Gracias, Yani, por ayudarme a betear el capítulo.
Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 5
Cinco años antes…
«Ya no hay nada que hacer».
Esa frase resonaba en mi cabeza y me torturaba cada noche con enviarme al abismo.
Había pasado un mes. Un largo mes y aún no había noticias de Bella. Mi vida se había convertido en una pesadilla en donde todos se creían con derecho a opinar.
Sobrevivía al filo de los recuerdos. Rememoraba cada segundo antes del accidente, quería encontrar el punto exacto donde perdí el conocimiento, donde todo se transformó en una pesadilla. En cambio mi mente no era capaz de lograr su objetivo.
Estreché los ojos.
Miré de nuevo hacia el lado poniente de la carretera, exactamente hacia el lugar donde habían encontrado el auto; seguía apreciándose en el concreto las derrapadas de las llantas.
Sentí un escalofrío cuando la brisa sopló y despeinó mi desastroso pelo.
―Edward. ―Kaure se dirigió a mí. Ella era una ex agente policial que me seguía ayudando sin importar que el caso estuviera cerrado―. Lo siento mucho ―puso su mano en mi hombro y sacudió la cabeza―, hemos peinado una y otra vez el perímetro de la zona del accidente y no hay rastro. Los muchachos no quieren seguir buscando.
―No pueden rendirse. Ni tampoco tú.
―Oye. ―Me dio una leve palmada en la cara―. Estás acabado, Edward. No te das cuenta de la cantidad de peso que has perdido, no duermes y no has vuelto a tu casa. No puedes y no debes seguir así, te estás destruyendo.
―No me importa cuán acabado esté, ¡no volveré a casa sin mi mujer! Y si no me ayudas tú… alguien más lo hará.
Al pasar por su lado, me detuvo del brazo.
―Sé lo que estás viviendo ―murmuró―, comprendo que sientas que nadie te entiende, pero yo lo hago. Porque hace veinte años perdí a mi hijo y nunca recuperamos su cuerpo.
Vi como sus ojos se llenaron de lágrimas. Kaure a simple vista parecía ser una mujer fría que apenas pasaba los sesenta años y que tenía una peculiar forma para comunicarse, nunca adornaba las palabras. En todo este tiempo, ella y su esposo Gustavo me habían ayudado y ofrecido su casa para poder descansar, nunca quise preguntar por las fotos del chico adolescente que había en los portarretratos de la sala de estar.
Nunca pregunté su interés por ayudarme de la manera tan férrea que lo hacían ella y su esposo. Quizá porque yo estaba enfocado en mi dolor, en mi desesperación y en nadie más.
»Detesto que me vean como lo estás haciendo ―añadió―. Conmigo no va la lástima. Ya tuve suficiente de malditas palabrerías hipócritas, que no puedo más con sus estúpidas condolencias. No lo hagas, ¿escuchaste?
Sacudí la cabeza de un lado a otro.
―¿Qué pasó con tu hijo?
Los ojos oscuros de Kaure miraron hacia la nada, probablemente perdiéndose entre los recuerdos de hacía veinte años.
―Gustavo ―sonrió al pronunciar el nombre―, se llama igual que mi esposo. Tenía quince años y amaba viajar, soñaba con conocer las ciudades más importantes del mundo. ―Esbozó una sonrisa triste―. Tengo grabado en mi memoria cuando mi esposo me habló a la oficina y me informó lo que pasaba… Un día salió de casa en bicicleta, le dijo a su padre que iría a visitar a sus abuelos que vivían varias calles atrás de nuestra casa, nunca más supimos de él.
Kaure caminó hacia la carretera. De nuevo seguía con su mirada añorante hacia la nada.
»Días antes había llovido demasiado y hubo deslaves por la ciudad ―continuó―, encontramos la bicicleta cubierta de lodo, todo daba a entender que había resbalado y se perdió entre el barro. Nunca encontraron su cuerpo, todo se resumió a que había fallecido. Solamente lo buscaron setenta y dos horas, ¡setenta y dos!, mientras yo he buscado por largos años. Esperaré por él toda la vida, así que entiendo lo que duele.
