Para la Tobidei Week 2019
Día 5: AU de almas gemelas
Un objeto fino y suave recorriendo su cara lo despertó. Obito gruñó y abrió los ojos. Las caras de sus dos primos pequeños estaban ahí a poca distancia de la suya. Maldijo internamente. El cansancio acumulado de haber dormido mal las noches anteriores hizo que por fin lo venciese el sueño mientras veía "Kagemasa 3" con los niños que se suponía que debía cuidar.
Se sentó en el sofá de golpe.
—¡Mierda! —masculló.
Ellos dieron un grito ahogado.
—¡Dijo una palabrota! —susurró Itachi a Shisui, lo suficientemente alto como para que él lo oyera.
Los niños hacían lo que podían para aguantarse la risa sin conseguirlo. Este último se escondió algo en la espalda.
—¿Qué tienes ahí?
—¡Nada!
Más risas.
Tras hacerle cosquillas en la panza, Obito consiguió que soltara lo que llevaba. Un rotulador negro. Al notar que lo miraban a la cara demasiado, comprendió lo que posiblemente habían hecho.
—Ah... No me digan que...
Fue hasta el baño y se miró al espejo. Le habían dibujado un bigote negro y una perilla. Círculos rojos en sus mejillas y largas pestañas alrededor de los ojos.
Un rotulador rojo cayó del bolsillo de Itachi.
—¡Te ves bien así!
—Escuchen —Obito se aclaró la garganta—... Yo no le digo a la tía Mikoto que hicieron esto, si ustedes no le dicen que yo me dormí mientras los cuidaba. ¿De acuerdo?
—¿Es que tenías que estar despierto, Obito-niichan? —preguntó Itachi.
Cazado por un niño de cuatro años. Pequeño sabelotodo...
Obito miró el revés de su mano, donde le habían dibujado un arcoíris. Como no sabía qué contestar, desvió el tema.
—¿Dónde están el resto de rotuladores?
—Sólo usamos el rojo y el negro —dijo Shisui.
—¿Ah sí? ¿Y este de aquí? ¿Apareció por arte de magia? —Obito señaló su mano.
—¡Sí! —contestaron ambos.
Antes de que pudiera registrarlos para confiscarles el resto de las pruebas del delito, la puerta de la calle se abrió. Obito oyó un ruido de tacones. Su tía acababa de llegar.
Los niños le explicaron que les había dejado pintarle la cara y él decidió perdonarlos por no mencionar su inesperada siesta. Mikoto buscó en su bolso, sacó un billete de cincuenta ryo de su cartera por el trabajo de esa semana y le dijo que podía irse ya.
Era un poco más de lo acordado. Contento por la sorpresa, Obito le dio las gracias y fue a comprarse un helado. El día venía caluroso y el aire soplaba templado a pesar de que acababan de entrar en septiembre. No tenía ganas ningunas de volver a la escuela, pero disfrutaría al máximo de los pocos días libres que le quedaban.
Con el resto del dinero, entró a una tienda de videojuegos de segunda mano y salió de ella con un nuevo juego que llevaba meses queriendo probar. El que lo atendió no había dejado de mirarlo ni un segundo. Grosero.
Entonces se dio cuenta que todo el mundo seguía mirándolo. Los niños lo señalaban y la gente de su edad se reía de él.
Ahí recordó que, emocionado por la paga se había olvidado de lavarse la cara antes de salir.
—¡Mierda! —gritó en voz alta, parándose en seco.
—¡Pero Deidara! ¿Qué te hiciste?
—¿Qué es tan gracioso, hm?
Su madre dejó a un lado el jarrón que estaba pintando. Deidara la miró reír a carcajadas sin entender qué estaba pasando.
—No me digas que has ido todo pintarrajeado por la calle.
—Quería dibujar un arcoíris, pero se me acabó el papel. Kurotsuchi lo usó todo para hacer molinillos de viento —Deidara le mostró el revés de su mano izquierda—. ¡Así que lo dibujé aquí!
—¿Y lo de la cara?
Deidara se tocó la mejilla. Ahora que se daba cuenta, su amiga también lo miraba riendo.
—No me pinté en la cara, hm.
