Francis odiaba ir de cámping. Si aún pudieran estar en una casita de madera o una autocaravana, no se quejaría tanto, pero su acompañante prefería una tienda de campaña pobre a ras de suelo. Esa era la verdadera experiencia de acampar al aire libre, decía. Como si a Francis le gustara encontrarse rodeado por la salvaje naturaleza mientras ésta urdía un terrible plan para acabar con sus nervios. Lo había dejado claro durante cada uno de los segundos que conformaban las cuatro horas que llevaban en el lugar.

Por la noche, en una silla plegable, se entregó al espectáculo de un cielo estrellado sin contaminación lumínica. El sonido de los pasos al lado de la hoguera lo devolvió a la realidad, a la Tierra. De soslayo examinó el baile de Antonio, que paseaba de un lado a otro para acabar de preparar la cena. Su perfil bañado por el dorado de las llamas le sedujo y difuminó el recuerdo de unos nervios que lo habían convertido en un chihuahua rabioso. Le chistó y sólo medio segundo después recibió la mirada mentolada de Antonio. Con un dedo le invitó a acercarse.

—¿Qué ocurre?

Cuando lo tuvo delante, sin mediar palabra, Francis rodeó su cintura y hundió su rostro en su torso. Las ropas olían a las llamas, cosa que lamentó. Una mano grande y trabajada acarició sus cabellos dorados. Francis cerró los ojos y sonrió. Incluso en las situaciones más estresantes, Antonio lograba sosegar su corazón. Y puede que los bichos y la probabilidad de que les saliera un jabalí al paso le ponía de los nervios, pero sabía que, pasara lo que pasara, Antonio le protegería.


Prompt fictober 2022, día 28: Cámping