más importante dentro de Kirigakure.

No termino de creerlo. No lo creyó incluso cuando en una de sus misiones de recolecta de fondos para Akatsuki se encontró con algunos shinobi de su antigua Aldea y los obligo, por medio de la tortura, a hablar.

Sí. Todo lo que había escuchado fue cierto, descubrió, y se horrorizó.

Por eso, cuando sintió un chakra tan noble surgir casi sensualmente del suelo hacia unos shinobi que no había detectado de tan eufórico que estaba contra Uchiha, no se distrajo, solo lo dejo ser ya que no iba dirigido a él; el hecho de que segundos después pudiera oler la metálica forma del hierro de la sangre fluir grácilmente en el aire debido a unas cuantas cabezas estallando sin que nada o nadie los tocara, hizo que su propia sangre se congelara. Había escuchado justo sobre una historia así hace mucho tiempo en la cámara de guardias militares de Kirigakure. Tan perdido como estaba cuando recordó lo enfurecido que estaba con aquella niña, no se percató de la voz de Uchiha:

- Kisame-san, ¿Cuánta certeza tienes de la veracidad de estos rumores?

El Nukenin regreso su mirada a Itachi-san, quien lucía levemente interesado; en cambio, él pregunto:

- ¿Por qué la aceptaste en tu Aldea? Escuche que te llamo Taicho, entonces aún más, la tienes en tu equipo, bajo tu mando. ¿Por qué?

Itachi-san no permitió que su mirada le dijera nada a Kisame, permaneció cerrado hasta que considero adecuado hablar:

- La estoy ayudando a proteger algo.

- Ahhh ¿entonces eres la niñera del supuesto hermano? En Kirigakure jamás se vio al supuesto otouto, pero ella se llenaba la boca con patrañas de que necesitaba protegerlo todo el tiempo, pero hasta donde sé, ella iba sola.

Cuando Itachi-san no respondió, Kisame dejo de mirar la ventana para mirarlo a él.

Su expresión no había cambiado, pero lo supo de inmediato. Kisame era un shinobi perspicaz e hizo los cálculos rápidamente. La niña protegía a un misterioso hermano, un hermano que jamás se le vio en ningún lado, ahora aparece en Konoha al tiempo que…

- No me digas que… - alza las cejas impactado - … ¿el jinchūriki del Kyūbi?

Itachi-san no tenía necesidad de responder. Todo cobraba sentido, el jinchūriki y la bruja aparecieron dentro de Konohagakure al mismo tiempo, hasta el porque se decía que la niña pudo confrontar a Yagura-sama controlando su bijuu. La mocosa tenía antecedentes de vivencia con un poseedor de bestia de cola.

Cuando comprendió completamente viendo la cara amargada de Itachi-san, dejo salir una risotada, que lejos de ser feliz estaba cargada de conmoción.

- Así que así te hizo caer… Claro que sí, Konohagakure no tenía su propio jinchūriki, y cuando lo encontraron, venía con un premio especial. Es por eso por lo que la estas cubriendo. Tuviste que venderle tu alma al diablo para hacerte de un demonio, ¿O me equivoco Itachi-san?

- Cada uno cargamos con una cruz, Kisame-san.

- La tuya, amigo mío – se inclinó al frente de la mesa – te pesará más de lo que crees.

- No explicas la certeza de dichos rumores, Kisame-san.

Kisame sonrió malévolamente.

- Abre tu libro de bingo Itachi-san. En los apartados de recompensas de Kirigakure, encontrarás tu respuesta.

Ante la postura tan inmóvil de Itachi-san, Kisame dejo ir la precaución al viento y decidió preguntar:

- ¿Por qué?

El pelinegro lo miro por mucho tiempo. Las miradas de ambos se estancaron, creando un ambiente de tensión, no mortal, sino incomoda. Pasaron minutos enteros antes de que escuchara la respuesta del ninja de Konoha:

- Lo vale.

Kisame lo miro. Lo miro. Y continúo mirándolo.

Preguntándose si este era realmente Uchiha, el shinobi al que él creía infalible. Tan fuerte como era en batalla, era su inteligencia lo que hacía al mundo temerle a Itachi-san. El único que tenía las mismas dudas existenciales que el mismo Kisame.

- ¿Recuerdas lo que te dije cuando nos conocimos, Itachi-san? Cuando te explique porque a veces el número de huevos de tiburón incubados es menor al de aquellos que eclosionan, que sucedía por el canibalismo ya que aquellos recién nacidos empezaban a comerse a sus hermanos no natos dentro del útero de la madre. Incluso tu propio hermano puede matarte.

- Te respondí que éramos humanos, no peces, Kisame-san.

- Nosotros somos humanos Itachi-san, pero tu subordinada no es ni un pez ni un ser humano. Es un demonio. Deshazte de ella antes de que sufras del mismo destino que el Yondaime Mizukage.

- ¿Por qué consideras que hizo mal? – pregunto Itachi-san sonando sinceramente curioso.

- Por qué provoco con sus acciones y sus palabras la muerte de mi antiguo líder, a quien se le debía lealtad, rompió la primera regla shinobi. Más importante aún: ella no es shinobi, no una real. Ni siquiera se sabía a quien se debía ella. Nunca juro lealtad por ningún estandarte, no tenía acento del Occidente por lo que Sunagakure e Iwagakure quedaban descartadas. No expreso amor ni afecto por Kumogakure o por Konohagakure. Una chica que asesinaba como shinobi, pero no era una. No tiene lealtad hacia nada ni nadie, y, por tanto, solo es una persona codiciosa de poder. Una persona sin principios, sin lealtad, sin honor, no es una persona confiable, puede traicionarte en cualquier momento. Cuando termino el golpe de estado, desapareció. No se incluyó en las filas shinobi de Kirigakure, simplemente… pudo ir y vender la información que recopilo a cualquier patria; una escoria sin ética ni moral.

Eso hizo inclinar ligeramente la cabeza de Itachi-san, pues parecía cuestionar la veracidad de ese último argumento.

- Entiendo que no admites la influencia extranjera sobre tu antigua patria, lo reconozco, es molesto. Por otro lado, tu líder no tenía una correcta administración conforme tus propias palabras, Kisame-san.

- Mizukage-sama sabía lo que hacía. Puede que no fuera lo mejor o lo correcto, no a los ojos ajenos, pero él tenía sus razones, y aunque no fuera bien visto por la mayoría, era nuestro kage. El más fuerte de nosotros. Era nuestra obligación responder ante cualquier orden suya y seguirla al paso de la letra, aun si pareciera traición.

- ¿Por ello te volviste Nukenin, Kisame-san?

- …Podría decirse. Existía tanta gente detrás del puesto de Mizukage-sama, detrás de su poder, que la codicia los cegaba. Deseaban derrocarlo y, por ende, me volví la espada protectora de Yagura-sama. Él me necesitaba y por mi camino ninja, decidí reflejar mi vida en su protección hasta que se me tildo por el concejo como traidor. A partir de entonces no pude continuar con mi profesión dentro de la Tierra del Agua.

Guardaron silencio por un momento.

Esto es lo más lejos que habían llegado con respecto a la traición real de Kisame; sus conversaciones anteriores habían sido más sobre los desastres ocasionados en las demás aldeas, habían tenido tantas ideas encontradas que parecían comprenderse. En este momento, Kisame se sentía inexplicablemente cerca de Itachi-san. Le confió lo anterior, pero sentía que el Uchiha estaba tratando de hacerle ver otro punto de vista.

- Es cierto, nuestro deber es para con el Kage de nuestras Aldeas. Sin embargo, ¿considerarías bien el cuestionar? Si bien se debe nuestra confianza implícita a quien sea responsable y designado como líder, no debemos dejar de lado que, en algún momento, nosotros estamos entrenados para ver por debajo. Lo menciono por los constantes rumores sobre Yagura-sama y su mente manipulada por un genjutsu.

Kisame callo ante la pregunta de Itachi-san. Claro que sí se lo había cuestionado; sin embargo, él siempre dio prioridad a la primera regla shinobi. Por eso era la primera.

Además de que claro, no era un rumor, era cierto. Él lo vio. Yagura-sama estaba bajo el control de Uchiha Madara, el antepasado de este compañero de copas suyo.

Que extraña es la vida, haber aceptado a los ninjas Uchiha como compañeros de destino. En distintas facetas de su vida.

- Yagura-sama estaba… aconsejado por alguien cuya experiencia era mayor en todos sentidos. Podrías llamarlo una buena compañía.

- ¿Controlaba sus decisiones políticas y militares?

- Podrías decir que sí.

- ¿Entonces cuál sería el porcentaje de una decisión tomada por el kage para velar por la seguridad de Kirigakure?

- Sería el 100%. Completamente. Puede que no se viera bien, pero eran otros tiempos Itachi-san. La guerra había acabado con los recursos dentro de la Aldea, además que los traidores y perdedores también ansiaban comer. Se utilizaron medidas para reducir los costos de las perdidas.

- ¿Estabas de acuerdo con estas medidas?

- Por supuesto.

- ¿Estarías de acuerdo si continuaran impuestas hoy día, cuando la guerra resuena en el pasado?

- …Algunas, si estuviera en mi posición para comentar, recomendaría eliminarlas ante el Mizukage.

- ¿Quién te queda por proteger o a quien ser leal?

- Al-

Kisame cerro la boca, inmediatamente interrumpiéndose cuando contestaría que al Mizukage, pero al no compartir las decisiones de Terumi Mei, no puede referirse a ella como una líder a seguir. Era por cosas como estas, que apreciaba la batalla mental que gozaba con Itachi-san. Siempre contraponiéndolo con sus ideales, ya fuera para fortalecerlos o hacerle ver el otro lado de la moneda.

- No diré que Sakura estuvo bien al interferir así, concuerdo contigo al respecto. El problema de una nación es interno, no necesita extranjeros. Sin embargo, recomiendo verlo desde la perspectiva general de la que fuera tu Aldea. Por lo que me dices, existía cierta parte de la población que morían bajo causas ya no tan necesarias. Con o sin Sakura, si las condiciones continuaban así, alguien, ya fuera otro Momochi-san, otra Terumi-san, lograrían el golpe de estado. Tu kage prometió protegerlos y los ciudadanos no percibieron esa actitud progresista hacia ellos. No victimices a tu antiguo líder mientras él se escudaba con las nobles reglas shinobi.

- ¿Cómo sabes que hubieran logrado derrocarlo? Yagura-sama se hubiera protegido mejor si…-

- Porque un kage no debería tener la necesidad de protegerse a si mismo dentro de su propia aldea.

Kisame aplano los labios, aguantando el breve pinchazo de rencor contra Itachi-san. Sin embargo, entablando la mirada con el Uchiha, dejo transcurrir unos segundos antes de decir:

- ¿Vas a matarla?

- Esa información es clasificada, Kisame-san.

- Entonces es un no.

- No puedo afirmar o negar-

- Ella te matará.

- Lo dudo.

- ¿Por qué?

- Pierde más con mi caída.

El Nukenin abre apreciativamente los ojos al darse cuenta de las palabras no dichas por el Uchiha:

- …Vas a acorralarla… – murmura ligeramente sorprendido Kisame.

Kisame quiere darse una palmada en la frente. ¡Está hablando con Itachi-san! ¡El shinobi perfecto!

Había empalmado la concepción de Yagura-sama sobre Itachi-san, dejándolos al mismo nivel; sin embargo, Kisame estaba aprendiendo a ver a Itachi todavía más alto que cualquier pedestal en el que puso a su antiguo líder.

El Uchiha siempre tenía un as bajo la manga. Con lo culto e inteligente que era el pelinegro, no permitiría que una rebelde cuasi shinobi se metiera entre sus objetivos, a saber, el cuidado máximo a Konohagakure.

Itachi-san era por sobre todas las cosas un genio; incluso sin su sharingan activado, se podía percibir la astucia oculta tras sus orbes de ónix, midiendo los riesgos en tiempo récord, señalando debilidades y fortalezas con el simple hecho de ver caminar a alguien.

Por supuesto, alguien tan poderoso como Itachi-san quien gozaba de buena cuna, no necesitaba nada de una bruja; pero, incluso Kisame lo sabía, la niña era un misterio a descifrar, mentiría si no admitiera que también tenía interés en sus habilidades. Interés en descubrir si era tan… infame como decían que era. Por supuesto, era un rompecabezas para el Uchiha, tan necesitado como estaba por retos mentales, la bruja era fascinante.

Al fin, Hoshigaki sonrió. Itachi-san estaría bien.

Estaba a salvo de las brujerías que pudieran atrofiar a tantos otros; especialmente porque había escuchado lo bien respaldado que estaba no sólo por su propio linaje de noble sangre, sino por la actual Hokage. A diferencia de Yagura-sama, Itachi-san, tenía formas de salir ileso de una confrontación con la bruja rosa.

Se sintió tan tonto de repente. Se había preocupado innecesariamente por el chico.

Puede que incluso haya dejado ver un lado de él, uno que no veía en si mismo desde hace tiempo, emerger en el fondo de esta taberna húmeda y mohosa.

- Mírame aquí, preocupándome como un vejete, cuando seguramente tienes un pla para esa bruja.

Su compañero no contesto por unos segundos, simplemente parecía más tranquilo de alguna manera. Kisame también, de hecho, regresando a la sede de Amegakure, reflexionaría lo conversado aquí. Por el momento, sólo quería dejar salir la frustración, bebiendo más sake.

- Se agradece tu previsión, Kisame-san.

- Olvídalo, no quiero que me veas como el anciano que no pudo controlarse ante una sabandija rosa, pretendamos que no sucedió.

- No eres un anciano.

- ¿Pero si un incontrolable?

- Dependiendo a quien le preguntes. Los cazadores ninjas de Kirigakure podrían refutar lo que diga tu actual líder.

- Por cierto, hablando del diablo – Kisame tomo rápidamente otra taza de sake – si vas a tener cerca a pinkye – señalo a Itachi-san – ten cuidado. No fueron palabras vacías. Realmente Pain-sama desea su sangre como nunca antes he visto.

Itachi-san entonces frunció aún más el ceño. Más de lo que lo había visto hacerlo en la vida.

- Preguntaría que fue lo que le hizo, pero no quiero provocar mi propia furia al recordar que fue ella. Y tranquilo, al menos Pain-sama la busca a ella, al Kyūbi no lo tiene presente… aun – miro de reojo a Itachi-san – no diré nada, pero dudo que él no haya hecho la misma conexión que yo.

- Agradezco tu silencio, Kisame-san – el pelinegro parecía tenuemente aliviado.

- El mío por el tuyo de lo comentado aquí, Itachi-san. Mejor cuéntame, como acabaste con los hermanos Zombie, tengo curiosidad. ¿Hidan sufrió como la perra sádica que era?

Continuaron degustando sus bebidas calientes, mientras que Kisame continúo pensando, rememorando. Itachi-san había plantado una semilla, una que se había marchitado hace tiempo, hace años cuando conoció a Madara.

¿Estaba bien cuestionar a un líder?

Porque si era así, se arrepentiría de no haber dicho en voz alta tantas preguntas que se le cruzaron hace años, en una Aldea que se llamaba la Niebla Sangrienta.


Más tarde, abriendo el dichoso libro busco la sección de Recompensas de Kirigakure.

Itachi se llenó de más dudas que de respuestas cuando leyó la marca más alta con 41 millones de ryo:

Se busca con vida.

De cabello rosado y ojos verdes, se busca una delicada joven perdida. Al año final del periodo de gobierno de Yagura-sama, contaba con doce años y una espada protegida. Altamente peligrosa, proceder con extremo cuidado. Responde al nombre de:

Hime.


Un solitario monstruo

Lo estaba logrando.

Había convencido a su enemigo de escucharlo por cinco minutos y ya habían transcurrido diez.

Se sentía optimista ante su logro.

Nunca antes había visto a este hombre, pero la capa de nubes rojas y los ojos coloreados en círculos morados le decían que era el responsable de todas aquellas matanzas sobre sus hermanos demonios.

Sabía que debía actuar pronto, porque la Aldea Oculta entre las Hojas estaba sufriendo por el ataque de sus otros seis peones, todos igual de poderosos.

Habían llegado de la nada con promesas oscuras plagadas en realidad cuando empezaron a atacar a la gente sin ton ni son. Las entrañas volaban por doquier al igual que los gritos atormentados ahogados por la sangre propia de quien estuviera pidiendo socorro.

Los shinobi de Konoha caían como moscas ante el poder tan desgarrador de Pain y su compañía; temía por aquel agradable Teuchi-ojii-san y Ayame-chan; temía por su cuasi aprendiz Konohamaru, y su sequito de revoltosos; temía por algunos cuantos chicos que conoció, a saber, el perezoso Nara y sus semi primos Yamanaka y Akimichi. Pero más que nada temía no poder convencer a este hombre de detener el ataque de sus hombres.

Fueron ellos los que ocasionaron que su hermana se transformara involuntariamente en su forma bestial. Este hombre fue tan poderoso que logro aquello y la puso nerviosa.

Pero estaba escuchándolo. Sus palabras sobre la paz, sobre reformar al mundo sin necesidad alguna de violentar; de eliminar las tendencias de destruir para empezar a construir venían desde el fondo de su corazón y tan genuinas como las pensaba las reflejaba.

Palabras que definieron a Naruto desde sus once años, salen de su boca, esperando que este hombre entienda la necesidad de salvaguardar la pureza del alma. No destruirla con sus barras negras.

A pesar del ruido de fondo, donde las explosiones y edificios derrumbados estaban al día, él se está esforzando por mostrar sus buenas intenciones.

Entonces cuando el hombre de cabello anaranjado parece comprender, parece estar cediendo, un segundo hombre, uno cuyo rostro no puede ver, aparece a las espaldas del que se llama Pain.

Un hombre de cabello negro con ojos sharingan.

Tomoes giraban perezosamente mientras murmuraba algo al oído de Pain, sin dejar de ver sádicamente al protagonista.

Por el paisaje tan oscuro donde el pasto era negro y el cielo era rojo, sus propios ojos tenían problemas para ver la figura macabra susurrar más palabras sucias.

Por más que quiso escuchar, no lograba identificar ninguna palabra, pero cuando termino de hacerlo miro levantar el brazo de Pain y abriendo la mano: una barra negra de enorme tamaño fue lanzada directamente hacia él.

Se congelo, no pudo moverse y se maldijo ante su lenta reacción.

Cual cámara lenta, sintió como su rasengan empezaba a formarse en sus palmas transformándose en garras, pero no a la velocidad que lo requería, el olor a sulfato y azufre impregno el aire, mientras sentía la barra acercándose, poder oscuro radiaba de ella, atrayéndolo a pozos de mayor oscuridad, sabía que si esa cosa lo tocaba sería su fin, podría extraer no sólo su poder, sino su vida.

Fue entonces cuando la sangre y su característico olor salpico su mejilla en un momento repentino.

Gotas gordas habían llenado parte de su visión y en cuanto las limpio rápidamente, pudo ver frente a él un cuerpo familiar.

Uno pequeño y delicado.

Al principio su cerebro no proceso lo que estaba ocurriendo.

El intercambio de colores no permitía ver cuál era el tono real de su cabello. Estaba como apagado, deslucido.

La barra negra espacial había sido detenida por esta persona y estaba sobresaliendo poco a poco de su espalda, la única vista que tenía abarcaba a sus entrañas que habían sido expulsadas, tensadas por el objeto volador presionando su pecho demasiado. Los intestinos sobresaliendo de donde debieron estar las costillas, deslizándose hacia el suelo que parecía succionar todo lo que caía, marcando el pasto con líneas horribles de caminos rojos.

Su salvador empezó a caer.

Por instinto detuvo su caída, pero no podía reaccionar, ni gritar, ni pestañear. Inexplicablemente se sintió vacío.

Suavemente se arrodillo en el suelo, mientras sentía la dolorosamente cálida sensación de la vida escurriendo entre sus dedos, aun la barra negra atravesando su pecho, arruinando su uniforme rebelde shinobi. Uno que se le hacía tan familiar pero no podía recordar por su vida de dónde.

Giro su cabeza a la derecha cuando sintió el frío entrar a sus huesos.

Ahí estaba el shinigami. Esperando.

Este era uno que lucía muy distinto a los demás. Donde todos eran serenos, esta parecía emocionado. Extasiado. Incluso su cuña parecía más filosa que cualquier otra que haya visto.

Parecía estar sonriendo con locura ante el alma que se llevaría, incluso parecía burlándose de él.

Sus ojos le parecían tan familiares, un rey de la muerte que tal vez ha visto en otra vida.

Sintió una inmensa pena por la persona en sus brazos. Murió instantáneamente.

Volteo su cabeza muy cuidadosamente. Para cuando tuvo la vista perfecta a sus ojos, él se perdió a sí mismo.

Sus hermosos ojos esmeralda flameante se habían vuelto cenicientas motas de polvo al viento, mirando a la nada.

El mundo se detuvo; todo se quedó estancado en el viento, inclusive las gotas de sangre empezaron a elevarse en el aire poco a poco.

Las motas de polvo, tierra, piedras, pasto suelto, todo empezó a elevarse de a poco sin su consentimiento. La tierra negra coloreada por el carmesí derramado de quien menos espero guardo silencio esperando su reacción. Toda emoción se quebró dentro de él, sus pensamientos se volvieron uno solo.

Dolor. Inmenso dolor.

No tú, no, no Sakura-chan, no, no otra vez, no

Cuando las sandalias del shinigami entrar en su campo visual, acercándose a recoger su alma, él no pudo contenerse:

- ¡NO!

El cambio fue inmediato. Le importo poco los gritos que sonaron detrás de él, pidiéndole calmarse. Ignoro la voz de Sasuke.

No puede ver que incluso Pain ya no figura dentro de su oscuro y sangriento paisaje. No escucha el sonido de la risa de la oscura persona que tenía el sharingan.

Sólo siente. Siente un océano de dolor en el que está feliz de entregarse.

No se percata de como su cuerpo crece, se calienta y se deforma hasta convertirse en lo que parece ser un monstruo de enorme tamaño. Siente el quebrantamiento de sus huesos, su propia columna rompiéndose para volver a formarse y volver a romperse mientras continúa creciendo; siente las cervicales romperse y extenderse en nueve, abriéndose paso en el viento que ha empezado a repudiarlo.

Quema, arde y por ello, desea castigar.

Su cabeza se siente a explotar cuando sus manos convertidas en enormes garras se unen para armar un sello. No escucha siquiera las razones de Kurama advirtiéndole calmarse. Él sólo quiere tomar el poder del bijuu para hacer que Pain pague.

No se puede ver a si mismo, pero sabe en lo que se ha convertido. Sabe el esfuerzo que está haciendo el bijuu por retenerlo, pero su enorme chakra es demasiado aunado al sello de contención del kitsune, lo demuestran las nueve colas que se mueven sincronizadas detrás de él.

Su dolor es demasiado, no puede, no quiere, no va a aceptarlo. Si él sufre, todos los demás deben pagar.

El Kyūbi tiene por mira todo lo que no sea el cuerpo de su compañera de años, la persona que confió en él desde el primer día, desde antes de saber su nombre, desde antes de…. ¡Muerta!

Siente hacer un rasengan, uno que empieza a generarse justo frente a él junto con otros más pequeños a su alrededor. Cada uno tan oscuro como el que está en el centro, acrecentándose todos y uniéndose al final al que esta frente a sí mismo.

El aire es succionado; la tierra, los árboles, su propia alma.

Sasuke es succionado, y puede oír sus propios huesos quebrarse, puede ver incluso como su piel es arrancada sanguinariamente de su cuerpo, sus ojos sharingan son succionados dejando únicamente los músculos que también son devorados por la masa de chakra negro. Al final solo lo que queda del Uchiha es una calavera que termina por ser absorbida por el cruel Rasengan. No sabe que es exactamente, no siente el oscuro chakra emanar de esa bola de energía, sólo siente todo el dolor y resentimiento por la pérdida de Sakura-chan.

Cuando se siente seguro, lo deja liberarse, directo a Konohagakure. El rasengan oscuro cae sobre la ciudad, llenando de oscuridad por un momento el cielo.

Un segundo después de silencio, todo estalla en una estela de luz blanca y destruye todo a su alrededor. Puede ver la enloquecedora luz, cegando todo a su paso dejando únicamente a la nada, llega demasiado rápido a él, con fuerza.

Él mismo ocasiono esto, así que acepta con resignación su destino.

Cuando todo pasa… No siente nada, el dolor se ha ido. Todo se ha ido, incluso su propia alma.

Naruto abre los ojos con una velocidad incrédula respirando superficialmente sentándose de forma inmediata mirando la pared con fotografías frente a él.

Se toma un segundo para pensar en lo que acaba de pasar.

Cuando respira correctamente segundos después, deja salir un gigante suspiro de alivio.

Fue una pesadilla, fue una horrible, horrible, maldita pesadilla, no fue real, se decía a sí mismo en un intento por sentirse mejor.

Un toque en su hombro lo distrae momentáneamente.

La luz de la luna entrando por la ventana cerrada permite ver los ojos oscuros de su compañero. Su fragancia a fuego del Uchiha ha sido atenuada por las sábanas limpias que lo cubren.

