No era una persona que buscaba ser reconocida, de hecho, de él nunca provino la idea de ser publicado en primer lugar.
Recordaba cuando escribía para el mismo, luego para Hiroki, y al final para Takahiro. En ese punto de su vida, ya no sabía para quién escribía, mucho menos el porqué, de por sí todas sus tramas, a lo largo de sus cuarenta años, habían variado tanto que ya anticipaba a los sesenta, un nuevo cambio de foco.
De todo un poco; los libros que aún tenía escritos en cuadernos desgastados eran de fantasía para niños y tragedia, pero también enfocada a ese público infantil. A ese niño que pasaba horas leyendo en el desván de la casa, y un día se le ocurrió la idea de escribir.
En preparatoria, se enganchó a los clásicos de romance, inspirado por Takahiro; Romeo y Julieta u Orgullo y prejuicio eran sus novelas en la mesa de noche, que leía a escondidas, casi avergonzado de que lo vieran. Aún recordaba, además, los cuentos que escribió en la mesa del escritorio; sucios, desgastados, era una historia locuaz, fácil de comprender y divertida de leer; solo para poder apreciar las expresiones de Takahiro cuando leía el texto.
En la universidad, un poco atemorizado por los bandos políticos extremistas que se encontró en la facultad de humanidades, y junto al nacimiento de un vicio que le costaría abandonar, se desligó de la ficción y entró en el terreno puntiagudo de la filosofía, literatura japonesa de antaño, o ensayos complejos de temas que le interesaban. Le gustaba deprimirse con el pensamiento existencialista de Camus y al mismo tiempo de inspirarse por la historia de vida de Frankl.
Pasó por todos los géneros existentes. Su nombre— el de nacimiento— figuraba en tantos libros que, en determinado punto, perdió el foco de algunas tramas. Eso no significaba que se hubiera olvidado de alguna de sus creaciones; esos no eran simples bocetos. Usami recordaba cada título, y cada concepto, y aunque no disfrutaba de la relectura de sí mismo, de vez en cuando ojeaba uno, solo para sonreírle a ciertos párrafos que le hacían más o menos sentido en la actualidad.
Con eso en mente, con tantas librerías repletas, Usami fue reconocido. Unas cuantas veces en occidente, cientos en el Oriente. Y a pesar de no ser del todo consciente de esto, sí que se dio cuenta de que ya era un fenómeno mundial al ver como recibió la noticia de que iba a ser traducido al Español. Una lengua extrañísima para él, pero que predominaba gran parte del continente americano y una parte de Europa.
Pero con todo, nunca creyó que escucharía esas palabras de las bocas de Isaka. De cierta manera, el criarse, pensando que no iba a recibir nada a cambio de su trabajo, fue más llevadero. Era la perspectiva del vaso medio vacío, en lugar que aferrarse a la idea de que alguna fuerza le debía algo.
Isaka lo miraba, con lágrimas en los ojos— aunque no definía si eran de alegría o conmoción—, que se abrazaba a Aikawa. El teléfono no dejaba de sonar encima de la mesa, y Akihiko, al frente, derramó un sorbo de café en el plato.
Misaki llegó a espaldas, como era domingo, no tenía trabajo, y terminó despertando de la siesta de la tarde ante los quejidos del par de editores. Los miró y se acercó a Usami, con una clara interrogante en el rostro.
—Misaki-kun —sollozó Aikawa, que lo obligó a que se uniera a ellos—. Ese desgraciado…
—Por desgraciado nos referimos a Usagi-san ¿verdad? —preguntó Misaki, sin querer perder el hilo de la lloradera. Al recibir el asentimiento de Isaka, frunció el cejo y le gruñó a Akihiko—: ¿Ahora que hiciste?
Usami no tuvo que responder, porque Isaka le entregó un papel a Misaki, que lo leyó como cinco veces, cada vez con una expresión fácil distinta.
—Imposible…
Isaka no le refutó y luego murmuró:
—Este desgraciado ganó un puto nobel.
Misaki soltó el papel, con los ojos enfundados en lágrimas y, sin poder contener la felicidad que sentía por Usami, lo abrazó para darle un beso. Era un beso extraño, porque Akihiko no fue capaz de apreciarlo de todo al principio, ante el tumulto de sentimientos que le ocasionó ese premio. Al separarse de Misaki, se masajeó la cien y tomó la hoja antes de encogerse de hombros.
—Isaka-san, esto significa que por fin voy a poder tener vacaciones ¿cierto?
Sin saber que agregar, el hombre asintió. Usami se hinchó de felicidad y abrazó a Misaki, como si fuera un oso de peluche.
A pesar de no saber del todo por qué, o para quién escribía, Usami tenía una cosa clara, y esa era que el tener a Misaki durante el proceso de creación de una novela, era lo que hacía valer al cien porciento todo el esfuerzo invertido.
No sabía cómo iba a afrontar de ahora en adelante la muletilla de "autor nobel" en su página de Wikipedia, pero sí sabía que iba a disfrutar cada misero minuto de tiempo de esas vacaciones, tan merecidamente ganadas.
Viernes 23 de junio de 2023.
20:29 p.m.
Literalmente acabo de escribir estando medio borracha. LOL.
Sé que los requerimientos para ser reconocido como nobel son bastante específicos, pero dejémonos unas cuantas libertades creativas ajaj.
