Capítulo 21: El baño de los prefectos


Malfoy tiene una expresión de helada furia al entrar al Baño de los Prefectos, pero se desvanece en el instante en que ve a Hermione en la bañera.

Se detiene en seco, la conmoción le recorre el rostro, y luego sólo se queda allí parado, mirándola con la boca abierta.

Hermione lo mira con el mismo asombro, pero consigue recuperarse antes. —¡Fuera de aquí!

Su voz parece traerlo de vuelta a la vida. Parpadea, se sonroja hasta la base del cabello y da un paso atrás; tartamudea algo que suena vagamente a una disculpa, pero se detiene en seco antes de que las palabras terminen de salir de su boca. Sus ojos la recorren, y una expresión extraña le cruza el rostro. Hace una pausa como si estuviera calculando, y luego se endereza.

Hermione observa, con horror e indignación, cómo él cierra la puerta, esta vez colocando correctamente el pestillo, y luego se da vuelta para enfrentarla, con la ceja de la cicatriz arqueada como si la desafiara a poner objeciones.

Obviamente lo hace.

—¿Qué estás haciendo? —Su voz es casi un chillido.

Es imposible que piense que se puede quedar allí.

Su varita está al otro lado de la habitación, y tendría que salir precipitadamente del agua y correr directamente hacia él si quisiera alcanzarla. En lugar de eso, lo salpica con agua. —Yo estaba aquí primero. ¡VETE DE AQUÍ!

—No grites—, dice Malfoy en tono de reproche, como si ella estuviera siendo infantil. Baja la mirada y se quita el anillo familiar de la mano.

Lo mira por un momento, y la comisura de su boca apenas se levanta al mismo tiempo que extiende la mano y lo deja caer. El anillo golpea el suelo con un fuerte ruido metálico, un sonido tan sólido que podría haber roto el azulejo. Ni siquiera se molesta en verificar si acaba de abollar su reliquia familiar; pasa por encima del anillo, se quita el abrigo y lo deja caer junto a la capa y las botas de Hermione.

Ella lo mira con incredulidad; la situación es tan extraña que no termina de aceptar que realmente esté sucediendo. —Voy a gritar tanto como quiera. ¡Vete de aquí!

Él la mira con escrutinio. —¿Por qué?

¿Qué quiere decir con «por qué»? Comienza a balbucear, demasiado indignada para formar palabras. ¿Acaso no entiende el concepto de privacidad? ¿No recuerda lo que estuvo a punto de suceder la última vez que estuvieron a solas?

—Porque estoy tomando un baño y no estás invitado. ¡Fuera!

Él solo resopla con burla y niega con la cabeza. —Ni siquiera estás desnuda.

Lo dice en un tono neutro, una observación casual, pero Hermione se sonroja hasta la raíz del cabello.

—Eso… ese no es el punto —dice, y su voz se vuelve estridente—. ¡Este es mi baño! ¡No deberías estar aquí!

—Ay, déjalo ya, Granger —contesta, quitándose las botas y mirándola con astucia—. Como si no hubiera visto ya todos tus ángulos. —Le dirige una sonrisa lobuna—. ¿Creíste que te iba a comer en el lago?

Los ojos de ella se salen de las órbitas, y él esboza una delgada sonrisa antes de quitarse la camiseta gris con la insignia roja de Durmstrang de un águila con dos cabezas. Hermione aparta rápidamente la mirada, porque teme que si no lo hace ahora no lo hará nunca más.

Se vuelve a sonrojar. —Eso es irrelevante. Éste es mi baño.

Él se acerca; tiene suficiente sentido común para dejarse puesto el traje de baño, porque si hubiera intentado quitárselo, ella habría comenzado a gritar y luego lo asesinaría. Se desliza dentro del agua frente a ella. Afortunadamente la bañera es lo bastante grande como para que exista un buen metro y medio entre ellos. Pero no es lo suficientemente lejos.

Él cierra los ojos e inclina la cabeza hacia atrás. Eso provoca que los tendones de su cuello pálido se destaquen, y Hermione vuelve a apartar la mirada, con la boca seca.

—No puedo creer que me haya estado bañando en barriles durante todos estos meses cuando pude haber venido aquí —dice, con un suspiro.

Hermione levanta la mirada con sorpresa.

—¿No tienen bañeras en el barco?

Él niega con la cabeza, todavía con los ojos cerrados.

—Karkaroff tiene, pero no es para los estudiantes. Nosotros debemos adquirir «resiliencia». Si nos queremos sumergir, tenemos que ir a nadar al lago.

—¡Pero estamos en invierno! —exclama Hermione, horrorizada, y luego arruga la nariz—. Y el lago no está completamente limpio como para bañarse.

—Por eso los barriles. Ahora… —Abre los ojos, y le dirige una sonrisa felina de satisfacción mientras extiende los brazos y los apoya en los bordes de la bañera—. Tengo esto.

Él observa las dimensiones de la bañera.

—Podrías meter dos equipos de Quidditch aquí dentro, ¿para qué se usa?

—Es el Baño de los Prefectos —responde ella con severidad, recordando que él es un intruso que está invadiendo su paz y su privacidad y su sagrado baño posterior a la Prueba—. Es únicamente para los estudiantes de Hogwarts que han demostrado ser responsables. Pansy podría perder su insignia por haberte dado la contraseña.

