Holo~. Heme aquí con un nuevo y pequeño drabble (nuevamente de mi bloc de notas). Hoy lo estaba revisando y vi el draft que, inspirado en la escena final de Animales fantásticos y dónde encontrarlos me dio como que quería publicarlo. Siempre me gustó la idea de trabajar en una panadería, ¡huelen delicioso! Y cuando voy con mi mamá y mi tía a una que, además, luce increíble, mi imaginación volaba a dedicarles un fic así a mi OTP (para bien o para mal).

Tenía como tarea darme algo a mí misma que me hiciera feliz, he aquí el resultado (al menos podré decir que cumplí uno de estos días xD).

Disclaimer: Nada reconocible me pertenece. No siento que la película dicte mucho el guion de mi fic, pero de todas formas la mencioné arriba porque tal vez esté equivocada.

Advertencias: Yaoi, bastante OoC, AU, lagunas terribles, regresiones extrañas (de nuevo), hice miserable a un no-nombrado-aunque-insinuado personaje y, por cuestiones de tiempo y foco de atención, me dio un poco igual decir si era feliz o no al final (obviamente, no soy un monstruo y si ustedes deciden que se salvó de las empresas traga almas, son libres de imaginarlo, jaja).

¡Espero les guste!


There was a time when I was alone

REMEMBER

℘ { } ℘

When I am down and, oh my soul, so weary

When troubles come and my heart burdened be

Then, I am still and wait here in the silence

Until You come and sit awhile with me.

—Josh Groban, You rise me up

℘ { } ℘

Honestamente, Itachi estaba cansado de oír a su tío que regresara a la compañía familiar. Él no quería volver a las interminables juntas de negocios, los odiosos trajes que ahogaban su respiración ni esas desgastantes migrañas causadas por estrés y falta de sueño. En el pasado, lo había soportado porque Sasuke necesitaba ir a los mejores colegios, aprender bien todo cuanto fuera a ser útil y salir adelante.

El primogénito de Fugaku y Mikoto Uchiha poseía un gran talento, claro; no obstante, dentro de la quietud y soledad de su habitación a oscuras, su reflejo únicamente le devolvía una expresión derrotada, tan miserable como fatigada. Muchos días, el trémulo latido de su corazón le suplicaba renunciar, hacerlo antes que su sedoso y brillante pelo negro (el cual recordaba cual plumas de los mirlos bañándose en el sol) se transformaran en una apagada maraña gris.

Se había vuelto un farsante de sonrisa hueca que ocultaba su palpitante tristeza bajo ropas de alta gama y cenas lujosas en las que —demasiadas— personas hablaban con medias verdades o intentaban tocarlo bajo la mesa.

—De vez en cuando, hay que anteponer las necesidades de la empresa al orgullo. Es mejor si no lo piensas tanto —le dijo alguien a quien solía admirar e Itachi sintió náuseas mientras lo veía besar una botella.

El moreno lo contempló igual que si estuviera al borde de un precipicio y no fuera capaz de sostenerlo. La tragedia se repetiría con el mismo Itachi si no cambiaba, pero… aunque la idea lo horrorizaba, el pelilargo regresó a la gala. Observó el juego enfermizo de las palabras melosas y frívolas caricias que sucedía frente a sus ojos: la dura lección de ese mundo donde ni el talento ni las buenas intenciones bastaban para triunfar.

Siguió laborando ocho larguísimos inviernos (el siguiente siempre peor que el anterior), olvidándose cómo era tener un sueño, diluyéndose en un retrato de éxito y felicidad que no sentía.

Ya no era así. ¡Nunca más!

Ahora, Itachi cruzaba el umbral de una panadería artesanal y se embriagaba con su fragancia, le deleitaba el intenso calor del horno, la libertad de su uniforme, la sensación de la harina entre sus dedos.

¿Por qué regresaría a lo otro? Sasuke era un adulto, se abría paso en su carrera y había dejado de necesitar el exorbitante salario que su hermano mayor ganaba trabajando para las empresas Uchiha.

Itachi levantó su mirada y se preparó para cuando sonara la campana del —relativamente famoso, aunque pequeño— local. 6:30 pm en punto. Ni un minuto más o menos.

El pelinegro se enderezó y acicaló su larga melena distraídamente, cubriendo las hebras con un rastro mínimo de blanco al encontrar sus orbes carbón con el par de avellanas que lo escudriñaban desde el otro lado de la panadería.

Akasuna no Sasori inclinó su cabeza y tomó una charola, paseándose entre el lugar y eligiendo unos cuantos ejemplares. Itachi se mordió el interior de su mejilla para controlar la sonrisa que amenazaba con nacer: el pelirrojo odiaba lo dulce, algo que caracterizaba a ese lugar en especial.

—Me parece adorable —le comentó esa tarde.

—A mi abuela Chiyo le encantan —alegó el taheño, rodando los ojos—. Si viniera ella, compraría demasiados —hizo una pausa—. ¿Vendrás a mi casa para cenar?

Itachi sonrió.

