Capítulo veintisiete

Las risas de los niños inundaban el jardín, entre tanto los adultos miraban complacidos su inocente alegría, el castillo de los Grandchester no se había visto tan feliz.

―es una lindura Eleonor, la pequeña Eli está poniéndose más preciosa cada día, ―alabo Bianca.

―me parece mentira que ya casi tenga un mes, ―comentaba feliz Eleonor con la pequeña bebita en sus brazos.

―los hombres de la casa están locos por ella y con justa razón, es la princesita más hermosa que hay, ―decía feliz la Duquesa, ―mi querido esposo y Richard están envueltos en su dedo meñique, ―causando el asentimiento y la risa de todas.

―el tiempo pasa volando, ―suspiro Bianca.

―que planes tienen, ustedes, porque imagino que mínimo Beatriz no podrá viajar, ―quiso saber Eleonor.

―en unas semanas viajaremos a Estados Unidos, William ya está preparando todo, George y Beatriz se quedarán en Londres para encargarse de los negocios en Europa, así pueden disfrutar de la estabilidad que necesita la futura mami, ―respondió Bianca.

―George mando por mi nana, así que estoy más cuidada que nunca, ―explico sonriente Beatriz, acariciando su vientre con ya casi seis meses de embarazo.

―nuestro pobre Terry quedara triste, ―reconoció la Duquesa.

―ambos están muy apegados, mi pequeña también sufrirá con esta nueva separación, pero la promesa de volver a verse los hará tomarlo con más calma, ―dijo muy segura Bianca.

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―Kerr, tienes correspondencia.

―gracias.

―recuerda que a las dos viene el doctor a revisarte, eres un desgraciado muy afortunado Kerr, mira que recibir cuidados médicos en este lugar, si, si, ya sé, no es obra tuya, aunque tienes todo el dinero para pagarlo, pero eres un suertudo, pues tienes gente que lo hace por ti.

El guardia se alejó de la celda del escoces quien llevaba unas semanas allí, tomo el pesado sobre, el reo que estaba compartiendo su celda de inmediato procedió a acercarlo a la única ventana que proveía luz, a la señal de Kerr se colocó en la entrada de la celda, para darle privacidad.

Ya casi tres meses habían pasado desde aquella noche, una en la que casi pierde la vida, pero que también lo liberó, fue la bondad de esa pequeña la que lo salvó, aun después de que él quiso matarla, a pesar de todo el daño que causo a su familia.

El no merecía nada, sin embargo, la pequeña estaba allí a su lado cuando cayó de la caseta en llamas, tomo su mano asegurándole que estaría bien y agradeciéndole por salvarla, como si el mereciera ese agradecimiento.

Pese a todo el daño que le causo tanto a él, como a su familia, William no dudo en ayudarle, su misma esposa lo curo, hasta que pudo ser enviado al hospital, estuvo al pendiente de su mejoría, incluso se negó a acusarlo, comprendiendo que todo había sido culpa de la obsesión mal sana del abuelo de Kerr.

Pero él lo sabía mejor, nunca podría pagar todo el daño causado, Candy tenía razón, era un tonto, de que otra forma se justifica el haberle creído a un monstruo como su abuelo, después de todo el daño que le causo, por eso mismo para pagar un poco todos sus crímenes, se entregó a las autoridades.

Ahora estaba pagando su condena, sus lesiones fueron tan severas que llego a pensar que quedaría inmovilizado, ahora estaba en silla de ruedas, pero sabía que un día volvería a caminar, solo tenía que esforzarse en su terapia, le prometió a esa pequeña que pondría de su parte y solo por eso, lo haría.

Su dinero lo usaba ahora para hacer el bien, había encargado a sus empleados se ocuparán de obras de caridad, también allí mismo en la cárcel había conocido la historia de varios reos que estaban injustamente encarcelados, pagando abogados para ayudarlos.

Su mismo compañero de celda Jack, estaba siendo beneficiado, ya que este tenia esposa e hijos sumidos en la miseria, razón por la que se había atrevido a robar, el escoces dio empleo a la esposa en una de sus propiedades, por lo cual ahora ella y su hijo tenían techo, comida además de un ingreso y protección.

Jack también se ocupaba de cuidar y ayudar al escoces en las cosas en las que a él se le hacían difíciles por su estado actual, debido a su fama por ayudar todos lo respetaban y nadie se metía con él, el no sentía merecer tal deferencia, pero agradecía el poder hacer algo útil con su tiempo mientras cumplía con su condena.

