25- CÓLICOS
Y ahí estaban compartiendo ciertas emociones no muy agradables… ¡Argh! Nunca se imaginó que esas chorradas fueran a ser de esa forma… Estaba estresado, irritado, molesto, tenso… Y sabía que Tobirama no estaba mucho mejor, sólo que el jodido albino estaba acostumbrado a tratar con capullos e indeseables. Si fuera por él los encerraba a todos en una puta habitación y aplicaba un katon bien potente… O mejor, ¡el amaterasu! Así se aseguraba que no quedaba títere con cabeza y no vinieran a joder de nuevo.
–Izuna… No hables así delante de nuestros hijos.– Los demás le importaban bien poco si escuchaban a su pareja proferir maldiciones contra todos esos que les estaban produciendo quebraderos de cabeza.
–No me jodas, rata.– Si, el pequeño doncel Uchiha no estaba de muy buen humor. Además sus hijos estaban entretenidos y, aun eran muy pequeños para comprender nada de lo que se dijera.
–No te jodo, para eso tendríamos que estar desvestidos y solos. Te recuerdo que no cumplimos ninguna de esas directrices.– Ambos estaban muy estresados por ese asunto… Tanto como para que hablara en frente de otros de esa forma.
–Si, por favor… No quiero verte en bolas, rata de mierda.– Masculló Madara con un gruñido por siquiera se hablara de eso. Aunque en el fondo entendía el malestar de su hermano y el imbécil de su cuñado, ellos -o sea sus parejas y él- también habían pasado por algo parecido… Aunque lo solucionó plantándose ante esos y mandándoles a la mierda, además de amenazarles con destruirles si se atrevían a intervenir o proferir alguna observación que no le agradase.
–Como si quisiera que me observaras, maldito puercoespín degenerado.– Porque tenía claro que Madara era tal cosa, todas esas palabras en realidad: un maldito, un puercoespín y un degenerado. Que su hermano y la Uzumaki formasen parte de ese juego no los contaba como degenerados… Bueno, un poquito.
–Repítelo y mi hermano se queda sin futuro esposo.– Mirándole amenazante y le importaba muy poco que ese albino fuese hermano de su amado, pareja de su hermano y por lo tanto cuñado, padre de sus sobrinos y tío de sus hijos… Le haría un favor a todos matándole.
–Sería otra forma de poderme ahorrar estos dolores de cabeza…– El pequeño doncel agregó de forma pensativa… Valorando realmente esa opción.
–¡Izuna!
Pues si, eso que les tenía tan estresados, sobretodo a Izuna que no servía como diplomático y no era capaz de aguantar chorradas de cuatro idiotas quisieran meterse en su vida y planes, era su próxima boda. Se iban a casar...
Izuna le había dicho que si, un espléndido SI justo cuando alcanzó el orgasmo. Lo cierto es que incluso le preguntó de nuevo porque no le había quedado claro si Izuna había dicho que si a su propuesta/petición o si por el placer de culminar. Y al proponérselo por segunda vez había visto como el rostro del azabache enrojecía bastante.
–¿Te fallan los oídos rata? Parece que los gritos de tu hermano cada vez que se pone en plan reinona del melodrama ya te han empezado a afectar. – A Izuna aun le gustaba meterse con Hashirama, en realidad a Izuna le gustaba meterse con todos excepto con Madara, Mito, sus sobrinos y sus hijos, a los que parecía que respetaba y/o amaba. Pero sabía que en ese caso era para que no se fijase en su azoramiento. – Te he dicho un claro si. Si me casaré contigo ya que tanto me ruegas… Que lastima das, Senju, rogando a un Uchiha.
Y ahí se había levantado, había mirado ese desastre que habían creado y le había dicho que él debía lavar ese extraño cojín en forma de media luna por haberlo ensuciado… Claro, como si el Uchiha no se hubiera corrido en esa almohada también… ¡Uchihas! Y todo eso sin mirarle a él a la cara por estar demasiado avergonzado.
