Capítulo veintiséis
― ¿estás seguro?
―completamente su majestad, ella no se encuentra en el reino, tenemos la certeza que ha salido del país.
―después de mostrar un comportamiento tan fuera de su aparente sumisión, sumado al hecho que de pronto desaparezca lo hace todo más claro, si no fuera porque últimamente llamo la atención nadie se habría percatado, me parece que ella ha aprovechado el hecho de pasar desapercibida.
―eso no es todo su majestad.
―dime.
―según descubrió hace poco el mayordomo del castillo de Grandchester, una empleada se dejó sobornar por Lady Maura y le reveló la verdadera ubicación del Duque y su hijo.
―pero ¿Cómo es posible?, esa es una negligencia grave.
―el mayordomo del castillo de Grandchester ya se encargó de despedirla, previniéndola de no salir de la ciudad, puesto que, si algo les sucedía al Duque o su hijo el Marqués, ella seria acusada de cómplice, con eso se les advierte a todos de la gravedad de la acción cometida por ella.
―con toda razón, esto no puede esperar, envía un telegrama al Duque, esto es urgente.
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Los empleados discutían con una rubia pelilacia que muy campante se había tratado de colar a la mansión como Juana por su casa, no dio ni dos pasos dentro cuando ya la tenían detenida, ella reclamaba de malas maneras, hasta que el ama de llaves se acercó a ver de qué se trataba el alboroto.
― ¿Qué sucede?, ¿a qué se debe tanto escandalo?
―señora Delia, atrapamos a esta mujer tratando de ingresar sin autorización a la mansión.
― ¿Quién es usted y porque irrumpió de forma clandestina a la mansión?, ―preguntó muy sería el ama de llaves.
―están cometiendo una grosería, me tratan como a una criminal, cuando solo quería compartir una importante noticia con mi amigo y compañero de tablas, Terry.
―ella trató de colarse por el área de servicio señora Delia, ―informó uno de los guardias.
―ya veo, aun no me ha dicho su nombre, no gaste saliva con mentiras, obviamente si fuera como usted dice, habría entrado por la puerta principal y pedido hablar con el joven Graham, su forma de actuar por el contrario me hace desconfiar de sus motivos.
―de que habla, no es así, estuve tocando y nadie respondió, por eso busque otra entrada, era una noticia importante para Terry, por eso mi atrevimiento, pero ustedes se están comportando como unos prepotentes, ya verán cuando él se entere.
―usted ha cometido allanamiento de morada, deje de restarle importancia a su mal comportamiento, es inútil que trate de mentir, no ha tratado de entrar por la puerta principal, simplemente buscó ingresar a escondidas, solo los delincuentes hacen eso.
― ¿Cómo se atreven?, TERRYY, ―la pelilacia se puso a gritar en medio de un llanto desgarrador, creyendo ilusamente que el castaño la salvaría y castigaría a quienes la retenían.
― ¡SILENCIO!, deje de importunar o llamaremos a la policía, en serio no creo ni que sea compañera de tablas del joven, es malísima actriz, ya le avisaremos nosotros al joven Graham de su deshonesta conducta, retírese antes de que cambiemos de opinión, ―sentenció Dalia.
Susana fue casi que, lanzada a la calle, furiosa por no lograr su cometido, al ver la noticia de las próximas audiciones, creyó que era la excusa perfecta para llegar a la morada de Terry, pero no contaba con ser detenida.
―den aviso al resto de empleados de la mansión, esa mujer es peligrosa, advirtió Dalia a los guardias, su experiencia le decía que esa dulce e indefensa jovencita, no tenía nada de inocente y que podía causar muchos problemas.
Dalia informó al Duque lo sucedido, quien estuvo de acuerdo con prevenir a todos, pidiéndoles estuvieran muy atentos, entretanto Terry estaba dejando a Candy en la escuela de enfermería.
―estudia mucho pecosa.
―tú también mocoso engreído, es increíble, ambos estamos cerca de alcanzar nuestras metas y justo los dos tenemos pruebas importantes que superar pronto, mi examen para ser enfermera y tu audición para Romeo.
―tu eres impresionante, hay que ver lo mucho que has avanzado en tus estudios amor, estoy muy orgulloso de ti, con todo lo que adelantaste estos meses, si apruebas este examen como estoy seguro que lo harás, podrás graduarte mucho antes.
―gracias Terry, ―respondió sonrojada la pecosa, ―cuando quieres dices cosas maravillosas, yo también estoy muy orgullosa de ti amor, no sé cómo hare para bajarte el ego cuando tu rostro este en toda la ciudad con la promoción de la obra, porque también estoy segura de que serás Romeo, aunque solo te recuerdo que mi prueba es para enfermera general, pero que debo seguirme preparando para ser enfermera quirúrgica.
