Disclaimer: Los personajes de Harry Potter son propiedad de J.K. Rowling. La historia es de Inadaze22

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Capítulo veintiséis: En algún lugar, un reloj hacía tic-tac

Primera parte: Entonces tal vez...

El reloj de pie en la esquina de la habitación tocó su melodía para señalar el comienzo de una nueva hora.

Hermione había recordado lo difícil que era tranquilizar a un niño después de jugar y pensó que calmar a Teddy sería como rascarse una costra; contraproducente y levemente doloroso. Sin embargo, cuando colapsaron en el sofá después de más de una hora de "las escondidas", él la sorprendió al quedarse dormido a la mitad de la historia que le pidió.

Era la primera vez que conocía a su madre.

Al principio Teddy tenía la cabeza apoyada contra su hombro, pero pronto la levantó, tomó una almohada, la puso en su regazo de Hermione y apoyó la cabeza ahí. Mientras dormía, Hermione apoyó la mano en su cabecita y jugó con su cabello que parecía cambiar de púrpura a azul con cada respiración que daba.

Jugar con Teddy había calmado sus nervios, aliviado su mente y apagado el dolor en su corazón. Parecía que se había cruzado en su camino para hacer sonreír a Hermione; saliendo con una sonrisa brillante y corriendo en círculos para evitar ser capturado cuando lo encontraba.

Teddy había tenido éxito en su misión.

No podía pensar en la última vez que había estado tan relajada. Había sido agradable solo ser. No importaba que "ser" significara esencialmente jugar con un niño.

Era simple y exactamente lo que necesitaba.

La atmósfera relajada también había afectado a Pansy. Se la había pasado riendo a carcajadas cada vez que Teddy salía de sus muy creativos escondites. Hermione miró a su amiga que ahora estaba leyendo y sonrió afectuosamente. Escuchar a Pansy reír la había hecho sentir bien. Oírse a sí misma, reír también se había sentido bien.

Necesitaban reír.

Suspiró y pasó el dedo por el colorido cabello de Teddy. Cuando él arrugó la nariz, ella recordó a Remus. Y cuando tropezaba con la alfombra y se reía de sí mismo, era igual a Tonks. Sus padres.

—¿Hermione?

Ella miró a Pansy.

—¿Sí?

Pansy cerró su libro.

—¿Estás bien?

Hermione pensó por un momento antes de arrugar la nariz.

—Sí, creo que lo estoy.

Pansy sonrió con tristeza.

—Ha sido un día largo, ¿verdad?

—Largo, pero en general, no tan malo —murmuró, mirando al niño dormido—. Algo bueno ha surgido de toda esta miseria —y lo decía en más de una forma.

—Honestamente, no esperaba ver a Andrómeda aquí.

Hermione sonrió tímidamente.

—¿Fue una sorpresa?

—Definitivamente. ¿Qué consideras que va a pasar ahora?

Ella miró el cambiante color de cabello de Teddy y le tocó suavemente la cabeza.

—Con suerte, ella hará como Draco y comenzará el proceso de seguir adelante.

—Como… ¿Qué hizo Draco? —preguntó con curiosidad.

—Llenó la tumba de Lucius.

Pansy estaba confundida.

—¿Por qué lo hizo? ¿No tienen personas que haga eso?

Ella asintió.

—Sí, pero los corrió a todos.

—Merlín, Draco se ha vuelto loco.

—No, no lo ha hecho —Hermione hizo una pausa por un momento—. Es realmente complicado, Pansy, pero era algo que tenía que hacer. Todo lo que yo pude hacer fue mirar.

—¿Por qué no lo ayudaste?

Hermione se encogió de hombros.

—Él tenía que hacerlo por su cuenta. No necesitaba que yo lo tomara la mano y lo guiara.

Pansy se quedó callada durante unos minutos. Parecía como si hubiera caído en un silencio pensativo, pero Hermione la conocía. Su mente estaba en movimiento. Casi podía escuchar sus pensamientos arrastrándose hacia algún lugar en el que no debían de estar. Pansy dejó el libro sobre la mesa y cruzó las piernas cortésmente.

—Tengo una pregunta.

—Uh-oh —Hermione respondió con cautela.

Pansy sonrió casualmente.

—No hay nada de que preocuparse, pero Blaise y yo nos estábamos preguntando... —Pansy se calló.

—¿Preguntándose qué?

Un poco inquieta, jugó con su cabello.

—Bueno, sobre ti y Draco.

Hubo una pequeña pausa.

—Está bien... ¿En qué sentido?

Pansy se sonrojó un poco.

—Románticamente.

Hermione se habría reído si no hubiera estado tan sorprendida.

—No hay nada de eso.

—Ustedes dos se han tomado de la mano —ella razonó.

—Mucha gente se toma de la mano y no están vinculados románticamente. No es nada serio.

—Tienes razón. Mucha gente se toma de la mano, pero Draco no. No puedo pensar en la última mujer a la que permitió tomar su mano —Pansy se rio entre dientes—. Ni siquiera puedo recordar a la última mujer a la que permitió estar tan cerca de él como tú —hizo una pausa y las comisuras de sus labios se arrugaron—. De acuerdo, no lo culpo. ¿Has visto el tipo de mujeres con las que sale? Idiotas, todas ellas y las trata como tal. Pero tú...

Lo que estaba sugiriendo era ridículo, en el mejor de los casos.

—Esto es absurdo. Tú y Blaise tienen una imaginación muy activa.

Pansy la ignoró.

—Aparte de a su madre, te trata mejor que nadie, incluso que a mí.

Hermione se rascó la cabeza e hizo una mueca de incredulidad.

—Creo que estás siendo un poco ridícula.

—Y opino que estás siendo un poco ciega —con firmeza le dijo a su amiga, pero siguió divagando después de dejar que las palabras flotaran en el aire por un momento—. Pero él también... Bueno, no tanto como ciega, más bien como en negación.

—Como… ¿Qué? ¿Negación?

—Sobre ti —Pansy respondió como si fuera lo más obvio mientras ponía los ojos en blanco.

—No hay nada que él esté negando, Pansy, y menos yo.

—¿De qué estás hablando? —ella resopló—. ¡Draco desayuna negación!

Hermione la miró fijamente por un momento.

Solo somos amigos.

Pansy se pellizcó el puente de la nariz y exhaló varias veces.

—Sé que puede que me esté volviendo fuerte y tal vez no estés lista para pensar en ese aspecto de tu vida, pero ¿estás segura? Quiero decir, en serio, ¿estás cien por ciento segura de que tú y Draco no son algo más?

