Ninguno de los personajes de Naruto me pertenecen. Hago esta historia con fines de entretenimiento y porque no hay suficiente MenHina.


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Capítulo 4

El dúo de mentirosos

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Los aldeanos retrocedieron con miradas asustadas en cuanto él arrastró el enorme animal de pelaje azabache hacia el centro. Quería enseñarles a todo de lo que era capaz, que sin la ayuda de esos cazadores presumidos había salvado a toda una aldea. Ahora todos creerían en sus palabras y ya no le llamarían un falso.

—Ante ustedes, damas y caballeros, la bestia que les ha causado tantos males. Ahora yace muerta frente a todos ustedes —contagiado de esa euforia, con manchones en la cara y los ojos azules más resplandecientes, apoyó una de las piernas sobre la cabeza del gigantesco lobo—. No volverán a temer durante las noches nunca más. Naruto Uzumaki ha acabado con su pesadilla.

No tardó en recibir como respuesta entusiasmadas exclamaciones de júbilo al comprobar, por la manera en que se acomodaba sobre el Lycan, que el infernal animal estaba muerto. Se vio envuelto en medio de la multitud que lo felicitaba y querían tocarle para comprobar que era verdadero.

—Es usted un ángel enviado por nuestro Misericordioso Dios —exclamó una mujer con una sonrisa llena de esperanza y regocijo, abrazando a sus dos pequeños—. Gracias a usted estaremos en paz.

—¡Gracias!

Naruto sonrió con una sonrisa avergonzada, incluso rascó su nuca al no soportar tanta gratitud.

—No es para tanto. Matar a un Lycan es fácil cuando se tiene el conocimiento. Me alegra haber llegado hasta su aldea y evitar que este animal comenzara a atacarlos.

—Ahora que esta bestia del mismo Satán está muerta, ¡podremos quemarla y hacerla regresar al lugar de donde vino! —uno de los aldeanos alzó el puño con serias intenciones de hacer realidad su plan, siendo secundado por gritos de completo apoyo.

—No se adelanten —pidió Naruto, bajando de la bestia, deteniendo el ímpetu de todos.

—Pero, hijo, es lo que se debe hacer. Un animal como éste no necesita…

—Puedo vender sus partes en la Capital, de esa manera podré traer dinero y ayudarles a sobrevivir al próximo invierno. Las garras, pelo, colmillos e incluso carne son muy valiosas, sé que la Organización pagará muy bien.

Naruto intentaba razonar con ellos. Los aldeanos se miraron entre sí, parecía que estaba considerando la opción cuando mencionó dinero. La vida era valiosa en esas tierras, pero tener alimento durante las temporadas frías era más importante. Él sabía cómo ganarse la confianza de la gente, venía haciendo todo eso desde que podía recordar.

—¿Crees poder llevarte al animal hasta la Capital? —cuestionó uno de los adolescentes que presenciaba la escena.

—Claro —respondió Naruto, con una sonrisa amplia—. Lo cortaré en partes, será fácil llevarlo. No se preocupen.

—Si es así entonces, necesitarás nueva ropa para soportar los fríos.

—Y mucha comida —una de las ancianas que antes le tuvo recelo por cómo llegó a la aldea se mostró amigable, casi maternal. Alisó el delantal desgastado que llevaba y dio vuelta—. Iré a hacer un delicioso guiso de papa, eso te ayudará a reunir energías para tu viaje.

—También necesitarás dinero —otro de los hombres asintió—. Iré a buscar cuánto tengo para dártelo. Es lo menos que podemos darte por salvarnos.

Cada uno de fue a sus casas, dejándolo con el cuerpo de la bestia. No detuvo a nadie y esperó, sentándose sobre el lomo del animal, observando al cielo semi gris sin la sonrisa que le caracterizaba.

¿Cómodo, idiota?

La voz en su mente le hizo sonreír ampliamente, con travesura. Casi se recostó sobre el pelaje del animal, escuchando el gruñir sutil que éste soltó, más sabía que no podría hacerle nada porque estaban ante la vista de cualquiera y era esencial que su actuación fuera creíble.

