La chica inútil 4


El secreto


—Te prometo que lo que pase esta noche no saldrá de este cuarto. ¿Qué dices? Tetsuo está completamente dormido, mañana estará tan avergonzado que no podrá preguntar qué tal estuvo nuestra noche. Tenemos unas cuantas horas hasta que salga el sol, sin compromisos… Deja que te quite ese horrible camisón… Y mañana sólo seremos Gojo sensei y Kasumi-san. ¿Qué dices?

Kasumi lo observa con los ojos bien abiertos. Satoru la observa con atención; examina las pestañas largas y oscuras, la piel blanca tiñéndose sutilmente de borgoña, el ligero tinte rosa que pinta sus labios, la humedad que aún persiste en la raíz de su cabello.

—¿Es la primera vez que alguien te propone algo así? —le cuestiona en un tono suave, divertido por su propia indiscreción. Luego sonríe al ver como un mechón de cabello cae sobre su oreja mientras delibera respecto de las consecuencias que tendrán sus más próximas palabras.

—Y… ¿cómo haríamos eso?... —contesta, ignorando su última pregunta.

Los labios de Gojo se extienden en una sonrisa más pronunciada. Entusiasmado por su curiosidad se deja caer sobre la almohada y observa sin tapujos el rubor que le aviva las mejillas. Sus ojos azul oscuro, casi púrpura se desvían hacia algún rincón del cuarto, aunque no hay nada en particular que llame su atención. Está terriblemente avergonzada por no tener la fuerza por echarlo a patadas de su cama.

—Por empezar… no eres virgen, ¿cierto?

Cada pregunta parece volverá más incómoda y él sabe que este no es el camino ideal para convencerla. Pero no se retracta de ninguna de sus palabras.

—Creo que debería saber eso al menos —redobla mientras observa su gesto incómodo.

—N-no… yo…

—No importan los detalles, sólo quería estar seguro. Ahora, ¿por qué mejor no te recuestas? Será más fácil hacer esto si no estás tan lejos.

—No estoy lejos… la cama es muy pequeña… —responde ella y lo imita, aunque reticente hace caso a su pedido y se deja caer sobre la almohada. Lo ve de forma efímera antes de volcar su mirada oscura a otro rincón.

—Date la vuelta —le ordena él.

—¿Quieres que te dé la espalda?

—Sí.

Kasumi ciertamente se encuentra desconcertada, sin embargo, es obediente y desliza su cuerpo esbelto bajo las sábanas. Una vez mirando de lleno a la pared, voltea el rostro levemente hacia Satoru esperando alguna nueva indicación.

—Parece que no se te da muy bien esto de los encuentros casuales así que vamos a hacer esto un poco más sencillo para ti —le dice en un tono suave—. ¿Por qué no pretendes estar dormida? Yo hago el resto.

—Mhm… —sale de su garganta, sus labios apretados en un gesto extraño, luego asiente y cierra los ojos con fuerza, pero no puede evitar volver a abrirlos al sentir las manos de Satoru tomándola por la cintura para arrastrarla hasta él. El aire escondido en sus pulmones sale en un suspiro, un escalofrío le recorre la espalda como un latigazo.

El pecho de Satoru encastra a la perfección con la pequeña espalda de Kasumi quien, sin aire, hace un segundo esfuerzo por obedecer y cerrar los ojos. Ni un milímetro de la mano de Satoru sobre ella logra pasar desapercibido, pero no se mueve, no arrastra sus dedos sobre ella sino más bien se dedica a respirar con una tranquilidad envidiable, como si lo que está haciendo no le causara el más mínimo pudor. La respiración tibia de Satoru le roza el cuello, ya que se ha acomodado detrás de ella en posición fetal y parece que se hubiera decidido a dormir.

—Mis pies están fríos Kasumi, ¿podrías ayudarme a calentarlos?

—Sí… —responde ella, aún avergonzada, aunque no sabe cómo. Delibera un instante, no debería moverse ya que su tarea es pretender estar dormida. No puede levantarse y usar sus manos así que la única opción viable es usar sus propios pies.

Los pequeños pies de Miwa se apoyan sobre los de Satoru y sus dedos tibios se enroscan sobre los de él, lo cual lo hace sonreír tanto que casi suelta una risa.

—¿Sabías lo sensual que es una mujer tierna? Cierto, estás dormida… descuida… yo haré todo, no te preocupes.

Vuelve a respirar profundamente el aroma a jabón de hotel que tiene Kasumi impregnado en la piel, mezclado con el aroma a coco del shampoo barato que ambos usaron en la ducha. Hay una esencia distintiva que sale de su piel, probablemente la crema corporal que traía en ese bolso que llevó al baño. Él respira tranquilamente, el pecho de ella en cambio es un caos que poco a poco se apacigua y poco tiempo después se mueve al ritmo de él. Tal y como él la desea, tranquila, relajada, así será más fácil.

Los dedos de Satoru comienzan a moverse con deliberada delicadeza. Con el reverso de los dedos de su mano derecha acaricia el ombligo de Kasumi sobre la tela de algodón de su camisón. Acomoda sus largas piernas y suelta un suspiro, está muy tibia.

Con la punta de su nariz roza su cuello ligeramente húmedo. Con los ojos entreabiertos observa el pequeño temblor de su cuerpo, los escalofríos de los que ella ha caído víctima.

El flujo de energía del que solo él es espectador se incrementa rápidamente, pasea por su cuerpo de forma vertiginosa, errática. Pero Kasumi ya es una hechicera con muchos años de experiencia encima y puede controlarla, la contiene dentro de su pequeño cuerpo y este acto consciente le quita la mente de lo que está pasando ahora en aquella pequeña habitación.

