Día 1: Inicio de la Rueda.
—Escucha con atención, muchacho. —La voz rasposa y grave de la anciana despertó en él una sensación de inquietud perturbadora—. Vagarás por la tierra, sin una patria, sin una familia, sin nadie que te espere. Vivirás sin emoción ni dulzura, una vida que hará que caigas en la locura —movió las manos en un gesto místico, como si encantara una serpiente—. Perdiste tu oportunidad. Abandonaste a tu otra parte por tu ego engrandecido y ahora pagarás las consecuencias de tus actos —finalizó señalándolo con aquellas falanges finas y arrugadas.
—Paparruchas —objetó Ranma levantándose con violencia de la silla. Aquel dedo lleno de manchas y algunas verrugas le daba cierto reparo—. Soy el mejor artista marcial de todos los tiempos. He ganado campeonatos y tengo dos medallas olímpicas. Nada puede irme mejor.
—Sin embargo, la soledad es tu única compañera.
—No es algo que me preocupe —contestó altivo cruzándose de brazos.
—Entonces, ¿a qué has venido?
Ranma la observó por un momento, absorto en la pregunta que se le hacía difícil de contestar. ¿Por qué había ido? No recordaba más que un sentimiento de añoranza al ver aquella tienda, algo aislada de la feria, donde se encontraba una mujer canosa, sentada tras una mesa redonda decorada con trapos oscuros y símbolos mágicos. Aquel lugar le recordó a sus años de juventud, cuando en sus tiernos dieciséis había vivido más aventuras que cualquier adolescente medio. Hacía mucho que no recordaba.
Tampoco quería profundizar demasiado.
—Eres incapaz de aceptar que te equivocaste en la elección que te dieron hace más de quince años —empezó la mujer de nuevo—. Sabes que todo lo que has conseguido, no te ampara en los momentos difíciles, para apoyarte cuando más lo necesites. El gran Saotome es un llanero solitario que querría dejar de serlo, pero no tiene la valentía de conseguirlo.
—¡Ella tampoco hizo nada para remediarlo! —gritó apoyando ambas manos en la mesa, iracundo—. ¡Una relación es cosa de dos y ella no me detuvo!
—Esa ha sido la excusa que te ha servido durante todo el tiempo —agregó la adivina impasible—. En cambio, has entrado en esta tienda, un día señalado como es este 24 de julio y vistiendo un traje con motivos dracrónicos, después de un largo día paseando por las calles de Kioto. ¿Ha sido la curiosidad o Ryūjin-sama te ha guiado hasta aquí? —preguntó con voz grave. Ranma se apartó de la mesa cuando observó los ojos de la adivina, una pupila alargada y oscura rodeada por un iris amarillento.
—¿Quién eres? —El guerrero se puso en guarda, sin acobardarse. No era la primera vez que se enfrentaba a un dios.
—Tu ego no deja de sorprenderme, Saotome. —La anciana se levantó mostrando que sus pies eran en realidad una larga cola azulada llena de escamas. Miró hacia arriba, aquella pequeña anciana ahora le sacaba casi dos cabezas de altura—. Pero no he venido a luchar. Tengo un obsequio que hacer.
—¿Regalo? ¿Qué hecho para premiarme con uno?
—Nada —contestó con simpleza— más bien, merecerías todo lo contrario. Pero a quien sí lo amerita necesita de ti.
—Tú mismo lo has dicho, no hay nadie en mi vida.
—¡Huiste de tu destino, por ser un cobarde, Saotome! —alzó las manos, iracunda —. La abandonaste porque creíste que era lo mejor para los dos, sin embargo, tenías miedo de enfrentarte a tus demonios.
Ranma no se percató del cambio de voz o de los bigotes alargados que aparecían en el rostro transformándose en un dragón. Porque Ranma sintió temor, pánico, que lo paralizó por completo, no por la deidad de los mares que se presentaba ante él, sino por la mujer que había dejado años atrás y que, siendo sincero consigo mismo, aún amaba.
—¡Casi muere en mis brazos! ¡Otra vez! —gritó desatando su ira—. No hacía más que traerle caos, destrucción y peligro. ¡Tú fuiste uno de los causantes de su casi muerte!
—Fue un vil engaño —concedió con una voz mucho más grave y masculina—. Y por ello, años después, he descubierto la realidad de lo sucedido, más cuando he querido enmendar mi error, no había nada que hacer —agregó moviendo su mano de dragón azulada creando un círculo de luz, como si fuera un espejo—. Ella no lo ha soportado.
Ranma sintió que la vida se le iba cuando pudo entender qué estaba viendo.