–Lo retiro, Uchiha.– Mirándole divertido aunque disimulando. Tenía claro que su azabache actuaba de esa forma por la vergüenza de haber aceptado su propuesta. Era realmente malo lidiando con las emociones…
Izuna volvió sobre sus pasos de forma acelerada.
–¡Y una mierda! ¡No se puede retirar! Me lo has pedido y he aceptado. Ahora está prohibido retirar nada.– Las emociones en esos profundos ojos negros eran tantas, todas mezcladas, todas bullendo… Pero había una muy clara. Izuna le amaba y ahora se sentía preocupado y temeroso por esas palabras recién dichas. Vio su labio inferior temblar cuando de forma inconsciente formó un puchero.– ¡Qué van a decir tus hijos cuando se lo explique, eh! ¡Eres un maldito, Tobirama!
Se levantó y caminó hacía su cabezota pareja. Acunó sus mejillas mientras acariciaba esos fruncidos labios.
–Te quiero Izuna y quiero casarme contigo, aunque a veces seas algo insufrible Uchiha.
Y la mirada en esos ojos azabaches se iluminó y una pequeña sonrisa junto a un bello sonrojo se formó en esa bella cara. Esa era la decisión correcta, el camino adecuado. Ambos se amaban, en esa extraña manera, pero lo hacían.
Y habían empezado a preparar su boda. Ninguno necesitaba grandes ceremonias para saber lo que sentían y que compartirían su vida de ahora en adelante como llevaban haciendo meses. Pero con lo que no contaban eran con los clanes, la diplomacia, los feudales y nobles… Ellos eran Tobirama Senju e Izuna Uchiha, los segundos al mando de dos de los clanes más poderosos del mundo shinobi, dos grandes ninjas que iban a la saga en poder a Hashirama Senju y Madara Uchiha, que también estaban en una especie de relación con la princesa Mito Uzumaki, pero como con esos no habían podido intervenir demasiado, no iba a ocurrir lo mismo con los segundos al mando de dichos clanes. Además Tobirama Senju era una importante figura para la aldea y alguien con quien todos debían tratar cuando se había de tomar decisiones. Esta vez iban a realizar las cosas bien, montar una buena ceremonia para mostrar el poder de Konoha frente a las demás naciones, mostrar que contaban con formidables y poderosos shinobi que encima tenían fuertes tratos y compromisos entre ellos. Esa boda iba a ser la ocasión perfecta para demostrar la grandeza y poderío de la aldea oculta entre las Hojas.
Y así fue como la boda que la pareja deseaba como privada e intima, sin grandes celebraciones ni nada de eso, se convirtiera en una demostración de poder por parte de Konoha por culpa de esos imbéciles que ostentaban cierto mando, por mucho que Hashirama hubiera estado en contra de esa celebración y Madara hubiera aparecido ante esos mostrando un furioso enojo. No iban a ceder esta vez. Tobirama, aunque no le gustase, entendía la necesidad de hacer tal acto grandilocuente y con su beneplácito, más o menos dado, tenían suficiente. El mundo ninja cada día se tambaleaba con amenazas de ataques y guerras, otras naciones deseaban pelear y destruir las demás aldeas y, si Konoha hacía tal celebración y tal despliegue de recursos, mostrarían -sin tenerse que involucrar en largas contiendas donde podrían morir muchos shinobis-, su poderío, fuerza y capacidades superiores ante las demás aldeas y clanes.
Tobirama entendía que sería una oportunidad, aunque fuera estresante y frustrante para ambos, especialmente para su pareja que carecía de paciencia y diplomacia para tratar con esos. Tal como decía el mismo Izuna, era un guerrero y no un charlatán adiestrado para tratar con gente mediocre con inmerecidos aires de grandeza. A lo que él le miraba con cara de palo, pues dada la incapacidad tanto de Hashirama como de Madara para ello, él debía tratar y lidiar con esos "mediocres con inmerecidos aires de grandeza". ¿Significaba eso que su pareja le consideraba un charlatán adiestrado? Sabía que no, que esas palabras eran fruto de esa rabia que sentía porque esos "mediocres con inmerecidos aires de grandeza" se metieran en las decisiones de la que debía ser la celebración de su amor.