No hubo vacilación.

—No lo somos.

Los ojos azules de Pansy se clavaron en los de ella.

—¿Estás segura de que no hay potencial para algo más?

—Somos amigos y además...

Ella respetaba su amistad. Probablemente, fue porque habían luchado y perdonado para llegar al punto en el que estaban. Pero las cosas entre ellos estaban cambiando. No estaba segura de cómo o qué estaba cambiando, pero no estaba ciega. Y ella no quería eso.

—No quiero que nada cambie —Hermione le dijo a Pansy con sinceridad.

—Algunos cambios son inevitable. Por mucho que me hayas predicado sobre el cambio, debes saberlo —Pansy respondió—. Cambiar te ayuda a aprender más sobre ti y las personas que te rodean.

Sabía mucho sobre Draco, probablemente más de lo que sabía sobre Pansy o Blaise. Había tantas capas, algunas las había traspasado y a otras aún no había llegado. Había recorrido un largo camino desde que pensaba que él era un idiota sin corazón. Se sentía cómoda con él y Hermione no quería que ese consuelo se convirtiera en algo extraño.

Draco Malfoy la cabreaba más veces de las que podía contar, pero acudía en su ayuda. Ella confiaba en sí misma cuando él estaba a su alrededor, pero más que eso, confiaba en él. A él le importaba; sus acciones, aunque sutiles, lo habían probado. Hermione se preocupaba por él; eso era cierto. Y ahora que lo reflexionaba, tal vez se preocupaba por él un poco más de lo normal, pero no era más de lo que se merecía.

El pensamiento la asustó muchísimo.

—¿Hermione?

Pansy la miró con preocupación.

—Lo siento —murmuró temblorosamente mientras acariciaba el cabello de Teddy. Sus dedos no dejaban de temblar por alguna razón desconocida—. Solo estaba cavilando.

—Oh, Merlín, estás temblando, Hermione. Lo siento. No quise…

—No, está bien —fue su respuesta. No podía dejar de meditar. Y lo peor era que no podía dejar de pensar en Malfoy. Maldita sea Pansy.

No era como si él fuera la mejor persona. A veces no era muy buena persona. Era finalista para el premio a "La persona más maldita del mundo"; un premio que había ganado de manera aplastante. Parecía que las cosas entre ellos eran inversas. Cuando ella se levantaba, él se hundía y tampoco era como si pudiera culpar a la muerte de su padre. Ella se repetía todas las palabras que él le había dicho y todas las veces en las que él había confiado en ella. Draco estaba sintiendo dolor, pero también tenía una imagen del tipo de hombre que era. Quizás, no era tan rudo como le había hecho creer al mundo. Tal vez era vulnerable, ahora más que nunca. Y quizás él también estaba un poco perdido.

Y eso era reconfortante.

No estaba sola en su búsqueda por regresar a algún estado de normalidad. Tenía a Malfoy, quien probablemente también estaba buscando lo mismo, y eso la hacía sentir extrañamente cálida. El hombre estaba en mal estado y roto, pero era auténtico.

Auténtico.

—Lo dejaré —dijo Pansy con convicción—. Obviamente, no es nuestro lugar tratar de determinar qué está pasando entre tú y Draco.

—No, no lo es —murmuró Hermione distraídamente mientras su mente giraba fuera de control.

Se sentaron en silencio hasta que Pansy se movió nerviosa.

—Considero que estás asustada.

Enfocó sus ojos en su amiga.

—¿Asustada de qué?

—De todo... Bueno, todo lo que concierne al sexo opuesto.

Hermione frunció el ceño, pensativa.

—A lo mejor si lo estoy —luego pensó en su vergonzoso momento después de ver a Malfoy en una toalla y se corrigió a sí misma—. No. No quizás. que lo estoy.

—¿Por qué?

—Esa es una pregunta bastante tonta, ¿no crees? Tengo todas las razones del mundo para tener miedo.

—Es cierto, pero yo también.

—Tienes a Blaise.

—Siempre he tenido a Blaise; estaba demasiado ciega para verlo. Al igual que tú tienes a Draco, pero tal vez tienes demasiado miedo de verlo.

Hermione se estremeció.

—Y-yo no quiero discutir esto…

—Es cierto, tú y yo tenemos razones para tener miedo a las relaciones, pero también tenemos razones para tratar de vencer ese miedo. No puedes elegir en qué aspectos de tu vida vas a trabajar y de cuáles vas a huir. Solo tienes que abordar cada problema a medida que aparezcan, ¿sabes?

Hermione miró a Pansy durante mucho tiempo.

—No sientas que tienes que hacer lo que te digo —dijo Pansy lentamente—. No te estoy forzando. Solo estoy tratando de hacerte pensar. Pienso que te puede hacer bien abrir tu corazón tanto como has abierto tu mente.

Y mientras se sentaba en el sofá y pasaba los dedos por el cabello púrpura de Teddy, tomó algunas decisiones sobre su vida. Antes había tenido todas las razones del mundo para ignorar las palabras de Pansy, pero tal vez ya era hora de escuchar, de quitarse las esa venda, de reintroducir otra maldita palabra en su vocabulario.

Primero, amigos y ahora, maldita sea. Hermione respiró hondo. Relaciones.

—Lo pensaré.

—Eso es todo lo que pido.

Hermione se prometió a sí misma que la próxima vez que entregara su corazón, tendría más cuidado con el destinatario. Pero había más. No se permitiría acercarse a nadie si creyera que eran falsos. Puede sonar egoísta, pero si se iba a abrir a alguien, lo haría bajo sus términos. No más mentiras para proteger a los demás; ella había lastimado su alma lo suficiente por el bien de los demás. Y tampoco mentirosos. Podrían captar su atención, pero no la conseguirían. Podrían estar de pie frente a ella, pero serían invisibles.

Pero…

Si no rehuyeran de su frialdad. Si de alguna manera se las habían arreglado para sacarla de su actitud defensiva y quitar las vendas que protegían sus ojos. Si se sentaban y se quedaban un rato. Fueran tolerantes y honestos, comprensivos y dignos de confianza. Si fueran brutalmente honestos, porque solo Merlín sabía que ella iba a necesitar escuchar la verdad. Pudieran crecer a medida que ella crecía, aprender como ella aprendía y cambiar a medida que ella cambiaba, entonces tal vez. Si pudieran entender y aceptar sus lágrimas. Abrazarla fuerte hasta que sus miedos desaparecieran. Si pudieran abrazarla hasta que las voces y los gritos de su cabeza, se fueran...

Tal vez.