—Entonces... ¿Ella te gastó una broma?
—Nah. Me habría enterado. Kuro no es tan buena.
—Como digas —su madre rió otra vez—. Ya se está haciendo tarde. Ve a bañarte y lávate bien esa cara. Ni se te ocurra irte a la cama así.
—Está bien.
Deidara gruñó en protesta y se fue del taller familiar. No fue a ducharse, sino a su cuarto. Se arrodilló frenta a su armario y abrió el último cajón. Apartó varias camisetas a un lado hasta que dio con una carpeta gruesa en la cual guardó los dibujos que acababa de hacer. Algún día sería un gran artista. Era lo que pensaba cada vez que los volvía a ver uno por uno para notar diferencias y mejoras en su estilo.
—¡Deidara! ¡Te preparé la bañera antes de que vinieras! —oyó decir a su madre—. ¡Entra ya o se te hará tarde!
—¡Ya voy! —respondió.
Sacó ropa limpia, tomó unas toallas y pasó al cuarto de baño. El aire se sentía húmedo, cálido y pegajoso. El vaho ya había empañado el espejo y Deidara se puso de puntillas para poder limpiarlo con su manga.
Su cara estaba limpia. Ni rastro de los supuestos garabatos de los que su madre hablaba. Encogiéndose de hombros, comenzó a desnudarse y no le dio más vueltas.
Tuvo que pedir prestada la botella de desmaquillante de su abuela para borrar bien toda la tinta de su cara, pero Obito finalmente lo había conseguido. No sin antes frotar hasta dejarla roja y sensible. Se observó bien al espejo buscando restos, antes de darse por satisfecho. Luego vio el arcoíris en su mano y mojó una bolita de algodón más en líquido desmaquillante.
Algo, no supo qué, le impidió borrar el dibujo. Los trazos eran firmes, impropios de unos críos de esa edad. Seguro era cosa de su primo Shisui, al que le gustaban las manualidades más que a Itachi, que era más de deportes. Además era bonito, le gustaba mirarlo. Decidió que no se lo borraría aún, así que recogió la pila de algodones sucios, pisó el pedal de la papelera y los echó dentro.
Fue mientras hacía la cena para él y su abuela, cuando Obito notó que su mano estaba limpia otra vez y no tenía recuerdo alguno de habérsela limpiado.
O tal vez lo había hecho y se había olvidado. Ya no estaba seguro de nada.
—¿Has venido en bicicleta con la acera llena de hielo? ¡Estás loco!
Deidara apoyó el manillar en la fachada de la casa y se quitó el gorro de lana y la bufanda. Nada más lo hizo, el gélido aire invernal golpeó su cara.
—No se va tan mal, sólo he estado a punto de resbalarme un par de veces —vaho blanquecino salía de su boca y pronto se disipala en el aire.
Kurotsuchi se golpeó la frente con la mano. Aún llevaba puesto el uniforme de la escuela.
—El día que te rompas una pierna voy a reírme por cinco minutos seguidos antes de ir a ayudarte.
—Porque eres malvada. Por desgracia para ti no voy a caerme, hm.
—Eso tú no lo sabes. Y pasa antes de que entre más frío de la calle. Mi padre va a hacer chocolate caliente en un rato.
Deidara subió la pequeña escalinata frente a la puerta de entrada, se descalzó y se quitó los guantes y el abrigo. Desde ahí se escuchaban las voces de los personajes de la serie que veían todos los días.
—Entonces llegué justo a tiempo —pasó al salón y se dejó caer en el sofá frente al televisor.
—Deidara-nii... ¿Qué llevas ahí escrito? —Kurotsuchi levantó levemente la barbilla, con la vista fija en su mano.
—Nada —al mirar, se dio cuenta que tenía la palma de la mano llena de palabras raras—. ¿Pero qué mierda...?
Kurotsuchi se sentó a su lado y le agarró la mano. Deidara dio un tirón, tapándola de su vista.
—¿¡Has copiado en el examen!? —sonaba divertida, casi emocionada.
—¡No!
—¡Has copiado en el examen!
—¡Te he dicho que no!
Deidara miró de nuevo lo que tenía escrito en la mano, sin poder evitar que su amiga echase un vistazo.
