Síndrome de Estocolmo

Katsudeku

Izuku omega mafioso

Katsuki alfa empresario

Seis meses

Se encontraba bastante desorientado por la somnolencia, pero desde hace un buen rato que yacía despierto, por lo mismo, y aunque no lo pretendiera, podía escuchar claramente las diferentes voces que discutían en aquel lugar, lugar, donde de seguro lo retenían, porque no era ningún idiota que no supiera leer las situaciones. Sabía perfectamente que lo habían capturado.

Lo habían secuestrado

Esa mañana, cuando salió al parque cerca de su hogar a realizar su habitual trote matutino, se vió acechado por un grupo de alfas desconocidos, que de una manera sorprendentemente rápida y sin que él pudiera hacer absolutamente nada para defenderse, lo habían puesto a dormir, como si de una película de acción trillada se tratara.

—¿Pueden quitarle esa maldita cosa de la cabeza? Quiero verlo.— pudo escuchar hablar a una persona, que aunque empleó un lenguaje soez para expresarse, su tono de voz sonaba extrañamente cálida y reconfortante.

Lo que sintió a continuación fueron pasos acercarse a él, lo que involuntariamente logró tensarlo, por lo muy incierto de la situación y lo que se pudiera avecinar.

Fue despojado de lo que sea que estaba cubriendo su cabeza, encontrándose de lleno, con una molesta luz que le pegaba directo en los ojos.

En su vano intento por reclamar y cubrirse, se percató de que estaba imposibilitado para hablar y moverse, puesto que una ajustada cinta tapaba

su boca y sujetaba sus extremidades a una silla.

—Mierda Red, ¿querías estrangularle el rostro con esa jodida cosa?— preguntó nuevamente esa voz y entonces él, pudo dirigir sus ojos aún pesumbrosos a su origen, encontrándose ahí, con un chico.

Un Omega exótico de ojos verdes y pecas en el rostro.

El chico se le acercó, con pasos firmes y un gesto molesto, que no lograba en absoluto opacar la hermosura de su faz y sacando una filosa navaja de alguna parte, cortó con extremo cuidado (para ser un vil secuestrador), la cinta que cubría sus labios.

—¿Dónde demo...— no alcanzó a formular, cuando una 9mm estaba aplastando su sien.

—No hables maldita escoria.— gruñó con enfado, un alfa grande y pelirrojo, que para su desgracia, era el mismo que le estaba apuntando la cabeza con el arma.

Se veía realmente enfurecido, sus cejas fruncidas y su mandíbula apretada eran la prueba de ello.

—¿Puedes calmarte por el amor de Dios?— le ordenó el chico Omega a ese alfa, rodando los ojos ante la infantil actitud de matón que había adquirido, para con una persona que evidentemente no necesitaba ese tipo de intimidación.

—¿Qué se supone que estamos haciendo, eh? ¿Ahora secuestramos a bastardos limpios?.— reclamó en devolución.

En esa desconocida habitación, habían

por lo menos cinco alfas, todos ellos grandes, imponentes y armados, no obstante, reaccionaron con notoria rigidez al momento en que el pelirrojo soltó aquellas palabras, lo que le dió a entender, que algo verdaderamente

malo estaba por ocurrir.

Una ola de feromonas horrendamente aplastantes y enfurecidas cubrió por completo el lugar, atorando las gargantas de los todos los presentes. Él mismo se sintió casi ahogado por ellas, cosa extraña, ya que siendo un alfa dominante tenía una resistencia natural a éstas, sobre todo si provenían de un Omega.

—Creo que no tengo por qué explicar las razones del por qué hago lo que hago.— murmuró con aire intimidante, afilando su mirada hacia el pelirrojo que había osado faltarle el respeto cuestionando sus acciones.

El alto pelirrojo, sólo pudo responder bajando la cabeza, casi mostrando su cuello en sumisión.

—Lo siento Deku.– musitó.

El Omega suspiró y al instante cortó el flujo de feromonas infernalmente aterradoras que estaba liberando.

—Déjenme solo con él, por favor.— pidió de manera autoritaria.

Todos los alfas que ocupaban la habitación, excepto el pelirrojo apodado "Red" empezaron a moverse en dirección a la salida.

—Todos fuera, sin excepciones.— gruñó el Omega, al ver que el alfa no se había movido ni un sólo milímetro de donde estaba.

—Olvídalo, no te dejaré solo con él.—replicó Red, con una posición tan estoica e imponente que podría doblegar a cualquiera, más no a ese Omega.

—Sabes que odio repetir mis instrucciones.— advirtió con impaciencia, mientras balanceaba de forma lúdica, la afilada navaja que había usado antes, entre sus estilizados y delgados dedos.

—Pero...

—¡FUERA, AHORA!.— Gruñó alto, ya harto de las insolencias de ese alfa.

El susodicho calló al instante y abandonó con resignación la habitación.

Una vez solos, el Omega se ubicó frente a él y le sonrió radiante, con una extraña gentileza que distaba mucho de la actitud amenazante que había tenido segundos atrás.

—Ahora puedes preguntar todo lo que quieras.— le dijo cálidamente, como si fuera una persona noble y no una que lo retenía ahí en contra de su voluntad.

Afiló su mirada, ese maldito Omega era jodidamente extraño, ya lo odiaba.

—¿Quién mierda eres tú, dónde estoy, qué carajos quieres de mi?.— interrogó, sin una mínima pizca de intimidación en sus ojos bermellón.

Al Omega le gustó eso.

Tenía razón al pensar que ese alfa era en extremo interesante. Se humedeció los labios, de pronto los sentía muy resecos. —Soy Deku.— se presentó. —Estás en mi casa, y de ti... de ti quiero muchas cosas.— respondió, pegando un pequeño pero sensual mordisco a su abultado labio inferior y con eso, dejando a la vista sus afilados caninos de Omega.

Ese gesto particular, sería en demasía atrayente para cualquier alfa, sin embargo, Katsuki ni siquiera se inmutó ante él.

—¿Quieres dinero, rata maldita? Tengo muchísimo, sólo pídelo y lo tendrás.— soltó con asco.— Luego de eso déjame ir... soy una persona ocupada, no tengo ningún interés en perder mi valioso tiempo contigo.

La carcajada estridente, casi demente de Deku, resonó por toda la habitación.

—No quiero tu dinero, Alfa.— lo miró con decisión y un dejo de lujuria reflejado en sus orbes verdes. —Te quiero a ti, completito para mi.

Se tensó ante eso, él era una persona sumamente correcta, pero tampoco era ciego y esa pequeña mierdita de ojos cautivadores y brillante sonrisa, era peligrosamente atrayente.

Agradecía al cielo tener un control impresionante en cuanto a impulsos de sus instintos, ya qué en situaciones cómo estás, era de lo más útil.

De todas maneras, estaba perdido.

Podía entender claramente a lo que se refería ese Omega, más, quería saber por qué.

—Explícate, ¿a qué te refieres con eso?— exigió, no pretendía verse involucrado en malditos juegos. ¿Por qué él y no otro en primer lugar?

El Omega lo miró de forma imperturbable, le diría todo, no tenía porque ocultarle sus motivos. —Si he de confesar, empezaré por el inicio.— aflojó los primeros botones de su elegante camisa, dejando entrever su níveo y delicado cuello pecoso, sin antecedente alguno de marcas previas. —En el momento en que te ví, me gustaste muchísimo.—comienza a revelar con un suspiro embelesado.—Quería acércame a ti, saber todo acerca de ti y así lo hice.— dice orgulloso, aunque con una mirada repleta de frustración.— lástima que lo que descubrí, no me terminó de gustar.

—Ve al grano, maldición. No entiendo ni un carajo.— exige con impaciencia.

El Omega arrastra una silla de por ahí, y la posiciona justo para sentarse frente a él, toma una gran bocanada de aire y se dispone a dar su declaración.

—Conozco absolutamente todo de ti, alfa. Por meses te investigué, por meses te observé, cómo te dije, desde la primera vez en que te ví, me gustaste. — repite con un aura deprimente. Se sentía casi burlado por la vida al conocer a tan perfecto y viril hombre, que por desgracia nunca podría pertenecerle.

—Eres un maldito charlatán...— gruñó cabreado.

Katsuki maldecía a su suerte. Esa maldita mañana, tan sólo salió a trotar. ¿Por qué tantas desgracias?

Deku solo sonrió sobrado, si éste hombre supiera todo lo que era capaz de hacer y como podía conseguir información, casi como respirar, no le estaría llamando charlatán —Tu nombre es Katsuki Bakugou, tienes veintisiete años, eres hijo único de la familia Bakugou, los reconocidos empresarios en la industria de la moda. Estudiaste Administración en la Universidad de Tokio, graduándote con honores, hiciste un postgrado en América por dos años, luego regresaste y en vez de continuar con el legado de tus padres, como tú padre hubiese querido, te hiciste acreedor de varios establecimientos gastronómicos a lo largo de Japón, por eso hoy, eres de los empresarios gastronómicos más alabados en el mercado, ¿continúo?.— preguntó el Omega.