―y eso también lo vas a lograr, porque amas la medicina, se te nota el cariño hacia tus pacientes, en mi caso supongo que tuve suerte, según supe la obra de romeo y Julieta no iba a estrenar hasta el otro año, pero con la tensión desatada con el inicio de la guerra decidieron adelantarla.
―nada es suerte, tu obtienes aquello por lo que te esfuerzas, por eso sé que serás el mejor Romeo de la historia del teatro.
Sin importar que estaban en el carro y que en cualquier momento podían llegar a amonestarlos, Terry no se aguantó y besó con amor a Candy, un beso breve pero lleno de sentimiento, se separó con renuencia, pero recordando que no podía exponerla, observó que nadie estuviera cerca y al estar tranquilo, bajó para acompañarla a la entrada.
El brillo ofende a las almas oscuras, siendo que la rubia pecosa tenía un sol en su corazón, cegaba de envidia a varias personas, que solo buscaban la manera de hacerla tropezar, pero no contaban con que Sofía y Eleonor habían pasado con ella muchas horas, compartiendo su experiencia.
Por lo que Candy que siempre escuchaba y respetaba a sus mayores, no dudaba en poner en práctica sus consejos, además de no dudar en acudir a ellas siempre, no es que eso le evitara cometer errores o dejar de tener problemas, ya que eso significaría no aprender por sí misma y no crecer.
Simplemente ahora ella tenía una visión más amplia y más flexible, que le permitía buscar soluciones con más calma y no de manera tan impulsiva, como era su naturaleza.
Terry no estaba interesado en volver al teatro, no tenía razón para hacerlo, mejor regresó a la mansión, sabía que allí podría concentrarse mucho más, sin tantos compañeros ensayando al mismo tiempo, además de que en ella lo esperaba su madre.
Que lujo, era un joven muy bendecido, tenía a la mejor actriz para ensayar con él, además de eso, Eleonor era una maestra muy estricta, por otro lado, él era perfeccionista, heredó eso de ella y eso era lo que su madre le exigía, haciendo así la combinación perfecta, Richard disfrutaba verlos ensayar, amaba verlos juntos desenvolviéndose en su pasión por el teatro.
Susana paso varios días desesperada y frustrada, pues por más que quiso no consiguió entrar en la mansión, Terry no fue al teatro y ella se quedó con las ganas de verlo, su madre se comenzó a preocupar, pues la joven estaba cada vez más distraída y no veía que se preparara para las próximas audiciones.
Varias semanas después, la pelilacia vio como su persistencia rendía frutos, al alcanzar ver a Terry salir en su coche, trató de llamar su atención, le gritó, pero este ni cuenta se dio, tanta era su carrera que no veía por donde iba y fue a caer en un barril de agua lluvia que tenían afuera de una tienda.
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―no olvide traer los trajes el lunes próximo, ―solicitaba Marta, la encargada de vestuario del teatro Stratford.
―por supuesto, será pan comido, ―respondió la mujer.
―estamos próximos a montar una nueva obra, es bueno que contemos con tu ayuda, fue afortunada tu llegada.
―gracias Marta, es un gran cambio para bien, después de perder a mi hija ya nada me ataba en Inglaterra, cambiar de país me está ayudando mucho.
―qué bueno, nos vemos entonces, no tendrás problemas para entrar, ya los muchachos te conocen y saben que vienes a dejar trajes y hacer más encargos.
―nuevamente gracias Marta, hasta el lunes entonces.
La mujer se fue cargando una gran cantidad de ropas, su meta se acercaba más, es tan fácil como las personas que se ocupan de hacer los trabajos más humildes se vuelven fácilmente invisibles, lo siempre le ha servido, gracias a eso tenía entrada libre para actuar a sus anchas.
Fue lo que le sirvió para ese incendio, una lástima que no supo medir el tiempo y no se le ocurrió que el fuego iniciaría antes, ahora tenía que planificar mucho mejor su siguiente paso.
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Varias semanas después la pecosa tuvo su prueba, al igual que Terry su audición, consiguiendo ambos su meta, esa misma noche festejarían en familia con una cena en un prestigioso hotel, Candy saldría antes de su hora para eso, ella había obtenido uno de los primeros lugares, lo que le había ganado las felicitaciones de sus maestras y doctores.
Candy avanzaba llena de expedientes hacia el archivo, cuando una conocida voz detrás de ella la detuvo.
― ¡torpe!
