Capítulo 22: Problemas


Al llegar a la Torre de Gryffindor, Hermione se muestra cortante y evasiva con todos. Harry y Ron no están allí, probablemente porque Harry todavía está en la enfermería, y le provoca cierto alivio no tener que encontrarse con ellos. Algunas personas intentan felicitarla por haber obtenido un buen puntaje, pero ella se excusa fingiendo un dolor de cabeza y se va a la cama.

Esa noche sueña con Malfoy, siente sus manos y su boca encima de ella, el peso de su cuerpo, el agua moviéndose a su alrededor, pero cada vez que él la toca, le susurra al oído: «Esto no significa nada».

Lo repite una y otra vez, y cuando ella intenta bloquear las palabras, él la suelta.

Empieza a caer en picado, y sigue cayendo hasta aterrizar en su colchón, y entonces se despierta con una sacudida, jadeando, con todo el cuerpo empapado de un sudor frío y con su magia ardiendo en la punta de los dedos.

Se esconde en la ducha, y deja que el agua fluya sobre su piel, eliminando mágicamente las pequeñas marcas de su cuerpo y de sus hombros hasta que Parvati comienza a golpear la puerta y a gritar que otras personas también necesitan bañarse.

Llega al desayuno con un persistente dolor de cabeza, y se sienta justo cuando El Profeta cae en mitad de la mesa.

«¿La Siesta de los Tres Magos?». Es la pregunta que aparece en primera plana, con una foto de los jueces sentados en fila, mirando la extensión de agua congelada sin un solo campeón a la vista. La imagen está inmóvil, y Hermione cree que se trata de una fotografía tradicional hasta que ve que un pájaro pasa volando de una esquina a otra.

Harry suelta un silbido al ver el titular.

—Sé que todos están diciendo que no fue tan buena como la Primera Prueba, pero no creo que haya sido tan mala.

—Probablemente porque te la pasaste durmiendo —dice Ron con una expresión amarga, todavía dolido por haber sido excluido—. El resto de nosotros estuvimos bien despiertos mientras nuestros traseros se congelaban.

—En realidad fue un hechizo de hibernación activado por el agua —dice imperiosamente Harry mientras Hermione despliega el periódico con un chasquido.

La reacción general a la Segunda Prueba es de mordaz disgusto. Al parecer, Ron no fue la única persona que se aburrió hasta las lágrimas por estar mirando un lago congelado durante una hora entera. Las críticas son unánimes y venenosas: el torneo es un despilfarro de recursos públicos, la prueba del lago no presentó ningún desafío. Fue aburrido, de hecho. Con la subida de impuestos que se aproxima, el Ministro Fudge debería estar avergonzado de haber invertido tanto dinero en un evento que es poco más que un proyecto vanidoso.

Históricamente, el Torneo de los Tres Magos era un evento de elite y de alto riesgo, una celebración de la excelencia y la audacia mágica. El torneo bajo la supervisión de Ludo Bagman es un patético aburrimiento, y el Wizengamot debería quitarle su financiación.

Al ver que se van acumulando artículos en otros periódicos y editoriales en los días que siguen, el Ministerio no tiene más remedio que implementar un control de daños. Fudge anuncia que se realizará una investigación para revisar las finanzas y la planificación, por lo que, mientras tanto, se separará a Ludo Bagman de su cargo y se nombrará a Tiberius McLaggen, el tío de Cormac, como coordinador interino del torneo.

Hermione espera que, por lo menos, la violenta reacción a la prueba implique que Rita Skeeter tenga mejores cosas que hacer que difamarla, pero sus esperanzas resultan inútiles. Aparece un artículo en la revista Corazón de Bruja. Incluye una foto de Hermione tomada mientras cruzaba el hielo después de la Prueba, su piel helada en contraste con el color oscuro de su traje de baño, y el cabello empapado y pegado a su cuerpo. Harry está a su lado, totalmente vestido y con la túnica del colegio chorreando agua, y a su alrededor hay varios voluntarios del Ministerio con abrigos y sombreros.

El artículo se trata de lo increíblemente inapropiado que fue que Hermione exhibiera descaradamente su cuerpo frente a toda la audiencia. Es ridículo y hasta sorprendente, y si hubiera sido solo eso, Hermione lo habría ignorado.