Si bien, los datos que estaba revelando eran correctos, perfectamente podrían ser de conocimiento público, después de todo, Katsuki era un hombre importante.

—Tch ¿eso es lo mejor que tienes?.— replicó el Alfa, era obvio que ese embustero sólo había googleado su información personal, pues no había dado ni un dato relevante.

—No, eso no es lo mejor.— continúa el Omega. —Eres un alfa dominante, muy posesivo y territorial, o por lo menos, eso demuestras con tu prometida.— Katsuki abrió los ojos como platos. Ahora si que se estaba espantando. Podían meterse todo lo que quisieran con él, pero primero muerto a que tocaran un sólo cabello de su preciada novia. —Camie Utsushimie, Omega, 27 años, de clase alta y conservadora de la cual eres novio desde los 17 años y con quien contraerás nupcias en 6 meses más, ¿Me equivoco?.— refuta Deku, con una ceja alzada y un aire de extrema suficiencia.

—No te atrevas a tocarla, imbecil o juro que te mato.— bufó colérico el alfa. Estaba dispuesto a destrozar con sus propios colmillos a ese jodido Omega si algo le pasaba a Camie.

—Tranquilízate ¿quieres?. Nada le pasará a tu amorcito, a no ser que no cooperes, claro.— advirtió Deku.

Al Omega no le gustaba en absoluto hacer del cuerno en las relaciones, pero había algo casi magnético en ese Alfa que le atraía, sabía que si no saciaba su hambre de él, jamás podría vivir en paz.

—¿Quién carajos eres tú, que mierda es lo que quieres de mi?— preguntaba iracundo el alfa, removiéndose insistente y con furia al estar atado en esa silla.

—Ya te lo dije, soy Deku, eso es todo lo que necesitas saber y que quiero de ti... pues fácil.— le sonrió. —Lo que quiere todo maldito Omega de un maldito alfa.— explica, serio, coqueto y escaneando con sus profundos ojos bosque el bien formado cuerpo de Katsuki.

El Alfa traga duro, con el entendimiento golpeándole de lleno, ¿Acaso este Omega quería aprovecharse de su cuerpo?

No lo permitiría, él era un alfa honorable y con una mierda que traicionaría a Camie con este Omega asqueroso.

—¡Vete al carajo!.— gruñe alto. —Contrata un puto prostituto y a mi déjame ir, enfermo mental.

Deku es serio, cuando sintió como su sangre hervía de manera desmedida ante esa estúpida ofensa. —¡Sabes qué, maldito alfa de mierda, iba a ser lo más condescendiente posible contigo, pero ahora por tu idiota insolencia, te jodes!—le gritó, azuzando su avasallador aroma a menta, repleto de enojo e indignación.

—Muérete imbecil, primero muerto a que me pongas un sólo dedo encima.— bufa el otro, con la respiración agitada y el sudor corriendo por su frente. Estaba haciendo todo lo humanamente posible para no doblegarse ante las amenazantes feromonas de ese Omega.

—Eso lo veremos, iluso.— le mira desafiante con puños apretados y sus pequeños colmillos al aire en esa sonrisa torcida que le estaba dando, señal pura de hostilidad y ataque. —¡Te quedarás aquí, donde es imposible escapar y durante los próximos seis meses, me entregarás tanto tu jodido nudo, que desearás con todas tus fuerzas de una vez arrancártelo!— le susurra intimidante y muy cerca de su rostro. —luego de eso, te regresaré a tu aburrida normalidad.—sentencia bajando peligrosamente su mano hasta el flácido pene del alfa, apretándolo con saña.

El afectado gruñe sonoro por el dolor.

—No me gruñas, bastardo, eso te ganas por toda la mierda que me dijiste. Quedas advertido escoria.— se da la vuelta furibundo y humillado. —Ah, y otra cosa... — intenta agregar aún dándole la espalda. — Si intentas escaparte o herirme de alguna forma, tu maldita novia se muere. —advierte, con un notorio odio en su fragancia y se retira sin más de esa habitación.

El alfa se queda solo, atado a esa silla, extremadamente enojado pero también asustado como nunca.

Esta jodido.

Un Omega rubio de ojos ámbar fue el carne de cañón encargado de desatarlo y explicarle algunas cosas, como dónde se encontraban y cómo le sería completamente imposible escapar de ahí.

Una mansión en las montañas rocosas a las periferias de la ciudad. ¿Cuál ciudad? Nadie lo sabía, ni la misma servidumbre, todo era por seguridad según le comentaba el Omega rubio.

Le advirtió también, que ese tal Deku era su jefe y que sus órdenes eran decreto y ley en ese lugar, que no intentara siquiera comprar aliados que le ayudaran a huir, ninguno de ellos sería tan estúpido como para hacerlo.

Katsuki, en su afán ansioso de saber más acerca de toda esa mierda entorno a su cautiverio, logró de manera brillante sonsacarle información al Omega rubio.

El idiota, a lo largo de la conversación, insistió en reiteradas ocasiones en que le llamara "Rayo"; un apodo bastante estupido para su gusto, sin embargo, y restándole importancia a eso, agradeció de sobremanera que tuviera la lengua tan floja, pues los antecedentes que le otorgó, eran de lo más concluyentes.

Deku era un Omega Dominante, con un líbido sexual endemoniadamente insaciable. Ningún alfa puro con quien había estado, pudo satisfacer del todo sus más bajos instintos y los pocos alfas dominantes que tuvieron el placer de "probarlo", según Rayo, no dieron la talla en absoluto, aún y cuando su naturaleza gritaba bestias ávidas de sexo.

Lo que quería decir, es que si Deku tenía una fijación inusual con él, era porque realmente le veía potencial para satisfacerlo.

Katsuki, no podía evitar sonrojarse ante esa información tan tórrida que le daba Rayo.

Él era un alfa dominante; sí, se consideraba una bestia ávida de sexo; no. En absoluto.

Perdió su virginidad en preparatoria, nada especial. Si mal no recuerda, fue con uno de los pocos Omegas con quien se acostó en ese periodo, con los cuales se atrevió a experimentar la sexualidad, más por eso, que por calmar sus jodidos instintos como un maldito animal,

Poco después de eso, empezó a salir con Camie y sus primeros encuentros sexuales con ella, se dieron tiempo después de forma espontánea.

Desde esa fecha a la actualidad, no había existido, ningún otro u otra compañera o compañero sexual en su vida, sólo su novia, a la cual adoraba y respetaba.

Si tuviera que describir como era el sexo con Camie, pues, diría que era bastante bueno.

Luego de la perturbadora explicación del

por qué lo retenían ahí, Rayo le mostró la habitación en la que se quedaría en esos meses antes de su boda, y le jodía un montón que le explicara eso, como si de unas malditas vacaciones prenupciales se trataran, en vez de un horrendo secuestro.

El cuarto era espacioso, confortable, con muebles refinados y lustrados, que eran totalmente de su gusto. Cama gigante, ubicada en el centro de ésta y que estaba seguro era de lo más resistente para el uso que el Omega Dominante le tenía pensado dar.

Sintió un escalofrío ante ese pensamiento

No estaba dispuesto a entregar su nudo a ese Omega enfermo. Porqué era obvio que lo estaba, ¿Quién en su sano juicio secuestra personas para ocuparlos en el sexo?

—Bien, te dejo para que te familiarices con el lugar.— le dice Rayo, girando sobre sus propios talones y finalmente salir de ahí. —Ah... — se frena un tanto para agregar. —Por el bien de tu novia, te sugiero que cooperes con el jefe.— termina, con ojos afilados pero lastimeros.

Una vez solo, se acerca hasta la puerta de la habitación, comprobando con sorpresa que Rayo no le puso llave.

¿Qué mierda iba a hacer?

Ahora mismo se encontraba contra la espada y la pared y esa última frase de advertencia dicha por el Omega rubio, le terminó de joder la mente. ¿En verdad Camie estaría en peligro si se negaba a cooperar?

Le dolía la cabeza, toda esa situación era una puta mierda bizarra y lúgubre.

Caminó a la amplia ventana de la habitación y con cautela corrió un poco la cortina para ver hacia afuera.

Habían alfas y betas armados por todos lados, resguardando el lugar.

Se recostó en esa cómoda cama, estaba mentalmente cansado pero aún así, se dedicó por horas a analizar sus opciones, todas ellas bifurcaban en el mismo final.

Si no cedía a las peticiones de ese Omega, su futura esposa corría peligro.

Suspiró, no había mucho que pudiera hacer, no quería arriesgar a Camie, y tenía confianza plena en que su familia eventualmente se daría cuenta de su ausencia y moverían sus influencias por mar y tierra para encontrarlo y sacarlo de ahí.

Sólo debía tener paciencia.

(…)

La primera semana en ese lugar, no fue para nada como Katsuki lo esperó.

En vez de recibir maltratos o torturas, la servidumbre del lugar se dedicó a atenderlo de lo más amable y servicial. Además de eso, pudo notar las maravillas que expresaban sobre el jodido Omega que lo estaba privando de su libertad.

Era obvio que esos ilusos empleados ignoraban por completo la clase de persona que era su "jefecito".

