—¿Puedes traerme un vaso de agua, osito?

Misaki se paralizó, con un sonrojo que le subió por la espina dorsal para hacerle estremecer. Arrugó la nariz con repudio y vergüenza y se volteó a Akihiko, que lucía impasible, como de costumbre.

—¿Cómo me acabas de llamar?

—Osito.

—Exacto. Nunca más lo vuelvas a hacer.

Usami giró en la silla y analizó a Misaki de pies a cabeza, con burla plasmada en el gesto travieso; como si tentara a la paciencia y orgullo de Misaki.

—¿Por qué? A mí me gusta como suena.

—Bien por ti, pero a mí me parece repugnante a unos niveles que ni te imaginas.

—Entonces otro apodo ¿cariño?

Volvió a tensarse, se cruzó de brazos y apretó las manos en firmes puños.

—¡Cállate! No me llames así.

—Pero si es tierno, amor.

Usami comenzó a probar distintos apodos cariñosos y cursis que mortificaron a Misaki, quien terminó por cubrirse las orejas, en un intento de expulsar la vergüenza que sintió al escuchar los motes.

Al final, Misaki terminó por salir del cuarto con tanta pena que se impresionó de que aún pudiera caminar. Tomó un vaso de cristal y lo llenó con agua, con la mente llena de esos estúpidos apodos. Como si fueran una pareja de viejos casados. Terminó por agarrar el teléfono y buscar en internet cuál era el motivo por el cual la gente, tan siquiera, era partidaria de someterse a tal humillación.

"Una expresión de afecto, amor e intimidad: con los apodos cariñosos, haces saber a tus seres queridos lo importantes que son para ti, incluso en la vida cotidiana." (2)

Volvió a arrugar la nariz y leyó la lista de sobrenombres vergonzosos que daba como sugerencia la página. Bebé, gordo, guapo, tesoro. Con cada uno, Misaki se sumía más en un bochorno brutal, que se potenció cuando se imaginó a sí mismo pronunciando uno de esos apodos para llamar a Usami.

Guardó el celular de vuelta en el bolsillo, se mojó el rostro y adoptó una expresión seria antes de volver a subir. Akihiko lo esperaba, de piernas cruzadas y con el mentón alzado.

—Toma, escritor pervertido —soltó Misaki, que dejó el vaso sobre el escritorio—. Si no quieres nada más, me voy.

—No me gusta ese apodo, ¿qué tal si me llamas mi rey?

Misaki alzó una ceja irritado— ¿qué tal si te vas a la mierda?

—Venga, es divertido.

—No, no lo es para mí, así que basta.

Usami se cruzó de brazos e hizo un mohín con los labios molesto, como si fuera un niño pequeño. Misaki abrió mucho los ojos y terminó por desviar la mirada.

Se quedaron un rato frente al otro sin encontrar las palabras que debían pronunciar, hasta que Misaki suspiro y retomó la conversación.

—Mis papás me pusieron mi nombre por una razón, y siento que es lo último que me regalaron antes de que murieran —reconoció Misaki, que notó como la expresión de Usami se suavizó—. Es algo tan personal, que no me gustaría que me llamaras de una forma tan genérica y ya estoy acostumbrado a llamarte Usagi-san… se me hace más cómodo.

Usami asintió, se levantó y abrazó a Misaki con fuerza. Misaki entonces se dio cuenta de que había hecho algo impensable para años anteriores, hablar de sus sentimientos con completa sinceridad. Entrelazó los brazos detrás de la espalda de Usami, quien antes de separarse le dio un beso tierno.

—Mi Misaki.

Notó el sutil sonrojo en las mejillas de Usami, quien lo leía como un libro abierto.

—Venga, ya va siendo hora de que continúes escribiendo, no quiero que Aikawa-san tenga problemas, Usagi-san.

Y sin refutar nada, Akihiko volvió a sentarse, mientras Misaki se quedó con la idea clara de que no existía apodo alguno que pudiera englobar lo importante que era cada uno en la vida del otro.


Miércoles 7 de junio del 2023

23:23 p.m.

1)Nusubito no hirune: La siesta del ladrón (para servir a sus propósitos secretos).

2) Cita rescatada de: .es/inspiration/lifestyle/entretenimiento/apodos-carinosos/

Detesto los apodos cariñosos, sorry not sorry. Me producen demasiado cringe jajaj.