Sin embargo, Rita va más allá de simplemente atacar a Hermione por un traje de baño que ella no eligió y por haber fallado en conjurar mágicamente un tapado o algo así. «La Señorita Granger, hija de Muggles», escribe Rita, «ha demostrado, sin lugar a dudas, que tiene el hábito de desobedecer las reglas establecidas del decoro femenino, lo que nos lleva a preguntarnos qué otras cosas inapropiadas podría estar haciendo. ¿Es realmente posible que una joven sin ningún tipo de crianza mágica pueda ser la mejor estudiante en una escuela de Magia?» Rita especula que son esos muchachos con los que se la ve constantemente a Hermione los que en realidad han estado haciendo sus deberes por ella, quizá porque Hermione es el tipo de chica que haría cosas por ellos que ninguna joven de sangre pura haría.

Las insensibles palabras de Malfoy suenan en sus oídos.

Nunca haría nada con Pansy.

Se queda en silencio, mirando la revista por tanto tiempo que Ron se aclara la garganta, nervioso.—Nadie va a creer eso.

Hermione sigue sin decir nada. Ignóralo, se dice a ella misma, pero la sangre está rugiendo en sus oídos y su cuerpo se siente caliente y frío al mismo tiempo.

Sólo ignóralo. Quiere hacerlo; quiere que le dé igual; quiere reír y actuar como si no importara, como si nada pudiera afectarla. Pero lo hace. La gente cree esto; mucha más gente de la que quisiera saber.

La parte posterior de su garganta comienza a doler, mientras se obliga a quedarse ahí sentada y no reaccionar.

Si Rita sigue haciendo esto, para cuando Hermione termine la escuela, en lo único que pensará todo el mundo al escuchar el nombre Hermione Granger, es en una hija de Muggles de quien todo el mundo decía que era una zorra en Hogwarts. Puede sentir que su rostro comienza a arder, como si la gente ya estuviera observándola. Cualquier trabajo que consiguiera, todos arquearían sus cejas y especularían acerca de cómo lo consiguió, cómo «realmente» lo consiguió.

Su pecho comienza a apretarse hasta que apenas puede respirar. Simplemente se queda mirando las palabras hasta que se vuelven una mancha borrosa y los bordes de la revista arden en sus manos. Ron está diciendo algo más y forzando una carcajada, pero ella no lo escucha.

—Solamente tienes que mirar las calificaciones de todos los demás y entonces resulta obvio que nadie está haciendo tu tarea. ¿Quién podría hacerlo? —Dice Harry.

—Sólo ignórala —dice Ginny con una sonrisa tensa cuando Hermione continúa sin hablar.

Hermione no ha visto mucho a Ginny últimamente, pero hoy está sentada frente a ella y le quita la revista de las manos para luego arrojarla a un lado, haciendo que golpee ruidosamente contra el suelo de piedra.

—Mírame, Hermione —dice Ginny con firmeza—. Están tratando de meterse en tu cabeza. No los dejes ganar. —Mira a todas las personas a su alrededor, sentadas cerca de la mesa de Gryffindor—. Creo que todos deberíamos cancelar nuestras suscripciones al Profeta y a la revista Corazón de Bruja a modo de protesta, y en cambio leer El Quisquilloso. Ya conocen a Luna Lovegood, ella es de Ravenclaw y está en mi año. Su padre dirige ese periódico y me ha dado una copia el otro día porque ha contribuido en un artículo. Miren.

Ginny rebusca en su bolso y saca un periódico con una historia en la portada acerca de un hechicero que asegura haber encontrado a su primo en la cama con su esposa, siendo que él ya lo había matado y enterrado. El artículo en el que contribuyó la amiga de Ginny es el informe de una investigación sobre una serie de presuntos robos en Hogwarts, incluyendo, entre otros, la desaparición de un puñado de Micropuffs y más de una docena de calcetines izquierdos. El artículo aconseja tomar medidas preventivas como colgar rábanos alrededor de la cama y silbar dos veces por encima del hombro derecho antes de salir de una habitación.

Todo el mundo finge leer las variadas secciones del Quisquilloso y afirman exageradamente que el periódico es muy superior a Corazón de Bruja y El Profeta, pero es un intento tan obvio por hacerla sentir mejor, que Hermione acaba sintiéndose aún peor.


Esa tarde, McGonagall llama a Hermione a su oficina y coloca una copia de la revista Corazón de Bruja encima de su escritorio, apretando tanto los labios que se vuelven de color blanco. Interroga a Hermione durante varios minutos, le pregunta si ha estado dejando su correspondencia por ahí, y con qué muchachos pasa el tiempo, todo lo cual provoca que Hermione se ponga nerviosa y a la defensiva.

Por fin, McGonagall asiente con aprobación. —Muy bien, entonces. Está usted haciendo lo mejor posible —dice, a la vez que abre un cajón del escritorio y rebusca en su interior.