El sutil sonido de su garganta tragando saliva llama la atención de Satoru tras el primer rose de su mano sobre su muslo. Arrastra lenta y delicadamente las yemas de sus dedos sobre la tela de su camisón arrastrándola para revelar más piel. Tan lento es en su afán de desnudarla que ella no puede hacer nada más que esperar mientras tiembla bajo el toque de sus dedos largos.

Él es al menos atento en este sentido, atento a cada pequeño detalle, cada sonido y movimiento del cuerpo que finge dormir a su lado, como un animal observando y estudiando a su presa, esperando el momento indicado para hincarle los colmillos.

Mientras la tela sube y su ropa interior queda al descubierto, él se pregunta si será oportuno meter una mano entre sus piernas, o si será demasiado rápido para el tembloroso conejo. Necesita una pista, una invitación o algo parecido a lo que él quiso decir cuando dijo 'vigoroso consentimiento'.

—Ah… —sale ronco de su garganta al abrir la boca para tocar el lóbulo de su oreja con la punta de su lengua.

—Ah… —sale sin querer de la boca dulce de Kasumi. Un quejido que apunta la pronta victoria de Satoru.

En este punto a Satoru le encantaría hacerle un par de preguntas obscenas sobre qué le gustaría hacer ahora, cómo, en qué posición o qué otra cosa le gustaría hiciese con esa misma lengua. Pero quizás deba dejar ese tipo de cosas para un siguiente encuentro, cuando ella sea capaz de soltarse por completo. Por lo pronto se conforma con los suaves gemidos que salen avergonzadamente de sus labios y continúa acariciando el lóbulo de su oreja, arrastra su lengua pacientemente por su nuca, incapaz de evitar la más natural y visceral reacción de su propio cuerpo. Hinca sus dientes sobre la piel impoluta de Kasumi, un sonido gutural sale de lo más profundo de sus pulmones, como un animal.

Está duro y Kasumi lo siente, toca su trasero a través de las capas de tela que los separan con cierta impaciencia que apenas puede mantener bajo control. Satoru no puede ver todo el rubor que le cubre las mejillas, pero puede imaginárselo mientras toca con una mano la suave piel de su pierna hasta el pliegue de su trasero. Pasea los dedos sobre su ropa interior preguntándose de qué color serán, blancas, rojas, celestes o melocotón. Hasta que finalmente se decide y arrastra la tela hacia abajo con precisión suma atención, de forma tan lenta que no puede evitar anticiparse a sus siguientes pasos. Cualquier movimiento demás en este instante podría ser fatal, pero, para su sorpresa ella se ha empapado de su papel, persiste allí, con los ojos cerrados y esforzándose por no gemir.

Él sabe a la perfección, más que cualquier otro ser humano en el planeta, que su corazón desbocado golpea sobre su pecho y que su palpitar se expande como una ola sobre cada centímetro de su piel. Kasumi se ha convertido en su más atenta aprendiz, la más obediente de todos.

Si fuera por él ya se hubiera bajado los pantalones, pero este pequeño juego es bastante entretenido y su ego le implora demostrarse a sí mismo que es capaz de doblegar el alma más pura. Que esta buena muchacha, tan correcta y educada, terminará implorando que se la tire de la forma más cruda imaginable.

Satoru toma el elástico de su braga y tira de él hacia abajo, con tortuosa lentitud. Cierra los ojos y siente sus dedos endureciéndose sobre aquel delicado trozo de tela. Su propio cuerpo comienza a quejarse de toda esta ceremonia, su bíceps se contrae y acentúa los músculos de su brazo derecho. Se sonríe, al borde de romper las bragas de un tirón. A este punto necesita un poco de colaboración, Kasumi debe levantar su trasero de la cama si no quiere terminar perdiendo una prenda esta noche, además de ese horrible camisón. Pero, si ella no colabora, no hay caso. No quiere imaginarse a sí mismo como el animal que es, arrancándole la ropa a una jovencita diez años menor que él. Este juego no es divertido si tiene un solo participante.

Repentinamente y con algo de vacilación, Kasumi mueve sus caderas y él siente que ha llegado repentinamente a la meta. Casi puede saborearse la victoria.

'Buena chica', piensa él para sus adentros y arrastra las bragas hasta sus rodillas. Es extremadamente excitante sentir su cuerpo caliente, pegado al suyo, aún pretendiendo ser la correcta mujer que es, tenerla allí con los ojos cerrados moviendo el trasero para ayudarlo a quitarle su ropa interior.

Satoru entierra su rostro en la curva del hombro de Kasumi y se une a ella como dos piezas de un rompecabezas. Empuja suave y firme su erección contra el trasero desnudo de Kasumi, una y otra vez hasta sentir cómo ella se incluye en aquel vaivén y suspira delicadamente.

Segundo a segundo las respiraciones tibias de Kasumi salen de su boca; por momentos se contiene, en otras ocasiones deja salir un suspiro lleno de deseo y apenas un poco de pavor. Él por su parte sabe que está a un paso de caer en una actitud de lo más imperdonable, inquieto e incapaz de mantener su mente centrada. Su propio pecho está caliente y su aliento húmedo se impregna sobre el cuello de Kasumi. Su corazón bombea con fuerza sangre en todas direcciones, preparando su erección para partir este pequeño cuerpo a la mitad.

Ladea una sonrisa mientras se autoconvence de esperar un poco más, pero la paciencia no es de sus mayores virtudes. Es difícil mantenerse sereno cuando Kasumi empuja su trasero contra su ingle de una forma tan suave y tentadora. Se pregunta si ese movimiento es todo lo que necesita para continuar, como lo sería en cualquier otro caso. Pero esta joven puritana parece capaz de hacerse hacia atrás con el más mínimo movimiento en falso.

Sus dedos largos se hunden con urgencia sobre la piel de Kasumi, sus yemas dejando una marca rosada tras su paso, recorriendo desde sus piernas hasta su cadera para luego subir impacientemente a través de su abdomen hasta descansar sobre la curva de su pecho.

