Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Asesinato para principiantes" de Holly Jackson, yo solo busco entretener y que más personas conozcan este libro.


Capítulo 14

—¿Te has puesto así de elegante para venir a verme, Sargentita? —dijo Edward, apoyado contra el marco de la puerta de su casa, con una camisa de franela de cuadros y unos jeans.

—No, es que vengo del insti —dijo Bella—. Y necesito tu ayuda. Venga, ponte los zapatos —le dijo, y dio un par de palmadas para apresurarlo—, te vienes conmigo.

—¿Vamos a una misión? —preguntó él dando un par de pasos hacia atrás para ponerse unos tenis naranja que estaban tiradas en el pasillo—. ¿Me llevo los lentes de visión nocturna y las estrellas arrojadizas ninja?

—Esta vez no —sonrió Bella echando a andar por el camino del jardín con Edward siguiéndola a pocos pasos tras haber cerrado la puerta de casa.

—¿Adónde vamos?

—A una casa en la que se criaron dos potenciales sospechosos de haber asesinado a Sid —dijo Bella—, uno de ellos recién salido de prisión por haber sido acusado de cometer «agresión con lesiones» —añadió, y entrecomilló esas palabras con los dedos—. Vienes en calidad de refuerzo, ya que vamos a hablar con dos sospechosos potencialmente violentos.

—¿Refuerzo? —preguntó él, a la vez que la alcanzaba.

—Ya sabes —explicó ella—, para que haya alguien que oiga mis gritos de ayuda si la necesito.

—Espera, Belly. —Él la cogió por el brazo y la obligó a detenerse—. No quiero que hagas algo que te pueda poner en peligro. Billy tampoco habría querido.

—Anda ya —dijo ella encogiéndose de hombros—, nada se interpone entre mis deberes y yo, ni siquiera un pequeño peligro. Solo voy a hacerle unas pocas preguntas, y estaré muy calmada y seré muy educada con ella...

—Ah, ¿es una chica? —preguntó Edward—, entonces de acuerdo.

Bella movió su mochila para darle con ella al chico en el brazo.

—Pero ¿qué te piensas? —le dijo—. Las mujeres pueden ser tan peligrosas como los hombres.

—Au, ya te digo —protestó él frotándose el brazo—. ¿Qué llevas ahí dentro? ¿Ladrillos?


Cuando Edward dejó de reírse del pequeño escarabajo que conducía Bella, se puso el cinturón de seguridad y ella introdujo la dirección en el móvil. Puso en marcha el coche y le contó a Edward todo lo que había averiguado desde la última vez que se habían visto. Todo excepto lo del extraño del bosque y la nota en su saco de dormir. Esa investigación era muy importante para él y, aun así, Bella sabía que le diría que lo dejase si supiera que ella corría peligro. Así que, sencillamente, no se lo contaría.

—Menudo problema parece esa Sid —dijo él cuando Bella acabó su relato—. Y aun así a todo el mundo le resultó facilísimo creer que el monstruo era Billy. Vaya, qué profundo me ha quedado. —Edward se volvió hacia ella—. Puedes citarme en tu trabajo, si quieres.

—Faltaría más, con notas a pie de página y todo —contestó ella.

—Edward Cullen —dijo él fingiendo escribir las palabras en el aire—, pensamientos profundos de primera mano, escarabajito de Belly, 2017.

—Hoy en el insti nos hemos tenido que tragar una hora de explicaciones sobre las citas en los PC —contó Bella con los ojos fijos en la carretera—, como si no supiera ya cómo hacerlo. Nací sabiendo citar cualquier trabajo académico.

—Ese es un superpoder interesantísimo, deberías llamar a Marvel.

La voz mecánica y ultrapija del GPS de Bella los interrumpió para decirles que, en 450 metros, llegarían a su destino.