Llena de cables conectados por todo el cuerpo, se encontraba una joven, muy delgada y con un color de piel semejante al mármol. Las ojeras oscuras adornaban sus hundidas cuencas y los huesos de la mejilla y la mandíbula se marcaban de tal manera que le parecía ver una calavera recubierta de piel.
Akane estaba sedada en la habitación de un hospital en la más completa soledad.
—Poco después de que te fueras de la manera tan magistral como lo hiciste, empezó a tener molestias en el pecho, alguna vez incluso pensó que parecía un principio de ataque al corazón —describió el dios dragón ante la espantada mirada de Ranma—. Pero como ella siempre ha sido fuerte, resolvió que era más importante la situación actual que su propia salud. El Dojo necesitaba un sucesor porque habían perdido al último.
—¡Ella es la heredera! —protestó el moreno.
—Sin embargo, y tú lo sabías muy bien, nunca se lo reconocieron —movió la mano para cambiar la imagen, apareciendo Akane vestida de blanco—. Se casó, a la tierna edad de veintitrés años, con un hombre que le prometió que la cuidaría y le dejaría controlar su herencia. —Delante de él apareció la imagen de Rentsu, el compañero de clase de la universidad de Akane y que la cortejaba de forma obsesiva—. Pero, como buen puedes intuir, no fue así.
—¿Qué quieres decir?
—Mientras tú vivías tu vida sin percances, ella recibió otro golpe en su corazón. Su marido, considerado heredero legar por Tendo Soun, decidió echar a toda la familia Tendo del hogar, aislando por completo a Akane. —Las imágenes se amontonaban dejando pasar las desgracias, una tras otra, de la vida de la mujer que amaba—. Además, él es estéril, pero nunca lo reconoció, martirizando y acabando ya con la poca autoestima que le quedaba a la joven —hizo una larga pausa—. Pero el golpe final llegó con Tendo Kasumi, que falleció de la misma enfermedad que su madre.
—¿Qué? —gritó impactado—. ¿Cuándo ha pasado?
—No sabría decirte en tiempos humanos, no hace más de seis lunas plenas —contestó a la vez que en la imagen se podía ver a toda la familia en el velatorio—. Su marido no dejó que tu amada fuera al velorio y la encerró en una habitación.
—Maldito hijo de…
—En otros tiempos ella rompería la puerta de un golpe y saldría de allí. No obstante, ha perdido no solo fuerza física, sino también la autoestima para utilizarla. —La imagen cambió mostrando a una Akane apoyada en la puerta, llorando—. Como suele pasar en estos casos, la mujer quedó aislada, ya que creyeron que había renegado de su familia. —Ranma volvió a ver la imagen de ella tumbada en la sala del hospital—. Dicen que tiene la enfermedad del corazón roto y que eso, le ha derivado un par de infartos con tan solo 35 años. Ahora ver a una Tendo Akane inducida al coma porque, en el último, el corazón quedó afectado con gravedad. Mañana por la mañana, su marido decidirá desconectarla, cuando haya conseguido acabar de formalizar el papeleo.
—¿Por qué me enseñas todo esto? —preguntó con voz desgarrada—. ¿Por qué no has venido antes? ¿Qué puedo hacer yo ahora? —vociferó desesperado, cayendo al suelo de rodillas.
—Porque, como yo, Saotome se merecía el castigo. No pude venir antes a causa de la rueda del karma, donde estuve atrapado durante años como consecuencia de mis actos. Ahora, la Samsara ha llegado a ti. —La voz del dios dragón se había suavizado—. En cambio, ella sufrió por culpa de nuestros actos porque fue la única que se quedó. Por ello el karma quiere redimirse y darle a la joven la buena vida que merecía tener.
—¿Cómo? ¿qué puedo hacer? —cuestionó desesperado—. Haré lo que sea.
—¿Incluso dar tu exitosa carrera?
—Si mi corazón ayuda para que ella viva, yo mismo me lo quitaría —dijo entre lágrimas y de rodillas.
—Por fin te has enfrentado a ello. Has tardado más de quince años en reconocerlo a viva voz —sonrió mientras movía las manos de forma mística, provocando que Ranma levitara—. Tienes una sola oportunidad de redimirnos, Saotome, por favor, pon empeño en ello.
Y sin más, una luz cegó sus ojos obligándole a cerrarlos con premura. Se sintió mareado, con ganas de devolver y muy cansado. De repente, un pinchazo en el costado derecho le atravesó como si fuera una daga ardiendo, obligándolo a cambiar de posición.
Abrió los ojos viéndose tumbado en un futon que conocía como la palma de su mano.
