Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Una luna sin miel" de Christina Lauren, yo solo busco entretener y que más personas conozcan este libro.
Capítulo 19
Durante la calma antes de que comience el servicio de la cena, hago un último repaso de mi zona. Tori es la cuarta persona de mi familia que esta semana, por pura coincidencia, justo pasa por Camelia a las cuatro de la tarde. Dice que quería saludar a Ron porque hace mucho tiempo que no lo ve, pero sé que está mintiendo porque Alec (que vino ayer a acosarme usando como excusa una historia similar) dijo que Ron y Tori habían estado en lo de la tía Mione la semana anterior.
Por más que mi familia pueda ser agobiante por momentos, son el mayor consuelo que tengo. Aunque finja que me fastidia que estén todo el tiempo asegurándose de que esté bien, nadie lo toma en serio. Porque si cualquiera de ellos estuviera pasándola mal (y ha sucedido muchas veces) yo también encontraría cualquier excusa para aparecerme en sus trabajos a las cuatro de la tarde.
—Cuando estamos tristes, comemos —dice Tori y me persigue con un plato de comida mientras corrijo la ubicación de dos copas de vino en una mesa.
—Lo sé —digo—, pero juro que no me pasa un bocado.
—Comienzas a parecerte a una muñeca cabezona de Selena Gómez. —Pellizca mi cintura—. No me gusta.
La familia sabe que Edward rompió conmigo y que Nya y yo "estamos peleadas" (aunque no hay nada activo en la situación; la llamé algunas veces luego de que habláramos, pero hace dos semanas que no me responde). Durante los últimos diez días me bombardearon con mensajes de buenos deseos y mi refrigerador está lleno de comida que mamá trae a diario de parte del tío Arthur, Ginny, Tori, Daphne, Emmett, el tío Draco, Jane, Kate; es como si hubieran armado un Cronograma para Alimentar a Bella.
Mi familia alimenta, eso es lo que hacen. Parece que haberme salteado dos cenas de domingo seguidas (por trabajo) encendió todas las alarmas familiares y los está volviendo locos no saber qué sucede.
No puedo culparlos; si Alice o Tori o Alec desaparecieran así, yo también estaría preocupada. Pero no soy quien tiene que contar esta historia; no sabría cómo decirles qué es lo que está sucediendo y, según el tío Draco (que vino ayer a Em, darle la tarjeta de un agente de seguros a Ron) Nya tampoco dijo nada.
—Ayer vi a Nya—dice ahora Tori, y luego hace una pausa hasta que dejo de preocuparme por cómo están puestos los cubiertos en la mesa y la miro.
—¿Cómo está? —No puedo evitar que se me quiebre un poco la voz. Extraño mucho a mi hermana y me está destruyendo que no me hable. Es como si me hubiesen quitado una parte de mí. Cada día estoy más cerca de ceder y decirle: "Tienes razón, Dane no hizo nada malo", pero ni siquiera logro probar esa mentira frente al espejo. Se me adhiere a la garganta, entro en calor, me endurezco y siento que voy a llorar. No me pasó nada tan terrible (aparte de perder el trabajo, a mi hermana y a mi novio en menos de veinticuatro horas), pero igualmente siento una ira incontenible hacia Dane, como si me hubiera abofeteado con sus propias manos.
—Parecía estresada. Me preguntó por una tal Trinity. —Tori se encoge de hombros y quita una pelusa de mi cuello.
—¿Trinity? —repito, intentando hurgar en mi memoria para descubrir por qué ese nombre me suena conocido.
—Parece que Dane tenía unos mensajes con ella y Nya los vio.
—¿Mensajes sexuales? —Me cubro la boca. Si lo que dice es verdad, me siento devastada y esperanzada: quiero que Nya me crea, pero prefiero estar equivocada a que tenga que atravesar todo ese dolor.
—Creo que lo invitó a salir y Dane le dijo "No, estoy ocupado", pero Nya estaba molesta por el solo hecho de que estuviera hablando con otra mujer.
—Oh, por Dios, creo que Trinity era la chica con el mango tatuado en el trasero.
—Me parece que leí ese libro. —Tori se ríe y también me hace reír, siento como si un rayo de luz entrara en una habitación que hace mucho tiempo está a oscuras.