En esa semana, no había visto por ningún lado al Omega Dominante y eso estaba estupendo, pues con tan sólo recordar su pecosa cara de mierda ya sentía náuseas.

Esa noche, se dispuso a tomar un baño para luego dormir, pero antes de eso, cenó un delicioso curry picante que el chef de la mansión cocinó. Había estado de lo más sabroso, definitivamente ese sujeto sería perfecto para trabajar en uno de sus locales.

Se acostó entre las cobijas de su cama, pensando en cómo no habían enviado a nadie a por él aún. ¿Acaso no se habían dado cuenta de su repentina ausencia? ¿Que había de Camie?, se veían casi diario ¿Cómo demonios no lo iba a notar?

Por Dios, ya no quería pensar más, por el momento sólo quería cerrar sus ojos y dedicarse a dormir.

(…)

Katsuki estaba experimentando una sensación extraña.

Podía sentir, casi saborear en el aire, un exquisito aroma a Omega fértil y excitado.

Inconscientemente su pene se empezó a endurecer, tanto así, que la presión dolorosa en esa zona le terminó por despertar. Abrió sus ojos exaltado y levantó con temor el edredón que cubría su cuerpo, descubriendo con espanto que su miembro estaba completamente erguido dentro de su ropa interior.

Y el bendito aroma estaba llamándole.

Por Dios, era una sensación de abrumadora necesidad y se estaba por mear en los pantalones, porque sabía perfectamente que era ese Omega secuestrador de mierda quien lo estaba incitando y seduciendo con sus feromonas de apareamiento.

La maldita esencia le estaba volando la cabeza, su cuerpo reaccionando lascivamente; calor consumiéndolo, corazón latiendo desesperado, respiración agitada, su pene hinchado y duro, incluso algo húmedo por la excitación, colmillos afuera, secretando su veneno, el cual se mezclaba con la saliva que escurría por la comisura de sus labios.

Nunca en la puta vida se había sentido tan caliente, o por lo menos no estando consiente. Estaba seguro que sus ojos tenían ese tinte dorado común de los Bakugou cuando se sentían en extremo necesitados.

No podía pensar, no podía controlar las agobiantes ganas torcidas que tenía por tomar a ese Omega y llenarlo con su propia esencia.

Y cuando el llamado del cruel Omega se intensificó, su raciocinio se terminó de ir a la mierda, su lobo interno desesperado por salir de ahí, encontrarlo y penetrarlo.

Había entrado en celo

Se levantó para salir de ahí, como una jodida bestia feral y hambrienta frente a un tentativo filete, sin embargo, al momento en que puso un pie fuera de la habitación para ir en busca de su presa, todo se volvió negro.

(...)

La risa escandalosa de Rayo le ponía los nervios de punta. —¿Entraste en celo, estúpido alfa?.— seguía riendo el rubio Omega, presionando su abdomen por lo divertida de la situación.

Más él, no estaba divertido. Lo poco que recordaba de entre sus lagunas mentales, era la aplastante desesperación que sentía por ir a follar con ese Omega.

Era increíble el poder que ejercían las feromonas de un Omega Dominante.

Genuinamente, estaba aterrado. Ese idiota de pecas, podría desarmarlo y armarlo una y otra vez, si así se lo proponía.

Toda esa situación estaba tomando un curso desfavorable para él y nadie se dignaba a rescatarlo.

(...)

Para Deku, todo era una mierda también.

No quería forzar al idiota alfa a tener sexo con él, se había sentido más ofendido de lo que pensó por las palabras que le dijo el bastardo, por lo mismo, le daría un poco de tiempo para que pensara las cosas y optara por las buenas y bajo su propia voluntad conceder a su petición, pero el muy obstinado ni siquiera había ido a buscarlo.

Una noche, quiso intentar algo nuevo.

Un llamado de apareamiento, uno sutil no tan potente, pero todo se fue por el retrete cuando el idiota Alfa, como un jodido mocoso, entró en celo en medio de el.

Por obvias razones, sus guardaespaldas lo noquearon, encerraron y llenaron su torrente sanguíneo con fuertes y especiales supresores para pasar su calor.

Había sido un desastre, desde ese día en adelante, tendría que medir el despliegue de sus feromonas e intentar con otras medidas para hacerlo caer.

(...)

Durante las siguientes semanas, el Omega se dedicó a tentarlo, paseando por la mansión con diferentes oufits de lencería erótica, manteniendo al mínimo su emisión de feromonas, no quería que todo se saliera de control otra vez.

Katsuki estaba sufriendo, era una real y tortuosa pesadilla estar viviendo así, viendo al lascivo pecoso, andar por ahí, moviendo sus anchas caderas y mostrando su redondo trasero que rebotaba con cada paso que daba. Su maldita mandíbula ya resentía lo muy apretada que siempre la mantenía para evitar salivar como un perro cada que lo veía.

Su pene estaba en exceso sensible ante los reiterados endurecimientos que había experimentado en esas semanas, y al no querer atenderlo como se debía, la molestia estaba a flor de piel, que decir de sus bolas, si seguía así las perdería.

Al cumplirse el mes de su secuestro y

ya sin esperanzas de que sus padres lo mandaran a rescatar, finalmente sucumbió.

Deku visitó su habitación por la noche con un baby doll oscuro, que sólo podía resaltar su pálida y moteada piel cubierta de pecas. Sus curvas de Omega en todo su esplendor apretadas por esas telas del demonio.

A esas alturas, Katsuki no lo iba a negar, el asqueroso Omega enfermo mental que lo había secuestrado, era todo, menos asqueroso.

Era precioso, delicado, exquisito y tan sensual que no lo pudo aguantar.

Esa noche, lo tomó con vigor, fuerza y agresividad. Contra la pared, el suelo, sobre la cama y de todas las maneras posibles y que jamás hubiera imaginado. Lo hicieron toda la noche, su nudo hinchándose y desinflándose en cada oportunidad, sin embargo, en un acuerdo mutuo habían decidido que no habrían jodidos besos de por medio, ambos coincidían que eso era demasiado íntimo para incluir, era sexo por supervivencia, nada más.

Las siguientes semanas, pasaron follando como dos animales desesperados. El recuerdo de su novia cada vez más vago en su mente. Sobre todo, porque aunque fuera sólo sexo por supervivencia lo que hacía con Deku, lo estaba disfrutando como nunca. El Omega tenía mucha resistencia y él descubrió que era real eso de ser una bestia ávida de sexo.

Durante el transcurso de las semanas, se resignó a permanecer ahí hasta que los seis meses se cumplieran, pero lejos de molestarle esa premisa, sinceramente ya no le importaba.

En el día se distraía visitando la cocina para ayudar a cocinar, hablar con Rayo e incluso formó una relación más cordial con Red, con quien incluso descubrió que tenía muchos gustos en común.

Deku desaparecía durante el día y él no preguntaba, pero con el tiempo y gracias a Rayo y su bocota, descubrió que pertenecían a una especie de poderosa mafia dentro de Japón, que se dedicaba a proteger y amplificar territorios comerciales y sostenerse en base al fraude informático.

Deku era un estúpido nerd, muy inteligente y hábil con las computadoras, lo descubrió un día cuando lo observó muy centrado re programando una laptop, con unas gafas ópticas anteponiéndose a sus bellos ojos jade y una sexy mueca de concentración que dejaría grabada en su memoria

Se sorprendió cuando le dijo que tenía todo controlado, que su familia y novia pensaban que él estaba en América, en un extenso viaje de negocios, en vez de en su mansión secuestrado.

Por su puesto no le creyó, pero ahora lo estaba seriamente dudando, tratándose de Deku, fácilmente podía ser verdad, en el tiempo que ha aprendido a conocerlo, ha descubierto que no es un mentiroso.

El transcurso de los meses se volvió una mancha borrosa para el alfa, donde cada noche entre las piernas de ese omega se descubría queriendo más, anhelando más.

Una noche, en el brío del espectacular sexo, no aguantó con las ganas que tenía de probar los labios rosas de Deku, y sin previo aviso y aprovechando el calor y la bruma del momento, le besó.

Fue un beso extasiado, tan rico y lleno de gozo que lo dejó alucinando. Saquear la boca del omega era indescriptible, la textura suave de sus labios, el sabor de su saliva, la dulzura de su lengua, era fenomenal y cuando con osadía rosó con su legua los colmillos impregnados con el veneno del omega, la terminó de joder; se volvió adicto.

Pero eso no era todo.

El sexo era genial y los besos adictivos, ahora bien, necesitaba más contacto, su lobo lo exigía con imponencia.

Después del coito, cuando ambos estaban más vulnerables, Katsuki se aventuró en mimar a Deku. El ritual post coito, era un acto que todo alfa dominante requería hacer con su omega elegido, para brindarle seguridad y compromiso; acicalarlo, besarlo, acariciarlo, soltando su aroma protector y posesivo.

La primera vez que lo hizo, Deku le gritó, pataleó y lo vetó de sexo por tres días seguidos.

El Omega estaba enfurecido, pues fue el mismo alfa quien lo trató de asqueroso y enfermo en un principio, no podía estar marcándolo posesivamente si pensaba así de él.