Esa no es la respuesta que Hermione espera. Obviamente no quería que le dijeran que estaba haciendo algo mal, pero McGonagall no le ofrece su ayuda, solo le dice a Hermione que no ha hecho nada para merecer lo que está sucediendo.

—¿No hay nada que usted pueda hacer? —pregunta Hermione, sin intentar contener el tono mordaz—. Alguien tiene que poder hacer algo para que se detenga. ¿Por qué me está haciendo esto? Yo no le he hecho nada.

En lugar de contestar de inmediato, McGonagall saca una lata de galletas, la abre y la empuja hacia Hermione. —Nada de esto es su culpa. Recientemente ha habido una nueva puja para abrir una escuela separada para estudiantes hijos de Muggles. —Toma una galleta y la golpea con la punta de un dedo para quitar las migajas—. Es una idea vieja y Albus nunca la apoyaría, pero el Ministro tiene una subsecretaria que la ha convertido en un apasionado proyecto. Ella asistió al Baile de Navidad como parte de la delegación del Ministerio con el objetivo de hablar con los directivos de la escuela al respecto. Una mujer detestable. —Sus labios se tuercen con disgusto—. Ella afirma que los hijos de Muggles son incapaces de triunfar de la misma manera que otros estudiantes mágicos, y que usted haya sido seleccionada como Campeona fue un duro golpe para sus proclamaciones. —Señala con la cabeza la copia de la revista Corazón de Bruja encima de su escritorio—. Tengo la fuerte sospecha de que ella ha tenido algo que ver con esos artículos.

Hermione siente un bulto en la garganta y tiene que tragar con fuerza para poder hablar; su voz igual sale temblorosa. —Entonces… ¿me están haciendo esto a mí por una cuestión política?

—Todo es una cuestión política, señorita Granger, especialmente en su caso —dice McGonagall, con un tono inusualmente amable.

Hermione no está segura de lo que eso significa, hay muchos otros hijos de Muggles. No miles, pero bastantes.

McGonagall arquea una ceja y suelta un largo suspiro.

—Ya hace muchos años que soy profesora, y una hija de Muggles digna de ser Campeona de los Tres Magos no es poca cosa. De hecho, es algo tan importante que muchos se niegan a reconocerlo porque supondría una amenaza demasiado grande para ellos. Su estatus de Campeona contradice todo lo que el mundo quiere creer acera de los hijos de Muggles. Usted ha demostrado lo que es capaz de hacer y con quién es capaz de compararse, en particular a un joven que resulta demasiado importante como para ser insultado. No pueden atacar su valía sin despreciar la de él, así que, en lugar de eso, están haciendo todo lo que está en su poder para deshumanizarla, y que así sus logros no cuenten.

Aquello era peor que sólo pensar que Rita la odiaba. Hubiera preferido escuchar que Rita Skeeter era una persona totalmente maliciosa, o que guardaba algún rencor contra Hogwarts, o incluso que era arbitraria y cruel porque la vida es arbitraria y cruel.

Pero la explicación de McGonagall lo convierte en algo tan calculado, tan intensamente personal, y a la vez tan completamente indiferente a Hermione. Porque, en definitiva, significa que ella no es una persona, sino simplemente un problema. Nunca habrá ganancia alguna en su camino hacia el conocimiento. No importa qué tan buena sea, cuánto lo merezca, lo único que importa es que existen personas con un interés establecido en verla fracasar, en sacar a la luz sus defectos hasta que se conviertan en lo único que la definan.

No es de extrañar que los hijos de Muggles nunca lleguen lejos en este mundo.

Cuando el silencio se extiende demasiado, McGonagall se inclina hacia adelante. —Señorita Granger, usted no ha hecho nada malo. Al contrario, debería sentirse orgullosa. Es usted verdaderamente excepcional.

En cualquier otra ocasión, Hermione se hubiera quedado atónita de recibir semejante elogio, pero hoy las palabras suenan vacías. ¿Cuál es el punto de ser excepcional si no ayuda en nada, si solo pone un blanco en su frente?

Suelta una risa tensa que acaba sonando un poco histérica. —Pero, ¿qué debo hacer?

—Tengo la intención de hablar con Albus acerca de todo esto, él tiene más experiencia en este campo que yo —dice McGonagall, asintiendo con decisión, y Hermione siente la ligera esperanza de que la profesora la ayude a salir de esto.

McGonagall continúa, sin darse cuenta.

—Me imagino que recibiremos más cartas de lo habitual por parte de los padres y del público «preocupado», pero no necesita agobiarse por nada de ello. Usted tiene el apoyo del colegio. —Le dirige una sonrisa alentadora—. Todos los miembros del personal estarán encantados de responder por usted. Los hijos de Muggles siempre serán bienvenidos en Hogwarts.