Al hacer referencia a Pansy, la sonrisa en el rostro de Malfoy se borra, y Hermione siente un pequeño rayo de esperanza. Quizá consiga que se vaya si lo irrita lo suficiente. Se siente demasiado a la deriva como para confiar en que tomará buenas decisiones estando cerca de él.

Deja de apartar la vista y en cambio le dirige una mirada evaluativa, con la esperanza de ser ofensiva.—¿Ella había planeado venir aquí contigo para celebrar tu victoria?

Él no dice nada, pero suena exactamente como el tipo de idea que se le ocurriría a Pansy. Hermione pone los ojos en blanco. —Eso explicaría por qué estaba tan molesta por tener que quedarse en la enfermería.

Malfoy le dirige una mirada funesta.—Pansy y yo sólo somos amigos —dice, con voz monótona.

Ella arquea las cejas. —¿Pansy lo sabe?

Él se sonroja y aparta la mirada; observa las burbujas que llenan el espacio entre ellos.

Al parecer Hermione no está siendo lo suficientemente irritante. Se recuesta contra la pared del fondo. —Bueno, supongo que tus padres se asegurarán de destrozar todos sus sueños.

Él levanta la mirada, sobresaltado.

—Tu familia es horrenda, por cierto —agrega, por si acaso no resulta obvio que ha escuchado la conversación.

—¿Estabas escuchando a escondidas? —La indignación le cruza el rostro, como si tuviera derecho a quejarse por la invasión a la privacidad.

Hermione solo se encoge de hombros. —Estaban teniendo una conversación en un lugar público. Y en voz muy alta, podría añadir.

En lugar de enojarse aún más y marcharse furioso, Malfoy se desinfla como un globo pinchado. Todas las pequeñas sonrisas y las miradas punzantes se desvanecen y una rabia ardiente resurge. No dice nada, sólo se queda mirando la pared del fondo; luce derrotado, como si hostigar a Hermione hubiera sido unicamente una manera de sobrellevar la situación.

Probablemente lo sea.

Imbécil. Se merece que lo echen.

—Deberías agradecer que tus padres hayan intervenido. Ella probablemente piensa que haber sido tu rehén es el equivalente a una propuesta de matrimonio.

Nada.

Vuelve a la carga. —Bueno, estoy segura de que lo seguirá intentando. Debes ser la única persona que no ha notado cómo se te echa encima. ¿Creías que ella era siempre así cuando…?

—¡Cállate!

Hermione da un salto, pero rápidamente finge indiferencia. —Lo único que digo es que...—

—¡No hables de Pansy! —Le dirige una mirada asesina—. No soy un maldito ciego. Ya sé cómo es. Yo sólo… —Aprieta la mandíbula y mira hacia otro lado—. Quería hacer algo agradable por ella.

Hermione lo mira, desconcertada. ¿Por qué rayos querría alguien hacer algo agradable por Pansy? Es una de las chicas más insoportables de toda la escuela.

Él parece notar su escepticismo. —Ella fue la única persona que me escribió cuando me enviaron a Durmstrang. Recibía una carta suya cada semana, incluso aunque yo no respondía. Pansy siempre me escribía; y eran cartas largas. —Traga saliva y baja la mirada—. Yo nunca le respondí, ni la vi durante las vacaciones, pero ella nunca dejó de hacerlo. Cuando vine a Hogwarts, ella creyó que venía a verla, y yo… dejé que lo creyera. —Suspira—. Esas cartas fueron lo único bueno que me pasó durante mucho tiempo.

La manera en que lo dice es inesperadamente triste; como si ir a Durmstrang hubiera sido un destierro, un exilio. Se aleja totalmente de la postura en la que afirma haber sido enviado a una «escuela superior» para recibir una educación superior.

Por otra parte, considerando las palabras de su tía, queda claro que Durmstrang fue una medida preventiva. De repente, al recordar las palabras de Ron cuando dijo que Malfoy había sido enviado a Durmstrang para mantenerlo lejos de los hijos de Muggles, no parece haber sido una decisión originada por la superioridad, sino por el miedo.

Inclina la cabeza hacia un lado. —Entonces, ¿no querías ir a Durmstrang?

Él hace una mueca y se queda en silencio; probablemente esté intentando averiguar si existe alguna manera de mentir.—No —dice finalmente, resignado.

Hermione arquea las cejas y comienza a abrir la boca para hacer otra pregunta, pero él frunce el ceño.

—No quiero hablar del tema.

Ella lo mira fijamente. —Si querías privacidad, tal vez no debiste haberte metido en mi bañera.

Él pone los ojos en blanco e ignora el comentario; eso la irrita. Le molesta que él pueda hostigarla y luego tenga la audacia de ignorarla.

—Entonces, ¿ahora qué? ¿Entraste al torneo para fastidiar a tus padres?

Nada.

El agua está cálida y lánguida, y ella está tan cansada que no puede evitar mirarlo fijamente. Jamás admitiría la cantidad de tiempo que ha pasado preguntándose cómo luciría debajo del uniforme.

Sus ojos pasean por sus hombros y su pecho, a la vista por encima de las burbujas.

Es tan pálido y acuoso; es como la versión humana de un lebrel, criado para tener una habilidad en particular. No es el más guapo, pero es tan llamativo; es fascinante.

Se obliga a apartar la mirada.

