TW: Escena +18, juego de roles: alumno-profesor.


Misaki se despidió de todos con una brillante sonrisa y partió abrazado del maletín de vuelta a casa. El corazón le palpitaba contento, al igual que cada fibra del cuerpo.

Por fin era la semana dorada2.

Quizás podría celebrar el comienzo de ese breve periodo con Usami, aunque era consciente de que él no tenía vacaciones propiamente dichas. Por ser escritor, solía tomarse recesos ocasionales si es que no se encontraba en un momento demasiado creativo, aunque siempre se hallaba trabajando en algún proyecto aunque no fuera literario, como algún ensayo o columna de opinión.

Aun así, Misaki sabía que ahora que él tenía esa semana de receso, podía planificar algún que otro día para salir con Usami a alguna parte.

Inclusive, no era necesario salir, con saber que podía pasar todo el dentro de la cama, viendo una serie, con la comida a domicilio que pedían de vez en cuando, era más que suficiente.

Compró los ingredientes necesarios para preparar una cena deliciosa— sin pimientos, por petición exclusiva de Usami— y aprovechó también de ver las ofertas de alcohol, para terminar por llevarse un vino Rosé que le gustaba.

Al llegar se encontró con un silencio perpetuo que fue interrumpido por el cascabel de Aki, quien le daba la bienvenida deseosa de recibir su habitual alimento blando de la tarde.

Una vez alimentó a la gata, subió al segundo piso algo extrañado por esa ausencia tan persistente. No era común que Usami saliera por cualquier motivo y mucho menos que no le hubiera dejado ningún mensaje escrito. Lo llamó hasta que escuchó una respuesta que provino de la habitación.

—Usagi-san, ¿Por qué no me respondes a la primera? —gruñó Misaki, entrando al cuarto con molestia—. Hoy voy a preparar hamburguesas, así que… ¿Qué mierda?

Se paralizó en la entrada al ver a Usami sentado en el borde de la cama, con las piernas cruzadas y la cama llena de pétalos que emanaban un olor dulzón. Misaki dejó el bolso a un lado y se cruzó de brazos.

—Misaki, ya que mañana no tienes trabajo, vengo a cobrar la deuda que tenemos pendiente.

El chico desvió la mirada—… ¿De qué hablas?… no te debo nada…

Usami tomó el teléfono y reprodujo un audio en específico. "Está bien… lo haré… dime."

—¡¿Lo grabaste!?

Usami esbozó una mueca altiva y asintió. Misaki se quedó un momento parado sin saber qué hacer, hasta que Usami se levantó y le entregó una bolsa liviana.

—Está bien, pero primero comamos ¿vale? Me muero de hambre.

Usami frunció el cejo poco convencido, pero un rugido estomacal lo delató y accedió.

No lo iba a decir en voz alta que, el motivo real por el cual quería comer primero era, porque quería mentalizarse antes de romper el orgullo que le quedaba.


Pensó que la elección de vestuario que haría Usami sería peor. Que por la imaginación incansable que poseía, quizás lo haría utilizar algún atuendo en extremo vergonzoso, como ropa femenina muy reveladora.

Por eso mismo, cuando abrió la bolsa y se encontró con el uniforme de educación física que utilizó en preparatoria se impresionó. Pantalón corto azul, polera manga corta blanca con su nombre bordado y el par de calcetines blancos. Una elección de vestuario que tampoco le evocaba los mejores recuerdos. Rememoraba las lecciones en las que fingía un dolor estomacal para no ejercitarse a las ocho de la mañana o cuando tenían jugar cualquier deporte que incluyera pelota.

No le sorprendía que Usagi lo hubiera conseguido, ya que hace años había traído sus cajas del instituto a la casa, en caso de que ocupara material de ese entonces en el futuro (cosa que nunca ocurrió) y terminó de olvidarse de la existencia de esas pertenencias hasta ese día.

En el baño se preparó para lo que se avecinaba, siempre con la vergüenza que lo forzaba a cerrar los ojos, al sentir aquella voluntaria intromisión en su interior. Una vez terminó, se colocó el uniforme.