Sasuke le pregunta con la mirada si está bien.

Se hace a sí mismo una revisión; este bañado en sudor y por alguna humedad en las mejillas, puede haber llorado durante el sueño. Asiente mientras deja salir un suspiro más largo y se sienta de su lado de la cama.

- ¿Pesadilla de nuevo?

Naruto nunca le ha contado sobre sus pesadillas a Sasuke. No hay forma en que le diga "sí, esta vez soñé con usar todo mi poder para destruir tu Aldea". Por mucho que Sasuke sea considerado, no imagina que pueda reaccionar bien ante eso.

- Vuelve a dormir, lo siento, no quería despertarte.

Se levanta para ir al baño de la recámara y darse una ducha rápida.

Decidió pensar en otras cosas para olvidar el horripilante episodio nocturno.

Si lo seguía pensando, estaba seguro de convencerse a si mismo de salir corriendo de la Aldea, buscar a su hermana y regresar a vivir a Yugakure.

Sakura-chan.

Vuelve a suspirar inconscientemente. Ella realmente estaba poniendo de su parte. Tal vez los ninjas de Konoha no lo supieran - bueno no tal vez, estaba seguro de que no lo sabían -, pero ella realmente se estaba esforzando.

Participando tan activamente como le comento la Hokage cuando exigió respuestas cuando el chico Nara le comento que no tenía nada que contarle sin expreso consentimiento de la Senju.

Así que teletransportándose pidió una explicación de lo que estaba sucediendo. De lo que se había perdido, porque al parecer nadie le había comentado ciertas cositas interesantes a Naruto por decisión unánime.

Sabía que existía Akatsuki sí, pero no sabía que estaban buscando significativamente a Sakura-chan por el desplante despectivo que al parecer arremetió contra ellos. Tampoco supo que fue a donde Itachi-san para ayudarle con alguna afección médica, tampoco sabía que fue ella la que alivio del dolor a Shisui. Al parecer desconocía también que se estaba haciendo de un nombre tanto adentro como afuera de Konoha. Algo en lo que ella misma no gustaba de participar.

Un verdadero shinobi es invisible, un shinobi es perfecto siempre y cuando nadie lo conozca, nadie necesita conocerlo. Si conocen tus habilidades, sabrán como someterte. Un shinobi no existe más que a los ojos de su líder.

Palabras sabias de Obāsan-sama. Las mismas que escucho recitar a Sakura-chan tantas veces; en cambio ahora…

Vuelve a suspirar.

Se está perdiendo varias conversaciones con su hermana, cosa que necesita retomar de inmediato.

Sabía que estarían utilizándola, por supuesto no era tonto. Ella era un excelente agente shinobi según lo que le comento Kakashi-sensei, no había forma en que no la usaran; sin embargo, volverse la hechicera de Konoha parecía demasiado… drástico. Era obvio que llamaría la atención de aquellos de los que justamente no querían llamar la atención.

Decide enfocarse en otro tema. Pensar en Sakura-chan sin que ella este presente para preguntarle tantas cosas, sólo lo está deprimiendo.

Un breve destello de la pesadilla resuena en su mente. Kami… sus ojos tan muertos… no, Naruto no permitirá que eso ocurra. Debía apresurarse con su entrenamiento de Modo Sabio. Estaba demorando demasiado. Había prometido cuidar de Sakura-chan por siempre y lo cumpliría, aunque ella era necia y terca y controlaba mejor sus habilidades que él mismo.

Continua con su limpieza corporal cuando retoma su agenda. De cualquier manera, ya son las cuatro, poco más y empieza su día.

Entrenamiento con Utakata, desayuno con la mitad de los Nukenin rescatados de Sasuke en su comedor….

Suspira, aunque esta vez es con menos incógnitas, y más resignación.

Naruto de hecho se pregunta si a Sakura-chan le hará gracia. A Bastet ciertamente no.

Después de sus vacaciones en donde regreso más gordo de la casa de Shisui, el neko se había sentido insultado por tantos nuevos habitantes en la casa de Naruto, tanto que seriamente está pensando en regresar a vivir con Shisui.

Por alguna razón, Senju Tsunade pensaba que estaba más que extensa la finca Namikaze, y podía dejarle encargado a Utakata junto a Hotaru, su aprendiz extraviada, a la cual tuvieron que ir a buscar para la total tranquilidad del jinchūriki de la Niebla.

Obviamente, por el intento de secuestro y homicidio de Sasuke, el Uchiha fue escondido en la casa junto a Naruto, quien ya le había preparado un cuarto desde tiempo antes.

Sin embargo, todo se fue al traste cuando dicho pelinegro parecía estar creando una secta dedicada a servirle; porque no sólo la fastidiosa pelirroja, sino a otros dos machos, cada uno tan aterrador y espeluznante como el anterior lo acompañaban a todas partes como dos guardaespaldas bastantes feos.

Se pregunta en qué momento, tiene no sólo a seis personas en su casa, sólo uno descendiente de Konohagakure y los demás foráneos; ninguno un familiar o un conocido, es más, la mayoría con tendencias agresivas. Sociópatas.

Las dos féminas de la casa eran de lejos las más… violentas. Por alguna razón, siempre comparaban a Sasuke con Utakata.

Si se parecían, pero a Naruto no le parecía tan comparables. Más bien Utakata se parecía más a Itachi en cuanto a personalidad. Era increíblemente tranquilo y elegante en sus formas. Muy sereno y con una mentalidad protectora sobre sus seres queridos. En cuanto a vista, sí, lo acepta se parece Sasuke a Utakata. Ambos exageradamente atractivos con esos ángulos finos y labios semi carnosos.

Tan molesto como le parecía a Naruto, a veces fungía como mediador entre ambas bellezas exóticas, los machos eran sordamente agresivos entre ellos mismos. Especialmente contra Utakata, o contra Jugo, o contra Suigetsu, dependiendo el día. Qué curioso, nadie contra el teme, ahora que lo piensa.

Naruto se cuestiona si Sasuke en efecto no es el líder de una secta y también lo recluto sin darse cuenta. Jadea ante el descubrimiento.

- ¿En qué piensas? – levanta la mirada cuando se termina de colocar su ropa de entrenamiento.

En la puerta de su baño, esta Sasuke mirándolo peculiarmente.

- ¿En cómo planeas llamarnos?

- ¿Llamarnos? – el Uchiha frunce ligeramente el ceño

- Sí, a este culto que estas iniciando donde al parecer todos adoramos el suelo por el que caminas.

El pelinegro rueda los ojos.

Es de mala educación, recuerda que le decía Sasuke, pero al parecer incluso él ha sucumbido a ese hábito.

- Que la mayoría no se quieran despegar de mí no significa que yo no quiera despegarme inmediatamente de ellos.

Claro, resuena en los recovecos de la mentalidad de Naruto. Si no fuera por el rubio, Sasuke continuaría durmiendo penosamente en la sala, debido a que Karin tenía la mala costumbre de meterse a escondidas a la recamara dispuesta del Uchiha.

Una vez encontraron a Jugo también en dicha habitación. Espeluznante.

Un hombre muy alegre, y espeluznante, por igual, llamado Yamato acudió un día en su ayuda.

Necesita habitaciones la casa de Sakura y su hermano, dijo Kakashi-sensei y acto seguido el hombre sonrió y con mokuton abrió más el espacio.

Naruto se arrepiente en nombre de Kakashi-sensei ya que, desde entonces, el superior Yamato no se le despego para hacerle estrafalarias preguntas sobre su hermana. Dejo de contestar cuando pregunto sobre el número de hombres ha desmembrado utilizando uvas. Extraño.

Aun así, Naruto sabía que, aunque cada uno tenía su habitación, había visto que rara vez se usaron para que cada uno durmiera como era debido.

Había escuchado como los pies de Hotaru habían sido escurridizos al entrar a la recámara de Utakata. También sabía que Karin de vez en cuando se escondía dentro del de Sasuke, o a veces Jugo salía y dormía afuera, en el árbol de flor de sakura que estaba afuera de la casa, o Suigetsu se sentía más cómodo quedándose dormido viendo la televisión en el sofá.

Sin embargo, para frustración de Karin, Naruto ya había apartado a Sasuke raptándolo a su recamara. El rubio acomodo la recámara para que cupiera una cama extra, así no se sentirían incomodos durmiendo tan cerca. Deseaba poder ofrecer su propia cama a Sasuke pero viendo que a veces es muy tradicionalista y recordando las palabras de Killer-B, pudiera ser que el Uchiha no se sintiera confortado, por eso no tuvo el valor para proponerle dormir juntos.

No habían hablado sobre los constantes besos que Naruto le robaba a Sasuke, pero el rubio empezaba a sentirse desairado especialmente porque desde que tenían huéspedes, el Uchiha parecía más… reticente a sus cariños.

No habían hablado mucho acerca de su relación o lo que significaban el uno para el otro, pero Naruto pensaba que eso estaba bien. Según el Icha Icha, primero eran los besos y luego las conversaciones sobre sus sentimientos, así que todo se daba naturalmente y conociendo al teme, le costaría hablar al principio. Sólo debía ser paciente.

No habían explorado más allá de uno o dos abrazos, especialmente cuando Sasuke sufría por algunas pesadillas sobre Orochimaru y se quedaban viendo hacia la ventana, acostados, uno con la espalda sobre el pecho del otro, sintiéndose reconfortantemente consolados.

La leche caliente con miel se había vuelto imprescindible en la casa, especialmente utilizado por bueno, por todos.

Al parecer todos, shinobi o no, tenían sus propios demonios con los que lidiar.

Naruto se creía inmune hasta que fue más consciente de lo que Akatsuki estaba tomando de su hermana; incluso de Sasuke al saber a Itachi tan sobre esforzado con la cantidad de elementos a considerar para detener a la organización criminal. Los relatos que le conto el Nara, una vez autorizado, sobre aquel fatídico día en que se enfrentaron a Pain.

Nara no lo dijo en voz alta, pero definitivamente hubieran muerto. Todos. El hombre llamado Pain parecía estar jugando con ellos. Su mentalidad estaba sufriendo por lo poco que ha llegado a descubrir de dicho personaje. Inclusive Ero-sennin lo ha dejado un tiempo para investigar más sobre estos hechos a las fronteras de Sunagakure.

El hecho de que Otousan, Olli y Utakata, hayan salido ilesos no significa que sea así por siempre. Gaara es la prueba perfecta que no importa que tan poderoso y protegido puedas estar, esas capas de nubes rojas pueden llegar y arrebatar la vida.

- ¿Vas a entrenar?

- Hai, Utakata comento que se sentiría mejor hoy, así que iremos más rápido.

- … -

Y aquí era donde acababan la mayoría de sus conversaciones últimamente. Cuando se mencionaba a Utakata, por alguna razón Sasuke parecía enfurruñarse y se alejaba.

Por fuera, veía al Uchiha teniendo conversaciones serenas con el jinchūriki, pero por alguna razón cuando era Naruto quien lo mencionaba, Sasuke sólo… se apagaba.

- ¿Vienes?

- Iie, dormiré otro rato.

Y así el pelinegro se retiró a su propia cama, cubriéndose totalmente sin dirigirle a Naruto otra mirada dando la vuelta, quedando de espaldas al rubio.

A diferencia de días pasados, el rubio no se coló a robarle un beso. Naruto vio un segundo su figura oculta entre edredones y se dirigió hacia la puerta de la recámara. El silencio bordeo la habitación cuando salió.

No se enteró de cómo Sasuke lo miro por última vez con anhelo oculto.


Dejo escapar una sonrisa divertida.

Esto era lo que necesitaba, lo había olvidado hace tiempo, pero ahora que lo retoma, que esclarecedor es respirar tan profundamente limpio y retomar la fuerza para suprimir el golpe que viene a su derecha.

El golpe es tan potente, como pocos que ha sentido, y se alegra de sentir el dolor.

- Cualquiera diría que has encontrado gusto en la tortura, Naruto-kun.

- Si viene de ti, tomare lo que sea, ttebayo.

Utakata siempre había sido un ejemplo a seguir para Naruto. Desde aquella vez que lo conoció cerca del País de las Olas, cuando planeaba ayudar a Sakura con el golpe de estado, y se lo topo.

Desde que entablaron conversación, reconociéndose ambos como poseedores de bijuu, sabían que tenían que conocerse. El renegado de Kirigakure no era un marginado completo, de hecho, conforme conto su historia, el joven ni siquiera había tenido la mitad de mala vida que los demás ciudadanos de la Tierra del Agua; a excepción de la supuesta traición de su sensei cuando intento extraerle el Rokuby, y todo eso lo hizo por amor; Utakata de hecho estaba destinado a grandes cosas dentro de su aldea, con su forma de pensar tan definida sobre el relativismo de lo bueno y lo malo.

No sólo Utakata fue el cuarto jinchūriki que conoció, sino el tercero en poder controlar completamente a su propio Bijuu. Saiken-san, de hecho, era bastante amigable comparándolo, con Kurama. Él fue un ejemplo a seguir porque a diferencia de muchas personas a lo largo del conocimiento de Naruto, Utakata nunca catalogo ni bueno ni malo algo, a excepción de su propio sensei.

Podrías asesinar a alguien y no necesariamente era malo, porque esa persona pudo asesinar a tu familia; puedes exigir justicia por supuesto, pero la sociedad jamás podrá devolverte a esa familia. Tampoco lo hará la muerte del homicida, pero al menos tendrás un sentido propio de justicia completo. Tampoco es necesariamente bueno, dependiendo si crees que un asesinato puede manchar tu alma.

Por cosas así, le encanta hablar con Utakata. Era filósofico y amoral.

En donde su propia hermana era más pragmática, donde matar para evitar morir era su lema, Utakata se detenía en las sombras de la moral, rectificando si era necesario fomentar la violencia con más violencia si lo que se deseaba era crear una guerra, pero si te sobreponías, podías sentirte superior moralmente si veías el panorama general. Un pacifista completamente. Uno que decidió tomar ese rumbo en su vida.

Naruto sintió una mirada oscura sobre su nuca, cuando verifico con el rabillo del ojo, vio a Sasuke cruzado de brazos recargado en la columna de madera de la engawa mirándolos. Mirando a Naruto. Tenía una expresión de malestar en el rostro.

- No te distraigas – la voz de su rival sonando cerca de su hombro izquierdo a la vez que estaba empujándolo con sus pies mientras estaba recostado en el suelo.

- ¡Jamás! Kongou Fuuin: Enyou Fuusatsu

Un gigante puño rojo salido de la nada empezó a atacar a Utakata, encerrándolo en su puño y envolviéndolo en una prisión de chakra, hasta que el Nukenin de Kirigakure desato un estallido de chakra propio moviendo sus seis colas.

Continuaron batallando durante otra media hora, antes de que Utakata resintiera el cansancio de su cuerpo.

Los ataques de los peones de Pain habían lastimado gravemente a su hermano demonio, dejándolo en cama durante un mes; ya había transcurrido un segundo mes de reposo absoluto, y apenas estaba retomando su fuerza con estos pequeños entrenamientos para volver a tonificar a su cuerpo.

Jugo y Suigetsu habían decidido participar en algunas ocasiones, pero Utakata no mostraba interés al no ser una batalla con Naruto. No era porque los considerara inferiores; Naruto sabía que era porque no quería lastimarlos si las cosas se salían de control. Aunque por supuesto, Suigetsu parecía renuente a creer esas razones.

A veces, como hoy, se les podía ver a los demás siendo espectadores del enfrentamiento entre ambos jinchūriki, un espectáculo que muy pocos tendrán el honor de ver en la historia, especialmente cuando sus vidas no están en riesgo. Era el único momento en el día en que nadie, incluidas las chicas, guardaban silencio y parecían apreciar los toscos músculos masculinos bailar sobre el pasto de su claro de entrenamiento.

- Me atrapaste con ese último, ¿Cómo dijiste, Senpou: Jiton Rasengan?

- Sí, ttebayo, es una fusión del primer jutsu que aprendí aquí, es un reflejo de chakra de Kurama combinado con energía natural y desprende de…- Naruto continúo hablando mientras Utakata ponía una mano sobre su hombro comodamente y caminaban hacia la casa.

Cuando el rubio subió la mirada, no pudo encontrar a Sasuke por ninguna parte. Sin embargo, sus compinches estaban fascinados viéndolos:

- Si tan solo pudiera combatir contra ti o contra ti, sólo una vez – decía animado Suigetsu quien quería pelear contra cualquiera de los dos.

- No le hagas caso Naruto-san, Utakata-san, simplemente quiere sentirse poderoso dos segundos – decía Jugo intentando calmar la adrenalina en la sangre del ex ninja de Kirigakure.

- Por lo menos no me la paso hablando con los animales todo el día. ¡Al menos podrías hacer callar al lince malvado!

- Bastet-sama es un excelente neko, un ser bastante conversador y agradable si le das la oportunidad.

- Un gatote caprichoso, eso es lo que es, uno que es un parlanchín total sobre peticiones desagradables. ¡¿Cómo quiere que cacemos al halcón mensajero de Sasuke?! Sasuke nos asesinaría si le pasa algo al pajarraco.

- Tal vez si no fueras tan grosero con él, no te pediría cosas tan extrañas Suigetsu.

- Me pidió tu cabeza.

- …Él no pediría mi cabeza.

- Ahora no te parece tan agradable, ¿verdad?

- Sólo lo haces por molestar.

- ¿Por qué tendría que molestarte, enorme montón de músculos?

Tanto Naruto como Utakata se deslizaron dentro de la casa cuando empezaron a revolcarse en el pasto peleando cual niños pequeños.

Ahora que lo piensa, se siente extrañamente familiar la imagen.

- Está listo el desayuno, shishou, por favor siéntate, Naruto-kun tú también por favor.

La linda Hotaru se había convertido en una grácil cocinera quien, aunque no hablaba mucho con los demás, - a menos que fuera para pelear con Karin - igualmente se encargaba que todos estuvieran debidamente alimentados.

Eso y que Sacacorchos estaba tan entusiasmado en enseñarle a cocinar. Al principio, todos habían reaccionado muy diferente cuando se presentó el perchero.

Donde Karin le ordenaba a hacer cosas como si fuera la dueña de la casa, Jugo se entretenía jugando shogi o incluso cartas de poemas maravillándose ante un kodama tan inteligente.

Utakata agradecía que fuera el perchero quien realizaba sus ejercicios terapéuticos para desinflamar los nudos de nervios que le dejo la batalla con Pain.

Incluso de vez en cuando, Sacacorchos libra los múltiples intentos de asesinato donde quieren quemarlo, quitarle el chakra natural que lo mantiene con vida, cortarlo, meterlo al horno, encerrarlo en la lavadora, sellarlo en piedra, arrojarlo por el río Nakano, todo lo anterior cortesía de Suigetsu; sin embargo, cada intento ha sido infructuoso.

Ese perchero era un excelente rival para los entrenamientos shinobi, cosa que incluso Utakata admiraba y agradecía ya que se había vuelto muy cercano con su aprendiz, la agradable Hotaru, una chica del clan araña, Tsuchigumo.

- Arigatou Hotaru-chan, Itadakimasu.

- Al terminar de desayunar, ¿crees que podamos dar una vuelta de nuevo al mercado, Naruto-kun? Hacen falta algunos suministros.

- Por supuesto, Hotaru-chan.

- Hotaru, no malgastes el tiempo de Naruto-kun. Necesita entrenar en su Rikudō Sennin Mōdo.

- Ohh… no te preocupes por eso ´ttebayo, puedo ponerme al corriente después.

- Iie Naruto-kun, una mente concentrada y sin distracciones es fundamental para tu entrenamiento. Si me permites, podemos pedirle a Sasuke-san que nos acompañe, de esa manera tendrás tiempo y espacios suficientes para ti. Debes estar preparado.

Con una mirada de reojo a Utakata, recordándole lo que estaba en juego, Naruto no tuvo otra que suspirar y asentir resignado.

Cuando los demás llegaron a desayunar, el rubio se dio cuenta de algo. Sasuke no estaba presente.

Para cuando se retiraba todo el séquito de turistas extranjeros, siendo ambas féminas las que se disputaban por la atención de Utakata sobre a donde ir primero, Suigetsu luciendo como un cachorro saliendo a pasear y Jugo prefiriendo caminar lentamente hasta atrás admirando la Aldea, todos siendo liderados por un Uchiha que lucía melancólico, Naruto decidió continuar con su entrenamiento.

Sabía que el hombre llamado Yamato lo estaba vigilando, evitando que el Anbu Raíz se atreviera a interrumpirlo, así que decidió ir a un lugar que estaba volviéndose su favorito.

La cabeza del Yondaime Hokage.

Había algo en el lugar, ya fuera la espectacular vista, la sensación de pureza en el aire, o la humildad en el cielo azul claro que permitió que Naruto se sintiera verdaderamente a gusto. Pleno.

Al estar tan arriba, el sonido de la metrópoli no interrumpió la meditación de Naruto.

Pasaron horas antes de que el rubio soltara su conciencia y sintiera la brisa fresca pasar por sus mejillas bigotudas.

Respira, déjalo salir. Respira, déjalo ir.

Le hacía falta, reconoció. Fueron más de dos meses en los que no había podido siquiera pensar como continuar su entrenamiento. El Ero-sennin tenía razón. Necesitaba volver a enfocarse. No quería sentir que la ganancia de su meditación de los últimos seis meses se tiraba al traste.

Suspira cuando lo piensa. Ocho meses, casi nueve dentro de Konohagakure.

Se siente como si el tiempo hubiera volado. Tantas cosas habían pasado desde que llego a esta Aldea; siente que fue la decisión correcta llegar aquí. Inclusive si… inclusive con lo que ha descubierto.

Aunque él mismo había pedido que no se le contara nada de su pasado o su origen sobre lo que Konoha pudiera saber de él, Naruto no era sino curioso por naturaleza, pero no deseaba exponerse a si mismo cuestionando a Bachan Senju sobre sus antecedentes.

Nada tan fácil como acompañar a Kakashi-sensei un día a la librería por la edición de su nuevo – erótico – libro Icha Icha.

Fue ver un estante en particular, uno que hablaba de la Historia de Konoha, para darse cuenta de un libro en específico que se le antojo inquisitivo. Un libro cuya portada tenía la foto de alguien cuya espalda le resultaba inexplicablemente familiar a Naruto.

Un hombre alto de cabello rubio con una capa blanca con el kanji de Hokage bordada más el contorno inferior diseñado con figuraciones de llamas, caminando hacia el horizonte.

Fue como una epifanía para Naruto.

No lo demostró en ese momento, por la compañía de Kakashi-sensei, pero volvió a por el libro.

Mientras cuidaba a un dormido Utakata en el hospital, leyó página a página hasta que llego a una fotografía en particular. Cierra los ojos ante el recuerdo de ese día, suspirando, queriendo deshacerse del recuerdo. Porque si era así… si lo que decía el libro del hombre era cierto… Pero Orochimaru también había dicho su nombre

Necesitaba más pruebas antes de continuar sus suposiciones.

- ¿Terminaste?

Ya lo había olido desde que llego, aunque por el trance en la meditación, agradeció que apenas le haya hablado.

- ¿Me extrañaste, Sasuke? – dijo entre burlón y coqueto.

Realmente esperaba que aquí en la soledad de las rocas, correspondiera como antes, a sus cariños verbales o táctiles.

- Tch, Hotaru-san tiene lista la cena.

Dijo el pelinegro a la vez que se daba la vuelta y caminaba de regreso a la casa Namikaze.

Poniéndose al corriente, el rubio intento hacerle la plática.

- ¿Sera ramen esta vez?

- … -

- ¿Quieres practicar mañana?

- … -

- No tienes misión por el momento, ¿o sí?

- …. -

- ¿Crees que tu Nii-san tarde en regresar?

- … -

- Extraño a Sakura-chan.

- … -

- ¿Ya no te gusto?

Eso hizo tensarse un poco al Uchiha, congelándolo, pero solo continúo caminando después de un segundo, parecía molesto con cada paso que daba, aunque su expresión no denotaba nada.

- Sasuke

- … -

- Sasuke

- … -

- Sasuke

- … -

- ¡Teme!

- No Naruto, no me gustas ni me has gustado jamás.

Eso sorprendió al rubio quien detuvo su paso viendo la espalda de Sasuke continuar su camino. No podía creerlo, entonces eso… ¿qué quería decir?

- Mientes.

- No lo hago.

- Entonces mírame mientras lo repites.

Uchiha Sasuke se volteó, luciendo aterradoramente indiferente.

Su vestimenta había sido cambiada humildemente a camisas polar y pantalones jogger, dejando de lado toda insignia Uchiha, incluso ahora su imagen por encima del genjutsu era de un ciudadano promedio de Konoha. Su chakra totalmente suprimido, al menos hasta llegar a la casa Namikaze donde Naruto había sellado metros a la redonda para que su firma no pudiera ser detectada, ocultando a todos los huéspedes como civiles.

Así que ahora luciendo como un civil, uno demasiado hermoso, Sasuke lo miraba con aburrimiento mientras salía de sus labios:

- No me gustas Naruto.