—Debe de ser esta —dijo Bella—. Daphne me comentó que era la casa de la puerta azul — añadió mientras aparcaba junto al bordillo—. Ayer llamé dos veces a Rose. La primera vez me colgó en cuanto dije las palabras «proyecto escolar». La segunda vez no me contesto, directamente. Esperemos que nos abra la puerta. ¿Vienes?

—No estoy seguro —dijo señalándose la cara—. Ya sabes, por ser «el hermano del asesino». Igual consigues más información si yo no estoy.

—Ah.

—¿Qué tal si me quedo en ese camino de ahí? —propuso él señalando las losas de cemento que delimitaban el jardín delantero de la casa, en el punto en el que torcían hacia la izquierda para dirigirse a la puerta de entrada—. No me verá, pero estaré al lado y listo para entrar en acción.

Salieron del coche y Edward cogió la mochila de Bella, dejando escapar gruñidos exagerados al levantarla.

Cuando él se ubicó en el puesto que habían acordado, ella le hizo una señal de confirmación y a continuación se dirigió a la puerta. Pulsó el timbre con dos secos golpes sucesivos y jugueteó nerviosa con el cuello de su americana; una figura oscura apareció recortada en sombras a través del cristal esmerilado.

La puerta se abrió con lentitud y una cara apareció por la rendija.

Una mujer joven de pelo muy corto de un castaño casi rubio y con los ojos pintados como un mapache. La cara se parecía demasiado a la de Sid: el mismo tipo de ojos color miel grandes y labios pálidos y jugosos.

—Hola —dijo Bella—, ¿eres Rose Parkinson?

—Sí... —respondió ella dubitativa.

—Me llamo Bella —musitó—, soy la que te llamó ayer por teléfono. Soy amiga de Daphne Greengrass; la conociste en el instituto, ¿no?

—Sí, Daphne era amiga mía. ¿Por qué? ¿Está bien? —Rose parecía preocupada.

—Sí, sí, está bien —sonrió Bella—. Volvió a casa de sus padres, ahora vive con ellos.

—No lo sabía. —Rose abrió un poco más la puerta—. Sí, debería llamarla algún día. Y...

—Perdona —se excusó Bella. Miró a Rose de arriba abajo y reparó en el brazalete electrónico que tenía alrededor del tobillo—. Pues, como te dije cuando te llamé, estoy haciendo un proyecto escolar y me preguntaba si podrías responderme a algunas preguntas. —Volvió la vista a la cara de Rose a toda velocidad.

—¿Sobre qué? —La chica escondió el pie del brazalete detrás de la puerta.

—Eh... Sobre Sid Prescott.

—No, gracias. —Rose se echó hacia atrás e intentó cerrar la puerta, pero Bella dio un paso hacia delante y la bloqueó con el pie.

—Por favor. Sé que te hizo cosas horribles —dijo—. Entiendo que no quieras, pero...

—Esa zorra me arruinó la vida —escupió Rose—, no voy a malgastar un segundo de mi tiempo hablando de ella. ¡Lárgate!

Justo en ese momento fue cuando oyeron el sonido de una suela de goma resbalar en el cemento y un «mierda» susurrado.

Rose echó un vistazo y los ojos se le agrandaron. —Tú —dijo en voz baja—, tú eres el hermano de Billy.

No era una pregunta.

Bella se volvió y vio a Edward detrás de ella, de pie con aspecto tímido al lado de la losa suelta que debía de haberlo delatado.

—Hola —saludó con una inclinación de cabeza y un gesto con la mano—, soy Edward.

Se acercó y se quedó al lado de Bella; cuando lo hizo, Rose dejó de agarrar la puerta y permitió que se abriera del todo.

—Billy siempre se portó bien conmigo —dijo—, incluso cuando no tenía por qué. La última vez que hablé con él, se ofreció a ayudarme en la asignatura de Política durante las horas de comer porque me estaba costando un poco. Siento que ya no esté contigo.

—Gracias —contestó Edward.