Era inconcebible.

Katsuki recuerda que se disculpó, más no desistió de su ritual, haciéndolo cada que tuviera oportunidad y así de a poco, Deku dejó de protestar; Se había vuelto una costumbre.

Terminado el cuarto mes de su secuestro, el alfa no podía apartar el ojo del omega, fotografiando en su mente cada gesto que hacia, cada mueca, la forma preciosa en la que sonreía, su trato gentil con su gente, las noches donde sonrojado gemía ese lindo apodo que le había regalado, y por primera vez en sus veintisiete años Katsuki sentía el burbujeo constante de su estómago al ver u oler a alguien.

(...)

—Agh mierda, aprietas tan rico bebé.— gruñía famélico el alfa rubio de ojos rubí, mientras embestía con fuerza y pasión al Omega peliverde de ojos esmeralda.

—Ngh, Kacchan si, estoy casi.

—Juntos bebé.— pide, mientras aferra el pequeño cuerpo del omega entre sus brazos, llegando juntos al orgasmo.

El nudo del alfa hinchándose en todo su esplendor, cada día más satisfactorio que el otro, cada día con más sentimientos de por medio.

—Eso fue intenso Kacchan.— suspira cansado el Omega.

El alfa, acomoda con cuidado al omega sobre él, el nudo tomará al menos unos veinte minutos en desinflarse, y mientras eso ocurre, se ocupa de acicalar y mimar al cansado peliverde que se esfuerza en regular su respiración.

Deku se deja mimar.

A estas alturas, ya no sacaba nada con enojarse o protestar contra esa costumbre que había adquirido el alfa.

Pues, ¿Quién no quiere ser acariciado después del coito?

—Ajá.— responde el alfa apenas, está inmerso en acariciar el suave y aterciopelado cuerpo de su omega, besando su cuello, lamiendo su glándula odorífera, aquella que desprende tan exquisito y adictivo aroma.

—Me haces cosquillas, tonto.— le reclama el Omega en una risita perezosa.

—¿Ah?, tonto tú.— contraataca, tomando la boca contraria con la suya, saqueándola, recorriéndola con extrema sensualidad y dulzura.

—¡Déjame!.— pide entre risas y besos.

—¡Jódete!.— ríe el alfa también y toma entre sus enormes manos el hermoso rostro de su Omega, acariciando sus abultadas mejillas repletas de pecas, su nariz pequeña y perfecta, sus labios rosados y tan malditamente deliciosos.

No puede parar de mirarlo, no puede evitar adorarlo. —Me encantas.— concluye en un suspiro enamorado, sacando a flote toda la sinceridad que su amartelado corazón puede revelar.

Izuku se sonroja ante lo escuchado y se remueve un poco ansioso. Necesita salir de ahí cuanto antes. Esas frases repletas de regocijo le hacen pésimo a su débil y traicionero corazón de pollo.

—¿Es idea mía o tu nudo tarda más en bajar cada vez?.— pregunta entretenido, tratando de desviar la extraña revelación anterior.

—Puede ser, pero siempre te ha encantado tener mi nudo metido al fondo de tus entrañas, ¿de qué te quejas ahora?

El Omega jadea avergonzado. —¡Eres un idiota!.— se queja sumamente enrojecido.

Ese alfa cabeza hueca es un descarado de porquería, nunca dudando en soltar sus estupideces. Aunque a decir verdad, no es como que lo pudiera negar.

En un acto de lo más "vengativo" según él, contrae su esfínter alrededor del menos inflado nudo, logrando enviarle más de un exquisito calor al vientre bajo del alfa.

—Así que esta noche tampoco quieres dormir, ¿eh?— gruñe extasiado el otro.

—¿Ah? Claro que no.— el Omega traga duro.— ¿Kacchan?— pregunta temeroso, conectando sus verdes ojos con los dorados depredadores del otro.

El alfa, ya está en posición de "ataque" otra vez.

—No juegues, el nudo apenas y está bajando, idiota. — suelta en un chillido.

—Pues, haremos que se eleve otra vez. — termina socarrón, soltando su aroma de alfa cachondo, con toques de algo más, que lamentablemente aún, Deku no ha podido identificar.

Esa mañana, Katsuki despertó mejor que nunca, su cuerpo, corazón y alma totalmente satisfechos por el increíble sexo y compañía que le proporcionaba el Omega más hermoso, sexy, dulce e inteligente del mundo.

Su Deku era simplemente perfecto, y aún se ríe como un jodido enfermo cada vez que recuerda cómo juró y recontra juró no dejarse sucumbir ante él, terminando así cómo está en la actualidad.

Absoluta y completamente enamorado de él

Respiró profundo, sonriendo contra su almohada, el calor de su Deku ya no estaba a su lado y asumió que como cada día, el Omega había salido a hacer "sus trabajos". Mismos que a estas alturas le importaban un carajo.

Porque por muy ilícitos que fueran, no podrían opacar ni una pizca de lo que sentía por su Omega.

Tan sólo faltaban tres semanas para que se cumplieran los seis meses de su encierro, pero no tenía pensado salir de ahí, a no ser de qué su Omega se fuera con él.

Al caer la noche, lo esperó como sabía le gustaba, completamente desnudo sobre la cama, pero al pasar las horas y al notar que no llegaba, se preocupó. Aún así, no quería parecer intenso, así que decidió cerrar los ojos un momento.

Si en algún punto de la noche el Omega llegaba, bien lo podía despertar y con ello comenzar sus "faenas".

El día siguiente llegó y no habían noticias de Deku, el Omega no había retornado a casa durante la noche y así se mantuvo durante los siguientes cinco días.

—¿Dónde mierda está Deku?.— preguntó ronco y malhumorado a un desinformado Rayo, que no le supo contestar.

—No lo sé Kats, sabes que si lo supiera ya te lo habría dicho.— contestó el Omega rubio, preocupado, al ver al Alfa Dominante con unas profundas ojeras en el rostro.

Katsuki poco y nada pudo dormir durante esos días.

Deku tenía razón cuando decía que era posesivo y territorial, pues la ausencia de su Omega lo tenía ansioso como nunca, sobre todo porque la cama donde hacían el amor, estaba perdiendo de a poco los vestigios del exquisito aroma a menta de su amado.

La sola idea de Deku perdiendo su aroma también, lo tenía mal.

Estaba convencido, que cuando regresara lo marcaría inmediatamente, no toleraba que anduviera por ahí, sin el aroma protector de su alfa.

Sin su aroma.

Dos días después, estaba desesperado.

Vagaba por los pasillos de la mansión cuando de pronto escuchó la voz de Red,

y si el bastardo estaba en la mansión eso quería decir que Deku también. El alfa pelirrojo era su mano derecha y guardián, donde estaba uno el otro lo secundaba.

Entró sin ningún aviso a la habitación de donde venia la voz, y aunque lo encontró en una pose muy comprometedora con Rayo, no le importó. Él sólo quería saber de su Deku.

—¿Donde está Deku?.— preguntó precipitado.

El pelirrojo lo miró curioso y con una seña le dio a entender a su novio que los dejara solos.

Se acercó al pequeño bar que mantenía el lugar y de forma tranquila, comenzó a verter whisky añejado en un vaso.

—¿Seco o en las rocas?— preguntó.

Katsuki se cabreó. —No quiero puto Whisky, quiero saber dónde está mi Omega.— demandó colmado, con un aura oscura y prepotente.

El pelirrojo alzó una ceja. "¿Su Omega?"

Red no era idiota, esa frase dicha por Katsuki, considerando el contexto, distaba mucho de referirse a su futura esposa. —Tu Omega está bien, pronto estará contigo.— respondió, insistiendo con gestos, en si quería un trago.

Katsuki pudo respirar un poco más tranquilo, pronto su omega estaría consigo y eso estaba más que perfecto. —Seco.— respondió. No era la primera vez que tomaba un trago con el pelirrojo, pero éste siempre le preguntaba sobre su elección de bebida.

Red le dió la espalda, para con calma servirle el trago, se tomó su tiempo en ello y luego lo entregó en sus manos.

—Siéntate.— le ordenó. —¿Quieres preguntar algo más? — le dió al Alfa rubio, la oportunidad de conocer las razones del por qué Deku había estado tan desaparecido.

—¿Dónde diablos se habían metido?.— interrogó el rubio, mientras sorbía su bebida.

—Viaje familiar.— espetó. —Deku debe viajar de vez en cuando a ver a sus padres, de lo contrario ellos vendrían acá y por lo tanto te descubrirían.— explicó pacientemente.

Katsuki podía entender eso, después de todo, él no había sido secuestrado como objeto de venganza contra algún bando u organización enemiga, si no más bien, por razones egoístas; al ser un interés personal del jefe Deku.

—Como sea, ¿Donde está ahora? — preguntó ilusionado, revelando con ello, la ansias que sentía por verlo.

Mientras esperaba su respuesta, se sentó en el sofá que había ahí. De pronto se empezó a sentir adormilado, quizás era el alivio de que por fin tendría a su Omega a su lado o quizás, de una vez, las noches sin dormir le habían pasado factura a su cuerpo.