Observó la claridad que entraba por aquella ventana de madera, junto al olor del suelo del ruiseñor y a perro mojado. Giró su vista para observar a su padre transformado en panda y durmiendo con una pelota en su regazo. Escuchó el sonido característico de las pisadas de una mujer, que despertaron en él una súbita alegría. Se levantó y se colocó ante la puerta mientras alguien la abría.
Cuando la tuvo delante, la abrazó sin pensarlo dos veces.
Notó el asombro de Akane ante aquella acción y como casi lo aporrea con su mazo invisible. Sin poder evitarlo, dejó caer un par de lágrimas de alegría al sentir que aquello no era un sueño.
—¿Qué te ocurre? —preguntó ella entre susurros—. ¿Has vuelto a soñar con lo que pasó en China?
—Ha sido peor —apretó más a la joven contra él y olió su aroma—. Prométeme que nunca me dejarás, Akane.
—Eres tú el que siempre te vas —dijo con voz entristecida. Ranma sintió una punzada en el corazón, aunque sabía que se la merecía—. Puedo prometerlo, pero sólo si tú también lo prometes —acordó orgullosa.
—Lo prometo. No podrás deshacerte de mí —separó un poco su rostro para ver el de ella cuando sintió que su padre empezaba a despertarse a la vez que vio la cabellera marrón de Nabiki despuntar por las escaleras—. Agárrate.
No esperó a que ella contestara. Con la habilidad de un adolescente, Ranma cogió en brazos a Akane y salió por la ventana, antes que ninguno de sus dos familiares se diera cuenta. Llegó al tejado y se sentó con ella en su regazo, negándose a soltarla. Al ver que no oponía resistencia, dedujo que su viaje en el tiempo lo llevó hasta poco antes de los sucesos con Ryūjin, cuando ambos habían empezado una relación en secreto de todos sus conocidos.
Benditos y tiernos veinte años. Los mejores de su vida.
La abrazó por la espalda, sintiendo la respiración tranquila de ella en su pecho. Se aprovechó de la amabilidad de su prometida cuando él le contaba alguna pesadilla, para poder abrazarla más sin explicarle nada. No sabía tampoco por dónde empezar.
Ahora que has aclarado tus sentimientos, ocúpate de que ella sea feliz. Solo quedan cuatro días antes de que nos volvamos a ver. Aprovéchalos.
La voz de Ryūjin agujereó su mente, provocándole dolor de cabeza. Apretó más a la joven contra su cuerpo y besó su cuello, sintiendo que ella soltaba una risita suave. Notó en su muñeca una pulsera de piedra azul pulida, con las escamas de dragón.
Ese era su aviso.
Tenía cuatro días para cambiar su destino y el de ella. Estaba dispuesto a perderlo todo con tal de hacer feliz a la persona que tenía entre sus brazos, porque, por fin, entendió que su única felicidad era el bienestar de ella.
Si el destino le había dado la oportunidad, no iba a desaprovecharla.
—Estás muy raro esta mañana —dijo Akane acariciándole distraída una de sus manos—. ¿Quieres hablar de ello?
—Ahora solo necesito quedarme así.
Cerró los ojos disfrutando del aroma fresco de ella que embriagaba todo su cuerpo. Reconocía que echaba de menos aquellos instantes en los que ambos disfrutaban de la soledad y la tranquilidad más genuina. En esos momentos, podían comportarse como una pareja normal, sin miedo a ser descubiertos o asaltados por alguno de los muchos locos que los rodeaban.
Sin embargo, sentía que aquello era diferente a lo que recordaba.
Aunque aparentaba tener veinte años de nuevo, Ranma sabía que no era así. La madurez, adquirida a golpes en su otra vida, aún perduraba en su mente, comportándose diferente a como lo hubiera hecho con aquella edad. ¿Quién no quería volver hacia atrás, pero con la sabiduría adquirida?
Por eso Ranma, aunque notaba los nervios y la ansiedad que había sentido de joven, le importaba bien poco que al final lo descubrieran abrazándose o besándose con Akane. La desconfianza entre ambos y el miedo a ser descubiertos habían sido las dos causas de que su noviazgo acabara muerto y enterrado. No obstante, no estaba dispuesto a volver a repetir los mismos errores, pero solo tenía siete días para arreglarlo.
En cambio, aunque quería agarrarla en brazos y no soltarla hasta el amanecer del día siguiente, Ranma sabía que Akane no había madurado esos más de quince años como él. Ella seguía siendo una joven de veinte, con toda la vida por delante, con sus traumas y sus miedos a flor de piel, y con una autoestima pendiendo de un hilo. Aunque él era un inconsciente, sabía que su joven prometida tenía diferentes inseguridades, algunas de ellas provocadas por él mismo y el circo de locos.