Presiente que Kasumi ha abierto los ojos, puede percibir que ella se ha quedado sin aliento al sentir sus dedos abriéndose paso sobre la piel suave y nívea de su seno. Gime repentinamente cuando él aprieta, su pezón hinchado atrapado entre su dedo índice y el anular. Cierra su mano y lo atrapa casi por completo agradeciendo mentalmente que ella no traiga puesto un sostén.

Premeditadamente acoge su pecho y lo aprieta entre sus dedos una y otra vez completamente absorto en los ligeros gemidos que escapan de forma avergonzada de sus labios húmedos. Escucha pacientemente a medida que se vuelven más una súplica, esperando que ella sea lo suficientemente atrevida como para descartar sus instrucciones para suplicarle que se la tire de una maldita vez. Pero Kasumi no lo hace.

Repentinamente y sin pensárselo dos veces su mano sube por el estrecho camino entre su pecho y su cuello y la atrapa. La sostiene del cuello hasta sentir el salvaje latido de su corazón bajo la palma de su mano sintiéndose en total control de la voluntad de Kasumi.

Pero hace tanto calor, está tan agitado que no se cuestiona un segundo más y se incorpora sobre la cama. El agarre impaciente sobre su cuello se desarma y por primera vez ella gira su rostro para verlo sentado en la cama junto a ella. Contempla atónita la forma en la que Satoru se quita la playera con ambas manos y ve por primera vez cada músculo labrado como una obra de arte sobre su espalda. Su cabello grisáceo revuelto, desordenado sobre el prolijo corte bajo su nuca. Ella no puede quitarle los ojos de encima a cada contracción de su espalda mientras se desnuda y luego suspira para voltearse a verla con una sonrisa. La mira de reojo con tal soberbia y engreimiento que la deja totalmente encandilada. La sonrisa dice demasiado por sí misma, los dientes blancos encerrados en el gesto de sus labios sonrojados le gritan la verdad, él sabe que es lo mejor que ha visto en su vida hasta ese momento, que es un dios entre mortales y que está dispuesto a hacer con ella lo que le venga en gana.

Satoru la observa completamente orgulloso, incluso petulante, contempla sus ojos grandes brillando bajo la luz de la luna que se cola por las escuetas cortinas de la habitación de esa posada. Se ve indefensa por un segundo, presa de la sorpresa, como si no se pudiera creer lo que está a punto de hacer, pero luego su expresión se relaja y entrecierra los ojos llena de vergüenza por todos los pensamientos pecaminosos que habitan escondidos en su mente. Su rostro sonrojado, sus labios apretados, respirando incansablemente el aire caliente que sale de su cuerpo.

Él ladea su rostro y la observa con mayor curiosidad, Kasumi es tan mujer como todas las demás, y no una monja como había creído unas cuantas horas atrás.

—Te despertaste —le dice en un tono divertido y una pequeña risa escapa detrás de sus labios cerrados en una sonrisa amplia—. Debes tener calor, ¿qué dices si te quito esto? —pregunta y lleva rápidamente una mano hacia su cadera, pero ella vuelve a transformarse en un conejo encandilado.

Los hombros se relajan, un poco decepcionado. Pero una idea viene a su mente como un relámpago y entusiasmado se levanta de la cama. Kasumi se incorpora al verlo retirarse e instintivamente se cubre el pecho con las sábanas a pesar de no estar desnuda. Aún no puede creerse que trae las bragas colgando entre las rodillas y está a punto de pedirle una disculpa por no ser una compañera más audaz. Su disculpa, atrapada en el fondo de su garganta, no se pronuncia siendo abatida por la incertidumbre. Satoru busca entre sus cosas hasta levantarse victorioso con algo entre las manos que ella no puede ver, luego parece ver algo más y gira el rostro para dirigirle una sonrisa lasciva que le da escalofríos. Repentinamente da un par de pasos más hacia una silla en la que ella dejó su uniforme doblado prolijamente y toma su corbata.

—Quiero probar una cosa.

Ella asiente, como si estuviera en un examen.

—¿Sabes que es el efecto 'Zeno'? —pregunta mientras camina hacia ella lentamente con una cadencia aterradora.

Ella niega. Él, medio desnudo, parado frente a ella con un trozo de tela en una mano y su corbata en la otra, mira hacia abajo hasta sus atentos ojos que luchan por no observar en detalle su pecho cincelado ni sus abdominales.

—Bueno, no quiero ser muy técnico al respecto así que seré breve. Un experimento demostró que las partículas se comportan de forma diferente cuando son observadas. Interesante, ¿no? Entonces, así como las partículas tú serás mi objeto de estudio ya que creo que arrojarás los mismos resultados, pero de una forma diferente. Quédate quieta —le dice y con cuidado coloca su venda negra sobre el rostro de Kasumi—. Eres demasiado pudorosa, pero tengo el presentimiento de que no te comportas de la misma forma cuando crees que nadie puede verte, así que con la ayuda de esta venda intentarás olvidar que te estoy observando, quiero que por una vez en tu vida seas tu misma. Sin tapujos, sin importarte qué opinión pueda tener yo de ti. Si algo te gusta, si no te gusta, quiero que seas capaz de expresarlo y no sólo para tus adentros, sino para mí. ¿Crees poder hacerlo?

—¿O-olvidar que estás aquí? —dice suavemente, sus ojos vendados.

—Exacto, pretende que estas soñando o lo que sea que te ayude a no pensar que yo te observo. Creo que estás reprimiendo cada célula de tu cuerpo porque temes que las personas piensen mal de ti, ¿serás capaz?

