Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de LozzofLondon, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from LozzofLondon, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo beteado por Yanina Barboza

Grupo en Facebook: Tradúceme un Fic


Mi teléfono suena tan pronto como encuentro un espacio en el estacionamiento del hospital.

Inclinándome, noto que es Emmett y respondo rápidamente.

―¿Hola?

¿Bella? ―Suena en pánico. Instantáneamente, estoy al límite, mi corazón late con fuerza.

―¿Qué pasa? ¿Qué sucedió? ―inquiero en un silbido sin aliento, mi agarre en mi teléfono es doloroso.

¿Puedes venir al hospital? Edward está despierto.

Caigo hacia atrás en mi asiento, con una mano agarrando mi cabello, con un nudo en la garganta mientras una multitud de emociones me asaltan, dejándome inútil. Puedo escuchar mis respiraciones erráticas, el latido de mi pulso en mis oídos.

―Estoy justo afuera ―respondo, abriendo la puerta y saliendo al frío―. Estaré allí en unos minutos.

No espero una respuesta, tiro mi teléfono en mi bolsillo y corro hacia el edificio.

Mis pies resbalan en los azulejos brillantes del hospital, pero no aminoro el paso, corro hacia los ascensores y presiono el botón una y otra vez para el piso de la UCI.

Se siente como una eternidad antes de que las pesadas puertas de metal se cierren y el sordo susurro del ascensor llegue a mis oídos. Observo cómo suben los números de los pisos, retorciendo mis manos, cortando la circulación en mis dedos y rebotando en las puntas de mis pies.

―Vamos ―insto a los números.

Mi mente siente, pero todo en lo que puedo pensar es en llegar a Edward. Todo lo que quiero es a él, todo lo que necesito es verlo... despierto.

El ascensor suena fuerte y las puertas comienzan a abrirse. Me lanzo de lado a través del hueco antes de que se haya abierto por completo.

Lo escucho antes de verlo, un sollozo me atraviesa mientras me insto a seguir adelante, más rápido.

―¡Por favor! ―Lo escucho ahogarse, ignorando las súplicas a su alrededor para que se calme.

Carlisle está más adelante, paseándose, rogándole a otro médico, pero no entiendo qué está pasando.

Me ve a mí y sus hombros se hunden de alivio.

―Gracias a Dios ―llora, avanzando para encontrarse conmigo antes de que llegue a la habitación de Edward.

»Está confundido y en pánico ―me explica Carlisle, sus manos sobre mis hombros, deteniéndome, mirándome con ojos azules cansados―. Estaba preguntando dónde estabas pero acaba de despertar y no entiende, las drogas lo están poniendo muy ansioso y…

―¿Puedo ir con él? ―pregunto apresuradamente, mis ojos pican.

Él asiente y da un paso atrás, soltándome, observándome mientras paso corriendo, sin detenerme hasta que estoy en la habitación de Edward.

Sus grandes ojos verdes, tan torturados y confundidos, se encuentran con los míos. Suelta un suspiro y cae hacia atrás, puro alivio que me atraviesa.

Oigo mi sollozo, pero no lo registro.

Y luego su cara está en mis manos, sus manos acunando las mías. Está llorando y hablando, pero no puedo oír lo que dice, no tiene sentido.

Las enfermeras se apresuran a implorarle que se calme y se acueste. Hay tanto ruido, pero todo se desdibuja en un fuerte zumbido de fondo.

Todo lo que veo son sus lágrimas. Todo lo que siento son sus manos contra las mías.

―Lo siento ―se ahoga, su rostro tan cerca del mío, su expresión devastada, el dolor físico y emocional grabado tan claramente en su hermoso rostro―. Lo siento tanto.

―Está bien ―le aseguro. Notando las expresiones de pánico del personal médico a nuestro alrededor. Necesito calmarlo―. Shhh, cálmate.

Toma un par de respiraciones profundas, pero su agarre en mis manos contra su rostro no flaquea.

»Relájate. Estoy aquí ―afirmo―, está bien.

Él asiente, pero sus ojos están muy abiertos, el monitor emite un pitido errático detrás de él, destellando brillantemente, cegándome, instándome a disminuir su ritmo cardíaco.

»Estoy aquí ―le digo de nuevo, mi voz suave y tranquila a pesar de mi propio pánico―, no voy a ninguna parte.

Está asintiendo y escuchando, la máquina detrás de él se está calmando.

Su cuerpo se calma, músculo a músculo, relajándose lentamente, sus ojos en los míos, nuestras caras a centímetros de distancia.

Observo, absorta en él, cómo sus ojos comienzan a cerrarse, su cuerpo exhausto, apenas recuperado pero luchando por mantenerse fuerte.

Se desploma y lo guío hacia atrás, así queda acostado, mis pulgares acariciando sus mejillas mientras sus manos se separan de las mías.

No me doy cuenta de lo mucho que estoy llorando hasta que unos brazos suaves me guían hacia atrás. Sacudo mi mano, agarrando una de las suyas y sosteniéndola con fuerza, con cuidado de la vía intravenosa y sus cables.

―Está bien, cariño. ―La voz de Esme susurra en mi oído, guiándome hacia una silla que trajo, sentándome en ella y acariciando mi espalda.

Las enfermeras trabajan en su torso, destapándolo, y aunque no puedo ver mucho desde este lado de la cama, veo la sangre.

―Oh, Dios ―sollozo―. ¿Qué pasó?