Pues no como desearía pero es algo —respondió internamente—. No desesperes, hermanito. En cuanto esos aldeanos lleguen con comida y dinero, nos iremos. Trata de soportar.

Si te atreves a poner otra bota sucia cerca de mi cara, te destrozaré la pierna —amenazó con un gruñido pero sin moverse.

Sabes que hice eso para convencerlos.

Para mí se sintió como si lo estuvieras disfrutando.

La conversación con su hermano gemelo terminó cuando los aldeanos regresaron. Volvió a ponerse de pie y colocar su mejor máscara, aceptando todo lo que le ofrecían y cuidando que nadie se acercara más de la cuenta a su hermanito. Ya era un milagro que estuviera soportando toda la escena pero ante cualquier gesto, estaba seguro que se pondría de pie y atacaría a todos. Y eso no estaría bien si querían seguir con su acto.


En la seguridad de que nadie le seguía y que ningún par de ojos les estaban mirando, Naruto dejó de jalar el trineo que venía conduciendo desde años. Soltó un fuerte suspiro, seguro de que en las profundidades del bosque estaban resguardados.

Sintiendo que ya no podía soportar más estar en completa rigidez se alzó de aquella manta apestosa que Naruto optó por ponerle para esconder sus muecas. Sabía con toda seguridad que al rubio idiota le gustaba mosquearlo, especialmente cuando era su turno para realizar sus engaños.

—¡Está vivo! —gritó Naruto como si estuviera presenciando un milagro, algo que él no aceptó de buena gana, lanzándole el harapo apestoso en la cara de éste, provocando que la figura del rubio retrocediera—. ¡Ugh, ¿qué es este olor?! ¡Huele a excremento de cabra!

Ignoró las quejas de Naruto y bajó del trineo, tronando sus músculos entumecidos por estar en la misma posición por horas. El aire helado de la intemperie no le molestaba, ni siquiera le hacía cosquillas debido a la sangre caliente de Lycan que llevaba en sus venas. Buscó en las pertenencias que llevaban para buscar algo de ropa que le ayudara a cubrir su desnudez, topándose con la molestia de que solo estaba la ropa sucia de Naruto.

—¿Tomaste mis ropas, imbécil?

Naruto sonrió nerviosamente aun con el costal sobre la cabeza, intentando escudarse con ésta ante la mirada afilada de su hermano gemelo que fruncía el ceño con cada segundo que avanzaba.

—Ah, solo tome prestada ciertas cosas… ¡Tenía que lucir bien!

—Te he dicho miles de veces que compres tu maldita ropa, ¡pero siempre andas desperdiciando el dinero!

—¡Mi estómago requiere de mucha comida! ¡Alimentarme bien no es un desperdicio de dinero! —reclamó—. No seas amargado, Menma, algo de mi ropa de puede…

—Prefiero que me quemen vivo a usar algo tuyo —dio como respuesta Menma sin pensarlo dos veces. Los hábitos de higiene de Naruto eran pésimos. Le sorprendía que con un olfato tan desarrollado él no se sintiera asqueado de su propio hedor—. Ahora quítate mi ropa.

—¿Eh? ¿Quieres que ande desnudo? ¡Ni de broma! Si viajo así, todos me tacharán de exhibicionista. ¿Recuerdas lo que sucedió con ese clero? No, no voy a dejar que eso se repita.

—No me importa, quítate mi ropa. Ya.

—No quiero.

Menma aspiró aire con profundidad, tentado a darle una paliza a ese cabeza dura que siempre le daba problemas. En ocasiones se arrepentía tanto de haber nacido segundo o venir a este mundo acompañado de tan idiota personaje pero esa camarería que nacía de su interior debido a la herencia que venía cargando en su familia desde generaciones no podía abandonar a Naruto por más que quisiera. Su madre llamaba esa unión como una hermandad inquebrantable.