—No te preocupes Kats, te aseguro que cuando despiertes mañana, todo volverá a la normalidad.— le calmó el pelirrojo, mientras el rubio cerraba sus ojos casi en automático, dejándose caer en un traidor y profundo sueño.

(...)

Se despertó aturdido, ¿en qué momento se había dormido?.

Se sentó en la cama, sus músculos más descansados pero algo no se sentía del todo bien. En el instante en que despabiló, fue como si un balde de agua congelada le atravesara la piel.

Esa era su cama, su habitación.

Estaba en su maldito penthouse.

Se levantó de golpe, se sentía mareado pero como pudo se dirigió a la sala.

Gritó el nombre de Deku, Red, Rayo, pero nadie respondió. Corrió a la puerta, desolación golpeando su pecho.

No había una sola maldita alma fuera de su apartamento.

Se dejó caer al suelo, desesperación brotando por cada célula de su cuerpo, sentía unas inmensas ganas de llorar.

Entendimiento aclarando su confundida mente; Deku lo había dejado, Deku lo había regresado a su vida normal, tal y como le dijo la primera vez que lo vió.

—¿Katsuki?.— se escuchó una suave voz a metros de él. Era Camie.

—Amor, regresaste.— la hermosa chica castaña corrió hacia él, pero la forma en cómo el alfa le gruñó a su cercanía la descolocó.

Katsuki estaba en desesperación, necesitaba ver a su Omega, de verdad necesitaba sentir a Deku. Su lobo interno vuelto loco y aullando de tristeza por el abandono.

Camie intentó acercarse una vez más a su prometido, emitiendo feromonas calmantes para ayudar, pero el lobo interno de Katsuki aborrecía que la Omega le impregnara con su olor a fresas, respondiendo con gruñidos hostiles que asustaban a la chica.

No sabía que hacer, Katsuki estaba en el suelo, en completo estado catatónico por el shock emocional que estaba viviendo.

Camie nunca lo había visto así y no entendía que es lo que pasaba, entonces, en su intento por ayudar, no le quedó de otra que llamar a sus suegros a ver si con eso podía conseguir algo.

Les explicó mediante el teléfono lo que estaba pasando y los Bakugou partieron de inmediato a socorrer a su cachorro.

No tardaron demasiado en llegar al lugar, el alfa dominante respiraba agitado y lloraba en silencio mientras escondía su cabeza entre sus piernas en posición de resguardo.

Mitsuki estaba helada, jamás en la vida lo había contemplado de esa manera, y aunque no entendía nada de lo que sucedía, podía ver claro, que su hijo estaba sufriendo. Masaru por su parte, se acercó cauteloso a su hijo, quien en su intento por cubrirse, gruñía y alejaba con chillidos a quienes estaban cerca de él, tal y como si fuera un pequeño cachorro herido.

Finalmente, usando feromonas paternales, lograron dormir al alfa.

Mitsuki con esfuerzo, cargo a su hijo dentro de su departamento y con la ayuda de Masaru y Camie lograron meterlo a la cama y taparlo con las cobijas.

La chica explicó que recibió un mensaje del asistente de Katsuki, informándole que esa mañana el alfa llegaba a la ciudad, ella vino a verlo apenas se enteró, pero al llegar a la puerta del apartamento lo encontró así, y no le permitió acercarse para nada.

(...)

Los meses pasaban, y el Alfa dominante no evolucionaba.

La necesidad imperiosa de tener a su omega con él y poder marcarse mutuamente, lo tenía en una situación deplorable. No dormía, no comía y se encerraba en su departamento solo y sin tolerar ninguna clase de compañía.

Era consiente de que no sacaba nada en mandar a ubicar a Deku, sabía que jamás lo encontraría. Esa premisa terminaba por destruirlo cada vez más.

Obviamente, el compromiso con Camie se acabó, lo malo, es que se dió de una manera dolorosamente injusta para la chica, pues Katsuki, no mostró ni un gramo de tristeza cuando le dijo que se había enamorado de alguien más, y no era necesario seguir con lo de ellos.

Por Dios, fueron novios durante 10 malditos años.

Ninguna sutileza.

Sus padres tampoco podían hacer mucho por él, más que verificar que siguiera vivo, ahogado en sus pútridas feromonas de tristeza e ira.

En sus múltiples intentos por aplacar la angustia y soledad que sentía al estar privado de su Omega, se iba de bar en bar. No le interesaba socializar, si no más bien, quemarse la garganta en agua ardiente hasta desfallecer.

Pero la vida era una caja de sorpresas y hasta ahora, había sido muy injusta con él. ¿Por qué para variar no podía pasarle algo bueno, sólo por una vez?

Fue cuando un conocido aroma a Menta llegó a su nariz, y como por arte de magia levantó su mirada y pudo divisar a unos metros de él, al idiota culpable de todos sus males y tristezas en el último tiempo.

Se levantó veloz, con la ira consumiendo su raciocinio por completo. La mierdita dominante estaba ahí, en el mismo lugar que él y con un carajo que lo dejaría escapar sin antes darle un escarmiento por hacerlo sufrir.

El Omega iba en dirección al baño y Katsuki con pasos cautelosos le siguió, esperando el momento exacto para encararlo y destrozarlo.

(...)

El Omega por un momento se asustó, ahí estaba Katsuki Bakugou, delante de él, con una mirada afilada tan escalofriante que le paralizó. Éste avanzó a grandes zancadas y se lanzó sobre él.

Esperó un grito, esperó un golpe, pero no los labios del Alfa tomando los propios con desesperación.

—¡Maldito Deku, en tu puta vida me vuelvas a hacer eso!.— le reclama apenas, porque no puede dejar de comérselo a besos, lo extrañó tanto

que no quiere perder más el tiempo.

—¿De... qué... hablas... tonto?— pregunta entre cortado Deku, en los espacios en los que el alfa le deja respirar.

Katsuki lo acorrala contra la pared y con sus enormes manos toma los glúteos de su Omega para levantarlo y hacer que enrede las piernas en su cadera.

Embiste desenfrenado por encima de la ropa, jadeando como un animal sediento.

Sediento de amor por él.

—Kacchan ¿que estás haciendo? no le seas infiel a tu pareja.— reprende al alfa. Esta bien que entre los dos tengan un sexo increíble, pero Katsuki no es así. Debe controlarse.

—¿Y quién crees que es mi pareja?, idiota.— devuelve el Alfa, empezando con sus propias garras a destrozar su ropa y la de su Omega.

—Pues, tu esposa imbécil, oye no hagas eso, estos pantalones son de la marca de tus padres.— chilla disgustado, adora cómo le queda esa prenda.

— Me importa una mierda, puedo comprarte la tienda entera. Ahora lo único que quiero es impregnar a mi Omega.

—¿A tu qué?.— intenta preguntar el Omega, pero el alfa se está acomodando prematuramente para empezar a penetrarlo. —Oye es-espera.— quiere reclamar, pero Katsuki está besando su cuello, bajando por sus clavículas hasta llegar a su pezon, el alfa gruñe bajito y chupa entusiasmado el pequeño botón.

—¡Ahhh! Kacchan, sí.— comienza a gemir. Kacchan tiene esa facultad de calentarlo al instante, su trasero pegajoso y punzante listo para recibir a su Alfa.

"¿Eh, Su Alfa, Qué rayos está pensando?"

—Así bebé, gime para mi.— ordena el otro, tomado con su boca el otro pezon y con manos hábiles alinear su pene, en la ahora expuesta entrada de su amor.

—¡Agh!.— gimen al unísono.

Esa aplastante y jubilosa sensación de saberse conectados.

Deku, vira los ojos en blanco, extrañó tanto a Kacchan, el único Alfa que lo había sabido tomar como es debido.

Katsuki por su parte, se esta conteniendo, la exquisita presión en su pene, dado por el amor de su vida le esta volando la mente, pero necesita contenerse, no quiere entrar en celo de nuevo como un puberto.

El delicioso aroma excitado de su omega envolviendo el aire, le hace salivar con fervor.

Es ahora, nada podría arruinarlo esta vez.

Las penetraciones en aumento.— Ah, que rico Kacchan, sigue moviéndote así.

—Mierda, bebé. ¡No sabes cómo carajos te extrañé!.— Katsuki le grita en medio de gruñidos. —¡No me vuelvas a dejar, no me vuelvas a hacer algo así!.—gruñe gutural, mientras su cadera frenética se mueve incesante al hundirse en su Deku una y otra vez.

—Por Dios, voy a enloquecer Kacchan.— Deku estaba viendo estrellas, Katsuki lo está empalando con brío, tocando todos sus puntos sensibles con conocimiento y maestría.

Se mantienen así, en su burbuja de éxtasis, por un tiempo prolongado.

—¡Si!, estoy cerca, mi amor.— el alfa advierte, mientras comienza a preparar con su saliva cierta zona.

Deku, inmerso en su nube de placer. Pasó por alto el afectivo apodo y cómo Katsuki está afanado lamiendo la glándula de su cuello.

—¡Agh!, juntos Kacchan.

