Estaba hastiado y completamente fuera de sus casillas solo con recordar a ese tal Yui llevarse a su compañera sin ningún derecho para cuidarla durante toda la noche. El monje y la exterminadora lo miraban adormilados mientras el alba comenzaba a teñir de dorado el cielo.

-Inuyasha... ¿no has descansado verdad? - pregunto entre el bostezo Sango

-No estoy con el mejor humor para descansar, ademas sabes que puedo pasar días sin dormir -aclaró claramente obstinado el peliplata

-Oye amigo debes intentar relajarte... - la exclamación de la exterminadora interrumpió a Miroku

-Oh! Eso me recuerda ... - dijo Sango levantándose como un rayo mismo - ahora te conocen en el pueblo y saben que eres un "aliado" por ayudar a Kagome con la destrucción de los youkai

- Y eso es perfecto! -continuo Miroku al lado de la taiyiya comprendiendo lo que Sango quería dar a entender - podemos entrar y buscar a la mujer que salvaste

-Te refieres a esa tal Harumi - inquirió curioso deteniendo su andar - Keh! perfecto entonces, ahora mismo vamos a la aldea

-Ahora? - dijeron al unísono Miroku y Sango, despertando al pequeño kitsune y a Kiraka

-Pueden alcanzarme luego si quieren, me adelantaré - soltó para alejarse.

Durante el trayecto a la aldea intentaba pensar en los métodos ideales para recuperar la memoria de Kagome quien realmente parecía haber olvidado todo fastidiándolo por un instante pero deteniéndose para poner un freno a sus emociones, de verdad saber que ella estaba bien lo calmaba pero al mismo tiempo era complicado, la montaña rusa de emociones que experimentaba lo enloquecía hasta el punto de la locura.

esta esencia otra vez

Analizó el hanyou mirando el cielo recordando que el día anterior ella purificaba su cuerpo en la cascada cerca del pueblo, el aroma golpeaba sus fosas nasales con un fervor inmenso y sin pensarlo más se adentró al bosque por segunda vez en algo que se había convertido en una persecución de añoranza.

Y como siempre confiaba en su olfato y en su instinto volvió a encontrarla, pero esta vez había algo distinto, así que tratando de ser sigiloso buscó la manera de acercarse a ella un poco más evitando ser descubierto "Kagome se que odias que te espíe pero dadas las circunstancias necesito asegurarme de algo" pensaba mirándola oculto desde la copa de un árbol.

La mujer lucia ligeramente pálida y había ojeras en sus ojos imaginando que probablemente no pudo descansar adecuadamente trayendo a su memoria de nuevo al hombre que se la llevó el día anterior en sus brazos imaginando cosas que le inyectaban veneno en la mismísima sangre e aceptando los celos y la rabia que eso le provocaba.

El agua esa mañana era particularmente fría así que probablemente el otoño estaba por comenzar imaginando lo duro que sería purificar su cuerpo con la cascada cuando el invierno llegara y eso la hizo temblar ligeramente. Una vez que sintió su cuerpo lo suficientemente estable camino con la dificultad que le otorgaba el agua hasta llegar a la orilla del rio decidiendo descansar un momento.

Sus labores como sacerdotisa comenzaron desde que ella podía recordar y siempre había estado en la aldea para protegerlos a todos pero con la aparición de él semi demonio y los otros que lo acompañaban ahora todo parecía un poco confuso

A-Chu!

Un estornudo se hizo presente en el lugar, haciendo temblar ligeramente a la mujer que descansaba aferrándose a sí misma para otorgar un poco de calor propio hasta que el frío comenzó a calar más en su cuerpo y decidió marcharse para cambiarse de ropa y comenzar a recuperar a la aldea, con ella también los daños estructurales causados por el demonio pero justo luego de girarse sobre el húmedo follaje chocó contra algo que no parecía ser precisamente un árbol.

-Yui eres...

-Realmente no te preocupas por ti misma - dijo la masculina voz, ella abrió los ojos con sorpresa y nuevamente un sonrojo baño su rostro, el también la sujetaba del brazo para que ella no cayera de nuevo al lago, producto del impacto de su cuerpo con el de él - Y no soy ese tal Yui - masculló enojado.

-Eres un pervertido! - gritó estampando una dulce cachetada en el rostro del hanyou dejándolo estupefacto

-Kagome tu, pequeña ingrata... - su voz casi parecía un gruñido, ella comenzaba a forcejear un poco para soltarse de su agarre.

-Suéltame - regañó acusándolo con la mirada, él sonrió confiado

-Olvidaste mi nombre mujer - dijo reprendiéndola - ¿que paso con tu rostro? se perfectamente que no has dormido - dijo ignorando el ligero ardor que le había dejado la bofetada, luego podría cobrarse ese pequeño arrebato de la mujer

-No y... no... - repitió lo mismo confundiendo un poco al hanyou hasta que otro estornudo se hizo presente y el término derrotado, colgando en el cuerpo de ella su rata de fuego sorprendiéndola - Pero qué haces...

-No vengas con las tonterías de que mancharé tu energía y todo eso - dicho esto interrumpiéndola sabiendo lo que ella diría, luego la atrajo a su cuerpo para abrazarla por un instante, ella se removió inquieta pero se dejó abrazar sin corresponder el abrazo - Te necesitamos - confesó - YO te necesito... - susurro cerca de la oreja femenina, olfateando ligeramente a la miko

Ella estuvo inmóvil hasta que comenzó un forcejeo quejumbroso, algo la alteraba y podía oler dolor en ella; eso lo dejaba nervioso y preocupado al mismo tiempo.

-Kagome! ¿Que te sucede? - dijo preocupado apartándola un momento para verla, ella trataba de sujetar la cabeza con sus manos mientras dejaba escapar algún jadeo de dolor - ¿donde te duele?...

Ella no contestó, simplemente entro en la inconsciencia en los brazos del hanyou que la miraba con una evidente alteración y preocupación "debo llevármela de aquí" pensaba cargándola hasta que su impulso hacia el cielo fue interrumpido por otra voz masculina.

-¿A donde crees que vas con Harumi?...

La voz estaba cerca, podía escucharla a la perfección y con una claridad asombrosa entonces sus ojos navegaron en el lugar buscando al individuo que había dicho aquello hasta que pudo divisarlo, recargado en un árbol con los ojos cerrados, se llenó de ira y aferró el inconsciente cuerpo femenino a su cuerpo, Kagome era suya y nadie iba a arrebatársela.