NOTA DE TRADUCTOR
¡Hola de nuevo!
Estoy muy contenta de compartir con ustedes una traducción autorizada de Let The Dark In, escrito por una de las autoras que más admiro, SenLinYu.
Este fic todavía no está terminado por la autora, así que, a diferencia de mi traducción anterior, no voy a subir la obra completa de una sola vez. Van a recibir esta traducción de la siguiente manera: Por ahora, de a 10 capítulos por vez hasta llegar a la cantidad publicada hasta el momento por la autora. Luego, cada vez que ella publique un nuevo capítulo, voy a traducirlo y subirlo lo más pronto posible.
¡Espero que lo disfruten!
(Atención: La historia original está publicada en AO3. Ahí también van a poder encontrar mi traducción con el mismo nombre, y, como la plataforma lo permite, allí se incluyen los links a la historia original, y también los links que deja la autora en cada capítulo con el fanart correspondiente. Vale la pena verlo ahí!)
EDIT:
Bueno, como verán, pareciera que estoy tardando más de la cuenta en subir los capítulos. Esto se debe a que se han sumado a este proyecto los esfuerzos de Paandreablack y Bet como Betas, a quienes agradezco su maravilloso aporte y su confianza en mi trabajo.
A raíz de esto, los capítulos han recibido algunos ajustes para mejorar la traducción, y a partir de los siguientes diez, ya vendran siempre beteados por ellas.
Gracias por su paciencia!
NOTA DE AUTOR
Este es un fic AU No Voldemort (Universo Alternativo sin Voldemort), que opera bajo la premisa de que la ausencia de Voldemort no neutralizó el fanatismo por la sangre pura, sino que por el contrario, la hizo evolucionar de manera sistémica dentro de la sociedad mágica. Aunque el canon se mantiene parcialmente intacto, hay algunos puntos claves de divergencia: sin Voldemort no existieron los Caballeros de Walpurgis ni los Mortífagos, y sin los Mortífagos, no hubo una Guerra Mágica. Sin la guerra, James y Lily Potter están vivos, y Draco Malfoy nació un año antes que en el canon, y está en séptimo año mientras Hermione está en su sexto año.
Capítulo 1: Dos Mundos
No era su intención fijarse en él.
Cuando el director Dumbledore anunció que Hogwarts sería el anfitrión del Torneo de los Tres Magos, y que los estudiantes de Durmstrang y Beauxbatons estarían de visita en el colegio para participar en la competencia, Hermione no pudo evitar sentir curiosidad. Al parecer, el evento se había estado discutiendo durante los últimos dos años, desde que Hermione estaba en cuarto año, pero las negociaciones se habían desmoronado debido a las diferencias ideológicas entre Dumbledore y el Director Karkaroff.
Harry y Ron dicen que el torneo no les interesa, más que nada por estar resentidos con la restricción de edad, que limita la entrada a los de séptimo año, pero cuando las puertas se abren y entran las delegaciones de estudiantes, todo el mundo se da vuelta para mirar.
Los alumnos de Beauxbatons entran primero, un revuelo de azul etéreo. Son tan franceses como es posible, elegantes sin esfuerzo con sus túnicas de seda, mientras avanzan al unísono detrás de su directora, una mujer altísima con un pulcro corte de cabello bob. Pero la elegancia se desvanece cuando empiezan a temblar de frío, y rápidamente transforman una serie de chales y bufandas, mientras Dumbledore le da la bienvenida a la Directora Maxime. Mientras se acurrucan y se envuelven en bufandas los unos a los otros, de repente lucen encantadoramente humanos.
Los estudiantes de Beauxbatons apenas han comenzado a ubicarse en sus asientos cuando las puertas del Gran Salón se vuelven a abrir, y la delegación de Durmstrang hace su entrada.
Son tan diferentes de Hogwarts como de Beauxbatons. Como si fueran de un mundo completamente diferente, tan alejados de la Gran Bretaña Mágica como el mundo Muggle lo está de Hermione. Hay una frialdad en los estudiantes que entran, un oscuro encanto y una intensidad que resulta extraña e interesante cuando se compara con la atmósfera de extravagancia y alegre rareza de Hogwarts, o incluso con la elegancia de Beauxbatons.