—Juntos, amor.— responde el alfa, sintiendo el orgasmo llegar y extenderse por todo su cuerpo.

Entonces, con absoluta felicidad y decisión, clava sus colmillos en el cuello de Deku, veneno cargado de su esencia a sándalo envolviendo a su ahora por fin, Omega oficial.

Deku en shock, respirando agitado y sintiendo un conjunto de sentimientos ajenos unirse a los propios.

—¡¡¡ME MARCASTE BASTARDO!!!

El alfa sonríe satisfecho. —Te amo Deku.— confiesa, mirando a los ojos de su Omega. —No me vuelvas a dejar o moriré, y no es retórica lo que digo.

Deku lo sabe, ese hombre está loquito por sus huesos, aún y cuando ni siquiera conoce su nombre real. Sufrió como un perro al estar lejos de él. Ahora lo sabe y aunque Katsuki no se lo hubiera dicho, su conexión lo hace por él.

(...)

Extra I: Perspectiva de Deku.

Estaba de mal humor, la mañana había estado ajetreada y ni siquiera había alcanzado a degustar su desayuno.

Cuando eres parte del bajo mundo, si el deber llama, debes estar disponible, y como hijo único de una de las familias aliadas más importantes de la Yakuza, no podía negarse.

—Vaya, viejo, ese tipo casi se mea en los pantalones.— se carcajea Red en el vehículo de transporte.

—Al parecer, subestimó de más al jefe. Es una lástima qué haya tenido tan poco cerebro como para desafiarlo.— comenta Iida.

Izuku sólo rueda los ojos ante ese comentario, se le hace gracioso que un alfa tan imponente como Iida siempre esté lamiéndole las botas.

Decide desviar su atención de la conversación y se dedica a mirar por la ventanilla del auto que se mueve pausado por las calles de Tokio.

Suspira malogrado

¿Cuándo fue la ultima vez que se pegó un buen polvo?

No lo recuerda. Ni siquiera podría decir si ese día existió realmente.

La última vez que intentó tener un buen revolcón, fue cuando convenció de alguna manera a su amigo Shoto de tener sexo. Grande fue su decepción, al descubrir que el maldito era demasiado vainilla y precoz para sus estándares.

No era que fuera quisquilloso con eso, pero no era su culpa tener un líbido tan alto y que ningún alfa fuera capaz de satisfacerlo.

Eso, definitivamente era un problema, y estaba cabreándose de que no existiera en el mundo, un jodido alfa diseñado especialmente para saciarlo.

Ni modo, tenía hambre.

—Detente en el primer buen restaurante que encuentres, necesito una ración de Katsudon a la vena.— ordena a Shouji, su chofer.

El Misami BoGa, era un destino obligado si querías comer un buen bocado en la ciudad de Tokio.

Izuku y sus tres alfas subordinados hicieron una parada allí. Calmar el hambre del Omega Dominante era esencial, puesto que verlo mal humorado por falta de alimento no era para nada agradable.

Pidieron una mesa, y en lo que los amables y educados meseros les atendían, se dedicó a registrar con su mirada el lugar.

De pronto, su nariz captó una fragancia desconocida, tan atrayente y llamativa

que le hizo buscar desesperadamente la fuente con sus habilidosos ojos.

Allí, en la mesa más apartada del lugar,

se hallaba un hermoso espécimen de cabellos dorados y mirada sangre.

Izuku podía sentir su aroma aún desde donde se encontraba, y tuvo que apretar con fuerza su mandíbula para evitar salivar ahí, en frente de sus guardaespaldas.

La fragancia de ese hombre era tan deliciosa y sexy. Un almizcle colmado de virilidad, con acordes amaderados, especiados e incluso dulces.

Sándalo potente y profundo.

Ese alfa era un dominante y al igual que él, debía tener un hambre voraz.

Un hambre, que bien podrían saciar juntos.

Izuku no podía verse en ese momento, pero estaba seguro que debía tener las pupilas tan dilatadas que incluso el verde de sus ojos se encontraba disminuido, tenía la boca tan húmeda y llena que le era abrumante.

Las exquisitas sensaciones que el aroma de ese alfa le estaba dando a sus alborotados sentidos, era aplastante.

Trago grueso.

Quería a ese hombre, lo necesitaba con presteza, y cómo que se llamaba Izuku Midoriya que lo tendría a como de lugar entre sus piernas.

Se levantó de donde estaba, con el ímpetu crispando todos sus nervios, la decisión de ir a por su encuentro, la necesidad de presentarse ante ese hombre y ofrecerse en bandeja de plata era imperiosa. Pero en el momento en que dio su primer paso hacia allí, todo se fue al demonio.

Una hermosa chica de bonita ropa y movimientos estilizados, se lanzó a besarlo con confianza y afecto.

Su sangre se heló, la ira e impotencia, emergiendo de su estómago y dispersándose por todo su cuerpo al ver dicha escena.

Lo peor de todo, era que el maldito alfa de delicioso aroma, no perdió tiempo en marcar con el mismo a aquella chica.

Ese acto, desvelaba una forma primitiva

e instintiva de brindarle protección y pertenencia.

Se le revolvió el estómago, tenía unas enormes ganas de vomitar. Se le bajó la presión, se sentía mareado.

Odiaba al mundo, odiaba quererlo todo y no poder tener nada.

Ese par estaba enamorado, ese par se pertenecía y eso era estupendo para ellos, sin embargo, para él, era una puta mierda.

(…)

Izuku era un mafioso.

¿Por qué demonios lo estaba pensando tanto?

Nunca había tenido remordimientos en ejecutar sus acciones, pero esta vez, había perdido demasiado tiempo dándole vueltas al asunto.

Hace un mes atrás, al escucharle quejarse tanto de su perra vida, Rayo se cabreó y en su momento de cólera le dió una idea de lo más macabra y retorcida.

La dichosa idea, al principio le pareció absurda y desmedida, pero hoy, al cumplir el mes de su mención, tenía todo listo para llevarla a cabo.

Izuku se odiaba en exceso por desear con tanta fuerza a un maldito alfa.

Él era suficiente, nunca había necesitado de ningún tipo de idiota para sentirse pleno. Pero sus instintos y su hambre simplemente eran más vigorosos de lo que pensaba.

Entonces, si no podía tener a ese alfa por las buenas, no le quedaba de otra que tomarlo por las malas.

.

.

.

"Secuestraste a un maldito alfa de una familia importante, Izuku. ¿cómo crees que funcionará eso?" Fue lo primero que le reprochó Red, al llevar a Katsuki Bakugou a su casa.

El tonto estaba enojado, pero más que eso, se sentía desplazado por su toma de decisiones.

No le importó en lo más mínimo la queja, y con oídos sordos, siguió con su cometido, mantener seis meses a ese alfa a su lado, arrebatarle su nudo hasta saciarse y luego largarlo a los brazos de su futura esposa, porque si. El maldito se casaría, si no aprovechaba ahora jamás lo haría.

Su plan post secuestro iba lento, debía tener paciencia, pues al principio estuvo bastante enojado.

Por supuesto que no esperaba que el idiota alfa le correspondiera al instante. Pero se atrevió a desafiarlo, denigrarlo y llamarlo asqueroso, a él.

Eso era imperdonable.

Nunca en la vida se había sentido tan ofendido, y eso que en su mundo los insultos eran por lo bajo, lo más sutil que había recibido. Pero que le llamara asqueroso, no tenía cabida en su cerebro.

Izuku no era asqueroso.

Sabía lo que era, y no era porque él lo pensara, pero fácilmente podía ser el Omega más sexy y hermoso que pisaba la tierra.

No eran palabras de él, si no más bien,

de sus numerosos y mediocres amantes.

Al pasar la primera semana del secuestro, el alfa ni intentaba dirigirle la mirada y eso era de esperarse, pues desde un inicio le dijo que no estaba dispuesto a engañar a su prometida.

¿Que idiota aceptaría tener sexo con un extraño de buenas a primeras, aún y cuando su futura esposa estaba amenazada de muerte?

Sin lugar a dudas, ese alfa era obstinado y tenía convicciones inquebrantables.

Por ello, ya con las ansias a tope, quiso probar con su aroma, un discreto llamado de apareamiento.

Salió fatal; el jodido dominante había entrado en celo. Y no estaba a discusión aprovecharse de eso para tener sexo.

Luego lo tentó con su cuerpo, ya que al no poder usar sus feromonas como quisiera, no le quedaba de otra que ostentar su curvilínea y tentadora silueta.

Se vistió con los más sensuales outfits

de lencería erótica que encontró, y al cumplirse el mes de su encierro, el obstinado alfa mal hablado, por fin había sucumbido a sus encantos.

Fue la maldita mejor experiencia de su vida, esa bestia sexual era todo lo que Izuku anheló en sus más profundos sueños.

Era endemoniadamente atractivo e igual de caliente como el infierno, su cuerpo era un bendito manjar de los Dioses y su pene; maldita sea, era el mismo cielo.

Era tan hermoso y tan perfecto; grande, grueso, venoso, delicioso.

Estaba legítimamente enamorado del pene de Katsuki Bakugou.