—Debe de ser muy duro para ti —siguió Rose con la mirada aún perdida—, la forma en la que esta ciudad adora a Sid Prescott. La santa de Kilton, su adorada niñita. Y ese banco con la dedicatoria: «Se fue demasiado pronto». No lo suficientemente pronto, diría yo.

—No era una santa —dijo Bella con una amabilidad destinada a conseguir que Rose saliera de detrás de la puerta.

Pero Rose no la estaba mirando a ella, solo tenía ojos para Edward.

Él dio un paso en su dirección.

—¿Te acosó?

—Vaya si me acosó —rio Rose con amargura—, y sigue arruinándome la vida, incluso desde la tumba. Se habrán fijado en mi aparato. —La chica se señaló el brazalete del tobillo—. Me pusieron esto porque le pegué un puñetazo a una de mis compañeras de habitación en la universidad. Estábamos eligiendo dormitorios y una chica empezó a hacer el mamón justo como lo hacía Sid, y perdí la cabeza.

—Sabemos lo del vídeo que subió a internet —intervino Bella—. Tendrían que haberla denunciado; en aquel momento tú aún eras menor de edad.

Rose se encogió de hombros.

—Al menos recibió un castigo en cierta manera aquella semana. La divina providencia. Gracias a Billy.

—¿Querías que se muriera, después de lo que te hizo? —preguntó Edward.

—Por supuesto —respondió Rose sombría—. Por supuesto que quería que desapareciese. Falté dos días a clases por lo mal que lo pasé. Y cuando volví el miércoles, todo el mundo me miraba y se reía de mí. Estaba llorando en el pasillo y Sid se me acercó y me llamó zorra. Estaba tan enfadada que le dejé una amable notita en su taquilla. Estaba demasiado asustada para decirle nada a la cara.

Bella echó una rápida mirada a Edward y al ver su mandíbula tensa y sus cejas fruncidas, supo que había pensado lo mismo.

—¿Una nota? —preguntó él—. ¿Era una... era una amenaza?

—Pues claro que era una amenaza —rio Rose—: «Zorra asquerosa, te voy a matar», algo así. Pero parece que Billy llegó primero.

—A lo mejor no fue él —apuntó Bella.

Rose se volvió para mirarla. Luego estalló en una risa alta y forzada, de la que una gota de saliva aterrizó en la mejilla de Bella.

—Esta sí que es buena —dijo en voz alta—. ¿Estás preguntándome si yo maté Sid Prescott? Tenía motivos, cierto, ¿eso es lo que estás pensando? ¿Quieres que te cuente mi puta coartada? —rio con crueldad.

Bella no dijo nada. Se le estaba llenando la boca de saliva y a pesar de lo incómodo que resultaba no la tragó. No quería moverse ni un milímetro. Sintió que Edward le rozaba el hombro cuando movió su mano para acercarla a la de ella.

Rose se inclinó hacia ambos.

—Me quedé sin amigos por culpa de Sid Prescott. No tenía ningún sitio donde estar aquel viernes por la noche. Estaba en casa jugando al Scrabble con mis padres y mi cuñada, y en camita a las once. Siento decepcionarte.

Bella no tuvo tiempo de tragar saliva. —¿Y dónde estaba tu hermano si su mujer estaba en casa contigo?

—Él también es sospechoso, ¿no? —La voz se le oscureció con un gruñido—. Parece que Daphne ha estado hablando de más. Aquella noche él estaba en el pub tomando algo con sus colegas polis.

—¿Polis? —preguntó Edward—. ¿Es un agente de policía?

—Acabó la academia ese año. Así que no, no hay asesinos en esta casa, me temo. Ahora váyanse a la mierda, y díganle a Daphne que los acompañe.

Rose se apartó y les cerró la puerta en las narices.

Bella se quedó mirando cómo la puerta vibraba en el marco, con los ojos tan fijos que por un momento le pareció que incluso las partículas de aire se movían con el portazo. Negó con la cabeza y miró a Edward.

—Vámonos —le dijo él con amabilidad.