Hermione sospecha que esto se debe a que Durmstrang es una escuela de Artes Oscuras.
Ya había leído antes acerca de los colegios, de lo poco que se sabe, dado que las escuelas mágicas son extremadamente celosas de sus ubicaciones y de la magia que enseñan; Beauxbatons está en alguna parte del sur de Francia, y aunque se desconoce su ubicación y algunas de sus materias son secretas, los Ministerios de Francia y de Gran Bretaña suelen cooperar.
Durmstrang, por otro lado, opera solo y bajo sus propias reglas y estándares. Hermione ni siquiera está segura del país en el que se encuentra el colegio. Lo único que sí sabe es que no se limitan a aprender solo magia defensiva; estudian Artes Oscuras, no solo la teoría, las ponen en práctica. Y no es solo Magia Oscura del norte de Europa, a diferencia de Beauxbatons y de Hogwarts, cuyas admisiones son estrictamente nacionales, Durmstrang acepta estudiantes de toda Europa.
Magos Oscuros como Grindelwald estudiaron en Durmstrang.
Al frente de la delegación, casi codo a codo con el Director Karkaroff, se encuentra un muchacho sorprendentemente rubio. De piel pálida, de cabello aún más pálido, de rasgos agudos y unos helados ojos grises. Todo en él contrasta crudamente con el abrigo de piel color escarlata de su uniforme. Se destaca. Luce seguro de sí mismo y casi insolente. A diferencia del resto de los estudiantes de Durmstrang, que miran el Gran Comedor a su alrededor y al techo encantado con, al menos, un grado de asombro, los ojos de él recorren el lugar y al cuerpo estudiantil con un aire de indiferencia que es casi forzado. Como si se negara a dejarse impresionar por lo que ve.
Hermione no sabe por qué, de todos los estudiantes en la multitud, él es el primero en el que ella se fija. Hay algo en él que hace difícil apartar la mirada.
—Maldita sea —dice Ron a su lado—. Creo que ese rubio idiota del frente es un Malfoy.
Ella aparta sus ojos para mirar a Ron.
—¿Un qué?
Él se ríe y señala al muchacho rubio.
—Un Malfoy. No sé su primer nombre, pero definitivamente tiene que ser un Malfoy. Una antigua familia británica de sangre pura. Son unos bastardos, todos ellos. Siempre han sido Slytherin aquí en Hogwarts. He oído que su padre lo envió a Durmstrang porque no quería que su hijo estuviera cerca de ningún hijo de Muggles.
El comentario casual sorprende a Hermione como un inesperado golpe en el pecho. Sus pulmones se contraen como si le hubieran quitado el aire, mientras vuelve a mirar el avance de los estudiantes de Durmstrang al otro lado del Gran Comedor, con una sensación de curiosidad tan aguda y vacía como un calambre en el estómago.
Por supuesto, esa es la distinción final de Durmstrang; aceptan estudiantes mágicos de todos los países de Europa, excepto a los nacidos de Muggles.
Durmstrang solo acepta sangre pura.
Ahora vuelve a mirar a Malfoy con menos fascinación, y él parece notar su mirada porque se vuelve, y sus ojos grises se encuentran con los de ella. Sangre pura. Nacida de Muggles. De alguna manera, siente que él lo sabe de inmediato, como si pudiera ver en su rostro, que, en un mundo basado en jerarquías de linajes que abarcan siglos, con una sociedad tejida por las conexiones sociopolíticas, ella no pertenece.
Ella levanta el mentón y se niega a bajar los ojos o apartar la mirada. Quienquiera que sea este Malfoy, no la va a hacer sentir pequeña.
Un segundo, dos, tres, cuatro… Él no rompe el contacto visual, y ella tampoco lo hará.
Otro estudiante de Durmstrang choca con Malfoy, quien, Hermione se da cuenta, había dejado de caminar debido a su… ¿concurso de miradas? Malfoy trastabilla y casi tropieza, su concentración se interrumpe mientras recupera el equilibrio, y entonces se endereza con una mueca de desprecio, fulmina con los ojos al estudiante detrás de él, para luego lanzar una oscura mirada hacia Hermione, como si la culpa fuera de ella.