– Es una mera formalidad dictada por las altas esferas. No le des importancia, Izuna.
–Una puta estupidez. Y si que se la doy rata, es nuestra boda y nuestra decisión el como queramos llevarla a cabo… Y esos vejestorios de ese consejo quieren decirme hasta como debo vestir. Como les oiga una vez más lo asesinaré lenta y dolorosamente.
–¡No! No harás tal cosa, Uchiha.– Con lo que había costado esa paz que mantenían tantos clanes formando una misma aldea. Todas las reuniones que había soportado para conseguir tal hecho… ¿Es que acaso Izuna quería que pusieran precio a su cabeza?– Voy a ocuparme de que el consejo te deje tranquilo, ¿de acuerdo? Yo intercederé entre tu y ellos.
–Perfecto. Pues mañana vas y les dices que ese traje con ese puto tocado se lo pongan ellos. ¡He dicho!
Y eso significaba que su pequeño doncel no iba a ceder en ese punto. Suspiró. Bastante trabajo tenía ya y encima tenía que tratar con esos jodidos emisarios del feudal y el consejo que habían formado en temas de SU boda… Se tendrían que haber escapado y casarse en secreto, solo ellos dos y sus hijos. Y al volver ya estarían unidos como esposos y nadie podría entrometerse y decidir… Pero reconocía que eso sería desconsiderado y poco digno de shinobis de su talla y rango. Se debían a Konoha, su función era proteger la aldea y sus habitantes y con su ceremonia conseguirían tal fin… Pero a Izuna eso le importaba una reverenda y enorme mierda. Reviró los ojos y no discutió con su pareja, no sacaría al azabache de ese pensamiento. Al Uchiha le jodía que otros quisieran usarlo, decidir por él y tratarle de marioneta en algo que tendría que ser de ellos.
Y cada día que pasaba su gran boda multitudinaria estaba más y más cerca, una celebración que le tendría que poner feliz y en cambio solo tenía ganas de golpear a los miembros del consejo y huir. Por suerte su Uchiha ya no trataba con ese grupo de pomposos, les había prohibido a esos nobles que buscasen a su pareja para comentarle temas de la boda. Hubo algunas quejas, pero les puso remedio con velocidad.
–Si molestáis a Izuna os terminará asesinando y entonces será considerado un peligro para Konoha, con lo cual deberá ser capturado, encarcelado y juzgado por asesino. Creedme que ni él mismo permitirá que se le capture, matando a quien le persiga. Yo tampoco voy a permitir que eso suceda, es la madre de mis hijos y el doncel al que amo. Y, está claro que Madara tampoco permitirá que nadie le ponga un dedo encima a su hermano. Y si Madara se mete en la batalla le seguirá Hashirama, también Mito y os aseguro que los Uchiha, Senju y Uzumaki no van a quedarse de brazos cruzados. En poco tiempo tendréis una de esas guerras que pretendéis evitar con esta ceremonia, y todo, porque estáis empeñados en molestar a alguien que no es conocido precisamente por su trato amable y paciente, tampoco porque tenga mucho don de gentes. En definitiva por vuestra estupidez tendréis una guerra que no seréis capaces de pelear… En pocos minutos arrasaríamos con todo lo que se supone pretendéis proteger.
Esos pomposos del consejo se lo miraron con ojos bien abiertos llenos de temor y, tras mirarse entre ellos, asintieron estando de acuerdo.
–Una cosa más, Izuna no va a ponerse ese kimono que queréis que lleve. Él va a decidir su vestuario… Y yo también.
–Si, Tobirama-sama. Y le aseguro que no molestaremos más a Izuna-san.