Tan impactado como estaba el rubio, pasaron dos segundos antes de que reaccionara no tan cordialmente.

- Mientes, ¿Por qué?

- No lo hago. No tengo porque hacerlo.

Acercándose a Sasuke de manera depredadora, el rubio gruño:

- Explícame entonces que significaron mis besos para ti.

- Hablando de eso, te pido de favor no vuelvas a tocarme de esa manera. No es aceptado el acercamiento inapropiado contra mi voluntad.

En lugar de sorprenderse más, Naruto estaba enfadándose con cada mentira que decía Sasuke:

- ¿Contra tu voluntad dices? Teme, no tengo idea de que te pasa, pero no te atrevas a querer engañarme.

- No es engaño Naruto. No quiero que te acerques a mí de nuevo. No de esa manera.

- ¿No? ¿Y porque entonces respiras tan superficialmente cuando me acerco a ti?

El rubio acorralo a Sasuke, haciendo que este sin querer, diera pasos hacia atrás.

- Sólo lo dices para provocarme.

- ¿Provocarte? Lo dice aquel que me provoca a diario negándose a mirarme a los ojos.

Dando otro paso hacia atrás, Sasuke quedo arrinconado contra un árbol que dejaba ocultos a los dos jóvenes.

- No tengo necesidad de mirarte.

- ¿Por qué Sasuke? Cuando antes, incluso esta mañana, sentía tu mirada sobre mí. Y ahora que tienes toda mi atención para ti, no la quieres, dime por qué.

- Confundes mis acciones con-

- ¿Con que Sasuke? No calles, dime con que estoy confundiendo tu sentir, cuando veo cuanto se altera tu corazón cuando estoy cerca.

La mano izquierda de Naruto se posó a un lado de donde quedo la cabeza de Sasuke, mientras que, con la derecha, de manera tan suave, tan gentil, tan contradictoria a su tono, estaba tomando la barbilla del Uchiha para mirarlo correctamente.

Sasuke respiraba superficialmente, pero de ahí en fuera, todo su lenguaje corporal estaba cerrado. No estaba reaccionando ante Naruto. Sus ojos de ónix no transmitían nerviosismo, ni irritación.

Por un momento, el rubio pensó en sus acciones anteriores. Esos besos, entrelazar los dedos viendo el atardecer o el amanecer, la mirada de victoria mutua al finalizar una misión, el contarle historias de su infancia en el sofá, las películas que nunca terminaron de ver por culpa de los toques sutiles en la nuca. Nada de eso fue su imaginación.

Realmente Sasuke había cooperado en cada ocasión. Incluso si él nunca había tomado la iniciativa…

Él nunca había tomado la iniciativa. Siempre fue Naruto.

Y si… y si Sasuke tenía por misión tal vez incluso por objetivo personal, ¿acercarse a Naruto para que no se fuera al terminar el periodo de prueba de dos años?

¿Inclusive hacerlo sentir responsable por… por lo que sea que estuviera sucediendo entre ellos?

Si lo que sentía Naruto sólo era el efecto colateral de todas las atenciones que el Uchiha había procurado para él, pero no eran para que llegara tan lejos y Sasuke siendo el estreñido emocional que era, nunca dijo nada para no molestarlo. Inclusive lo que dijo ahora, puede que le haya tomado tanto valor acumulado decirlo, porque no aguanta los avances del rubio.

O tal vez, Sasuke había gustado de él en algún momento, sin ninguna treta debajo, pero, al pensarlo mejor, comprendió que no quería estar con un jinchūriki.

Porque claro, ¿Quién querría a un demonio como pareja?

Tantas hipótesis por las que de hecho era una mala idea que Naruto se acercara a Sasuke.

Sabía que el pelinegro era algo así como un pequeño príncipe en Konoha. Es decir, era miembro de la casa principal, del patriarca, de un clan cofundador de la Aldea. Por supuesto, el Uchiha siempre tenía lo mejor de lo mejor, tal vez hasta tenía alguna prometida a la que se debía de guardar.

Jamás alguien tan noble se fijaría en alguien tan… pesado como Naruto.

Sintió su corazón doler, endurecerse, cerrarse ante los crueles pensamientos.

Obāsan-sama tenía razón. No eres un monstruo Naruto, pero el mundo no te verá normal, ni a los que se acerquen a ti. Tan solo ver como llamaban a su hermana en esta Aldea.

Un breve destello de su espantosa pesadilla resuena en su mente. Entendiendo la posición de Sasuke, Naruto relajo la mirada, quedando completamente inexpresivo. Su piel había empalidecido y retirando la mano del árbol, dio dos pasos atrás.

Le costaba alejarse del teme, pero era por su bien. Era por el bien de ambos.

- Lo lamento Uchiha-san. Me temo que confundí sus acciones y he cometido un grave error. Le ruego me disculpe.

Sasuke abrió los ojos, subiendo las cejas, conmocionado. Era obvio, jamás había escuchado hablar a Naruto así.

El rubio no permitió que ninguna emoción se mostrara en sus orbes oscurecidos a propósito, y haciendo una pequeña reverencia volvió a pedir disculpas.

Se enderezo y continúo diciendo:

- Si me disculpa, por favor dígale a Hotaru-chan que esta noche estaré indispuesto. Que tenga un buen descanso, Uchiha-san.

No espero la reacción de Sasuke, simplemente se teletransporto lo más rápido que pudo.

Su corazón pesado no podía con el rechazo que seguramente vería en la mirada de Sasuke. Por primera vez creyó que alguien más que Sakura-chan lo entendía; alguien que no fuera un hermano demonio, o fuera un cercano de sus hermanos demonios. Alguien fuera de su entorno.

El pelinegro era tan cortes y propio, que más allá de corresponderle todo este tiempo, sólo no sabía cómo rechazarlo. Mientras se sentaba en el único lugar donde sabía que nadie lo encontraría, sentía una lagrima brotar de sus ojos.

Luego otra. Luego otra más.

El departamento de Kakashi-sensei era un lugar vacío y seguro, lleno de trampas, cuando este se iba de misión en solitario justo como hoy. Acostado en el sofá que daba a la ventana, se sintió extraño en su propio cuerpo.

Nunca había imaginado que la ruptura de una fantasía se sintiera así de doloroso.


- ¿Sabes dónde está?

- Iie Karin-san.

- ¿Y si alguien lo rapto de nuevo?

- Iie, fea, esta con Naruto, obviamente está protegido.

- ¡No te estaba hablando a ti estúpido!

- Cansas con tus preguntas. Donde esta, con quien, está a salvo, comió bien, por favor. Chiquie chiquie – dijo Suigetsu arremedando su voz.

- Ambos podrían guarda-

- ¡Cállate! – gritaron una pelirroja y un mini tiburón a Jugo.

- ¡Cállense los dos! ¡Malditos simios ruidosos, no pueden guardar silencio, aunque les cociera ese estúpido hocico! – un gruñido felino resonando mientras daba garrazos.

El gigante se sentó en el sillón mullido, desconsolado por cómo le gritaron.

- …. Lo hiciste bien Jugo-san – le dicen mientras recibe una palmadita consoladora en la espalda.

- Gracias Hotaru-san, pero debemos detener a Bastet-sama antes de que se ensucie con sangre las garras.

- Iie, déjalo. ¡Así gato sácale rápido los ojos a ese estúpido grosero!

Mientras Karin animaba la guerra con Bastet sobre un Suigetsu aterrorizado en el sofá ante el genjutsu de una ballena asesina tragándoselo, Hotaru miro su lado a Utakata quien seguía leyendo en la linda mecedora de la engawa donde estaba acurrucados. El fresco que colocaba el fūinjutsu realmente se antojaba cálido, ideal para incluso dormir afuera. Sintiendo la mirada de su shōnen, Utakata sólo le murmuro a su amada Hotaru:

- Están bien.

- ¿Estás seguro shishou?

- Hai.

No pasaron más de dos minutos cuando Uchiha Sasuke entro claramente molesto por la entrada principal.

Utakata frunció el ceño mínimamente. No había señal alguna de su amigo-hermano rubio.

Sabía que meterse en el asunto de otros era mala idea; así que esperará a mañana, preguntará a Naruto si necesita ayuda, necesita ser escuchado, entonces al menos Naruto sabrá que no está solo.

Tenía una idea de que ocurrió entre el Uchiha y Naruto, sin embargo, no estaba en su lugar hablar cuando él mismo había sufrido de una epifanía durante su casi muerte, y aún seguía lidiando con ello. Su preciosa epifanía, de hecho, estaba mirándolo hipnotizada, esperando a que continuara leyendo una historia muy entretenida de un detective que resuelve cualquier escenario criminal.

Utakata sonrió.

Naruto estaría bien. Siempre y cuando Sasuke-san fuera como Hotaru.


- Estúpido dobe.

Golpea la almohada tres veces antes de volver a acomodarse. Intenta dormir cerrando los ojos. Su intento dura seis minutos sólidos antes de que vuelva a masacrar su almohada.

- Estúpido estúpido…

Deseaba haberlo callado a besos mientras le decía Uchiha-san, con esa expresión tan indiferente que no le quedaba nada, como si eso fuese a alejarlo. Pff.

Incluso él mismo no sabe que antes de quedarse dormido, enojadamente susurra un Regresa Dobe.


País de las Olas, doce otoños

Fue Naruto quien lo vio primero.

Supongo que el olor de la sangre podrida llenando sus fosas nasales fue el interruptor para su rastreo.

Llegamos a la orilla donde vimos al desgraciado. Se veía de quince, tal vez dieciséis. Su palma izquierda esta gangrenada así que no pude leer su línea de vida con certeza. Su lado izquierdo del rostro estaba llenándose de hongos, porque bueno, supongo que estar casi dos días boca abajo en la arena puede hacer que las algas entren a tu boca abierta y empieces a pudrirte en vida.

Cabello castaño corrioso, no mayor al metro cincuenta, su nariz estaba chueca, pero de una rotura de años anteriores, los dedos rotos, la oreja izquierda estaba visible y dejaba entrever que se la habían cortado, por la forma de la cicatrización, desde la infancia.

Su uniforme de gennin estaba deslavado, se notó que en mejores días debió de ser azul, sin embargo, también se notaba vergonzosamente roto en las piernas y brazos. Las vendas en su cuerpo lucían pus verde y maloliente debajo de ellas. Este chico estaba más allá de la salvación física.

Sus ojos azules no reaccionaban. Estaba vivo, pero parecía más un muerto viviente.

Tomando una rama cercana, otouto movió sus mejillas, picándolas constantemente; sin embargo, seguía sin reaccionar. A cada cual segundo que transcurría el chico, tan delgado, tan escuálido, seguía fingiendo su muerte.

En un momento, entreabrió los labios agrietados un poco más, lo mínimo para que su lengua escaldada pudiera moverse.

Mátame.

Simple y llana una palabra.

Otouto y yo nos miramos en silencio, esto era extraño.

Un chico en la mitad de la arena, sin signos de lucha en la playa; sólo una lancha a la deriva, o lo que tenía forma de un cuasi bote, el chico tenía su hitai-ate de cuatro símbolos, apenas sostenido entre su cabello rebelde y mugroso, totalmente desteñido de lo que debió de ser azul o verde.

¿De dónde venía este chico?

No hubo oportunidad para preguntarle.

De repente, un tridente dorado hecha de chakra, muy parecido a un rayo, atravesó la espalda del joven, quien solo abrió momentáneamente los ojos pareciendo aliviado. La paz llego a su psique cuando presenciamos la última estela de luz que brillo en sus apagados ojos azules. Por alguna razón, sentí mucho pesar en ese momento por su muerte tan tortuosa.

- ¿Quién era él, Obāsan-sama? – pregunto otouto, como siempre el más curioso.

Nuestra anciana hacía regresar su propio chakra dorado a su mano después de haber atravesado el cuerpo del chico.

- Un sobreviviente, kitsune.

Fruncimos el ceño, mirándola intensamente, esperando más respuestas.

- Si era un sobreviviente, ¿Por qué lo arrancaste de la vida, Obāsan-sama?

- Porque así lo pidió. Una persona con esa clase de mirada sólo está salvando su cuerpo. Su alma es la que sufre con cada segundo en vida – dice ella, a la vez que camina por la arena, siguiendo un rastro desconocido.

- Obāsan-sama – pedí unas palabras con ella.

- Ninfu.

- ¿De dónde escapo el sobreviviente? El bote de allá no tiene amarras, pero es de él, conforme las marcas de astilla en sus dedos, lo armo él mismo o alguien en desesperación.

- Observadora como siempre, ninfu. Ese niño era un shinobi de Kirigakure.

Alce las cejas a la vez que Obāsan-sama me rectificaba:

- No estamos en casa, procura tu expresión, ninfu. Tú tampoco seas ruidoso kitsune.

- Hai, Obāsan-sama – asentimos los dos al mismo tiempo.

- Pertenecía al pueblo Escondido en la Tierra del Agua. No es un buen lugar en estos tiempos.

- ¿Por qué, Obāsan-sama?

Pregunto otouto a la vez que dirigí un último vistazo al cadáver el chico, donde la arena ya estaba arrastrando su cuerpo hacia abajo del mar.

Antes de que terminara de desaparecer en el borde de la playa, lance una oración en silencio al cielo por su descanso.

No más tarde, después de eso, me di cuenta de que lanzaría demasiadas oraciones al silencio ante la mirada muerta de muchos más ninjas de la misma nación que este chico.

¿Por qué, Obāsan-sama? Su respuesta quedaría grabada en mi memoria el resto de mi vida.

La puerta del hostal de dos estrellas se abre, disolviendo mi memoria en la que me había perdido haciéndome regresar al presente, al tiempo que sigo sentada frente a la ventana polvorienta, cual Bastet mirando la lluvia caer.

Estábamos acercándonos a Konohagakure rápidamente, otros dos días más y estaríamos viendo las enormes puertas verdes de entrada escondidas entre el bosque.

Sin embargo, Taicho decidió que sería buena idea instalarnos por un momento aquí. Tan molestos como estamos el uno con el otro, nuestro trabajo en equipo es impecable.

Mientras él consigue las provisiones en el campestre pueblo civil de paso a la Tierra del Fuego, me encargue de nuestra protección, por algunos shinobi de Takigakure que parecían perseguirnos.

Coloca suavemente la comida caliente en la mesa del cuarto.

Tan acostumbrados como estábamos a casi dormir en el mismo espacio, de pronto sentí que la tensión estaba cortando el aire que respirábamos ambos.

- No tenían tempura, pero tenían Yakitori – dice al tiempo que toma papel para acomodar sus palillos.

- Arigatou, Taicho. Itadakimasu. – di una breve reverencia y comencé a comer.

Y a esto habíamos reducido nuestra rutina en los últimos tres días. Estaba tan tentada a reclamarle su error. Más bien, mi error. No debí confiar en él tan libremente.

Prometió acabar con todo aquel Akatsuki y cuando estuvo justo frente a él uno de los más fuertes, con un alto potencial de derrotarlo, Taicho sólo, sólo… lo dejo ir.

Fácil.

Ni siquiera fue un combate duro, de hecho, parecían estar evaluándose. Ni siquiera hubo intención asesina real. Al menos no hasta que Hoshigaki me identifico y dejo salir su chakra por el que es tan temido. Sin embargo, sé que llego a un acuerdo con él. No había forma de que sólo hubieran parloteado como dos ancianas verduleras en el mercado toda la noche.

El detalle es que, si llego a reclamarle a Taicho la falta de su compromiso con el favor, al cual en un momento de impulso estúpido no le agregue un parámetro de tiempo, él tendrá todo el derecho de preguntar lo que quiera.

Entiéndase, el crimen por el que me acusa el hombre tiburón.

Hará preguntas para satisfacer su propia curiosidad a cambio de responder por la mía.

Preguntas que no estoy dispuesta a responder.

Fallaste, expresan mis ojos con fuego.

Cuentame lo de Kirigakure y te explicaré lo de Hoshigaki, dicen los suyos totalmente serenos.

Definitivamente mi culpa, por dejar tan abierto el favor, debí remarcar que en cuanto viéramos a los miembros de Akatsuki debíamos asesinarlos, dejar un periodo límite, pero tan entusiasmada como estaba no pensé calmadamente. Si Obāsan-sama llegara a enterarse de esto, exigiría la corrección inmediatamente. Sin demoras y sin excusas.

Mis conexiones neuronales trabajando sobre una solución que estoy buscando desesperadamente a toda velocidad.

Sin mayor conversación entre nosotros, Taicho menciona que saldrá un momento, asiento mientras retomo la guarda de la ventana.

Sin ganas de leer, sin intenciones de volver a sondear con chakra al pueblo, me quedo sentada pensando cómo voy a resolver mi propio error.

¿Volver atrás? Irresponsable, no es posible enfermar a Taicho. Por el momento, cualquier pensamiento sobre Taicho deberá ser eliminado, anulado por sus propias metas. Debo obtener el apoyo contra Akatsuki de alguien más.

¿Se me asignaría al Nijū Shōtai? No factible, con el tremendo fracaso del encuentro con Pain, el grupo de jōnin y Tokubetsu Jōnin el cual se consiguió gratuitamente traumas permanentes, seguramente serian disueltos para asignar a otro grupo. Uno del cual Taicho seguramente será el líder y por esto con Hoshigaki obviamente no me incluirá.

Naruto esta fuera de discusión, por lo que no es posibilidad especialmente cuando él es el objetivo detrás del grupo de terroristas.

¿Aliados de Sunagakure y Kumogakure? Altamente posible para los primeros, para los segundos posibilidad a medias. Los hermanos de la arena seguramente buscarían justicia por lo cometido contra Gaara-kun, que, por cierto, debo enviarle un regalo de cumpleaños pronto, agregare una nota mental. En cuanto a Otousan y Olli, aunque son influyentes en su Aldea ciertamente no son A-sama; por lo que puede que exista el 50% de que me puedan apoyar libremente.

Sin embargo, utilizarlos a ellos… suspiro profundamente. No debería utilizar a la familia así. No cuando, de hecho, ellos también están en peligro.

Dejémoslos hasta atrás de la batalla. No tienen necesidad de afrontarse contra las capas de nubes rojas, aunque Yugito y Gaara-kun ciertamente querían su sangre en compensación.

Además, sería mejor pedir apoyo en caso de tener la ubicación exacta de Akatsuki, sin embargo, al menos hasta hace dos semanas según el informe de Nara-san a Taicho, no se sabe si pertenecen a Amegakure o a Takigakure, inclusive Kirigakure.

Resoplo internamente ante eso. Sospechar de Kirigakure es tonto. Aunque es creíble. No fueron conocidos como la Aldea de la Niebla Sangrienta por nada. No cuando prácticamente me forme ahí, e incluso cuando Zabuza comento que yo sería una ideal sensei dentro de su Aldea.

Vuelvo a resoplar, pero más divertida ante el repentino recuerdo de su voz atrofiada por las vendas que cubrían su cara, más porque codeaba a Haku a su lado esperando convencer a mi yo de casi trece años.

Incluso me ofreció su mejor botella oscurecida por el sake de arroz. O tal vez fue para que le devolviera a Kubikiribōchō.

Desconozco el momento en el que mi sonrisa se desliza por mi rostro.

Ah… Haku.

Arigatou, Sakura-chan. Su voz resuena al fondo de mi mente.

Suspiro de nuevo sólo para darme cuenta qué no estoy sola en la habitación.

Finjo no espantarme, ni tampoco no haberlo escuchado entrar desde hace tiempo, pero creo estos últimos meses he permitido que me lea a su gusto, es por eso por lo que cuando giro la cabeza disimulando que es su silencio lo que me molesta, veo sus ojos de ónix divertidos ante mi desgracia.

- ¿Algún buen recuerdo? – su voz de barítono expresa lo que sus ónix sienten.

Atrapada.

- ¿Conseguiste lo que buscabas, Taicho? – mi voz tan neutral, así como la sonrisa deshecha hicieron que él retomara la misma postura que yo.

No contesto, sólo asintió, sus ojos de nuevo cerrándose ante mí. La expresión fría y seria con la que lo conocí por primera vez regresaba en todo su esplendor haciendo doler levemente mi pecho. Ignore la sensación no queriendo pensar en lo que significaba.

Ninguno dijo nada durante unos minutos. Simplemente nos miramos. Me pregunto en qué momento me deje envolver por él; en su voz cadenciosa y suave, llena de gratas emociones; cuando su rostro dejo de parecerme guapo para volverse increíblemente hermoso por el nivel de confianza que pensé ver en sus ojos; en qué momento permití que sus gráciles manos escribieran líneas en mi vida; en qué momento deje que fuera él quien me guiará.

Incluso el honorifico lo solté en algún momento, y él no lo reclamo de nuevo, y, por ende, continue tratando de desafiarlo sólo para que el desafío al final fuera para mí.

Mi nuevo reto sería arrebatarle todo el permiso que le di para acercarse a Naruto y a mí. No debería dejar que se acerque más. Debo dejar claramente dividida y marcada con una línea fosforescente nuestra asociación. Permití que se acercará solo para que me traicionará a la primera oportunidad.

El favor no funciono en su contra porque sea a lo que sea que haya llegado con Hoshigaki debió de parecerle correcto.

No dejaré que vuelva a pasar. No te fallaré, otouto. Me repondré, Obāsan-sama.

Mi deseo de apretar los dientes es suprimido. Regla número 25: Un Shinobi nunca debe mostrar emoción.

- Estaré a tu servicio en cuanto gustes que emprendamos el viaje, Taicho-san.

- Es innecesario que hagas eso.

Mi giro de cabeza de nuevo a la ventana fue interrumpido por su tono reprendiéndome. Sin mayor expresión, volví a verlo, tratando de cuestionar con la mirada a que se refería.

¿No quiere que espere porque ya nos vamos? Improbable, cuando apenas nos hemos instalado para pasar la noche.

Él estaba tan sereno cuando respondió:

- Habías dejado caer hace tiempo el honorífico. No comiences ahora.

- Hai, Taicho. – volví a girar mi cabeza hacia la ventana, quedándome en guardia ante cualquier ataque fuera de la posada, sin mostrarle emoción.

Reflexione en mi acción. Puede ser catalogada como inmadura. Sí, de hecho, mientras más lo pienso me hace ver como una mocosa malcriada inmadura quien hace un berrinche; sin embargo, es la primera vez que me siento tan vendida por alguien en quien confié ciegamente.

Nunca regales tu confianza a nadie más que a tu otouto, decía Obāsan-sama. Me equivoque y remediare mi error, incluso si pudiera parecer inmaduro.

Después de eso fue tan incómodo el ambiente que deseaba salir a caminar por mi cuenta de regreso a Konohagakure; sin embargo, verdaderas guerras se han terminado en habitaciones todavía más densas. Debo pensar en una manera de salir de esto, donde me metí yo sola la pata y tropecé en mi propio camino.

La costra de mi rodilla imaginaria será grande ante mi caída metafórica, pero me aseguraré de que sea la última que tenga.

La última en Konohagakure. La última de mi vida.


Al día siguiente, Taicho dijo:

- Sígueme.

No hubo más, no me miro, no me dijo porque cambiamos de rumbo, simplemente me ordeno con esa voz tan fría y no pude si no acatar.

Desde temprano, habíamos tomado otro camino, totalmente distante de Konohagakkure y aunque estaba segura de que no iba a matarme, era obvio que se traía algo entre manos. El trayecto era muy similar a como si fuéramos a Sunagakure, cosa que quedo confirmanda cuando el desierto empezó a hacerse visible, así como el aire seco y el caliente viento nos obligo a cubrirnos el rostro con las capuchas del uniforme Anbu.

Sin embargo, con una pequeña desviación, vi a lo lejos lo que pareciera ser una ciudad. Pero una abandonada; sus edificios se encontraban maltratados y destruidos, las entradas a las edificaciones estaban cerradas y no se sentía la presencia de nadie en kilómetros. En medio del desierto, encontrar una metrópoli que debió ver mejores épocas, que incluso debió lucir moderna en su tiempo, y ahora desierta despertó mi curiosidad.

- ¿Dónde estamos Taicho?

- Esto es Sora-ku.

El nombre no me sonó de nada; pero supongo que aun con la cara tapada se debió de notar mi interés porque Taicho continuo.

- Está ciudad ha sido utilizada por mi clan como un almacenamiento de armas dejado como encargada a la anciana Nekobaa, la cual actualmente vive con su nieta. Es a ella a quien visitaremos.

- ¿Por qué es tan… solitaria?

- Cuando empezó la reconstrucción de Sunagakure, la mayoría de los ciudadanos decidieron resguardarse allá, especialmente cuando a la ciudad le faltaron construcciones adecuadas para el drenaje y lugares donde desechar su basura.

- ¿Es por ello que apesta? – el lugar tenía un olor nauseabundo.

- Hai.

- ¿Por qué tu guardiana no se mudo también?

Ya habíamos dejado de correr, pero Taicho no respondió por mucho tiempo, mirándome de reojo como si no quisiera que yo supiera, por lo que sólo opto por decir:

- Ella es especial.

Intrigada de que alguien se ganara ese tipo de secretismo por parte de Taicho, de no querer revelar sus secretos, quería conocer por mi misma a esta "anciana".