Ella duda, algo permanece escondido en su garganta que no se atreve a decir hasta que él la toma por el cuello una vez más y obliga su rostro en su dirección. Aunque no puede verlo, él sí puede hacerlo y comienza a imaginarse escenarios reprobables. Su dedo pulgar pasea por su mejilla hasta sus labios y se abre paso entre ellos.

—Lámelo —le ordena.

Esto le servirá como prueba piloto y, tras unos segundos de duda, Satoru siente los labios temblorosos de Kasumi abrirse lentamente y su lengua tocando su pulgar. Gojo mete suavemente su dedo dentro de la boca de Kasumi, la escucha quejarse con suavidad mientras lame impetuosamente tal y como le fue requerido.

El pecho de Satoru se alborota, su teoría hasta el momento ha probado ser correcta. Kasumi no sería capaz de hacerlo y hacer contacto visual con él sin volverse un duro manojo de nervios.

Al soltar su rostro quita su pulgar, ella lo persigue unos milímetros para terminar con la boca entreabierta esperando nuevas instrucciones.

Este escenario es demasiado conveniente como para no plantearse seriamente la idea que ahora pasea en su mente. Él mira de reojo su erección apuntando directamente hacia Kasumi y arquea una ceja, temiendo ir un paso demasiado lejos. Pero qué más da. Se baja los pantalones y los calzoncillos lo suficiente como para darle libertad a su erección, preguntándose qué estará pensando ella en este momento.

Tal vez debería ir un poco más lento y no pasar de cero a cien en cuestión de minutos. Pero nadie podría culparlo por intentarlo. Quizás la asuste, quizás quiera hacerlo.

Gojo decide no ser tan osado, por lo que toma la mano de Kasumi entre la suya propia entrelaza sus dedos con ella.

—Recuerda que no tienes que hacer nada que no quieras. Y que no debes sentirte avergonzada si quieres hacer algo que no te parece correcto. No hay nada incorrecto aquí y ahora —le dice en un tono dulce y direcciona la pequeña mano de Miwa hasta su erección. Toma sus dedos y con su mano le ayuda a tomarlo completo desde la base.

Es inevitable para Satoru suspirar cuando los dedos tibios de Kasumi están sobre su parte más íntima. Quiere moverse y enseñarle cómo tocarlo y qué presión ejercer, pero para su sorpresa Kasumi usa su mano libre para acomodar un mechón de cabello detrás de su oreja y tras un momento de duda, comienza a tocarlo en forma de vaivén.

Ella puede sentir bajo la palma de su mano la sangre moviéndose tempestuosa bajo la piel de Satoru y parece sentir cierta satisfacción tras los primeros gemidos de Satoru. Se concentra en qué es lo que lo hace gemir con más fuerza y puede sentir como él mismo se reprime, su ansiedad comienza a sentirse en toda la habitación.

Él abre los ojos, al principio con sorpresa y luego con cierta satisfacción cuando ella abre la boca y lame la punta de a poco hasta metérselo casi por completo en la boca.

Satoru lleva sus manos hacia la cabeza, agarra su propio cabello con fuerza mientras la ve, va y viene lentamente y la saliva se acumula entre su mano y sus labios sonrojados. Él quisiera en este momento tomarla del pelo y hundirse por completo en ella hasta dejarla sin aire, su autocontrol está llegando al límite.

Una gota de saliva escurre por su pierna, el sonido suave y avergonzado de los labios de Kasumi vibra sobre su verga completamente dura. Satoru cubre su rostro con ambas manos, cierra los ojos y siente su lengua rodeándolo con sorpresiva aptitud. ¿Quién hubiera sabido que Kasumi podía chuparla así de bien? Tal vez sea su naturaleza diligente la que la obliga a hacer cada tarea al cien porciento de sus capacidades. Sorpresivamente quizás sea mejor amante que chamán.

Se da el lujo de echarle un vistazo una vez más, deleitándose a detalle de en la forma en la que en cada acercamiento intenta metérselo más y más dentro de la boca. Su experimento ha arrojado excelentes resultados y no puede esperar más para dar el siguiente paso.

La detiene con un suave movimiento de sus dedos sobre su hombro y ella levanta el rostro hacia él a pesar de no poder ver su desesperada expresión. La toma por sorpresa al tomar su pijama por ambas manos hasta quitárselo de encima de un solo tirón. Tristemente, por instinto ella se cubre los pechos con una mano y el espacio entre sus piernas con la otra. Pero Satoru se anticipó hábilmente a este escenario no y tarda un instante en tomar sus manos por las muñecas. En un parpadeo la tiene tendida sobre la cama, completamente desnuda, con ambos brazos sobre la cabeza y con Satoru sobre ella atándola a la cabecera de la cama con su propia corbata.

—¿Q-qué haces?

—Sólo porque tu no puedas verme, no significa que yo no quiera verte a ti. Verás Kasumi, aunque use esa venda todo el tiempo no significa que no me guste mirar, y en este momento sólo quiero verte por completo. Perdóname, por favor, por no pedir tu permiso… Pero de verdad quiero mirar.

Ella no responde, tampoco lucha contra sus ataduras, simplemente espera cuál será la siguiente lección de su sensei.

Él se endereza sobre la cama, a horcajadas sobre el menudo cuerpo de Kasumi y permanece allí sentado y satisfecho con él mismo mientras observa religiosamente el movimiento del pecho de la muchacha sobre la que se sienta. Graba en su memoria la forma y el color de sus pezones, sus tetas perfectas, redondas y firmes, más grandes de lo que esperaba. O quizás sea que se vean más grandes gracias a su pequeño tórax.

Envuelve su cintura con ambas manos y siente bajo su tacto la forma en la que ella se contrae al sentir un escalofrío recorriéndole el cuerpo como una corriente eléctrica. Pasea ambos pulgares a los lados de su ombligo y luego sube hasta tocarle ambos pechos. Ambos gimen, su hambre aumenta y su miembro pulsa con ansiedad que debe calmar si quiere cumplir la ominosa promesa de observarla por completo.