Tal vez se abriría sin miedo al rechazo. Podría relajarse, vencer sus miedos y respirar un poco más tranquila.

El sonido de la puerta abriéndose asustó a Hermione. Mirando por encima del hombro, sonrió a las dos hermanas que entraban tomadas de la mano. El rostro de Narcissa estaba rojo y sus mejillas manchadas de lágrimas, pero se veía mejor, casi aliviada. Andrómeda estaba sonriendo y su sonrisa se amplió aún más cuando vio a Teddy durmiendo.

—¿Cómo se portó?

Antes de que Hermione pudiera abrir la boca, Pansy se le adelantó.

—Perfecto. Ellos jugaron a "Las escondidas", ¿no es así como se llama?

—Sí —Andrómeda asintió con una sonrisa—. Teddy es muy bueno escondiéndose. Una vez me tomó dos horas encontrarlo. Tuve que sacarlo de su escondite con helado —soltó la mano de su hermana, se arrodilló frente a Hermione y acarició suavemente el rostro de su nieto—. Teddy, amor, —el niño gimió y movió como si estuviera ahuyentando una molesta mosca—. Teddy, despierta —ella lo persuadió suavemente.

—¿Abuelita?

Ella sonrió.

—¿Te gustaría ir al parque con…? —Andrómeda nunca terminó su pregunta.

Teddy se disparó. Estaba un poco desorientado por el sueño, pero emocionado.

—¡Sí! ¿Podemos ir con la señorita Mione y la señorita Pansy? —miró a Hermione y a Pansy con los ojos muy abiertos—. ¿Vendrán?

Ella sonrió.

—Tal vez la próxima vez, ¿de acuerdo Teddy?

Él parecía un poco dubitativo.

—¿Lo prometen?

—Lo prometemos —Pansy fue quien respondió.

La abrazó rápidamente, rebotó en el sofá, luego abrazó a Pansy y saltó alegremente hacia la puerta. Poniéndose de pie, vio como él le daba a Narcissa una mirada extraña.

—¿Vienes con nosotros? —Narcissa asintió. Reflexionó por un momento—. ¿Me empujarás muy alto en los columpios? —la pregunta la asustó, pero asintió de nuevo; una pequeña sonrisa había comenzado a extenderse por su rostro.

Teddy sonrió e inmediatamente comenzó a charlar sobre por qué le gustaba tanto el parque.

Hermione estaba tan absorta en ver el intercambio, que se olvidó por completo de Andrómeda.

—Sé que hoy debe haber sido difícil para ti.

—¿Qué quieres decir? —se miró las manos y preguntó

—Harry me lo contó ... Todo —haciendo una pausa, Andromeda suspiró antes de confesar.

Se lo imaginó después de lo que le había dicho Teddy.

—Vino a verme después de enterarse, sabes.

—No, yo no sabía eso —murmuró Hermione.

—Bueno, lo hizo. Estaba tan enojado, herido y destrozado que actuaba casi irracional. Durante horas, habló sobre cómo se sentía, de lo que estaba pasando y lo que había perdido, pero yo tuve que recordarle que no era la única persona que había perdido un hijo. Por supuesto, fue tan terco como siempre, pero después de pasar un tiempo en Grecia, ante mi insistencia, creo que regresó a Gran Bretaña con más comprensión.

Ella resopló.

—Debes saber que Harry no es una mala persona.

—Nunca pensé que fuera una mala persona. Yo tengo más culpa que él.

—Quizás, pero al final, traicionó tu confianza.

Hermione jadeó.

—Cómo fue…

Andrómeda la interrumpió suavemente.

—Él también me contó sobre eso. Lo siente.

—Bueno, él mismo puede decirme eso.

—No, no puede. No le hablas.

—Nunca lo ha intentado —y eso fue honesto.

—Entiendo que le contó a Ginny sobre su hijo, pero, ¿por qué eso es un problema?

Las palabras de Andrómeda fueron un poco bruscas para su gusto, pero no se enojó.

—No conoces ambos lados de la historia.

Andrómeda hizo una pausa pensativa.

—Tienes razón —se suavizó un poco—. Perdóname por ser brusca.

Ella asintió un poco rígida.

—Entiendo —luego suspiró—. No sé cuál es tu relación con Ginny, pero no viste la expresión de su rostro cuando se enteró de que Matthew era de Harry. Pensé que iba a destrozar mi casa. Ese tipo de ira no aplaca con vacaciones y la promesa de una boda. Simplemente no es así.

—Tal vez fue mejor que ella lo supiera.

Hermione frunció el ceño.

—¿Cómo puedes decir eso?

—No todo puede permanecer en secreto para siempre.

—No mantengo a Matthew en secreto por vergüenza. No estoy orgullosa de cómo sucedió o de cuántas personas lastimé, pero él era nuestro hijo. Harry, a algunas personas, les encantaría derribarnos a los dos. Mucha gente haría pedazos la memoria de nuestro hijo en nombre de una historia... Por la cantidad correcta de galeones.

—¿Crees que Ginny es capaz de lastimar a Harry solo para lastimarte a ti?

—Honestamente, no sé de qué sería capaz —Hermione suspiró—. El amor saca lo peor de las personas.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

Segunda parte: Opciones

Todo lo que se escuchó a continuación fue el sonido de un cuerpo al caer al suelo y el frío.

—Bueno, bueno, esto ciertamente es un cambio en las circunstancias.

—¿Draco? —vagamente escuchó la voz de Arcturus.

Le dolía la cabeza y sentía náuseas. Sabía que la había cagado.

—Qué interesante... Eso fue de lo más interesante —Hesper dijo lentamente.

El acto estaba hecho. ¿Le importaba siquiera? No. Una cosa era volver a amenazar a su madre y lo de Pansy; era algo que había esperado. Pero cruzaron la línea y… Draco palideció considerablemente.

—Un Malfoy defendiendo a una Sangre Sucia. Ha estado contigo demasiado tiempo, ¿eh, Arcturus? —Hesper se rio entre dientes

—Cállate —advirtió Draco.

Maldita sea, maldita sea, maldita sea.

No había nada de malo en defender a Hermione Granger, pero al hacerlo, Draco había mostrado sus cartas.

Por un Knut...

Emil apenas se movía. Sus gemidos desorientados llenaban la habitación y eso llamó la atención de un furioso Draco. Lo apuntó con su varita de nuevo.

—No vale la pena —le dijo Arcturus lentamente.

—¿Y por qué crees eso? —Hesper no les dio la oportunidad de responder antes de plantear otra pregunta—. Además, ¿por qué debería detenerse? Esto es de lo más entretenido.

