Comenzamos con el primer capítulo donde conoceremos a los personajes principales.

Capítulo 1: Inicia el viaje.

Hacía tres días que habían iniciado su viaje, abandonando su hogar en Ciudad Ysera, el otrora puerto de Bastión Plumaluna, donde sus padres les otorgaron sus bendiciones: su madre, los abrazó a cada uno, con lágrimas en los ojos, deseándoles que regresen sanos y salvos; su padre también los abrazó, y les pidió que se cuiden el uno al otro. Cruzar los frondosos bosques húmedos de Feralas les tomó tres días de viaje en kodo: una vez fuera de la zona segura, deberían de recurrir a la motocicleta, pues no tenían suficiente información sobre los niveles de radiación, y menos sobre lo que podrían encontrarse allá fuera. El pueblo Mojache, el último asentamiento importante en el camino, habían quedado atrás.

Ya habían oído los relatos de varios comerciantes que se adentraban al Yermo Central de Kalimdor a buscar mercaderías en las ciudades en ruinas o los oxidados vehículos militares abandonados tras finalizar la Guerra: animales mutantes y más salvajes que nunca, algunos convertidos en no-muertos a causa de los misiles cargados con la Nueva Plaga que los Renegados lanzaron sobre el continente, hongos venenosos esparcidos por la llanura, algunas tribus hostiles de orcos sobrevivientes y los necrocentauros, única descendencia de los centauros que siglos atrás aterrorizaron a los tauren, y ahora, estaban extintos: tras años de marginalidad de la sociedad moderna, sin apoyo de nadie y encerrados dentro de su propia cultura, fueron presa de las llamas del fuego nuclear, de la lluvia radiactiva, de la peste de la muerte en vida, del hambre, la anarquía, la desesperación…

Los mellizos tauren, ambos de suave pelaje blanco, cuernos negros, gran estatura y cuerpo fornido, miraban pensativos el gigantesco muro de piedra y revestido en elementium, creado por los chamanes tauren sobrevivientes con el fin de repeler a cualquier enemigo que intentara entrar en su nueva tierra prometida: uno de los poco lugares en todo el continente que milagrosamente había escapado de la ponzoña del Holocausto.

— ¿En verdad quieres hacer esto, Koya?

— La verdad no, Powaq: te mentiría si te dijera que no tengo miedo de cruzar.

— ¿Entonces por qué lo haces?

— ¿Por qué me acompañas si no quieres ir? -se quejó- Ya es suficiente con que mamá haya hecho todo un melodrama por esto como para que su consentido me lo recuerde.

— Porque eres mi hermano, y no quiero que te pase nada. ¿No es suficiente motivo? ¿O debo recordarte lo ocurrido en la academia?

El mellizo de ojos dorados y largos cuernos negros, Powaqqatsi, más conocido como Powaq, tenía muchos motivos para preocuparse por su mellizo de ojos azules, cuernos más pequeños y barba desaliñada llamado Koyaanisqatsi, o Koya, como era conocido.


Flashback: dos semanas atrás.

La Academia Malfurion era el más importante estudio de enseñanza en el mundo dedicado al druidismo y al chamanismo: jóvenes de toda la Mancomunidad Hyjal y de todas las especies -tauren, elfos nocturnos, trolls, worgen, pandaren y hasta humanos y orcos- venían a seguir las antiguas enseñanzas. A pesar de dedicarse a dichos caminos espirituales, también impartía educación más convencional, y a primera vista, lucía como cualquier academia de preparatoria o universitaria normal.

Koya y Powaq, o los mellizos Qatsi como eran conocidos, tenían veinticinco años y se habían graduado hace un par de años, pero seguían allí como ayudantes de los profesores más experimentados que también habían sido sus maestros. Powaq, que se había especializado como druida del tipo salvaje y restauración, también ayudaba en las clases de herboristería, alquimia e ingeniería, mientras que Koya, experto chamán elemental y restauración, ayudaba en clases de peletería y minería.

Una mañana, Powaq estaba guardando los frascos con ingredientes y pociones en el armario de la clase de alquimia cuando una pandaren abrió la puerta con fuerza e irrumpió a la fuerza.

— ¡Maestro Powaqqatsi! ¡Me mandaron buscarle! ¡Es su hermano!