—Sí. Pero es un tanto raro comerme los panes que hacemos aquí —comentó. Sasori se encogió de hombros.

—¿Qué tiene de malo si te quedan bien?

El Akasuna tomó la bolsa de pan que Itachi le ofreció y levantó su mano libre, haciendo una señal con el dedo para que se acercara. Como si no fuera más que una marioneta de la cual tiraran de sus hilos, el Uchiha se inclinó sobre el mostrador y aceptó el fugaz beso que su novio, aprovechando la falta de clientela, exigía.

—No llegues tarde —le instruyó—. Haré chocolate caliente. Algo así como una receta de familia.

—Vete con cuidado.

El taheño hizo un ruido de aprobación y desapareció del local.

Iniciar una relación con Sasori, pensó, le había dado la ventana a rechazar los abusos del trabajo: no más soportar coqueteos, no más manos perdidas, no llegar tarde. El Akasuna y él, si bien tuvieron un inicio tormentoso por la falta de cuidado del propio Itachi y la obsesión del ojicafé por no perderlo a causa del trabajo, habían encontrado un punto medio.

El Uchiha observó sus manos repletas del ingrediente níveo que tanto amaba y recordó esa primera mañana, cuando apartó su mirada de la laptop y vio por el cristal polarizado de la limusina que las vio.

Incluso sus ojos, ya necesitados de lentes, reconocieron la mano de obra en un segundo.

El Uchiha aventó la computadora hacia el asiento contrario y abrió la puerta sin dudarlo. Oyó al chofer llamándolo igual que si éste hablara detrás de una cortina de agua, pero lo ignoró y sorteó los automóviles hasta llegar al sombrío escaparate.

Itachi sostuvo el aliento, asombrado con las delicadas facciones de la muñeca y las telas vaporosas que cubrían su cuerpo. Tenía labios carnosos, tan rojos como cerezas; rizado cabello negro y sus ojos yacían tras unos párpados de largas pestañas. El «artista» había puesto un fondo falso de mármol en la repisa y atrapado el cuerpo de la bella durmiente con alambre pintado de verde, añadiendo hojas y rosas que mantenían la pieza contra la superficie.

Al moreno le estremeció la belleza y, sonriendo como un verdadero idiota, se metió en la tienda con el corazón saltando por los recuerdos que bailaban en su memoria cual vals.

Dentro, olía a madera recién barnizada que inhaló gustoso. Sus ojos, ahora radiantes, iban de un lado a otro, contemplando las piezas entretanto Itachi buscaba a su creador.

¿Cuántas veces había pasado por ese rinconcito sin darse cuenta?

El moreno, finalmente, vio la espalda del joven artista al fondo de uno de los pasillos de la —engañosamente grande— tienda. Su desordenada cabellera, bañada por la luz del techo, seguía siendo exquisitamente roja y no había crecido mucho desde su último encuentro, lo cual arrastró a Itachi a sus años de preparatoria en un abrir y cerrar de ojos.

Se desvistió del cansancio mientras se acercaba y extendía la mano hacia el hombro del pelirrojo.

—¿Sasori? —Murmuró el Uchiha, cayendo fácilmente en los viejos hábitos.

El aludido dio un pequeño salto y se giró con elegancia sobre sus talones. Itachi tragó saliva cuando los ojos café-grisáceos del pelirrojo descansaron en él. Daba la impresión de que el Akasuna hubiera visto un fantasma, mas se recuperó luego de un segundo o dos.

—Itachi —respondió a modo de saludo—. Buenas noches. Bienvenido.

La voz de Sasori, aterciopelada y musical, dio luz a un escalofrío que acarició su espina dorsal de forma muy grata.

Quería decirle una cantidad estúpida de obviedades: "Han pasado años", "No has cambiado nada", "Jamás había visto tu tienda" y otras tantas. Ya que su cerebro formulaba únicamente esa clase de tonterías, el pelinegro se decidió por:

—Tus creaciones siguen robando el aliento.

Los labios de Sasori se levantaron en una media sonrisa y, por un segundo que se extendería por el resto de su vida, Itachi recordó su lugar en el universo.

THE END


No me dirán que Itachi no se queda en trabajos odiosos por Sasuke en los universos alternos. Eso es tan canon como que Naruto tiene algo por el último sobreviviente de los Uchiha.

En mi headcanon de este AU, Sasori e Itachi se vuelven a frecuentar, empiezan a salir, Sasori odia el trabajo de Itachi mientras que él no puede dejarlo de lado, su novio es demasiado obsesivo y teme tanto perder a otra persona que ama, así que no lo deja y lo obliga a cuidarse. Por fin y eventualmente Itachi logra ponerse como prioridad, renuncia y va a ser feliz en el trabajo de sus sueños y obviamente con mi pelirrojo favorito. Esta es otra idea a medias que quería hacer grande, pero por ahora me conformaré con un drabble.

Jamás cometan el error de Itachi: no siempre permance el mismo sueño, pero no olviden seguir los nuevos o los viejos, cuidarse y pasar tiempo con los que aman y los aman, haciendo las cosas que les gustan y disfrutando la vida.