¿Qué podía decirle? Ambos sabíamos la forma en que se desgarraba el alma por el dolor de solo pensar que estaban en algún lugar y no poder hacer nada.
El nudo en la garganta me cortó la voz.
―Yo… yo, lo siento.
―Vuelve a casa, Edward. ―Kaure ignoró mis palabras―. Regresa con tus niños porque ellos son quienes más te necesitan. Tú tienes por quien estar bien. ―Sujetó fuertemente mis manos y sin dejar de ver mis ojos, prosiguió―: De mi parte te juro que seguiré buscando a tu esposa, no descansaré ni un solo día para que ella vuelva contigo y sus mellizos. Es una promesa.
Negué. Lágrimas gruesas humedecían mis pómulos.
No podía soltarla, no quería volver sin ella. No podía permitirlo.
―No puedo renunciar a Bella ―logré articular. El pecho me quemaba y sentía un gran hueco en mi interior.
Quería llorar desconsolado.
Para mí, irme significaba dejarla y no debía, no tenía valor para dejarla.
―Edward, la diferencia de tu caso con el mío, es que tú tienes dos personitas que te esperan. No puedes seguir atrasando tu regreso. Nosotros seguiremos en contacto, te estaré informando de cada avance. Además, aquí tendrás una casa donde quedarte cada vez que quieras venir, espero que un día decidas traer a tus pequeños y así conocerlos en persona.
―Lo siento, Kaure. No me iré.
.
.
Podía decirse que era un despojo humano. Había perdido treinta kilos, tenía anemia y me volví adicto a los cigarros, las ojeras eran parte de mi nuevo yo.
No lograba recordar cuándo fue la última vez que sonreí. Eso ya no me interesaba.
Se habían cumplido nueve semanas del accidente. No había novedades y, sin importar las inclemencias del tiempo, yo seguía visitando cada día el lugar del accidente.
Se había convertido en un ritual para mí. Misma hora y mismo lugar, recreando la escena.
Era consciente de que me estaba carcomiendo el alma y había tomado una decisión.
―No soy fuerte, Bella ―murmuré a la nada.
Estábamos a finales de octubre. El clima era húmedo, cálido y opresivo en la ciudad. Mayormente estaba nublado en Santos.
»No soy nada de lo que decías ―le reclamé con mucho coraje―. No soy el mejor padre, ¡es mentira! Porque no he tenido valor para volver con Amy y Sam. Temo enfrentar sus preguntas, porque estoy tan harto de mentirles que todo está bien. Les mentí que tenías un trabajo y que estabas feliz curando animales en esta ciudad.
Restregué el dorso de mi mano en mi pómulo derecho, limpiando las lágrimas.
El llanto amenazaba con llevarse las palabras.
Mis labios estaban temblando y mi pecho se quemaba profundo con cada palabra que tenía pensada.
»Tengo que regresar. Anoche me avisó Renée que Sam se cayó y se fracturó un brazo, él pidió vernos. ―Mi voz se apagó recordando la angustia de mi suegra―. Volveré a Seattle esta noche, Bella.
»En la oficina no me pueden esperar más. ―Esbocé una sonrisa carente de todo sentimiento―. James ya no puede seguir cubriendo mi lugar y si no regreso me echarán de la constructora. Realmente no me importa, pero estoy seguro que cuando vuelvas te enojarás al descubrir que ya me gasté todos nuestros ahorros. Estamos en números rojos y sé cuánto lo odias.
Me llevé el puño a la boca y acallé mi llanto.
»Te juro que voy a volver, mi Bella. ―Levanté un puñado de tierra y lo aplasté en mi palma.
Había llegado la hora de enfrentar la realidad.
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*Ayer publiqué un One-shot llamada Miracle 💫 por si gustan leer.
Gracias totales por leer 💚
