Despertó con el sol de la mañana dándole en la cara, azotándolo de cierta manera. Hizo esfuerzos sobrehumanos para abrir los ojos. Estaba desorientado y aturdido, pero mucho menos que las primeras veces.
Con el paso de las lunas llenas a lo largo de los años, los efectos matutinos de las transformaciones fueron haciéndose cada vez más tolerables. Eran lo más parecido a una resaca después de una noche de ebriedad plena. Y, la verdad, es que a Beyond no le molestaba despertar a mitad de la mañana desnudo, en un campo deshabitado y con el cuerpo arañado y golpeado después de haber sufrido la transformación.
Sufrido. Esa palabra que solía usar Elle para describir el proceso de metamorfosis le sentaba fatal. Si existía el sufrimiento, y este abundaba en la faz de la Tierra, Beyond podía estar seguro de que ser un licántropo era todo lo contrario; era una bendición.
Pensaba distinto a Elle, quien odiaba la llegada de la luna llena, la aborrecía. Aunque Beyond intuía que lo que aquejaba a su hermano mayor era un sentimiento asqueroso de remordimiento, culpa y… miedo.
Miedo de dejarse ser. Miedo de matar. Miedo de despertar con sabor a sangre en la boca. Sangre ajena. Sangre de un humano. Quizás fuesen los recuerdos los que lo atormentaban de esa manera, quizás la muerte de Watari tuviese algo que ver.
En cambio, él estaba orgulloso de ser un hombre lobo una vez al mes. Si por él fuese, lo sería todos los días. Amaba la sensación adrenalínica que la transformación despertaba en su cuerpo. El terror en las caras de sus víctimas era tan extasiante que le despertaba adicción incontrolable. Buscaba revivir ese momento una y otra vez. No podía pelear contra la necesidad voraz de verlos huir desesperados por sus vidas. Esa sensación le hacía perder el juicio y cualquier ápice de humanidad en él quedaba de lado, y era reemplazado por su necesidad de satisfacer el instinto salvaje que lo dominaba.
Ningún recuerdo quedaba guardado en su memoria, absolutamente nada.
Despertaba por las mañanas con el sol en la cara, justo como en ese momento, y sentía un sabor metálico en la boca. Un sabor que le fascinaba. Y entonces entraba en la cuenta de que había devorado el corazón de una persona, el de dos, el de tres… ¡Cuantos más, mejor!
Se despabiló después de escuchar a alguien tosiendo a un par de metros suyo.
—Voy a vomitar. —Era la inconfundible voz de Matt. Beyond desvió la mirada y lo vio recostado en el suelo bocabajo.
La desnudez de ambos les permitía sentir la calidez de la brisa acariciando sus cuerpos lastimados, amoratados y rasguñados. Estaban acostumbrados a que sus ropas se rasgaran después de las transformaciones; la desnudez de otro o la suya propia no era de extrañar. Tampoco lo eran las heridas profundas en sus brazos y pecho. Ni el hecho de estar saboreando los restos de sangre que habían quedado la noche anterior en las grietas de sus labios.
Beyond se enderezó y observó a su alrededor para orientarse. Cayó en la cuenta de que estaba a apenas unos metros de la Wammy's House, por lo tanto no le costaría mucho llegar.
Empezó a caminar en sentido contrario a Matt.
—Levántate o te quedarás ahí —le dijo sin prestarle mayor atención—. Yo no pienso llevarte.
Matt volvió a quejarse una vez más y hundió la cabeza entre los pastos. El estómago se le estrujaba. Debió hacer esfuerzos sobrehumanos para incorporarse sin vomitar.
—¡Apúrate! —gritó Beyond desde la distancia. Su voz se oía cada vez más lejos.
—Ya voy —contestó Matt de manera entrecortada. Se aferró al tronco de un árbol y de esa manera logró incorporarse—. Maldito cabrón —murmuró al rato, seguro de que Beyond estaba demasiado lejos como para oírlo.
