Día 2: Miedo.

Lo había encontrado herido en un claro mientras viajaba a otro pueblo. ¿Cómo terminó así? No tenía idea, de eso habían pasado tres días y aquí estaba con un poderoso demonio de inu plateado completamente inconsciente y retorciéndose a ratos con lo que parecían ser malos sueños.

Kagome estaba segura de que conocía a este demonio, no en persona, pero sí había escuchado hablar de él. Su subconsciente le decía que era peligroso y tenía que alejarse, pero su corazón dolía cada que pensaba en abandonarlo a su suerte.

A ella le habían enseñado que deberían matar a todos los demonios, que eran seres malvados, más sin embargo ella nunca había matado a nadie si no tenía una buena razón para acabar con su vida.

¿Qué pudo haberle pasado a ese poderoso demonio? Se preguntaba una y otra vez en silencio.

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Corría por el enorme jardín agitado, por más que corriría no lograba alcanzar a su padre, cada paso parecía más y más lejos, y por más rápido que iba se veía lento.

Nunca vas a superarme. -susurró una voz grabe.

Miró en todas las direcciones buscando a quien le estaba hablando sin lograr mirarlo.

— Siempre estarás por debajo de mí. -habló de nuevo la misma voz.

La enorme sombra de un perro gigante se posicionó sobre él mientras soltaba un ruido similar a una risa.

Dejarte a Tessaiga sería una desesperación con lo débil que eres. -volvió a decir la voz.

Sesshomaru comenzó a gruñir con enojo, ¿Qué ganaba su padre atormentándolo de esa manera?

Sesshomaru, ¿tienes algo que proteger?

Esa maldita pregunta lo perseguía día y noche, su estúpido padre había encontrado la manera de molestarlo desde el más allá durante el resto de su vida.

Que gustos tan raros, ¿Qué tienen los humanos para que los quieras tanto? — preguntó una mujer que rápidamente identificó como su madre — Has heredado la peor calidad de tu padre. -finalizó con desagrado.

Sesshomaru gruñó con fuerza ante el mordaz comentario de su madre.

No te atrevas a compararme con él. - respondió enojado, su mirada ahora era rojiza.

Una fuerte carcajada resonó en ese momento y el rostro de su padre se asomó.

Que patético eres hijo mío.

Y cuando estaba por contestar una ola de energía lo rodeó trayendo consigo recuerdos de cuando Rin era pequeña y aún vivía en su palacio.

Había amado a Rin como si fuera su hija en sangre, Rin había sido un sol en sus tardes lluviosas y había aprendido mucho sobre los humanos y que, así como había buenos también había malos, al igual que los demonios, las similitudes que encontraron entre ambas especies fue lo que lo dejó pasmado.

Dejando en claro que todas aquellas lecciones que recibieron de pequeños estaban mal, siempre estaban mal.

Todos tienen una oportunidad de demostrar su valía.

De nueva esa energía cálida lo recorrió llamándolo, era algo nuevo, jamás había experimentado tal cosa y sin mucha pelea se dejó llevar a cabo por la energía.

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Lentamente abrió los ojos acostumbrándose a la escandalosa luz del sol que se logró filtrar por las enormes ventanas de la casa.

Ojos dorados registraron todo el lugar mientras se sentaba un poco, fue detenido por una fuerte punzada en su estómago haciéndole recordar que estaba herido, bajando la mirada para el lugar afectado pudo darse cuenta de que estaba completamente vendado y limpio.

Registrando la cabaña pudo ver a alguien acostarse a un lado de él, le estaba dando la espalda, el cabello largo azabache brillaba con la luz del sol, su respiración era pausada, así que podía asumir que estaba completamente dormida.

Aunque sus heridas picaron ante sus movimientos eso no le impidió evitar que se pusiera de pie, haciendo ruido al momento y despertando a su acompañante.

— Será mejor que regreses a la cama. -habló ella aun soñolienta.

No obtuvo respuesta, al contrario, él inspeccionó su cuerpo.

— He curado todas las heridas, había unas envenenadas y fueron las más difíciles —explicó poniéndose de pie ella —, no se quién era tu enemigo, pero está claro que te quería muerto, ese veneno fue difícil de neutralizar, estuve curándote a ratos con mi energia.

— Debiste dejarme morir, sacerdotisa. -espetó con dureza.

- De nada. -fue la respuesta que obtuvo de ella antes de verla salir de la cabaña y regresar con las manos llenas de madera para avivar el fuego.

Sesshomaru la descubrió por un largo rato en silencio, algunos de sus movimientos parecían torpes pero fluidos, la sacó preparar té antes de regresar a sentarse a su lado.

— Soy Kagome -extendió su mano en forma de saludo - ¿Cuál es tu nombre?

El la miró atónito ante la pregunta, esa mujer lo había ayudado sin siquiera saber quién era.

— ¿Me ayudaste sin saber quién soy? -comentó con ironía — Soy el señor de estas tierras, Lord Sesshomaru.