Mientras más caminábamos entre los edificios corroídos y desérticos de gente, empecé a formularme muchas preguntas. En efecto, no había nadie, al menos no con vida en el lugar. No sentía el chakra de algún ser vivo más que de algunos que eran vagabundos o marginales. ¿De qué vivía la anciana? ¿Cómo sobrevivía? Por mucho que el clan Uchiha enviará recursos mes con mes, que era mi mejor teoría, se nota que el agua y la comida escasean aquí.

¿Qué clase de anciana viviría en un lugar tan ermitaño con su nieta?

De pronto me mordí la lengua. Auch.

Nos encontramos rápidamente frente a una tienda de provisiones, una tienda de inmenso tamaño donde en las repisas se podían ver armas de alto calibre, kunai, shuriken, incluso ballestas y flechas de punta de plata. ¿Qué?

Las flechas de punta de plata no son para shinobi, ni siquiera son para seres humanos; son utilizadas contra las hadas y hombres lobo. ¿Porqué una adorable ancianita vendería este tipo de armamento?

Tan intrigada, alargue mi brazo para abrir la puerta y entrar, pero fue cuando Taicho me detuvo ordenando con su voz totalmente indiferente:

- Te quedarás aquí resguardando. No tardaré.

Acto seguido, entro, desapareciendo de inmediato. Me quede quieta todo el tiempo que me fue posible, pero dure poco. Frustrada por la inexpresión de Taicho y su enojo injustificado, por mi curiosidad insatisfecha, por la peste de heces al sol, intente tocar con la punta de mis dedos la ventana donde estaba la flecha sólo para ser recibida por una descarga de ninshu rojo.

Ninshu.

Me quede pasmada uno, dos, tres segundos, antes de sonreÍr gratamente de forma interna. El ninshu había salido como un látigo dispuesto a arrancarme el dedo, apresándolo duramente, hasta que se detuvo, como si estuviera confundido, y luego procedió a revisar mi chakra. Sentí como me sondeaba cuidadosamente todo el cuerpo, tan incrédulo como yo misma me sentía.

Esto explicaba ciertamente muchas cosas.

La adorable ancianita guardiana del armamento Uchiha era una bruja.


No pasaron más allá de sesenta segundos cuando un gato de color café marrón con parches cremas apareció por la puerta luciendo curioso y cauteloso.

Me miro de arriba abajo con lentitud, a lo cual me quede quieta ante su evaluación aprovechando para hacer lo mismo. Era un Ninneko, un gato que tiene la capacidad de trabajar junto a los ninjas debido a sus sentidos agudos e inusual flexibilidad. En su frente, tenía tatuado el kanji de su afiliación hacia su dueño. El kanji de "verdad"; este tipo de gatos se deben a su dueño, no tanto a una aldea o a un gobierno. Pero se veía tan tierno vistiendo un pequeño hakama de azul bebé con una camisa de reja debajo.

Cuando termino de inspeccionarme, parecía molesto. Sabía por qué. No soy bienvenida por mi naturaleza. El neko tenía una voz chirriante casi como de un niño cuando dijo:

- Me pidieron darte el paso, pero atrevéte a hacer un solo movimiento, niña, y te mato.

- Para ser un ninneko, juzgas demasiado rápido, minino – recalque la última palabra.

Apretó sus labios felinos con molestia, gruñendo agresivamente un momento por la ofensa; dio media vuelta y sentí como la barrera protectora de ninshu me abrió paso. Sin embargo, este ninshu era antiguo, no tanto como el Obasan-sama, sino como… atorado. Estancado. Parecía reconocerme y al mismo tiempo tenía curiosidad por mí.

El pasillo por el que me llevo el neko era largo y oscuro pero el ninshu rojo se iluminaba, dejándome ver que las paredes estaban repletas de dos cosas: armas y gatos.

Cientos de ojos felinos me veían caminar con distintos semblantes. La mayoría eran de curiosidad, pero unos cuantos contados me veían con cautela. Esos era más ninnekos. Sabían que al igual que su dueña, yo podía manipular el ninshu.

Vi una luz al final del pasillo que vislumbraba una sala de inmenso tamaño, sin embargo, a medida que caminaba, algo estaba pegando mis pies al suelo. Había muchas, pero muchas barreras protectoras contra mí en este punto. Pero Obasan-sama no fue si no una excelente maestra. Ella me mostro como se tenía que comportar una verdadera Yama-uba frente a otra. Menos cuando las asesinaba. Incluso, yo la regañaba en esos casos.

Al no detener mi camino, al ignorar las punzadas en mis pies y piernas, no deje que ninguna expresión se mostrara en mi cara, cosa que disgustaba enormemente al Ninneko frente a mí, que casi parecía haberse ilusionado con mi dolor hasta que noto que no tenía ninguno.

Saliendo a la luz de la sala, note que todos los gatos ya se habían arrejuntado en ella y me veían exclusivamente a mí. Por el contrario, me tome mi tiempo para llegar al centro que estaba adornado de alfombras caras y sedosas. Sin muchos muebles y montones de cojines y almohadas pude ver a Taicho sentado en forma seiza a la derecha, tomando té, con una diadema muy peculiar en su cabeza, una que contenía orejas de gato. Pero en quien me centre fue en la mujer que estaba sentada al frente casi como en un trono.

Es una mujer corpulenta de edad avanzada, sus ojos son pequeños y su cabello grisáceo se asemeja a la melena de un león, usa una especie de bata naranja con bordes verdes, unos pantalones grises y una bufanda rosa, también una diadema de orejas de gato de color negro.

Ella me mira como quien ve a una pintura de arte abstracta. Muy complicada. Su expresión era de molestia, pero no sabría decir si era así como se sentía o simplemente eran las arrugas en su piel ya tan decaída lo que la hacían ver así. Cuando habla, lo hace sin dejar de mirarme, aunque hacia Taicho:

- Que bola de pelos tan interesante has traído, Itachi-kun.

Retomando la tradición, procedí a saludar como era debido. Alzando mi mano derecha, deje salir el ninshu que contenía en mí. La versión verde alerto a la roja que circulaba en al aire, causando que todos se congelarán mientras hacía mi sello. Hice un círculo en el aire dejando que el ninshu se volviera dorado mientras el sello aparecía elegantemente. Gire un poco mis dedos, dejando mi palma abierta en señal inequívoca de que no buscaba pelea mientras recite:

- Takk for at du tok imot meg i ditt hjem - Gracias por aceptarme en su casa.

El sello dorado que realice floto en el aire hasta una distancia razonable para que la anciana lo tomará y aceptará o rechazará mi saludo. Sin embargo, mas allá de los maullidos impresionados de algunos gatos, de las cejas levantadas del ninneko que me recibió, la anciana sólo rio despectivamente mientras decía:

- Y una bola de pelos bien educada al parecer – con un movimiento de su mano acepto mi sello, pero era evidente que ella no iba darme su nombre, así como yo no había dado el mío.

Dar el nombre le daba a otra bruja el poder de hechizar si así deseaba.

Me quede en mi postura shinobi, sin moverme ni quitar mi mirada de ella. En este punto, yo era quien estaba en su territorio, un movimiento en falso y sus múltiples trampas podrían lastimarme seriamente, claro podría salir ilesa pero eso significaría matarla, enfrente de Taicho, lo cual no era opción. Si ella deseaba podía castigarme por ser una insulsa, o por simple precaución. No la culparía. No sería la primera vez que sucede.

El ambiente se estaba poniendo denso, tanto por la mirada penetrante de ella como por el erizar de sus ninneko que estaban frente a ella en forma de escudo ante mí. Como si yo le fuera a hacer algo. La forma en como la protegían me hizo replantearme si en verdad yo me veía realmente peligrosa. Bastet siempre me dijo que, a los ojos de un neko, las cosas hermosas son más peligrosas. Supongo qué comparada a la anciana, sí, era bastante hermosa.

- Pensé que las brujas de guerra habían perecido, pero hela aquí. Una viva, joven, preciosa y rozagante de fuerza. – dijo la anciana burlona.

- Ba-sama – dijo Taicho casi como si estuviera regañándola.

- Hai, hai, Itachi-kun. Recuerdo la promesa que te hice, no le haré daño, aunque a estas alturas, créeme, dudo que la del daño sea yo; sin embargo, déjame disfrutarla. Estos viejos ojos no habían visto a una tan pacífica, justo como la calma antes de la tormenta. Lo que me has traído ahora es… - la anciana me recorrió de pies a cabeza - …hace décadas que no veo una así. No se ve a una sacerdotisa de sangre caminando como si fuera la dueña del mundo todos los días. A ver, acércate. Niña. – entrecerré los ojos – Ah, ahí está. Mira Itachi-kun, esa fuerza, esa ira que promete dolor y tortura. ¿Cómo te llamas, dulce de fresa?

Evite por poco endurecer mi mandíbula ante su voz burlona. Ya había dejado entrever una expresión. Una segunda sería imperdonable. Respondía retomando mi voz indiferente.

- Hvis du vet hva jeg er, vet du svaret Mitt - Si sabes que soy, sabes mi respuesta.

- Og jeg ser at du kan morsmålet vårt veldig godt. Spørsmålet her er om du virkelig er fortrolig med våre skikker. - Y veo que conoces muy bien nuestra lengua madre. La pregunta aquí es si estas versada verdaderamente en nuestras costumbres.

Su ninshu broto de ella como un látigo hacia mí a una velocidad tremenda, al mismo tiempo que en el círculo sellado debajo de mí también brotaban lanzas de ninshu con la intención de atacarme.

Sin mover un solo músculo, dicte a mi ninshu a actuar. Verde detuvo al rojo, conteniéndolo, mostrándose tranquilo mucho más sutil que el rojo agresivo. Vi a la anciana sonreír con los ojos, el brillo en su mirada mientras su poder era restringido por el mío era de diversión. El aire era casi eléctrico mientras el ninshu verde hacía retroceder al rojo de nuevo al sello mismo dejando que sólo una esencia del rojo quedara fuera. Tal vez a la vista del ojo público pareciera que ella quería atacarme, pero realmente ella sólo estaba probando mis límites. Con un segundo pensamiento, eleve un poco mi mano izquierda dejando que ese resquicio de ninshu rojo se deslizara por mi brazo como una serpiente. Deje salir un poco de mi chakra en todo el brazo, convenciendo al ninshu que no iba a atacarlo. Inmediatamente, el ninshu de la anciana se calmó, se tranquilizó tanto que empezó a recorrer el resto de mi cuerpo buscando más chakra. En este punto era más como un gato ronroneando por comida en mi cuerpo.

El ninshu rojo se deslizo hacia el suelo cuando la anciana declaro:

- Nok – Suficiente. Se dirigió a Taicho entonces – Ya veo tu problema. No hay forma de evaluarla a primera vista.

Con una mano en su barbilla, la anciana me miró, pero esta vez con lo que creí era diversión y curiosidad. Ella pregunto en lenguaje ninshu:

- Du er ikke som de andre. ¿Hvem oppdro deg? - No eres como las otras. ¿Quién te crió?

- ¡No seas ingenua, ba-chan! – exclamo el ninneko preocupado y erizado a su dueña – ¡Puede que haya pasado la primera prueba, pero no significa que no sea una amante de sangre!

- No lo es, Denka-kun – dijo la anciana luciendo despreocupada – de ser así, ya estaríamos muertos.

- ¡Pero Ba-chan! – dijo aun ansioso el minino.

- Conocí más a las de su clase que tú, Denka-kun. Con ese potencial, la niña podría haber entrado aquí y arrasar con todos nosotros y no la hubiéramos sentido. Créeme, sus antecesoras ni la cortesía de saludar hubieran tenido.

Entonces Taicho me trajo aquí para probarme ante su bruja favorita. Lo miré solo para descubrir que ya me estaba mirando con la misma inexpresividad de antes, una que empezaba a odiar. Lo que sea que le dijo Hoshigaki lo tiene dudando de mí y, por tanto, necesita una segunda opinión. Una de alguien más objetiva. La de una yama-uba de su entera confianza.

No confía en mí.

El dolor en mi pecho por la revelación es intenso un segundo y estoy segura que él debió haber visto algo en mi mirada porque la suya de pronto se ve empática, compasiva, casi como si quisiera consolarme, pero todo es interrumpido cuando la anciana proclama:

- Vel, fortell meg, ¿hvem oppdro deg? - y bien, dime, ¿quién te crio?

Me quede callada. No podía decirlo, no sin revelar un secreto industrial. El nombre de Obasan-sama era reconocido aun si su rostro no. El sólo hecho de hacer mención de ella hace temblar algunas partes del mundo años después. Definitivamente, esta yama-uba reconocería el nombre de mi honorable abuela.

- Jente, en ung kvinne som deg kom ikke ut av asken. Krigsheksene omkom i den siste Ninshu-krigen, i de stridende statene, for hundre år siden, så hvem oppdro deg? - Niña, una joven como tú no salió de entre las cenizas. Las brujas de guerra perecieron en la última guerra de ninshu, en los estados combatientes, hace cien años, siendo así ¿quién y porque te crió?

Guarde silencio, lo que pareció enfadar un poco a la bruja, pero poco podía hacer. Había sido criada a las antiguas formas, si me forzaba por medio de ninshu a acatar su autoridad sería visto como represión hacia mí, y no tendría más remedio que atacarla y matarla, sin que nadie pudiera detenerme. Y eso ella lo sabía. Taicho miraba con la leve comprensión de las reglas entre nosotras, pero eso no hacía que su cuerpo no estuviera levemente tenso.

- Vel, ikke snakk hvis du ikke vil. Men svar meg på dette - Bien, no hables si no quieres. Pero respondeme esto.

- Av størrelsen på treet, vil friskheten til frukten være, min søster - Del tamaño del árbol, será la frescura del fruto, hermana mía.

Ante mi respuesta, la anciana alzo las cejas, sorprendida unos segundos, y poco a poco dejo salir una nostálgica sonrisa.

- Hace años que no había escuchado una frase así.

Se deshizo de cualquier recuerdo que estuviera en su mente para volver a enfocarse:

- Bien, hablaré en idioma gatuno para que Itachi-kun nos entienda.

- Comprendo la lengua ninshu, Ba-sama – argumento tenuemente el Uchiha a la anciana quien lo miro todavía más sorprendida y le pregunto con la mirada a lo que él respondió – Fue mi shonen quien me enseño y si bien, me cuesta hablarlo, puede entender lo que dicen.

La vieja mujer nos miro a Taicho y a mí alternadamente un minuto entero con sus ojos bien abiertos. Tanto que casi era cómico. Como la piel de sus parpados le pesaba, le costaba mantenerlos abiertos pero era terca y nos veía impresionada.

- ¡¿Tú – me señalo con su dedo decrepito – le enseñaste a él ninshu – señalando al hombre a su lado?!

- Él ya tenía nociones – fruncí el ceño levemente – hubiera sospechado que fue usted quien le enseño en primer lugar.

Ambas lo miramos, ahora curiosas por saber quién lo pudo enseñar si no fuimos realmente ninguna de las dos. El hombre a pesar de no cambiar su expresión, sus orejas humanas empezaron a volverse rojas a lo que agregue para ridiculizarlo más:

- De todos modos, es un buen alumno, aprende muy rápido, como una esponja muy absorbente. Hasta es capaz de preparar sus propias infusiones para los hongos de sus pies.

Con una carcajada genuina la anciana echo la cabeza hacia atrás, mientras Taicho me miraba con regaños en los ojos y una promesa de tortura infinita cuando regresemos a Konohagakure.

- ¡Oh Itachi-kun, pero es que ¿porque no la trajiste antes contigo?! – dice ella aun entretenida – Es la primera vez que te veo lucir como un niño berrinchudo y todo por una gatita demonio con garras afiladas.

Es el turno de Taicho y mío de fruncir el ceño levemente al ser comparados tan feamente, cosa que volvió a hacer sonreír a la señora. Fue entonces cuando un neko, un segundo ninneko se acercó a mí mirándome con mucha curiosidad. Este se veía todavía más viejo que el llamado Denka, quien me seguía viendo con cautela. Con el mismo kanji en su frente de Verdad, este tenía un hakama marrón y su pelaje era color crema completamente con bigotes bastante oscuros.

- No huele a sangre, ba-chan – dijo este nuevo ninneko a su dueña - ¿Segura que es una bruja de guerra?

- Por supuesto que lo es, Hina-chan – respondió la anciana a la gata – mírala más de cerca y descubrirás porqué.

No sólo la gata nueva, sino que varios gatos más se me acercaron, quedándome quieta, calmando a mi chakra a ser tranquilo y pacífico. Unos buenos tres minutos después la gata Hina-chan jadeo al darse cuenta mirándome con una mezcla de compasión e incredulidad. Fue tan audaz que incluso con sus patitas delanteras toco mi pierna derecha y murmuro:

- ¿No te duele?

Fue tan suave y lleno de preocupación genuina la pregunta que sólo fue la costumbre lo que me orillo a responder:

- Iie.

Pero la gata podía verme más allá. Esa gata ninneko era especial, la podía sentir mirando a través de mí, idéntico a como lo hacía Bastet. Su mirada se suavizo cuando le acaricié las orejas y volví a murmurar bastante confiada:

- Está bien.

- No, no lo está. – murmuro por respuesta y se bajo de mí para regresar al lado de su dueña.

- ¿Has descubierto lo que buscabas, Hina-chan? – pregunto la anciana, pero la gata no respondió, viéndose triste y miserable. – Muy bien, una última evaluación. Tamaki-chan, ven aquí.

Una joven de quince primaveras salió de entre las sombras luciendo nerviosa y avergonzada. Luciendo más civil que nada, estaba apenada por verse descubierta por la dueña de la casa. Es una chica con cabello marrón que le llega por debajo de la cintura, y tiene también ojos marrones. Usa una blusa sin mangas de color rojo, pantalón de color claro, medias de malla y sandalias. También lleva vendas envueltas alrededor de su brazo izquierdo. Luce simpática, aun cuando tiene la cara color remolacha mirando alternadamente entre Taicho y la dulce anciana quien le hace una seña para que se siente a su lado.

- Mira lo que nos trajo Itachi-kun, Tamaki-chan, y mira bien porque dudo mucho que volvamos a ver algo así en mucho tiempo o tal vez nunca. – me observa seriamente – ella es Tamaki-chan, mi muy adorada nieta.

Levante mi ceja izquierda, sorprendida de que la anciana me estuviera regalando esta información. Una bruja sabe como atacar a su enemigo si conoce el nombre de sus seres queridos.

- Sé lo que estás pensando, demonio. Pero Itachi-kun aquí me dice que no eres un peligro. No aquí, no para nosotros. Tamaki-chan es mi única nieta, pero a diferencia de mí, jamás ha conocido a una de tu raza. Hazle un favor a esta anciana, que a punto de ser recogida por el shinigami y muéstrale porque las brujas de guerra son tan codiciadas.

Segura sobre lo que escuchaba, que deseaban un espectáculo, que yo me volviera un payaso para su diversión, sólo respondí fríamente entrecerrando los ojos:

- Iie – el aire a mi alrededor se espesó mientras entrecerraba los ojos, y el poco aire que circulaba arremetió conforme mi estado de ánimo creando un pequeño tornado que creció gradualmente.

El ambiente se tensó por parte del poco fuego que emergía de entre las antorchas encendidas, el agua en los muchos tazones de comida para gato se estremeció; y las alfombras, almohadas, todo lo demás se elevó unos pocos centímetros sobre el suelo. Aunque no duro más allá de cinco segundos, el ninshu estaba al pendiente de mis emociones. La anciana sonrió con triunfo.

- Eres arrogante, pero tienes razones para serlo – dice divertida – Madre tierra realmente esta conectada a ti y tu emoción, no a tu poder. Y me tranquiliza saber que no soltaras tu sed de sangre sin razón, no atacarás. Bien, bien. Tengo todo lo que necesito – señalo con su dedo la salida – Så mye som du underholder meg, må jeg snakke med din herre nå - Por mucho que me entretengas, debo hablar con tu amo ahora.

El pasillo se ilumino con ninshu rojo detrás de mí, pero no me moví por su petición; en cambio miré a Taicho, quien asintió con la cabeza lentamente. Siendo así, me despedí como dicta la tradición pagana. Eleve mi brazo derecho hacia el techo y con un destello de ninshu verde que expoto al llegar al techo, evoque:

- Måtte stjernene veilede deg, min søster - Que las estrellas te guíen, hermana mía.

La lluvia mágica de motitas verdes y doradas cayo grácilmente del techo, adornando la sala, ocultando mi salida. Aunque la visita fue en paz, la anciana aun me veía como un peligro. Lo que le dijo a su nieta sólo fue para calmar a la chica quien lucía nerviosa con mi presencia. Aunque… curiosamente no me prohibió la entrada a su recinto para una nueva visita. Significaba que yo podía volver aun si no estaba tácita la bienvenida. Le cause intriga.

Así que entre centelleos de gotas verdes y un camino rojo, marque mi paso hacia afuera con la cabeza en alto frente a los ojos de un mundo felino detrás mío. Espero que la evaluación de la bruja sea satisfactoria para que Taicho no intente asesinarme.


- Oh mi niño. Cuando te dije que te tenías que conseguir una gatita más fuerte para compartir el resto de tu vida, no me refería a que escogieras un demonio sacado del mismo infierno.

Ante la queja cariñosa de Nekoba-sama, Itachi dejo de ver el pasillo por donde se fue Sakura y miro sin comprender a la mujer.

- Oh, y ni siquiera te has dado cuenta, ¿no es así, Tachi-kun? – negó con la cabeza la anciana quien parecía menos tensa que en toda la situación anterior – Cuando dijiste que tenías un enigma entre manos, créeme que lo último que imagine sería ver que tu kouhai sería una joven que se ve frágil y demasiado femenina. No es que seas machista, pero ahora entiendo porque la retienes tan cerca de ti.

Intrigado, Itachi dejo su taza de té, ya frío a un lado, y miro a Nekoba-sama a la cara. La anciana parecía haber envejecido otros diez años de repente.

- Ciertamente, es fuerte. Muy fuerte.

- La llamaste bruja de guerra, Nekobaa-sama. Explícame onegai, ¿a qué te refieres? – pidió Itachi.

- Ahh, vamos por partes mi niño.

Tomando un vaso de agua que le sirvió Tamaki-chan, la anciana aprovecho cada segundo para reponerse antes de murmurar para si misma:

- Estoy vieja para estas cosas, estos viejos huesos ya no se sienten tan jóvenes. Me retrajo fácilmente y sin dolor. Bien bien.

- ¿Estas bien, Ba-chan? ¿Te hizo algo la niña bruja? – maullo preocupado Denka-kun luciendo casi guerrero en busca de venganza.

- Iie, Iie, pequeño. Sinceramente, me entusiasmo mucho haberla conocido. Jamás pensé que podrían ser tan cordiales las de su tipo.

- Nekobaa-sama – insitió Itachi.

- Si, si, Itachi-kun. Empecemos. Tu nueva kunoichi es una bruja.

Todos los gatos rodaron sus ojos. Hasta Takami-chan lo hizo.

- ¡Ba-chan!

- Pero no es cualquier bruja. Verás, existen los y las que casi no poseen poder ninshu, lo que los civiles conocen como magia. Por lo general son charlatanes, que promueven el uso de objetos malditos para conseguir más poder o aumentar su nivel de seducción, y se venden estúpidamente en mercados y tuburios. No valen más allá de las monedas de plata que recojan el resto de su vida. Luego existen las brujas de flora y fauna, las que promueven el crecimiento de las plantas y se sienten más a gusto con las montañas, flores y animales que los humanos. Seguro habrás escuchado de las mujeres que prefieren dormir en el bosque o tener por pareja a un lobo o a un oso. – Itachi asintió con la cabeza recordando las historias mitológicas que le contaba su Hahaue de niño – Ellos tienen buenos hijos, de ahí los centauros o los minotauros, hombre lobos y gigantes.

Ella toma agua para calmar su entusiasmo otro tanto.

- Luego están las que somos como yo. Las brujas guía que no nos importa vivir entre humanos y especies, ya que nos sentimos cómodos con ambos, somos bastante pacíficos todos nosotros, bueno, a diferencia de las demás, decidí emplearme para tu clan, mi pequeño niño, el deseo de venganza de tu familia se equiparaba mucho al que yo misma tenía de joven; en fin, la mayoría de nosotras hoy día simplemente deseamos vivir en paz conforme nuestras tradiciones místicas; y luego, están ellas, las intocables brujas de guerra. Ellas son la razón por las cuales hemos sido generalizadas y consideradas hijas del diablo sin importar de qué tipo seamos. Son paganas y sanguinarias, incluso consigo mismas. Digamos que son… favorecidas por algún Kami o eso se dice. Nadie sabe realmente como se forman, no son como las demás; no, nosotras heredamos nuestro poder de generación en generación. Ellas no. Ellas pueden nacer una cada siglo de diferencia, en otra familia, de otra cultura. El poder las escoge al nacer, no es hereditario su poder.

- ¿Entonces la madre de la chica o sus antecesores no eran brujos? – pregunto Tamaki-chan.