—Edward habló de una chica llamada Trinity. Ella…
Me detengo. No le conté a nadie en la familia lo que me dijo Edward. Podría intentar derribar toda la coartada de Dane, pero ¿a quién ayudaría? No tengo pruebas de que haya salido con otras mujeres cuando estaba con Nya. No tengo pruebas de que se me haya insinuado en el bar. Solo tengo mi reputación de pesimista y no quiero que toda mi familia me vea como Edward cuando descubrió que hasta mi hermana gemela cree que estoy inventando todo.
—¿Ella qué? —insiste Tori cuando me callo.
—Nada, olvídalo.
—¿Me vas a decir qué pasa? Tú y tu hermana están raras y…
—No puedo, Tori. —Sacudo la cabeza y siento las lágrimas presionando mis ojos. No puedo hacer esto antes de que comience mi turno—. Solo necesito que acompañes a Nya, ¿sí? —Tori asiente sin dudarlo—. No sé quién es Trinity —digo y respiro hondo—. Pero no confío en Dane para nada.
Después de la medianoche, tomo mi bolso del locker y lo cargo sobre mi hombro. Ni me molesto en mirar el teléfono. Nya no escribió, Edward no llamó y no hay nada que pueda responder a los otros cuarenta mensajes que aparecen en mi pantalla cada vez que reviso.
Pero, a mitad de camino hacia mi auto, suena. Es un sonido breve, de campanas, engranajes y monedas cayendo: un jackpot. El tono de Nya.
Hace diez grados bajo cero y llevo una falda negra y un abrigo fino, pero me detengo justo donde estoy y tomo el teléfono del bolso. Nya me envió una captura de pantalla de la lista de mensajes de Dane. Están los nombres esperables (Nya, Edward y alguno de sus amigos), pero también otros como Cassie y Trinity y Julia. El mensaje de Nya dice:
Nya:
¿De esto hablabas?
No sé qué responderle. Por supuesto que mi instinto me dice que esas son las mujeres con las que Dane se acostó, pero ¿quién sabe? Podrían ser compañeras de trabajo. Me muerdo el labio y escribo con los dedos congelados:
Yo:
No tengo idea de quiénes son.
No tengo una lista de nombres. Si la tuviera, te la hubiese mostrado.
Espero a que vuelva a escribir, pero no lo hace y me estoy congelando, así que me subo al auto y prendo la calefacción lo más fuerte posible.
A tres cuadras de llegar a mi apartamento, el teléfono vuelve a sonar y me estaciono tan de golpe que las ruedas chillan.
Nya:
Dane se olvidó el teléfono anoche.
Pasé dos horas intentando adivinar la contraseña. ¿Puedes creer que es 1111?
Contengo una risa y me quedo mirando la pantalla con ansiedad: sigue escribiendo.
Nya:
Me envié todas las capturas de pantallas.
Todos los mensajes de esas mujeres son iguales: le preguntan si quiere salir.
¿Se referirán a tener sexo?
Pestañeo mirando la pantalla. ¿Habla en serio?
Yo:
Nya, ya sabes lo que pienso.
Nya:
Belly, ¿y si tenías razón?
¿Y si me está engañando?
¿Y si estuvo engañándome todo este tiempo?
Mi corazón se parte al medio. La mitad la pertenece a mi hermana para ayudarla en lo que está por atravesar; la otra mitad seguirá latiendo para mí.
Yo:
Lo siento, Nya, quisiera saber qué decir.
Nya:
¿Debería responderle a alguna de esas chicas?
Me quedo mirando la pantalla por un segundo.
Yo:
¿Desde su teléfono?
¿Haciéndote pasar por Dane?
Nya:
Sí.
Yo:
Es una posibilidad.
Si crees que él nunca te dará una respuesta honesta.
Espero. Tengo el corazón trepando por la garganta.
Nya:
Tengo miedo.
No quisiera tener razón.
Yo:
Lo sé, cariño.
Si sirve de algo, yo tampoco quiero tener razón.
Nya:
Lo haré esta noche.
Respiro hondo, cierro los ojos y exhalo de a poco. Que finalmente me crea no se siente tan bien como esperaba.
Yo:
Estoy aquí si me necesitas.
Aunque estuve desempleada durante dos meses, ocupé gran parte de ese tiempo buscando trabajo o ayudando a Nya con los preparativos de la boda. Ahora, mantenerme ocupada durante el día se volvió mucho más importante, porque si no lo consigo pienso en Edward. O en Nya.