Ella simplemente levanta más el mentón, sin apartar la mirada.
Más estudiantes de Durmstrang avanzan, bloqueándolo de su vista.
—No entiendo por qué Dumbledore no podía aplazar el torneo un año más —dice Harry por enésima vez, enfurruñado en la Sala Común de Gryffindor, luego de haber finalizado la cena, y mientras se prepara para jugar una partida de ajedrez mágico contra Ron.
Los estudiantes de Durmstrang y Beauxbatons habían regresado a sus respectivos barcos y carruajes, pero el castillo todavía seguía zumbado por la emoción del día.
Hermione ni siquiera levanta la mirada de su ensayo, ya bastante acostumbrada a la diatriba de Harry acerca de por qué los estudiantes de sexto año deberían poder competir.
—Han muerto competidores en el Torneo de los Tres Magos, es una regla sensata. Solo imaginen si el Cáliz de Fuego escogiera a un niño de catorce años.
Harry niega con la cabeza, con una expresión testaruda.
—¿No se supone que el Cáliz de Fuego escoge a los competidores más dignos? Deberían dejar que el Cáliz haga su trabajo de elegir, y no añadir un montón de reglas para que solo permitan a los de séptimo año.
A Harry no le importa que la única razón por la que se decidiera reanudar el Torneo de los Tres Magos es gracias a la restricción que solo permite estudiantes que sean adultos ante la ley. Él se ve obligado a perder la oportunidad de tener la gloria eterna por apenas un año, y pretende asegurarse de que todo el mundo sepa lo mucho que eso le molesta.
Hermione pensaba que él y Ron finalmente habían dejado de darle vueltas al asunto, pero haber visto a los estudiantes de otros colegios hizo que el espíritu competitivo de Hogwarts volviera a arremolinarse como una tempestad. A pesar de las repetidas ocasiones en que Dumbledore les había recordado que el Torneo de los Tres Magos se trataba de unidad, las escuelas habían estado separadas y aisladas las unas de las otras por casi doscientos años. Los estudiantes solo se veían entre sí como potenciales oponentes.
En el caso de Harry y Ron, parecía haber algo acerca de aquel estudiante de Durmstrang en particular, Malfoy, que los tenía furiosos.
—Lo único que digo es que si el Cáliz es tan increíble como dicen que es, no entiendo por qué no pueden dejar que haga su trabajo. Que dejen entrar a quien quiera entrar. —Harry hace avanzar su caballo y uno de los peones de Ron lo mata a golpes.
Hermione suspira, harta de ser la voz de la razón en el asunto.
—Probablemente porque si alguien muere, la gente no va a culpar al Cáliz, va a culpar a la escuela. Es un torneo ridículamente peligroso, Harry.
Harrry apenas la mira con una expresión de disgusto y decepción, y luego gira la cabeza, de vuelta a su juego de ajedrez con Ron.
Hermione vuelve a bajar la mirada hacia su ensayo sin decir otra palabra, con cierta tensión en el pecho.
No pasa nada. Harry y Ron son sus mejores amigos. Así es como sucede con los amigos; no se supone que siempre estén de acuerdo con todo. Para ellos, las reglas fueron hechas para romperse.
Tanto Harry como Ron provienen de familias de magos, antiguas familias de magos. Se conocen desde que nacieron; pero desde primer año, Hermione ha sido incluida poco a poco dentro de lo que, en broma, llaman su trío.
De hecho, todo empezó porque ella estaba intentando evitar que rompieran las reglas. En lugar de eso, acabó siendo arrastrada por ellos, y en el proceso llegó a la conclusión de que si iban a hacer travesuras, al menos podría asegurarse de que no los atraparan, ni le costaran puntos a Gryffindor. Harry y Ron siempre fueron mejores para meterse en problemas que para salir de ellos.
A pesar de ser hija de Muggles, Hermione ha sabido, desde primer año, un largo repertorio de hechizos, y sabe más secretos y detalles acerca del castillo de los que cualquiera de ellos se habría molestado en aprender.
La necesitaban. Es agradable que te necesiten.