Le quedaba igual que cuando tenía quince, lo que le generó un sinfín de sentimientos encontrados, algunos más buenos que otros. El pantalón, nada más, le quedaba más corto, porque, al menos logró crecer pequeños centímetros. Se miró en el espejo, para avergonzarse otra vez.

—¿Qué tiene de bueno ver a un tipo de treinta con uniforme de colegial? —preguntó molesto, una vez entró a la habitación en donde Usami esperaba pacientemente—. Esto es patético.

Usami lo estudió un minuto que pareció eterno y se ruborizó con levedad, cosa que hizo que Misaki se pusiera aún más rojo e hiciera un mohín con los labios. No era normal verlo sonrosado, como si el ver a Misaki fuera la cosa mas bella del mundo.

—Porque se trata de ti —declaró Usami, con una sonrisa—. Ven, acércate.

Misaki obedeció y una vez se encontró cerca de Akihiko, el hombre lo abrazó con fuerza. Con un brazo rodeó el flaco cuerpo de Misaki, que atrapado en aquel atuendo lo hizo sentir más diminuto en comparación a Usami.

Cuando Misaki era estudiante, había ido en más de una ocasión a estudiar con Usami con uniforme, pero nunca el de educación física, que recién ahora se daba cuenta de lo revelador que era. En especial una vez que Usami deslizó las manos por sus muslos y jugó con la tela del pantalón.

—Me molesta saber que recién ahora puedo verte con este tipo de ropa —gruñó contra el pecho del chico, retirando las manos para ahora tantear con el dobladillo de la polera—. Me molesta saber que pudo haber algún compañero o compañero, o peor, un profesor que te devoraba con la mirada cuando hacías educación física.

—Te estás creando historias innecesarias, Usagi-san. Casi nunca usaba este uniforme porque me daba frío.

Usami se separó para sentarse en la cama y quedar Misaki de pie, al frente suyo, entre medio de sus largas piernas.

—Por alguna razón igual me molesta…

—Estás celoso de nadie —bufó Misaki cruzado de brazos—. Además, no vale la pena pensar en eso, en el colegio no me sucedió nada interesante, más que estudiar, estudiar y… estudiar.

Usami continuaba sin quedar satisfecho. Tomó a Misaki de la cintura y lo miró con presión.

—Tú nunca notas nada, Misaki, pero estoy seguro de que alguno de tus amigos debía mirarte con otras intensiones.

Misaki lo pensó, recordó a sus amigos que solo se juntaban con él para la hora del almuerzo, los trabajos manuales en donde destacaba un poco y para rellenar cupo en las tareas grupales. Nada que valiera la pena rescatar. Sentía que antes de su último año, la escuela no había existido. Que solo ocupaba un espacio temporal anodino.

Todo cambió el último año de preparatoria y la razón destellaba en brillantes tonalidades.

—No te hagas películas.

—Algo interesante debió haber ocurrido y no me quieres contar.

—¿Esto qué es? ¿Un interrogatorio por cosas del pasado?

—Curiosidad —dijo Usagi con molestia. Eran celos, que trataba de camuflar con curiosidad.

Misaki suspiró al ver que esa pelea por tratar de sacar información inexistente de Misaki, se extendió. Al cabo de un minuto, fue Misaki que lo interrumpió.

—¿A quién le importa lo que pasó antes? Lo más importante que me ocurrió en el colegio fue haberte conocido, idiota asalta cunas.

Usami abrió mucho los ojos, y Misaki se puso rojo de vergüenza al darse cuenta de lo que dijo sin pensar. Miró al piso y se abrazó a sí mismo, al compás en que Usami lo tiraba contra la cama con fuerza.

No sabía que era lo que Usami pensaba, pero era algo bueno, porque tenía los ojos contentos. Brillaban de manera tierna.

—Tienes razón, lo más interesante que me pasó fue el conocer a un mocoso insolente que puso mi mundo de cabeza.

Misaki frunció el cejo, pero no alcanzó a discutir nada, antes de que Usagi lo abrazara con fuerza y le diera un largo beso, que lo hizo revivir los sentimientos del primer encuentro.