—¿No vas a hacer algo? —Emil tartamudeó, sentándose con cuidado.

Sus ojos estaban puestos en la varita de Draco.

—¿Qué sugieres que haga? —su hermano se miró las uñas, desinteresado—. Yo no soy el que tiene la varita —miró a Draco—. Deberías hacerle lo que tu padre hubiera hecho. Después de todo, él dijo algunas cosas muy poco halagadoras sobre tu bruja.

—Pero... Pero... Trataste de...

—Confieso que tenía curiosidad por saber si lo haría o retrocedería, pero no se inmutó ni una vez. Ella sabía sobre el Voto —Hesper miró a su sobrino—. Porque se lo dijiste. ¿Por qué lo hiciste?

Draco estaba a punto de maldecir a todos para que se callaran. Agarró su varita con más fuerza.

—Tú no eres así, Draco —dijo Arcturus de la nada.

Esa declaración reverberó en su cabeza. No era momento para el autodescubrimiento. Tenía que mantener la mente despejada. Tenía que… Draco hizo una pausa. Quizás Arcturus estaba equivocado. Tal vez sí era el tipo de persona que maldecía a alguien como Emil o jugaba juegos como Hesper y a lo mejor sí era el tipo de hombre que se alimentaba de los débiles. Lo había hecho antes. Se había aprovechado de Granger, solo que eso se convirtió en otra cosa. Que él la ayudara no cambiaba lo equivocado que había estado.

Hesper interrumpió sus pensamientos.

—Ella es interesante, esa bruja. Quizás ella es la que te ha cambiado. Te parecías a tu padre y ahora...

Draco cuadró los hombros y apretó la mandíbula antes de responderle con cuidado.

—No soy como mi padre. Mi padre lo hubiera castigado.

—Exactamente. ¿Y tú?

Tic. Tac.

Miró en el suelo al pálido hombre que le devolvía la mirada con los ojos muy abiertos y llenos de miedo. Sí, había hechizado al hombre hasta casi dejarlo inconsciente en el fragor del momento de defender a su amiga, pero Draco no era un asesino. Si había algo que sabía sobre sí mismo, era aquello.

—Piensa en ello, Draco. Recuerda a tu padre —Hesper dijo con voz sedosa—. Tienes una opción, al igual que la tuvo Emil cuando me envió a acechar a Pansy cuando trató de amenazar...

—Pero yo no...

—Silencio —Hesper ordenó.

Emil se puso nervioso.

—Pero… —se encogió de miedo cuando su hermano le lanzó una furiosa mirada.

—Tienes una opción —le recordó Hesper con frialdad—. Muéstrale que no aceptarás su insubordinación. Revélale tu crueldad.

Crueldad.

Hesper tenía razón. Padre tuvo razón. Incluso ese viejo idiota de Dumbledore, tuvo razón.

Draco tenía una opción. Era libre de convertirse en el tipo de persona que quería ser y no en la persona que todos esperaban que fuera. Draco tenía opciones y había tomado decisiones cuando se trataba de otros aspectos de su vida: como su madre, Pansy, Blaise, su trabajo, el negocio familiar e incluso Granger, especialmente Granger. Maldita sea, ella había sido el objetivo de su crueldad en numerosas ocasiones, tanto en el pasado como en el presente, pero ella no parecía albergar rencor hacia él. De hecho, se hicieron amigos a pesar de sus palabras y acciones.

Quizás ella lo sabía. Ella no lo veía como él se percibía a sí mismo. Tal vez…

Draco miró su varita, pensativo. Claro, hubo instantes en los que su crueldad había superado su racionalidad, momentos en los que los aspectos más oscuros de la naturaleza humana lo habían dominado, en los que fácilmente se había aprovechado de alguien más débil que él. Pero obviamente había algo bueno en él. Habría días en los que perdía el control y tomaba malas decisiones; en los que no estaba orgulloso de sus acciones. Sin embargo, habría muchos otros días en los que tomaba las decisiones correctas. Draco resolvió que no se iba a atormentar por cada pequeña cosa incorrecta que había hecho, porque él no era perfecto, solo era carne y huesos… Como fue su padre.

—No tengo que probar nada, mucho menos a ti.

Hesper frunció el ceño.

—¿Qué?

Sacudió la cabeza.

—Te equivocas en muchas cosas, pero, principalmente, te equivocas conmigo.

—Vas por un camino peligroso, Draco y pronto, vas a ser como Arcturus. Vas a ser una plaga en el tapiz familiar.

—Si crees que me importa ese maldito tapiz, necesitas urgentemente un golpe de realidad —le prendería fuego a esa cosa si supiera dónde estaba.

Hesper jadeó con rabia.

—Deshonrarías a tu familia...

—¿Consideras que eres mi familia? ¡Ja! Puedes ser mi tío, pero solo de nombre. No eres mi familia.

—¿Y quién lo es? —lanzó en respuesta—. ¿Arcturus? ¿Esos traidores a la sangre de los que eres amigo? O tal vez consideras a esa inmunda Sangre Sucia como tu familia.

—No creo que eso sea de tu incumbencia —Draco dejó su varita—. Como he intentado decirles desde que comenzamos esta reunión, he firmado todos los papeles necesarios y tan pronto como el vínculo mágico entre en vigor a la medianoche, todo pertenecerá a Arcturus. Conservaré mis acciones, pero eso es todo. Ya terminé.

Hesper y Emil se quedaron momentáneamente aturdidos.

—¿Qué? —Emil parpadeó incrédulo—. ¿Ya está hecho? Pensé...

—Claramente, supusiste mal —respondió sarcásticamente.

—Tu padre trabajaba...

—Nada de esto tiene nada que ver con él —le dijo Draco a Hesper con firmeza.

—¿Se lo estás dando a un traidor de sangre que es bueno con los números? ¡Es repugnante! Tu padre acumuló todo este poder por ti, lastimó a gente para que estuvieras donde estás ahora, incluso mató a personas para que tú tuvieras esta oportunidad.

—¿A quién has matado, Hesper? —preguntó Draco con una inclinación de cabeza.

La ira de Hesper alcanzó el punto álgido con bastante rapidez.

—¿Qué?

—¿Deberías reconsiderar las próximas palabras que salgan de tu boca? —Arcturus preguntó audazmente, señalando la pila de pergaminos—. Has estado casado muchas veces sin divorcios.

El sonido de una boca cerrándose de golpe fue todo lo que escucharon.

Draco convocó cuidadosamente la pila de pergaminos de la mesa. Le el del acuerdo a Arcturus antes de hablar. Él ya los había leído un millón de veces.