Pero eso iba a acabar.
—Estás muy pensativo —habló ella con dulzura—. ¿Estás seguro de seguir con esto?
—¿Qué quieres decir?
—¿Tengo oídos, sabes? —dijo irónica—. Te escuché ayer despotricando de mí —agregó con un deje de enfado. Maldijo en su mente, recordando lo estúpido que era de joven—. Sé que, en parte, tus palabras intentaban disuadir el comportamiento de las locas de tus prometidas. Lo entiendo, pero no hacía falta que dijeras delante de mis compañeros de universidad que preferirías casarte con una morsa que conmigo.
Ranma suspiró y acarició con sus labios el cuello de ella. Sintió que la joven se tensó y se giró asustada, apartándose un poco de él. El de la trenza observó sus ojos chocolate, que lo miraban con intensidad y sorpresa. Aquello era un buen paso, al menos no lo había estampado contra el suelo.
—Lo siento. —Si Akane estaba sorprendida, ahora no cabía del asombro. Él mismo tuvo que contenerse para no reírse de su cara estupefacta—. Llegó toda la turba de la locura sin avisar y además estaba el imbécil de Rentsu contigo. Me puse nervioso y empecé a despotricar sobre ti cuando no tenías la culpa. De verdad que lo siento.
—¿Cómo? —preguntó, separándose por completo de él y agarrándole la cara con las dos manos—. ¿Estás bien?
—Ahora sí —contestó sin más, besándola con afecto—. Pero no quiero ponerte en peligro. Sé que todo el grupo de locos te ataca de una manera o de otra por mi culpa y odio reconocer que Rentsu tiene razón en eso —dijo después del beso—. Pero, eso no quita que le tenga tirria a ese imbécil.
—No soy un objeto, puedo estar con quien quiera —repuso ella con algo de orgullo. Ranma sonrió ante aquella réplica—. Además, soy muy capaz de defenderme de cualquier tuba de locos y lo sabes. Tú los has traído, pero yo he elegido quedarme y esa decisión no la cambiará ni tú ni nadie.
—Eso no mengua mi preocupación, Akane.
—¿Seguro que estás bien? —preguntó más recelosa si cabía tocándole la frente con la palma de su mano—. ¿Desde cuándo eres tan culto Saotome?
—Esta noche es como si hubiera vivido más de quince años sin ti —soltó sin pensar demasiado. Ella sonrió con ternura acariciándole la mejilla—. Ya es momento de cambiar las cosas.
—¡Akane! Es hora de desayunar. —Kasumi los sorprendió a ambos, ubicándola en el jardín trasero, haciendo señales—. Despierta a Ranma y bajad, por favor —agregó guiñándoles un ojo y desapareciendo de su vista.
Escuchó la sonrisa de ella ante el hacer de su hermana y aquello, lejos de alegrarlo, le preocupó. Recordó las palabras del dios dragón, Kasumi había perdido la vida por culpa de una enfermedad que parecía heredada de su madre. No sabía si podría arreglarlo de alguna manera, pero haría todo lo posible para cambiar aquel trágico destino.
—Está muy ilusionada desde que lo sabe —dijo Akane sacándolo de sus pensamientos—. Siempre que puede, intenta que los demás de la casa nos dejen solos y controla a Nabiki como si fuera un oficial de la Gestapo —agregó levantándose de su regazo y estirando los brazos.
—Me encanta mi cuñada mayor —respondió él alegre.
Continuara...
¡Buenas!
Vuelvo a aparecer por aquí aunque parecía que había desaparecido. No quería perderme tampoco esta dinámica, aunque no vaya muy bien (más acertado sería decir nada bien) de tiempo, pero intentaré por todos los medios hacer los siete días.
Como veis, intentaré hacer una historia de siete capítulos que estén relacionados con cada una de las ideas de ese #Rankaneweeek2023 ¡A ver que sale!
Como siempre, gracias a todos por darle la oportunidad una vez más a una de mis estrafalarias ideas y también a la página de Facebook Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma por crear contenido tan entretenido como interesante. ¡No os olvidéis pasaros por su página!
También deciros que yo misma estoy en las redes y que encantada de contactar con vosotros. Sin embargo, voy algo desubicada últimamente y estoy poco activa, pero espero que más adelante pueda colgar más cositas.
Por ahora lo dejo aquí, espero que os guste, que nos sigamos viendo por aquí y sobretodo, que disfrutéis de esta semana que va a estar llena de una de nuestras parejas favoritas.
¡No vemos!