― ¡Mary Jean!, ―la pecosa muy contenta se apresuró a acercarse a la anciana, quien se sorprendió gratamente al ver que en ningún momento había soltado los expedientes, pese a haber sido sorprendida.
―jajaja, pero mira nada más, tal es tu fama Candy, que hasta los extraños te llaman torpe, ―se burló como siempre Carla.
―un nombre más generoso que los muchos que mereces no es así torpe, ―secundo Kenia.
―qué clase de enfermeras se supone que van a ser ustedes par de cabezas de chorlito, ―reprendió Mary Jean, haciendo que las susodichas se congelaran en el acto, aun sin reconocer a la anciana, pero quien si la reconoció fue la jefa de enfermeras que estaba cerca.
―Carla, Kenia, ¿Qué tipo de comportamiento es ese?, ¿Cómo se atreven a avergonzar a nuestra escuela frente a la señora Mary Jean?, pareciera como si durante todo este tiempo no han aprendido nada, ―reto la jefa de enfermeras.
―estas jovencitas más que estudiantes de enfermería, parecerían mocosas de kínder, no parecen merecer el uniforme que portan ―reto severa la anciana.
―por favor señora Mary Jean, no tome la impertinencia de estas jóvenes como muestra de nuestra institución, ni mucho menos de los valores que inculcamos, ―pidió la jefa de enfermeras.
―lo comprendo, sé que en todos lados hay mala hierba, solo espero sepan podarla, vine hasta aquí para estar presente en la entrega del diploma de mi pupila Candice White Andrew, el nombre con el que la llamo es solo mío, porque nadie más tiene la autoridad para usarlo, espero quede claro, así como el hecho que se lo digo como cariño no como algo despectivo.
―lo sabemos señora, no volverá a suceder, ―aseguro la jefa de enfermeras, ―Kenia, Carla, acompáñenme a mi oficina, ―ordenó muy seria, siendo seguida por las susodichas muy asustadas.
―ven torpe, tenemos mucho que conversar, ―la anciana guio a la pecosa a la oficina del director, en donde se le entregaría el diploma.
Mary Jean no solo llegó a la entrega del diploma para Candy, ella también llevaba a una estudiante para que terminara de prepararse allí en la ciudad de New York, ya que esta tenía las mejores notas, pero era demasiado seria, sus compañeras la respetaban y temían demasiado, por lo que no tenía competencia.
La directora vio la capacidad de la joven y comprendió que necesitaba retos que solo una ciudad grande podía darle, aunque la primera opción era en Chicago, Flamy había mostrado interés en ser voluntaria para ir al frente, por lo que el mejor lugar para eso era estar allí.
Secretamente la directora pensó en Candy, en su alegría y recordó los reportes recibidos sobre ella y su trato dulce hacia los pacientes, también rememoró las mismas cartas que la pecosa le enviaba y vio la oportunidad de que ambas aprendieran la una de la otra.
―hola, ¿eres nueva?, mi nombre es Candice White Andrew, si necesitas algo puedes acudir a mí.
―soy Flamy Hamilton, busco a la jefa de enfermeras, para ponerme a sus órdenes.
―por supuesto, si gustas te llevo.
―ya me informaron en donde queda, gracias, ―respondió muy seria la joven alejándose de la pecosa.
―no es problema, en serio, igual me dirijo para allí, vamos.
La pelinegra ajusto sus lentes con un gesto severo, disgustada por la insistencia tan optimista de la joven rubia pecosa, pero al ir a medio camino observaron a una niña pequeña que deambulaba por el pasillo, escondiéndose de los demás.
Candy sonrió reconociendo a la pequeña, dirigiéndose a ella en forma sigilosa se colocó tras de ella.
― ¡Boo!
―aaahhhh, ―grito sorprendida la niña, riendo feliz al reconocer a su enfermera favorita.
― ¿Qué haces levantada?, deberías estar en tu habitación, ¿en dónde estás ingresada?, te llevare de inmediato y tú en vez de estar perdiendo el tiempo jugando y socializando deberías ser más diligente con tu deber.
―estas siendo muy dura con ella Flamy.
―por lo que veo eres una blanda con los pacientes, ser popular con ellos no ayuda a su recuperación, somos responsables de ellos, no puedes ser negligente por tratar de quedar bien Andrew.
―Katy, ―hablo la pecosa a la niña poniéndose a su nivel, ― crees que vas a tu cama, llegare en un momento, quita esa carita, no pasa nada, ella es una nueva compañera y no esta enojada contigo, no te preocupes.
―pelo te van a legañal a ti Candy, ―respondió en una suave voz la pequeña.