Y el día de su boda llegó. Había estado tan liado entre el funcionamiento normal de la aldea pues su hermano había decidido cederle el puesto de Hokage y sería anunciado ese mismo día, además de la dichosa boda y lo que eso significaba: suministros, mayor seguridad, alojamiento para los invitados de fuera… Estaba agotado… Y encima Izuna no había amanecido bien. Hacía días que su pareja se quejaba de dolor abdominal… Aunque eso no era del todo cierto, Izuna no se quejaba de casi nada, era un maldito terco que le tenía muy preocupado. Su cabezota pareja estaría muriéndose entre grandes dolores y no proferiría ni un maldito "Ay". Pero le conocía lo suficientemente bien como para preguntarle e insistir hasta que Izuna le confesó que le dolía el vientre bajo, que llevaba ya unos días con esos pinchazos, con vómitos y malestar, pero él había estado tan agotado y liado que no lo había percibido, se sentía la peor pareja del mundo. Tobirama corrió al hospital, con un obligado a acompañarle Izuna, después de dejar a los niños con Mito. La peliroja se ocuparía de prepararles para la boda.
Pillaron a Hashirama justo a tiempo, antes de que se fuera para casa a vestirse, y fue quien le revisó, hacía ya días que el Senju mayor se ocupaba del hospital mientras él ejercía las funciones de Kage.
–Son cólicos.– Le miró con aprehensión.– Normalmente los sufren los niños, pero vosotros tuvisteis suerte en este sentido… Y ahora eres tu quien está sufriendo uno.
–¿Es por haber comido algo malo? ¿Son gases?– Había estado leyendo sobre cuidado de bebés dada su incompetencia en esos primeros días de nacidos sus hijos y en los bebés era normal que fuera por gases.
Pero a Izuna no le gustó que dijera tal cosa y actuó… Digamos que ahora no era él el único con dolor de tripa, aunque su caso fue por el puñetazo de su pareja.
–Idiota.– Gruñó el azabache.
–Nada de eso… Es por estrés. Además en el caso de Izuna no es estomacal, es de más abajo… De su útero. La tensión, la ansiedad, el cabreo… Le han provocado estos calambres. Te ha terminado pasando factura Izu-bebé, debes cuidarte más.– Además esa zona en el Uchiha era la que había quedado algo más debilitada por lo sufrido en el parto, requeriría tiempo para sanar totalmente, por mucho que ya hubiera vuelto a su tamaño natural, ya no sangrara y el azabache poco a poco estubiera empezando a entrenar de nuevo. Todo y eso el útero había sufrido un gran estrés y un gran trauma durante el nacimiento de los mellizos y de eso no se recuperaría totalmente en apenas tres meses que habían pasado.
–Ya me cuido maldita sea… Es solo que esta maldita boda me cabrea y me saca de quicio. Y encima no he podido evitarla porque es buena para la aldea y sus habitantes…– Masculló mientras apretaba sus puños hasta volver sus nudillos blancos, incluso sus dientes rechinaron un poco. Le daba tanta rabia como esos se habían apropiado y decidido de algo que tendría que ser de ellos dos.
–¿Querías evitar nuestra boda?
–¡Si, Tobirama! Es nuestro día y en cambio seremos un maldito espectáculo para todos. Lo odio.– Llevó su mano a masajear los pinchazos que sentía de nuevo. Estaba claro que a mayor molestia y estrés, más se tensaba y más se le acalambraba la zona.– Deberíamos estar tu, yo, nuestros bebés y nuestros hermanos con Mito y sus hijos… Los demás sobran, Tobirama.
Izuna mostraba claros signos de ansiedad y tensión, también de dolor y no sólo el físico. Debían casarse en unas horas y algo que debía ser una alegría, sería su mayor desdicha. Entendía a su doncel. Esos cabrones del consejo y su jodida boda habían causado malestar en su amado terco y verle sufrir no le gustaba, se había prometido que Izuna Uchiha no iba a sufrir de nuevo si podía evitarlo. Las heridas sufridas en las misiones no contaban… Pero si, si era algo que estaba en su mano solventar.
–Yo me ocupo, gatito.– Había estado de acuerdo con la boda porque creía que Izuna solo se cabrearía con esos del consejo cuando le estaban encima y que en cuanto les prohibió molestarle quedaría arreglado, pero en cambio había seguido estando mal y ese malestar ahora le había provocado esos cólicos uterinos y malestar generalizado. No iba a permitirlo.– Espérate aquí con mi hermano y busca relajarte, ya verás que tendremos lo que deseábamos en un principio. Confía en mi.