Odiaba a veces esas estúpidas tradiciones de manadas.

—Tú lo pediste —gruñó antes de lanzarse hacia Naruto quien bajó la guardia, apenas reaccionando.

Rodó junto con el rubio contra la nieve, colocándose arriba de éste y comenzando a quitarle las ropas. Naruto hacía pelea pero él no temía usar su fuerza. Poco a poco la pelea se iba intensificando, Naruto no se rendía y eso comenzaba a frustrar a Menma. La fuerza del rubio era igual a la de siete hombres pese a su aspecto de tonto. Su anatomía volvió a atravesar por el cambio de transformación, todo su cuerpo adoptando la silueta de un Lycan, alargando su rostro hasta formar un afilado hocico con blancos y amenazantes colmillos. El cuerpo se le cubrió de aquel pelaje azabache mientras que los ojos de Naruto adoptaban un tinte bestial.

Naruto utilizó sus piernas para lanzar a Menma al otro costado, quedando de pie en una voltereta, con las garras afiladas y una sonrisa triunfal. Menma bufó, echando aire caliente por el hocico y en modo de pelea, con las patas traseras y la cola moviéndose de un lado a otro.

—¿Listo para que tu hermano mayor te dé una lección sobre respeto, Menma?

Deja de decir tonterías y ataca —Menma soltó un gruñido que fue entendido perfectamente por Naruto debido a la conexión que mantenían mediante telepatía, un don exclusivo de los Lycans.

Naruto se lanzó, tal como él lo pidió. Sus garras atraparon las manos del gemelo mayor, quedando frente a frente, ejerciendo fuerza para ver quien daba el primer paso hacia atrás. Era una de las tantas peleas que habían tenido dentro de su manada, una manera de entrenar para cuando alcanzaran la edad adulta y comenzaran a pelear por territorio, comida o parejas con las cuales reproducirse.

A pesar de que Naruto no pudiera convertirse a propia voluntad en un Lycan debido a la parte humana de su padre, aun podía hacerlo con ayuda de la Luna llena, un mito que los eruditos de la Organización estaban investigando y de la cual tenían una tesis que necesitaban comprobar. Y era fuerte. Lo reconocía pese a que no le agradaba por completo, sobre todo siendo él quien podía alterar sus cambios cuando lo deseara.

La imperfección de Naruto siempre lo ponía a él como el Conejillo de Indias para sus actos, los cuales a Naruto le encantaba presumir. Iban de pueblo en pueblo, engañando a los aldeanos ignorantes. Entre más alejadas fueran las pequeñas poblaciones de la Capital, con difícil acceso, era más fácil de sacarles dinero y comida gratis. Él solo tenía que hacer unas cuantas apariciones, espantar a los aldeanos, hacer pequeños destrozos y al par de días Naruto se aparecía como la solución a todos los problemas.

Por supuesto que la mayoría de los aldeanos eran incrédulos, al principio. Miraban con sospecha a Naruto ya que nadie rondaba por esos lares haciendo buenas acciones sin recibir nada a cambio. Sin embargo, Naruto era experto en ganarse la confianza de la gente, algo que él carecía. Después de convivir con todos, reír con ellos y ayudar a reconstruir los destrozos, Naruto anunciaba que iría a buscar a la Bestia Infernal para traerla consigo y mostrarles a todo que eran auténticos sus deseos por ayudar al prójimo.

Vaya farsante, le decía constantemente cuando terminaban exitosamente un trabajo más, delante de la hoguera, con Naruto contando la parte de su botín mientras devoraba lo que esos aldeanos le ofrecieron para que pudiera sobrevivir el viaje a la Capital, mismo que nunca hacían, logrando de esa manera de escapar sin sospechas.

El territorio era amplia y no existía un mapa que señalara la ubicación exacta de cada villa. A veces tenían que viajar durante días para buscar nuevas víctimas, o debían volver a la Capital, sin ser descubiertos, a reunir información.

