EPILOGO

A veces, cuando miraba hacia el pasado, se preguntaba si realmente había tomado la decisión correcta. Si era realmente honesta, sabía que se había equivocado en incontables ocasiones, por ejemplo, al ser modelo, o al estudiar una carrera que no le gustaba. Pero sabía que en eso no se había equivocado.

El haber terminado con Ryo hacía ya casi diez años había sido la decisión correcta, haber empezado una relación con Jenrya había sido la decisión correcta. Y haber terminado con Jenrya hace cuatro años también había sido la decisión correcta.

Ese día, de pie frente al espejo, en una hermosa habitación, en un país que no era el suyo, lo supo. Había tomado muchas malas decisiones, pero esa era correcta.

Habían pasado ya nueve años desde que Takato y Juri se casaron en una hermosa boda. Poco después de eso, Ruki se dio cuenta de que realmente odiaba ser modelo y también estaba empezando a odiar estudiar leyes. Así que dejo ambas carreras y empezó a estudiar Ingeniería Telemática. En parte porque amaba los videojuegos y quería aprender a desarrollar softwares, pero sobre todo porque quería de verdad intentar comunicarse de nuevo con el mundo digimon.

Jenrya había sido su ancla, su apoyo y su maestro. Él empezó su maestría en Ingeniería Aplicada justo cuando ella empezaba su nueva carrera, así que fue de gran ayuda. Para este punto ya vivían juntos. Su relación parecía ir de maravilla y a Ruki no le costaba decir que fueron de los momentos más felices de su vida.

Cuando terminó la carrera, uno de sus profesores la invitó a trabajar en un proyecto internacional en Estados Unidos, al mismo tiempo que recibía una beca en una universidad de la Ivy Ligue para estudiar un Master en ingeniería de software; y aunque le dolió separarse de Jenrya, ambos sabían que el que ella estuviera siguiendo sus sueños era algo hermoso y esa oportunidad no se tenía que desperdiciar. Mantuvieron una relación a distancia por unos cuantos meses, pero sus trabajos y la diferencia horaria hicieron que terminaran, aun cuando seguían siendo los mejores amigos y se mensajeaban continuamente para charlar, sobre todo.

Jenrya también salió de Japón por trabajo, pero él fue a Alemania. Ahí conoció a una hermosa modelo y antes de siquiera presentársela oficialmente a sus amigos, ya estaban esperando un hijo. Se casaron poco después de que el pequeño Ancel naciera.

Aunque Ruki solía molestar a Jenrya diciéndole que tenía un tipo con las modelos, la realidad era que le dolía que él la hubiera superado tan rápido. Olga, la esposa de Jenrya, era hermosa y parecía amarlo, pero una parte de Ruki no la terminaba de aceptar, ni le terminaba de agradar. Tal vez solo era porque ella era la ex, y Olga la actual, o por ser la razón de que su mejor amigo decidiera establecerse de manera oficial en Alemania, donde era el CEO de una empresa de telecomunicaciones que lo mantenía ocupado y algo alejado del resto de los niños elegidos.

Takato y Juri también habían tenido descendencia. Un hermoso par de mellizos apenas un año mayores que el hijo de Jenrya. Juri era maestra en un kínder, y Takato administraba la panadería/cafetería de sus padres. Hirukazu y Kenta seguían muy unidos a ellos y aun seguían solteros.

Ella, por su parte, había logrado llegar a la cúspide de la ingeniería mundial: la NASA. Aun se encontraba estudiando su doctorado cuando la NASA la busco para diseñar un software de confianza para poder controlar ciertos satélites a distancia. Ella había aceptado gustosa. Hacia menos de un año que la habían mandado a la estación de Tahití, y fue ahí donde se volvió a encontrar con Ryo.

Habían pasado casi dos años desde que se vieron, en la boda de Jenrya, y había sido casi como un acto del destino. Había decidido tomarse un par de semanas por Bora Bora, como autorregalo de cumpleaños 32, había salido a divertirse y se había dejado ganar por las hermosas vistas de la Isla, cuando una noche, caminando por la playa de camino a su bungalow se topó de frente con un tipo que trataba de fotografiar la luna. Fue casi mágico. Platicaron toda la noche y cuando las palabras se acabaron y empezaron los besos y las caricias no pudieron detenerse. Fue como si sus cuerpos se reconocieran después de tantos años separados.

