Al levantarse de la silla, Usami sintió como la espalda se le resentía. Gruñó, lanzó una queja al aire y se dirigió a la cocina a buscar un vaso de agua.
Aquella situación se repitió tantas veces, que antes de que se diera cuenta, Misaki ya le había sacado una hora para ir al médico.
—Pero estoy bien.
—No te has hecho un examen en años.
—El que busca encuentra —bufó Usami, que apagó el cigarro y se cruzó de piernas.
Misaki puso los ojos en blanco—. Yo también saqué hora el mismo día, por si te sirve de consuelo, abuelo.
Los médicos nunca le habían agradado, mucho menos las clínicas. A decir verdad, tan pronto pisaba el sitio, una ansiedad comenzaba a llenarle el pecho, como si fuera consciente de que se dirigía a una reprimenda; cosa que no se alejaba demasiado de la realidad.
Usami era plenamente consciente, de que su estilo de vida se hallaba muy lejos de toda esa propaganda que trasmitía el ministerio de Salud y la OMS. Tampoco era como si se dedicara a una vida de vicios— porque le gustaba regodearse de que, al menos, tenía un atisbo de autocontrol—, pero sí que lidiaba con ciertos malos hábitos que, día a día, le restaban años de vida.
Misaki, en cambio, se notaba tranquilo; esperaba con paciencia mientras escuchaba música y perdía el tiempo en un juego inservible. "El que nada hace, nada teme", pensó Usami, que estuvo a punto de irse a la sala de fumadores para tratar de tranquilizarse, pero el doctor lo llamó antes de que pudiera hacer algún movimiento.
Saludó al viejo médico con un asentimiento, quien lo examinó un largo minuto; pronto se colocó de pie y desapareció de la consulta dejando a Usami solo, con las maquetas biológicas.
En contra a lo que creía, el doctor no se demoró más de un minuto en regresar. Traía "Las estrellas conocen nuestros nombres" en las manos.
—Usted es el escritor, ¿verdad? —Usami asintió—. Siempre me hace llorar, eh…
Usami soltó una risa algo incómoda y esperó. El doctor se sentó de nuevo al frente y comparó la imagen de Akihiko puesta en las solapas.
—¿En qué año publicó este?
—No me acuerdo… ¿Hace diez años? —dijo con un deje de nostalgia. En ese punto, con tantos libros publicados, era normal que se olvidara de específicos.
—Ah… por eso luce tan joven.
Le enseñó la imagen de Usami puesta. Sonreía con travesura, y aún poseía un atisbo de redondez en el rostro. Ahora lo recordaba, aquel título lo publicó un par de años después de haber hecho su debut, y la consideraba como una novela bastante mediocre.
Sin necesidad de pedirlo de manera explícita, Usami destapó el bolígrafo que siempre acarreaba encima y firmó el libro del doctor.
Una vez el doctor dejó el texto a un lado, volvió a estudiar la ficha escéptico, para comenzar a realizar las preguntas de rutina.
—¿Fuma?
—Sí.
—¿Qué tanto a la semana?
—Media cajetilla… bueno, en realidad, depende de la semana.
El hombre tachó un par de casillas en una larga hoja.
—¿Hace ejercicio regular?
—No.
—¿Último año que hizo deporte?
—No sé… creo que en la universidad.
La manos del doctor se paralizaron un segundo, lo examinó de vista de nuevo, y tachó muchas casillas más.
—Se mantiene en buena forma ¿eh? ¿Su esposa le cocina bien?
—No estoy casado. —Aunque si me cocinan bien, pensó en agregar, pero era innecesario.
—Disculpe entonces —dijo el doctor, sin demasiado interés—. ¿Mantiene relaciones sexuales con regularidad?
—Sí.
Y marcó un par de casillas más.
—¿Por qué vino?
—Me duele la espalda.
—Pase, lo voy a examinar —pidió el doctor, que lo guio a la sala anexa—. Quítese la camisa y recuéstese boca abajo.
Luego del chequeo, en donde las manos del doctor lo hicieron contraerse molesto, regresaron al escritorio.