—Ustedes dos probablemente deberían saber que, si surge alguna evidencia de que están tratando de darle un golpe a Arcturus, serán despojados de todo. Luego, no se les permitirá regresar a los terrenos de la Mansión Malfoy. Si consigo una pista de que has estado en la casa de Pansy o en presencia de Hermione Granger, yo...

Hesper gruñó.

—¿Qué te hace pensar que estaremos de acuerdo con algo así?

—No importa si lo haces o no. Este asunto ya ha sido decidido. Has perdido tu tiempo. No creo que sepas mucho sobre mí, pero resulta que trabajo para el Ministerio. Y debo confesar que el jefe del departamento de Aurores estaba muy interesado en saber que vendrías a la ciudad para el funeral de mi padre, Hesper.

Su tío se quedó helado.

—Parece que sienten curiosidad por tus actividades, pero nunca tuvieron una oportunidad hasta hoy.

—Yo…

—De hecho, ya están en tu casa en Escocia, esperando la orden para comenzar a romper tus barreras —Draco vio como la mirada de suficiencia de Hesper decaía y el horror se extendía por sus mejillas—. Y con los planos de tu casa que muestran todas tus cámaras y habitaciones secretas, Merlín solo sabe lo que encontrarán allí —Draco dejó los pergaminos sobre la mesa y Hesper los agarró desesperadamente y examinó el contenido.

Sus ojos se abrían más y más con cada frase que leía.

—Tengo muchas copias y los Aurores también. Ellos sabrán exactamente dónde buscar, gracias al trabajo de detective de Arcturus, pero gracias por darme la oportunidad perfecta para que los Aurores allanen tu casa —Draco le dijo—. No deberías haber venido aquí. Ni haber amenazado a la gente que me rodea. Espero que te pudras en Azkaban.

El pergamino se le cayó de las manos y Hesper lo miró.

—Por qué tú…

—¡Desmaius!

Draco se volvió hacia Arcturus, que estaba bajando la varita, antes de mirar el cuerpo inconsciente de Hesper.

Bueno, eso fue interesante.

—No pude evitarlo —Arcturus se encogió de hombros—. He querido hacer eso durante años.

Se terminó.

Listo.

Finiquitado.

Y gracias a Merlín porque estaba listo para salir de allí. Los sonidos del tic-tac del reloj estaban prácticamente arraigados en su memoria. Tic. Tac. Era hora; tiempo para lavarse las manos y limpiar todo y marcharse. Dio un suspiro de alivio y desabrochó el botón superior de su camisa con la esperanza de que eso lo relajara, pero no fue así.

—Arcturus, ¿entregarás a Hesper al Ministerio y enviarás a los Aurores la orden para comenzar la búsqueda? Lo haría yo mismo, pero yo lo arrojaría al Támesis antes de que llegaran.

—Para ser honesto, yo también quiero hacerlo —respondió Arcturus honestamente—. Pero lo haré. En cuanto al mensaje, lo entregaré personalmente. Llevaré al jefe de Granger con un Trasladador para supervisar toda la búsqueda.

Draco parecía confundido.

—¿Cuándo decidiste hacer eso?

—En realidad, fue idea de ella.

Parpadeó cuatro veces antes de preguntar.

—¿Cómo supo ella lo que estaba pasando…?

Arcturus lo interrumpió.

—Se lo conté durante nuestra pequeña charla. Me dijo que me asegurara de que hubiera al menos un Rompemaldiciones en la escena cuando comenzaran a derribar las barreras. Y de alguna manera, consiguió que su jefe aceptara hacerse cargo del caso y sin cobrar. Van a transportar todas las pruebas a la sede de su compañía, donde un equipo de Rompemaldiciones las revisará antes de enviarlas al Ministerio. Tal vez encontremos respuestas. Quizás pueda saber lo que le ocurrió a mi esposa.

Draco se quedó mirándolo durante unos segundos, con total incredulidad.

—Como dije antes, es una bruja con un don singular y es leal. Tiene sentido que tengas debilidad por ella —Draco no dijo nada en respuesta a su tío y Arcturus tomó la indirecta para seguir adelante y se fijó en la tercera persona en la habitación—. Ahora, ¿qué debo hacer con Emil?

Esa era una pregunta a la que él podía responder.

—Modifica sus recuerdos y luego haz con él lo que mejor te parezca.

Después de asentir, Arcturus tomó una profunda respiración y alistó su varita, pero se detuvo cuando vio a Draco caminando hacia la puerta.

—¿A dónde vas?

—Necesito salir de esta habitación.

—Lo manejaste bien —le dijo Arcturus.

Él se congeló.

—Perdí la calma.

—Sí, lo hiciste, pero fue una reacción natural por alguien que te importa. Draco, eres solo un humano.

No dijo nada en respuesta. Ya ni siquiera quería pensar. De repente, Draco se volvió y empezó a irse, pero luego se detuvo.

—Toma todo. Toma la mesa, las alfombras y las sillas, toma mi silla también. Guárdalo, véndelo, ponlo en tu oficina, no me importa lo que hagas con eso, quiero la habitación vacía para cuando vuelva mañana.

—Bien.

Draco abrió la puerta, se congeló y dio su orden final.

—Oh, y llévate ese maldito reloj también.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

Tercera parte: El tirón de la gravedad

Los meteorólogos predijeron lluvia para esta noche.

Cien por ciento de posibilidades, pero allí estaba, parada en el borde del muelle. Su mente estaba plagada, pero su cuerpo estaba seco. Cuando el crepúsculo se convirtió en noche, Hermione vio cómo las nubes de tormenta cubrieron el cielo y los truenos retumbaron desde el oeste. Aun así, no llovía, solo había ráfagas de viento que hacían que su cabello se moviera salvajemente.

Se envolvió con un chal, protegiéndose del frío primaveral.

Hermione había estado ahí fuera durante dos horas, miró su reloj y frunció el ceño. ¿Dos horas? Merlín, se sentía como si hubiera estado sentada en ese muelle durante días, solo con sus pensamientos. Las palabras de Pansy y Andromeda se arremolinaban y mezclaban.

Palabras como perdón, arrepentimiento y relaciones flotaban en burbujas dentro de su cabeza.

La primera burbuja era pequeña, la segunda era un poco más grande, pero por alguna razón desconocida, la última era masiva. Dejando a un lado el miedo, ¿qué quería ella? ¿Quería estar sola? ¿Para siempre?

Hermione casi se estremeció al pensarlo.