Un escalofrío recorre la columna de Hermione.—Espere. ¿Qué es lo que le escribe la gente? Ellos… ¿ellos quieren que me expulsen?

Eso ni siquiera se le había ocurrido. El miedo araña el interior de sus pulmones. ¿Y si la expulsan durante el torneo? ¿Qué pasaría entonces?

—Señorita Granger, usted no va a ser expulsada por una historia en una revista de chismes —contesta McGonagall, visiblemente ofendida por la mera idea.

Lo único que Hermione escucha en su cabeza es que aquella respuesta no es un «no» rotundo.


Tiberius McLaggen, el coordinador interino del torneo, llega a Hogwarts unos días después para reunirse con los jueces, presentarse con los Campeones del Torneo, y discutir sus planes para la Tercera Prueba. Es un hombre bestial, supera en altura a todos excepto a Madame Maxime; tiene hombros anchos, ojos pequeños y una mandíbula gruesa que cae por debajo de un bigote dorado, ostentosamente encerado y rizado. No es difícil imaginarse a Cormac dentro de cincuenta años luciendo exactamente igual a su tío.

Los tres campeones son convocados para conocerlo.

Es la primera vez que Hermione se permite a sí misma estar cerca de Malfoy desde que saliera del Baño de Prefectos. Por lo general, cuando tiene el mínimo presentimiento de que él podría estar en un lugar, ella opta por ir en la dirección opuesta. No ha sido difícil, ya que él se ha mantenido lejos del castillo para evitar a Pansy, quien ha comenzado a llorar cada vez que ve a alguien con el uniforme de Durmstrang. Se ha pasado la mayor parte de las últimas semanas llorando constantemente.

Hermione siente que el calor le inunda el rostro cuando entra al salón y ve que él ya está allí. Intenta no mirar en su dirección, y cuando no puede evitar echarle un vistazo por el rabillo del ojo, él se sonroja y aparta la mirada, cerrando la mano en un puño al costado de su cuerpo. El anillo de la familia Malfoy está otra vez en su mano, y refleja la luz cuando sus dedos se flexionan.

Un momento después, él la vuelve a mirar con esa expresión vacía y enmascarada; sus ojos se encuentran y él asiente brevemente con la cabeza, como si ella fuera una especie de conocida lejana.

Ella mantiene los hombros rectos y tensos, la mirada al frente, incluso aunque puede sentir que él la observa con atención, y eso la irrita. ¿Qué supone que va a hacer? ¿Acaso cree que le hará ojitos desde el otro lado de la habitación?

Tiberius se presenta laboriosamente enumerando todos sus logros personales, que en su mayoría parecen implicar el asesinato de raras criaturas mágicas para colgarlas en sus paredes a modo de trofeos, y el conocer a los propietarios de los equipos de Quidditch.

Es exactamente igual que Cormac.

—Gracias, Campeones, ya pueden retirarse mientras los jueces debaten más acerca del torneo —dice Dumbledore cuando Tiberius finalmente hace una pausa para tomar aire a mitad de una historia interminable acerca de sus sabuesos y unos colaganchos.

Los tres campeones se ponen rápidamente de pie, todos ansiosos por escapar, pero Hermione se entretiene de camino a la puerta. Cuando llega al pasillo, Malfoy se detiene y se da la vuelta. Bisset se detiene también, al parecer curioso por ver lo que Malfoy está haciendo.

Malfoy lo mira fijamente, y Bisset le sostiene suavemente la mirada hasta que Malfoy resopla con burla, vuelve a girar sobre sus talones y se va. Bisset se da vuelta para mirar a Hermione y se encoge de hombros, pero la comisura de su boca se curva hacia arriba antes de girar y alejarse en la dirección opuesta.

Hermione les da algunos segundos más y luego sale hacia el corredor vacío. Bien.

No vuelve a clase, en cambio se demora un poco allí hasta que los jueces se van.

Tiberius y Dumbledore salen en la misma dirección; Tiberius va diciendo algo sobre la necesidad de ver el campo de Quidditch y hacer que entren las arenas. Maxime y Karkaroff salen juntos, todavía demostrando un claro desdén el uno hacia el otro, pero a la vez unidos frente a un recién llegado del cual desconfían. Barty Crouch es el último en salir.

Al verlo, Hermione avanza hacia él. Ha estado practicando este discurso una y otra vez con la esperanza de cruzárselo, pero, aun así, siente que la inunda la ansiedad cuando él la mira.