Los actos sexuales eran a diario. No habían besos en ellos, y en el fondo estaba bien con eso. Los besos a su parecer, eran una muestra demasiado íntima de afecto.

Y aquí no había afecto, solo excitación y deseo carnal, nada más que eso.

Katsuki, cada día se superaba, y eso le tenía encantado de maneras excelsas.

Izuku podría hacerle un altar al alfa por lo mucho que veneraba la forma en cómo lo tomaba.

El idiota era tan sexy que le calentaba en niveles monumentales. Sus gruñidos y bufidos de excitación, eran la melodía más deleitante para sus sentidos. Jamás unos sonidos tan rústicos, le habían endulzado más los oídos.

Lo bueno de la frecuencia del sexo, era que por fin podía vislumbrar con seguridad, que su persona no le era tan indiferente al alfa, puesto que en más de una ocasión, fue el mismo rubio quien lo buscó para comérselo entero y a menudo lo descubría observándole con codicia y un brillo inusualmente nostálgico en sus carmesíes ojos.

Una noche cualquiera, perdido en la lujuria y con el miembro del alfa metido hasta la garganta, el tonto lo frenó de golpe, lo tomó con brusquedad desde el cabello y saqueó su boca con ansiedad desesperada. Izuku podía sentir el dulzor de su húmeda y caliente lengua contra la suya y su lubricante salió a borbotones de su agujero. El alfa estaba igual, el olor de su semen esparcido en el aire aún y sin siquiera haberse corrido.

Preseminal brotando de su pene por lo excitante del contacto entre sus bocas.

Al alfa le había gustado su cavidad bucal, y eso, lejos de molestarle, le prendió en demasía.

(...)

El tiempo avanzaba, y con ello, el odio hacia la tal Camie Utsushimie aumentaba.

Tenía una envidia genuina para con la Omega que tendría a Katsuki por el resto de su vida.

La detestaba a niveles estratosféricos.

Iniciado el cuarto mes del secuestro, luego de un exquisito revolcón, Kacchan comenzó a acicalarlo y mimarlo.

Todo habría estado bien, si tan sólo al maldito alfa de mierda no se le hubiera ocurrido empezar a ronronear como un cachorro enamorado.

Izuku se emputó.

El nefasto alfa cabeza de nudo no podía estar haciéndole eso, no cuando en un inicio lo despreció tanto.

Le dio un puñetazo y se levantó con furia viva de ese cuarto para alejarse y no matarlo en ese instante.

Lo castigó e ignoró por un par de noches pero al llegar la tercera de ellas, no esperó en absoluto encontrar al alfa fuera de su habitación, arrodillado y exhibiendo su cuello y muñecas en sumisión.

El semblante que le mostró el alfa, era tan triste que le dolió el corazón, se sintió un inepto. Se sintió entristecido y tan poco merecedor de ese gesto.

Ningún alfa dominante se atrevería a hacer algo como eso, no si no se sintiera en extremo compungido.

Izuku no quería eso,

Era un maldito mafioso, sí, pero no se consideraba un bastardo desalmado, nunca quizo humillar de esa manera a Kacchan, y con esa escena delante de sus ojos, tomó su decisión.

Le dejaría hacer lo que quisiera con su cuerpo durante un par de días y luego lo devolvería a su normalidad.

El encontrarlo en ese estado de vulnerabilidad le rompió más de lo que le hubiese gustado y eso le hizo entender que en el fondo de su corazón, el alfa le importaba.

Izuku estaba arrepentido, por su puto egoísmo había privado a ese hombre de sus preparativos nupciales junto a la persona que amaba. Le había arrebatado tiempo valioso de planificación para el día que sería el más importante de su vida y por eso ya se aborrecía.

La última noche que pasó con Katsuki trató de disfrutarla al máximo. Ignoró lo más que pudo el dolor punzante en su pecho por la inminente separación con el alfa.

Pero era tiempo, debía dejarlo libre para siempre, después de todo, Katsuki no era suyo, nunca lo sería y debía agradecer al destino y su osadía que de cierta forma pudo compartir los seis mejores meses de su vida con ese alfa prestado.

La última semana se fue donde sus padres, debía dejar que su aroma desapareciera por completo del cuerpo del alfa, de otro modo su novia lo mandaría a volar por infiel aún y cuando no tuvo la culpa de nada.

Se sentía triste, no podía negarlo.

Inevitablemente su Omega se había enamorado de ese alfa, y quizás él también lo había hecho. Pero eso ya no importaba. Con tal de que que Kacchan fuera pleno y feliz en su matrimonio, ya se sentía pagado.

Una vez le avisaron de que el alfa estaba libre de su aroma, ordenó a Red ponerlo a dormir y luego regresarlo a su apartamento.

Con todo listo, por fin podía respirar más tranquilo. Lo amaba, y sabía que ese sentimiento era sincero, porque prefería verlo feliz, que obligarlo a permanecer a su lado.

(…)

Tras dos meses de la separación con Kacchan, se sentía terrible.

Lo extrañaba y ya no estaba hablando sólo de sexo.

Extrañaba su aroma, sus sonrisas socarronas, la forma tan dulce que tenía de acunarlo cada vez que dormían. Cuando lo llamaba bebé y envolvía su cuerpo en feromonas cálidas y protectoras.

Eso había hecho estragos en su corazón por completo, tanto que últimamente estaba somatizando.

Se sentía fatigado, somnoliento y estresado, incluso se había vuelto habitual devolver su desayuno durante las mañanas.

Realmente la ausencia de Kacchan le estaba afectando.

Una noche, en una de sus habituales reuniones de "negocios" en el bar de siempre, se encontró de frente con el alfa dueño de sus malestares.

Y por primera vez desde que lo conoció sintió temor ante su mirada penetrante llena de ira. Observó cómo Kacchan bufaba y a pasos gigantes se abalanzaba sobre él.

Espero lo peor, pero al contrario de lo que pensó, el Alfa Dominante estaba besándolo con desespero, tomándolo con sumo cuidado pero con dominancia y arrinconándolo contra la pared, casi exasperado por disminuir el espacio que los separaba.

Quiso apartarle, quiso hacerle entrar en razón respecto a sus acciones, se suponía que a estas alturas ya debería estar casado, pero no podía negar que ese beso le estaba arrebatando el alma.

Sus hormonas vueltas locas y su cuerpo en cooperación, más que dispuesto para recibirlo.

Izuku estaba desenfrenado.

La deliciosa sensación de ser llenado, le volaba los sentidos, Kacchan le empalaba con brío, le gruñía posesivo, reclamando por su abandono. Se sentía especial para el alfa.

La cadera de Katsuki arremetiendo contra la suya le hacía sentir dichoso, extrañaba esto, cada maldita y mínima sensación.

El nudo de Kacchan, haciendo estragos en sus entrañas, él también acabando por culminar.

El orgasmo haciendo su aparición, tan deleitoso que tuvo el descaro de tomarse el tiempo y disfrutarlo como nunca, pero en ese efímero descuido, sintió los afilados colmillos engullirse en su carne y veneno cargado navegar por su torrente sanguíneo.

Kacchan lo había marcado.

Katsuki había cometido el acto de amor más sincero y abnegado que puede hacer un alfa con su Omega.

Eso, o una simple estupidez.

—¡ME MARCASTE BASTARDO!— Fue lo que tendió a exclamar. Pero lejos de estar enfadado, estaba sorprendido.

—Te amo Deku.— Escuchó de Kacchan, y era realmente innecesario, porque el reciente lazo que habían formado, le decía a gritos que ese alfa estaba completamente enamorado y entregado a su persona.

.

.

.

Después de su encuentro en el bar, Kacchan lo llevó hasta su apartamento.

Durante todo el trayecto y aún ahora,

no se alejaba ni un centímetro de su Omega.

Tenía una necesidad urgente por tenerlo cerca, mimarlo y venerarlo.

—Kacchan ¿qué estás haciendo?.— le preguntó un cansado Izuku.

Habían hecho el amor unas cuatro veces, estaba en verdad exhausto. Sin embargo aún conservaban energías para mimarse, enredados en las sábanas de la cama del alfa.

Katsuki lo miró atento, como embobado, con sus ojos brillando y un bonito sonrojo en sus mejillas. —Mío.— ronroneaba con dicha, y restregaba su nariz en el cuello de Izuku, repartiendo besitos y lamidas cariñosas en la marca de apareamiento.

Feromonas de alfa feliz y enamorado pululando en el aire.

—Ya basta, si sigues lamiendo así se borrará la marca. — bromeaba Izuku.

Su preciosa risa encantaba los oídos de Katsuki. Pocas veces se había reído en presencia de él, pero en estas circunstancias, no podía evitarlo.

—Miiiio.— repetía el alfa, y cada

vez que Izuku reía, éste mismo percibía

un cosquilleo placentero en el estómago que no era propio, sino más bien, era el mariposeo incesante que sentía Katsuki al escuchar su risa. —Te necesito.

Izuku podría jurar que al mirarlo a los ojos podía ver corazones reflejados en los orbes Rubí del rubio.