No, ella no quería eso. Ya no. Estaba segura de que no quería estar sola. Pero no estaba sola, al menos no literalmente. Hermione desayunaba con Draco todas las mañanas. Tenía amigos, pero, ¿una relación? ¿Estaba dispuesta a correr los riesgos que implicaba el compartir con otra persona?

Mirando al cielo, Hermione frunció el ceño.

Realmente no tenía tiempo para esto.

Pero luego, las barreras anunciaron que tenía una visita. Y pronto, escuchó el sonido de su invitado entrando en el muelle y el crujido de la madera mientras se acercaba lentamente a ella. Hermione no se movió. Metió las manos en los bolsillos y miró hacia las aguas. Segundos después, estuvo parado a su lado.

El viento aullaba y un trueno retumbo. El cabello de Hermione era un caos.

Y Draco Malfoy se quedó en silencio.

—¿Todo salió bien con tus tíos?

Pasaron tres minutos antes de que respondiera con brevedad.

—No.

—Oh —finalmente lo miró y su ceja se elevó al verlo. Malfoy parecía exhausto. Estaba sin capa, su corbata estaba completamente deshecha y los dos botones superiores de su camisa estaban desabrochados. Si fuera alguien más, hubiera asumido que estaba tratando de relajarse después de un duro día. Sin embargo, con Malfoy, sabía que algo andaba mal—. ¿Tienes hambre? —sacó las manos de los bolsillos y empezó a retroceder—. Haré… —una mano la agarró de la muñeca y Hermione lo miró confundida.

—Quédate.

La palabra no dicha quedo flotando en el aire. Por favor.

Hermione no lo dudó, ni siquiera por un momento. Se quedó mirando la luna que estaba casi completamente cubierta por las nubes y el tiempo pasó lentamente. Él no le había soltado la muñeca y Hermione se encontraba desorientada. No estaba acostumbrada al silencio que él había iniciado y su expresión no le decía nada. Eso la puso nerviosa; no del tipo que buscaría discutir. Era más como si estuviera al borde de un precipicio, lista para sumergirse. ¿Saltaría o se caería?

—Hoy hechice a mi tío.

Sus ojos se abrieron, pero no dijo nada. Sabía que la reunión iba a ser intensa, pero no que llegaría a ese punto.

—¿Por qué? — Hermione esperó tres minutos, pero se hizo obvio que él no iba a responder—. ¿Qué pasó?

—Bueno, para aclararlo, él dijo algunas cosas y me saco de quicio.

Frunció el ceño.

—¿Qué descaro?

Draco la miró, pero no dijo nada. En cambio, le soltó la muñeca y se movió, estirando la mano y le arreglo el chal para asegurarse de que estuviera abrigada. Le apartó el cabello del camino.

—Atraparás un resfriado aquí, Granger.

—No tengo tanto frío. ¿Y tú?

Abruptamente, él soltó su chal.

—No, no tengo.

Draco estaba actuando de manera extraña y ella no sabía por qué.

—¿Trataron de intimidarte? Es un esfuerzo inútil. Tú y Arcturus ya firmaron. El acuerdo es mágico...

—Tendrá efecto en unos veinte minutos —Draco la interrumpió con frialdad mientras giraba la cabeza lejos de ella—. La pregunta es, ¿cómo lo supiste? Nunca te dije nada sobre el acuerdo o…

—Lo hizo Arcturus, hace unos dos días. Antes del funeral. Y no había pensado en aquello hasta ese momento, porque estaban pasando demasiadas cosas. Me llevó a un lado y hablamos. Me dijo que tus tíos, Hesper y Emil, querían que les entregaras tus acciones. Que probablemente vendrían a la reunión sin saber que ambos habían firmado el acuerdo y que amenazarían a tus amigos y a tu madre para obligarte a cederle todo a Emil.

—Lo hicieron.

Hermione hizo una pausa.

—¿Qué más?

—Umm... Me dijo que averiguo cosas sobre su hermano y encontró una montaña de evidencia en su contra por las sospechosas desapariciones de sus esposas. Y sabía que el Ministerio lo estaba investigando porque tu tío estaba incursionando en las Artes Oscuras —de hecho, volvió a abrir la boca para decirle que hablaban mucho sobre él, pero se contuvo—. Me dijo que me cuidara.

—Bueno, hiciste un excelente trabajo —Draco replicó sarcásticamente.

A Hermione no le gustó su tono.

—¿Qué sucede contigo?

—No me hablaste de tu encuentro con mis tíos —su voz era baja y ella detectó un poco de ira allí. Bueno, eso fue extraño.

—No sabía que tenía que hacerlo, Malfoy —ella respondió, mirándolo con los ojos entrecerrados—. Los vi a todos solo unos segundos después de que regresamos a la mansión. No fue tan grave, Pansy me encontró. Ella...

Draco se volvió hacia ella.

—¿Pero y si no lo hubiera hecho, entonces qué?

—¿Por qué estás tan enojado conmigo?

Respiró hondo y cruzó los brazos sobre el pecho, pero no dijo una palabra.

Se sentó en el borde del muelle y usó los siguientes minutos para calmar su ira.

—No me tocaron. Solo intentaban intimidarme y asustarme. Y tal vez tenían algo más siniestro en mente, pero no sucedió, así que cálmate —ella lo miró y vio su expresión severa—. Es curioso, nunca te consideré del tipo sobre protector.

—No lo soy.

—Podrías haberme engañado. Casi me recuerdas a Pansy —cuando él frunció el ceño, Hermione se rio disimuladamente y palmeó el lugar junto a ella—. ¿Por qué no te sientas? Creo que te vendría bien un descanso. Ha sido un día largo —hizo una pausa y pensó en todas las conversaciones y descubrimientos que había tenido ese día. En Pansy, Teddy, Andromeda, Narcissa e incluso en Lucius. En el niño en su corazón y en el hombre a su lado. Ella reflexionó en todo—. Día duro, ¿eh?

Draco no respondió hasta que se sentó a su lado.

—No tienes idea.

Las palabras se quedaron en el aire antes de que una ráfaga de viento se las llevara. Y luego, no hubo nada. Paz. Tranquilo. Quietud. Sin saberlo, su mano lo encontró y le dio un apretón. Draco miró a Hermione, por lo que pareció una eternidad. Parecía que tenía mucho que decir, pero no dijo nada.

Meditó mucho en lo que Pansy le había dicho, en que Draco no permitía que nadie estuviera tan cerca de él como ella. Hermione miró sus manos entrelazadas. Quizás su amiga tenía razón. Lo había visto tratar a los demás con bastante crueldad; de hecho, ella había sido receptora de su brutalidad en un par de ocasiones. Pero ella también había estado recibiendo su extraña bondad. No estaba segura de si él se había dado cuenta de todo lo que estaba pasando, ella no lo había notado.