—Señor Crouch —dice, con la voz aguda por los nervios—. Quería hablar con usted...

Él se detiene y la mira con sorpresa.

Ella toma aire. Audentes fortuna iuvat. —Quería agradecerle por apoyar mi solicitud para revocar el acceso de Rita Skeeter al colegio.

Ha estado buscando a Barty Crouch desde que viera su reacción frente al puntaje que había recibido en la Segunda Prueba, repasando lo que sabía acerca de él y formulando preguntas casuales. Después de su conversación con McGonagall, sus esfuerzos se han vuelto más decididos. Desesperados.

A veces es sorprendente lo pequeño que es el mundo mágico, apenas necesitó una simple pregunta casual para que Ron mencionara que su hermano Percy había trabajado en el Departamento de Cooperación Mágica Internacional después de Hogwarts, el mismo año en que Crouch había sido transferido allí. Si había alguien que conocía a Crouch, ese debía ser Percy.

Hermione le escribió y más que nada descubrió que Percy Weasley es un hombre tremendamente importante y ocupado, y que todo el sector de regulación comercial del Ministerio probablemente estaría en ruinas si no fuera por él. También aprendió que Barty Crouch es incluso más importante y está más ocupado y que no tiene tiempo para preocuparse por niñas en edad escolar. Al comunicarle todo esto, Hermione puede extrapolar un dato útil de las palabras de Percy: Barty Crouch es extremadamente ambicioso y un perfeccionista exigente. Esto le da a Hermione la certeza de que no tiene ninguna intención de dejar que el hecho de ser transferido a una rama del Ministerio que no tiene salida le impida postularse otra vez para Ministro en algunos años.

Ha pensado en esto cuidadosamente y ha llegado a lo que cree que es la única conclusión que tiene sentido. El Ministro Cornelius Fudge ya tiene gran parte del apoyo de las antiguas familias de sangre pura, y es demasiado astuto como para hacer algo que pudiera ponerlo en juego. Si el Señor Crouch quiere ganar las siguientes elecciones, necesita cultivar una base de votantes alternativa.

Hermione es una oportunidad potencial para lograr aquello.

Después de todo, los hijos de Muggles no llegan a tener puestos en el Ministerio porque no tienen las recomendaciones necesarias para calificar al salir de Hogwarts. Sin embargo, como portadores de varitas, los hijos de Muggles son un bloque de votantes que tienen el potencial de constituir una demografía considerable, solo que se los pasa por alto y se los ignora, porque nadie que se postule para Ministro quiere perder a ninguna poderosa familia de sangre pura por ser acusado de atender a los hijos de Muggles.

Si Hermione ganara el torneo, estaría más que calificada para una posición en el Departamento de Cooperación Mágica Internacional. El Señor Crouch podría contratarla y se convertiría en el primer candidato a Ministro en darle un puesto en el Ministerio a una hija de Muggles. Sería una manera de incrementar su atractivo como candidato entre los votantes hijos de Muggles y mestizos, al igual que para las familias no tradicionales como los Weasley. Con el título de Campeona de los Tres Magos y las notas de EXTASIS que está en camino de obtener, Hermione estaría tan sobrecalificada por su victoria que resultaría difícil de criticar.

Si ella ganara, podría convertirse en una excepcional ventaja dentro de un complicado escenario político.

Está casi segura de que esa es la razón por la que le dio tan buen puntaje en la Primera Prueba, y el motivo por el cual quiso incluirla en las entrevistas del Profeta, pero a su vez apoyó sus esfuerzos para revocar el acceso de prensa de Rita. Él quiere que Hermione tenga una buena reputación cuando termine Hogwarts para que no puedan cuestionar la decisión de ofrecerle un empleo.

Es por eso que él estaba contento con el puntaje obtenido en la Segunda Prueba.

El Señor Crouch apenas inclina la cabeza. —Como juez, debo decir que es importante que los Campeones estén equipados para dar lo mejor de sí mismos.

Hermione traga saliva y decide dar un salto de fe, con la esperanza de haber calculado correctamente. —No creo que el resto de los jueces también quiera eso.

Es un riesgo tremendo decir eso. Por supuesto que Crouch sabe que Karkaroff y Maxim no se preocupan por ella, pero revelar que está en desacuerdo con alguien tan influyente como Dumbledore es peligroso. Pero también es estratégicamente necesario. Él necesita saber que si quiere utilizarla, tendrá que ofrecerle un apoyo real.

No existe otro hijo de Muggles que pueda darle una oportunidad como esa.

El Señor Crouch entrecierra los ojos, y su estómago se retuerce bruscamente.