Se enderezó debidamente y empezó a caminar. Al principio le resultó difícil y se tambaleó, pero luego de lanzarse a la marcha logró recuperar el equilibrio.
Beyond fue quien entró primero a la Wammy, y dando un portazo. No esperó a Matt, quien atravesó la puerta al rato, luciendo pálido. Se dirigió al sillón que había en el comedor. Se arrojó sobre él como una bolsa de papas y se cubrió la cara con un cojín.
Sintió la presencia de alguien parado a su lado.
—¡Demonios! ¡Te ves terrible! —exclamó Mello. Bajaba las escaleras cuando lo vio. Estaba vestido con una musculosa negra que daba la sensación de acrecentar sus fornidos músculos, y los jeans holgados que llevaba puestos eran ideales para el clima caluroso de ese día. Miró a Matt de reojo y se percató de que, efectivamente, estaba desnudo—. ¡Vístete! —gruñó, como si le suscitara repudio verlo de esa manera; se ruborizó de pies a cabeza y le arrojó una sábana que había quedado olvidada en el brazo de un sillón. Luego, fue a sentarse al sofá de al lado.
—Siento que voy a morir —confesó Matt, quien a duras penas logró cubrirse de manera decente con la sábana—. Creo que tengo fiebre.
—Bueno, eso es normal por ser la primera vez —dijo Mello rodando los ojos. Le dio un mordisco a la barra de chocolate que tenía en la mano. Matt no dejaba de gemir adolorido.
—¿Cómo sabes qué es lo "normal"? —preguntó Matt—. Tú nunca has comido corazón humano.
Mello volvió a rodar los ojos y lanzó un suspiro cansado.
—Lo sé porque Elle me lo dijo —contestó. Matt no replicó, estaba tan descompuesto que se retorcía en el sofá—. ¡No hubieses ido!
—¡¿Cómo que no?! —dijo Matt de repente, todavía con la almohada aplastándole la cara y haciendo que su voz se oyera distorsionada—. ¡Estuvo genial! Besé a algunas chicas y, bueno, después pasó lo inevitable.
Mello lo miró de arriba abajo y le dio otro mordisco a su barra de chocolate.
—Deberías ir a ducharte —le aconsejó, enarcando una ceja—, antes de estar hablando de chicas, ¡salido! Tienes que desinfectar las heridas.
Matt gruñó, pero admitía que Mello tenía razón. Las lastimaduras de las transformaciones eran algo a lo que tanto él como Mello estaban acostumbrados, sin embargo siempre había experimentado la metamorfosis estando adentro de su celda en la Wammy´s House. Era la primera vez que dejaba que su licantropía vagara en libertad.
—¿Dónde está Beyond? —preguntó Matt de repente, todavía aquejado. Empezó a retorcerse otra vez. Las ganas de vomitar lo asaltaron de repente y con urgencia.
—Lo vi subir a su habitación.
—La próxima vez que vaya… —murmuró Matt—, quiero que me acompañes —suplicó.
—¿Para terminar así? —Mello señaló a Matt con el dedo índice—. ¡No, gracias! Paso.
—¡No seas cagón! —renegó Matt a la defensiva.
—No es miedo, bobo. Es sentido común, del más básico —dijo, rodando los ojos—. Sabes que Elle no me dejará ir. Es muy estricto con eso de la mayoría de edad.
Un silencio meditativo los invadió.
—Lo sé —gruñó Matt al rato—. Beyond dice que esas son estupideces de Elle, y yo también lo creo. Deberías venir la próxima. No falta nada para que cumplas dieciocho —insistió—. ¡Vamos! Que ya te viene haciendo falta un poco de tequila, juerga y sexo. Estás hecho una monja aquí.
Mello rodó los ojos. Entendía el punto de vista de Matt, él era su mejor amigo desde el primer momento que se conocieron; habían vivido cientos de experiencias juntos. Buenas y malas, y el hecho de pasar las transformaciones encerrados, sin que nadie del exterior los viera, era algo que se había vuelto normal para ellos con el paso de los años.