—Anfi —leyó Kurotsuchi—... Anfíbios creo que dice... Oxígeno O... Azufre S... Selenio Se... Parece algo de química pero no entiendo bien. Esta letra es horrible.
—¿Ves? No puedo ser yo, hm —replicó Deidara.
—Y no damos química...
El televisor fue lo único que se escuchó en aquella sala de estar por unos segundos. Deidara intentó ignorar esa sensación molesta en su mente. Se escupió en la mano e intentó borrar el texto, pero no lo consiguió.
—¿Y si...?
—¡Tienes un alma gemela! —Lo interrumpió Kurotsuchi a la vez que se ponía en pie.
Justo el pensamiento que estaba tratando de evitar. Se solía decir que sólo una de cada diez personas tenía un alma gemela. Deidara nunca pensó que él pudiera ser uno. Aquello no le gustó. Se negaba a que le impusieran a alguien con quien estar.
—Qué tontería, hm. Además no quiero tener novia.
—Dicen que es suuuper romántico —lo molestó Kurotsuchi, pestañeando exageradamente.
—Asco.
—Y que cuando la encuentres deberás besarla en la boca.
Deidara hizo una mueca de repugnancia.
—Puaj.
—Y con lengua y todo —acompañó sus palabras haciendo ruidos con la boca.
Solo con pensar en lamer la lengua de otra persona a Deidara se le revolvía el estómago.
—Ya cállate. Me quitaste las ganas de chocolate.
—¡Mejor! ¡Más para mí!
La sensación extraña se intensificó. Su corazón latía más rápido. Deidara apretó el puño para no tener que verse la mano. Ya no importaba, porque el destino o lo que fuera lo había emparejado con alguien a quien ni siquiera conocía.
¿Quién sería?
—Me pregunto quién es tu alma gemela —dijo Kurotsuchi.
—Yo no —mintió él.
—¿Será alguien de la escuela?
—Ugh. Espero que no.
—Si tienen clases de química seguro ya van al instituto. ¡Es una chica mayor que tú! O un chico... No olvides que también podría ser un chico.
—Dije que me da igual, hm —el mal humor de Deidara habló por él.
—Un estudiante de instituto con mala letra que copia en los exámenes.
Kurotsuchi no dejó de inventar teorías sobre su alma gemela, cada una más estrafalaria que la anterior. Él acabó por ignorarla mientras sorbía su chocolate caliente sin ganas sólo porque se negaba a dárselo a ella.
La culpa de todo lo que le estaba pasando la tenía Hidan.
Fue mientras estaba encerrado en su cuarto, después de haber discutido con su madre y golpeado la pared de su cuarto hasta despellejarse los nudillos, cuando Deidara recordó sin repulsión que tenía un alma gemela.
De no ser por el imbécil de su compañero no lo habrían expulsado tres días justo casi acabando el curso. Sabía que arriesgarse a ser expulsado podría hacer que los institutos a los que había solicitado plaza lo rechazasen, pero no iba a dejar que el muy imbécil le faltase el respeto como le faltó y se echó sobre él.
Aún le dolía el labio hinchado, pero dicho dolor se disipaba al ver la sangre reseca de Hidan bajo sus uñas.
¿Por qué todo el mundo tenía que ser tan imbécil? ¿Por qué Kurotsuchi no podía ponerse un poco en su lugar? Igual que sus profesores. Igual que su madre. Igual que el resto del maldito mundo.
Deidara sintió que la única fuente de compresión que le quedaba tal vez viniera de esa puerta que siempre se había negado a abrir. Incluso entonces, cuando nada más que el simple pensamiento de tener esa conexión ahí lo consolaba, dudaba de si era parte de él o parte de ese ridículo instinto místico que provocaba la unión entre almas gemelas o lo que fuera eso.
Deidara sintió la tentación de meterse a internet a buscar información, justo lo que siempre había evitado. En su lugar se tiró a la cama, acariciándose la mano. ¿Habría visto su alma gemela aquel arcoíris que dibujó? Tal vez no. O tal vez no lo asoció a eso, sino... ¿Por qué no le habría contestado? Grosero.
¿Y por qué se preocupaba por eso tan de repente?