A Hermione incluso la habían invitado a pasar el verano anterior a su cuarto año en La Madriguera, y a asistir al Mundial de Quidditch con los Weasley. Se había encontrado con los padres de Harry en la estación de King Cross varias veces. Lily Potter también es hija de Muggles, aunque no ha vuelto al mundo Muggle en años y ya no habla con la familia que tiene allí.
Muchos hijos de Muggles abandonan Hogwarts después de algunos años. Un niño llamado Colin Creevey, que cursaba en un grado inferior a Hermione, había abandonado después del primer año por haberse sentido muy solo.
El mundo mágico es a menudo un lugar solitario para aquellos que no tienen familia mágica. No es que la gente la tratara de un modo abiertamente diferente que a otras brujas con magia. Al menos no en su cara. Por mucho tiempo, Hermione creyó que quizá estaba haciendo algo mal, o que la manera en que las conversaciones se apagaban en el momento en que ella aparecía era producto de su imaginación. Sin embargo, a medida que se hace mayor, ha comenzado a entender que no importa lo que ella haga ni qué tan buena estudiante sea, ni cuán cuidadosamente haya estudiado la historia y la cultura mágica. Es una forastera. Lo único que la gente ve en ella, es que es hija de Muggles.
Por supuesto, casi nadie se lo dice directamente, pero Hermione sabe que en el pasado los hijos de Muggles eran considerados sucios y una aberración de la naturaleza. Las colecciones de cuentos de hadas clásicos en la biblioteca de Hogwarts están llenas de historias que advierten contra repugnantes y codiciosos Muggles que quieren apoderarse de la magia. Brujas y magos son quemados en la hoguera tras cometer el error de haber confiado en Muggles. Muggles que roban la magia de los magos para luego destruirse tontamente a sí mismos por haber abusado de su mal adquirido poder.
Hoy en día, las actitudes son más sutiles. Nadie va a la guerra por eso, como ocasionalmente se hacía en el pasado. Insultar y comparar a los hijos de Muggles con animales es inaceptable. En lugar de eso, existe una modalidad subyacente.
La gente simplemente la evita. Sus invitaciones a fiestas o a eventos escolares son siempre las que se pierden en el correo. Es la última en formar grupo para los proyectos escolares, incluso a pesar de ser una de las mejores estudiantes de su año.
Es imposible pasar por alto todas las formas en las que es cuidadosamente dejada de lado. La precisión es casi quirúrgica.
Por supuesto, no todo el mundo es así. Eso es lo que la hace tan afortunada. Ella tiene amigos. Harry y Ron provienen de familias que se han esforzado por burlar a la tradición, y han entablado amistades y asociaciones con hijos de Muggles. No les importa que Hermione no sea como ellos.
El Profesor Dumbledore es también un firme defensor de la política de Hogwarts de aceptar estudiantes hijos de Muggles, y se opone a los habituales intentos del Ministerio de Magia de enviar a los hijos de Muggles a su propia escuela. Sin embargo, a veces el apoyo de Dumbledore parece ser puramente ideológico. Él no se asocia realmente con hijos de Muggles, solo defiende la idea de que existan.
Pero incluso con la amistad de Harry y de Ron, Hermione todavía siente que, sin importar lo que ella haga, siempre es considerada una intrusa, y eso la devora por dentro, algunos días más que otros.
Ella pertenece al mundo mágico, va a conseguir que las cosas funcionen. Tiene que conseguirlo. No hay otro lugar a dónde ir, porque no importa qué tan fuera de lugar se sienta en el mundo mágico, no se compara con la sofocante incomodidad de volver al mundo muggle donde nunca sintió que pertenecía, incluso antes de haber recibido su carta y darse cuenta del por qué.
Pero desde que comenzó seriamente a hacer planes para su vida después de Hogwarts, se ha vuelto cada vez más consciente de que tiene que luchar constantemente para existir allí.
No es que los hijos de Muggles sean excluidos de manera explícita, ya que eso resulta ilegal gracias a una reforma ministerial de los años cincuenta; en lugar de eso, existen bibliotecas y establecimientos, e incluso escuelas enteras, que son «Exclusivos para Sangre Pura», o tienen políticas para aceptar nuevos clientes solo a través de una recomendación privada.