Pasaron juntos el resto de sus vacaciones, y cuando Ruki tuvo que regresar al observatorio, Ryo la siguió. Estuvieron juntos todo un mes hasta que Ryo tuvo que viajar a Australia, y como si el destino los estuviera obligando a estar juntos, Ruki fue mandada a Yarragadee a tan solo dos horas de donde Ryo estaba haciendo una importante campaña. Se encontraron todos los fines de semana de ese mes, y cuando a Ruki le dieron luz verde para continuar su trabajo de manera virtual, Ryo le propuso matrimonio, bajo las estrellas de Mingenew, Australia. Ella, por supuesto aceptó.

Fue hasta entonces cuando les contaron a sus amigos. Hasta ese momento ninguno sabía que se habían rencontrado, ni que habían regresado a estar juntos, así que fue una sorpresa para todos, que pronto los felicitaron y pidieron más detalles del casual reencuentro y del nuevo compromiso. Su madre y su abuela y el padre de Ryo también fueron avisados y los tres estaban tan emocionados que viajaron hasta Australia para festejar su compromiso. Durante los siguientes meses viajaron por todo el mundo. A veces Ruki tenía que ir a alguna base u observatorio, y aunque Ryo no siempre podía, trataba de acompañarla siempre.

Para cuando tuvo que ir a instalar su programa en un observatorio de Hawái, a Ryo se le hizo una idea fantástica celebrar ahí su boda. Ella tenía que permanecer ahí al menos dos meses, tiempo suficiente para que Ryo organizara todo y para que sus amigos y familia se programaran para viajar.

Esa noche, de pie frente al espejo, a unas cuantas horas de casarse con Ryo, y mientras reflexionaba sobre los cambios de su vida en los últimos diez años, alguien llamó a la puerta. Sabía quién era aun antes de abrir.

—¡Jen, viniste! —Le dijo mientras le echaba los brazos al cuello y se hundían en un abrazo.

—¡No me lo perdería por nada! —Le dijo este mientras inhalaba su aroma. Siempre le había encantado el aroma de Ruki, durante muchos, muchos años había sido su droga. —¿Cómo estás?

Ruki se separó de él y lo invitó a pasar. Probablemente, a los ojos de cualquiera, invitar a pasar a tu habitación, a tu exnovio, una noche antes de casarte con otro, no parecería una buena decisión. Pero ese era Jenrya, su Jenrya. Y estaba segura de que a Ryo no le importaba.

—Ahora que estas aquí, menos nerviosa. ¿Dónde está mi sobrino?

Jenrya se sentó en la cama y se desabotonó los dos primeros botones de la camisa. Lucia genial. Sabía que desde que había conocido a Olga se había vuelto más cuidadoso con su aspecto físico, no que no lo fuera antes, pero parecía que ahora los estilistas eran parte de su día a día. Después de todo, en Alemania su mujer y él tenían una especie de status de celebridades.

—Con los mellizos, comiendo de todo en el bufet. Olga se alegró mucho de que tú y Ryo no quisieran una boda sin niños. No nos hemos separado nunca de él y no estamos preparados para hacerlo.

Ruki le dedicó una sonrisa trémula. Trataba de que Olga le cayera bien, pero el hecho de que Jenrya parecía no poder decir más de tres oraciones sin mencionarla la irritaba. Recordó como hacía años le había dicho a Ryo que esperaba que encontrara una buena mujer, aunque no esperara que a ella le cayera bien, y lamentó no haber advertido de lo mismo a Jenrya. No era que Olga fuera mala, no. Mas bien no creía que nadie fuera lo suficiente para Jen.

—¿Alguna vez te va a caer bien? —Le preguntó este, con una sonrisa divertida.

—Déjame ponértelo así: si mañana me estuviera casando con un astronauta ruso, en vez de con Ryo, ¿Estarías igual de feliz por mí?

—¡Dios no! —gritó entre risas —Vale, entiendo a qué te refieres.

—Aun así lo intento, porque de verdad amo a Ancel. Y Se que Olga es una mujer genial por no odiarme.

—Yo no estaría tan seguro de ello. Durante todo el viaje se la paso preguntándome si de verdad no iba a interrumpir la boda.