No supe nada de ella durante todo el día siguiente y tengo un nudo en el estómago del tamaño de Texas. Quiero saber cómo le fue con Dane anoche. Quiero saber si respondió a los mensajes o si lo confrontó, y qué sucedió. Quiero protegerla, estoy preocupada por ella, pero no hay nada que pueda hacer, y tampoco puedo llamar a Edward, porque sabemos que estará del lado de Dane hasta el fin del mundo.
Como hoy es mi día libre, salir del apartamento (y de mis pensamientos) se convierte en una prioridad. No tengo ganas de ir al gimnasio, pero cada vez que estoy frente a la bolsa de boxeo, me sorprende cuánto mejor me siento. Comencé a pasear perros en la Fundación Humanitaria y tengo un amiguito golden retriever, Skipper, que estoy pensando en llevarle a mamá de sorpresa; no estoy segura de si será una sorpresa buena o mala y por eso lo sigo considerando. Ayudo a algunos vecinos a despejar la nieve de sus aceras, asisto a una charla de arte y medicina en el Centro Artístico Walker y me junto con Alec para almorzar.
Todavía no tuve noticias de Nya.
Es muy extraño darme cuenta de que, cuando me bajé del tren de la carrera profesional, mi vida volvió a sentirse mía. Siento que puedo proyectar por primera vez en una década. Puedo respirar.
Había un motivo por el que Edward no sabía nada de mi trabajo: nunca hablaba de eso. Era lo que hacía, no quién era. Y, aunque todavía me duele respirar (porque extraño a Edward, lo extraño en verdad), haberme quitado de los hombros el peso de un trabajo corporativo es un alivio increíble. No sabía que era esta persona.
Me siento más yo que nunca.
Nya me llama a las cinco, justo en el momento en que atravieso la puerta de mi apartamento y voy a buscar el rollo para pelusas (Skipper tiene esa consecuencia). Hace dos semanas que no escucho su voz y puedo sentir cómo la mía tiembla cuando atiendo.
—¿Hola?
—Hola, Belly.
—Hola, Nya —digo luego de una larga pausa.
—En verdad lo siento. —La voz le sale gruesa y compungida.
—¿Estás bien? —Tengo que tragar varias veces para poder desarmar el nudo en mi garganta.
—No —dice, y agrega—, pero sí. ¿Quieres venir esta noche? Hice lasaña.
Me muerdo los labios por un segundo.
—¿Estará Dane? —pregunto al fin.
—Vendrá más tarde —admite—. ¿Por favor? Necesito verte esta noche. —La forma en que lo dice me hace pensar que no es solo una reconciliación entre hermanas.
—De acuerdo, estaré allí en veinte minutos.
Me miro en el espejo todos los días, no debería impresionarme ver a Nya en el pórtico esperándome, pero sucede. Nunca pasamos tanto tiempo sin vernos, ni siquiera en la universidad. Yo iba a la U y ella a St. Thomas e, incluso en las semanas más atareadas, nos juntábamos a cenar los domingos.
La tomo entre mis brazos y la aprieto tan fuerte como puedo cuando noto que está llorando. Se siente como la primera bocanada de aire luego de haber contenido la respiración.
—Te extrañé —dice llorando en mi hombro.
—Yo te extrañé más.
—Esto es una mierda —dice.
—Lo sé. —Me separo para limpiar las lágrimas de su rostro—. ¿Cómo estás?
—Estoy… —Se detiene y nos quedamos ahí paradas, sonriendo por telepatía porque la respuesta es obvia: Una intoxicación arruinó mi boda, me perdí la luna de miel y mi esposo me engañó—. Estoy viva.
—¿Está aquí?
—En el trabajo. —Se endereza y respira hondo para no quebrarse—. Volverá alrededor de las siete.
Se da vuelta y avanza hacia el interior. Me encanta su casa: es amplia, luminosa; por suerte Nya tiene un gran talento para la decoración porque, si dependiera de Dane, todo seria del violeta de los Vikings, habría tableros de dardos colgados por todos lados, quizá algunos sillones de cuero hípsters y un carro para bebidas que nunca usaría.
Nya va a la cocina y sirve dos grandes copas de vino. Me río cuando me da la mía:
—Oh, con que es ese tipo de noche.
—Ni te lo imaginas. —Asiente y sonríe, aunque puedo darme cuenta de que no hay ni una gota de felicidad en su cuerpo.