—¿En serio? —su voz es helada.

Su corazón está galopando dentro de su pecho. —Lamentablemente, al Director solo parece gustarle la gente que es menos ambiciosa que él.

Dumbledore no apoyó a Fudge ni a Crouch en las últimas elecciones, y ella sospecha que el Señor Crouch posiblemente le guarde rencor por ello; el resentimiento podría ser algo que los dos tuvieran en común. Si el Señor Crouch es tan ambicioso como dicen, está segura de que es exactamente el tipo de persona que Dumbledore desaprueba, aunque ella no entiende dónde espera encontrar candidatos a Ministros de Magia que carezcan de ambición.

Baja la mirada y toma una profunda bocanada de aire antes de volver a enfrentar sus ojos.—Espero conseguir un empleo en el Ministerio si gano el torneo —dice—. Creo que podría resultar útil.

Una sonrisa muy breve cruza el rostro del Señor Crouch, y ella está segura de que es una confirmación.

—Da lo mejor de ti en el torneo, entonces.

Ella levanta la barbilla.

—No tiene que preocuparse por eso, lo haré, pero… creo que sería aún más útil en el futuro si Rita Skeeter no estuviera autorizada a elaborar cualquier historia que se le ocurra sin repercusiones. Estoy segura de que existe cierto grado de estándar periodístico al que se supone que las publicaciones se deben adherir.

Las cejas del Señor Crouch se arquean y sus ojos se estrechan para examinarla.—¿Todo lo que escribe Rita Skeeter es mentira?

Hermione se eriza ante la pregunta.

—Sí, cualquiera de los profesores aquí puede confirmarlo.

Él se frota la barbilla. —Bueno, no es justo que los competidores reciban una cobertura mediática dispareja. Sería razonable que yo, como juez y coordinador del torneo, realizara algunas investigaciones.

Ella casi sonríe de alivio. —Apreciaría eso.

Él se da vuelta y se va.

Hermione suelta un lento suspiro cuando lo ve alejarse, su corazón está tan agitado como si hubiera corrido por todo el castillo.

Es una alianza tenue. Crouch solo será útil en la medida en que ella lo sea, mientras siga siendo valiosa políticamente. Pero cualquier alianza es mejor que no tener nada.

Sabe que se está convirtiendo en el peón político de Crouch, pero igual ya estaba siendo usada como peón. Si va a ser explotada, al menos debería obtener alguna compensación.

Audentes fortuna iuvat.

Suelta un resoplido de burla por lo bajo.

La fortuna favorece a los audaces. El proverbio no considera el hecho de que es mucho más fácil ser audaz cuando te puedes permitir costear los riesgos que estás tomando.

Hermione no puede costearlos. Un paso en falso y caería en picado. No puede permitirse ningún error y ella lo sabe, pero sigue tomando más y más riesgos porque no hay manera de detenerse. Tiene que seguir adelante, tiene que ganar porque la única otra opción es el fracaso, una caída sin fin y nadie para atraparla.

Ni siquiera quiere trabajar en el Departamento de Cooperación Mágica Internacional.

Aprieta un puño hasta clavarse las uñas.

Ya tomó su decisión.

Mejor arriesgarlo todo que aceptar una vida insustancial.


Durante la última semana, concentrarse en cosas prácticas como investigar sobre Barty Crouch y armar una estrategia ha sido lo único que ha impedido que Hermione se enfoque en el espiral de ira que desgarra su pecho.

Ahora que ha hecho su jugada, se ve obligada a esperar y ver qué sucederá a continuación, y no es paciente por naturaleza. A pesar de sus esfuerzos por mantenerse ocupada, lo único que quiere es ir a prender fuego alguna cosa.

Intenta distraerse volcando su energía en su ensayo sobre la Rebelión de los Duendes. El problema es que quiere incluir una de las pocas declaraciones hechas por los Duendes que todavía se conservan. La traducción del libro de historia está demasiado simplificada, así que ha decidido traducirla ella misma. Desafortunadamente, traducir Duendigonza del siglo XV es más difícil de lo que había creído.

La cita se remonta a mucho antes de la primera Rebelión en 1612, es una respuesta después de que el Wizengamot rechazara las solicitudes de inclusión de los Duendes.

Al traducirla de manera directa, aparece una larguísima sección acerca de la suciedad que hay debajo de los pies del Wizengamot, acerca de la explotación, y algo más que parece una alusión a la minería, o a los cultivos, o quizás a los diamantes. Es sobre algo valioso, pero la terminología es tan arcaica que no aparecen en ninguno de los diccionarios que tiene Hermione, y le resulta muy difícil seguir la etimología. Los Duendes continúan diciendo que, a diferencia del Wizengamot, ellos no le tienen miedo a la suciedad.