—Honestamente —se aclara la garganta y luego resopla con burla, intentando distraer los pensamientos lascivos de su mente—, eres el peor adolescente rebelde que jamás he visto. ¿Realmente crees que tomando un baño conmigo vas a darle una lección a tus padres por no dejarte ser amigo de Pansy Parkinson?

Él levanta la mirada y la mira con desconcierto.

Ella solo niega con la cabeza.

—¿Creíste que no me iba a dar cuenta del motivo por el que te metiste aquí? ¿Acaso debía pensar que era porque no puedes estar lejos de mí? ¿Te atraje como una especie de sirena con hipotermia?

Él se sonroja hasta la punta de las orejas.

—Yo… —comienza, pero su voz es débil.

—Es obvio —dice ella, poniendo los ojos en blanco—. Aunque, tengo curiosidad por escuchar tu plan. ¿Vas a escribirle una carta a tus padres con los detalles de nuestro baño después de irte? ¿O te lo guardarás para hacer una dramática revelación algún día? O… —Ella arruga la nariz—. ¿Es una rebelión secreta sólo para sentirte mejor?

Los ojos de él lanzan puñales, y todo el cuerpo de Hermione se llena de anticipación. Se ríe ante su ceño fruncido.

—Si no cierras la boca te voy a ahogar —responde, con una voz peligrosa. El rubor ha abandonado sus orejas, pero las curvas de sus mejillas siguen teñidas de rojo.

Hermione niega alegremente con la cabeza. Tiene la sartén por el mango, y no tiene intención de dejarla ir.

—Yo no lo haría si fuera tú. Probablemente te saldría el tiro por la culata y terminarías haciendo que tus padres se sientan orgullosos. Parecen ser el tipo de personas que perdonarían un cargo por homicidio antes que un baño con una hija de Muggles.

—Granger… Te lo juro… —Su tono es puramente asesino.

Ella se toca el mentón con un dedo, disfrutando de su vergüenza.

—Imagínate ser tan malo para rebelarte que incluso cuando…

No termina la frase, porque Malfoy se abalanza sobre ella.

Ella se lo espera, y salta hacia un lado para esquivarlo; pero lo que no se espera es que él se transforme. De repente, el enorme cuerpo de la serpiente de agua llena la bañera. El asombro y el terror la inundan.

Él ataca, y su enorme cabeza escamosa se lanza hacia adelante.

—¡Eso es trampa! —Hermione intenta salir precipitadamente de la bañera, pero antes de poder escapar, él se enrosca alrededor de sus caderas y la arrastra de regreso.

—¡Malfoy! —grita, cuando él la aprieta con más fuerza y la empuja dentro del agua, girando para sumergirla bajo la superficie. Ella lo golpea con los puños, lo patea y lo araña, intentando liberarse; demasiado enojada como para tener miedo.

Él gira otra vez y la saca del agua; ella tose y farfulla maldiciones.

—¡Serpiente tramposa! ¡Vuelve a transformarte, bastardo! ¡Te daré una maldita paliza! —chilla y lo golpea con ferocidad. Sus escamas son tan duras que le lastiman los puños, pero está tan indignada que no le importa.

Él serpentea a su alrededor, y se enrosca con otra vuelta. Su cabeza se cierne hasta un metro por encima de la suya; la mira desde arriba, y ella casi puede ver la satisfacción detrás de esos fríos ojos de reptil. Entonces la aprieta, los músculos debajo de las escamas se tensan y se contraen alrededor de su pecho.

Ella jadea al sentir que el aire es presionado hacia afuera de sus pulmones.

—Bastardo —vuelve a decir; todavía patea cada parte de él que consigue alcanzar, pero no parece haber ningún miembro masculino vital en aquella forma. Él aprieta todavía más, tanto que ya no puede respirar.

Ella intenta una vez más y luego se queda inmóvil, aceptando la derrota; tiene el sentido común suficiente como para no dejar que su alma de Gryffindor la lleve a la tumba.

—Me detendré —consigue decir, mirándolo a los ojos—. Déjame ir. Me detendré.

Él no la deja ir.

—Lo prometo —dice, ya indefensa.

Es tan injusto que sepa cómo hacer una transformación animal. Ahora está profundamente arrepentida de no haber tomado ese camino.

La serpiente afloja el agarre y se disuelve lentamente, volviendo a transformarse en Malfoy. Excepto que ahora ya no está al otro lado de la bañera. Su cuerpo casi desnudo está contra el suyo, un brazo envuelve su cintura, y el otro está aferrado al borde de la bañera; ella está atrapada contra él.

Su rostro está a pocos centímetros del suyo, su cabello húmedo gotea sobre sus mejillas; de repente, el corazón le late con más fuerza que cuando la estaba apretando hasta asfixiarla. Él jadea, como si hubiera perdido más el aliento que ella.

—Nunca sabes cuándo parar—, dice él, entre una respiración y otra.

La boca de ella está demasiado seca para hablar, pero consigue negar con la cabeza.

—¿Es eso…? —titubea, intentando formar algún tipo de oración coherente—. ¿Eres un Animago? ¿Cómo puedes hacer eso?

Él niega con la cabeza.

—Transformación animal avanzada. Mi afinidad con el agua es la razón por la que puedo mantenerla. —Toma una bocanada entrecortada de aire y luego se desploma sobre ella como si sus piernas estuvieran a punto de dejarlo caer—. Funcionó mejor en el lago. Ahora tuve que utilizar más magia de la que esperaba. Joder.