- Es lo que decían nuestros ancestros, quienes vieron a más de ellas. Podían crearse decían, pero no tengo idea a lo que se referían con ello mi niña. Lo que sí sé, es lo que vieron estos cansados ojos míos.

- ¿Qué fue eso Ba-chan? – pregunto Deka-kun.

Son impredecibles y mortíferas. No tienen empacho en asesinar a quien se interponga en su camino. A tus ojos podrías verlas como kunoichi perfectas, si no es que más. Dispuestas a esperar el tiempo que sea necesario para lograr su objetivo. Pero éstas, Itachi-kun, tienen una leyenda encima.

- ¿A qué te refieres, Nekobaa-sama?

- Cuando yo era niña, vi a cuatro brujas de guerra en distintos periodos. Cada una tan afilada como la anterior. Se decía qué si veías a una de ellas, una guerra estaba por ocurrir pronto. Una que destrozaría naciones enteras. Sabiendo esto, debo de recalcar que cada vez que vi a una de ellas, inició una guerra atroz al poco tiempo. La última vez que vi a dos al mismo tiempo, cada una en el bando contrario, fue en el periodo de los Estados Combatientes. La peor de las guerras, incluso más que las guerras mundiales shinobi.

- Pero Itachi-kun nos dijo que fue él quien la encontró, ella no apareció de la nada, Obasan – dijo Tamaki-chan sonando confundida.

- Así es, Tamaki-chan, pero ¿por qué la criaron si no fuera porque una guerra se avecina? He visto demasiados sucesos sobre ellas como para considerarlas coincidencias, mi niña.

- ¿Coincidencias? – pregunto Itachi.

- Hai. Una bruja de guerra no es como las demás de nuestra especie, Itachi-kun. Se rigen por… reglas distintas a las shinobi o las brujas como yo. Lo que mis antecesores me contaron es que ellas tienen una especie de… lealtad inconmensurable, total y eterna obligada si es que son atrapadas. Una que jamás romperán. No mencionaron de dónde viene su maldición o si siquiera si lo es, pero por ese rumor, se decía que ellas no convivían con los humanos normalmente. Si no creaban relaciones, a nadie le brindarían lealtad jamás y serían libres de hacer lo que quisieran cuando quisieran.

Itachi recuerda que en una conversación Sakura le dijo algo parecido. Sin embargo, su lealtad era para Naruto, a quien conoció desde niña.

- Ella le es leal a su familia – dijo Itachi cosa que a la anciana le sorprendió y a la vez, lo vió con compasión hacia su ingenuidad.

- Ellas no tienen familia, Itachi-kun, las forja el infierno y salen al mundo como jóvenes encantadoras que cautivan con su canto y su fuerza.

Un tanto apesudumbrado por donde se dirige la conversación, Itachi respondió:

- Pero ella fue criada junto a su hermano, Nekobaa-sama.

Frunciendo el ceño, Nekobaa-sama estaba a punto de preguntar cuando Itachi continuo:

- Su hermano es nuestro protegido, el hijo perdido de Namikaze Minato.

- Espera, ¿el niño sigue con vida?

- Hai. Su historia ha sorprendido a todos, Nekobaa-sama. Se criaron juntos gracias a una mujer, una a la que llaman abuela, cuyo rostro nadie conoce más que los niños, y su padre y tía.

- ¡¿Nani?! Itachi-kun necesito que me expliques todo. Sólo me dijiste que necesitabas una evaluación del carácter de una sospechosa, pero creo que tenemos aquí más entre manos de lo que pensé originalmente.

- Ciertamente, Nekobaa-sama.

Itachi aprovecho para relatar todo lo que ha visto de una forma objetiva. Se dio cuenta que le costaba ser imparcial cuando hablaba de todas las maravillas que tanto Sakura como Naruto-kun le habían mostrado. Hablo de los ciervos de luz y de paraísos celestiales. Hablo de Killer-B y de Sacacorchos y los papeles que desempeñaron en la vida de los chicos. Hablo de Nii Yugito y para cuando menciono a Bastet, saco dos papeletas entintadas que de hecho Shisui había enviado para la anciana.

- Son las huellas de Bastet-sama y del Demonio de dos colas, Matatabi-sama – menciono dándoselos a Nekobaa-sama quien estaba asombrada por tener las patitas de dos seres casi mitológicos en sus manos.

- ¿Un bakeneko? Uno de nuestros ancentros, Obasan, ¡está vivo! – decía incrédulo Denka-kun.

El tranquilo relato de Itachi sólo finalizo al decir que recientemente había tenido un encuentro con alguien, un cuasi amigo que detestaba a Sakura y parecía conocerla de otra vida, una vida que la pelirosa jamás le comento al Uchiha. No menciono el nombre de Hoshigaki pero sí hizo referencia a que tanto Itachi como Sakura se habían prometido un favor mutuamente que estaba incompleto aun.

Los gatos estaban fascinados con la historia y se notaba que deseaban preguntarle muchas cosas a Itachi cuando menciono tanto a Bastet como a Matatabi, pero él esperaba resolución de su querida casi abuela.

- Ya veo. – suspiro ella – tenía un veredicto antes de todo lo que me has contado, pero me temo que ahora esto es más profundo, Itachi-kun.

- ¿Cuál era tu veredicto, Obasan? – pregunto la nieta adolescente que parecía querer vivir la historia en carne propia llena de emoción ante la idea de zorros y magia.

En lugar de responder, la anciana miro seriamente a Itachi y pronuncio:

- Comprende que hasta para mí, las mujeres como tu Kohai son un misterio, uno de los más grandes entre los hechiceros, pero debo advertirte de algo, algo que era muy escuchado en esos tiempos. Las brujas de guerra sólo eran leales con una condición Itachi-kun, por eso eran tan codiciadas en otros tiempos. Hubo muchos hombres que les dieron cacería porque una vez que conseguías esa condición, no había marcha atrás. Se podía obligar a una de ellas a hacer obedientes y leales sin rechistar, aun en contra de su voluntad.

Frunciendo levemente el ceño, Itachi iba a preguntar, pero la anciana le gano:

- Una bruja de guerra sólo será leal a quien selle su corazón.

Itachi se tensó inmediatamente.

- ¡¿Su corazón?! – jadeó incrédula Tamaki-chan.

- Hai. Si lo arrancas de su cuerpo y lo sellas, serás su dueño. No importara su familia, no importara si desea o no asesinar. Lo hará porque quien tenga su corazón podrá gobernarla.

- P-pero… ¡ella estaba caminando, obasan! Respira y habla. Si me arrancaran el corazón… ¡ya-ya no podría vivir!

- Pero ella sí, Tamaki-chan – la voz de Hina-chan se hizo escuchar muy queda – Lo que dice Nekobaa-chan es cierto.

La mirada de la gata se desplazo a Itachi, quien estaba muy serio.

- Tu kunoichi no tiene su corazón en el pecho.

- Siendo así, Itachi-kun, solo tengo especulaciones por el momento. Es toda una contradicción andante. Se dice que si quien la domine sólo será leal al dueño de su corazón y no en una metáfora romántica. No, hablo de quien le arranque el órgano del pecho y lo guarde; pero, ahí tienes la otra condición. Tu kohai puede hacer aún favores o contratos de voz. Sólo las brujas libres podemos hacer favores como los que mencionas.

Ladeando la cabeza, Itachi pregunto confundido:

- ¿Entendería que ella no podría proclamar lealtad si no fuera libre para hacerlo en primer lugar, correcto?

- Exacto. Era cierto cuando dije que ella no actuó como una bruja de guerra, pero tiene la crianza de una; ellas acostumbraban a aniquilar a cualquier otra bruja. Acabar con la competencia por así decirlo. El sólo hecho de respetar mi casa y el ninshu, aquí me indica que ella no desea pelear o no quería exponerte. Tu visita me ha dejado sinceramente intrigada: tienes a una bruja que parece haber sido dominada pero aun es lo suficientemente libre para hacer lo que le plazca. Es… enigmático.

- ¿Tienes más información sobre… sus cualidades misteriosas? – pregunto el Uchiha sonando incrédulo por estar hablando de brujerías.

- Iie. Pero como dije, tengo un veredicto.

Todos se acercaron a la anciana curiosos por lo que tuviera por decir:

- Es leal a ti, Itachi-kun.

- ¿Cómo garantizarlo, Nekobaa-sama? – cuestiono Denka-kun – no queremos que un día la bruja esa le corte el cuello a Itachi-kun.

Sonriendo, la vieja bruja contesto:

- Dudo mucho que Itachi-kun se sienta complacido al saber que fácilmente puede morir a tus ojos, Denka-kun, sin embargo, mi sospecha es firme. Por lo que hemos escuchado, la joven ha aceptado a Itachi-kun como parte de su aquelarre.

- ¡¿Nani?! – Denka-kun estaba atónito.

- Piénsenlo bien. – la anciana elevo su mano ennumerando con sus dedos – Acepto que nuestro Tachi-kun se acercase a su único hermano, así que varios intentos de homicidio después, Tachi-kun resistió demostrando su fuerza. Ella te enseño ninshu, a ti, un shinobi, cosa prohibida entre los paganos. Ella acepta tu autoridad, antes de salir pidió tu autorización a pesar de que la jerarquía entre los paganos como nosotros es sólo aceptar lo que digan los de nuestra clase, considerándote a ti el más fuerte a sus ojos. Te invito a su recinto espiritual sin pago de sangre. Ha aceptado varios favores contigo, incluso uno sin condiciones. Casi rompiste el último contrato entre ustedes dos, pero te veo vivito y coleando, Itachi-kun. Ella no te ha tocado, envenenado o mutilado, no que sepas. Tu fuerza e inteligencia no le es indiferente, tal vez no como una autoridad sino más como un igual; estas ganándote la lealtad de una bruja de guerra. Eso o secretamente posees su corazón y no lo sabes.

Sentenció la anciana con un brillo de orgullo y apreciación en su mirada hacia Itachi, quien no lucía tan crédulo como ella.

- Pero no heches en saco roto mis palabras. Una sacerdotisa de sangre sólo aparece cuando los vientos auguran guerra y no una cualquiera. Podría hechizarla, por ti, amarrarla, si eso deseas Itachi-kun.

- Agradezco tu preocupación, Ba-sama, pero es innecesario. Sakura será terca, pero confío en lo que te he dicho. Ha hecho muchas cosas por su hermano, le es leal y mientras él este seguro en Konoha, ella permanecerá tranquila.

- Pero no puedes confiar en ella Itachi-kun, ¿o si, Ba-chan? – pregunto Denka-kun.

- En su cabeza, ella puede jurarle protección eterna. Pero si quien tiene su corazón desea matarle, no le quedara de otra que hacerlo. Ten cuidado Itachi-kun. En otros tiempos, te felicitaría por haber encontrado oro entre la arena; pero no sé cuánto de ese oro sea para ti. Encuentra a quien tenga su corazón, arrebátaselo, hazlo tuyo y ella te será leal y fiel a ti eternamente.

Sonaba demasiado fácil, pero Itachi lo sabía mejor. Si la misteriosa abuela de Sakura era quien tenía ese corazón, sólo podía hacer una cosa. Trataría a Sakura como lo había hecho hasta ahora; sin embargo, debería tener cuidado con ella. Nunca se podría saber con certeza porque a Sakura le quitaron el corazón tan joven y bajo que causa. Con razón, siempre estaba obsesionada con mitos de corazones malditos.

Si alguna vez llegará a encontrarlo, Itachi sabría que hacer con él. No se lo quedaría para si. Se lo devolvería a Sakura. Al fin y al cabo, era suyo y sólo suyo para disfrutarlo como una persona normal.

- Desviándonos un poco, Itachi-kun – continuo Nekobaa-sama sonando más solemne – No creo sinceramente que la joven sea tanto un problema como lo es la desconocida abuela. Si bien casi nadie conoce las formas de esas brujas, la forma de misticismo que describes en torno a ella da a pensar que esa mujer conocía el destino de tu kunoichi desde su niñez. La crió y entreno para ser una belleza poderosa y enigmática a los ojos de cualquier shinobi al punto de volverla irresistible y aceptar cualquier condicionante de ella. Sabía exactamente que estaba haciendo y como debía hacerlo. Por lo que sabemos, esa mujer puede seguir vagando en la tierra, espiándote sin que lo sepas, más importante aún, puede ser otra bruja de guerra. Cuidado, Itachi-kun, simplemente mucho cuidado.

A Itachi no le hacía falta el recordatorio. Tenía presente cada estremecimiento que provocaban los recuerdos en Naruto-kun cuando contaba algo de su infancia omitiendo cuidadosamente a su abuela; se había percatado que cuando iba a decir algo sobre la anciana, Sakura prefería cambiar el tema sutilmente.

Sí, si había algo más preocupante que brujas, traiciones y poderes misteriosos, era la mujer atroz que decía ser la abuela de dos seres exquisitamente únicos en la vida que los había abandonado sin decir una sola palabra a su suerte una mañana de primavera.


Bajo genjutsu ingresamos a Konohagakure. Al parecer, como Taicho no había informado a todo el mundo sobre su ausencia, habría preguntas que necesitábamos evitar.

Para cuando estábamos a nada de llegar a la puerta principal de la Konohagakure, un Anbu intercepto a Taicho solicitando que era necesitado urgentemente con Ibiki-sama. Taicho me miro asintiendo para que pudiera retirarme; el shinobi ya encaminado de regreso a la puerta. Adelantándome, sentí en mi muñeca la mano de Taicho deteniéndome, y giré la cabeza para verlo de pie, quieto y callado. Ignore el destello eléctrico que me hizo sentir nervios al sentir su piel contra la mía. Parecía querer decirme algo, pero sólo podía ver sus ojos rojos a través de la máscara Anbu. Al final, después de segundos muy intensos de mirarnos mutuamente, me solto a la vez que murmuro: "Te buscaré más tarde". El calor en mi muñeca que su mano me había dejado me hacia sentir cosquillas en mi estomágo, pero lo ignore en pro de recordar su falta de intención para asesinar a Hoshigaki.

Con su despido me retire a casa, pudiendo respirar cómodamente sin su compañía a lado. Todo el camino, desde que salió de la casa de la bruja de arena, estuvo taciturno y demasiado pensativo. Incluso la carrera pareció lenta por que andaba muy distante. A veces lo notaba mirándome de reojo, como si fuera un rompecabezas. Lo que sea que Hoshigaki y la bruja le dijeron sobre de mi lo tenían cavilando seguramente. Sé que él tomará la mejor decisión, mientras que yo sólo seguía enojada con él por no matar a Hoshigaki y mucho menos explicarme porque no lo hizo.

Sólo quería llegar y abrazar a Otouto y acariciar a Bastet y contarle tantos chismes a Sacacorchos, tal vez incluso una sesión de taijutsu con él para liberar el estrés de la última semana tan agotadora.

Después de eso tendré una deliciosa tina de agua caliente con lavanda y fragancias de lirios blancos, pondría la radio y dormiría por días sin importar que me vuelva una uva pasa.

Pasando por tempura a la exquisita tienda de comida que esta más cercana a la casa, pedí dos raciones más degustando ya desde la bolsa mi caliente sustento, haciendo agua mi boca.

La paz mental que tanto necesitaba estaba a pasos de mí.

Imaginaba sentarme y que Sacacorchos pudiera hacerme un delicioso masaje de pies, ohh… no, de hombros primero.

Oh, no… mejor mi ducha primero.

Oh… tal vez…

Oh… tal vez….

Oh… tal vez… asesinar a alguien.

¿Alguien, por todos los cielos, que me explique porque hay calzones – sospechosamente con una raja café - en la sala colgando de la lámpara?

… Y… ¿esos son calcetines los que se están quemando en la estufa?


Habían tenido suficiente.

Suigetsu tuvo su punto de quiebre cuando Karin al parecer estaba tratando de robar una camisa – sudada – del cuarto de Sasuke, pero la tonta pelirroja no se dio cuenta que era del mini tiburón.

Cuando la había atrapado, permitió que ella olisqueara, absorbiera el olor transpirado de sus glándulas sudoríparas, especialmente porque la comida de Konoha era altamente llena en ajo y cebolla.

Por supuesto, dejo que ella se ilusionara mientras se restregaba el rostro oliendo, hasta que no pudo aguantarlo más y cayo riendo, sorprendiéndola.

Para cuando, entre risas, le advirtió que esa camisa no era correctamente de Sasuke, Karin hizo una inspección de chakra rápida.

El horror y la repulsión en su rostro hicieron que la chica de diecinueve años sintiera la mayor vergüenza de su vida, al verse no solo atrapada con una camisa sudada de Suigetsu, sino que mientras lo pensaba, el chico le recordaba sus gemidos.

Si si Sasuke, eres tan varonil, hueles tan bien, decía mientras fingía su chillona voz.

Tan privado como de la risa como estaba, no noto que Karin estaba más allá de la cordura y el sentido común.

Tomo su ropa lo que pudo cargar entre sus delgados brazos y lo empezó a desperdigar por toda la casa.

Ya verás estúpido Holgazán.

Empezó colocando algunos pantalones en el horno y lo prendió para después empezar a aventar su ropa sucia por todo el lugar, pensando que sería una excelente venganza.

A todo por supuesto le inyecto pequeñas cantidades de chakra para adherirlo a las superficies, de esa manera sería imposible quitarlo sin romper las cosas.

Maléficamente seguía aventando las cosas hasta que llego Jugo y empezó a cuestionar si realmente el monstruo que creo Orochimaru era él y no Karin.

Puso algunos calcetines en la caja de arena de Bastet-sama.

Jūgo negó con la cabeza lentamente. Ni siquiera era su casa, no podían hacer esto.

Como el alma noble que era, intento levantar toda la ropa sucia, olorosamente sucia, pero era imposible.

Estaban pegados. Entrecerró los ojos hacia Karin y cuando planeaba regañarla, logro zafar un calzoncillo de color azul, con cierta raja quiere pensar de canela, solo para que saliera volando directo a la cara de Hotaru-san.

Con un sobreprotector Utakata-san a su lado.

Suigetsu llego riendo aun, gritando sobre devolverle sus calzones asquerosos de tres días justo cuando se caían de la cara de una linda chica de cabello castaño dorado y su guardián-sensei detrás de ella.

Todos se congelaron al sentir el instinto asesino de Utakata-san.

El infierno se prendió.

Aunque Hotaru estaba conmocionada, y asqueada, pidió calma a su shishou quien no pudo contenerse.

Se llevo tanto a Karin como a Suigetsu y Jūgo jalándolos con sus colas.

Jūgo estaba tratando de hacerlo razonar hasta que un golpe muy duro le toco en su costado izquierdo haciendo el que enorme chico saliera volando, arruinando unos cuantos arboles al fondo del sendero.

Suigetsu por su lado, al fin comprendiendo que estaba en la batalla que tanto deseaba combatir, aprovecho su momento hasta que se dio cuenta que solo tenía puestos los pantalones y todo su armamento quedo dentro de la casa.

Sólo dependía de su Jutsu de Hidratación, pero sonriendo maléficamente, pensó que sería suficiente.

Este era su momento, al final un rival que podría asesinar y nadie podría recriminárselo por que los jinchūriki son odiados en el mundo.

Sasuke lo había detenido de asesinar en las poquísimas misiones para deshacerse de las guaridas de Orochimaru, pero aquí, bueno… que lo perdone.

Karin era de lejos la mujer dura y violenta que todos habían llegado a captar.

Al sentir el poderoso y oscuro chakra de Utakata-san, oh… Kami… lo peor es que podía controlarlo completamente. Lo había sentido en los entrenamientos que tuvo con Naruto, quien tenía uno de los chakras más puros y blancos que jamás haya percibido, le parecía tan relajante y tan brillante a la vez; sin embargo, el chakra del bijuu dentro de Utakata era inmensamente poderoso y negro.

Utakata estaba siendo envuelto por la forma serpentina de agua que tomo Suigetsu solo para que al sentir como su chakra era succionado, el jinchūriki convertido en sus seis colas, sólo para sonreírle sádicamente al Nukenin de Kirigakure.

Por supuesto, Utakata sabía de pies a cabezas los jutsus de su Tierra Natal, la Aldea del Agua.

Entregando un poco más de su chakra, hizo que se sobrecargará el cuerpo fluido de Suigetsu y este cayo en un charco gelatinosamente patético a sus pies, cuando Utakata camino amenazadoramente hacia Karin cuando esta aun sostenía una camisa de cuatro días de uso entre sus manos.

Se deshizo de la sucia camisa rápidamente tratando de asegurar con señas de paz y amor ante el enfurecido jinchūriki, pero su poder como sensor de chakra atrofiaba su garganta ante el miedo de estar ante un ser tan poderosamente oscuro.

Cuando sintió las garras cerca, a punto de desmembrar su cuello, el brazo envuelto en chakra rojizo fue detenido por un golpe al costado que recibido Utakata como cortesía de Jūgo, quien sonreía macabramente ante el desafío de luchar con un igual, particularmente porque el chakra de sello de maldición activado en su cuerpo dejaba ver su lado sádico.

La mitad de su cuerpo – el izquierdo – estaba repleto de coloración oscura y grisácea, contando con crecimiento anormal de sus músculos del mismo lado y la esclerótica modificada a negro con una pupila amarilla. Karin lo identifico de inmediato. Estaba ahora mismo en modo maniático sádico, dispuesto a matar.

Corriendo hacia Suigetsu, la pelirroja dejo que el monstruo favorito de Orochimaru en su cuasi modo sabio y el poseedor del Rokubi se pelearan entre sí, y adelanto un poco de chakra medicinal sobre el cuerpo gelatinoso de Suigetsu.

Dando un agradecimiento por las lecturas que hizo todo este tiempo mientras vivía en la casa de Naruto con los libros de Medicina Oriental y usos de chakra medicinal, que encontró, estaba hallando una nueva forma de aplicar con efectos inmediatos su chakra, en lugar de depender completamente de su sangre y su epidermis.

Casualmente la casa tenía un sótano equipado para un laboratorio que fungió como los primeros pasos de Karin para su propia experimentación.

Lentamente con la recuperación del ex ninja de Kirigakure, miro la pelea que se gestaba a tan solo metros de ella donde ambos machos estaban golpeándose encarnizadamente cual felinos.

Se habían abrazado en un momento, el Rokubi envolviendo con sus colas a Jūgo quien transformado en Mr. Hyde daba guerra; estaban contendiendo a puño cerrado y quema ropa.

Parecían más dos niños furiosos por quitarse la piruleta.

En un momento, Hotaru estaba utilizando sellos de la mano para evocar un Suiton: Mizurappa dirigido a ambos, pero sólo pareció que ignoraron el ataque de agua que les cayó como cascada.

Miro impotente a Karin, al tiempo que observaban como Jūgo fue arrojado brutalmente al aire, sólo para antes de aterrizar ser pateado crudamente hacia el otro lado por las fuertes colas que atacaron al mismo tiempo.

Vieron como Utakata-san parecía perderse más cuando una pequeña bola negra frente a él se estaba gestando, una oscura masa de energía que no era necesario ser un sensor como Karin para sentir la maligna fuerza detrás del devastador ataque.

La bola crecía y parecía succionar el aire a su alrededor al mismo tiempo que Jugo salía corriendo de su lugar de caída con el brazo lanzado hacia atrás haciendo crecer también una masa muscular arrolladora y negra en su puño.

En cámara lenta, Karin y Hotaru vieron el preludio de un ataque que acabaría con todo lo que estuviera cerca, incluso abarcando tal vez el kilómetro. El silencio ensordecedor en sus oídos era un ruido blanco al no percibir más nada que sus propios corazones latiendo a toda velocidad.

Estaba a centímetros de suceder el inminente ataque cuando sintieron que el mundo se detenía.

Se congelo.

Todo.

Incluso las aves volando por encima se veían… estáticas.

Las hojas que caían se habían quedado pendientes en el aire, al igual que el pequeño conejo que estaba a punto de meterse a su madriguera.

Entonces lo impredecible: energía tan pura como jamás sintieron broto del suelo directo a cada uno de ellos, haciéndolos sentir serenos y calmados, manteniéndolos cálidos y fríos al mismo tiempo.

Un poder que se antojaba fresco. Como una cascada en una tarde veraniega, tan lleno de paz y tranquilidad, tan… sorprendentemente limpio, agonizantemente puro.

¿Cómo?

Este tipo de poder Karin no lo había sentido más que con Naruto, pero el rubio no había aparecido en los últimos dos días en la casa y no lo sentía en la casa; de hecho, sí sentía un chakra, uno que sentía extrañamente familiar, que no podía ubicar del todo, uno que pululaba contradictoriamente enojado, pero tan congelada como estaba no podía girar la cabeza.

Y de la nada, sintió como su cuerpo se aflojaba, haciendo que sus miembros quedaran holgados y libres sin poder controlar su alrededor; empezaban a levitar.

¡Levitar!

Miro a Hotaru, ahora pudiendo girar la cabeza, asustada, pero la niña miraba a Utakata-san, quien estaba impactado en su forma, aún rojiza de seis colas. La bola de energía negra desaparecida, positivamente desarmada.