Tal parecía que la escuela, al final de cuentas —y de verdad, muy al final— no resultó tan desastrosa como recordaba.


Un suspiro fue más que suficiente para que el ambiente cambiara por completo.

Las manos de Usami acariciaron la espina dorsal de Misaki por debajo de la tela del uniforme, quien echó la cabeza hacia delante y le acarició los labios con la nariz. Usami sonrió divertido, antes de hacer que Misaki se sentara encima de su regazo.

—Takahashi-san, comencemos con tu entrenamiento especial.

Misaki frunció el cejo y se sonrojó al escuchar su apellido salir de los labios de Usami, quien desvió el recorrido de las manos a los muslos de Misaki. Subía las caricias hasta el borde de la tela, apretando las manos para ser capaz de sentir la suavidad de la piel.

—¿Entrenamiento especial? —preguntó Misaki, que decidió seguirle el juego a Usami.

El hombre lamió el cuello de Misaki y le mordisqueó la clavícula con tal de dejar marcas.

—¡Oye! ¡No hagas eso, Usagi-san!

—Despreocúpate —le susurró cerca del oído—. Mañana no trabajas.

—¡Ese no es el problema!

Ignoró la molestia de Misaki y continuó dejando besos por el estrecho espacio de piel que el cuello de la polera del uniforme le permitía. Misaki, en ese punto, sin saber del todo que hacer con las manos, decidió comenzar a desabrochar los diminutos botones de la camisa de Usami con lentitud.

Oh, tal parece que este tienes experiencia, Takahashi-san —se rio Usami. Misaki se volvió enfadado, más no respondió nada—. Que bueno, así Sensei no va a tener que ser tan gentil.

Con ese título adquirido y la erección creciente de Usami, fue que comprendió al momento que el otro hombre estaba deseoso de cumplir una fantasía basada en un juego de roles.

—Eres un pervertido.

—Como si no te murieras por hacer lo mismo.

—No, ¡porque yo sí soy normal!

La risa de Usami opacó el momento, y con rapidez metió una mano dentro del bóxer de Misaki. El chico abrió muchos los ojos al sentir aquel violento agarre ejercido sobre su pene erecto.

Un jovencito precoz~

—Cállate, imbécil.

—Cuida el vocabulario, Takahashi-san —le regañó Usami, que soltó el miembro de Misaki —. Yo no soy uno de tus amigos como para que me hables con tanta ligereza.

Escuchar su apellido desde la boca de Usami le encendía sensaciones desconocidas. Ya estaba tan acostumbrado a ser llamado así por asuntos laborales o formales, que no lograba reconocer si le excitaba la rasposa voz de Usami—una voz que usaba solo a la hora de tener sexo— al pronunciar el apellido.

Misaki se mostró confundido de sí mismo. No se había dado cuenta de lo duro que estaba hasta el momento en que Usami lo tocó, e incluso determinó que aquel fetiche de jugueteos obscenos tampoco era algo propio.

Entonces determinó, que la única razón por la que sus terminaciones nerviosas se encontraban al máximo era porque la persona con la que compartía aquella dinámica era Akihiko.

Para mayor comodidad, en cuanto Misaki le desabrochó el último botón de la camisa a Usami, este volvió a depositarlo encima de la cama.

Misaki se encontraba seguro que no importara la cantidad de tiempo que pasara, siempre sería vergonzoso ver a Usami con el rostro lleno de lujuria. Con esos ojos que lo leían de pies a cabezas y una sonrisa maliciosa.

Era consciente de que Usami—detrás de ese gesto tan peculiar— se imaginaba otras tantas cosas por hacer. Otras tantas frases para decir y que lo harían morirse de vergüenza, pero, al mismo tiempo, lo volverían deseoso de escuchar más.

Rápidamente, Misaki se quitó la polera, para que Usami fuera directo a atacarle los pezones. Curvó la espalda y enredó los dedos en el pelo de Usami, con hormigueos que en lugar de desembocar en risas, lo derivaban a soltar gemidos mientras echaba la cabeza hacia atrás.