La expresión le hace arder mucho más la sangre, y se ve obligada a tragar con fuerza y a intentar concentrarse en otra cosa que no sea su cuerpo y su respiración.

Por supuesto. Los libros de texto de Hogwarts solo enseñan transformación animal ordinaria porque transformarse en una criatura mágica requiere demasiado poder. Sin una afinidad de Animago, mantener una transformación requiere una concentración y una magia intensas. Pero Malfoy es capaz de complementar su poder a través de una fuente secundaria: usando las Artes Oscuras; y así puede sostener tipos de transformación que de otra manera serían increíblemente agotadoras.

Para cualquiera que no entienda de Artes Oscuras, él debe parecer sobrenaturalmente poderoso.

Dios. Quiere aprender eso. Él hace que la magia del agua parezca tan simple. Como si apenas fuera distinto a respirar.

Se encuentra tan cerca de él ahora que puede sentir su magia. Sus manos, sin que ella les de permiso, se apoyan tentativamente contra el pecho de él, en lugares que hace apenas un minuto eran escamas duras como diamante, y que ahora son de una piel suave y cálida bajo sus dedos. No sabe qué la distrae más, si la sensación de su magia o de su piel.

Intenta esquivar sus ojos, pero a donde sea que mira encuentra más de él. Su rostro, sus hombros, sus brazos. No hay un centímetro entre ellos y él no la deja moverse ni escapar. Siente su mirada encima de ella, y su respiración roza la parte superior de su mejilla y le dispara un escalofrío.

—¿Sabes qué es lo que pondría furiosos a mis padres? —Su voz es grave, y ella puede reconocer una cualidad peligrosa, un tono casi sugerente, casi burlón, casi demasiadas cosas al mismo tiempo.

Levanta la vista hacia él, atónita por la pregunta, y cuando sus ojos se encuentran, no puede apartar la mirada. Ahora, por primera vez, puede ver su frustración; no la irritación que siempre le muestra, sino el resentimiento que tiene por todo. Se siente tan terriblemente identificada que le sorprende no haberse dado cuenta antes.

Él lleva su jaula dorada de manera tan convincente; siempre actuando como si la hubiera escogido él mismo.

Pero eso no es lo único que ve en su expresión. Sus ojos se están oscureciendo, cada vez más.

Una respuesta imprudente se cruza por su cabeza, y está segura de que él ya la está pensando. Es por eso por lo que está todavía ahí parado, sin dejarla escapar.

No te atrevas. Se dice a ella misma, mientras sus ojos caen sobre sus labios. No es tonta. Sabe tomar buenas decisiones. Responsables. Y esto es algo terrible para considerarlo siquiera.

Draco Malfoy es su rival.

Hicieron un Juramento Inquebrantable. Se han echado a la suerte el uno al otro para toda la eternidad.

No hay vuelta atrás. Esa idea hace eco en su mente, está grabado a fuego en su muñeca, el pensamiento resuena con su corazón palpitante, pero ella desea hacerlo. Lo desea a él.

Nunca había deseado a nadie.

En teoría sí. La idea de desear a alguien, sí. El anhelo de tener a alguien que fuera de ella. Alguien que la mirara y la deseara y la eligiera primero y siempre. Sí, ha deseado eso.

Pero Malfoy no es nada de todo eso.

Nunca lo será.

Y aúnaun así se siente atraída a él con el mismo anhelo, doloroso y febril, con el que desea que este mundo mágico le pertenezca.

No lo ayudes. No lo desees. No le preguntes qué quiere decir con eso, ya lo sabes.

Pero lo hace. Traga saliva, se humedece los labios. —¿Qué?

Él inclina más la cabeza hacia ella. —Ésto.

Sus labios casi se tocan. Puede sentir su aliento encima de su lengua.

Él la besa. Sus labios son suaves contra los suyos, más suaves de lo que hubiera creído posible. Su boca apenas roza contra la suya antes de hacer una ligera presión.

Hermione no sabe cómo se debería sentir besar a alguien, pero en el momento que sus labios se tocan, el calor se despliega adentro de su pecho. Inclina la cabeza hacia atrás para encontrar sus labios; no está segura de lo que quiere, pero quiere más. Más de eso.

Cierra los ojos lentamente.

Sus labios se mueven tentativamente contra los suyos. El brazo alrededor de su espalda se mueve, y sus manos de dedos largos ahora descansan sobre sus brazos. Para mantenerla lejos o para acercarla a él, no está segura.

Es como si el mundo a su alrededor los hubiera abandonado.

Entonces él suelta un grito ahogado contra sus labios y se aparta, retrocede, y sus manos se apartan de su piel desnuda como si le quemara el tacto. Tiene los ojos muy abiertos, atónitos, como si no pudiera creer lo que ha hecho. Hermione le devuelve la mirada, respirando con dificultad, y sintiendo que la boca le hormiguea allí donde sus labios la tocaron.

No sabe si sentirse decepcionada o aliviada de que se haya detenido.

Pero él luce abatido. Traga saliva y levanta las manos, luego las cierra en un puño y las deja caer a su lado sobre el agua. El asombro en su rostro se transforma y se convierte en resentimiento, y entonces la fulmina con la mirada.

—¿Sabes qué? No te soporto —dice abruptamente, con una voz aguda y cruel, como si esperara que eso la sorprendiera—. Me estás volviendo loco. Todo lo que tiene que ver contigo.

