Nota: creo que este es un poquito OoC en Temari. Además, canon-divergente (Shikamaru y Temari no están casados y tienen ~30 años).
17. Besar como distracción.
—Oh, Kami, no sabía cuánto necesitaba esto.
Temari se hundió más en el agua caliente, deteniéndose hasta cuando sus mejillas rojas quedaron al nivel de la superficie y disfrutando la sensación relajante en sus agotados músculos. Habían sido meses de arduo trabajo de oficina y preparación de documentos y permisos, y por fin ese era su último día en Konoha antes de regresar a su amada Suna y volver a recordar la suavidad de su cama y la voz de Kankurō y Gaara.
—Lo sé, Temari-san, siento como si estuviera muriendo. ¿Cree que nos darán unas largas vacaciones? ¡Ah! Podría ir a visitar Suna, ¿no lo cree? Podría ser tan divertido.
Ante la muy femenina voz, Temari intentó silenciar un gruñido resultando en burbujas sobre el agua a la altura de su rostro, y con algo parecido al desencanto observó hacia donde estaba su asistente. Su ex-asistente temporal.
La adolescente —al menos quince años más joven que ella— era una diligente kunoichi, sin duda, pero Temari también estaba agradecida de que ese fuera el último día en que compartirían el mismo aire por tanto tiempo. La kunoichi, Keiko del clan Yamanaka, era peor que Ino en el sentido que hablaba y hablaba y hablaba como si fuese su razón de vida, como si no hacerlo literalmente resultaría en dejar de respirar. Al inicio Temari optó por no ser directa ni mandarla a volar con su abanico —especialmente cuando hablaba sobre cuántos enamorados había tenido, ordenándolos del más al menos amoroso— porque había imaginado que se acostumbraría tal y como había sucedido años atrás con Ino, además Keiko era especialmente hábil en redactar cualquier contenido diplomático y obtener información de forma rápida en comparación a otros previos asistentes, así que en la ponderación de las cosas eran más las buenas que las molestas.
Para la segunda semana de trabajo el corazón de Temari al parecer se había ablandado con los años porque aunque estuvo varias veces a punto de callarla físicamente, los brillantes y alegres ojos de la adolescente siempre habían ganado. Además le recordaba a Matsuri y Yukata con sus siempre soñadoras visiones sobre la vida y la inocencia propia de un Genin al que nada catastrófico le había pasado en la vida.
Y ahora, incluso aunque Temari no respondió ni mostró la más mínima motivación ante el prospecto de tener a Keiko en Suna, la chica siguió hablando sobre lo guapo que le parecía el Kazekage, cuánto soñaba por conocer a alguien así, si era cierto que todos los hombres en el País del Viento eran musculosos, y si eran tan recelosos acerca de sus parejas como se decía.
Temari se hundió más en el agua.
—¡Oh! Y hablando de eso, Temari-san, considero que su esposo no parece del tipo de hombre celoso, siempre lo veo demasiado… —Temari, que escuchó claramente la palabra «esposo», sacó rápidamente la cabeza del agua para observar a su ex-asistente terminar su frase—: relajado, ¿sabe? ¿No debería ser él un poquito más empalagoso? —Keiko entonces pausó ante la expresión que le estaba devolviendo la rubia adulta—. ¿P-pasa algo malo, Temari-san? No quise ser… ¡Perdón! No quise sonar como una entrometida, es sólo que, usted sabe…
Temari no sabía.
¿Esposo? Ella no estaba casada. ¿Había algún idiota por ahí esparciendo rumores que no eran?
—¿Mi esposo? —sólo dijo tratando de rememorar su último fracaso amoroso, el cual había sido hace años así que descartaba alguna reciente jugada sucia por parte del Consejo de Suna en sus políticos deseos por asegurar un posible heredero, aún más si había un chance de que naciera con control de arena.
—Uh, sí… ¡Quiero decir! Esperaba, ya sabe, ¿que al menos la besara así fuera una sola vez? Quiero decir, cuando la visita. Aunque, bueno, supongo que los hombres se vuelven menos cariñosos con los años, ¿cierto?
—Keiko, cállate un momento.
Sí, quizá los hombres se volvían menos cariñosos, por ejemplo si perdían a su esposa en un tercer parto, tenían difíciles decisiones que tomar para la Aldea que gobernaban y un hijo con una bestia dentro, sí, seguro que dejaban de serlo con las personas a su alrededor.