Un paquete de cartas salió del pesado sobre, muy cuidadas, pese a su antigüedad, una ráfaga de sentimientos amenazaba con ahogar al escoces, William había cumplido, le había dado las cartas de su madre, reconocía la letra, cuando era un niño encontró algunos de sus cuadernos de estudios, los escondió y atesoro.

Con dedos temblorosos abrió la primera carta.

William C. Andrew

Querido amigo

Me disculpo por importunarte, espero que esta carta logre llegar a ti, no sé a quién más acudir.

Estoy desesperada, mi padre esta peor que nunca, insiste en casarme contigo sin importar su costo o en su defecto convertirme en la amante del señor Callaghan, todo por su obsesión de unir las tierras.

Es un infierno, desde que mamá murió hace tres años, él ha ido empeorando su maltrato hacia mí, la última vez me golpeo tan fuerte que no me he podido levantar en un mes, temía no poder volver a hacerlo nunca.

Tengo que escapar William, ayúdame, Kirk me ha pedido tantas veces que huyamos juntos, pero estoy segura de que, si lo hago, mi padre es capaz de matarlo.

Quedo esperando tu respuesta, no confíes en nadie más que en Ava para enviarme respuesta.

Con afecto, Aileen.

Kerr no se dio cuenta en el momento en que sus ojos se nublaron en llanto, de solo darse cuenta de que su abuelo también había maltratado a su madre, el siempre recalcaba que ella era una consentida, una desagradecida que siempre tuvo todo.

Querido William

Mi gran amigo, soy tan feliz, no tienes una idea de lo agradecidos que estamos contigo.

La casa es muy hermosa, Kirk se está esforzando mucho en el trabajo que le diste, sé que no quieres, pero un día no muy lejano podremos pagarte por los gastos en que incurriste al ayudarnos a huir de mi padre y comprar estas tierras a nuestro nombre.

Lo mejor de todo es que él no puede lastimar a Kirk, aquí estamos protegidos, nadie lo conoce y por lo tanto no dará con nosotros.

Mi agradecimiento será eterno, Aileen.

Kerr paso el resto del día leyendo las cartas que su madre y las que su padre había enviado a William, le dolía tanto no haber sabido de ellas antes, no tener la evidencia irrefutable del amor de sus padres, un amor que su abuelo negó, haciéndolo odiar injustamente al buen hombre que lo espero con tanto amor.

La última carta era la anterior a la muerte de sus padres, maldijo a su abuelo, que clase de hombre asesina a su propia hija, porque ahora está seguro de que fue el, que el accidente no fue otra cosa más que un atentado causado por él.

De pronto, se encontró con un pequeño sobre rosa, que se notaba no era antiguo, una sonrisa se dibujó en su rostro, era una carta de la pequeña, ella prometió escribirle, pero no creyó que ella lo haría, una calidez de propago en su corazón ante eso.

Como si no fuera ya suficiente todas sus emociones, descubrió un tesoro más, un par de fotografías, una de ellas era de la boda de sus padres y la otra eran la feliz familia que formaban, ya con el en medio de los dos.

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Una sonrojada doncella tomaba un sobre que acababa de recibir, guardándolo con celo en su bolsillo, volvió a su tarea de ayudar a Candy a arreglar su peinado.

―yo continuare Dorothy, porque no vas a prepararte mientras, saldremos en unos minutos.

―gracias señora Andrew.

Bianca tomo uno de los listones del tocador y comenzó a atarlo en los risos de su hija, amaba peinarla y cuidar de ella, lo consideraba un momento de unión, algo que ampliaba el vinculo que las unía, sonrió al ver casi tropezar a Dorothy cuando salió, la pobre no podía ni disimular su emoción.

Para nadie era un secreto, pero simulaban que lo era, al día siguiente de la noche del incendio, un preocupado Albert había llegado, su primer instinto fue el saber de su hermanita y su padre, al saber que ellos estaban con bien fue cuando se percato de la ausencia de la doncella.

Uso una y mil excusas para estar al pendiente de Dorothy, fue hasta que la misma Dorothy se levantó mostrándose mejor que el estuvo mas tranquilo, Bianca sabia que hasta el momento solo una inocente amistad unía a los jóvenes, el trato tan formal y respetuoso que tenían lo demostraba.