Está ahí parado, frente a ella, con todo el cuerpo tenso, el rostro pálido teñido con dos manchas rojas en sus mejillas.

—Eres la persona más irritante que he conocido jamás. Estar cerca tuyo es como un veneno que yace dentro de mí. Tu rostro. Tu voz. Todo. —Su expresión muestra cada vez más y más resentimiento—. Yo no… ni siquiera sé por qué tuve que ir a buscarte durante la Prueba —su voz se quiebra, como si estuviera al borde del colapso.

—Se suponía que enseñarte Artes Oscuras sería una broma —agrega, y su pecho sube y baja a intervalos irregulares.

Hermione está tan sorprendida de que admita eso justo después de haberla besado, él a ella, que comienza a reír.

—Me deseas —dice.

Es tan extraño descubrir que tenía razón. Que la vergonzosa fantasía que había tenido en la que él la deseaba y a la vez odiaba que así fuera, no era una fantasía después de todo.

Él la mira como si lo hubiera pateado en el estómago. Como si hubiera pensado que quizá podría existir otra explicación.

Ella no está segura de por qué se lo ha dicho directamente, pero siente alivio por haberlo hecho.

Porque ahora él se burlará y dirá que no, que él jamás la podría desear, ni a ella ni a nadie de su tipo.

Y entonces se iría para demostrárselo.

Que es lo que ella quiere, porque si lo hace, entonces las cosas no irán más lejos. Será solo un beso, y los besos no significan nada. Ginny besa a Dean todo el tiempo, y ni siquiera le gustan los chicos. Ron ha besado a Lavender y ahora dice que no la soporta.

Si él se va ahora, entonces será solo un beso sin sentido y no algo que hace que su corazón se acelere y sus labios hormigueen, y que todo su cuerpo se sienta encendido y ansioso, lleno de la absoluta certeza de que es apenas el comienzo de algo que sería capaz de tragarse hasta las estrellas.

Sus mejillas arden, pero no rompe el contacto visual, mientras espera ver la mueca y la negación.

Él traga saliva, y todo su pecho se tensa por la anticipación.

—Es verdad —dice, en cambio, con la voz áspera por la frustración—. No puedo evitarlo.

Los ojos de ella se abren como platos, está demasiado asombrada para siquiera moverse cuando él la toma por el brazo.

Atrapa su rostro con una mano, aferrando su mandíbula, y la vuelve a besar. Más profundamente. Ahora sin ninguna duda. Puede sentir su deseo en este beso, un deseo abrasador y hambriento, tan ardiente que la quema por dentro. La sensación que se tiene cuando algo muy tenso se corta de repente.

Cierra los ojos y se deja inundar; mueve los labios para devolver el beso, y sus manos se aferran de los hombros de él cuando se vuelve más profundo y él la acerca aún más. Es torpe; febril; demasiado rudo.

La aprieta con demasiada fuerza, y cuando ella responde, clavando los dientes en sus labios, él se estremece, y murmura una queja contra su boca, pero no interrumpe el beso. En cambio, sus dedos se enredan en su cabello para sostenerla. Las yemas se deslizan por la curva de su cráneo, como si fuera de su propiedad.

Ella suelta un jadeo, sus labios se separan contra su boca, y la lengua de él se desliza entre sus labios abiertos.

Una abrupta sacudida de placer le atraviesa el cuerpo, tan repentina que deja escapar un pequeño gemido.

Él se congela, la sostiene todavía con más fuerza en su lugar y lo vuelve a hacer, más despacio. Hay una cruda intensidad en la manera en que la está agarrando. La sensación es como la de una cuerda tirante dentro de ella, una resonancia de placer que vibra por todo su cuerpo y sale a través de su magia. Nunca había sentido nada así. Emite un sonido incoherente desde la parte de atrás de la garganta, y se aferra a él hasta que sus uñas se entierran en sus hombros, mientras una bruma de deseo y sensaciones se traga su mente, y en lo único que puede pensar es en lo bien que se siente, y en que nunca quisiera que termine.

¿Por qué nunca se había preguntado nada sobre esto? ¿Por qué nunca se había detenido a desear a alguien de esta manera?

El agua salpica a su alrededor mientras tiran el uno del otro, generando olas a lo largo de la superficie que escapan de la bañera. Ella pasa una mano por encima de su piel húmeda, trazando los planos de su cuerpo. Él está lleno de ángulos en todos lados. Podría contar sus costillas inferiores. Emite un gemido entrecortado y jadeante, se aferra a ella cuando sus dedos se deslizan por su estómago y entierra el rostro sobre su hombro mientras sus caderas se sacuden, empujando su cuerpo contra el de ella como si quisiera sacar el molde.

Murmura maldiciones, algunas en inglés, otras no, y algunas que ni siquiera parecen realmente palabras, pero que puede entender su significado por la rápida manera en que se forman en la parte baja de su garganta, en la falta de aliento cuando abandonan sus labios, y en los jadeos que se cortan y son remplazados por otros.

Su boca está presionando contra su cuello, con un aliento cálido sobre su piel, como si sus dedos no fueran suficiente y necesitara sentirla y probarla. La caricia de sus labios y su lengua, y la punción de los pequeños mordiscos, casi castigadores, de sus dientes contra la piel.