Satoru se inclina, con sus pechos bien agarrados y saca la lengua para saborear lentamente la punta de uno de sus pezones hinchados. Ella arquea la espalda mientras él succiona y muerde y gime suavemente hasta hacerle sentir la vibración bajo su garganta. Un sonido ronco sale de sus labios mientras siente la cadera impaciente de Kasumi moviéndose debajo de él, pero está completamente inmovilizada. No hay nada que pueda hacer más que sentir la lengua de Satoru mordisqueándole las tetas, tocándola y apretándola con fuerza hasta dejarle la piel completamente enrojecida.

Ya queda poco o nada de autocontrol en el cuerpo de Satoru, por lo que se vuelve a incorporar. Limpia sus labios húmedos con su mano derecha y vuelve a verla por un instante antes de acomodarse. Se mueve con las rodillas sobre la cama como un animal y toma las piernas de Kasumi que luchan por permanecer cerradas, no porque no quiera que se la tire, su rostro lo dice todo, no es más que mera vergüenza lo que la orilla a juntar las rodillas.

Toma sus piernas tras una leve lucha y las acomoda sobre sus muslos y cumple desvergonzadamente con su promesa. No sólo se satisface con mirar entre sus piernas, su sexo escurriendo excitación, palpitando mientras suplica que se la folle. Satoru toma su miembro con su propia mano y lo dirige al sitio que pulsa olas de calor al resto del cuerpo de Kasumi y ella gime de solo sentirlo, tan húmedo como ella misma.

Entusiasmado, él levanta la vista mientras acaricia los pliegues de su sexo mojado con el suyo propio, mientras la masturba hasta que se retuerce y mueve debajo de él.

Cuando el autocontrol abandona por completo su cuerpo se ve a si mismo empujando la cabeza dura y firme contra el pequeño y caliente espacio que lo espera ansioso. Pero ella suelta una palabra que él no llega a distinguir y se detiene.

—¿E… —comienza—, ¿e-estás usando protección?

Él se sonríe.

—No, me hice una vasectomía hace unos años. Lo siento, no traje nada conmigo… —confiesa en un tono derrotado y espera pacientemente una respuesta.

—E-está bien… —dice ella para su alivio—. Pero… ¿podrías… besarme antes? —suplica en un tono que retuerce el pecho de Satoru.

—Perdóname… —dice con una sonrisa y una expresión casi enternecida—. Lo siento mucho, Kasumi —susurra mientras apoya las manos sobre el colchón y se coloca sobre ella—. De verdad he sido el hombre más descortés con el que te has encontrado, ¿cierto? Ni siquiera he tenido la delicadeza de besarte antes de cogerte. Eres tan buena, te mereces que de lo mejor de mi esta noche.

Satoru toma nuevamente el rostro de Kasumi arrastrándola al suyo y deposita un primer beso, tierno y suave, casi antinatural para Satoru. Pero no pierde mucho más tiempo y la besa con desesperación, la besa mucho mientras un gemido ronco sale de su garganta para perderse dentro de los labios suaves de Kasumi. Ella le corresponde y hunde su lengua con la impaciente de él, la besa hasta hincharle los labios y dejarla sin aliento y luego vuelve a hacerlo hasta pegar su pecho al de ella. No descuida le movimiento de su cadera sobre ella y alza una mano para tomar una de sus piernas mientras busca a ciegas el sitio preciso en el que debe hundirse. Deslizando su verga sobre la humedad de Kasumi hasta encontrarlo. Empuja con cuidado, atento a los gemidos y casi incapaz de contener las ansias de meterlo por completo, hasta el fondo.

Kasumi lo recibe con sin titubear. Un gemido sale de ambos al unísono, uno tras otro mientras el se abre camino entre la carne tierna y caliente de Kasumi. Tan húmedo y apretado se desliza sin problema hasta el final, hasta que se unen por completo.

Satoru deja salir un gemido oscuro y ronco sobre el arco del hombro de Kasumi cuando toca el final de su interior. Complacido al escuchar la forma en la que ella deja salir por su boca suspiros de placer, aunque parece que le ha sacado el aire en un solo intento.

Una vez adentro él se sonríe. Apoya ambas manos sobre el colchón nuevamente y la penetra sin piedad. Ni pierde un segundo, no hay preguntas ni dudas. Ya no tiene nada más qué decir más que dedicarse a empujar cada vez con más fuerza como si pretendiera atravesar por completo su pequeño cuerpo.

Por momentos cierra los ojos solo para concentrar sus sentidos en la sensación de su cuerpo empapándose de ella. Está tan mojada que quisiera decirlo en voz alta, anunciarle que sabe lo mucho que él le excita. Pero no dice nada, pues está seguro que el sentimiento es mutuo. Está tan duro que presiente este único encuentro no será suficiente para saciar su hambre.

Kasumi, doblegada de voluntad yace gimiendo sobre el colchón. No refuta cuando Satoru se incorpora y la toma de las piernas para cambiar de posición. Repentinamente aprieta los labios, trata desesperadamente de no hacer demasiado ruido como para que alguna persona levante una queja. Sería tan vergonzoso que no podría soportarlo, pero es muy difícil hacerlo cuando Gojo Satoru empuja entre sus piernas con tanta habilidad que la deja completamente carente de actividad mental.

Satoru empuja, la penetra de a momentos tan rápido que no tiene tiempo ni siquiera de respirar, a veces tan fuerte que saca todo el aire de sus pulmones de un solo golpe.

La cama llora, los chirridos de la madera vieja ruegan piedad como lo hace Kasumi, pero, al igual que a ella, Satoru los ignora completamente absorto en la sensación atrapante del coño caliente y goteante de esta muchacha.