Siento que tengo que avanzar de puntillas, pero no puedo evitar preguntar:
—¿Tomaste su teléfono anoche? ¿Cuáles son las novedades?
—Sí, lo hice. —Nya toma un trago largo y me mira sobre el borde de la copa—. Te cuento luego. —Gira la cabeza para indicarme que la siga hacia la sala de estar, donde nuestros platos de lasaña ya están servidos sobre dos bandejas.
—Qué buen plan —comento.
Hace una reverencia, toma asiento en el sillón y pone Por eso lo llaman amor. Nos la perdimos cuando estaba en el cine y siempre decimos que tenemos que verla, una sensación dulce y nostálgica golpea mi garganta por saber que esperó para verla conmigo.
La lasaña es perfecta, la película es maravillosa y casi me olvido de que Dane vive aquí. Pero cuando la película lleva una hora, se abre la puerta principal. El comportamiento de Nya cambia. Se sienta con las manos en los muslos y respira profundo.
—¿Estás bien? —susurro. ¿Soy su apoyo moral para enfrentar a su esposo? No puedo decidir si eso me fascina, me espanta o ambas.
—Hola, nena —grita Dane mientras deja las llaves en el recibidor y revisa el correo.
—Hola, cariño —responde con falsa alegría, incongruente con la mirada desolada que veo en su rostro.
Tengo una premonición y mi estómago da un tumbo anticipándose a la inminente tensión.
—Oh. Ey, Bella —saluda sorprendido y disgustado.
—Vete al infierno, Dane. —Ni siquiera me molesto en mirarlo.
Nya se atraganta con el vino y me mira. Sus ojos brillan con diversión y tensión.
—Hay lasaña en el horno si quieres, cariño.
Siento la mirada de Dane en mi nuca (sé que me está mirando), pero se queda ahí parado unos segundos antes de decir por lo bajo:
—De acuerdo, tomaré un poco y las dejaré tranquilas.
—¡Gracias, cariño! —responde Nya. Mira el reloj y toma el control remoto para bajar el volumen—. Estoy tan nerviosa que tengo náuseas.
—Nya —digo y me acerco hacia ella—. ¿Qué está sucediendo?
—Les respondí los mensajes —dice y la mandíbula se me cae. Estoy gritando por dentro. Ahora entiendo la fuerza con la que está conteniendo las lágrimas—. Tuve que hacerlo de este modo.
—¿Qué cosa exactamente, Nya? —pregunto.
Pero antes de que pueda responderme suena el timbre.
Su atención se dispara sobre mi hombro hacia la puerta que lleva a la cocina y escuchamos cómo Dane se acerca para atender.
Lento, tan lento que puedo ver a Nya temblar cuando se incorpora.
—Vamos —me dice por lo bajo y luego se dirige hacia él con una calma y una claridad admirables—. ¿Quién es?
La sigo y veo a Dane desesperado por empujar a una mujer fuera de la casa. Me baja la presión.
¿Se hizo pasar por Dane e invitó a todas esas chicas a que vengan aquí?
Oh, por Dios.
—¿Quién es, cariño? —repite Nya con inocencia.
—¿Quién es esa? —grita la mujer empujando a Dane hacia un costado.
—Soy su esposa. Tanya. —Le estira la mano—. ¿Y tú cuál eres?
—¿Cuál soy? —repite la mujer, demasiado sorprendida como para estrecharle la mano. Mira a Dane y su rostro empalidece—. Soy Cassie.
—Nena… —Dane se da vuelta, también pálido, y mira fijamente a Nya.
Por primera vez, veo que la mandíbula de Nya se tensa al escuchar ese horrible apodo, ¡quiero saltar de la alegría porque sabía que odiaba que la llamara así, aunque se hacía la que le gustaba!
—Discúlpame, Dane —dice Nya con dulzura—. Me estoy presentando con una de tus novias.
—Nena, no es lo que piensas.
Puedo ver el pánico en sus ojos.
—¿Qué es lo que creo, nene? —pregunta, con los ojos bien abiertos, fingiendo curiosidad.
Otro auto estaciona en la acera y una mujer baja lentamente tratando de procesar la escena que se despliega frente a ella. Parece que acaba de salir del trabajo: lleva uniforme de enfermera y el pelo atado. Pienso que no se vestiría así para verse con un hombre al que quiere impresionar; pero sí para verse con alguien que conoce hace mucho tiempo y con quien tiene confianza.