Ella, por su parte, no tenía la suficiente experiencia para saber si un hombre se volvía menos afectuoso con su pareja al pasar cierta cantidad de años. Y tampoco estaba —aunque no tan evidentemente, al parecer— casada. Lo más cercano que había tenido hasta ahora de una duradera y cercana relación no familiar había sido Shikamaru, pero nunca se habían siquiera besado así que–
Oh. Un segundo. Sólo un segundo más.
—Así que, mi esposo… ¿Shikamaru Nara?
Keiko pareció no captar su tono de pregunta, sólo tomó las palabras de Temari como una reanudación a la conversación.
—Aunque, bueno, es cierto que la deja seguir viajando por todos esos lugares, y además visitar Suna; definitivamente también quiero algo así y no ser cuestionada de mi libertad. Si me caso quiero seguir teniendo misiones, ¿sabe? Y es lindo cómo la mira. La vez pasada nos trajo algo para comer cuando se hizo tarde, ¿recuerda? Eso fue lindo, no como mis compañeros de equipo, o Haru-kun, ¿sabe? Nara-san parece ser… —Keiko siguió comentando más cosas acerca del supuesto matrimonio entre Shikamaru y Temari como si fuera la cosa más natural posible, como si fuese algo que ya había comentado con otras personas, una verdad absoluta.
Tan absoluta que era cierto que Temari sólo había pisado Suna una totalidad de cincuenta días ese año y cuando se encontraba en Konoha se veía con Shikamaru casi cada día.
Temari se fue hundiendo poco a poco hasta meter del todo su cabeza y dejar de escuchar a Keiko, simplemente acabando de darse cuenta de algo.
.
El supuesto último día en Konoha se extendió por al menos otra semana más; habían llegado de Kumo unos últimos requerimientos importantes y necesitaban su revisión.
Temari, habiendo registrado su salida del apartamento que usualmente alquilaba, sin reservación de último momento y altamente sesgada por las palabras de Keiko grabadas por toda una eternidad en su mente, aceptó quedarse en la casa de Shikamaru sólo para evidenciar que, efectivamente, encajaban a la perfección en una hogareña cotidianidad de jugar a la casita.
Aún así para el sexto día Temari realmente estaba a punto de hacer volar a su otra-vez-asignada-asistente, especialmente cuando la anterior invitación a las aguas termales que ella sólo había ofrecido a la joven kunoichi por ser supuestamente entonces el último día de agotador trabajo, sólo había motivado a que Keiko ahora intentara invitarla a compartir más tiempo extra laboral juntas.
Temari quien definitivamente ya no era la kunoichi más cruel para ceder a sus impulsos y crear un posible conflicto internacional, los dos primeros días pudo rechazarla con un «Shikamaru me espera en casa», pero en los últimos días la persistencia de la juventud combinada con la ingenuidad quizá iban finalmente a enloquecerla, y cuando la vio acercarse con otras dos chicas tan jóvenes como ella —claramente refuerzos— supo que necesitaba un plan y rápido, algo que desviara su propósito de ser unas molestias, sobre todo cuando lo que más deseaba era un relajante baño y estar en una cama durmiendo.
Lo bueno era que su «esposo» estaba al lado.
Temari lo atrajo hacia ella y lo besó, sintiendo el cosquilleo de su barba y claramente percibiendo en un inicio la perplejidad en él por dicho acto. Él, sin embargo, no se apartó y eventualmente correspondió al inesperado beso; luego de unos segundos más, cuando la mano de Shikamaru empezó a ubicarse en su cintura y Temari abrió un ojo para observar al grupo de chicas pasando de largo en medio de un ataque de risitas y cuchicheos, se alejó de él.
Temari sin poder evitarlo las persiguió con la mirada, en parte admirada de que a pesar de todo el papeleo ese día, Keiko parecía no sufrir de dolor de espalda como ella sí, y sólo retomó su atención hacia Shikamaru cuando lo escuchó carraspear.
—Tem, no tomes esto como que no me gustó, e incluso puedes repetirlo cuando quieras, ¿pero por qué hiciste eso?
Ah, maldición, realmente acaba de hacer eso, ¿cierto?
Temari haciendo una mueca de dolor sacudió un imaginario polvo del hombro de Shikamaru.
—Es una larga historia.
—Bueno, cuéntamela de camino a casa —propuso él entonces tomando con suavidad la mano de ella.
Y quizá —aunque no ese día— Temari también debía averiguar qué tan bien encajaban en una saludable rutina sexual de pareja.