Él también respira con dificultad, podría entrenar una semana completa sin descanso, pero el sexo es otra cosa. Su corazón bombea con fuerza, tamborileando furioso bajo su pecho mientras que sus ojos están pegados a la forma en que el cuerpo de Kasumi se sacude debajo de él. Atento a sus mejillas coloradas y su piel transpirando copiosamente. Todo el cuerpo de Kasumi se ha vuelto rosa, caliente y rozagante y él se aferra con fuerza de sus piernas para empujar con fuerza con el fin de escucharla eventualmente gemir su nombre o suplicarle que se detenga, cosa que duda tener la fuerza de voluntad para poder hacer.

Repentinamente Kasumi siente las manos de Gojo tomando una de sus piernas y luego su cadera para voltearla en un solo movimiento, rápido y preciso, dejándola boca abajo aún con sus muñecas atadas con su propia corbata. Los dedos largos y gruesos de Satoru la toman por la cadera y la levantan, dejándola apoyada sobre sus rodillas, con el pecho sobre el colchón.

No tiene tiempo de sentir vergüenza alguna por la forma en la que la ha expuesto ya que un toque repentino e inesperado le acaricia el sexo. La lengua de Satoru se pasea indiscretamente a través de su sexo mientras juega con su pulgar sobre su clítoris hinchado y palpitante, su cuerpo gotea copiosamente y ella esconde el rostro sobre la almohada, tratando de ocultar los gemidos más crudos que han salido de su cuerpo en toda su vida. No tiene fuerza alguna para negarse mientras la lengua caliente de Satoru la recorre por completo y su pulgar se mueve rápidamente y con precisión sobre su sexo. No hay nada qué hacer ahora que Satoru se ha decidido a probar hasta su más íntimo sabor. La toma repentinamente con ambas manos, las dos extendiendo sus largos dedos a través de la piel enrojecida de su trasero, habiendo encontrado el lugar exacto en el que Kasumi perderá por completo el poco decoro que le quedaba.

Kasumi hunde el rostro con fuerza sobre la almohada, retorciéndose, gimiendo con el rostro oculto, jadeando cada dificultosa respiración. Sus dedos palidecen por la presión que ejerce sobre la tela, estrujando la almohada, rendida, Satoru no piensa detenerse sino hasta que ella acabe.

La lengua húmeda oscila sobre su clítoris, su nariz empuja sobre su sexo y él gime mientras aprieta los dedos sobre el trasero de Kasumi hasta sentirla temblar. Los dedos de sus pies sienten la corriente que la recorre tras su primer orgasmo de la noche y ella cae tendida sobre la cama como una muñeca de trapo.

Mientras ella intenta recuperar el aliento, Satoru limpia su rostro y barbilla completamente complacido consigo mismo. Hacer acabar una mujer con sexo oral es algo bastante difícil, todas las mujeres son diferentes, pero sabe bien que es una cuestión de paciencia y de encontrar el ritmo correcto.

Mientras Miwa lucha por normalizar su respiración, él ladea el rostro y observa su trasero redondo y firme, digno de una mujer que ha pasado los últimos diez años entrenando. Se muerde los labios mientras aprieta su trasero nuevamente con ambas manos. Con sus rodillas separa sus piernas lánguidas y mientras lo hace, nota un ligero movimiento. Kasumi levantó su rostro avergonzado de la almohada y aunque no puede verlo dirige su rostro a él.

La deplorable imagen de Kasumi, con el cabello enredado y el rostro enrojecido le producen cierta satisfacción. Arruinarla por completo parece haberse vuelto su principal objetivo y con esa idea en mente desvía su mirada hacia su trasero nuevamente.

Una sonrisa maliciosa se dibuja sobre sus labios mientras vuelve a recostarse sobre ella. Sus cuerpos húmedos se amoldan y ella aún jadeante voltea hacia él, como si lo observara por encima de su hombro.

—¿Ya lo intentaste así? —le susurra suavemente, como si intentara endulzar sus palabras al tiempo que empuja su erección contra el trasero de Kasumi.

Ella tiembla repentinamente y él aprovecha este momento para deslizar su mano derecha a través de su cintura hasta su entrepierna. Su clítoris aun hinchado, palpitando con fuerza. Satoru no espera una respuesta y vuelve a tocarla mientras empuja para hacerse dueño de su trasero en una sola noche.

Kasumi sorpresivamente no protesta, está tan mojada de la saliva de Satoru que no siente dolor mientras él empuja lentamente su erección a través de la carne apretada de su culo. Cuando llega a la mitad del camino ella repentinamente suelta un gemido de dolor pero él le ofrece un rápido consuelo. Con una mano presiona uno de sus pezones, con la otra acaricia el punto exacto donde su sexo la hará explotar por dentro. Se acerca a ella y la besa para tapar sus quejas, su lengua se entrelaza osada con la hambrienta de ella mientras empuja una y otra vez hasta que ella parece disfrutarlo.

Los gemidos cambian su tono, se deja caer relajada sobre la cama mientras él penetra su apretado trasero. El aplauso húmedo de sus nalgas se deja escuchar en la habitación junto al repiqueteo insistente de la madera de la cama y el suelo. Las patas de la cama se arrastran luchando por mantenerse unidas en una sola pieza.

El entrecejo de Satoru se contrae, suspira copiosamente aire caliente sobre la espalda de Miwa mientras la penetra con fuerza. Se aferra con fuerza de las sábanas y echa un vistazo de las nalgas redondas de Miwa recibiéndolo por completo hasta que no puede aguantar un segundo más.

El gemido más crudo abandona la garganta de Satoru. El más ronco de todos, perdido sobre la piel de la espalda de Miwa. Su frente cae rendida sobre ella, con una mano sosteniendo la cadera de Kasumi mientras acaba dentro de su pequeño culo. Jadea, se sonríe y respira para recuperar el aliento.

