Aquella fiesta de empresa marcaba el sexto mes que Antonio trabajaba en la empresa. Su periodo de prueba había terminado y con un contrato indefinido bajo el brazo se podía decir que, al menos, sería capaz de respirar tranquilo. Estaba contento con el puesto en el que había terminado y aunque era un lugar muy cordial en el que trabajar, desde hacía un par de meses que había empezado a notar "algo".
Había un compañero de trabajo, un rubio al que llamaban Francis. Había coincidido muy poco con él y no habían intercambiado muchas palabras, pero en los últimos dos meses había encontrado su mirada en más de una ocasión sobre él. Y no decía que sus miradas hubieran coincidido, porque pocas veces lo hacían: los ojos azules de Francis encontraban entretenimiento de sobras por el cuerpo de Antonio. Primero pensó que quizás admiraba sus trajes, ¿pero cuántas veces puede uno admirar el mismo conjunto?
Así que empezaron sus sospechas.
Cuando aquella noche Francis se había acercado a él, Antonio no había sospechado el estado en el que se encontraría media hora más tarde. Bonnefoy olía de miedo y sus manos aprovechaban cada oportunidad que se les ofrecía de rozar su piel. La tensión se apoderaba de él. Cada nuevo atrevimiento retumbaba por su cuerpo y le recordaba el tiempo que hacía desde que había intimado con alguien.
Se disculpó para ir al baño y huyó. Necesitaba respirar, desintoxicarse. Cuando salía del excusado, Francis lo empujó de regreso al interior mientras le comía la boca como si el mundo se fuera a terminar. Y si aún eso fuera lo único que hubieran hecho… Aquella había sido la primera vez que se la habían chupado en un lugar público. Acalorado, con medio dorso de su propia mano aún sobre su boca, Antonio miró de reojo a Francis. Parecía triunfal y, sin duda, el brillo depredador le aseguraba que no había sido suficiente.
— Esto ha… ¿Qué ha sido todo esto? —preguntó Antonio.
— ¿Acaso piensas que he terminado?
— Trabajamos juntos, no sé si esto es…
— Antonio, Antonio, Antonio… ¿Nadie te ha advertido sobre mí? —respondió Francis sonriendo condescendiente—. Siempre consigo lo que quiero y se me da tremendamente bien. Si te entregas a mis brazos, te juro que te temblarán las piernas y no podrás andar durante horas.
La yema de sus dedos acarició el perfil de Antonio y éste experimentó un escalofrío por toda la columna y parte de su cadera.
— ¿Vienes conmigo?
Antonio se olvidó de expulsar el aire unos segundos. Lo dejó ir, se obligó a cumplir con las funciones motoras básicas para seguir vivo y asintió con la cabeza. De alguna manera, notó el escalofrío de Francis, que lo besó de imprevisto y le metió la lengua en toda la boca. Suspiró contra sus labios, satisfecho.
— No sé si vamos a pasar del coche —anunció Francis.
Prompt fictober 2022, día 2: ¿Nadie te advirtió sobre mí?