Fue el único de los cinco personajes que se quedó en el suelo, al parecer teniendo libertad de movimiento corporal, pero parecía tan… conmocionado mirando a la engawa de la casa, con sus colas y brazos decaídos y la boca abierta en una enorme O.

Cuando vio a Jūgo, también parecía estar retraído, tanto, que su transformación del Sello Maldito estaba reduciéndose dentro de su cuerpo, devolviéndolo a la normalidad. Su boca estaba boquiabierta mirando en la misma dirección que el jinchūriki.

Estaba tratando de ¿flotar? En la antigravedad, hacia el otro lado, hacia sus espaldas cuando escucho la melódica voz:

- Vaya, vaya, vaya, ¿pero qué tenemos aquí?

Karin quiso darse una palmada mental mientras cerraba los ojos con una sensación de muerte inevitable.

Este chakra le era mínimamente familiar porque la única vez que lo había sentido estuvo más encerrado que ahora. Su contenedor había sido detallista para no dejar salir siquiera un gramo en su presencia aquella vez, en la primera misión de Sasuke-kun y ella juntos.

Aún se estremece al recordar aquellos ojos verdes y la sed de sangre que la delataban.

Los mismos que están entrecerrados ahora analizando a todos y cada uno de ellos.

- Pero Bastet, ¿Por qué no me dijiste que había tan lindas celebridades en casa?

- ¡Ellos me maltrataron, seikō! ¡Extermínalos!

El gato mocoso estaba blasfemando furiosamente, mirándolos con intención asesina a todos, especialmente a Suigetsu, y a Karin.

El neko estaba siendo cargado en su forma de genjutsu por una joven que no sobrepasaba los veinte años de pie, acomodadamente recargada en la columna de madera de la escalerita.

Se notaba preciosa. Encantadora.

El cabello rosado que a pesar de ser corto, se antojaba sedoso, con un flequillo que nacía en el centro a las cejas sólo para alargarse en las laterales de sus mejillas. Su metro y más de medio de altura la hacía ver delicada y femenina, no una kunoichi en los cielos ilusorios de la anorexia. La pelirosa inclusive se veía estilizada y agraciada, carne curvilínea donde debía de ir, con músculos tonificados divisados en sus brazos y piernas a pesar de estar envueltos en un uniforme de piel oscura, a excepción de los hombros, donde delicadas clavículas pálidas sobresalían.

El rostro se veía inexpresivo, pero las exquisitas facciones, la nariz recta y respingona, los labios semi gruesos naturalmente rosados, la barbilla ovalada, los dedos delgados y finos, le hacían justicia a uno de sus tantos apodos.

Sin embargo, eran los ojos y el uniforme tan extraño lo que asustaron a la mayoría. Menos a Suigetsu que continuaba soñando con los senderos del universo tan desmayado como estaba.

Esos ojos prometían una muerte lenta y dolorosa.

Karin recuerda que ella no se veía tan enojada aquella vez. Aunque… ¡espera…! El gato roñoso la llamo Seikō.

Ese neko necio llama seikō a quienes considera sus sirvientes más leales. El primer seikō es el dueño de Bastet, el segundo es Shisui y el tercero es Aniki, escucho que dijo Sasuke-kun cuando Jūgo pregunto por el gato.

¿El primer seikō? Su dueño. Entonces…

- Por favor, no sean tímidos, adelante, díganme de quien es la asquerosa y repugnante ropa interior que esta tan adorablemente adornando mi estufa.

¡¿Su estufa?!

Su boca deslizo una macabra sonrisa, su voz era un trémulo de promesas sangrientas.

- Y sin pena alguna, dime, mi precioso Bastet, ¿Quién se atrevió a tocarte?

Oh, Kami-sama, Oh, Kami-sama, Oh, Kami-sama, Oh, Kami-sama, Oh, Kami-sama, Oh, Kami-sama

Oh, mierda, Suigetsu.

Literalmente.


Después de ponerme al día con mis… huéspedes, me irrite al saber más que Otouto ni siquiera había llegado a dormir las últimas dos noches, según Bastet.

Su Uchiha guardián tampoco estaba a la vista, así que supuse que lo que sea que se traían entre manos, sería seguro. Por tanto, no le di tanta importancia a pesar del casi irrefrenable deseo de encontrar y abrazar a Naruto.

- Por tu forma de verlos, pensé que en algún momento ibas a liberarlos de su castigo, Sakura-san.

- A menos que sea con el dulce picor de la muerte, no es un plan cercano. Oh, y por favor, sin el honorífico Utakata-san, adelante – le señale el asiento a mi lado.

- Por favor tome la misma cortesía para mi nombre, y de nuevo me disculpo ante el embrollo que presentamos más temprano.

Utakata-san, el sexto hijo más amado.

Es un joven alto y delgado. Ligeramente entre un aura aristocrático y cariñosamente humilde. Su cabello es un tono marrón oscuro, con un largo flequillo que le cubría el lado izquierdo de la cara. Como vestimenta, llevaba un largo kimono azul, con franjas más oscuras en los bordes y el dibujo de tres burbujas en la parte superior trasera; sujeto, además, con un cinturón naranja. También llevaba una botella de bambú y su soplador con los cuales realizaba sus jutsus: Ninjutsu de Burbujas de Jabón. Un jutsu muy impresionante recuerdo que decía otouto.

Es un chico encantador de voz de barítono con excelentes modales, tan grácil y elegante.

Por alguna razón, siento que lo he visto en algún lugar, muy parecido a cierto capitán traidor.

Fue el único que escapo a mi escarmiento, debido a que note que su cuerpo se cansó por el uso del poder de su bijuu. Tan comprometido como estaba en su pelea infantil, lo mejor era dejarlo descansar.

- Al fin es un placer conocerlo – asentí con la cabeza en tono de reverencia, mientras continuaba sentada – me parece que tardamos varios años en nuestra presentación. Pareciera incluso que el cruel destino se interponía.

- Igualmente, es un gusto conocerte, Sakura – tomo asiento en la banca mecedora de la engawa – en efecto, años después, aunque Naruto-kun ciertamente hizo de su parte al contarme sobre ti.

Alce la ceja instintivamente, ignorando los ruidos de fondo en el jardín frente a nosotros:

- Cosas buenas espero – tome un trago de delicioso té negro con chai, inhalando su fragancia exquisita.

- Lamentablemente hablaba de tu gusto por la tortura, especialmente donde él era tu rata de laboratorio. Algo sobre cierta orina de oso con la que gustabas ahogarlo.

- Oh, siempre fue muy quejoso – mire a Utakata por un segundo, antes de reír con su mirada llena de diversión - Tú no eres como Naruto me conto, Utakata.

- Cosas buenas también ¿espero? – dice mientras es su turno para tomar de su taza de té de jengibre. Un hombre de buen gusto.

- Decía que eras solitario y odiabas las conglomeraciones. Ermitaño, recuerdo que fue la palabra.

- En aquel momento, definitivamente lo era.

- ¿Qué cambio para que ahora seas una estrella boxeadora cuya fama va en aumento?

Al no escuchar su respuesta, giré el cuello y lo encuentro mirándome.

- Me parece que, por cuestiones del destino, es justo decir que tienes una idea, ya que al parecer combates también contra aquellos que buscan a Naruto-kun.

Suspiro. Claro, recuérdenme mi desgracia cada dos por tres.

- Naruto-kun dijo que eras igual de ermitaña que yo prácticamente; sin embargo, aceptaste de buena gana venir a vivir a una Aldea, no sólo la más grande, sino también la más poderosa militarmente hablando. ¿Qué cambio para ti?

- Resulta que esta Aldea prometió protección. Una que llego en el momento adecuado; sin embargo, quien mejor que tú para confirmar eso.

Lo mire uniformemente, esperando que él entendiera mi necesidad.

- En efecto. Naruto-kun dijo que ayudaste con mi exitoso escape, tomando eso en primer lugar, arigatou Sakura – me lo dijo tan seriamente. Oh sí, Naruto dijo que Utakata se comprometía con sus deudas.

- Se aprecia tu agradecimiento, pero no es conmigo Utakata, si quieres agradecerle a alguien, hazlo con Uchiha Itachi-san.

- Naruto-kun comento que él fue el capitán, ¿correcto?

- Así es – asentí con la cabeza – fue él quien arriesgo el cuello y su cabello sedoso para traerte aquí.

- Espero conocerlo antes de retirarme.

- Oh, no te preocupes, seguramente lo conocerás.

Me da una mirada de curiosidad infantil.

- Es el hermano mayor del Uchiha que ya vive aquí.

- ¿Sasuke-san? – alza las cejas sorprendido.

- Hai, donde veas al menor, el mayor estará detrás cuidando que no se caiga en un barranco y se raspe las rodillas.

Tomamos de nuestros respectivos tés en silencio, mientras aprovechábamos la brisa cálida.

Me encantaba la vista, especialmente cuando el tipo llamado Suigetsu estaba batallando con su propio equipo. El chico jamás había hecho esto. Bueno, considerando bien: ninguno había hecho esto.

Bien, les servirá. Esta clase de cosas forjan el carácter.

- Lo viste, ¿no es así? Pero más allá de eso, ¿pudiste sentirlo Sakura? – su voz había bajado varios decibeles sonando casi mudo.

Utakata parecía ansioso por hablar de eso. Lo supuse; él no podía hablarlo con Naruto, porque otouto no se había cruzado nunca con Akatsuki, mucho menos con Pain. Y mientras siguiera con vida, me prometí a mi misma que eso no pasaría.

- Hai – asentí sin mirarlo, este hombre parecía tener la vibra de alguien pacífico, no quería incomodarlo si pensaba que podía juzgarlo – es extremadamente poderoso y oscuro.

No dijo nada, pero por el rabillo del ojo pude ver como usaba sus uñas para raspar la superficie de su taza, dudando si continuar hablando.

- Cuando… - respira profundo antes de continuar – cuando él apareció junto a sus hombres, pensé brevemente que sólo era una molestia más. Otro ninja renegado que vendría a por mí y el poder que creen que es mío y controlo fácilmente. Se me hizo tan fácil… - mira más allá, más allá de mis castigados invitados – Pero conforme pasaba el tiempo sentí dentro de mí, en lo más profundo de mi conciencia, que no lo lograría. No había forma, había seis de ellos y por más ágil que sea, cada uno me acorralaba a la primera oportunidad. Ellos… ellos no eran humanos normales…

Guardo silencio, seguramente rememorando su batalla.

Por un momento, escuché cómo trago la poca saliva en su boca.

- Estos… este grupo es más peligroso que cualquier otro con el que me haya topado. Ni siquiera creo haberlo logrado por mí mismo, no sin el grupo de Konohagakure, y, aun así, Naruto-kun no quiso comentar mucho, pero estoy seguro de que, debieron salir heridos también. – suspira profundo antes de continuar - Sé que esta Aldea tiene sus propios propósitos para mí; pero… - suspira de nuevo antes de dejar salir todo - …es tan extraño…

- ¿Decir gracias? ¿Amoldarte a una tierra extranjera? ¿Comer el ramen de Naruto?

- Estar con alguien que entienda.

Eso me hizo voltear a verlo monótonamente, pero en cuanto vi esos ojos color ámbar sentí mi rostro suavizarse. Bajé mi voz cuando le dije un secreto:

- Eres uno de los mayores héroes de otouto, Utakata. Fuera de Otousan, eres alguien a quien él considera digno de atención.

Me reacomodo en la mecedora, ignorando su mirada sorprendida, mientras continué diciendo:

- Fuiste el único de sus pocos amigos del que me arrepentí nunca haber conocido. Cuando regresamos a Yugakure, él no paraba de hablar de ti. Decía que eras como nosotros, queriendo vivir en libertad, sin restricciones, que odiabas la codicia del hombre por el poder y la oscuridad que conlleva, que la confianza sólo podía depositarse sino había intereses ocultos, por eso era tan difícil darla; también preguntaba continuamente porque tal vez no quisiste aceptar la propuesta de vivir con nosotros.

Sus dorados ojos se extendieron todavía más allá del horizonte.

- Naruto-kun ciertamente tenía… interesantes premisas – dice sonriendo levemente – ofrecía celebraciones que se adivinaban…

- ¿Paganas?

- Él involucraba fiestas donde a tu Otousan y a tu Olli les quitaban algunos órganos como pago, así que sí, sonaba extraño.

Reí, por escuchar cómo se oía para un extranjero.

- ¿Te conto lo del caldo de alas de murciélago y patas de gnomo que una vez le cocine?

- Oh, Kami-sama, ¿eso fue cierto?

- Mírame y dime si bromeo. – alce la ceja mirándolo seriamente.

- Eras una hermana terrible, Sakura.

- Lo dice el que se negó a ser su hermano mayor.

- No me negué, sólo no sentía que fuera mi momento. Además… - gira su cuello para mirarme - …su hermana lo ha cuidado muy bien. Muchos envidiarían eso, incluso si no son jinchūriki.

Le sonreí de lado, sintiéndome extrañamente orgullosa.

- ¿Más té? – dije alzando su jarra de doble piso.

- De hecho, Sakura, si me permites, ¿puedo pedirte un favor?

- Por supuesto Utakata – espere que no viera como me congele. Este hombre no es Itachi-san, no me traicionará. Espero.

- De hecho, estas en tu posición de negarte si no te parece, por supuesto, no es como si…

- Utakata, por favor – instando a que me diga lo que necesita.

- ¿Podrías… Podrías usar de nuevo el chakra natural-?

Sin esperar a que lo dijera, simplemente tomé su mano más cercana y la apreté contra la mía.

La invocación del ninshu fue inmediata.

Incluso pude ver como sus ojos se abrían maravillados ante el calor que debía de estar experimentando. Su boca se abrió ligeramente sin dejar de ver lo que fuera que esas luces brillaban en sus ojos, sus cejas ligeramente levantadas. Sonreí suavemente ante su rostro que estaba llenándose plácidamente de serenidad. Pasaron algunos minutos antes de que sus ojos, que se habían cerrado, se abrieran con la esclerótica totalmente negra al igual que la pupila.

Me sentí avergonzada de repente:

- Saiken-sama – di una reverencia bajando la cabeza sumisamente – Discúlpeme, no era mi intención despertarlo.

- No te avergüences niña, de hecho, te agradezco. Hace años que no había sentido eso. Vidas enteras que no había sentido el calor de mi hogar – su voz no era tan gutural como la de Kurama-san, pero sonaba más sabio que todos los demás que había conocido.

- Me complace escucharlo Saiken-sama; Gyūki-san y Matatabi-san también hablan de mejores tiempos, cuando sienten el ninshu bailar frente a ellos.

- Entonces conociste a esos dos revoltosos, dime, también ¿los has visto recién?

- Hace tan sólo menos de un año, estuvieron aquí en Konohagakure. Lamentablemente, Matatabi-san bajo las mismas condiciones que ustedes, Saiken-sama, Utakata.

- Hai, escuche algo del heredero de mi hermano mayor. Me gustaría seguir compartiendo contigo, ¿me permites?

- Por supuesto, Saiken-sama – sonreí con entusiasmo disimulado por su curiosidad.

Continúo preguntándome sobre mi educación no la civil ni shinobi, sino la que me dio puramente Obāsan-sama. Mi educación con ninshu.

Cuando más niña me preguntaba porque seres tan puros, tan indómitos, no habían sido capaces de conquistar el mundo.

La respuesta siempre vino en forma del llanto de un aterrorizado Naruto, cuando despertaba en medio de la noche, alegando que el Kyūbi estaba haciéndolo sufrir con escenas pasadas de guerras y masacres a montones.

Siempre pensé que, si existieran más usuarios de ninshu, más enseñanzas sobre cultivar el alma y no tanto la tierra, no sería necesaria la codicia del poder, porque se aprendería que una vez que lo obtienes, simplemente son las neurotoxinas en la psique que te hacen desear más allá de lo que ya tienes. Nada de tus deseos es real o tangible o único.

Porque una vez que la codicia es alimentada, simplemente regresara con más hambre la próxima vez.


Mis azotados invitados tuvieron un duro día.

Pensaba mientras continuaba apapachando a Bastet y acicalándolo con su cepillo curvo antiestático de cerdas de jabalí natural – un regalo del futuro patriarca Uchiha – mimándolo ante los meses que estuve alejada de él, cuando vi que mis huéspedes estaban terminando sus debidas tareas.

Obviamente Sacacorchos no iba a levantar el desastre provocado por estos engendros.

Él estaba únicamente para Bastet, Naruto y yo. Los demás, menos Utakata, tendrían que pagar sus errores.

La niña Hotaru-chan, la aprendiz adorada de Utakata, dijo que había sido su culpa desde un inicio la pelea así que la uní sin mayor consideración al jardín, ignorando como parecía pedir ayuda a su sensei.

Su debido castigo era lavar cada uno su propia ropa en un lavadero tradicional de madera adornado con filosas piedras con una barra de jabón que prepare con hiedra venenosa, sentados en sus tatamis.

Mientras al resto del jardín resplandecía en un glamouroso infierno ardiente.

La prueba era fácil.

Si acababan de lavar toda su ropa mugrosa, entonces el fuego les abriría un camino, donde apenas cupieran sus pies, de vuelta a la casa.

Si dejaban la tarea a medias o fingían lavar, una llama de vez en cuando en forma de látigo llegaría a chamuscar su tatami hasta que te pusieran a trabajar como debiera ser. Al final, cuando volvieran a usar la ropa, les picaría tanto la hiedra venenosa que no les alcanzaría la piel para rascarse hasta la saciedad eso sin contar como quedarían sus dedos sangrantes ante las puntas de mármol que coloque cuidadosamente en los lavaderos.

Bastet y yo veíamos deliciosamente la futura barbacoa en forma de Suigetsu.

Él y una gruñona Karin fueron los últimos en terminar la tarea. Me alegro tanto que tanto Hotaru-chan como el chico enorme Jugo, pidieran disculpas ante Bastet, quien las desecho como el noble bakeneko que era. Mi neko quería sangre, no palabras.

Para un shinobi de agua, ciertamente le estaba costando trabajo a Suigetsu terminar.

Utakata y Saiken-sama parecían en algún momento levemente impactados por mi sed de venganza, murmurando cosas sobre una hermana malvada. No importaba, yo quería dedos sangrantes y los estaba consiguiendo.

Un ramalazo de fuego azoto la espalda desnuda del ex ninja de Kirigakure dándome un sinfín de alegría. Mi sonrisa crecía con cada grito de dolor que soltaba él, quien me veía con sed de venganza.

Eso era hasta que…

- ¿De nuevo torturando a la población humana por el simple hecho de existir?

Estaba a punto de ver como el chico de agua estaba a punto de perder la piel de sus pies entre las llamas de katōn puro cuando una playera azul oscuro interrumpió mi entretenida vista.

- Sakura.

- La carne de vampiro no es transparente. Aunque si te lanzo al fuego, podría serlo.

El jadeo que provenía de Karin, quien estaba ingresando por la escalera de la entrada trasera con su canasta de ropa llena de sangre, fue de sorpresa y vengativamente la vi dirigirse a mí.

- Sakura.

- Sasuke, te juro que, si te quitas y me dejas ver cómo muere lentamente tu amigo, liberaré a tu halcón que creías perdido hace meses.

- ¿Fuiste tú loca?

- ¡Quítate, seikō tonto! ¡Ñiam!

En lugar de dejarme ver cómo Suigetsu se cocinaba en sus jugos, Sasuke se dio la vuelta y murmuro un ned – abajo – dejando salir un poco de su propio chakra; enseguida, las llamas se retrajeron al suelo, dejando que el Nukenin de Kirigakure que quedaba en el jardín pudiera soltar un suspiro de alivio, relajarse y terminar de desmayarse.

Fruncí el ceño por un segundo, decepcionada, antes de reponerme.

- ¿Desde cuándo Naruto te enseña ninshu? – pregunte curiosa.

¿También sabía leerlo como su Nii-san? No, no pensaremos en Taicho; es un hombre prohibido por el momento.

- No tienes por qué asesinarlos… aún – me dice el Uchiha luciendo indeciso.

- ¡Oy! ¡Tú! ¡Sasuke!

- ¡Sasuke-kun! ¡¿Por qué—!

- No digas eso Sasuke. Es triste hasta para ti.

- ¡Mátalos ahora! ¡Seikō, prometiste sangre y vísceras!

Las voces de medio mundo, a excepción de Utakata y su shōnen resonaron en mis oídos, sin embargo, inclinando mi cabeza recargándome en la mecedora, entrecerré los ojos al Uchiha.

Aprovechando que está aquí, no dude en preguntar con una dulce voz:

- ¿Dónde está otouto, Sasuke?

Y supe de inmediato que algo andaba mal.

Pudo ser su expresión más cerrada todavía, o el hecho de que todos los demás se callaron ante mi casi susurrada pregunta. Hasta Utakata parecía querer desaparecer. Sin embargo, fue el puño apretado de Sasuke lo que me hizo sospechar de que el imbécil le hizo algo a mi hermano.

- Sasuke. No me hagas repetirme.

Mi voz sonó positivamente amenazante. El soplo de aire fresco se sintió entrar a la casa, ya limpia y prolija, también había obligado a cada uno a limpiar una habitación antes de la prueba de fuego.

La fragancia de pino y limpio se desplazó por mis fosas nasales, sin embargo, tanto como pacifismo no era lo que sentía ante el silencio del Uchiha.

No me des motivos para matarte. Me caes bien, todavía.

- El simio rubio se fue seikō, se fue a entrenar donde no escuchara a estos chimpancés pelear todo el tiempo. Ojalá me hubiera llevado con él, así no estaría escuchando sus quejicas.

Mirando al Uchiha un poco más con ojos entrecerrados y una promesa de malvada retribución, conteste:

- Arigatou, Bastet – acaricié a mi neko mientras subí la mirada nuevamente a Sasuke - ¿Eso era tan difícil de decir, Sasuke?

- ¿Llegaste sólo para molestar, Sakura? Oh, ya recuerdo, rejuveneces con la tortura, como el diablillo ponzoñoso que eres.

- No sería tan gráfica con mis castigos si no se requirieran, vampirito. Llegué a casa, después de meses de arduo trabajo, queriendo comer tranquilamente mi sopita caliente esperando escuchar la voz de mi dulce hermano contándome sobre sus tontos días, sólo para ser sorprendida por una vista muy agradable de la ropa interior de tu compañero allá atrás. Y con una sospechosa mancha marrón.

Frunciendo el ceño, pregunta:

- ¿Ropa interior? ¿cómo…?

Rodee los ojos:

- Ropa interior masculina, Sasuke, ubícate, ¿la conoces no?; por cierto, yo que tú tendría cuidado con la neurótica de allá – señale a Karin quien lució indignada de ser señalada – descubrí que tiene varias camisas con cierto logo Uchiha en el fondo de lo que creo es su closet. Camisas con cierta… cantidad de fluidos desparramadas en ellas.

La boca de la pelirroja se queda boquiabierta cómicamente a la vez que intenta dar una absurda justificación ante la mirada atónita de Sasuke, quien voltea a verla con asco bordeando su expresión. Me pongo de pie al lado del Uchiha susurrándole al oído.

- Oh… también encontré un muñeco vudú en su baño, con una foto tuya amarrada con cabellos rojos – le susurré al oído al Uchiha – junto a un montón de rosas marchitas al lado y gotas de sangre. Por mi experiencia, diría que es muy parecido a un altar satánico.

Aunque susurrar no fue lo que hice. Obviamente lo último fue mentira, pero por favor, ¿quién no gusta de reir por una bromita estos días?

- ¡Mentira! ¡Tú! ¡Despiadada! ¡Eso no es cierto! – grita furiosa y sudada Karin señalándome con el dedo sangrante.

- ¿Y lo de las camisas sí?

- ¡Sí! ¡Eso sí! Pe-pero Sa-sasuke… - palidece – no, espera, no, no, Sasuke-kun, no le creas, yo las iba a lavar, es que el olor de tu sudor termina impregnándose y puede ser dañino para tu salud.

- ¡¿Quién quiere curry?! Traje mucho y dudo que pueda comérmelo todo ahora yo sola – dije en voz alta muy divertida gozando del sufrimiento de Karin entre sus lágrimas y las quemaduras de segundo grado de Suigetsu.

Estábamos tomando asientos en la mesa mientras Karin arrodillada trataba de convencer inútilmente a un Sasuke conflictuado entre gruñir o nadar en los mares de su propia ira; y a Suigetsu, a quien nadie lo rescato por el momento. Primero se tendría que dar una – muy necesitada - ducha.

- ¿Estas contento por ahora, mi hermoso Bastet? – dice mientras besaba su cabecita peluda.

- Por el momento, seikō, pero continua, quiero ver este desenlace. Agrega más sesos.

- Tendré sus riñones marinando toda la noche para desayunar mañana, mi hermoso amor – le prometí a mi neko lindo con voz cariñosa.

Abrace a mi precioso neko contra mi pecho mientras le hacía cosquillas a su pancita tan negra, luciendo tan infantil.

- ¿Todo eso lo hiciste por Bastet-sama, Sakura-san? – pregunta el joven Jugo luciendo cauteloso.

