Los días se habían vuelto muy silenciosos en los últimos años ahora que no tenía los enérgicos "Bravos" retumbando en la habitación. El llegar a un apartamento vacío hacía que este se sintiera tan frío que calaba en sus huesos. Las batallas en el metro se sentían carentes de algún propósito si no tenía con quién compartir la victoria, tanto así que los combates fueron suspendidos en su totalidad.

La vida en general... Había perdido cualquier ápice de color o felicidad y con cada lágrima dedicada a su amor perdido su sonrisa y esperanza se perdían lentamente.

Le hacía tanta falta la presencia de Ingo, su querido hermano y amante, necesitaba tenerlo con él, poder abrazarlo y sentir su calor, quería volver a escuchar su voz susurrar a su oreja, tener siquiera la certeza de que seguía con vida al menos.

Un suspiro cansado salió de su boca al terminar de pegar otro letrero de persona desaparecida con el rostro de Ingo, era una de las últimas fotos que le había tomado antes de que se hubiera esfumado en el aire. Acarició el rostro de su hermano impreso en el papel, sabía que su esfuerzo no daría fruto alguno, pero aún tenía la leve flama de la fe ardiendo en su corazón.

Emmet estaba listo para pasar a la siguiente cuadra cuando un fuerte estruendo resonó encima de él. Levantó la vista con confusión y sus pupilas se contrajeron al ver de frente una grieta que brillaba con colores azules y violetas.


—Solo un poco más Lady Sneasler, ya casi llegamos a la cima.

Akari estaba un poco incómoda en la cesta en la que se encontraba pero era la única manera en la que ella podía subir a los lugares más altos con Lady Sneasler.

Un gruñido amistoso le indicó que ya habían llegado al punto más alto en la Pradera Obsidiana y ella casi salió con un salto de la emoción. Miró el cielo encima de ella, una brecha en el cielo anunciaba el inicio de una distorsión espacio-temporal, pero había algo distinto esta vez.

—Uhm... Lady Sneasler, es cosa mía o... ¿Esta vez no hay ninguna cúpula alrededor de la brecha?

La intimidante pokemon alfa miró el cielo con la misma confusión que ella, no era la primera vez que la acompañaba a una expedición así y ciertamente nunca habían visto algo parecido.

Por si fuera poco la brecha empezó a brillar aún más, antes de expulsar un rayo de luz que chocó contra el suelo.

—¡¿Qué carajos?! —la chica corrió apresuradamente a encontrarse con lo que sea que haya salido de la brecha seguida de su acompañante pokémon.

Ya estaba más que lista para luchar en caso de que se tratara de una amenaza pero grande fue su sorpresa al ver un rostro más que familiar completamente inconsciente.

—¿In... Go?

Akari estaba por acercarse pero Lady Sneasler la detuvo, su semblante de desconfianza demostraba que ella no tenía un buen presentimiento de esto.

—¿Crees que se trate de un Zoroark? Quiero decir, sus colores son básicamente los mismos —respondió con nerviosismo refiriéndose a su ropa blanca con detalles rojos.

Sneasler siseó en respuesta. Se acercó cautelosamente, olfateó al hombre por encima, Akari no estaba segura de cómo debería tomar su cambio de expresión, pasando de la desconfianza al desconcierto e impresión absoluta.

Antes de que la chica pudiera hacerle cualquier pregunta ella lo tomó en sus brazos y con un ágil salto bajó de lo alto del risco en el que se encontraban, dejando a la joven desconcertada y sola.

—¡Hey! ¡Sneasler, no puedes dejarme aquí! —un fuerte rugido que se alejaba fue la única respuesta que obtuvo y dejó claro que no iba a volver por ella. —Ah... Menos mal que siempre puedo contar con Braviary...


Ingo estaba sentado en una banca fuera del Dojo, después de todo un día midiéndose en combate con la división de seguridad necesitaba un descanso para relajarse un poco.

—¡Ingooooo!

Fue bueno mientras duró.

—Señorita Akari, que sorpresa verla tan pronto de regreso ¿Atrapó algún Pokémon que deseé entrenar con un combate?

—Ojalá fuera algo tan fácil de explicar, necesito que vengas a mi casa, Lady Sneasler y yo encontramos a otro... Como nosotros...

Ingo sintió que su sangre se helaba ¿alguien más había atravesado una brecha? Eso debería de ser imposible ahora, después de que Akari derrotó a los pokémon legendarios todo debió de volver a la normalidad.

—Entiendo, Akari ¿has informado a alguien más al respecto?

—Aún no, sentí que lo mejor sería que tu lo vieras primero, probablemente tú podría saber algo al respecto...

Sus palabras lo intrigaron ¿qué podría saber él sobre la situación si ni siquiera sabía cosas de sí mismo? Igualmente no la cuestionó, estaba seguro de que ella le explicaría al llegar.