Ruki rio, y se sentó a su lado, recostando su cabeza en su hombro. La fiesta previa a la boda, o el ensayo de la boda como a los americanos les gustaba llamarla, estaba a punto de empezar. Sin embargo, amaba poder estar a solas con su mejor amigo. El único hombre que pudo llegar a amar casi más de lo que amaba a Ryo.

Lo extrañaba tanto, aun cuando hablaban casi todos los días, y poder estar a solas por última vez la llenaba de valentía. Todavía recordaba haber hecho algo muy similar el día de la boda de él. Llegar a la habitación del novio y darle valor de salir a casarse con una mujer que no era ella. Y le hiso prometer hacer lo mismo si en algún momento ella también se casaba.

—¿Recuerdas cuando empezamos a salir y tenías miedo de que no funcionara, porque podíamos arruinar nuestra amistad? —Le preguntó él después de un largo momento de silencio.

—Si.

—Me encantaría poder viajar en el tiempo para poder decirnos que lo que tú y yo tenemos, es más fuerte que cualquier cosa, distancia o situación. Puede que ambos estemos con otras personas ahora, pero ¿sabes? Siempre supe que tú eres mi alma gemela, Ruki.

Ella sonrió. Él tenía razón. Amaba a Ryo y nunca se había podido ver casada con nadie más que con él. Pero Jenrya siempre iba a ser su mejor amigo, su ancla, su alma gemela.

—Lo se.

La boda había sido hermosa, no tan grande como la de Takato y Juri, y no tan elegante como la de Jenrya y Olga, pero al parecer de los novios, perfecta. La madre de Ruki había dado un emotivo discurso de como pensó que su hija se había vuelto loca cuando dejo su carrera de modelo y sus estudios de leyes para ser ingeniero en software, pero como había retomado la cordura al regresar con Ryo. Y el padre de Ryo agradeció públicamente a Ruki, por ser la única mujer que amaba al vagabundo de su hijo. Y todos rieron cuando Kazu dio un larguísimo discurso sobre como siempre había admirado a Ryo, pese a su horrible gusto en mujeres, y Ruki se defendió diciendo que para tener el gusto por las mujeres primero debías acostarte con una mujer. Takato y Jenrya contaron anécdotas de cuando eran niños perdidos en el digimundo, y de la vez que los cuatro salvaron el mundo. Todos lloraron un poco al recordar a sus digimons por quienes Ruki y Jenrya seguían trabajando día a día, en busca de poder contactarlos una última vez.

Al final, cuando todos se fueron a descansar, y cuando los novios se dispusieron a dirigirse a sus aposentos, caminaron por la playa de la mano, disfrutando el fin del perfecto día.

—Siempre pensé que este día llegaría cuando tu dejaras de ser tan material y cuando yo dejara de ser tan etéreo… Pero lo logramos sin perder nuestras identidades.

—Eso sonó ridículo —rio ella mientras lo empujaba levemente. —Pero se a lo que te refieres. Aunque no me arrepiento de nada. Se que si no hubiéramos terminado hace años, hoy no estuviéramos juntos.

—Si, nos hubiéramos destruido. Necesitábamos estar separados, probar con otras cosas, otras personas incluso, solo para poder tener la seguridad que hoy tenemos el uno en el otro.

—¿Así que, que sigue, señor Akiyama?

—Lo que usted quiera, señora Akiyama. No me molestaría tener un hijo. Los bebes de Takato y Juri y Jenrya son adorables.

—Bueno, a mí no me llama mucho la atención eso de ser madre, pero podremos esperar un par de años y ver qué pasa. ¿Qué piensas sobre comprar una casa?

—¿Y no vivir ahí nunca?

—Solo para, ya sabes, tener a donde llegar algún día, si nos sentimos cansados. Como una especie de muelle.

—Entonces tiene que ser en Tokio, no solo porque es nuestro lugar, sino porque cuando tu y Jenrya avancen mas en sus investigaciones, ahí es donde volveremos a contactar con el digimundo.

Ruki le sonrió a su esposo y lo jaló en un abrazo.

—Si, vayamos a Tokio.


Y aqui doy por finalizada esta historia.

Gracias a todos los que la leyeron, a los que la siguieron y a los que comentaron. Se con seguridad, que no a todos les va a gustar mi final. Pero debo decir que es el final que SIEMPRE pensé para esta historia. Así que ojalá que les agrade.
GRACIAS POR TODO. Nos leemos despues. (espero).