- Oh, por supuesto, tú dime si no harías lo que fuera por esta hermosa carita – subí a Bastet hasta mi cara, quien les dio una mirada de muerte a cada uno: Utakata, Hotaru-chan y Jugo, levantando sus garras hacia ellos en tono amenazante y sus ojos prometiendo venganza.

- … Claro, es muy… hermoso… Sakura-san – dice Hotaru-chan temblorosa y mirándonos raro.

- Por supuesto que lo es, a que sí, ¿quién es un gatito milenario hermoso dueño de mil tierras y las almas de todos los siervos que resplandecen en los pozos del inframundo egipcio? ¿Quién? ¿Quién? – dije con voz aniñada mientras continuaba acariciándolo, besando su pancita.

Escuche un murmullo por lo bajo de Hotaru-chan a Jugo, mientras Utakata nos veía frunciendo el ceño y la boca semi abierta.

- Creo que están todos locos en esta casa, Jugo-san – el chico solo asintió, pero en cuanto hinco el diente en la comida, suspiro y gimió ante el delicioso sabor.

Sí, estaremos locos, y disfrutaré enloqueciendo a los demás.


Me está evitando.

Eso creo.

Sabe que estoy aquí y no ha venido a saludarme. Ni siquiera me está abriendo la puerta.

Vuelvo a tocar.

¿Estará meditando?

No aquí no podría meditar. Ni siquiera Kakashi-taicho puede meditar aquí y eso que es su casa.

Vuelvo a tocar.

No escucho absolutamente nada, así que me escabullo al techo para ingresar por la ventana.

Gracias a Kami que Kakashi-taicho consiguió un departamento con vista al lúgubre cementerio, sino todo el mundo podría verme escabullirme entre sus trampas como una psicópata acosadora, al menos así pensarán que soy un fantasma que viene a por su alma.

El olor a perro y croquetas inunda el lugar.

A pesar de ser un hombre soltero, el lugar parece ser el hogar de un montón de personas.

Por doquier hay desorden y eso que sólo tiene un sofá trasteado, una mesa de comedor para dos, igualmente dos sillas, una frente a la mesa y la otra arrinconada al fondo llena de periódicos que se caen ante el montículo.

La alfombra tiene manchas de dudosa procedencia, creo el 80% es sangre, pero lo demás parecen ni siquiera ser de humano debido al olor.

Bien, si así le gusta meditar a Naruto, quien soy yo para impedírselo.

En mi inspección, veo algo en el baño que me hace entrecerrar los ojos, pero ni en toda mi locura ingresaré a ese lugar. A saber, si me infecto de tétanos por todos los kunai desperdigados y los senbon en el suelo.

Lo encuentro acurrucado en la cama de Kakashi-taicho, la única cosa que parece ligeramente más limpio que todo el departamento junto.

Nota mental: Kakashi necesitas los servicios de Sacacorchos.

Está en posición de un feto revuelto entre las sábanas, la única sabana, mirando hacia la pared.

Me meto detrás de él presionándome contra su espalda. No está durmiendo así que cuando siente como lo abrazo, se da la vuelta inmediatamente y presiona su frente en mi cuello.

Quedamos abrazados por un largo tiempo.

Acaricio su espalda, tratando de brindarle el consuelo que tanto parece necesitar.

No está llorando, simplemente suspira de vez en cuanto profundamente, dejándose abrazar. Hace tanto que necesitaba hacer esto. Ha crecido tanto que cuando estamos de pie, apenas le llego a la barbilla, no sé en qué momento creció tanto y me dejo atrás.

Estando aquí, me siento a la altura siento que al fin lo he alcanzado y no sólo físicamente.

Siento la plenitud de estar con mi hermano, sentirme cálida por dentro. Es patético pensar así, pero… estas últimas semanas Taicho me había hecho sentir cálida, sólo que otro tipo de calor, no como el de un familiar. No como cuando abrazo a Bastet o a Naruto.

Era algo que me hacía desear más, sólo que no sabía que. Conocer todo lo que pensaba, interrogarlo, pero sin el deseo de la tortura involucrada. Tuvimos tantas pláticas interesantes y profundas discusiones que terminaban en cálidas tardes de juegos mentales o carreras shinobi. Incluso congelamos un lago para ir a patinar porque, obviamente Taicho no sabía. Tuve que enseñarle. Fue el breve roce de nuestras manos lo que desencadeno chispas en mi cuerpo, cosa que me irritó y me encanto y me tenía ansiosa todo el día. Se sentía… muy bien. Me hacía anhelar más días así… hasta que fue y dejo vivir a una fuente de información poderosa sobre Akatsuki justamente cuando me prometió hacer todo lo contrario.

Mi rubio favorito vuelve a suspirar, sólo que esta vez más superficial, distrayéndome de pensamientos absurdos sobre pelinegros traidores. Con los ojos cerrados y mi cabeza metida debajo de su barbilla, acurrucada, oigo su voz de tenor baja:

- Tardaste mucho.

- Había esta dulce ancianita que cojeaba y necesitaba cruzar la calle…

- No, por favor, tú no. ¿Kakashi-sensei también te contagio con su red de excusas?

- No es una excusa, es sólo que la población de adulto mayor ha aumentado mucho estos días.

Su cuerpo tiembla con una risa atorada en su boca. Me acurruco aún más contra él.

- ¿Alguna idea que quieras compartir del porque estás aquí metido y no comiendo tu amado ramén?

- Me gusta el olor a perro.

- A Kurama-san no le gustan los perros.

- Pero a mí sí.

- Nunca quisiste un perro, ni siquiera querías a Bastet.

- Corrección, yo quería a la maldita bola de pelos hasta que se dio a odiar agitándome siempre sus dos colas frente a mi nariz cada vez que cagaba.

- ¿Eso también podría aplicar para la maldita bola de pelos Uchiha?

Suspira, aflojando aún más su cuerpo:

- No lo odio si es lo que quieres saber.

- Pero quieres odiarlo. Muy bien, hagámoslo juntos.

- ¿Hacer qué, loca?

- Planear su muerte, tú tomas la pala y yo su bolsa con sus huesos carbonizados después de haberlo pateado tortuosamente.

Siento más de lo que oigo su resoplido:

- No quiero matarlo… además Itachi y Shisui sospecharían de ti de inmediato.

- ¿Por qué de mí?

- Porque tú y Sasuke son como perros y gatos cuando están juntos. ¿Sabías que está empezando una secta?

- ¿Quién?

- El teme.

- Ahh, ¿esos son todos los invitados de la casa? ¿Adoradores del diablo?

- Hai, menos Utakata y Hotaru-chan, todos los demás son sus seguidores, te matarían antes de que intentes llegar a él.

- Bueno en este momento él no está muy contento con sus adoradores, no con lo de hoy.

- ¿Quiero saber?

Al terminar de contarle todo el fantástico evento del día de hoy más temprano, suelta las carcajadas ante los gruñidos que hizo Suigetsu cuando le prohibí a Karin sanarlo con su sangre.

Aprende a curar sin sangre y veremos después si te puedo recomendar a Hokage-sama, le dije a la tonta ilusa.

Sasuke solo me veía con recriminación en los ojos. Por supuesto, Suigetsu me vio entre rencor y fervor por querer preguntar sobre su anfitriona bruja. Al parecer, si podía detener a Utakata, me hacía acreedora a que él quisiera retarme o una estupidez así. Novato.

- Tienes amigos interesantes ahí – le murmure a Naruto.

- No sé si amigos, pero son graciosos, especialmente cuando Hotaru-chan cocina cerdo. Sólo ves los cachos de carne volar en el aire. Bastet mira con asco y repudio antes de desaparecer para irse con Shisui. Algo sobre la clase y la elegancia en la mesa.

Nos quedamos en silencio divertidos por la imagen mental. Continúo abrazándolo, disfrutando de su calor. Cuando siento que él está de mejor humor, le pregunto:

- ¿Quieres contarme sobre tu autoexilio?

Suspira y me abraza aún más fuerte. Me aprieta más pero no me quejo. Él necesita esto.

- ¿Crees que ella nos extraña? – murmura con trémula voz.

No me esperaba eso, frunzo el ceño antes de relajarlo cuando medito mi respuesta.

- Lo sé. Sé que nos extraña.

- ¿Por qué nos abandonó entonces? – siento su mano acariciar mi columna vertebral.

- Tendrá sus razones, otouto.

- Razones que no entendemos.

- Razones que tarde o temprano nos dirá.

Es entonces cuando se reacomoda permitiendo ver su rostro. Se ve más bronceado que nunca, aunque le queda muy bien. Su cabello dorado brilla intensamente aun en la oscuridad de la recamara; su nariz recta da lugar a la boca que ha visto mejores días de sonrisas repletas de alegría.

Sus bigotes han crecido en grosor en sus mejillas, sus pómulos y la forma de su robusta mandíbula le dan un aspecto muy varonil. Lo veo más conscientemente. En serio se ha hecho un hombre asimismo. Un hombre muy joven y maduro.

Mi enorme rubio de gran corazón.

Su amor por la vida es tan grande que pocas veces lo he visto sufrir, o pocas veces lo he atrapado sufriendo ante el desprecio que el destino le lanzo a la cara. El no tener padres, el saberse solitario la mayor parte de su vida, el alejarse de las personas por la seguridad de ambos. Para alguien tan social, tan caritativo con su tiempo y vitalidad, mi hermano tuvo tiempos difíciles donde parecía marchitarse.

Aquí en Konoha, esa luz en sus ojos brillaba con intensidad especialmente cuando el Uchiha chupa sangre estaba cerca. Desde el puesto de Ichiraku Ramen al que le destinaba una gran suma de dinero semanal, hasta los prodigiosos sellos que aprendía del Sabio Sapo.

Inclusive había empezado a llamar Bachan a Hokage-sama, y aunque la rubia fingía desaprobación, podía ver en su rostro que se sentía apreciada de ser llamada así. Mi hermano tenía siempre una forma de hacer más hermoso el día de cualquiera. No importaba si estabas tirado en una pila de mierda, otouto te sacaría de ahí, incluso si él tenía que meterse e incluso comérsela para que alguien viera que no era tan malo. Había cosas peores en el mundo por las cuales sentirse deprimido o enojado.

Como ser un jinchūriki huérfano.

Ahora mismo, sus ojos cerúleos me permiten ver un antiguo dolor que se expresa en el fondo de su alma.

- Ella tenía razón.

- Ella tenía razón en muchas cosas Otouto, en muchas otras no.

- ¿Cómo qué?

- Como que la serie Icha Icha no se usa para invocar a Byakko-sama, aunque aún no sé para qué es.

- … A mi ta-…tampoco me han dejado leerlo – tartamudea un poco mientras se sonroja, entrecerré los ojos.

- No ahora, Sakura-chan.

- Bien – pero lo amenace con la mirada, antes de continuar - ¿entonces a qué te querías referir?

Suspira antes de alejarse un poco de mí.

- ¿Recuerdas cuando dijo que no confiáramos en nadie?

Al parecer no soy la única que necesita remembrar los tejidos de enseñanza que nos tendió nuestra abuela.

- Hai.

- ¿Lo has puesto en práctica últimamente?

Lo mire sospechosamente por un momento.

- ¿A dónde quieres llegar otouto? – ni ebria llegaría a contarle sobre Taicho y mis negocios sucios con él.

Me mira entrecerrando los ojos azules sabiendo que algo le oculto, pero esta conversación no es para mí. Es para él.

- ¿Qué te parece si mejor me dices primero? – engatuso.

- … Pero debes contarme también.

- Si, si, ahora derrama tus entrañas.

- Creo que tenía razón. De hecho, estoy seguro de que tiene razón.

Es mi turno de fruncir el ceño, mi hermano no es sino confiado, incluso Obāsan-sama jamás pudo arrebatarle esa parte de su personalidad.

- Debemos tal cambio por…

- ¿Cuándo me ibas a decir que Akatsuki busca tu cabeza, Sakura-chan?

- Te dije que atacarán a Konohagakure seguramente.

- Hay una gran diferencia entre atacar a Konohagakure y que vengan por ti específicamente.

- No deberías tener que preocuparte de asuntos ajenos a tu entrenamiento…

- Sakura-chan.

- Por cierto, ¿Cómo va dicho entrenamiento?

- Sakura-chan.

- Bastet dijo que no te has podido concentrar los últimos días…

- Sakura-chan.

- ¿Estas adelgazando? ¿Has comido bien?

- Sakura.

Su mano levantando mi barbilla para verlo bien, y sus orbes me miran intensamente con fuego interno:

- No necesito a mi hermana muerta. No quiero a mi hermana muerta…. Yo no quiero verte….

Vuelve a abrazarme fuertemente para evitar un destello de dolor que apenas alcanzo a visualizar. Me susurra que no quiere dejarme ir. Me susurra cuanto me ama y no quiere perderme.

Me susurra promesas de mejores días, de nuestros tiempos en Yugakure, en cómo volveremos a tener una casita de madera alojada en los adentros de un bosque embrujado. Escucho sus deseos sin interrumpirlo. No tengo el corazón para decirle que eso jamás volverá a ocurrir.

No quiero mentirle, esa dolorosa verdad me la guardare para mí misma por ahora.

Él no necesita escuchar tragedias. No aún.

Sin embargo, creo que el plan está en el curso correcto. Sabía que esto le iba a ocurrir. La negación de su actual realidad contra lo que deseaba creer para sí mismo. Sólo que no importa por cuántos años me preparé para esto, su dolor es inmenso y contagioso.

- Eres mi columna más fuerte.

- No otouto, soy sólo una de tus columnas. La más fuerte es esta… – señalo su corazón – …esto es el motor de todo. No importa inclusive si yo no estuviera, tú… Tú podrías salir adelante.

- ¡No! – me susurra furioso – no Sakura-chan. No digas eso.

- Otouto, si algún día no estoy…

- ¡No, por favor no digas eso! – me aprieta aún más fuerte.

- Por favor, necesito que lo escuches… por favor.

Se tensa para después dejarme salir de entre sus brazos un poco, para poder mirar a sus ojos asustados:

- Recuerda esto si algún día lo necesitas. Tú eres la mayor alegría que pueda existir en la vida de alguien. Eres la mayor alegría en mi vida, y también eres la mayor en la de Obāsan-sama, me lo dijo un día. Eres una luz en la de Otousan y la de Olli, incluso de Gaara-kun, quien no deja de preguntar por ti en sus cartas con Senju-sama. Hasta Utakata te tiene aprecio genuino y eso que lo sólo lo he conocido hoy mismo. Bastet con sus caprichos insulsos siempre te ha cuidado secretamente. Puede que seas el poseedor de Kurama-san, pero eso no significa que seas un demonio. Ni siquiera Kurama-san es un demonio. Tenerlo dentro de ti no te quita ningún valor; al contrario, lo aumenta, tú y yo sabemos que tu personalidad ha sido así, desde niño, desde antes de saber que él residía aquí. – señalo su ombligo – Aun con todo el odio o el rencor que las personas ignorantes puedan tener sobre ti, tú nunca cambiarás. Tú eres una luz caminante, nunca habrá alguien con tanta luz como tú en nuestras vidas. Eres alguien por quien vale la pena luchar. Yo estoy segura de que lo haré siempre por ti. Quien no quiera hacerlo está en su derecho, pero no tienen idea de lo que se pierden.

- Sakura-chan… - sus ojos están acuosos.

- Espera, permíteme terminar – trago el congestionado nudo en la garganta – Si algún día me pasa algo, será bajo mi responsabilidad. No la tuya. Jamás será tu culpa porque eso es lo que pensabas, ¿no es así? Que me persiguen por causa tuya. Olvídalo, si me busco enemigos es porque seguramente estaba aburrida ese día y no tenía algo mejor que hacer.

- ¿Cómo buscar y hacer enojar a una organización criminal internacional? – resopla medio divertido.

- Ese día desperté de malas.

- Eres una tonta… - me vuelve a abrazar - … una tonta a la que amo, Aishi te iya masu, te amo, Sakura-chan. Pero por lo que más quieras… - besa mi frente quitando el flequillo – no mueras. No sé cómo podría hacerlo sin ti.

- Lo harás porque eres tú de quien hablamos – le regreso el abrazo tan fuerte como puedo – tú eres puro amor en ese corazón de pollo que tienes. Nada podría corromperte, Naruto. Nada, mi querido otouto.

Nos abrazamos mientras las ganas de llorar lo superan, y mantengo las propias controladas. Acostados tan cómodos como estamos, dejamos la tarde pasar. Nuestras respiraciones se estabilizan hasta que cuando se notan las luces de la calle encenderse siento a mi rubio consentido preguntar:

- ¿Quisieras regresar a Yugakure?

Es una pregunta que yo misma había evitado preguntarme. Que la haga Naruto es como… resoplo internamente…, es esperado. No quiero culpar al Uchiha, pero cuando recuerdo su cara culpable y la pregunta inaudita de otouto, sé que el pato tiene causas sobre las dudas de mi hermano.

- Aunque quisiera, no tenemos forma de hacerlo Otouto. Inclusive si encontráramos otro lugar para vivir, uno parecido, aún existe una amenaza sobre nuestras cabezas. Además…no te tomaba por un cobarde, Naruto.

Me mira frunciendo el ceño.

- No soy un cobarde, nunca he corrido de nada.

- ¿Ah no? ¿Por qué de la noche a la mañana piensas en salir de Konohagakure y me hablas de la confianza?

Mira el techo, ya ambos estábamos mirando el techo, acostados sobre nuestra espalda. No dice nada por un minuto o dos, ordenando sus ideas supongo. Intente darle un empujón:

- A veces las mejores peleas no son con puños. Si no hablando – gira su cabeza para mirarme con la pregunta en la mirada – Vi su cara, por supuesto que le dolió lo que sea que paso entre ustedes.

- ¿Él…?

- ¿Está bien? Sí. No lo mate (aun); pero es obvio que está molesto. Ni siquiera me peleo el haber raptado a su halcón.

- ¿Él…? ¿Crees…? Nah, olvídalo. Espera, ¡¿hiciste qué-?! – lo interrumpí antes de que terminara de imaginar.

- Podrías preguntarle a él lo que sea que quieres preguntarme a mí.

- No, yo… cometí un error y él sólo intento hacérmelo ver. Pensé en que… pensé cosas que no eran correctas, y tú sabes cómo es, es tan raro para hablar, le encanta pelear, pero no fuera utilizar las palabras porque parece que se le pudrieron sus tomates.

- … ¿Lo hablaron correctamente? ¿Dejaron las cosas perfectamente claras entre ustedes?

- Iie. ¿Escuchaste la parte en la que dije que él huye de las palabras?

- ¿Recuerdas la historia del hilo rojo del destino?

- No Sakura-chan, por favor, no. Si dices que mi hilo rojo es alguna osa parda coja de nuevo-

- Iie. ¿Recuerdas que fue por la falta de comunicación entre la Hechicera y el Emperador lo que ocasiono que él atacara a la bebé en el mercado? Al final resulto que, si él hubiera dejado hablar a la hechicera, si la hubiera escuchado correctamente en lugar de dejarse llevar por su imaginación, se hubiera enterado que en lugar de la anciana mujer comerciante del mercado ambulante a donde llego su hilo, en realidad era su futura suegra; su destino real era la bebé en los brazos de esa mujer. A la que de hecho le desfiguro la oreja en su ataque de rabia al creerse burlado. Una bebé que al crecer se volvió en una mujer extremadamente hermosa y elegante, de la que él se enamoró perdidamente años después y se arrepintió de no haber hecho más preguntas en su momento.

- Por favor dime que no hiciste una comparativa donde Sasuke es mi bebé. – dice cerrando los ojos.

- Iie, Otouto. Sasuke es un feto, no un bebé. Todo tosco y cero agraciado – Naruto me mira negando con la cabeza - Me refiero a que la comunicación es importante. Hacer las preguntas que tengas hasta que te consideres satisfecho de haber entendido. Eso, o puedes aceptar mi oferta de asesinarlo. No es necesario que te involucres, lo haré lento y con mucho dolor. No quedarán ni las muelas.

Rueda los ojos, ignorando olímpicamente mi ofrecimiento.

- La cosa es que bueno – se pone la mano derecha cubriendo sus ojos – ya no sé cómo actuar cerca de él. Quiero hablar con él, pero…creo que lo mejor es alejarme por el momento.

- Eso será difícil considerando que vive en nuestra casa.

- Oh…. Sí, Kakashi-sensei no creo que se enfade si me quedo un par de días más.

- O puede que sí, aunque pudiste preguntarme antes Naruto – una voz todavía más profunda sonando levemente divertida suena desde la puerta de la habitación con las manos en los bolsillos.

Mi hermano apenas y pudo levantar un parpado removiendo ligeramente el brazo.

- ¿Me dejas quedarme Kakashi-sensei? – pregunta inocentemente.

- Naruto, la casa de una persona es importante…

- ¡Siempre estas metido en la nuestra! – regaña mi rubio.

- …La privacidad de un hombre como yo…

- Comprare la cena – dijo él con voz plana.

- Adelante, Naruto, ¿Cómo podría decirle que no se quede a mi estudiante favorito?

- ¿A mí tampoco me rechazarás?

- ¿Tú que ofreces?

- No cuestionarte por la botella de shampoo tan sospechosamente parecida a la mía que tienes en tu ducha.

- …Sakura-chan, ¿te he dicho que tú eres mi estudiante doblemente favorita?

No puedo evitarlo, resoplo divertida ante las ocurrencias de Kakashi-Taicho. Mi risa solo es ofuscada por la carcajada de Naruto que no puede creer que haya usado el shampoo que le regalo a Pakun para bañar a sus perros.

Espera… ¿que perros?


- ¿Vas a hablar ahora Sai?

No mira al intruso en la habitación.

Mira al dibujo que diseño con sangre en la pared al lado de él.

No responde. Se lo llevan al segundo sótano nuevamente.

Sabe la tortura que le espera.

Pero no puede dejar de pensar en el sabor de una deliciosa manzana que le regalaron en otoño.


Esa misma noche...

Kakashi-Taicho nos invitó a una cena que ya tenía prevista con Yamato- senpai.

Fuimos al lugar de barbacoa que estaba justo al lado del puesto de ramen favorito de Otouto.

Naruto se quedó afuera platicando con Terumi-san, y para cuando regreso colgaba entre sus labios un fideo de cerdo. Lo regañe por comer justamente cuando íbamos a cenar, pero dijo que todavía le quedaba espacio para más. Supongo que ser un gigante hace que tenga hambre todo el tiempo.

Otouto y yo nos sentamos de un lado, mientras ambos mayores se sentaron del otro, Kakashi-taicho al pasillo de la mesa frente a mí.

Estábamos comiendo en el acogedor restaurante una deliciosa carne bien cocida y guarniciones frescas mientras Yamato-senpai nos hablaba de cuando Kakashi-taicho fue perseguido por un niño llamado Konohamaru el otro día, al parecer un amigo de otouto, preguntando intensamente por Naruto y al negarse a revelar la información ataco al peliblanco con un Pedo Jutsu.

Pedo Jutsu.

Naruto ríe esquizofrénico cuando ve la cara plana de Kakashi-taicho y confirma que fue él quien se lo enseño a Konohamaru. Mi mente viaja a kilómetros de distancia entre el orgullo y la dignidad cuando trato de imaginar como le enseño aquello al joven. Al parecer el chiquillo debió ponerle sazón al asunto por la cara de asco de Taicho. Yamato dijo que el olor lo persiguió hasta Sunagakure.

No pude evitar contagiarme de la risa burlona ganándome una mirada de traición de parte del copia ninja. Entonces de la nada escuchamos un grito enloquecido:

- ¡Entrada dinámica!

Un pie calzado en sandalia salido de la nada parecía patear en la cara a mi capitán el cual logro esquivar.

De pronto un montón de ataques de Taijutsu de brazos y piernas aparecían a una increíble velocidad al lado de Kakashi, todos los ataques los detuvo con el lado derecho de su cuerpo, el que daba al pasillo, utilizando su pierna y su brazo.

Incline la cabeza mientras continuaba comiendo ensimismada viendo el espectáculo.

- ¿Podrían ayudarme? – dijo el peliblanco.

Nos miramos Yamato-senpai, Naruto y yo. Todos llegamos a la misma conclusión.

- ¿Qué harán mañana?

- Creo tengo que ir a ver a Hokage-sama, ¿tú?

- Necesito entrenar ´ttebayo.

- Por cierto, ¿has visto a Sai?

- No, ¿no estaba contigo?

- ¿Quién es Sai?

- ¡Oy! ¿en serio no me van a ayudar?

Volteamos la mirada al mismo tiempo para ver a Kakashi-taicho mirándonos con ojos decepcionados.

- Lo estás haciendo bien, senpai.

- Se cansará ´ttebayo… algún día, créelo.

- ¿Te vas a comer esa costilla?

- Por lo menos Naruto y Yamato me dieron ánimos, y ¿tú quieres quitarme mi comida, Sakura-chan?

- ¿Eso es un sí? – pregunte esperanzada.

Rodo los ojos antes de levantarse completamente y en cuatro movimientos, tomar el brazo derecho de su atacante, bloquear su pierna con la propia, darle la vuelta y hacerle una llave a su brazo mientras caían al suelo con el hombre invasor boca abajo.

