Creyó, de manera ingenua, que el hecho de ahora ser un autor nobel no iba a significar un cambio significativo en su vida.

No obstante, pronto se encontró en el abismo del bloqueo creativo. Revisó Twitter como forma (inconsciente) de auto sabotaje, en donde la gente no dejaba de comentar lo emocionadas que estaban por su próximo trabajo, de lo malo que había sido el anterior, mientras que otras reclamaban que era una obra maestra. Que el trabajo ganador del nobel reflejaba al cien porciento el estilo japonés, y otros consideraban que era un libro que mancillaba la cultura nipona.

A pesar de que Aikawa le trajo decenas de propuestas e ideas, Usami en un mes, con mucha suerte pudo escribir una simple columna de opinión. Al segundo mes fue peor, porque el centenar de palabras que hizo fue tan malo, que lo sumergió por completo en una desesperación horrible.

Era el primer bloqueo creativo de su carrera, ni siquiera cuando era pequeño sufrió lo que ahora vivía. Era estar muerto en vida. Sentirse inútil, en lo único que se suponía era bueno.

Aikawa estaba hecha un lío, porque no sabía cómo curar a Usami de esa profunda recesión a la que había entrado. Utilizó todas las técnicas que conocía, pero ni siquiera Isaka fue capaz de hacerlo escribir algo decente.

La presión en los hombros de alguien que acababa de asumir un papel que nunca quiso.

Misaki sintió el efecto de inmediato. El simple hecho de haberle quitado a Usami sus preciadas palabras, causó en la casa una revolución. Estaba de mal humor, no hacía nada más que estar sentado en el sofá con el control remoto en la mano, mientras murmuraba un par de palabras incoherentes e incluso desistió de ir al gimnasio. No salía de casa, dormía más, comía poco, no leía nada y cada detalle le molestaba. Demasiada luz o muy poca. La comida quedó demasiado dulce o muy salada. Misaki hablaba muy fuerte o hablaba muy bajo. Que la gata le daba alergia o el perro era demasiado juguetón.

Era una situación tan irritante, que Misaki tuvo un fuerte mal presentimiento. Al segundo mes, con mucha suerte, Usami le daba un beso de buenos días; el sexo, hacía ya semanas, que fue dejado de lado.

—¡Se acabó! Nos vamos de paseo —determinó Misaki, el día en que se cumplían tres meses de bloqueo— ¡Y trae tu cámara de fotos!

Usami trató de refutar, pero terminó por obedecer. Misaki sin esperar a que fueran en auto, se lo llevó a pie a caminar por las calles de Tokio.

Akihiko le sacó fotos a todo lo que pareció interesante y, por fin, después de tanto tiempo, Misaki lo vio recuperar la sonrisa. Comieron helado y aprovecharon de pasar a ver a Takahiro, que casi se desmaya al ver lo pálido que estaba Usami, después de pasar tanto tiempo autorrecluido en su casa. También visitaron la casa de Hiroki, donde se repitió la situación y lo hizo llevarse una pila de libros tan alta como el propio Akihiko.

Regresaron a casa y mientras Misaki preparaba la cena, Usami se puso a revisar las fotografías; no solo las de ese cartucho, sino también de otros que tenía guardados en una caja. Examinó fotos viejas y les enseñó unas cuantas a Misaki, como la del día en que adoptaron a Aki o una visita que hicieron al Kuma Park, cuando Misaki aún estudiaba.

Durante la comida Usami no habló y Misaki tampoco interrumpió el posible torrente de pensamientos que le llenaba la cabeza.

Esa noche, Usami no fue a dormir, tomó un cuaderno de los que usaba cuando escribía de niño y, sentado en la terraza de la casa, con una lata de cerveza y las caricias del frío sobre el rostro, escribió toda la noche.

Ese día, Usami revivió y con él, todo volvió a estar bien.


Domingo 25 de junio de 2023.

0:03 a.m.

Sin duda Usami me representa muchísimo, porque me jacto de ser una escritora que, válgame la redundancia, escribe mucho en muy poco tiempo, y no suele tener bloqueos; pero cuando me golpea uno, llega la catarsis.