— ¿Qué le sucede a Koya?

— ¡Se desmayó! -Powaq dejó de inmediato lo que estaba haciendo- ¡Pero no es todo! ¡Comenzó a tener convulsiones por el patio, lanzando llamas y relámpagos, asustando a todos; ya lastimó a algunos estudiantes y maestros!

— Iré de inmediato. ¡Avisa a los otros asistentes! Capaz necesitemos su ayuda.

Para cuando Powaq llegó, el pandemónium era total: Koya estaba de pie, agarrándose la cabeza y balanceándose de aquí para allá, gritando y gruñendo de dolor mientras relámpagos y llamas brotaban de su cuerpo y surgían grietas en el suelo. Si no lo calmaban, sus poderes se saldrían de control.

— Koya, soy yo… Powaq. ¿Me escuchas?

— …

— Sí me puedes oír, TIENES que calmarte: estás asustando a todos aquí.

— …

— No tengo de otra: tendré que retenerte. -vio a varios jóvenes druidas por el patio- Lo envolveremos con raíces y trataremos de separarlo del suelo. ¿De acuerdo?

Los demás druidas asintieron, y juntos invocaron raíces para atrapar a Koya y tratar de separarlo del suelo. Cuando creyeron que funcionaría, las raíces comenzaron a arder para luego explotar y dejar a un Koya desmayado en el suelo, aunque balbuceando incoherencias en voz baja. Los fragmentos de raíces llegaron a golpear a algunos de los que estaban allí, pero fueron rápidamente atendidos por los druidas y chamanes sanadores.

En cuanto a Koya, fue llevado a la enfermería para descansar, quedándose su hermano para cuidarlo. A horas de la tarde, Koya despertó, confundido de encontrarse en una cama.

— ¿Dónde estoy? -miró a su hermano- ¿Powaq?

— Estás en la enfermería: te desmayaste y sufriste convulsiones o algo así. Armaste todo un alboroto; incluso hubo gente herida.

— ¿Qué?

— Descuida: el director no te sancionará por eso, ya que sabe que no lo hiciste a propósito, y los heridos ya se recuperaron. Pero recomendó que te tomaras unos días de descanso.

— …

— ¿Sabes que pudo haberte pasado?

— Tuve… visiones.

— ¿Eh?

— Oí voces… Voces en mi cabeza. Me dijeron… que vaya a Mulgore.

Mulgore… la otrora tierra de origen de los tauren, antes conocida por sus verdes prados, ahora era sólo un recuerdo. Ningún tauren había pisado Mulgore en más de cien años, pero era muy probable que fuese una tierra estéril como el resto del Yermo Central de Kalimdor.

¿Qué podrían buscar alguien en Mulgore? Tal vez su hermano estaba alucinando.

— Necesitas descansar.

— Powaq.

— Pronto iremos a casa, y podrás aclarar tu mente.

Aun tras llegar a casa, la situación no mejoró: las visiones continuaron, así como las convulsiones, y llegaron al punto de ocurrir casos de sonambulismo que despertaron a toda la familia para evitar que a Koya le pasara algo malo.

Ni su padre, Kalo Cazacielo, un chamán bien experimentado, y mentor de Koya, fue capaz de comprender la magnitud del asunto que afectaba a su hijo, aún con el consejo de sus compañeros: creía que los espíritus buscaban comunicarle algo de suma importancia a su hijo, pero que no lo tenían fácil. Su madre, una druida llamada Arami Runatótem, no quería saber nada del asunto, lo que ocasionó varios roces familiares que acabaron en discusiones que los mellizos llegaron a oír tanto de día como de noche.

Un día, deseoso de averiguar qué estaba pasando, Koya tomó una decisión:

— Mamá, papá: voy a ir a Mulgore.

— Hijo…

— No les estoy pidiendo permiso: se los estoy comunicando.

— Koya, no sabes ni lo que te está pasando ni lo que hay allá afuera.

— Lo sé, mamá, pero los espíritus me llaman para que vaya a Mulgore, y como chamán, debo responder a ese llamado.

— ¡Será peligroso! ¡No puedes ir solo!

— Ya soy un hombre, mamá, y sé cuidarme solo: soy un chamán bastante hábil y sé manejar un arma.