Aun faltaba mucho para saber que sucedería, pero por lo pronto sabía que ambos mantenían una ilusión que podía o no prosperar, pero sobre todo que Albert nunca faltaría el respeto a Dorothy, permitiendo que esta creciera como persona y se forjara un futuro por sí misma.

La mañana fue bastante ocupada para las mujeres de la mansión de los Andrew, Bianca, Candy, Dorothy, Beatriz y su nana disfrutaron paseando por la ciudad, como toda una pequeña damita, la niña fue recibida en las mejores tiendas.

Candy no soltaba la mano de su madre, tan hermosa estampa fue retratada por un anciano fotógrafo en uno de los parques que visitaron.

―Candy no te alejes mucho, ―pedía Bianca al verla correr en los jardines del parque.

―solo recogeré unas flores mami, no me alejare, ―aseguró la niña, volviendo al poco tiempo con un ramito de flores silvestres para su madre.

―están hermosas hija, muchas gracias, ―respondió Bianca aceptando el ramo, para luego cubrir de besos el pecoso rostro de su pequeña.

Las risas y juegos no faltaron, culminaron su salida de damas en un prestigioso restaurant, en donde se les atendió como reinas, esa tarde al volver se prepararon para recibir a Eleonor, la Duquesa que siempre le acompañaba y a Terry, la joven marquesa que siempre mostro su temple, se mostraba mas segura con el tiempo.

El apoyo de su esposo y suegros le permitía sacar a relucir su fortaleza, sabia que nunca seria totalmente aceptada, eso lo había comprendido y no le importaba, mientras la respetaran, era lo que se esforzaba por lograr, pues debía mantener la dignidad de su nueva familia.

La pequeña Eli era siempre una ternura, Candy amaba a la hermanita de Terry, dedicándole siempre muchos cariños, antes de irse a jugar con el castaño, ambos pequeños sabían de la inminente separación, por lo que procuraban disfrutar del tiempo que les quedaba juntos.

―voy a extrañarte mucho pecosa.

―yo también te voy a extrañar mocoso engreído, además estoy preocupada.

― ¿porque Candy?

―sin mi cerca para ponerte en cintura me temo que te vas a volver mucho mas engreído de lo que ya eres.

―soy un Granchester pecosa, no soy engreído, simplemente mantengo mi distancia de los…

―cualquiera que no te conoce pensaría que ves de menos al resto de los mortales, ―comentó riendo la pequeña, ―pero ambos sabemos de quienes hablas, tu no toleras la hipocresía, ni la injusticia.

―no tengo porque hacerlo, es mi deber cuidar de los míos, bueno, lo será algún día.

―entonces debes prepararte mucho mas que los demás, para ser el mejor, no aceptare menos de ti, porque yo haré lo mismo.

―no olvides escribirme pecosa.

―nunca, siempre tengo mucho para contarte, así como tu lo tienes para mí.

Un tierno beso en la mejilla dado por el castaño provocó que Candy se pusiera rojita cual tomate, pero con una brillante sonrisa, guardando esos bellos momentos en su inocente corazón.

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Albert había llegado a la mansión para despedirse, días antes de que partieran, sabiendo que pasaría algún tiempo antes de volver a verlos, el rubio mayor sentía pese a la despedida una gran paz, ahora su futuro lo veía brillante, no sentía aquella pesada cadena que lo mantenía encadenado.

El tiempo en que solo soñaba con escapar, con viajar huyendo había terminado, sabia que tenia una familia a la que pertenecía, personas que lo amaban y apoyaban incondicionalmente, si no negaba que aun deseaba viajar, pero al ver la vida de su padre comprendido que tendría una vida entera para eso.

Vio a su pequeña hermana corriendo por el jardín, jugando con los hijos de los empleados, sonrió recordando a la niña que conoció en la colina de Pony, un gran contraste entre lo mucho y nada que esta había cambiado.

Nada porque era la misma niña sonriente, feliz, llena de bondad, a quien poco le importaban las clases sociales y mucho, porque ahora sus ropas no eran vestidos remendados, si no que al contrario lucia los mas finos y elegantes que había disponibles para ella, su educación también la había llenado de muchos conocimientos, pero por lo demás pues… tampoco es que su tamaño haya variado, pensó riendo.

Siempre estaría agradecido por haber subido a la colina de Pony ese día, ese encuentro había cambiado la vida de todos, no podía ni imaginar que habría sucedido si no hubiera escapado ese día.

―no olvides escribirme Bert, ―pidió Candy quien estaba en las piernas de su hermano.