Tal vez fue porque se habían hecho amigos. Bueno, puede que no, porque Pansy dijo que Draco la trataba mejor que a ellos. Y tal vez eso era cierto. No la había empujado ni rechazado. De hecho, ahora que lo pensaba, Malfoy nunca la había rechazado realmente. Ella se preguntaba por qué.

Malfoy había ido cambiando en los últimos meses. Incluso ella se había dado cuenta de eso.

¿Qué lo hizo cambiar?

Los calmantes vientos la sacaron de sus pensamientos y volvió a mirar al cielo. Un trueno había sonado sobre ellos y las nubes... Bueno, estaban en movimiento, de nuevo.

—Dijeron que se suponía que iba a llover esta noche —Hermione no tenía idea de por qué le había dicho eso.

—¿Oh en serio? —sonaba bastante rígido.

—Sí.

Ella no dijo nada más sobre el tema y él tampoco.

Bueno, eso fue un poco incómodo.

Antes de que Hermione lo supiera, las nubes se habían movido lo suficiente para que ella la viera. Allí, en el cielo oscuro, suspendida únicamente por la fuerza de la naturaleza, estaba la luna llena. Ella miró. Un disco blanco que contrastaba con el cielo nocturno. Fue asombroso. Hermione agradeció a las fuerzas cósmicas por la compañía y la luna llena, en una noche que, según los meteorólogos, estaría plagada de tormentas eléctricas.

Una presión en su mano la había hecho apartar la mirada. Draco.

Ella lo miró de nuevo. Tenía el aspecto de un hombre preocupado, confundido y pensativo. Sus ojos estaban ligeramente entrecerrados y su respiración entrecortada. De vez en cuando meneaba la cabeza como si un pensamiento no deseado apareciera en su mente. Ella le apretó la mano ligeramente para llamar su atención, pero él no respondió. Honestamente, ella no sabía lo que plagaba su mente, pero obviamente, algo lo estaba atormentando.

Estaba en guerra consigo mismo.

—No estás solo, ¿sabes? —ella le dijo suavemente.

Sus ojos se encontraron con los de ella con bastante rapidez.

—¿Qué?

Con cuidado, le apretó la mano.

—No estás solo. No eres el único que está luchando y no eres el único que está confundido —cuando su rostro se contrajo, Hermione intervino rápidamente—. No asumo saber lo que está pasando por tu mente, pero quiero que sepas que te entiendo.

No parecía convencido.

No tienes idea de lo que tengo en mente, así que probablemente deberías renunciar mientras puedas, Granger.

Ella frunció el ceño y miró el agua.

El lago era tan hermoso que se negó a permitir que él la molestara. ¿Por qué no se sentaba aquí más a menudo? La verdad llegó con una suave brisa. Cierto. La última vez que estuvo aquí, casi se ahogó. Y… Hermione miró a Draco.

—¿Por qué saltaste detrás de mí?

Su rostro se contrajo.

—¿Qué?

—Cuando me caí, ¿por qué saltaste detrás de mí?

—Tenía mis razones —Draco lentamente quitó su mano y se encogió de hombros—. Tal vez mi razón para intervenir haya cambiado. Tal vez intervine por la misma razón por la que apareciste en mi casa la mañana en que murió mi padre.

Bueno, ciertamente fue una declaración con mucha intención.

Hermione se quedó sin habla.

—No estoy seguro de por qué vine aquí —dijo en tono bajo—. Debería estar en casa ahogándome en whisky de fuego, pero...

—Pero estás aquí.

—Aquí estoy —sonaba verdaderamente derrotado.

Hermione se sentó en silencio, mirando el agua. Ella lo tomó de la mano, pero pensó en lo que había dicho. No estaba muy segura de cómo podría responderle. Hermione había ido con él porque era su deber como amiga... Un deber que fácilmente podría haber realizado alguien que lo conociera mejor.

Alguien como Pansy o incluso Blaise. Pero no, ella había ido con él.

—Fui porque sabía que no tenías que estar solo, pero no fue solo por eso —ante eso, Draco la miró, pero ella mantuvo sus ojos enfocados en el lago—. Me quedé porque soy tu amiga. Porque sé lo que se siente perder a alguien. Y me quedé… Me quedé por ti. Como tú lo hiciste por mí.

—Nunca supe por qué me quedé —la voz de Draco sonaba extraña, como ahogada. Quizá eso también haya cambiado.

A Hermione le dolía la cabeza. Aparentemente, cuando se trataba de Draco, pensar nunca era algo bueno. Evidentemente, le provocaba dolor. Sin saberlo, hoy él la había hecho reflexionar demasiado. Y ahí estaba, haciéndolo de nuevo. Maldito infierno. Iba a asesinar a Pansy tan pronto como la viera.

—Yo… Tal vez tengas razón. No deberíamos discutirlo —Hermione no estaba segura de qué estaba pasando con ella, pero necesitaba detenerse. Estúpida Pansy con su estúpido consejo sobre esa estúpida palabra que había hecho que Hermione reintrodujera en su estúpido vocabulario. Relaciones.

Estúpida, estúpida, estúpida.

Ella no podía respirar.

—Iré y... Iré.

Draco la miró casi confundido mientras arqueaba una ceja.

—¿Estás bien, Granger?

Oh, Merlín, estaba entrando en pánico y no sabía por qué.

—Ah, sí, bueno, tengo que irme. A correr.

—¿Tienes un ataque de pánico? —parecía que todos los músculos de su cuerpo se habían vuelto rígidos. ¿Cómo lo sabía? Hermione lo miró fijamente por un momento, maldiciéndose por contándole sobre sus ataques de pánico. Con ligereza, volvió la cabeza y miró hacia el agua—. Deberías respirar.

El aire entre ellos era pesado, denso por la tensión y las palabras no dichas.

—Y luego, deberías averiguar por qué estás entrando en pánico.

Hermione frunció el ceño. Qué declaración tan típica de un hombre frustrante y terco. Era una fuente de consejos, pero en el momento en que alguien intentaba darle alguno, lo ignoraban. Pero maldita sea si no tenía razón. Olviden eso.

—Tal vez deberías escuchar tu propio consejo, Malfoy y en lugar de decirme que averigüe por qué estoy entrando en pánico, deberías averiguar qué te pasa. Quizás deberías investigar por qué estás aquí.

—Quizás deberías quedarte fuera de mis asuntos, Granger —se burló.

Ella entrecerró los ojos.