Hermione a veces se pregunta qué se sentiría poder ser sangre pura tan solo por un día; se pregunta si el mundo a su alrededor, que parece estar constantemente cerrado para ella, de repente se abriría.
La Profesora McGonagall le explicó gentilmente, durante la reunión de asesoramiento profesional que habían tenido en quinto año, que, aunque Hermione era una de las más avanzadas estudiantes de Hogwarts, y aunque sin dudas le iría bien en sus exámenes y obtendría fácilmente los EXTASIS, todas las carreras en las que ella había expresado tener algún interés, requerían una carta especial de recomendación. Cartas que no podían ser de parte del personal de Hogwarts, sino de tutores con dominios especializados que daban clases privadas a los estudiantes durante el verano.
Durante el verano, cuando Hermione era obligada a volver al mundo Muggle, donde no podía usar magia de manera legal.
Hermione se había quedado sentada en la oficina de McGonagall, aferrando una pila de panfletos, y absorbiendo la revelación de que todos sus esfuerzos por ser aceptada, una vez más, no eran suficientes. Incluso con un expediente académico perfecto y todos los EXTASIS, nada sería suficiente para abrir las puertas que se construyeron específicamente para garantizar que gente como Hermione quedara fuera.
Sin al menos una carta de recomendación, las oportunidades laborales que tendría ni siquiera requerirían EXTASIS. Sus opciones eran trabajos de servicios, como vendedora, o en un restaurante, o posiblemente un puesto de mantenimiento y limpieza en el Ministerio de Magia.
Mientras estaba allí sentada, luchando por contener las lágrimas, McGonagall se vio incómoda y añadió rápidamente que todavía había un camino a seguir. Si Hermione mantenía su registro académico y su posición como prefecta, podía ser candidata a Delegada en su séptimo año. Los Delegados recibían cartas especiales de recomendación por parte del Director de Hogwarts; un elogio más alto que el de cualquier tutor. Es la única oportunidad que Hermione tiene y está decidida a que nadie se la quite.
Después de la reunión con McGonagall, cuando les explicó a Harry y a Ron que estaría más ocupada para poder ser elegida como Delegada, ellos se mostraron comprensivos; pero a medida que avanzaba su quinto año, lentamente comenzaron a dejarla más y más afuera de sus cosas, solo acudiendo a ella cuando tenían un ensayo pendiente o cuando se aproximaban los exámenes.
El día después de la llegada de los estudiantes de Durmstrang y de Beauxbatons, Harry y Ron siguen arrastrando los pies, y susurrando entre ellos. Ella sospecha que están planeando algo. Se mantiene a la expectativa, con la esperanza de que finalmente se lo cuenten, pero, luego de recibir un paquete en el correo, se escabullen del desayuno sin decir una palabra.
—¿Qué están tramando ustedes dos? —Los intercepta esa noche mientras hace su patrulla, sus cuerpos escondidos a medias bajo la capa de invisibilidad de Harry, en uno de los pasillos cercanos al Gran Comedor.
Ron tiene la decencia de lucir culpable, pero Harry se ve atrapado en su plan y orgullosamente muestra dos píldoras en sus manos.
—Píldoras Envejecedoras. Fred y George las hicieron para nosotros. Deberían dejarnos pasar a través de la barrera que hay alrededor del Cáliz.
Hermione se queda mirando las píldoras y siente una punzada de dolor por haber sido excluida. Otra vez. Siente que, de todo lo que han estado haciendo durante ese año, ella se entera después de que sucede. Si se lo hubiesen dicho, ella no los habría reportado, incluso aunque probablemente debería haberlo hecho.
Sabe que no hay forma de que una píldora envejecedora pueda ser más astuta que las precauciones que Dumbledore ha tomado, por lo que el intento de escabullirse es solo un poco de diversión.
Se perdió la emoción de entrar y salir de aquella travesura con ellos. Examina las píldoras y se obliga a sonreír, con la esperanza de que quizá si les sigue el juego, ellos recordarán incluirla la próxima vez.
—Deberían haberme dicho, habría encargado una también.