La casa de Akari era lo que esperarías ver, pokeballs, frutos y materiales varios dispersos por el suelo y desbordándose del baúl de la entrada. Ella parecía estar consciente del desastre pues su rostro estaba colorado mientras veía a Ingo con vergüenza.

—Perdona el desorden, no esperaba que tuviera que invitar a nadie este día.

—No te preocupes Akari, ahora tenemos una situación más importante entre manos.

Ingo fijó su vista en Lady Sneasler que estaba sentada frente al hombre misterioso que descansaba en el futón de Akari, pero por su posición no podía ver de quien se trataba. Su compañera se adelantó y se sentó a un lado de la alfa mientras le hacía una seña para que se acercará.

El hizo caso a su señal y se paró a un lado suyo y algo dentro de él dejó de funcionar en el momento en el que vió el rostro del hombre en cuestión, era su mismo rostro pero con algunas diferencias notables.

Examinando bien no tardó en darse cuenta de las bolsas negra debajo de sus ojos, delatando una excesiva falta de sueño, su piel era totalmente pálida probablemente por una falta de cuidado a sí mismo, todo eso sin mencionar que su rostro era bastante delgado y a juzgar por su silueta bajo la manta muy seguramente el resto de su cuerpo era igual ¿este hombre siquiera comía tres veces al día?

Ciertamente era preocupante ver a alguien en este estado, pero aun así no lo entendía, ¿por qué eso hizo que algo en su pecho doliera de sobremanera? Casi se parecía al dolor emocional que sintió al despertar en Hisui, sintiéndose perdido y carente de una importante parte de él.

Estaba tan sumido en sus pensamientos que no notó la mirada de preocupación que Akari le daba. Ella intentó extender su mano hacia él pero fue detenida por Sneasler quien negó con la cabeza y ella lo entendió.

Necesitaba tiempo a solas.

Con cuidado salieron de la cabaña haciendo el menor ruido posible, dejando al guardián solo con su doppelganger.


La cabeza de Emmet dolía de sobremanera, no estaba seguro de que había pasado en un momento estaba en las calles de Nimbasa y ahora estaba en lo que parecía un colchón bastante plano. No tenía tiempo para dormir, necesitaba seguir buscando.

Aun con los ojos cerrados intentó levantarse pero una mano en su pecho lo detuvo. —Por favor no se mueva, aún sigue bastante débil.

Su corazón se detuvo, esa voz, la reconocería en cualquier parte aun si ahora era más ronca que antes. Abrió los ojos con temor de que no fuera más que otra ilusión que desaparecería al despertar completamente. Pero no, ahí estaba él, Ingo estaba ahí, más cansado, con distintos cortes en su rostro e incluso con barba.

Pero no había duda alguna, era él, finalmente lo había encontrado. Sus labios temblaron antes de curvarse en una sonrisa nerviosa y sus ojos ardían al borde del llanto. —Ingo... Te encontré...

—¿Cómo es que usted...? —no tuvo tiempo de acabar su pregunta antes de que el hombre idéntico a sí mismo saltará a sus brazos y lo besara con desesperación tumbandolos a los dos en el proceso.

El guardián no sabía que hacer, de todas las reacciones que este hombre pudiera tener al despertar definitivamente no esperaba esta. El aire empezó a faltar en sus pulmones y terminó por separarse de su doble, ambos jadeando desesperados por recuperar el aliento.

—Me siento tan feliz... —Ingo sintió lágrimas caliente caer en su rostro, el hombre de blanco estaba llorando mientras lo veía con una triste sonrisa. —Siete años, te he estado buscando por siete años y ahora que casi pierdo la esperanza yo... Por fin...

Emmet se dejó caer sobre Ingo, empezando a sollozar como no lo había hecho en mucho tiempo, su corazón estaba soltando todo el dolor y la angustia que había acumulado por tanto tiempo y ahora no podía dejar de llorar.

Ingo estaba desconcertado ¿Quién era este hombre? ¿Por qué lo besó? ¿Cómo sabía quién era él?

¿Y por qué ahora él también había empezado a llorar como si sintiera que finalmente había encontrado algo que había perdido hace tanto tiempo?

Ambos se aferraron el uno al otro, llorando y soltando todos los amargos sentimientos que habían cargado por tanto tiempo aun sin darse cuenta. Ambos se sentían completos ahora.

—¡Ingo! ¡Ingo! ¡No te pierdas otra vez! ¡No me abandones nunca más!

El aun estaba bastante aturdido por todo lo que pasó, sentía que había sido golpeado por una manada de Pokémon alfa enloquecidos. Pero aun estando abrumado más allá de las palabras aún había un pequeño destello de lucidez en él, uno que le brindó la vista a una sonrisa, un sentimiento cálido y un nombre.

Aferrándose fuertemente al hombre vestido de blanco solo pudo contestar. —No lo haré, no volveré a separarme nunca más de ti, Emmet.