―como si tu me dejaras olvidar responderte pequeña, ―respondió el rubio mayor pinchando la nariz de su hermanita.

―si no lo hago me dejas esperando, te quiero Bert, haberte conocido aquel día en la colina fue lo mejor que pudo sucederme, gracias a eso ahora soy muy feliz, ―habló desde su corazón Candy, hundiendo su rostro en el pecho de su hermano mayor.

―al contrario, Candy, gracias a ti, el conocerte, el encontrarte nos devolvió la felicidad a todos, pudimos volver a unirnos como la familia que siempre fuimos.

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El barco se alejaba cada vez más del puerto, los Grandchester llegaron a despedirlos, una llorosa Candy no dejaba de agitar su pañuelo, gritando a los que se quedaban, al igual que Terry no dejaba de ver hacia el enorme navío, hasta que este se perdió de vista, el pequeño bajo su rostro cubriéndose un poco con su gorro para ocultar sus lágrimas, su madre se acercó y lo abrazo con amor.

―un día mamá, voy a crecer mucho y a esforzarme para que un día ya no tenga que decir adiós.

Eleonor solo observo a su hijo muda ante sus palabras, algo con tanto significado para un niño tan pequeño.

En el barco, William cargó a su pequeña, abrazándola con cariño, la niña estuvo su rato allí, donde se sabia protegida y amada, minutos después bajo con una sonrisa, al recordarle Dorothy que habían hecho reservaciones en uno de los comedores del barco, para degustar de un sabroso postre de chocolate.

Bianca tomo el brazo que su esposo le ofrecía y ambos siguieron a Candy, quien avanzaba con Dorothy en busca de su postre, los años de dolor ahora parecían solo un borroso recuerdo, meses atrás vivía en la agonía de no saber de su esposo, ahora disfrutaba el haber recuperado su familia.

La felicidad que tanto anheló apenas y comenzaba, ahora contaban con la posibilidad de ver crecer a su hija, compartir con la familia, si, la vida del patriarca era dura, muy ajetreada, pero ella y su hija estarían a su lado para cuidarlo.

Candy tal como ya estaba acostumbrada no resintió del viaje, al contrario, se la paso jugando, estudiando, disfrutando el tiempo con sus padres, sus profesores Carlota, Giovanni, además de la inseparable Dorothy, como ya era costumbre también se ganó rápidamente a la tripulación y al capitán del barco.

Cada que ella viajaba muchos resultaban beneficiados, ya que la bondad de la niña era enorme, una pila de cartas era entregada al encargado del correo en el barco ante el asombro de este y la sonrisa de William, Bianca pronto aprendió de la afición de su hija por escribir, admirando su capacidad para seguir haciendo amigos en todos lados.

Unos días después el puerto de Nueva York ya estaba a la vista, provocando sonrisas en Candy, al pensar en todos sus seres queridos a quienes pronto vería, pensó en la hermana María y la señorita Pony, en el doctor Martin y su esposa, en Annie, sus titos y titas, sus primos sobrinos, pero sobre todo en sus paladines y en su amada hermana.

La Pequeña Señorita Andrew estaba rodeada por sus padres y su amor, sabiéndose parte de una gran familia, por lo que no dejaba de agradecer por la bendición de poder disfrutar de eso, de ver cumplido el sueño que siempre estuvo en su corazón desde que tenía memoria.

El tiempo pasaba rápido y pronto seria ya toda una señorita, la Señorita Andrew, pero por ahora ella estaba feliz siendo una niña llena de amor, rodeada por su familia, tenía padres, hermanos y una enorme familia que se extendía mucho más allá de lo que sus inocentes fantasías jamás imagino.

Fin.

Hemos llegado al final, sí, se que hay cosas que quedan sueltas, pero recuerden que esta es una etapa en la vida de nuestra querida pecosa, por lo que tengan paciencia, muchas mas experiencias le esperan en la segunda temporada, muchas gracias por acompañarme en esta aventura.

Llevaba buen rato queriendo darle a Candy la infancia que todas deseamos para ella, por lo que espero haber puesto mi granito de arena en eso y calmar un poco ese trauma que nos dejó, aun no estoy conforme, no puedo evitar sentir que me faltaron muchas cosas, por lo que no se extrañen si acaso más adelante saco alguno que otro capítulo extra.

Por cierto, les comento que Feliz día del padre ha cambiado a categoría M, por el lemon que contiene, feliz día, bendiciones.