Llegaron a esa fecha en específico. En medio de las nevadas más pesadas del año, Misaki siempre solía adoptar una actitud huraña.

Trabajaba más lento y el poco tiempo libre que tenía, se la pasaba con una taza de té en las manos, mientras ponía en la televisión algún absurdo programa de novedades o leía algún manga sin prestar verdadera atención a la trama.

Akihiko descubrió este patrón en el cuarto año de relación, pero recién se lo hizo notar a Misaki en el sexto, quien solo se humedeció un poco los labios y le contó el motivo.

—Esta semana murieron mis padres.

Misaki, que nunca hablaba sobre los monstruos del pasado, le arrebató las palabras a Akihiko, quien se limitó a quedarse callado y acompañarlo, porque no había otra cosa que pudiera hacer; al final de cuentas, Misaki siempre había sido así.

Era consciente de que la tumba de los padres de Misaki se encontraba cerca de Meguro, en donde los Takahashi vivieron antes de la primera mudanza tras el accidente. Misaki siempre iba en soledad a la lápida una o dos veces en el año, pero nunca le reclamó la falta de compañía; así que Usami decidió no involucrarse. En este actuar, tanto Takahiro como Misaki se parecían, ya que ninguno de los dos nunca le pidió que lo acompañaran al cementerio.

Sin embargo, ese año algo había cambiado. Akihiko supuso que era debido a la muerte de su padre. Tan pronto llegó ese momento del año, Usami se le acercó.

—Oye, Misaki, ¿quieres que vayamos juntos?

Misaki lo vio, como si uniera el significado de las palabras de Usami según el contexto. Subió las piernas al sofá y se las llevó al pecho. Traía unos calcetines estrellados muy tiernos y, a pesar de que la calefacción central de la casa calentaba los espacios; la polera manga larga y el pantalón de buzo que Misaki vestía, le parecieron que debía abrigar más bien poco.

—Vale.

Le sorprendió lo fácil que Misaki accedió y, de manera mental se lamentó el hecho de no haberlo propuesto con anterioridad; no obstante, pronto se dio cuenta de que Misaki no hubiera aceptado.

Esas periódicas visitas eran la única actividad que Misaki todavía no compartía con nadie. Eran lo más íntimo de su persona y ahora recién se mostraba dispuesto a ejecutarla con Usami.

Sin hablar de más, Usami se puso un abrigo y Misaki la chaqueta. Afuera la nevada había menguado, pero hacía un frío inmenso, de esos que, a pesar de usar varias capas de ropa, te calaba hasta los huesos. Se apresuraron a meterse al auto y con la radio puesta casi al mínimo, Misaki le dio a Usami las indicaciones para llegar al cementerio.

Lo siguió con miedo de que sus pisadas fueran muy fuertes, de que Misaki acabara por arrepentirse y pedirle que se fuera, pero no sucedió. Compraron un ramo de flores y avanzaron hasta llegar a un sector en específico del cementerio. Era un espacio techado, en donde las lápidas no eran nada más que simbólicas, porque detrás de ellas se hallaban las cenizas de los difuntos. Tanto el papá como la mamá de Misaki se encontraban uno al lado del otro y el frasco con flores relucía lleno con unos crisantemos blancos.

Ni-chan se me adelantó —aseguró Misaki, que sacó del bolso una caja de cerillas y encendió el incienso funerario—, supongo que dejaré el ramo aquí al lado.

Vio los lirios amarillos de Misaki ser dispuestos a los pies del florero, mientras el recinto se llenaba de un olor a manzana que hizo que los hombros de Usami se relajaran. Lo más probable es que, el motivo por el cual el lugar estaba vacío se debía al frío que arreciaba afuera.

Misaki se sentó en la banca del frente y Akihiko lo acompañó. Misaki juntó las manos enfundadas en guantes y, aunque no rezó ninguna oración en específico, se concentró en esa acción. Usami lo imitó, pero pronto desistió, al no saber con exactitud que pensar.

—Estoy feliz —reconoció Misaki con una sutil sonrisa—, gracias por venir conmigo.

Misaki estiró la mano y, ante la estupefacción de Usami, la entrelazó con el otro hombre.

—El año siguiente de que Ni-chan se enteró de lo nuestro, me preguntó si te había llevado aquí o todavía no; me supo mal decirle que todavía no, pero tampoco me presionó por saber la razón. La verdad es que no me gusta venir aquí, ¿sabes? Siempre me siento culpable y no quería que tú me vieras así —reconoció Misaki, sin mirarlo a los ojos. La voz era más que suficiente como para trasmitir lo que deseaba—. A menudo lloro cuando vengo, me siento intranquilo y me voy a los pocos minutos; Ni-chan ni siquiera me traía aquí cuando era pequeño, decía que armaba un escándalo inmenso —se rio, y luego agachó un poco la cabeza—. Creo que es la primera vez que no me siento mal estando aquí y sé que no es porque haya madurado, sino porque tú estás aquí, conmigo.

Misaki lo vio y Akihiko le dio un beso en la frente, que hizo que suspirara.

Se quedaron unos diez minutos hasta que el palito de incienso se consumió. Misaki fue el primero en salir y Akihiko, se quedó un minuto más frente a la lápida.

—Gracias por traer a alguien tan extraordinario a la vida.

Al escuchar como Misaki le decía que se apresurara, salió, con el tenue olor de las manzanas aún clavado en la nariz.


Lunes 26 de junio de 2023

18:54 p.m.

Me molesta mucho que en el manga se haya omitido por completo todo lo del sepulcro de los padres de Misaki. Es decir, es un gesto bonito el ir a donde nuestros seres queridos fallecidos y rendir respeto a estos.