Él desliza las yemas de los dedos por sus hombros, recorre las tiras de su traje de baño y sigue el escote que pasa justo debajo de sus clavículas, y presiona sus labios justo allí. Entonces sus dedos pasan por encima de la tira de la derecha y lentamente la baja para dejar descubierto el hombro, y lo cubre con su boca, succionando con tanta fuerza como para dejar una marca en su piel.

Ella espera que él continúe bajando la tira, pero cuando no lo hace, se da cuenta que quiere que ella lo haga. Ella no quiere que se detenga allí, en un límite arbitrario determinado por el escote de su traje de baño. Quiere más. Todo. Lo desea todo. Su aliento queda atrapado en sus pulmones al imaginar sus largos dedos acariciándola más abajo, la tibieza de sus labios y de su lengua contra su piel.

Sin detenerse a pensar, libera ambos brazos de las tiras de su traje de baño, y lo desliza hasta su cintura antes de levantar la mirada para ver su reacción.

Él la está mirando, con la mandíbula caída y los ojos entornados, como si estuviera ebrio de solo verla.

Entonces se acerca lentamente; sus manos gotean agua y sus dedos tiemblan antes de tocar la curva debajo de su pecho, como si tuviera miedo de romperla.

—Joder... —suspira, al parecer aturdido por lo suave que es. Se acerca más, todo su cuerpo presiona contra ella. Sus dedos se arrastran hacia abajo, y sus ojos los siguen, hipnotizados—. Joder...

Hermione quiere encontrar divertida la situación de verlo así, abrumado y desorientado, pero tiene el corazón en la garganta, latiendo rápido y nervioso, y viendo que es demasiado tarde para sentir lo expuesta que está. Se ha colocado en una posición vulnerable de manera impulsiva.

Entonces él ahueca su seno derecho en la palma de su mano, y es tan cálida; su pulgar traza un lento círculo y ella se olvida de pensar.

Sus manos son suaves y sus dedos cuidadosos; cuando él baja la cabeza y coloca la boca encima de su pecho, siente su lengua cálida y la sensación es como un látigo en su interior, una corriente de placer que llega hasta su centro. Suelta un gemido de sorpresa y enreda sus dedos en el pálido cabello, sosteniéndolo para que no se detenga. Sus piernas se entrelazan con las de él, casi provocando que ambos se caigan, y él se aferra del borde de la bañera, apenas impidiendo que se sumerjan bajo el agua.

El anhelo está creciendo en su interior, y no desaparece; es un deseo que solo crece y crece hasta que siente que va a explotar. Se está volviendo líquida por dentro, se está prendiendo fuego, y se está partiendo al medio, todo a la vez. Necesita… algo. Más que esto.

Pero también le aterra pensar en más. En experimentar más de algo tan intenso y abrasador, en que alguien más la vea perder el control. La sola idea le provoca un vuelco en el estómago, un peso en caída libre.

La lengua de Malfoy se retuerce y chasquea antes de succionar, y envía un pulso de placer caliente a través de ella que hace que casi se muerda el labio por contener el sonido. La sensación aniquila sus pensamientos. Algo dentro de ella se contrae, una sensación de vacío y deseo que nunca se había dado cuenta que existía. No sabía que era posible desear tanto algo, necesitar algo con tanta intensidad, tan instintivamente como si fuera hambre.

Ella tira de él y vuelve a pegar su boca contra la suya; lo besa y se retuerce para trepar un escalón de la parte profunda de la bañera, llevándolo con ella.

Una de sus manos está bajo el agua, se desliza por el interior de su rodilla, y luego sube lentamente mientras la besa. Ella separa las piernas, y su respiración se atasca en su garganta cuando los dedos de él suben aún más. Su otra mano está todavía encima de su pecho, apretando y acariciando de una manera que le hace sentir pequeñas descargas de punzante placer. Siente tantas cosas en este momento que cree que su mente se va a fracturar por intentar concentrarse en todas al mismo tiempo.

Los dedos de él alcanzan el vértice de sus piernas y entonces la toca ahí, y frota a través de su traje de baño; busca a tientas, sin encontrar el lugar correcto, incluso aunque ella separa más las piernas para facilitar la tarea.

Inclina las caderas, pero todavía no...

Se muerde el labio, aguantando un sonido de frustración, e intenta ser paciente.

Se da cuenta al instante que su paciencia es terrible cuando alguien está haciendo algo mal.

—Así no —dice, casi mordiendo las palabras. Va a terminar vibrando hasta convertirse en átomos si vuelve a tocar el lugar incorrecto.

Toma su mano y extiende sus dedos, guiándolo hasta que él toca donde ella lo necesita, justo…

Ahí.

—Ahí. Justo ahí —le ordena con voz espesa, intentando mostrarle; sus palabras son vacilantes, y se descubre incapaz de ser más coherente o educativa mientras mueve su mano en una lenta caricia una y otra vez.

Deja escapar un suave gemido y tiembla; los dedos de sus pies se contraen cuando él finalmente lo consigue sin ayuda.

Su mano se mueve con cuidado, imitando el lento movimiento circular que ella le ha mostrado, y cada caricia la hace jadear y estremecerse.

Su mente se pierde en el caleidoscopio de sensaciones.

Es tan diferente de cuando ella lo hace.

Más lento. Más indirecto, pero a la vez mucho más intenso, construyéndose de forma gradual y acompasada. Su conciencia se vuelve borrosa, se reduce a un único punto fractal de placer, y de deseo, y de necesidad, y de por favor no te detengas, está tan cerca.