Pero, según Beyond, ya era hora de que ambos pasaran al siguiente nivel, de que hicieran "cosas de licántropo adulto", de que participaran de las fiestas de la luna y comieran corazones humanos. "¡Carne de verdad!" como solía decirle él. Pero Elle se oponía, y Mello entendía por qué: los amaba demasiado, tanto como si fuesen sus hermanos de sangre, y dado que Elle odiaba ser un licántropo, verlos a ellos en la misma situación le provocaba remordimiento.
Beyond detestaba la actitud de Elle. Solía decir que era un traidor, porque negaba su esencia. Matt también lo creía y hasta incluso había veces que él mismo aborrecía el punto de vista de Elle. Aunque lo quería demasiado como para desobedecerlo.
—¿Qué tal ustedes? —preguntó Matt, sacándolo de sus pensamientos. Ya empezaba a sentirse mejor o, al menos eso creyó Mello al ver que el color volvía a la cara de su amigo—. ¿Cómo pasaron la noche ustedes dos?
Mello observó las marcas de las guillotinas en sus muñecas. Eran de un color violáceo amoratado por ser ese el día siguiente a la transformación; se deshincharían con el paso de los días.
Hacía años que esas marcas estaban ahí y lo seguirían estando; pasar las noches de luna llena encerrados en una celda individual en el sótano de la Wammy era algo a lo que Mello estaba ya acostumbrado. Elle siempre lo había creído necesario para los menores de edad. Hasta incluso Elle mismo solía encerrarse ahí, siempre que podía, en vez de participar de las fiestas de Beyond. Mello estaba al tanto de lo mucho que Elle aborrecía andar por la vida matando personas.
—Normal, como siempre —respondió con voz apagada—. Elle nos dejó corazón de venado antes de irse. —Hizo silencio de repente cuando se percató de su presencia en lo alto de las escaleras. Echó un vistazo hacia arriba—. ¡Sé que estás ahí husmeando! —exclamó con fastidio. Matt se quitó el almohadón de la cara y echó un vistazo arriba.
Near bajó las escaleras con la tranquilidad que lo caracterizaba. Vestía las ropas más sofisticadas de ese orfanato, y las lucía con unos aires de soberbia y grandilocuencia que a Mello lo sacaban de quicio.
Se les acercó a paso lento. Se puso a un lado de Matt y lo observó con detalle. El estómago de Matt hacía un ruido que podría escucharse a kilómetros. Volvió a hacer arcadas.
—Si Mello acepta ir contigo a la próxima fiesta, vendrán los dos en este mismo estado. —Near arrastraba las palabras con deje de superioridad—. Háganlo, así puedo reírme de ustedes. —Mello le lanzó a Near una mirada de puñal. Matt no lo soportó más, se enderezó y acabó vomitando en la alfombra. Y, con ello, manchó la punta de las zapatillas de Near—. Menudo asco… —murmuró el albino, con la mirada perdida en un punto inexistente.
—Nadie pidió tu opinión, enano —soltó Mello con desprecio—. Tienes envidia porque a ti te faltan tres años para participar de una de las fiestas —finalizó. Recostó su cabeza sobre el respaldo del sofá, en una posición muy relajada.
Near ni siquiera le prestó atención, continuó viendo a Matt retorciéndose de dolor en el sofá.
—¡Maldición, quiero un cigarro! —gimió Matt, y volvió a acostarse y a cubrirse hasta la cabeza con la sábana.
—Yo diría que, más bien, vayas a desinfectarte las heridas —dijo Mello, insistiendo con ello.
Near se llevó un dedo al pelo y se jaló un bucle.
—No aún —respondió Matt—. Todavía no tengo fuerzas para levantarme —dijo, adolorido. Se incorporó nuevamente y lanzó otro vomito directo a la alfombra. Mello rodó los ojos.