Los Capas Negras sabían de su existencia a pesar de no tener un retrato de sus caras. Las habladurías sobre sus hazañas tardaban en llegar hasta la Capital y Menma estaba consciente que la carga de trabajo para los Capas Negras, así como el poco personal que poseía la Organización. Estaba confiado de que ellos no eran la prioridad de los cazadores, por lo cual podían hacer de las suyas.

El invierno se acercaba y éste siempre era crudo por todo el país. Nadie tenía la certeza de que se podría sobrevivir sin conseguir lo necesario. Y aunque Naruto y él tuvieran más posibilidades de vivir que los humanos, era esencial contar con lo suficiente para lograrlo.

Quizá sería más sencillo mudarse a la Capital como muchos de sus semejantes hacían ante la caza de su especie, tratar de adaptarse a la ciudadela e incluso prestarse a los estudios de la Organización pero Menma era demasiado orgulloso para aceptar tal destino. Para él ya era suficiente ir un par de veces a encontrar información o comprar provisiones que les sirvieran. Además con lo que hacían, lo cual no era nada honorable —y siendo Lycans—, nadie les defendería y todos desearían su completa desaparición.

Un aroma alertó a Menma quien dejó de sostener las manos de Naruto, haciendo que éste cayera de bruces contra la nieve.

—¡Hey! —reclamó el susodicho al quitarse de la cara la nieve—. Eso fue trampa. Estacaba a punto de ganarte…

—Alguien está cerca —interrumpió a Naruto, volviendo a retomar su forma humana, no dejando que nadie viera que era un Lycan. Sin que su hermano pudiera preverlo, le quitó la playera que usaba y que era suya, dejando al rubio con la parte superior desnuda—. Ve a verificar que no sea ninguno de los aldeanos.

—Pero estamos demasiado lejos, nadie se atrevería…

—Hazlo.

—Está bien —aceptó la orden de su hermano, levantándose y caminando hacia la dirección de donde podía percibir aquel aroma.

No era de otro Lycan ya que era más sutil, hasta agradable. Le sorprendía que un humano pudiera oler de esa manera. Ni siquiera la nariz le cosquilleaba incómodamente como en otras ocasiones en las cuales había aspirado a profundidad el hedor de sudor y azufre que algunas personas emitían.

Caminó cautelosamente para no dar su ubicación. Generalmente los humanos no eran perceptivos, pero Menma igualmente le pedía que fuera sigiloso y no anduviera saltando de la nada, o provocaría que los atraparan.

Llegó hasta una zona clara, árboles conformaban un círculo y la poca luz que irradiaba el cielo, gracias al débil brillo del Sol, daba hacia ese lugar. El aroma se volvía más fuerte y logró reconocer también la esencial pura de la sangre.

Naruto detuvo sus pasos abruptamente, con el corazón latiendo a mil cuando halló atractivo el aroma. Agitó su cabeza para disipar aquellos pensamientos, recordándose que no debía entregarse a los instintos de su naturaleza, que era más fuerte que eso.

Una figura pequeña y grácil se observaba en la distancia. Él pudo identificarla como una mujer. Tragó, nervioso. Era pésimo con las mujeres, más de una vez había recibido una bofetada por su ineficaz manera de convivir con el sexo opuesto.

Pero escucharla emitir gemidos de dolor le indicó que la situación no era cortejo.

—Hey —llamó suavemente para no asustarla.

Funcionó pues la mujer se giró para verle, dejando entrever en aquella cascada de cabello negro un par de ojos claros que reflejaban dolor. De inmediato Naruto se acercó más, cuidando sus pasos ya que para la mujer él era un extraño, no quería asustarla. Y era mejor mantener las distancias, pues a cada paso confirmaba lo bien que olía.

—¿Q-Quién es usted? —ella quiso alejarse pero cuando deseó hacerlo algo la obligó a quedarse en la misma posición.

Otro aroma llegó a la nariz de Naruto y era de dolor.