— No puedo discutir con eso, hijo.

— Kalo… No me digas que consientes que nuestro hijo vaya solo.

— No irá solo: yo lo acompañaré.

Powaq interrumpió la conversación de los tres, dejándolos sorprendidos, pero más aún a su madre, y a su hermano, quien lucía algo molesto.

— ¡No, Powaq! ¡No tienes que ir!

— Tú no quieres que vaya solo, mamá. Y Koya es mi hermano: no pienso dejarlo desprotegido.

— Esto es cosa de chamanes: no creo necesitar tu ayuda.

— Por el contrario… -asintió su padre- Que viajen los dos juntos será más seguro para ambos: se protegerán el uno al otro.

— Papá…

— O vas con Powaq, o no vas, Koya. -sentenció con un pisotón de su pezuña derecha- Será cosa de chamanes, pero sigo siendo tu padre. Y ni yo ni tu madre podemos darnos el lujo de viajar sin desatender las cosas aquí.

— Descuida, mamá: cuidaré a Koya en todo momento.

— Bien… -miró a su hermano- Iremos en tres días: prepara tu equipaje.

— De acuerdo: tendré todo listo para entonces.

Fin del Flashback


— No hace falta que me lo recuerdes -frunció el ceño- Eso fue horrible.

— ¿Entonces por qué lo haces?

— Porque siento que es mi deber. -le respondió a secas- Velo como un viaje espiritual como los que hacían nuestros ancestros.

— Ajá… Un viaje espiritual a un páramo radiactivo. -rió de mala gana- Koya: Mulgore es un páramo estéril; dudo que algo haya sobrevivido a semejante bombardeo atómico que lanzaron sobre esas planicies. Sin mencionar los misiles de los Renegados y su sucia Plaga. ¿Esperas en verdad encontrar algo allí? Tal vez sufras solo algo de estrés o…

— O tal vez ocurra algo de lo que tratan de avisarnos, y sólo yo pueda recibir el mensaje.

— ¿Siempre te quieres sentir especial?

Koya no respondió, prestando más atención a la parte superior del muro y a cualquier señal de actividad, que no tardó en ocurrir.

Una de las guardianas del muro bajó junto a ellos para interrogarlos: era una elfa nocturna cuyo uniforme era idéntico a al de las Centinelas del pasado, pero que cubría más de su cuerpo y tenía un aspecto más blindado. Si bien usaba arco y flechas de resistente metal, lo normal era que usaran armas láser de gran calibre. Lo que los mellizos sospechaban -y tenían razón- era que dicha armadura, además de protegerlas, cubrían también ciertos defectos de la Guerra, pues muchas Centinelas habían sobrevivido al Holocausto, pero con evidentes señales de efectos secundarios como quemaduras de tercer grado, cicatrices, pelo caído, ceguera en uno o ambos ojos, entre otros.

Estas Centinelas, junto a varios guerreros tauren, custodiaban el muro que separaba a Feralas del territorio de Mil Agujas.

— ¿Qué hacen aquí? -les preguntó la centinela con clara severidad- No hay nada que ver: regresen a sus casas.

— Vamos a cruzar el muro.

— ¿Disculpa, tauren? -la centinela preguntó a Koya de manera irónica- Creí haber escuchado que "van a pasar el muro."

— Así es. Déjanos pasar, por favor.

— Con mucho gusto: sólo muéstrame la autorización firmada del Alto Consejo de la Mancomunidad Hyjal que solicita permiso para darte el paso libre y con gusto te abriré la puerta. O como mínimo, un documento que te identifique como comerciante nómada autorizado. En caso contrario, regresa a tu casa y no me hagas perder el tiempo.

— Tengo una misión espiritual que cumplir; con eso es suficiente.

— Koya… No la hagas enojar.

— ¿Una qué? ¡Keera, ven aquí! ¡Tú sabes tratar a los tuyos!

Una tauren, con el mismo uniforme que la elfa, bajó inmediatamente de la cima del muro. La elfa le informó de todo lo que los mellizos le habían dicho.

— ¿Un viaje espiritual fuera del muro? -les preguntó la tauren- ¿Es en serio?

— Si, y es importante que lo haga. Siento que hay algo allá afuera que debo descubrir.