Usami, de cualquier modo, cumplió su palabra. Comenzó a dejar marcas visibles y duraderas. Primero le llenó los hombros y luego continuó con los brazos. Sostenía las extremidades de Misaki con delicadeza antes de posar la boca y succionar.

—No muerdas… —le pidió Misaki, al sentir las cosquillas de los dientes de Usami encima del antebrazo derecho—, por favor.

Con una sonrisa, Usami tomó la mano de Misaki y le dio un tierno beso en los nudillos.

—Lo sé

Los dos lo sabían. A Misaki no le gustaba sentir dolor cuando estaban en la cama. Por eso mismo, Usami, mientras lo marcaba, era precavido de no actuar según sus más primitivos instintos.

—Pero ¿por qué tú no me muerdes a mí? —le sugirió Usami, que acercó el cuello a la boca de Misaki—. Vamos, no seas tímido. Sé que te gusta.

Misaki chasqueó la lengua, pero lo hizo con el pene palpitante. Tan pronto dejó la marca, lamió la herida y soltó un suspiro.

El vaivén de la mano de Usami sobre su erección era algo tan conocido, pero al mismo tiempo tan irresistible, que Misaki no tardó en venirse entre ambos, mientras gruñía el nombre de Usami.

Usami le sonrió satisfecho y con el semen de Misaki, untó uno de los pezones, mientras terminaba de quitarle los pantalones cortos, hasta dejarlo únicamente con los calcetines deportivos puestos. Al separase, le levantó la pierna derecha y le dejó un par de marcas de besos encima de la pantorrilla.

Esa postura era una novedad. Usami tiró del calcetín para que los pliegues de la tela se volvieran inexistentes y examinó la entrada de Misaki. Se inclinó hacía Misaki, con la pierna del chico encima y se metió el pene en la boca.

Misaki cerró los ojos y se percató que lo único que hacía Usami era volver a estimularlo. Pronto metió un dedo en Misaki y alzó las cejas orgulloso.

—Pero qué buen chico: precavido y preparado.

Usami, aun así, para asegúrale el menor dolor a Misaki, sacó un poco de lubricante, se colocó un condón y untó el gel sobre su pene para introducirse.

Misaki cerró los ojos con fuerza y Usami le tomó la otra pierna, para dejarla en su cintura, antes de tirarlo por los brazos y hacer que se sentara de inmediato en su miembro. Misaki ahogó una exclamación, porque mordió a Usami, quien gimió ante la exquisita mezcla de excitación y dolor que Misaki lo hizo sentir en un segundo.

Misaki era como un vampiro. Le mordió los hombros, al mismo ritmo de las caderas de Usami, en parte porque le gustaba el sabor de la piel de Usami, (salada con un olor a cigarrillo y café), además de que sabía que, si no hacía eso, iba a ponerse a gemir demasiado alto.

Sin importar las veces que lo hicieran, Usami siempre lo hacía sentir como en el cielo. Misaki, aunque no lo admitiera en voz alta, le gustaba tener sexo con Usami, porque nunca era la misma sensación que la última vez. Ahora, con los brazos enrollados en el cuerpo de Usami, la boca con su esencia y el placer reciente de haberse corrido; hizo que Misaki deseara que ese momento fuera eterno.

Justo antes de que los dos se vinieran casi juntos, Usami le dio un beso y Misaki se separó sonriente ya que vio el desastre que dejó en la piel de Usami y que tenía su nombre puesto en cada mordedura.

Tal parecía que no era tan malo recibir ciertas regalías por un módico precio.


Sábado 6 de mayo del 2023

23:58 p.m.

Notas:

1) Muryō hodo kōkana mono wanai: Nada es más caro que lo gratis.

2) La golden week es un periodo vacacional que va del 29 de abril al 5 de mayo.

Mi HC es que Misaki, desde que Usami lo hizo lamer su herida, se hizo adicto a morderlo. En cambio, a él le gusta que lo traten suavemente, y sin dolor.