—Iré a hacerme un té —anunció Near, y caminó con despreocupación hacia la cocina.
Calentó el agua en una pava sobre una de las hornallas y, mientras esperaba que se enfriara, sujetó un paño cualquiera y se limpió el vómito de la punta de sus zapatillas blancas. Luego arrojó el paño manchado a la basura.
Miró a través de la ventana de la cocina mientras escuchaba la conversación entre Matt y Mello desde el living.
—¡Quiero experimentarlo! —exclamó Mello con entusiasmo—. ¡Quiero comer corazón humano la próxima luna llena!
—Dice Beyond que los hombres lobo que se alimentan con carne humana en vez de carne de venado, adquieren mayor vitalidad. —Oyó decir a Matt. La pava hervía; Near la sujetó y volcó el agua en una taza—. Refuerza extraordinariamente el sistema inmunológico.
Near jamás había oído hablar a Beyond de eso y, a sabiendas de que Mello lo escudriñaría con la mirada si regresaba al living, decidió ir en busca de un testimonio verídico por su propia cuenta. Sujetó la taza de té y caminó hacia el pasillo principal sin ser visto por los otros dos. Luego bajó las escaleras hacia el sótano.
El sótano de la Wammy era lo más similar a un laberinto, dado que desembocaba en muchos pasadizos que dirigían a habitaciones diferentes. Uno de esos pasadizos conducía a las celdas en las que él, Mello y Matt debían encerrarse en noches de luna llena. Aunque eso había cambiado a partir de la semana anterior, cuando Matt cumplió los dieciocho; no más transformaciones en la celda para él.
Los otros dos pasadizos del sótano dirigían a dos habitaciones. Uno de esos cuartos era un pequeño hospital que Watari había creado mientras estaba con vida, con el fin de asistirlos luego de las transformaciones. El otro cuarto era un laboratorio donde Elle acostumbraba pasar la mayor parte del día. Near jamás lo había visto estar más tiempo en un lugar de la Wammy que no fuese ese laboratorio.
No tocó a la puerta cuando llegó al laboratorio. La empujó con delicadeza y entró sin más. Elle estaba sentado de espaldas a la entrada, demasiado concentrado como para percatarse de su repentina presencia. Sujetaba tubos de ensayo, los observaba y escribía con ligereza en un anotador.
—¿Es cierto que alimentarse con carne humana da más vitalidad?
Elle dio un pequeño respingo en la silla.
—¡Dios, Near! —susurró con su penumbroso y pausado tono de voz habitual. El albino bebió un sorbo de té—. ¿Cuántas veces te dije que no hagas eso? —Near no continuó hablando, en cambio caminó hacia Elle y se paró a su lado. Observó los tubos de ensayo, el microscopio y los cientos de papeles desparramados sobre esa mesada de azulejos blancos—. Es cierto —exclamó Elle, y Near no pudo dejar de sentir que había cierto deje de remordimiento en su afirmación, como si hubiese preferido no decirlo. Aunque, más allá de eso, si de algo podía estar seguro Near era que Elle jamás le mentiría. No tenía esa misma confianza con Beyond, por eso siempre buscaba el testimonio de Elle en vez de el de aquél.
—¿Por qué? —insistió en preguntar, pero su atención ya no estaba puesta en lo que había dicho Matt hacía un rato, sino en el pequeño frasco con líquido espeso que Elle tenía en la mano.
—Simple némesis de la naturaleza —respondió Elle encogiéndose de hombros—. Supongo que se debe al hecho de pertenecer a la misma especie. De ahí la "supuesta" vitalidad.
Otra vez era testigo de su padecimiento. Elle delataba ira, resentimiento, angustia, malestar... Near volvió a jalarse otro bucle, como solía hacer cada vez que sus pensamientos lo atacaban como flechazos.