— Comprendo, pero allá afuera solo hay un mundo muy hostil regido por la muerte. Dudo mucho que encuentres algo.

— Debemos averiguarlo, ¿No?

— Las reglas dicen que no debemos dejar pasar a nadie sin autorización. -comentó Keera- Sin embargo, en vista de que será una mayor pérdida de tiempo convencerte de lo contrario, haremos como que tú y tu hermano son comerciantes que irán al Yermo.

— ¡¿Qué?! -gritó la elfa, sorprendida por la decisión de su compañera- ¿Estás completamente loca? ¿Sabes que les podría pasar?

— Claro, Elois; y ellos también. -dirigió la mirada a los mellizos- Están advertidos que si regresan, y vemos que representan una amenaza para la Mancomunidad, los mataremos. -concluyó tajantemente; luego se dirigió a uno de los puestos de control y oprimió un botón- Vayan bajo su propio riesgo, y que la Madre Tierra los proteja.

Los mellizos comprendieron la advertencia de las guardianas y cruzaron el umbral que unía a su hogar del mundo exterior. Una vez fuera, dieron un último vistazo al frondoso bosque verde antes de que la enorme puerta de grueso metal se cerrara. Ahora estaban fuera: detrás, estaba el muro que protegía su hogar, y uno de los pocos lugares intactos tras el Holocausto de Azeroth; adelante, una pequeña playa de arena que miraba hacia las aguas salobres que cubrían Mil Agujas.

Gigantescas rocas, desprovistas de vida vegetal, sobresalían del agua como inmensas torres semisumergidas. Ya en la playa, Powaq preparó un medio de transporte adecuado para iniciar el viaje: un bote inflable con un pequeño pero efectivo motor.

— Explícame de nuevo por qué no volamos.

— No tenemos monturas voladoras, Koya, y sé cuánto pesas: no pienso llevarte volando. Y dudo que en este recorrido de cientos de kilómetros lances tu hechizo de Caminata sobre el Agua cada 10 minutos.

— Bueno, tienes razón. -miró la muñeca de su hermano mientras este colocaba el motor en el bote recién inflado- ¿Eso es un Gnoblin Guy 5000? -Powaq asintió, mostrándole otro par- ¿Cómo demonios los conseguiste?

— Yo los hice con chatarra reciclada y la ayuda de un manual: no por nada practico ingeniería desde que era un niño, hermano. Este es para ti: con el podremos llevar más carga sin problemas.

— Muchas gracias -Koya se colocó el dispositivo electrónico de muñeca- Ahora dime, ¿Cómo llegamos a Mulgore?

— Para alguien que dice realizar un viaje espiritual, anda muy perdido sin guía. -lo sermoneó su hermano; Koya lo ignoró frunciendo el ceño- Pues unos comerciantes con los que hablé mencionaron un asentamiento de la Tecnocracia de los goblin y gnomos más al este, donde se hallaba el pueblo Viento Libre.

— Entonces esa será nuestra primera parada.

Powaq colocó el bote en el agua para poder subirlo; una vez adentro, encendieron el motor y se pusieron en marcha. Su viaje apenas daba comienzo.


Notas de autor:

- Koyaanisqatsi: significa «Vida fuera de equilibrio» en el dialecto de los hopi, antigua tribu americana que habitaba en la meseta central de EEUU.

- Powaqqatsi: «La vida en transformación» en el dialecto de los hopi, antigua tribu americana que habitaba en la meseta central de EEUU.

- Arami: nombre ambiguo -se usa más para femenino- de origen guaraní, que significa: "pedazo de cielo", o "mi cielito."

- Kalo: Guaranización del nombre Carlos.

- Gnoblin Guy 5000: También conocido como "Gnoblin 5000", es una referencia al Pipboy 3000 de Fallout 3, que al igual que el mismo, fue diseñado para dirigir la condición y estado del usuario, permitiéndole almacenar objetos, acceder a notas recogidas, así como monitorizar el estado de las armas y la munición que utiliza y monitorear los signos vitales. También puede servir de mapa -algo desactualizado, eso sí- y sintonizar señales de radio si las hubiere. En esta versión, como su nombre lo indica, fue fabricado por goblin y gnomos antes de la Guerra, combinando tecnología con magia.