Buscó un bolígrafo en su cartera y lo apoyó en la piel de su mano izquierda. No sabía qué decir, así que hizo otro dibujo, sólo para tantear el terreno. Un dragón con las alas extendidas.
Después dejó caer el bolígrafo al edredón e intentó olvidarse del tema. Intentó olvidarse de que si no le respondían, iba a disgustarse más aún.
Zetsu dormía a su lado con los auriculares puestos. Obito no comprendía como, con el autobús dando saltitos con cada bache en aquella agreste carretera rural.
Las conversaciones, las canciones y el alboroto del viaje de ida se habían desvanecido. Todo el mundo estaba cansado tras los tradicionales días de acampada en el Valle del Fin que solía organizar la escuela para el viaje de fin de curso.
Medio dormido, Obito escuchaba una canción que hablaba de arcoíris y de alguien que se había dado por vencido en la vida. No entendía por qué le gustaba, pero lo hacía. El ritmo animado no concordaba con la melancolía de la letra, tal vez era eso.
Cuando vio aparecer esos trazos en su mano, lo primero que Obito pensó fue que era una alucinación. Entrecerró los ojos para enfocar su vista. Parpadeó varias veces pero la línea no sólo no se iba, sino que seguía haciéndose más larga, formando una figura.
A Obito se le aceleró el pulso y aquel arcoíris en su mano que desapareció por arte de magia volvió a su mente. ¿Podía ser...?
—¡Zetsu! —zarandeó el brazo de su amigo—. ¡Zetsu! ¡Zetsu! ¡Zetsu!
—¿Qué? ¿Qué? ¿Qué? —Su amigo bostezó mientras se desperezaba—. ¿Ya hemos llegado?
Obito puso el revés de su mano a escasos centímetros de su cara.
—¿Ves? ¡No eres el único que tiene un alma gemela! ¡Yo también tengo una! ¡Mi alma gemela acaba de dibujar un dragón en su mano!
Zetsu examinó el dibujo y volvió a acomodarse en el respaldo.
—Lo has dibujado tú, a mi no me puedes engañar, Tobi.
—Yo no dibujo así de bien —replicó—. Y puedes intentar borrarlo si quieres. No se irá. Mi alma gemela dibuja tan bien... ¡Vaya artista!
Siempre fantaseó con tener un alma gemela y ahora no podía borrarse la sonrisa de la cara.
—¿Tienes idea de quién puede ser?
—Tiene que ser Rin —respondió como si fuera un hecho—. ¿Recuerdas aquella calavera que dibujó en la pizarra? ¿Y el corazón anatómicamente correcto? ¿No era la mejor calavera y el mejor corazón anatómicamente correcto que viste en tu vida?
Obito no podía apartar la vista del dragón que le había dibujado Rin.
—A Rin no le gustan los dragones. Le gustan las vísceras.
—¡Le gustan los animales también! ¡Para eso estudiará veterinaria en la universidad, todo encaja!
—No te engañes, Tobi —Zetsu rió—. Los dragones no existen, no los va a poder diseccionar.
—Qué tonto eres —se quejó Obito—. Tiene que ser ella. No puede ser nadie más.
—¿Por qué no vas y lo compruebas entonces? Si es ella, tendrá el dragón dibujado en la mano.
Obito no se levantó inmediatamente. Una sensación desagradable y pesada se asentó en su vientre. No sabía si quería descubrir o no que Rin podía no ser su alma gemela. No quería a nadie más que no fuera ella.
—¿No te atreves? —se burló Zetsu.
—¿Cómo fue? Cuando descubriste al otro Zetsu —preguntó Obito.
—Bueno, fue divertido que mi alma gemela se llamase como yo.
Una vez conoció al otro Zetsu, y a pesar de llamarse igual eran como el día y la noche. A Obito no le cayó bien, aunque nunca le diría a su amigo que le daba algo de envidia que él tuviera a alguien destinado. No era la primera vez que fantaseaba con descubrir que Rin era su alma gemela, pero si la realidad era distinta entonces no estaba interesado.
—¡Esto de las almas gemelas es una tontería! ¡Puedo tomar mis propias decisiones!