La respuesta termina con ese… ¿Comentario? ¿Observación? ¿Amenaza? De acuerdo con el libro, el Wizengamot nunca les contestó.

Hermione ha intentado con múltiples diccionarios y lo ha traducido de tres maneras diferentes, y aun así no puede descifrar exactamente por qué los Duendes eligen dar esa respuesta ante la negativa del Wizengamot.

Su teoría actual es que, cuando los Duendes hablan de la suciedad, se están refiriendo a la Magia Elemental de la Tierra. Pero nunca había escuchado que los Duendes utilizaran las Artes Oscuras, ¿o quizá lo hacen pero no le llaman Artes Oscuras? ¿O tal vez es simplemente algo que no se revela en Hogwarts? No sabe cómo incluir y explicar la traducción sin revelar que sabe acerca de la Magia Elemental.

Pero se niega a omitir la cita por completo, porque añade toda una dimensión adicional a la Rebelión de los Duendes: la revelación de que los Duendes no solo estaban al tanto de las Artes Oscuras de los magos, sino que también estaban preparados para utilizarlas.

Está revisando otro diccionario de Inglés-Duendigonza, intentando revisar por cuarta vez su traducción, cuando un muchacho de séptimo año se acerca a su mesa, sonriendo, y le pregunta si necesita algo de ayuda con su tarea, tal vez allí en la Sección Prohibida. Mientras lo pregunta, algo zumba por encima de su cabeza, y un pequeño escarabajo verde aterriza en lo alto de la ventana y trepa por el vidrio.

Ella queda sorprendida por la pregunta. Jamás le habían ofrecido ayuda con su tarea. ¿Quizá él ha visto todos los diccionarios y sabe algo de Duendigonza? Eso sería agradable, ya que no existe ninguna clase de idiomas en Hogwarts además de Runas Antiguas.

La pregunta está a medio camino de su boca cuando ella advierte lo amplia que es su sonrisa, aguda en los bordes y llena de dientes; es la manera en que las personas sonríen cuando están haciendo una broma a expensas de alguien, esperando a ver cuándo se dan cuenta.

—¿En la Sección Prohibida? —pregunta ella lentamente.

—Sí —dice él, sonriendo aún más, con una expresión lobuna—. Todos dicen que te encanta la Sección Prohibida.

Su pecho se contrae.

Se ha esforzado tanto para no estar enojada.

Ni siquiera sabe el nombre de ese chico, no sabe si se lo pregunta para hacer una broma, o por una apuesta, o tal vez para ver si la historia es cierta. ¿Es verdad que Hermione Granger ofrece favores sexuales a cambio de una ayuda con su tarea porque está tan desesperada por pertenecer al Mundo Mágico?

Pertenecer. Lo único que realmente quiso en la vida se ha convertido es una broma de la que participa toda la escuela.

La furia en su interior arde un poco más, y siente que se abre una grieta en su sentido del autocontrol.

Lo único que le impide maldecirlo allí mismo en la biblioteca es el miedo a las consecuencias. Si Rita Skeeter se entera, dirá que Hermione es emocionalmente inestable, peligrosa y necesita ser expulsada de la escuela por el bien de la seguridad de los estudiantes. Incluso si no la expulsan, podría perder su insignia de prefecta.

Entonces no solo habría historias inventadas acerca de ella, habría una verdadera y las personas interpretarían que todas las demás son ciertas también.

Ya no sería útil para el Señor Crouch.

Ella no dice una palabra, y en cambio mete las traducciones en su bolso y sale de la biblioteca para no tener que darse vuelta y golpear al muchacho directamente en el rostro.

Camina rápidamente, respirando por la nariz en un esfuerzo por calmarse.

Si fuera a la Torre de Gryffindor y le dijera a Harry y a Ron lo que ha sucedido, probablemente irían a buscar al chico y lo golpearían por ella. Probablemente se saldrían con la suya con eso también, y si no, lo peor que podría sucederles sería un castigo o que les quitaran puntos. Pero Hermione no quiere que vayan a buscar venganza por ella. Quiere obtener su propia venganza. Pero no puede.

Toma aire entre dientes, con un siseo.

Siente que ha tragado demasiada rabia últimamente, se siente envenenada.

Está desesperada por tan solo permitirse estar enojada. Tiene tantas buenas razones para estarlo.

En una ocasión, Ginny embrujó a un muchacho enfrente de Slughorn y acabó obteniendo puntos por ello. Eso nunca podría sucederle a Hermione.