Sus dedos la acarician, se mueven en círculos, masajean. Ella acurruca su cuerpo en el de él, entierra el rostro contra su pecho, aferra sus hombros y siente que todo su cuerpo se compacta desde adentro hasta que apenas puede respirar por la anticipación, y entonces él pasa el pulgar justo allí, y ella se sacude… y se desmorona.

Puro placer vibra a través de ella y sale en oleadas a través de su magia; la siente correr por el agua, a través de Malfoy, en espirales hacia el aire. Él suelta un gemido áspero. Hermione cree estar al borde del llanto, sintiendo su piel desnuda contra la suya.

Entonces todo su cuerpo se relaja, y se desploma contra él, jadeando. Él besa el costado de su cuello, con la palma de su mano apretada contra su pecho, mientras su pulgar acaricia arriba y abajo el interior de sus senos.

Ahora puede escuchar la forma rápida e inestable en la que respira, y lo puede sentir, duro contra ella, sus caderas rodando lentamente sobre su estómago, e inhalando temblorosamente cada vez.

Solo duda un momento antes de deslizar una mano dentro de su traje de baño. Él se queda quieto, petrificado.

Los dedos de ella se envuelven alrededor de él, aprietan y tiran hacia arriba.

El sonido que hace es un aullido, un gemido, un gruñido y un jadeo, todo al mismo tiempo. Su cuerpo se tensa, se sacude y casi colapsa encima de ella. Una de sus manos se cierra instantáneamente alrededor de ella y la sujeta con fuerza.

—¡Joder! Rayos… Más despacio… Voy a… No puedes… Mierda… —Parece estar más allá de las palabras, balbucea y respira agitadamente mientras intenta respirar. Suena como si le hubieran quitado violentamente el aire.

Quizá fue demasiado ruda.

Ella nunca ha tocado a un chico antes. Claramente son más delicados de lo que pensaba.

Sus mejillas arden, intenta soltarlo pero él tampoco le deja sacar la mano. En cambio, acomoda la palma de ella contra él y la sostiene allí, mordiéndose el labio y gimiendo suavemente. Quizá no lo ha lastimado después de todo.

Él cierra los ojos con fuerza, y después de algunas respiraciones entrecortadas, mueve ligeramente la mano de ella y la sube, guiándola hacia arriba y luego hacia abajo, y gimiendo sobre su hombro como si estuviera en una total agonía, mientras todo su cuerpo se tensa y se sacude.

—Lento —consigue decir, con voz áspera.

Ella lo hace más lento, y él afloja un poco su agarre, pero no la deja ir del todo: la guía; su otra mano se curva contra la parte de atrás de su cabeza, y sus dedos en enredan en su cabello, y entonces murmura contra su mandíbula, justo debajo de su oreja, y acaricia su rostro con el suyo mientras sus caderas empujan para seguir el movimiento de su mano, gimiendo cada vez que lo hace.

Sus cuerpos están tan cerca que casi puede sentir el latido de su corazón.

Entonces él suelta un gemido desde lo profundo de su garganta, y hace que su mano se mueva un poco más rápido, que presione y que tire con más fuerza. Sube y baja la mano con unos cuantos movimientos rápidos y entonces suelta un gemido gutural, sus dientes presionan junto a la base de su cuello y empuja con las caderas varias veces más. Y luego se queda quieto, y le suelta la muñeca.

La mano que sujetaba la parte posterior de su cabeza baja, y con el dorso de sus dedos acaricia su antebrazo, de arriba hacia abajo.

Hermione se estremece, y parpadea.

Todo a su alrededor parece volver a enfocarse, y entonces ya no son solo ellos.

El mundo está allí de nuevo, sangrando dentro de su conciencia.

Ahí sentada, con la cabeza de Malfoy descansando sobre su hombro, y sus cuerpos todavía apretados de manera íntima, lentamente se da cuenta de lo que han hecho. Todos los pensamientos que se había negado a reconocer antes ahora comienzan a inundarla.

Todo aquello en lo que no había querido pensar, que no quiere saber.

Que él la había deseado así, y que se sentía bien, mejor que bien, sentirse deseada de esa manera.

Se queda allí sentada, queriendo poder creer todavía que él es un ser horrible.

Ni siquiera sabe cuándo ha dejado de creerlo.

No debería haber dejado de hacerlo.

Su garganta se tensa.

Retrocede, su cuerpo se encoje para alejarse de él, y el movimiento parece despertarlo. En los segundos que tarda en levantar la cabeza, parece procesar todas las mismas cosas que Hermione. Cuando sus ojos se encuentran, él ya tiene esa mirada fría y desapegada en el rostro, como si hubiera una pared entre él y el mundo.

Ella aparta la mirada de inmediato.

Él retrocede, y ella se vuelve a poner el traje de baño, estableciendo entre ellos la pequeña barrera que puede controlar, pero todavía no consigue levantar los ojos y enfrentar su expresión vacía.

Traga saliva y no sabe qué decir.

Ya no queda nada de aquel antagonismo agudo y crepitante entre ellos. El aire se siente casi muerto, pero no del todo. La quietud está llena de pavor, de espera por aquello inevitable que vendrá a continuación, aunque ni siquiera sabe qué será.

Ella nunca no ha sabido qué sucedería a continuación. Ella tiene planes, planes y más planes. Cuando toma decisiones, piensa en todas las potenciales consecuencias y en lo que debería hacer en cada escenario. Pero nunca había imaginado esto, no realmente, era solo una estúpida fantasía, así que nunca pensó en lo que podría suceder después.