―claro que no, ve tranquila, llegare a revisarlos en un momento, sí.
―y después tamben, si, antes de que te vayas.
―claro que sí, ahora ve, ―Candy observo a la pequeña irse, hasta que la vio entrar en su habitación, se volteó hacia Flamy y con rostro serio le habló, ―señorita Hamilton, le voy a pedir el favor que nunca vuelva a hablarle así a mis pacientitos, ya bastante mal la están pasando al tener que estar hospitalizados, como para que tengan que lidiar con su mal temperamento, en cuanto a que si considera que soy negligente, le recomiendo que lo converse con mis superiores, pero nunca frente a los pacientes, ya que es una falta de respeto hacia ellos y hacia mí.
La pecosa no espero respuesta de Flamy, dirigiéndose a la habitación de los niños, tal como le prometió a la pequeña Katy.
El resto de la tarde Candy estuvo ocupada, cuidando de sus pacientes, aprovechando los pequeños espacios que le quedaban para conversar con los más solitarios, les contaba cuentos a los niños y leía para los ancianos, siempre tenía una sonrisa para cada uno de ellos, todo lo que le granjeaba un lugar muy especial en el corazón de cada uno.
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George estaba más serio que nunca, Albert, Richard y el discutían los últimos descubrimientos, las noticias eran graves, el rostro tenso de todos lo demostraba.
― ¿se han atrevido a tanto?, ―Albert mostraba su indignación.
―fue una suerte que nadie resultara herido, pero pudo haber sido mucho peor, ―explicaba George.
―no piensan descansar hasta dañar a mi hijo, ―exclamó Richard furioso, ―porque estoy seguro de que eso buscaban, con esto que has descubierto George puedo ver la importancia de lo que me informo mi primo en su telegrama, no cabe duda que esa mujer tiene que ver, lo que no comprendo es el porqué.
―tomaste ya las medidas necesarias George.
―por supuesto señor William, todo está marchando como dispusieron.
Un golpe en la puerta hizo que los hombres detuvieran su conversación.
―pase, ―ordenó Albert.
―señor disculpe que los interrumpa, pero la señora Sofía…
― ¿Qué le pasa a mi esposa?, ―preguntó preocupado el rubio mayor a la mucama.
―se ha desmayado señor, ya la señorita Candy se encuentra atendiéndola con ayuda de la señora Delia, también se llamó a un doctor por orden de la señorita.
Albert salió corriendo en busca de su castaña, Richard y George no tardaron en seguirlo, por si acaso, aunque esperaron en una esquina del salón, por respeto.
En un amplio sofá, se encontraba ya consciente Sofía, con Eleonor y Candy a su lado, la señora Delia le daba un vaso con agua, todas se movieron para dar espacio al rubio mayor, a quien se le notaba el amor por ella.
― ¿Qué tienes mi cielo?
―estábamos tomando el té y de pronto se me puso todo negro.
―debemos esperar a que el medico la examine para estar seguros, ―hablo Candy.
― ¿seguros?, ―interrogó Albert.
―bueno, lo que sucede es que ese no es el único síntoma de nuestra querida Sofía, ―comentó Eleonor.
―ella también ha tenido molestias matutinas y casi no ha estado desayunando, ―aportó Delia.
―amor, eso no está bien, ¿Por qué no me has dicho?
―sé que el médico lo tiene que confirmar, pero por lo que he aprendido y mi experiencia en el hospital, estoy casi segura del diagnóstico.
―y yo apoyo esa sospecha, ―confirmó Eleonor.
―podría alguna por favor decirme, porque no comprendo, ―suplicó Albert.
―querido, estas un poco lento hoy, ―respondió sonriendo Sofía, ―lo que tratamos de decirte, es que es muy posible que estemos esperando un hijo.
―un hijo, un hijo, Oh Sofía, mi amor, ―el rubio mayor cubrió de besos a su amada, mientras todos se retiraron discretamente.
Mas tarde el médico confirmo las sospechas, en siete meses llegaría el nuevo miembro de la familia Andrew, para alegría de todos, la tía abuela fue informada de inmediato, siendo quizá la más feliz con las noticias, al ver que pronto su sobrino seria padre.
Mas tarde todos salieron a la cena que ya tenían planeada, pero que ahora además servía para festejar el nuevo acontecimiento, todos tenían sonrisas de felicidad, todos menos una mujer que observaba desde el otro lado de la calle como el Duque y su hijo ingresaban junto a otras personas a un lujoso restaurant.
Continuará…
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Hola, finalmente les traigo un capítulo mas, me disculpo por tardar tanto y agradezco su infinita paciencia.
Muy feliz día, bendiciones.