No puedo evitar lanzarle una mirada penetrante a Dane. Qué mierda de persona.
—Esa debe ser Trinity —me dice Nya.
Oh, por Dios, mi hermana está desmantelando el circo de Dane y no necesitó ni una sola lista de tareas. Es un delirio de dimensiones nucleares.
Dane toma el brazo de Nya y se acerca para buscar sus ojos.
—¿Qué haces, cariño?
—Creí que debía conocerlas. —Su mejilla tiembla, verla es doloroso—. Vi los mensajes en tu teléfono.
—Yo no… —comienza.
—Sí —dice Cassie por lo bajo—. Lo hiciste. La semana pasada. —Mira a Nya y luego a mí—. No sabía que estaba casado. Te juro que no tenía ni idea.
Se da vuelta y regresa al auto, pasando junto a la otra mujer, que se detuvo a algunos metros. Por su expresión puedo darme cuenta de que Trinity ya entendió lo que sucede.
—Estás casado —dice, seca, a lo lejos.
—Está casado —confirma Nya.
Trinity mira a Dane, que está sentado en el porche con el rostro entre las manos.
—Dane —dice—, esto es muy retorcido.
—Lo siento —responde él.
—Hace bastante que no nos vemos, si eso sirve de algo —dice Trinity, mirando fijamente a Nya.
—¿Qué es "bastante"? —pregunta Nya. Trinity se encoge de hombros.
—Más o menos cinco meses.
Nya asiente y comienza a respirar rápido y agitado, lucha por no llorar.
—Nya —digo—, ve adentro. Recuéstate. Te acompaño en un segundo.
Se da vuelta y pasa rápido por al lado de Dane, esquivando su mano extendida. Alguien cierra la puerta de un auto en la calle y mi corazón se estremece: ¿cuántas mujeres más vendrán?
Pero no es otra mujer. Es Edward, que vuelve del trabajo. Lleva pantalones grises ajustados y una camisa azul. Se ve hermoso.
Estoy pasmada por todo lo que sucede a mi alrededor e intento conservar la calma para poder acompañar a Nya, pero verlo me desarma.
—Ah —dice Nya desde la puerta, lo suficientemente alto como para que todos la escuchen—, también invité a Edward, Belly. Creo que te debe una disculpa. —Y cierra con cuidado la puerta detrás de ella.
—Suerte con todo esto —Trinity me mira y me dedica una sonrisa seca. Mira a Dane y agrega—: Me pareció que era raro que me enviaras un mensaje luego de meses de estar desaparecido. —Se muerde el labio, parece más asqueada que molesta—. Espero que te deje. —Se sube al auto y avanza hacia la calle.
Edward se detuvo a unos metros para ver esa interacción, frunce el ceño mientras procesa todo. Se concentra en mí.
—¿Bella? ¿Qué sucede aquí?
Dane levanta la vista. Tiene los ojos rojos e inflamados. Parece que ha estado llorando detrás de las manos.
—Supongo que Nya las invitó. —Levanta una mano, abatido—. Mierda, no puedo creer lo que acaba de suceder.
—Espera, ¿entonces estabas…? —Edward vuelve a mirarme y luego a su hermano.
—Solo un par de veces con Cassie —dice Dane.
—Y con Trinity hace cinco meses —colaboro. Este momento no se trata de mí ni de Edward, pero no puedo evitar ponerle mi mejor cara de te lo dije.
—Soy tan idiota —gruñe Dane.
Puedo identificar el momento exacto en el que Edward se da cuenta de lo que está viendo. Es como si un puño invisible lo golpeara en el pecho; se aleja unos pasos antes de levantar la vista hacia mí con la claridad que debería haber tenido hace dos semanas.
Dios, tendría que sentirse tan bien, pero no. Nada de todo esto se siente bien.
—Bella —dice despacio. Sé que intentará disculparse.
—No —lo interrumpo. Tengo una hermana adentro que me necesita, no me sobra ni un segundo para ocuparme del inútil de su hermano—. Llévate a Dane contigo cuando te vayas.
Me doy la vuelta y camino hacia la casa, no me vuelvo para ver a Edward cuando cierro la puerta.
NOTA:
Por fin se le cayeron las mentiras a Dane, siento muy feo por Nya, pero amo como lo enfrento, yo siento que no debería perdonar a Edward por ser un imbecil y apoyar a su hermano aún cuando sabia las cosas que hacia.
Nos leemos despúes.