—Voy a ir al grano: No lleva un estilo de vida saludable, además, debe tomar en consideración que ya no es tan joven. Como dicen, de cuarenta hacia arriba, es mejor no mojarse la barriga —explicó con calma—. Los dolores de espalda son por la ausencia de ejercicio y el trabajo sedentario que tiene. Le voy a pedir que se haga todos estos exámenes, y regrese para que los revise, ahí le podré dar una orden para que vaya al kinesiólogo y le alivie el dolor de la espalda. —El hombre le extendió la larga lista de exámenes que marcó—. Recomendación por el momento: haga ejercicio, deje de fumar, tome mucha agua, etcétera, etcétera. Y tome ibuprofeno si le duele mucho.
Al salir de la consulta, Misaki lo esperaba con otra lista de exámenes por hacer en la mano.
—¿Cuántos te pidieron? —le preguntó, quitándole la lista, a lo que abrió mucho los ojos— ¡Son el doble que me tengo que hacer yo!
Le revolvió el pelo y se guardó las manos en los bolsillos. Misaki decidió guardarse las órdenes de ambos, puesto que no confiaba del todo en Usami para que no se perdieran.
De verdad que hubiese preferido quedarse en casa.
—Tuvo suerte. Los parámetros están bien, aunque se encuentra bajo en vitamina D, por otro lado, sus pulmones… podrían estar mucho peor —le enseñó el médico, a lo que desvió la mirada ajeno—. Está en el punto exacto para dejar de fumar y no correr el riesgo de tener alguna otra complicación. Por otro lado, lo mejor sería que comience con ejercicio leve, porque le puede llegar a molestar respirar.
» Libre de ETS, buenos niveles de sangre, eso sí; hay aumentar la ingesta de proteína…
—Doctor, ¿y mi espalda?
—A sí, eso es un lumbago. No soy experto, pero yo creo que con un mes de kinesiólogo, y vemos.
El plato de lentejas lo hizo arrugar la nariz.
—Se que no te gustan mucho las legumbres pero el doctor dijo…
Sacó un cigarro, antes de que Misaki se lo arrebatara junto a la cajetilla—Lo hago por tu bien.
—¡Vamos! ¡Acompáñame a pasear de Hiko!
—¿Nos inscribimos en el gimnasio?
Usami, en cierto momento, no pudo molestarse por la preocupada actitud que adoptaba Misaki. Sonrió y lo abrazó por la espalda.
—¿Qué ocurre?
—Quiero tener sexo.
Misaki alzó una ceja—No.
—Es bueno para la salud, lo leí en un artículo— aseguró Akihiko, antes de sacar del bolsillo del pantalón un par de condones—. Claro, siempre de manera segura. Primer paso: romper el envase con los dedos ¡Nunca con los dientes!
Rojo de la vergüenza, Misaki le quitó los preservativos.
—Que bueno que sepas las reglas de pe a pa, Usagi-san, quizás deberías ponerlas en práctica.
Usami se mordió el labio y se inclinó hacia él.
—Hay que conocer las reglas para romperlas, Misaki.
Misaki sabía que esa guerra estaba perdida, así que colocó los ojos en blanco y se colocó la chaqueta.
—Hoy no, tengo reunión y lo único que quiero hacer al regresar es dormir—declaró, para luego ver el calendario—¡Cierto! ¡El descuento es hasta hoy! Lo del gimnasio…
Como si le hubieran tirado un balde de agua fría en la cabeza, Usami se dio media vuelta e ignoró lo que Misaki buscaba proponerle.
—Usagi-san.
—No.
—¡Pero esto si que es bueno para tu salud!
—Ah… pero no estoy interesado —dijo Usami, hasta que se volteó con media sonrisa— a menos que Misaki cumpla lo que le pedí.
—Eso no es justo.
—¿Tanto te tomó saber que la vida no es justa?
Misaki frunció el ceño, y acabó por teclear un rato en el celular, cuando le enseñó las inscripciones al gimnasio que hizo, Usami, soltó una risotada y le plantó un prolongado beso de despedida.
Viernes 09 de junio de 2023.
23:23
En futuros capítulos los chicos tratando de llevar un estilo de vida sana.
Este es su recordatorio diario de que tomen agüita, hagan ejercicio, y se cuiden harto porque lo valen!