—Lo siento… —dice en un suspiro mientras se reincorpora lentamente sobre la cama.

Su pecho gotea sudor por cada centímetro ayudándolo a regular su temperatura. Siente el aire en la habitación como si fuera gélido, traga saliva y acaricia suavemente el cuerpo de Kasumi antes de salir de ella con la mayor gentileza posible. Se siente tan agradecido por su cooperación en este momento que toma su propia playera para limpiar el semen que ha quedado esparcido sobre la piel rosada de Miwa, aunque ella parezca de lo más avergonzada por este gesto.

Con cuidado, él se estira sobre la cama y desata las ataduras de Kasumi, arroja la corbata sin cuidado junto a la cama y la observa mientras ella se voltea sobre el pequeño colchón.

—Es tu turno —le dice él, para su sorpresa esto aún no ha terminado—. Te dije que teníamos un par de horas —agrega al ver sus cejas levantándose debajo de su flequillo desparejo.

Con cuidado apoya un hombro contra el colchón mientras ella se incorpora, intercambiando lugares. Las suaves manos de Kasumi se apoyan sobre su pecho, sus abdominales duros como una piedra bajo las yemas de sus dedos. Kasumi duda por primera vez en lo que parece haber sido una eternidad, hasta sentir detrás de ella, cochando contra sus nalgas, el miembro de Gojo pulsando nuevamente.

'Incansable', piensa ella, sorprendida. Luego descarta ese pensamiento recordándose a sí misma con quién está lidiando. Un hombre normal tendría que esperar al menos un par de minutos, pero Gojo no puede desperdiciar un segundo.

Kasumi se ve tímida nuevamente, duda de cada uno de sus movimientos como si fuera a ser juzgada por ello. Satoru puede presentir como los pensamientos negativos invaden su mente y alza las manos para acariciarle los pechos con el fin de distraerla de su propia inseguridad.

—Me gusta tu cuerpo —le dice suavemente en un ronroneo—. Lo he visto todo… Eres preciosa —agrega, se incorpora sobre sus codos y estira su lengua para tocar uno de sus pezones. Usa ambas manos para tocar nuevamente la curva de su trasero y asciende hasta su espalda mientras mama de sus tetas, de una en una. Mordisquea suavemente despertando del letargo posterior al orgasmo y atrapa la punta de su pezón entre los dientes.

Desearía quitarle la venda y ver por completo su expresión mientras le lame las tetas, mientras arrastra las uñas, impaciente por su espalda, pero sabe que terminaría arruinando su experimento y termina por sonreír para sí mismo y vuelve a acostarse sobre la cama. Deja ambas manos detrás de su cabeza y la observa simulando paciencia.

—Tu turno.

Ella recibe esta instrucción y tras una leve deliberación parece habérselo tomado en serio. Él la observa con el gesto más entretenido mientras se acomoda a ciegas sobre él y toca su erección con cierta duda hasta acomodarlo en el sitio exacto.

Satoru reprime un gruñido mientras ella menea sus caderas para meterlo por completo. Kasumi gime suavemente sintiéndolo pulsante dentro de ella. Apoya ambas manos sobre el pecho de Satoru y comienza un vaivén más lento pero preciso.

El aspecto engreído de Satoru desaparece a los pocos segundos, cada estocada de Kasumi parece más profunda que la anterior, se siente caliente y húmedo, de hecho está completamente empapada de saliva, semen y sus propios fluidos. Se desliza con fuerza para caer una y otra vez sobre su pelvis hasta llevarlo al borde nuevamente. Satoru estira sus manos y se hace con las caderas de Kasumi. Estira el cuello sobre la almohada y deja caer su rostro mientras gime al ritmo acelerado que ella demarca. Él presiona la piel bajo sus dedos, se muerde los labios y aprieta el entrecejo escuchándola gemir suavemente para él.

No está seguro si ella se lo está cogiendo con tanta fuerza para devolverle el favor o si está es la forma en la que a ella le gusta que se la tiren, pero lo cierto es que lo está llevando a la inconciencia y él no planea venirse tan rápido en su segundo round.

—E-espera… —suplica él sin la fuerza suficiente para llegar a los oídos de Kasumi.

Ella persiste en su ritmo, tal vez sea la oscilación de su cadera, lo mojada que está o la fuerza con la que se mueve encima de él, pero Satoru no tiene la fuerza de voluntad para detenerla cuando siente que la verga va a explotarle en cualquier momento.

Repentinamente Satoru se levanta y abraza el cuerpo desnudo de Kasumi. Sus músculos completamente contraídos en cada parte de su cuerpo. Los dedos de sus pies retorciéndose mientras llena a Kasumi con su semen una vez más.

Respira profundamente sobre el pecho desnudo de ella, una y otra vez hasta que la última gota sale y se pierde en su interior. Levanta el rostro y se encuentra con el de ella, apenas sorprendida por el arrebato de Satoru. En su defensa él intentó detenerla, no con la convicción necesaria, pero lo hizo.

Él decide descansar su rostro entre las tetas desnudas de Kasumi y, con cierta duda y delicadeza ella lo abraza mientras él recupera el aliento. Por primera vez se da un minuto para acariciar la piel blanca de su espalda, suave, como si hubiera nacido entre seda. Por supuesto, el hombre más atractivo del mundo tendría que sentirse así de suave.

Ahora, no tan avergonzada, se relaja mientras siente las manos de Satoru tocando su espalda baja, sus brazos derrotados caen sobre las piernas níveas de Kasumi.

Un pequeño gemido escapa de los labios de Kasumi. Satoru arquea una ceja, su sonrisa engreída y petulante vuelve a tomar posesión de su rostro. Un segundo gemido se deja escuchar y él levanta la mirada para observar con atención su expresión.