Tome a escondidas la olvidada costilla de Kakashi-taicho.

- ¡Oh, mi eterno rival!¡ Gahh! Kakashi! ¡Me vuelves tan loco! ¿Por qué tienes que ser tan genial? – se escuchó la voz obstruida por el suelo.

- Ahhh…seguramente la próxima vez lo lograrás - suspiro Kakashi-Taicho mientras se levantaba y volvía a tomar asiento.

Mira codiciosamente mi nueva costilla entrecerrando los ojos hacia mí. Entonces vi cómo se levantaba una las personas más misteriosas de Konoha. ¡No! ¡De la vida!

- Tienes razón, todo el esfuerzo es inútil... si no crees en ti mismo – decía solemne mientras levantaba su mano y alzaba su pulgar en un gesto de ánimo como si fuera una porrista.

Es un hombre de la edad de Kakashi-Taicho, entre sus 30 o 31, de metro y tal vez 84 u 85 de altura, macho alto y fornido con grandes pómulos, posee unas cejas muy grandes – enormes- y el cabello color negro al estilo tazón, parece que se pone cera ya que brilla mucho y lo más despampanante de él es su vestimenta. Usa un traje de una sola pieza color verde, spandex, - s.p.a.n.d.e.x - además del chaleco tradicional de Konoha, la banda ninja en la cintura y calentadores de piernas naranjas.

Es por mucho el mejor personaje con el que me he encontrado, especialmente porque es un hombre mayor que habla como un poeta:

- Por las Llamas de la Juventud, Kakashi, ¿te estas alimentando bien? ¿es así? Porque te veo más flaco.

Decía mientras tocaba las mejillas de Kakashi-taicho y las jalaba de un lado a otro, también calibraba la masa muscular del brazo derecho del copia ninja que miraba la comida con anhelo, mientras era toqueteado por este increíble hombre entusiasta.

- Sería conveniente presentarte primero, ¿no crees Gai? – dijo Kakashi señalándonos con su mano izquierda.

Sólo entonces el hombre se dio cuenta de nosotros y sus cejas de dos pulgares de ancho se elevaron sorprendidas al notar a otros tres comensales en la mesa de Kakashi-Taicho.

- ¡Ohh mi… ¡Mírenme profundamente a los ojos y ¡acepten mis sinceras disculpas! Observen también mis rasgos varoniles. – termino su reverencia para inmediatamente hacernos una pose.

¡Maravilloso! ¡Espléndido! ¡Este hombre era único!

- La gente me llama ¡Konoha no Kedakaki Aoi Moju, la Sublime Bestia Verde de Konoha! – todo lo exclama con jabs y puñetazos al aire para rematar con una patada que llega a centímetros de la naríz de Kakashi-taicho.

Aplaudí solo con mis dedos sin juntar las palmas, repetidamente, realmente asombrada.

- Fabuloso… – escuché murmurar a Naruto quien por el rabillo del ojo vi como observaba maravillado al mayor.

- No… no…esperen… no lo escuchen - Kakashi-taicho susurró impactado ya que todos vimos con estrellas en los ojos a su conocido.

- Mucho gusto, me puedes llamar Yamato. Sin embargo, mi identidad es confidencial así que no me llames, pero si me ves en la calle puedes llamarme, aunque puede que no conteste si estoy en una misión, o puede que si te conteste si eres tú la misión.

Kakashi-Taicho dejo caer su cabeza en la mesa.

- ¡Veo que la llama de la juventud arde en sus corazones, oh, la villa de la hoja florece con pétalos tan preciosos como ustedes! Bien hecho Kakashi, que te juntes con tan geniales corazones. Háganme sentir orgulloso y díganme sus nombres, nobles acompañantes de Kakashi.

- Me llamo Naruto, Dattebayo y ella es Sakura-chan, mi hermana – dijo aun boquiabierto mi hermano.

- ¡Ohhh, unos hermanos! Familia nueva entre las raíces de nuestra preciosa villa, preciosos botones de juventud niños queridos.

- Hai, nos mudamos el año pasado, oye, pero no creo que te llames tal cual, la Sublime Bestia Verde de Konoha ¿o si?

- Cierto, retoño, ¡eres muy brillante! No note que no dije mi nombre, jajajaja – la sonrisa tan enorme que presenta sus más que blancos dientes es contagiosa.

- ¡Gai-sensei!

- No, no es Gai-sensei, aunque en efecto es Gai, Maito Gai – dice contrariado, aunque no fuimos nosotros quienes lo interrumpieron.

- ¡Gai-sensei!

Oh, cielos, estoy a punto de dejar salir mi felicidad en el reflejo de una genuina carcajada.

Un clon de Gai-sensei - que no es Gai-sensei - está al lado solo que como quince primaveras más joven. Mismo corte de cabello en tazón, mismos ojos confiados perfectamente redondos, mismo spandex verde ajustado, mismas cejas pobladas.

¡Sí! Esto es buen material. Quiero raptarlo.

Kakashi-Taicho parece hundirse más en su asiento dejando flojo su cuerpo.

Naruto y Yamato están tan impactados como yo. Esto es maravilloso.

- Oh, hola Kakashi-sensei. Oh, hola a todos, ¡disculpen por interrumpir sus sagrados alimentos! – hace una reverencia justo como Gai-san y levanta su mirada para continuar diciendo – Me presento. ¡Yo soy el guapo más guapo de la aldea de la hoja y mi nombre es Rock Lee! – y remata haciendo los mismos movimientos que su sensei cuando se presentó.

Naruto no puede más y deja salir una risa cargada de alegría.

- Mi amigo, por favor llámame, Naruto, y aquí Yamato, y también Sakura-chan– nos señala divertido viendo al chico nuevo.

El chico le hace una reverencia a Yamato-Taicho y a Naruto, pero cuando me mira se congela.

Pasan segundos enteros, creo que incluso pasa un minuto o dos, no pude contar tan entretenida como estaba hasta que, incliné ligeramente la cabeza y pensaba preguntarle que tenía cuando él soltó de golpe y de corrido:

- Tú eres Sakura, ¿cierto? ¡Por favor, salgamos juntos!... ¡Me avocaré a protegerte de por vida! ¡Seré un esposo fiel hasta la muerte!

Sus mejillas y orejas estaban tan rojas como un jitomate Cherry y sus ojos parecían esperanzados volviéndose todavía más grandes y redondos de lo que eran. Era totalmente adorable.

Lo pensé un momento. Era la primera vez que alguien me hablaba así, así que decidí actuar lo más lógicamente posible.

Levanté mi mano izquierda apenas doblada, justo como una dama debe entregarla. Él la tomo delicadamente como un caballero, cual ala de mariposa al viento. Entonces sonreí calculadoramente mientras dije en lo que creí era una voz provocativa:

- Si prometes volverte un fiel seikō y sacrificarte como tal, serás recompensado con la gracia de mis caprichos cuando termine por aburrirme de mis demás fructuosas actividades. No te destrozaré… muy duro. A menos que ruegues por ello, claro está.

Mi lindo nuevo seiko sonrió sonrojado mirándome como un borrego ignorante caminando al matadero cuando dijo: "Todo lo que tú desees, mi amada flor". Sentí mis propios ojos brillar de alegría.

- Oh no no no… - Kakashi-Taicho entonces lanzo una panceta de cerdo al rostro a Lee-san.

- ¡Oy! ¡Que seas el más guapo de la aldea no te da el derecho a entregarte masoquistamente a las garras sanguinarias de Sakura-chan! – gruñía Naruto mientras me hacía retroceder tomando mis hombros y arrastrándome al fondo.

- Oh, Gai-san, tu estudiante, Lee-san me temo ha enloquecido– decía Yamato-senpai al tiempo que me miraba fríamente con sus ojos locos susurrándome con reclamo – y tú tienes la culpa. Seductora.

- ¡La flor de loto de la villa de la hoja me dijo que sí! – grito Lee-san entusiasmado intentando llegar a mí de nuevo.

- A cambio de tu alma, no lo vale Lee, créeme. No, vales más que eso – dijo Kakashi mientras le lanzaba una papa a la cara y lo detenía con el pie en el pecho para que no se me acercase.

- ¡Un no es un no, y un sí también, y no deberías de exhibirte así ante una indefensa chica, Cejotas! – le gritaba otouto.

- Gai-san, debes internar a Lee-san en el psiquiátrico cuánto antes – comento Yamato-senpai al ver a Lee-san pelear contra los brazos de Gai-san que lo detenía también de acercarse.

- A mi edad ya no se puede ser joven, Lee ha caído bajo el encantamiento del amor. ¡Lee escucha a la voz de la experiencia! – el pelinegro joven me veía con anhelo, awww- Tú tienes el don de la perseverancia, ¡y eso es lo que te hace un genio también!

- ¡¿Eso crees Gai-sensei?! – el mayor asintió – En ese caso… –

Volvió a mirarme notando a Naruto, a Kakashi-Taicho y a Yamato-senpai de cierta manera cubriéndome, como fieles guardaespaldas, por lo que retrocedió un paso, se arrodillo en una pierna y elevo su mano en pose de poeta con gesto dulce:

- Sakura, la flor de loto de la villa de la hoja más hermosa que estos ojos, que se han de comer los gusanos, han visto, volverá a florecer nuestro amor... Y la próxima vez que nos veamos, seré mucho más fuerte... ¡Te lo juro! Espérame, mi amada flor.

- Apúrate. Otro seikō podría ocupar tu lugar, Lee-san, no soy paciente – dije ya distraída por otra costillita marinada.

Con Lee-san arrodillado, jurándome no sé qué tantas cosas, la comida se estaba enfriando. Yo seguí comiendo.

- ¡He aquí el poder de la juventud! ¿No se sienten honrados de presenciar este momento tan romántico de la promesa entre dos jóvenes enamorados? – dijo Gai-san a la vez que se retiraba una lágrima de su ojo. Me recordaba a esas señoras que lloran en las bodas. – Es poético.

Los hombres de mi mesa lo miraron como si hubiera perdido la cabeza. Pasaron tres segundos donde se escucho al hombre en spandex lloriquear mientras que Lee-san intentaba tomar mi mano nuevamente, cosa que impedí ya que estaba comiendo. Cuando como, no conozco.

- Escuche que Neji está corriendo hasta el monumento Hokage, quería vencer tu récord Gai – dijo Kakashi mientras señalaba con sus palillos a ambos pepinillos ninjas.

- ¡Oh, mi disciplinado Neji! Lee vamos a contribuir al desarrollo de un sano ambiente de competitividad contra su poder de juventud, ¡¿te parece bien?!

- ¡Hai, Gai-sensei me servirá especialmente contra Neji para demostrar mi ardiente llama de la juventud a la bella Sakura!

- ¡Oy! ¡Fuera, busca a la hermana de otro, Cejotas! – pero Lee-san y Gai-san ya habían huido de la escena.

- Eres un peligro – dijo Yamato-senpai señalándome con su cerdo entre los palillos escurriendo el delicioso jugo.

- ¿Por qué? – cuestione sinceramente contrariada – Él se ofreció. Su corazón será venerado cada luna llena, sangrante y punzante dentro de un espantapájaros.

- No así, Sakura-chan, él no se ofreció como tú crees – dijo Kakashi-Taicho – es más, cuando se te ofrezcan así algunos… jóvenes… diles que debes consultar primero a tu Taicho.

- ¿Debo preguntarte a ti, Kakashi-taicho o a Itachi-taicho? – seguía sin entender que estaba pasando.

El copia ninja lo medita un segundo, luego dos, tres abriendo su boca constantemente como si se arrepintiera de lo que quería decir, luciendo confundido, escuche que murmuraba para si: "Lee-san amanecerá muerto de cualquier manera". A la falta de respuesta de él, fue otouto quien contesto.

- O me preguntas a mí.

- ¿Cómo te va a preguntar a ti, si eres el hermano y estás en las mismas andadas? – preguntó retóricamente Kakashi-taicho.

- N-no sé a qué te refieres Kakashi-sensei.

- Se refiere a que con cierto Uchiha, tú eres Lee-san, Naruto-kun – respondió Yamato-senpai. Mi hermano se abochorno enrojeciendo su cara.

- ¿Puedo preguntarle a Sai? – consulte.

- ¡No! – gritaron Kakashi-Taicho y Yamato-senpai al mismo tiempo.

- Pero él lee muchos libros de convivencia social – reclame.

- El hecho de que los lea es precisamente la razón por la que no debes preguntarle.

Suspirando ante tanta confusión continue comiendo de mi sopa de fideos. Mi único consuelo, es que próximamente tendré un siervo propio. Uno que usa spandex verde y habla como un druida vagabundo muerto de hambre con el que podre hacer y deshacer a mi antojo.

Me encanta la idea.


Regresamos al día siguiente a casa, sólo para descubrir que – de nuevo – era una escena atroz.

¿Pero es que acaso quieren destruir mi casa? No es mía, pero se entiende que si vivo aquí, me gusta cuidarla. En cuanto pusimos un pie dentro de la madera, se escuchó la voz de Karin que decía ¡Llegaron! El sonido de un ejército de pies moviéndose por todo el lugar fue el preludio de lo que Naruto y yo sospechamos al intercambiar miradas.

Entrando a la sala-comedor-cocina vimos a Karin, Suigetsu, Hotaru y Jugo… ¿pintados?

Parecía como si una lluvia de pintura y pétalos de colores hubiera arrasado con la casa manchando todo de los colores del arcoíris.

Únicamente los ojos de cada uno eran visibles - a excepción de Sasuke y Utakata que no se encontraban - hice mi recorrido visual tratando de procesar lo que estaba ocurriendo cuando vi a mi pequeño Bastet embardunado entre amarillo y rosa dándole un aspecto adorable pero sucio. Tenía esa mirada de estupefacción de que no puede creer lo que le haya pasado.

- ¿Quiero saber que paso aquí? – escucho la voz de Naruto.

La televisión creo aún podría funcionar, si es que le pasamos alcohol a la pantalla.

- ¡Fue él! – grito Bastet erizando su pelaje y señalando a alguien que no había notado dentro de la sala.

Una mujer rubia en sus quince estaba escondida detrás de la sala igualmente pintada.

Desnuda.

Cuando se halló descubierta hecho a correr, pero por supuesto que me debía una explicación.

Estaba a punto de salir corriendo al jardín cuando ordene al elemento aire detener su andar.

La voltee de cabeza abajo en el aire, jalándola por una pierna, y la obligue a levitar hacia nosotros.

Naruto no se veía enojado, de hecho, se veía intrigado.

- ¡Oye! Suelta a una dama, ¡suéltame! – se calló cuando se dio cuenta que nada ni nadie la retenía - Espera… ¿cómo están haciendo esto? ¿Qué? ¿Estoy levitando? ¡Puedo volar!

- ¿Konohamaru? – murmuro confundido Otouto.

- ¡¿Naruto-nii-san?! – Trata de darse vuelta y girar, pero la antigravedad no permite que se mueva correctamente.

- ¿El bicho es tuyo? – le pregunte a Naruto.

- Hai, Sakura-chan. Es un amigo mío, hablare con él.

- ¡Iie, me ha ensuciado, quiero su cabeza, quiero su cabeza, simio! ¡No pueden dejarme así, esto es una blasfema actitud ante una deidad como yo!

- Espera, espera, no se supone que fuera así, la bomba explotó antes de tiempo, el gato exagera, no le creas, kore… - tuve que enderezarlo y acercar su barbilla con mi dedo convertido en garra para que callara su voz chillona.

- Estas en mi casa, entraste sin invitación, ensuciaste no sólo a mis huéspedes sino también a mis muebles, y en lugar de presentarte como se debe y pedir una disculpa ante tus anfitriones, exiges y demandas solicitudes insulsas con esa voz desagradable – mi voz bajo el volumen sonando ansiosamente vengativa – y, por si fuera poco, vienes y te exhibes de esta manera con ese jutsu tan ridículo, ¿te parece honorable lo que has hecho, muchachito?

- … Y-yo-yo-yo l-lo-lo-lo-looo la-me-mento - su mirada iba y venía entre mis ojos y la garra debajo de su barbilla. – Señora.

- ¿Señora? – aprete más duro la garra contra su barbilla.

- ¡Señorita! – grito asustado estremeciéndose.

- Sakura-chan, bájalo por favor – dijo otouto suspirando con una mano en la cadera y la otra masajeando su ceño.

Jale al pequeño moco más cerca para susurrar junto a su oído.

- Agradece que le caes bien a otouto, de lo contrario… – lo mire amenazadoramente arrastrando la garra por su cuello presionando lo suficiente para sentir sus músculos moverse nerviosos. Lo siento temblar ante la promesa mortífera.

Con la fuerza de la garra lo baje al suelo, y fue justo cuando cambio a su forma original.

Un muchacho no mayor a los quince otoños que tiene ojos color azul y pelo castaño corto puntiagudo, entre el metro con cuarenta y cuarenta y cinco, no es guapo, pero tampoco feo, simplemente un poco simpático; lleva una bufanda azul en su atuendo el cual consistía en una playera y pantalones negros junto con una chaqueta verde manga larga.

Un Chūnin seguramente.

- Llamaste otouto a Naruto-nii-san, entonces, ¿tú eres…? – pregunta conmocionado.

- Puedes llamarme Onee-sama – le sonrió sádicamente ensombreciendo mi cara por el efecto de una sombra que llega desde la engawa.

Konohamaru solo traga. Fuertemente.

- Sakura – oigo una voz profunda que hace recorrer misteriosos destellos eléctricos en mi columna.

Subo la mirada viendo la máscara sin emociones de Taicho. Itachi-Taicho.

Su cabello luce pulcro, y sus lagrimales de hecho parecen haberse desvanecido considerablemente.

Su uniforme jōnin está presente, dejando sólo un pequeño tejido Uchiha en la manga izquierda de su camisa.

Quiero pensar que la sombra a contraluz, proyectándolo como una imagen celestial, es la razón por la cual me siento algo nerviosa. No admitiré que es su presencia, o su voz de barítono llamándome, o la expresión en sus ojos que, a pesar de que es cerrada, creo ver algo de conflicto en ellos.

Al lado de él, oigo un jadeo masculino, el cual detiene cualquier efecto hipnótico en el que estaba entrando.

Shisui se arrodilla en la engawa para recibir con los brazos abiertos a nuestro neko compartido.

- ¿Pero qué te ha pasado mi precioso príncipe? ¿Cómo puede ser esto posible?

- ¡Fue ese chango! ¡Quiero sus intestinos para el almuerzo en escabeche! – gruño Bastet mientras entraba a los brazos del futuro patriarca Uchiha.

- ¿Sarutobi-kun? – Shisui alzo las cejas sólo para seguir acariciando a Bastet detrás de sus orejas – Recuerdo haberte dicho que no se te permitía la entrada a este lugar – dice en tono autoritario.

- Es sólo que… se me dijo que Naruto-nii-san estaba aquí, pero no lo encontraba… así que…

- Está bien Shisui, ya está aquí, de hecho, ayudara con la limpieza, ¿verdad Konohamaru?

El chico miro a Naruto como si fuera su héroe, tan aterrado como estaba de la expresión seria de ambos Uchiha.

Supongo que, si tuviera quince otoños, y no fuera cercana al clan cofundador también me estremecería ante las miradas que parecen dar desde arriba del hombro dos de los hombres más poderosos de la aldea.

Lamentablemente es más por postura y no por arrogancia esa actitud de ellos, pero pocos saben eso. Por eso he escuchado que los creen arrogantes. Pocos se han dado cuenta que realmente son personas muy elegantes y amables.

- ¿Algo en lo que les pueda servir, caballeros? ¿Agua, té, una dosis de mercurio? – comente cuando quedo claro que el chico arreglaría su desastre.

- Ven conmigo, Hokage-sama requiere tu presencia – la voz de Taicho respondió autoritario, sin dejar a lugar a negativas.

Asentí mientras le daba una mirada a Naruto mirando brevemente al muchacho.

Que limpie a profundidad.

Lo hará, me respondían sus ojos.

Shisui me regalo una sonrisa resignada a la vez que se quedaba en la casa junto a Naruto y los demás.

Sin intercambiar ninguna palabra, me emparejé con Taicho y nos dirigimos al campo siete de Anbu. Fruncí el ceño. Pensé que veríamos al Hokage, aunque pudo ser una treta para acompañar a Itachi-san a donde quisiera llevarme.

Mientras está corriendo frente a mí, me imagino lo que desea esta vez.

Si quería una sesión de entrenamiento, ya era tarde, siendo medio día, eso no sería productivo. Así que era altamente improbable.

Ta vez quería platicar sobre nuestra última meta perdida, sin embargo, tampoco lo creo. No utilizaría un campo para hablarme algo que podría ser con una simple taza de té.

Podría ser…. Detecto en genjutsu perimetral, una barrera de silencio incluida, la vibración de chakra moviéndose frente a mí.

Me agacho inmediatamente, ruedo por la tierra, hasta que saco un kunai para cada mano.

Pude sentir como mi cabello apenas había rozado la punta filosa de la espada que estaba apuntando a mi nuca, me incliné hacia adelante, dando una vuelta alzando ambas piernas en distintos tiempos para poder golpear a mi atacante; sin embargo, se movió velozmente hacia atrás evitando mi tacón en su barbilla.

Taicho había desaparecido del campo.

Maldije mi propia ingenuidad al pensar que hoy no pelearía. Vestida con una blusa parecida a un kimono largo con una gran apertura en las laterales de las piernas casi hasta la cintura y dejando visibles los hombros, unas mallas altas y botas a la mitad de la pierna junto a mis guantes abiertos desde los dedos hasta la mitad del antebrazo estaba prácticamente visible ante mi rival.

Arrojando una patada doble, logre que retrocediera todavía más cuando se giró en el aire cayendo grácilmente en la tierra.

Esa caída.

Esa forma de levantarse tan depredadora.

No podía verlo por la capucha gris que abarcaba su cara, pero mi sangre empezó a bombear ante la idea de que fuera él.

No quería sangrar mi chakra. Quería que fuera él quien me lo demostrara.

Sin saberlo una sonrisa muy pequeña, se empezó a deslizar en mi rostro, entrecerrando los ojos.

Me lance a por él con shunshin y me encontró en el medio del campo de entrenamiento.

Las chispas de los kunai encontrados me permitieron ver aquellos orbes oscuros brillando entre tensión y anticipación.

Aplique shunshin para aparecer detrás de él, sólo para que él apareciera detrás de mí, cortando mi garganta.

Mi clon se deshizo, mientras él detenía mi patada real desde su costado, logro atraparme para lanzarme al aire y en cuanto caí, me lancé a por él nuevamente.

Ahora fue él quien salió despedido por los aires, y a punto de chocar con un árbol cuando utilizo su espada para clavarla en el tronco brevemente antes de colocar las puntas de sus pies en la punta de la base y tomarlo como impulso para murmurar: Reppuken.

El pequeño tornado de agua me ataco justo cuando mi puño chocaría con su rostro, deteniendo mi ataque.

Tuve que mandar abajo el tornado primero antes de sentir en mis pies manos que me arrastraban hacia el lodo que se creó donde quedé parada.

Mi cuerpo más allá debajo de la tierra, cual arena movediza, y él salió a la superficie luciendo tan tranquilo.

Sólo hasta que sintió desplomarse el clon bajo tierra fue cuando me busco con la mirada dando media vuelta en el claro.

Felizmente me encontró sentada cómodamente en la enorme roca que había hecho sobresalir con doton. Ocultándolo con un pequeño genjutsu, él no vio que tome asiento desde su reppuken.

Esta vez sentí su ansiedad.

Por supuesto, después de tanto tiempo, seguramente no creyó que sería así de fácil. Me aseguraría de demostrarle que yo también había aprendido algunos trucos. Para demostrarle, mejor que nadie, arruine mi palma con mis propias garras.

El chakra se recorrió desde el anillo de mi mano izquierda recorriéndome, dejando salir el sello de almacenamiento hacia la derecha. La sangre empezó a drenarse para dar la forma de mi arma favorita en el aire. Mi tesoro.

Alguna vez, su tesoro.

- Has venido por ella, ¿no? ¿Al fin crees que puedas tomarla de regreso? – pregunte curiosa alzando mi brazo para que la viera mejor mientras sentía mi sonrisa enloquecida.

Tranquilamente, entierra su espada en la tierra. Toma los extremos de su capa grisácea entre sus dedos vendados y sacándosela lentamente y me permite ver la cara que tanto dolor, agonía y enseñanzas me dio.

- Devuélvemela, Hime – la misma entonación que utilizo Hoshigaki, sólo que esta vez, la voz de quien venía, aun siendo sarcástica, no me hizo sentir sucia, sino condenadamente alegre. Y él lo sabía.

Bajo mi centro de gravedad, acomodándome en mi espacio, peso al centro, rodillas ligeramente dobladas separadas prácticamente en posición de zumo manos estiradas, la derecha más separada por el peso de mi espada. Posición de ataque número uno de Kirigakure.

- Si quieres a Kubikiribōchō, ven por ella Momochi, Kirigakure no Kijin.

Round 2.