Ese día se celebraron dos bodas en Konoha, una multitudinaria y la otra en una celebración discreta y privada en una pequeña capilla del barrio Uchiha.
Nadie de los miles de asistentes que asistieron a la gran celebración tras el discurso del Niidaime Hokage, tras asumir el cargo de forma pública, conocía a la pareja que se casó delante de esa multitud.
Nao Uchiha, un joven enamorado que se casaba con Mika Nanase, su amada prometida. Era un joven que, aunque formara parte del clan Uchiha, no sobresalía demasiado. No era un guerrero, ni siquiera había conseguido activar su doujutsu, era un joven con las características físicas del clan del abanico que poseía un pequeño negocio de pan heredado de su abuela al no poseer capacidades para la batalla. Tampoco poseía mucho dinero para pagarle una gran boda a su amada y por eso iban a tener una pequeña celebración en el barrio del clan… Pero eso había cambiado esa misma mañana cuando el actual Hokage se había presentado ante él y le había ofrecido una gran celebración y un suntuoso banquete de boda.
–Algo que tu amada no va a poder olvidar en la vida.
–Pe… Pero… Yo no puedo pagar dicha celebración, Niidaime Hokage-sama.– A Nanase le hubiera gustado una boda a lo grande, pero él no poseía esos recursos para ofrecerle lo que más deseaba a su futura esposa.
–Y por eso te la estoy ofreciendo gratis. Todo está ya pagado y listo… Lo único que deberá ser hoy. Hoy tu y Mika debéis casaros. Espero que eso no sea un problema para vosotros…
–¡No, no Hogake-sama! ¡Lo haremos! Es el sueño de mi amada. Muchas gracias señor.
Y así fue como tras hacer el anuncio de su cargo como líder y agradecer a la gente de Konoha su apoyo y confianza, procedió a anunciar la celebración de amor que se llevaría a cabo y a la que todos estaban invitados. Deseo que disfrutaran de Konoha y su hospitalidad, y que esa boda fuera bendecida por todos los asistentes, al igual que los dioses.
–Queríais una boda con una suntuosa celebración y es lo que vais a tener. Nadie va a dudar del gran poder de la aldea de la Hoja después de esto.– Les dijo a los del consejo. Estaba claro que si eran capaces de montar tamaña celebración por dos desconocidos, ¿qué no harían por otros temas más "importantes"? Era una clara muestra de poder y fuerza de Konoha hacía el mundo.
Después de eso se marchó sin falta con un Hiraishin, sin dejar que los consejeros le soltaran ningún reproche al ver que los que se casarían en esa gran fiesta que habían montado serían unos pobres aldeanos desconocidos.
Tobirama Senju debía asistir a una boda, su propia boda…
Ese día en el barrio Uchiha, en un pequeño santuario, unos pocos miembros que ellos contaban como familia y personas cercanas, eran testigo de una celebración de amor muy especial: la boda de Tobirama Senju con su amado, belicoso y terco doncel, y madre de sus hijos, Izuna Uchiha. Esa era su boda soñada: calmada, tranquila, humilde, privada, silenciosa… Todo lo que ambos habían querido para ese día. Rodeándoles estaban sus hermanos, Mito y sus hijos, y los alumnos de ambos. Hajime y Kano siendo participes de esa unión al estar en los brazos de sus padres, observándolo todo con inocente curiosidad.
–Es perfecto…– Suspiró Izuna sintiendo que por fin podía relajarse.
–Lo es, gatito.– Ser egoísta y pensar en la felicidad propia y de su amado antes de en el bienestar de la aldea no era negativo. Tendrían que haberse casado así desde un inicio, se habrían ahorrado muchos quebraderos de cabeza.
Se miraron con Izuna y se inclinaron para besarse, riendo al notar las manos de sus bebés en el rostro de ambos, queriendo ser participes también de esa muestra de amor entre sus padres.