—Tú te lo pierdes —Zetsu perdió el interés en él y volvió a activar la música de su reproductor—. Es un vínculo muy diferente a los demás. Nadie puede entenderlo excepto quien lo tiene.
—¿Cómo es? —su amigo no reaccionó, Obito le sacó uno de los auriculares del oído y le obligó a prestarle atención—. ¿Cómo se siente?
Zetsu esbozó una media sonrisa, mirándolo con sus ojos ámbar casi amarillos.
—Es como... Estar incompleto. Y por fin algo encaja y te sientes completo en su compañía.
Obito se puso en pie. Quería sentirse así. Sonaba como algo increíble que valía la pena experimentar.
—Ya vuelvo.
—Suerte, Tobi —canturreó.
Rin estaba sentada casi al final del autobús junto a Kakashi. Estaban leyendo un libro juntos. Si resultaba ser ella, ya no habría nada que él pudiera hacer para romper ese vínculo especial del que hablaba Zetsu. Obito apretó el puño, ignorando los celos que siempre afloraban cuando Kakashi se llevaba toda la atención de Rin.
Miró sus manos. Estaban limpias. Algo en su estómago se retorció hasta doler.
—¡Obito! Acabamos de merendar. ¿Quieres galletas caseras? —Rin le ofreció el recipiente de plástico que olía a azúcar y mantequilla—. Las hice yo.
—¿Y las has tenido en secreto todo este tiempo? Qué cruel.
Obito sonrió para maquillar su amarga decepción y que el comentario no sonase como el reproche que era. No tenía hambre, y en otra ocasión habría llorado de felicidad por estar comiendo algo que había cocinado Rin. Aunque qué más daba, seguro ni siquiera había pensado en él una sola vez mientras las hacía. Tomó una y se obligó a darle un bocado. Seguro estaba deliciosa, pero en ese instante no le supo a nada, incluso el dulce aroma lo repelía. Estaban hechas pensando en Kakashi, eso seguro afectaba a la receta.
—Lo siento, se me olvidó —dijo ella—. ¿Te gusta?
—Claro que sí.
—¡Hey! —la vista de la chica fue hacia su mano izquierda—. ¿Has dibujado tú ese dragón? ¡Me encanta!
—N-no —tartamudeó Obito, sin saber qué responder—. No. Yo...
—Lo ha dibujado su alma gemela —dijo Kakashi, que no había levantado la vista de su lectura en todo el tiempo.
Obito lo observó sin decir nada, pensando en lo mucho que le gustaba a Tontokashi meterse en cosas que no iban con él. Rin se volteó para mirarlo.
—¿Por qué dices eso, Kakashi-kun?
—Es más que obvio. Lo primero que Obito ha hecho al llegar ha sido mirarte la mano. Ha venido aquí porque le debió salir ese dibujo y vino a comprobar si lo habías hecho tú —Kakashi seguía mirando su libro.
Obito no comprendía cómo demonios se había dado cuenta de eso. Dio un paso atrás, sintiéndose vulnerable y resentido a la vez.
—¡Cállate tonto! ¡No sé de qué estás hablando! —dijo alzando la voz.
—Aww —Rin entrelazó los dedos de sus manos, sus mejillas ligeramente rosadas—. Y pensaste en mí primero. Eso es tan dulce. Pero dudo tener un alma gemela, ya me escribí muchas veces en la mano y nunca he recibido respuesta. Eres tan afortunado, Obito.
No. No lo era.
—Tener alma gemela está demasiado romantizado de todos modos —opinó Kakashi—. Leí un estudio en el que comparaban parejas ordinarias con parejas de almas gemelas y las diferencias no eran tan significantes. Sólo las idealizamos porque son escasas.
Con disimulo, Obito se mordió el labio. Odiaba darle la razón.
—Exacto —dijo a regañadientes.
—Es como si no se pudiera ser cien por cien feliz si uno no tiene un alma gemela, o si uno no está con su alma gemela. Qué tontería —agregó Kakashi.
—Pero si tuvieras una... ¿No te gustaría saber más? ¿No te gustaría saber quién es? —preguntó Rin—. Porque yo sí. Y Obito también, sino no habría venido aquí.