Katsuki guiaba un camino de besos por su rostro, cuello, pecho, abdomen. Quedándose ahí, adorando la zona, chillando y gruñendo eufórico. Izuku le acariciaba el cabello y el ronroneo de Kacchan se hizo cada vez más sonoro e intenso.

—Míos.— chilló el alfa lleno de emoción, su corazón latiendo desbocado dentro de su pecho.

—¿De qué hablas?.— río nervioso el pecoso.

—Cachorros míos, omega mío. Amo mucho.— suspiraba y restregaba su mejilla en el vientre de Izuku.

—No hay cachorros ahí, tonto alfa.— reía enternecido.

Se había cuidado de manera estricta al estar con el alfa, y aunque los métodos anticonceptivos no fueran cien por ciento efectivos, no creía ser tan especial como para que fallaran justo consigo.

¿Verdad?.

Envueltos en su nube de amor y ternura, ignoraban por completo, cómo en la entrada de la habitación, una alfa estupefacta, veía y escuchaba todo detenidamente.

Mitsuki estaba helada, pues su tonto cachorro había entrado en estado de euforia alfa por ese Omega, y si dijera que estaba desinteresada, sería una real mentira. Ella lo sabía, la única forma de llegar a eso, es cuando te entregas con el corazón y el alma a la persona elegida.

No le importaba comportarse como toda una voyerista en este momento, pues si no fuera por su espionaje, probablemente no se hubiera enterado de nada.

Ese mocoso debía dar muchas explicaciones, después de todo, ya no caminaría nunca más solo por la vida.

(...)

Extra II: Mitsuki, la voyerista.

.

.

.

—¿Te podrías quedar quieto por un maldito momento, Katsuki? Me pones de los nervios.

El alfa gruñó enojado. —¿Me puedes decir qué carajos quieres?— preguntó con impaciencia. —Estoy justamente ocupado ahora mismo.

Mitsuki le miró con intriga, era evidente la desesperación en su mocoso, su lenguaje corporal le delataba, pues no dejaba de removerse inquieto y tensar peligrosamente la mandíbula.

Se notaba que lo único que deseaba, era retornar al cuarto de donde lo sacó y no estar sentado allí con ella, esperando por una explicación.

—El chico no se te escapará mocoso, al parecer lo dejaste bastante exhausto.— habló con calma, tratando de indagar con cautela en el escenario que contempló minutos atrás.—Puede ser que duerma todo el día incluso.— terminó de añadir con un tono un tanto comprensivo al empatizar con la situación, después de todo, ella también es una alfa y estaba casada con un Omega.

El alfa no refutó, en realidad no emitió palabra alguna, sólo se dedicó a apoyar los codos sobre las rodillas para tomarse con cansancio la cabeza.

—Ugh.— exhaló, y con tosquedad pasó las manos por sus rebeldes hebras rubias con la intención de relajarse y escuchar lo que sea que la mayor le tenía para decir.

—Dime lo que quieres madre, no tengo tiempo ahora, en serio.— pidió sosegado pero igualmente intranquilo.

Mitsuki abrió enormemente los ojos, su incredulidad se hacía notar en cada expresión de su rostro. Katsuki muy pocas veces le llamaba de esa manera. "Esto es serio" pensó.

—¿Es por ese Omega que rompiste tu compromiso con Camie?.— preguntó sin tapujos, aunque empleando un tono de voz lo más neutral posible.

—No es cualquier omega.— El alfa contestó al instante, ensimismado y a la defensiva. Su expresión facial, denotaba la molestia que estaba emergiendo desde su interior, su sistema preparándose instintivamente para la lucha que se desataría ante cualquier comentario no requerido e inapropiado que pudiera salir de la boca de su madre.

Ambos alfas ejecutándose con la mirada.

Pero contrario a lo que pensaba Katsuki, Mitsuki no tenía intenciones de discutir con él.

Si la alfa era honesta, podía decir que la ex prometida de su mocoso, nunca fue "santa de su devoción" aún así, quería entender el por qué, éste le dejó de la manera más despreocupada posible.

A lo largo de los años, la mujer alfa, se había acostumbrado a la relación que Katsuki mantenía con la chica. Sabía que éste le quería, pues con su carácter difícil y todo, siempre la trató como si fuera el pétalo de una flor.

Incluso le propuso matrimonio.

Ese suceso le había dejado totalmente impactada, pues jamás pensó que el engendro malhumorado de su hijo quisiera unir su vida con la de alguien más.

Y esto podía deberse a que Katsuki siempre se percibía notoriamente relajado alrededor de la omega, hasta su ceño se veía menos fruncido en presencia de ella.

Aún así, lo que observó minutos atrás, estaba a otro nivel.

La mujer alfa no tenía intenciones de espiar los encuentros carnales que pudiera tener su mocoso y tampoco pretendía escuchar las confidencias que surgían en ese tipo de contextos, pero el sonido repetitivo de un intenso ronroneo alfa, la incitó a hacerlo; a saciar su curiosidad, decidiéndose a espiar como toda una pervertida el comportamiento de su hijo luego del coito.

Nada la preparó para lo que vió.

Sabía que algunos alfas adoptaban un carácter que los ponía en extremo melosos después de consumar el acto sexual, sobre todo aquellos que eran dominantes, lo que los urgía a exponer el ronroneo como mecanismo de alarde y seguridad hacia la pareja, pero esto sólo surgía de forma instintiva y ante aquella persona que sería tu compañía definitiva, y justamente eso, fue lo que llamó su atención.

La habitación de su hijo estaba abierta, por lo tanto sólo debía asomar un poco la cabeza por el umbral de la puerta para poder espiar… y entonces, ahí fue que lo contempló.

Ahí estaba Katsuki, aferrado a un chico omega como si su vida dependiera de ello, ronroneando y buscando desesperadamente que el otro retribuyera a los mimos y la atención que él mismo le estaba dando tan devotamente. Tal y como si fuera un cachorro gigante.

Su sorpresa fue genuina, pues ni cuando Katsuki era un pequeño niño lo había visto actuar de esa manera tan peculiar.

Todo eso era sorpresivo por si mismo, pero lo que escuchó luego de eso, casi le detiene el corazón.

El instinto de Katsuki, insistía con júbilo y dicha, en que el Omega, su Omega, estaba en cinta.

Iba a ser abuela.

Se quedó congelada del otro lado de la puerta.

Iba a ser maldita abuela, y aunque no entendía un carajo de todo lo que estaba pasando en torno a ese chico Omega y el idiota de su hijo, no pudo evitar que la calidez invadiera por completo su pecho.

Mitsuki siempre había querido ser abuela, pero el engendro endemoniado que su amado Omega parió, siempre se había dedicado a romper sus ilusiones, dejando en claro, que era poco probable que alguna vez se convirtiera en padre.

Katsuki no quería hijos, nunca los quiso y al parecer, su ex novia estaba bien con eso, pero ahora, pero hoy, ahí lo estaba viendo, absolutamente dichoso con la idea de sus cachorros.

Mitsuki estaba contenta, muy contenta a decir verdad, pero también estaba intrigada por ese Omega, por la influencia que ejercía sobre su mocoso.

Tenía tantas preguntas que hacer y nadie en absoluto podía juzgarla por querer saber más. Aún así, sabía que debía esperar, pues era obvio que Katsuki había entrado en un estado de extrema necesidad de su Omega, la llamada "euforia alfa" por lo tanto, era consciente de que no podría sacar a Katsuki de ahí, por lo menos en unas horas más.

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Podría haberse ido a casa, podría haber esperado otra ocasión para conversar, pero no, se quedó por horas en el departamento de su hijo, esperando el momento exacto para poder hablar.

Cuando en la mañana Katsuki se levantó a preparar el desayuno para su Omega fue que se enteró de que su madre siempre estuvo allí. Eso lo enfureció.

Le pareció de la peor calaña aquella clase de intromisión a su vida personal, pero no había nada que unos buenos zapes por parte de la alfa, no pudieran controlar.

Mitsuki por fin hizo sus preguntas, pues le mataba la curiosidad, y aunque Katsuki en un principio estaba ansioso como la mierda, finalmente terminó por responder.

El alfa entendió las dudas surgidas en su madre, complaciendo a sus requerimientos de saber, respondiendo de la manera más breve posible, lo básico que debería conocer, lo que era de los más irónico, ya que él mismo hace menos de un dia atrás, se había enterado del verdadero nombre de su Omega.

Izuku.

También, como es obvio, omitió toda la información tórrida en base a su secuestro y cómo fue que éste suceso, le permitió conocer y enamorarse de su Omega.

Finalmente, un tanto satisfecha, Mitsuki decidió marcharse, no quería seguir atormentando a su mocoso, quien solo quería huir de la conversación que mantenían para seguramente ir a acurrucarse junto a su Omega.

Se dirigió hasta su casa conduciendo contenta, incluso cantando algunos hits de la estación de radio local que le gustaba sintonizar, el pensamiento de que pronto sería abuela rondaba por su cabeza y eso la tenía sonriendo como una idiota.

Tendría a su pequeño nieto, por fin tendría a su pedacito de cielo que le llenaría el alma y a quien transformaría en su máximo heredero.