Ya en el coche, Bella se permitió respirar despacio durante unos segundos, para intentar traducir el lío de sus pensamientos en palabras.

Edward se le adelantó.

—¿Hice mal por meterme en el interrogatorio? Oí que levantaba la voz y...

—No. —Bella lo miró y no pudo evitar sonreír—. Es una suerte que lo hicieras. Solo habló porque estabas tú.

Él se enderezó un poco en el asiento, con el pelo rozando el techo del coche.

—Así que la amenaza de muerte de la que te había hablado el periodista aquel... —comenzó él.

—... era de Rose —completó ella encendiendo el motor.

Separó el coche del bordillo y condujo unos cuantos metros por la calle, hasta perder de vista la casa de Rose Parkinson, y entonces se paró otra vez y cogió el teléfono.

—¿Qué estás haciendo?

—Rose dijo que su hermano es agente de policía —Entró a la aplicación del buscador y empezó a teclear—. Vamos a buscarlo.

Fue el primer resultado cuando buscó: «Daniel Parkinson Policía de Thames Valley». Una página en la web nacional de la policía que decía que el agente de policía Daniel Parkinson pertenecía al grupo policial de Little Kilton. Un rápido vistazo a su perfil de LinkedIn confirmó dicha pertenencia desde finales de 2011.

—Ah, si lo conozco... —dijo Edward, inclinándose sobre su hombro y señalando con el dedo la foto de Daniel.

—¿Sí?

—Sí. Cuando empecé a hacer preguntas sobre Billy, él fue el agente que me dijo que lo dejara, que mi hermano era culpable sin ningún tipo de duda. No le caigo nada bien. —La mano de Edward subió hasta su cuello y se perdió entre el negro pelo—. El verano pasado estaba sentado en las mesas de la terraza de una cafetería. Este tío —señaló la foto de Daniel— me hizo marcharme porque dijo que estaba «merodeando». Qué curioso que no pensara que el resto de la gente allí sentada estuviera merodeando, solo el chico cuyo hermano era un asesino.

—Qué gilipollas despreciable —dijo ella—. Y ¿pasó de todas tus preguntas sobre Billy?

Edward asintió.

—Se unió al cuerpo de policía justo antes de que Sid desapareciera. —Bella miró la foto de Daniel en el teléfono—. Edward, si es verdad que alguien le tendió una trampa a Billy e hizo que su muerte pareciera un suicidio, ¿no sería más fácil para una persona que conociese los procedimientos policiales?

—Efectivamente, Sargentita —respondió él—. Y además está el rumor de que Sid se acostó con él cuando tenía quince años, que es lo que usó para chantajear a Rose y que dejara la obra de teatro.

—Sí, ¿y si hubieran retomado su relación después, cuando Daniel ya estaba casado y Sid en el último curso? Él podría ser el tipo mayor secreto.

—Y ¿qué hay de Rose? —preguntó él—. Yo casi que quiero creerla cuando dice que estaba en casa con sus padres esa noche porque se había quedado sin amigos. Pero... también ha demostrado ser una persona violenta. —Edward hace un gesto de balanza con las manos, como si sopesara algo —. Y tiene un buen motivo. ¿Serán un equipo de hermanos asesinos?

—O un equipo de Rose y Daphne —gimió Bella.

—Pareció muy enfadada al saber que ella había hablado contigo —concordó Edward—. ¿Cuál es el máximo de palabras para este PC, Belly?

—No el suficiente, Edward. Ni de lejos.

—¿Deberíamos ir por un helado y darles un descanso a nuestros cerebros? —Se volvió hacia ella con aquella sonrisa suya.

—Sí, probablemente.

—Siempre y cuando seas el tipo de chica a la que le gustan los de galleta. Dicho por Edward Cullen —dijo teatralmente a un invisible micrófono—, una tesis sobre el mejor sabor de helado, coche de Belly, septiemb...

—Cállate bobo.

—Vale.