—¿Creíste que eso era todo? Me subestimas, Kasumi. Podría seguir cogiéndote hasta el amanecer, pero tenemos que tomar un vuelo en unas horas.

Ante su expresión incrédula, Satoru la arrastra consigo sobre la cama, la asegura tomándola con sus brazos por la cintura y levanta las rodillas.

Kasumi lo siente creciendo en su interior otra vez, duro como una piedra que palpita incansablemente. Pero ella no puede seguir su ritmo, su sexo sonrojado, su clítoris aún hinchado ruegan por una pausa para recuperarse.

Fastidiado de su propia venda, Satoru toma la tela oscura del rostro de Kasumi se encuentra con sus ojos sorprendidos. Ella lo observa abochornada, con los ojos bien abiertos mientras él empuja desde abajo una y otra vez con una intensidad diferente.

Ella no tiene un instante para recuperarse, lo observa con los labios entreabiertos hasta perder la conciencia. Está cansada y desecha, pero no puede negar que cada golpe se siente mejor que el anterior.

Los dedos impacientes de Satoru se enredan en su cabello, inmoviliza su rostro y lo arrastra hasta el suyo para besarla de nuevo y tragarse todos los más crudos gemidos de Kasumi.

La sensación de sus tetas apretándose contra su pecho le excita y lo vuelven un animal que basa su comportamiento en instinto.

Voltea a Kasumi sobre la cama, levanta una de sus piernas con una mano mientras que con la otra la ahorca para continuar penetrándola cada vez más fuerte. Los gemidos de Kasumi ya no tienen sentido, su mirada está completamente perdida mientras que la de él está absorta en su rostro y sus expresiones de placer.

La luz de la mañana se cola por la ventana cuando Satoru se carga ambas piernas de Miwa sobre los hombros y continua su vaivén, completamente ajeno a que la cama está a punto de hacerse pedazos.

Ella yace allí, con marcas rojas y redondas adornándole las tetas, el trasero y el abdomen. Marcas de rasguños sobre su espalda y piernas y unas cuantas nalgadas. Pero sigue ahí, luchando por seguirle el ritmo tras tres orgasmos.

Satoru eyaculó dentro de ella al menos cinco veces y podría haberlo echo una sexta vez cuando el despertador de Kasumi comienza a sonar. Se celular vibra sobre la mesa de noche pero no lo distrae, él continúa tirándosela tras aplazar la alarma dos veces.

—Creo que debemos detenernos —ruega Kasumi.

Despojada por completo de su vergüenza, lo mira con los ojos cansados. Ya ni siquiera es capaz de recordar que está desnuda y que Gojo Satoru es quien la está mirando. El mismo hombre que penetró todo de ella y lamió cada rincón. Ahora puede mirarlo a los ojos, sin apartar la mirada, como si hubiera finalmente roto un conjuro.

Ella no puede evitar que la siga a la ducha y se la tire allí por diez minutos más, dejándola salir sintiéndose más sucia de lo que entró.

El pudor parece volver a ella mientras busca desnuda su ropa interior entre las sábanas y debajo de la cama, pero a Satoru esto no hace más que enternecerlo. ¿Cómo es posible que pueda sentirse avergonzada después de todo lo que hicieron juntos? Es hilarante.

Una vez vestidos, Satoru le da a Miwa unos segundos en el cuarto en caso de que Tetsuo haya despertado y los vea salir juntos del cuarto más ruidoso de toda la posada. Camina desvergonzadamente hasta el escritorio de la entrada con ambas manos sobre los bolsillos y le da un cheque a la casera con la expresa intención de no hacer mención a nadie que ha compartido cuarto con Miwa Kasumi, junto con un extra en caso de que la cama tenga un corto periodo de vida tras las faenas de la noche anterior.

Una vez en el pequeño comedor familiar de la posada, Kasumi parece evitarlo y lo hace con la ayuda de Tatsuo, quien no sabe de qué forma explicarle que jamás volverá a beber tanto.

Es como si nada hubiera pasado, justo como él se lo prometió.

Parece que están en el aeropuerto en no más que un parpadeo. Tatsuo se adelanta para entregar sus maletas y los deja atrás por un instante.

Para Gojo es un poco difícil de admitir que le gustaría volver a verla, desde hace mucho tiempo ha decidido no acercarse demasiado a nadie, pero si pudiera pasar una noche más como la anterior tal vez estaría dispuesto a romper su regla y verla una vez más.

Satoru saca su celular del bolsillo y le echa un vistazo, está distraída y estira el cuello observando las pantallas del aeropuerto y la llegada de los aviones.

—Oye, ¿podrías darme tu… —dice Satoru fingiendo una suerte de casualidad.

Kasumi no le responde, toma su celular y atiende una llamada con algo de urgencia. Luego lo mira y le sonríe de forma cortés.

—Es mi hermano —le susurra y se voltea—. Sí, mi vuelo está a punto de llegar. Estaré en casa en una hora, ¿hizo la tarea? ¿Qué cenaron? Ah, debiste cocinar. Hoy iremos a comprar a la tienda, prepara la lista.

Tatsuo, en la puerta de abordaje hace una señal a Miwa y ella asiente, se voltea a Satoru y se despide cordialmente con una reverencia sin descuidar el celular.

Satoru la observa marcharse tras la puerta de abordaje y luego echa un vistazo a su celular con cierta decepción. Se sonríe y lee el nombre de Kasumi sobre la pantalla, a punto de agendar un número que no tiene guardado. Coloca el celular en su bolsillo y suspira.

—Tal vez en otra ocasión.


Hola a todos! Espero hayan disfrutado el último capítulo y que su imaginación vuele pensando qué pudo haber pasado después. Quería escribir algo corto y sin mucho trasfondo. En fin! Si les gustó dejen un comentario, me haría muy feliz!