—Sí. Me interesaba pero... —murmuró Obito, mirando al suelo.
—¡Y yo ahora también quiero saber quién es tu alma gemela! Dicen que nunca están muy lejos de uno. Deberías empezar a mirar si hay alguien en el autobús con ese mismo dibujo en su mano.
Rin se puso de pie en su asiento. Se tambaleó, agarrándose al respaldo de delante cuando el autobús entró en una curva.
—¡Vas a caerte! —Kakashi ya no miraba su libro.
—¡Rin, ten cuidado! —exclamó Obito—. ¡No importa! ¡No es tan...!
—¡Escúchenme todos! ¿¡Hay alguien en este autobús con un dibujo en la mano!?
—¡Yoooo! —Gai se puso en pie, Kakashi también, mirándolos a ambos. Obito se cayó al suelo del susto—. ¡Me dibujé una botella de agua para que no se me olvide hidratarme en un día caluroso como hoy!
Obito respiró aliviado. Kakashi volvió a sentarse y él lo miró con recelo. Ese comportamiento le parecía sospechoso. Si no llevara puestos esos guantes de medio dedo saldría de dudas.
—Bueno. Parece que mi alma gemela no está aquí —dijo, el golpe le había dejado el trasero adolorido.
—No te rindas, Obito. ¡Contáctalo! Kakashi-kun, ¿tienes un bolígrafo?
Obito se arrepintió de golpe de haberle hecho caso a Zetsu. Él lo había convencido diciéndole que iba a sentirse completo.
—¡No! ¡Está bien! ¡Ya lo haré otro día!
Mierda. Todo el mundo le estaba prestando atención. Hasta el conductor iba a enterarse de que tenía un alma gemela.
—Yo tengo uno.
Kurenai, sentada detrás de Rin, le pasó el bolígrafo. Obito trató de interceptarlo pero ella lo apartó de su alcance con rapidez mientras apretaba el botón para hacer salir la punta.
—Dame el brazo, Obito —Rin extendió la mano.
Obito escondió los brazos tras su espalda. Todos sus compañeros en asientos cercanos lo estaban mirando y animaban a Rin.
—¡Ya déjalo! ¡No es gracioso!
Alguien agarró sus brazos por detrás. Obito forcejeó tratando de soltarse pero no lo consiguió.
—¡Es todo tuyo, Rin!
Era Anko. Nadie lo escuchaba. Sólo animaban a Rin mientras apoyaba el bolígrafo en su antebrazo izquierdo y comenzaba a escribir "¡HOLA!" en mayúsculas temblorosas. Después intentó hacer una carita sonriente, pero su forcejeo hizo que se viera más bien como una sonrisa macabra. Obito hizo un último esfuerzo, dio un grito y consiguió soltarse.
—¿¡Se están divirtiendo todos a mi costa!?
Frotó sus brazos. Le dolían un poco y Anko le había dejado sus largas uñas marcadas. Las risas pararon cuando todos se dieron cuenta que sus ojos estaban vidriosos. Un doloroso sentimiento de traición lo acongojaba.
—Obito —Rin también había perdido la sonrisa—... Lo siento... Estábamos...
—¿¡Y cuando te dije que lo dejaras!? —Sorbió por la nariz y se limpió un par de lágrimas que acababan de brotar.
—¡Lo siento! ¡De verdad lo siento!
Su expresión de arrepentimiento no lo conmovió.
—¡No me importa si lo sientes, no me hables! —exclamó, dándose la vuelta para volver a su asiento.
Zetsu seguía en su música, no parecía haberse enterado de nada. Al verlo volver, presionó el botón de pausa.
—¿Cómo fue?
Obito se cruzó de brazos, evitando mirar lo que Rin había escrito.
—Mal —dijo con sequedad—. Es todo culpa tuya.
Zetsu se encogió de hombros y volvió a darle al play. Obito le agradeció que no contestara, en realidad.
Esto no va a ser un oneshot y probablemente tampoco sea un shortfic. No sé qué voy a hacer con esto, solo que me vinieron muchísimas ideas y no pude ni quise resumir. Esto fue lo que conseguí escribir estos días. No sé a dónde va a llevarme, pero el trayecto es divertido.