Ellos se le quedan mirando. Entonces Ron explota en una carcajada, como si fuera lo más gracioso que hubiera escuchado jamás.
—¿Tú, Hermione? La Campeona de Hogwarts en el Tornero de los Tres Magos./
Por supuesto que no era eso lo que había intentado decir, pero la incredulidad en el tono de Ron es cortante. Se le revuelve el estómago cuando él se tapa la boca con la mano y continúa riéndose. Ni siquiera es una risa cruel. No está intentando ser grosero, y eso lo hace peor. Él y Harry se están tomando en serio sus participaciones, pero es imposible imaginarla a ella incluso como competidora. Tanto que es hasta gracioso pensar en ello.
—¿Te imaginas si te eligieran? ¿Qué harías? ¿Aburrirías hasta la muerte a una quimera leyéndole « Historia de Hogwarts»? —Ron luce como si fuera a echarse a llorar de la risa ante esa idea, y ahora Harry también se está riendo.
La sangre lentamente desaparece de su rostro, dejando su cabeza casi vacía, pero puede escuchar los latidos de su corazón palpitando en sus orejas. Abre la boca para replicar, queriendo decir que ella podría ser tan buena campeona como cualquiera de ellos, pero todas las palabras quedan atrapadas en su garganta, porque cree que probablemente se reirían aún más de ella si lo dice.
—Solo quise decir que no necesitaban dejarme afuera —dice con rigidez, cuando finalmente dejan de reír, intentando esconder su dolor.
—Lo siento, Hermione, hoy en día la capa solo alcanza a tapar a dos —dice Harry, dándole una palmadita en el hombro—. Tú misma lo dijiste: el torneo es peligroso. Cúbrenos, en caso de que aparezca algún profesor, ¿de acuerdo?
Se meten las píldoras en la boca y se vuelven a meter debajo la capa, y la dejan en el pasillo mientras se escabullen al Gran Comedor.
Las píldoras no funcionan. Por supuesto que no.
Son expulsados con fuerza a través de la barrera antes incluso de poder deslizar sus nombres dentro del Cáliz. Regresan a la torre de Gryffindor con Hermione, aullando de risa por el vello facial que les ha brotado, intentando inventar excusas para justificarlo.
—¿Ves? —dice Harry, apuntando a su rostro mientras se dirige hacia el dormitorio de los chicos, con una barba y unas cejas tan crecidas que casi rozan sus mejillas—. Menos mal que no las probaste.
Hermione no dice nada, pero una vez que se han ido, se sienta sola frente a la chimenea durante un largo rato, contemplando las llamas voraces y preguntándose si la vida que está buscando tener es realmente suficiente para ella.
Corren apuestas ilícitas acerca de quién será el elegido como Campeón de Hogwarts. Los principales contendientes son Cormac McLaggen, un Gryffindor completamente grosero, y Cho Chang, una popular jugadora de Quidditch de Ravenclaw.
El campeón de Beauxbatons es el primero en ser elegido. El Cáliz se torna de un siniestro escarlataantes de que las llamas escupan un nombre, que revolotea hacia el cielo encantado sobre sus cabezas: Timothee Bisset. Sus compañeros de clase rompen en un aplauso salvaje cuando Dumbledore lee su nombre.
Luego Durmstrang. El pergamino baja flotando hasta la mano de Dumbledore, e incluso desde su asiento en la mesa de Gryffindor, Hermione alcanza a ver la floritura de la caligrafía.
Draco Malfoy.
Durmstrang ruge de alegría.
Dumbledore parece disgustado, pero su desaprobación es rápidamente enmascarada en el momento en que Malfoy se pone de pie, sonríe y camina hacia el frente de la habitación.
El Cáliz ruge de vida una tercera vez, para Hogwarts.
Hermione observa, con el pulso acelerado, cuando un pequeño trozo de papel, arrancado impulsivamente del extremo de un pergamino, sale disparado y desciende en espiral hasta aterrizar en la mano de Dumbledore. Éste lo despliega y se queda mirando en silencio el nombre en lugar de leerlo inmediatamente en voz alta.
Finalmente levanta la mirada.
—El campeón de Hogwarts es...
Hace una pausa.
—Hermione Granger.