Sabe que debería decir algo antes que él. Algo tan preciso como para evitar que él diga algo insultante para tomar distancia y ponerla en su lugar. Pero no sabe qué decir.

Antes de que pueda pensar en algo, él se aclara la garganta.

—Mis padres… ellos me estarán vigilando. —Se sonroja y aparta la mirada—. Quiero decir, ya lo hacen, pero será peor después de hoy. No podré desaparecer para encontrarme contigo como lo he hecho hasta ahora.

Él vuelve a mirarla, y parece como si estuviera esperando que ella entendiera algo obviamente implícito detrás de sus palabras, pero ella no está de humor para sentarse allí a intentar adivinar implicancias.

El desconcierto debe ser visible en su rostro, porque él agrega. —Para asegurarse de que no estoy asociándome con quien no debo.

—Pansy —dice ella, comprendiendo, incluso aunque siente que los acontecimientos previos a que él la besara sucedieron hace una década.

Él asiente brevemente.

Ella está tentada a reír. Ahora decide hablar de Pansy. Ahora.

—Claro —dice, con una voz quebradiza, y pone los ojos en blanco—. Porque tú y Pansy realmente no eran…

—No, no lo somos —dice él, bruscamente; ese tono agudo y cortante que usa para interrumpirla.

Todo en Hermione se siente inestable. No por su tono, sino porque sabe que ha cometido un error, ha compartido algo con él que no puede recuperar, y ahora no sabe cómo solucionarlo. Ella no comete errores. La gente como ella no debe cometerlos.

Se pone tensa, todo su cuerpo se contrae hacia adentro y se eriza; una furia la envuelve para proteger todos los sentimientos que tiene en carne viva.

—Pero, ¿por qué viniste aquí entonces? —Su voz es tan aguda como la suya—. Obviamente fue ella quien te dio la contraseña. ¿No entraste aquí con la esperanza de que en algún momento apareciera?

El color sube desde abajo por el rostro de Malfoy. Se inclina contra el extremo opuesto de la bañera, de esa manera casual que los hombros parecen adoptar para instintivamente ocupar espacio, para dar a entender que todo es suyo, que tienen derecho sobre ello. Hay una rabia evidente en la tensión de su mandíbula—. Vine aquí porque sabía que ella estaría en la enfermería hasta después de cenar. Ya te dije que nunca haría nada con Pansy. Si lo hiciera, ella creería que significa algo, y no es así.

Su voz es plana y fría como el hielo.

Le toma un momento hasta que las implicancias de sus palabras la golpean.

Pansy pensaría que significa algo.

La tonta Pansy Parkinson, con sus ojos estrellados, que se viste como una princesa de cuento de hadas para el Baile de Navidad, pensaría que Malfoy tiene la intención de casarse con ella si él se reuniera con ella en el Baño de los Prefectos. Si alguna vez la besara. Si la tocara.

Pansy pensaría que significa algo; pensaría que él está enamorado y pretende casarse con ella. Que él lo haría.

Ella no tiene idea de que sus padres la desprecian, que nunca la considerarían como una pareja aceptable, y que Malfoy siempre lo ha sabido y que solo ha sido indulgente con sus fantasías para ser amable.

Pero Hermione...

Hermione es demasiado inteligente para pensar que ser besada por Draco Malfoy podría significar algo. Son rivales, y se han asegurado de que nunca puedan ser otra cosa más que rivales. E incluso aunque no lo fueran, ella sabe dónde está ubicada en la jerarquía social del mundo Mágico, entiende que un muchacho de sangre pura que proviene de una familia ancestral nunca se metería ni haría nada para comprometer a una chica que él respetara.

Eso es algo que solo haría con las que no importan.

Nunca lo había creído posible, pero de repente está tan amargamente celosa de Pansy Parkinson que el sentimiento la lastima físicamente; se retuerce como un ajustado nudo en su estómago, y se aloja debajo de sus costillas.

—Claro. —Su voz es casi un susurro—. Que suerte que yo no soy tan tonta.

Él no responde nada, pero sus ojos destellan.

A Hermione no le importa. Siempre le ha disgustado Pansy, pero ahora la desprecia; la odia por poder ser ingenua y que otras personas se esfuercen por preservar sus fantasías.

Odia que el mundo haya decidido que Pansy Parkinson sea tan importante que solo fuera a ser besada por alguien a quien realmente le signifique algo.

Hermione se traga el nudo de la garganta y se obliga a ponerse de pie, a salir de la bañera y a secarse con una toalla, demasiado cansada para preocuparse porque Malfoy la esté mirando.

No le devuelve la mirada, incluso aunque puede sentir sus ojos encima de ella; puede sentir en el aire que hay algo que quiere decir, pero no se da vuelta para permitírselo.

Se pone la capa encima de los hombros, pero cuando llega hasta la puerta hace una pausa, y se obliga a hablar con una voz dura y filosa.

—Supongo que podremos volver a estudiar Artes Oscuras cuando no te estén vigilando, entonces. Si eso alguna vez ocurre —dice, y su indiferencia suena convincente. Se encoje de hombros—. Igual no voy a ser yo la que muera si no terminas de enseñarme Artes Oscuras antes de la Tercera Prueba.

Luego levanta el pestillo de la puerta y se va.