Recién entonces se daba cuenta de un detalle no menor: Elle había asistido a la fiesta de la luna la noche anterior, pero no lo había visto llegar a la Wammy hacía un rato, en el mismo estado deplorable que Beyond y Matt. Es más, era como si Elle no se hubiese transformado en absoluto.
Near entendía que Elle tenía mucha más experiencia en cuanto a las transformaciones, dado que había sido el primer hombre lobo de la manada. Sin embargo, Beyond también llevaba años en ello y no por eso había dejado de sufrir los efectos de la luna llena.
Le echó un vistazo a Elle. No tenía rasguños ni moretones, ni ninguna herida abierta. «Extraño», fue el único pensamiento que atravesó su mente.
—¿Qué tiene ese frasco? —Quiso saber.
Elle no respondió con la rapidez que Near hubiese querido. Dio media vuelta en la silla giratoria y lo miró de manera penetrante.
—¿Cuánto quieres dejar de ser un hombre lobo? —le preguntó con una sinceridad brutal.
Eso remontó a que los pensamientos de Near se dispararan. De los tres más jóvenes, él era el único que parecía sufrir verdaderamente con la llegada de cada luna llena. Mello y Matt parecían haberse acostumbrado a las transformaciones con el correr de los años, sin embargo para él continuaban siendo un calvario.
Se sentía morir cuando los efectos de la licantropía recaían sobre su cuerpo. Era lo más parecido a estar sufriendo convulsiones durante media hora; todos sus músculos se tensaban en espasmos incontrolables mientras lo invadía una ola de calor abrazante que no le permitía ni respirar, lo asfixiaba, y sudaba como si un volcán estuviese erupcionando en su interior. Los huesos le crecían a tal grado que amenazaban con rasgarle la piel, como si no hubiera más lugar en el cuerpo para alojarlos.
Experimentar esa sensación una vez al mes era lo más semejante a morir, según Near. Y lo peor de todo era recapacitar en que sería de por vida. ¿De verdad quería ese padecimiento? ¿Quería ser un monstruo devorador de humanos?
Sus pensamientos eran muy diferentes a los de Beyond, Matt y Mello, quienes sí disfrutaban con la fantasía de salir a matar gente. ¿Pero esa misma fantasía representaba algo para él? Todos los días, desde que tuvo conciencia, se había hecho la misma pregunta. Por otra parte, Near sabía que tenía mayor afinidad con Elle que con cualquiera de los otros tres. Sus formas de pensar eran iguales, también sus formas de comportarse, de hablar, de gesticular y hasta su moral. Si había alguien que entendía su padecimiento, ese era Elle. Y estaba seguro de que si había alguien en el mundo que entendía el padecimiento de Elle, ese era él mismo.
—¿Cuánto? —insistió Elle, mirándolo de manera penetrante.
—Mucho —soltó Near con seguridad. Aunque no hacían falta las palabras, en el fondo Elle sabía la respuesta que le daría. El moreno asintió.
—La próxima luna llena —dijo—, justo antes de empezar a sentir los efectos de la transformación, bébete esto. —Le entregó en la mano el frasco que había capturado la atención de Near desde que entró al sótano. El albino no dijo nada, simplemente asintió sin titubear y observó el recipiente con detenimiento—. No le cuentes a nadie.
—No lo haré.
Por la sonrisa de Elle y la asertividad en su voz –que sonaba más segura que nunca–, Near creía entender qué tipo de efectos tenía esa pócima.
—¿De verdad funciona? —preguntó con escepticismo.
—Compruébalo tú mismo —dijo Elle, todavía sonriendo—. No me transformé anoche —soltó, ¡y como una bomba! Los ojos de Near se abrieron desmesurados. Estaba shockeado. Sus pensamientos habían estado en lo cierto desde un principio: Elle no tenía heridas sangrantes ni había llegado temprano a la Wammy, en estado deplorable, porque efectivamente jamás se había transformado.
Un brillo de esperanza iluminó sus pupilas, y también las de Elle.