—Ah, solo soy un viajero —explicó—. Paseaba por aquí cuando me pareció escuchar algo, pensé que se trataba de un animal, por eso vine. No esperaba ver a alguien por aquí —eso último era verdad. Nadie se atrevía a adentrarse en los interiores de los bosques, sobre todo cuando los Lycans abundaban. Aunque no habían encontrado señales de que el lugar fuera territorio de un lobo solitario o una manada, Naruto siempre debía estar en alerta—. Es peligroso.

—Sé que es peligroso —respondió la mujer, negándose a verle directamente—. Pero en mi hogar la comida escasea y mi padre está demasiado enfermo para cazar. Creí que podría hacerlo yo pero… —revelando el interior de la capa que la cubría parcialmente, ella dejó a la vista del joven rubio su tobillo atrapado por una trampa de oso.

Naruto hizo una mueca cuando el aroma de sangre le vino de golpe a la cara.

—Quedé atrapada. Estoy intentando liberarme desde la mañana, pero, como puede ver, solo lo estoy empeorando —susurró con el dolor latente en su voz—. ¿Podría ayudarme, por favor? D-Debo regresar a casa, mi padre me necesita.

—C-Claro —asintió, nervioso e inseguro si era bueno acercarse.

Aunque su estómago estuviera lleno por la comida que los aldeanos le compartieron, Naruto era consciente que el apetito de un Lycan era difícil de satisfacer. Y la sangre humana era altamente deliciosa, por ello algunos se obsesionaban tanto con ingerir carne humana, al punto de convertirlos en bestias sin juicio alguno, como los demás humanos gustaban llamarles.

Pero la mirada suplicante de ella era genuina. El perla de sus ojos la hacía lucir inocente, como si ella nunca pudiera obrar ninguna maldad. Miró hacia atrás pensando en Menma, seguramente estaba esperando su regreso para informarle sobre lo que encontró pero no creía que su gemelo estuviera contento de escuchar que ayudó a una humana. No era que Menma les tuviera odio, simplemente una indiferencia absoluta que no le hacía sentir un peso en los hombres cuando pasaban por poblados destrozados a causa de los ataques de Lycans.

Sin tener más remedio, Naruto decidió asistir a la chica, caminando hacia ella.

—Haremos esto, intentaré abrir la trampa para que puedas sacar el pie. ¿De acuerdo? —indicó y ella asintió, obediente a sus mandatos.

Naruto frotó sus manos, sabiendo que no sería complicado al estar seguro de su fuerza sobrehumana, sería pan comido.

Pero al momento de tener contacto con el acero de la trampa las manos de Naruto comenzaron a padecer un intenso ardor, como si de pronto fuego estuviera viajando por toda su piel. Sin entender por qué tenía esa reacción se alejó por completo, mirándose las manos, notando cómo en las palmas aparecían marcas del acero. No entendió. El acero no le causaba tal reacción, solo la…

—Plata —concluyó, cerrando las manos, esperando que su proceso de cicatrización remediara la herida. Alzó la mirada para ver a la chica pero para su sorpresa ella ya no estaba atrapada.

De hecho, caminaba a la perfección, al punto de ahora encontrarse cerca de él con una ballesta, con la punta hecha de plata de una flecha que le plantó en la cara. Se quedó estático por la sorpresa de que alguien hubiera descubierto que era un Lycan con un truco tan barato, algo que él hacía con tanta frecuencia.

Naruto era quien engañaba a la gente, no al revés.

Antes de que pudiera decir algo, la luz dio directo a la figura de la mujer cuyo brillo cambió a uno serio, frío e inexpresivo. Una mueca que a Naruto se le hacía familiar cuando se revelaba su verdadera naturaleza. Ningún Lycan era querido por humanos, solo se ganaban el desprecio y el odio de estos por los crímenes de otros.

Pero lo que realmente le hizo sentir nervioso fue la capa roja ondearse con el aire frío.

—Mierda —exclamó al reconocer que la mujer de apariencia inocente no era una damisela en peligro, sino una letal Capa Roja que podía matarlo en cualquier instante.

A Menma cómo iba a gustarle todo eso.