Los ojos azules se abrieron con sorpresa.

— Oh, eso explica porqué te querrían muerto. -respondió ella.

— ¿Cuánto tiempo he estado aquí? -se atrevió a preguntar.

— tres días en mi cabaña, no tengo idea de cuanto tenías antes que eso.

— Necesito regresar, mi palacio y mi gente corren peligro sin mí. – intentó ponerse de pie, pero el picor de sus heridas se lo impidieron.

Kagome lo demostró meditando, quería intentar curarlo con su energía sus instintos le decían que lo hiciera, pero el miedo de intentarlo se apoderó de ella ¿y si eso lo hería más?

— ¿Qué estás pensando Miko?

Ella lo miró dubitativa unos minutos antes de contestar.

— Voy a utilizar mi energía para curarte. -respondió decidida.

Sesshomaru la miró sin decir nada, esperando que ella continuara.

— Por favor, si duele házmelo saber, nunca he curado a un demonio, pero mis instintos dicen que lo haga.

El inu solo resopló asintiendo mientras se recostaba nuevamente.

—Cuento contigo.

Y ella comenzó a llamar a su energía, su color era una mezcla entre el rosado y el purpura, él siguió todos los movimientos hasta que sintió la energía de ella, era cálida y tranquilizadora.

Su reiki estaba llamando a su yōki para acelerar su curación, hasta ahora nunca había conocido a una sacerdotisa capaz de hacer tal hazaña, no la iba a dejar en este lugar, ella iría a su castillo quisiera o no.

Los minutos fueron lentos mientras la observaba trabajar, su energía sagrada llamó a su yōki y logró ver como se mezclaban ambos poderes, la tranquilidad comenzó a invadirlo y poco a poco sintió que las fuerzas de su cuerpo lo abandonaron y poco a poco se quedo dormido de nuevo

Y de nuevo estaba soñando, pero a diferencia del sueño pasado este si era un sueño tranquilo.

Estaba de vuelta en su castillo, en el comedor y había mucho ruido, girando su cabeza a la derecha miró a la mujer que lo había curado ya su lado había dos cachorros con una luna menguante en su frente, a su lado izquierdo estaba su madre , sonriendo con Kagura sosteniendo su mano sobre la mesa, parecían todos animados platicando sobre algo que él no logró entender del todo.

— Tu futuro se ve prometedor. -Hablo una voz a su espalda.

Al girarse pudo ver que se utilizó de su padre una vez más.

— ¿Qué quieres? -inquirió de manera tosca.

— Estoy orgulloso de ti, hijo mío. -el mayor se acercó más hasta quedar justo al lado de Sesshomaru.

Esas palabras fueron un bálsamo para el daiyōkai que no sabía que necesitaba, toda su vida había perseguido sus propios ideales con el propósito de que su padre lo aceptara, se enorgulleciera de que él era su hijo, pero el tiempo jugó una mala pasada y su padre murió y nunca pudo escuchar ni una palabra de él.

— Hijo, espero que no seas terco para aceptar que la joven que te salvó y tu tienes esa conexión ancestral que solo un verdadero compañero accede.

Sesshomaru solo lo miró en silencio sin decir nada.

— Sesshomaru, hijo mío, me arrepiento de que las cosas terminaran así entre nosotros, eres un excelente líder, hace tiempo que me ha superado, me haces sentir orgulloso. Sé que no fui el mejor padre, pero me enorgullece saber que contigo no me equivoqué en nada.

— ¿Por qué esperaste tanto para decirme esto?

— Mi vida terminó de una manera que no planee, fue una muerte prematura, algo que los dioses ya habían previsto —suspiró —, perdóname por marcharme de esa manera, debí haberte escuchado esa noche.

Sesshomaru solo resopló.

— Esa noche debiste venir conmigo, pero fui orgulloso y terco al no dejarte venir.

Ante esas palabras Sesshomaru se quedó mudo, jamás imaginó que escucharía esa admisión, si bien el día que nació su medio hermano él se había enojado tanto con su padre que también fue orgulloso y terco como para seguirlo.

— No debí dejarte ir solo —concordó el menor —, pero también fui orgullosamente terco.

Ante esas palabras el general sonrió y su sueño terminó.

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— Sesshomaru, ¿Estás bien? - preguntó preocupada Kagome.

- Joroba.

— Te quejabas mucho, no supe en que momento te quedaste dormido —hizo una pausa antes de continuar —, ¿tuviste pesadillas?

El asintió mientras miraba a otro lado incapaz de hablar.

— No te preocupes, yo te protejo mientras tu te recuperas. -respondió con simpleza mientras le sonreía y pasaba una de sus pequeñas manos por su flequillo.

Y con esa promesa, se acomodó para volver a quedarse dormido.

Decidió confiar en su bestia, ella después de todo sería suyo.


Perdonen la tardanza, justo cuando esto estaba poniéndose bueno mi internet decide fallar y no pude subir hasta ahora.
Espero que lo disfruten.