—Quizás, si no quieres un consejo, no intentes dárselos a los demás.

Draco la miró por unos momentos antes de que sus ojos se oscurecieran. Se inclinó más cerca y le aconsejó en voz baja.

—Quizás deberías ir a correr. Eres buena en eso.

—Touche —respondió ella, mirándolo directamente a los ojos.

—¿Y qué se supone que significa eso?

—Soy una velocista, Draco, pero tú eres un corredor de largas distancias.

Malfoy la fulminó con la mirada.

—Oh, y eres la persona perfecta para juzgarme.

No te estoy juzgando.

—No sonó así —empezó a levantarse.

Hermione lo agarró del brazo, obligándolo a quedarse donde estaba.

eres el que me está atacando.

No te estoy atacando.

—Entonces, ¿por qué esa actitud, Draco? La has tenido desde que llegaste y sé que no tiene nada que ver con tus tíos o con el día. Tiene algo que ver conmigo. Dijiste que no sabes por qué estás aquí…

—Eres exasperante —la interrumpió acaloradamente.

—Bueno, tú también, pero aquí estás.

El tiempo pasó mientras se miraban el uno al otro. Hermione alzó la cabeza, inclinando su barbilla hacia él. Y entonces sucedió. Hermione lo sintió, escuchó, que él exhaló. Eso había activado todas las alarmas en su cabeza. Esto no estaba bien. Por lo general, Draco siempre debía tener la última palabra. Nunca se rendía.

Inmediatamente, la irritación entre ellos se disipó. Lo que quedó fue algo extraño; algo que no supo identificar. Los ojos de Hermione viajaron a los labios de Draco y cuando se dio cuenta de lo cerca que estaban, oh, esto era ridículo... Pero sus miradas se encontraron de nuevo.

No podía reconocer su mirada o averiguar por qué parpadeaban tan levemente, pero estaban congelados. El silencio entre ellos era peligroso y Hermione pensó en romperlo, pero no pudo. Se sentía como si su lengua se hubiera hinchado dentro de su boca. Hermione no podía moverse y Draco tampoco se había movido, excepto por su mano, se había deslizado una vez más entre las de ella. Hermione sintió sus dedos mientras se deslizaban por su palma y se entrelazaban con los de ella. Apreció la presión y el calor. La respiración de él estaba entrecortada, o tal vez era la suya. Ella no lo sabía, no sabía nada. Estaba demasiado cerca.

Un zumbido en su cabeza la hizo retroceder abruptamente.

Las protecciones le informaron que tenía tres visitantes. Dos de los cuales, esperaba, pero el otro era un visitante que no había anticipado. Malfoy parecía completamente agotado y de mal humor. Hermione tragó saliva con dificultad.

—Yo, um, tengo invitados —torpemente, ella soltó su mano y se puso de pie—. Mira, Draco, no tengo ganas de pelear contigo…

Su voz todavía sonaba extraña.

—Por mucho que me encantaría culparte por esto, no fue tu culpa.

Eso era probablemente lo más cercano a una disculpa que recibiría.

Ella asintió con rigidez, cuadró los hombros y se alejó del muelle. Cada paso parecía reverberar en su cabeza, que latía casi tan fuerte como su corazón. Una poción para el dolor de cabeza era justo lo que necesitaba. Sí, una poción y una buena noche de sueño limpiarían su mente de todo lo que Pansy había plantado allí.

Hermione escuchó pasos detrás de ella, pero siguió caminando porque pronto él la alcanzaría. Y tuvo razón. Miró a Draco, pero no dijo nada. ¿Qué podía decir ella? Había sido una noche extraña. Demasiado rara, si le preguntaban. El cielo empezó a tronar de nuevo. ¿Se avecinaba una tormenta? Hermione tropezó con un escalón y Draco estiro la mano para estabilizarla.

Oh, sí, definitivamente una tormenta. Quizás traería lluvia.

Después de subir las escaleras hacia su porche trasero, Hermione abrió la puerta. No tenía idea de por qué estaba allí y a juzgar por el rápido vistazo que le dio, parecía que él tampoco tenía idea de por qué estaba allí. Había tanta tensión; más de la que debería haber y demasiada para su gusto. Malfoy cerró la puerta detrás de él.

—Haré café.

Hermione asintió y lentamente se dirigió a la sala de estar.

Tres personas estaban sentadas en su sofá, hablando en voz baja. Pansy la vio primero. Hermione notó la preocupación en sus ojos. Apolo estaba en su regazo, ronroneando suavemente. Luego le dio un codazo a Blaise, quien se puso de pie de inmediato, todavía con su túnica de Auror. Y entonces…

—¿Ron? ¿Qué estás haciendo aquí?

Se levantó de su asiento, luciendo casi nervioso.

—Yo… —pero entonces, miró más allá de ella y entrecerró sus ojos con confusión—. ¿Qué está haciendo él aquí?

Hermione miró a Malfoy que acababa de aparecer a su derecha.

—Bueno, hola, Draco. Me gusta verte aquí tan tarde —Pansy sonrió y Blaise parecía intrigado.

Iba a hechizarlos y a juzgar por el ceño fruncido en el rostro de Draco, él estaba pensando algo similar. O eso creía ella.

—Porque está y punto. Ahora, ¿qué están haciendo todos aquí?

Le tomó un momento, pero Ron volvió a concentrarse en la tarea que tenía entre manos. Se pasó una mano por el cabello y tomo un sobre de la mesa de café.

—Lo recibí esta tarde y, bueno, no sabía cómo dártelo, así que le envié una carta a Parkinson. Y yo...

—Bueno, ¿qué pasa, Weasley? —Draco escupió con impaciencia.

—Aquí —Ron ignoró a Malfoy y le dio el sobre a Hermione.

Ella le dio la vuelta. El sello estaba roto.

—¿Lo abriste?

—Creí que era una carta de un fan.

Pansy acarició a Apolo. Blaise se quedó allí, inmóvil. Draco resopló y puso los ojos en blanco. Ron frunció el ceño. Hermione alzó las cejas y levantó el sello roto. Metió la mano en el interior y sacó la hoja de papel. No un pergamino, sino que papel muggle. Eso era extraño. Le dio la vuelta y sintió como si alguien hubiera aspirado todo el aire de la habitación.

—¿Qué pasa, Granger? —preguntó Draco.

—Es... Es un... —comenzó sin aliento, sintiendo náuseas.

—Es una copia del certificado de nacimiento de Matthew —Blaise terminó la oración con gravedad.

Y en algún lugar un reloj hacía tic-tac.

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Naoko Ichigo