Aprieta la correa de su bolso, intentando reprimir su resentimiento.

No quiere pensar en Ginny, porque está segura de que la está evitando.

Al principio, no se daba cuenta, pero últimamente ha resultado obvio. Cada vez que se encuentran, Ginny tiene otra cosa que hacer. Apenas intercambian algunas palabras a menos que haya aparecido alguna nueva noticia horrible sobre Hermione en el periódico. De lo contrario, Ginny siempre está llegando tarde a una práctica de vuelo, o a un grupo de estudio, o le ha prometido a alguien que iría a la lechucería, o cualquier otra cosa. Todas razones válidas, pero ¿todos los días? ¿Cada vez que Hermione se aproxima a ella?

Hermione continúa repitiendo su conversación en el dormitorio, intentando descubrir qué ha pasado. ¿Ha dicho algo malo? Quizá se fue demasiado rápido, o su rostro expresó mucha sorpresa. En retrospectiva, Ginny parecía algo molesta cuando ella se fue.

Cada vez que Hermione intenta tener un minuto a solas para hablar con ella y preguntarle, Ginny suelta alguna excusa y desaparece incluso más rápido de lo habitual.

No es la gran cosa, continua diciéndose a sí misma. No es que hubieran sido amigas por mucho tiempo. Es solo que en los últimos tiempos Hermione realmente ha querido la compañía de Ginny. Alguien con quien poder desahogarse, que le dijera que los muchachos son estúpidos y nadie los necesita, y que el mundo es una mierda, y que a quién le importa lo que la gente diga.

Ha intentado desahogarse con Ron y con Harry, pero apenas comenzó a hacerlo se puso muy emocional y entonces Ron puso cara de preocupación y le preguntó si estaba con el período, lo que hizo que Harry luciera mortificado. Después de eso no quiso volver a desahogarse con ellos.

No se había dado cuenta hasta ahora que Malfoy nunca la había hecho sentir como si fuera irracional por estar enojada.

Odia darse cuenta de eso porque realmente no quiere pensar en Malfoy, en especial cuando ya se siente molesta.

Pensó que necesitaría solo algunos días y que luego tendría la suficiente distancia emocional como para encerrarlo en un pequeño y ordenado rincón de su cerebro, luego seguir adelante y no pensar nunca más en el Baño de los Prefectos, pero su mente continúa volviendo allí, casi inconscientemente. Un detalle. La sensación de sus dedos en el cabello. La forma tentativa en que la había besado, sus labios apretando contra los suyos con cuidado. El deseo voraz cuando la había besado por segunda vez, sus dedos curvándose en la base de su cráneo. Los sonidos ahogados que había hecho cuando ella lo había tocado.

Esos recuerdos aparecían de la nada y de inmediato le aceleraban el corazón y el calor se extendía por su cuerpo, pero, tan pronto se volvía consciente de ello, las sensaciones, los recuerdos, la falta de aliento que sintió al estar con él, todo se venía abajo de nuevo. Le daba un vuelco el estómago, y sentía que estaba cayendo y algo terminaba clavándose en su pecho y necesitaba un momento para volver a respirar.

Porque entonces recordaba que solo había sucedido porque ella no era importante.

Él no la habría besado ni hubiera admitido que la deseaba si ella fuera importante para él.

Por supuesto que sabe que no es importante para él, se dice a sí misma con crueldad, incluso aunque su corazón se encoge ante esas palabras como si fuera un animal herido.

Podría manejarlo si fuera solo eso. Simplemente recuperaría la compostura y seguiría adelante. ¿A quién le importa si él la mira o no cuando están en la misma habitación?

Pero la peor parte es lo que ella ha hecho: ha sido descuidada. Le ha dado la oportunidad de herirla, se ha permitido desear cosas que no puede tener, ha querido que las cosas fueran diferentes, y ha pensado brevemente que lo eran. Todo eso era su culpa.

No había creído que fuera posible estar tan enojada consigo misma, pero lo está. Porque otras personas están habilitadas a cometer errores y fallar, pero ella no.

Se supone que debe confiar en ella misma, y ahora no puede hacerlo. Y si no puede confiar en ella, entonces no puede confiar en nadie, y esa… es la peor parte.

Cuando piensa en ello, su autocontrol se pone tan peligrosamente tenso que se siente frágil, una tela de araña de hilos débiles, desde la cabeza a los pies. Apenas un golpe más y se va a quebrar, porque todo está saliendo mal y ella está sola y no hay nadie que la ayude ni que le diga cómo salir adelante.

Se esconde en un salón vacío y llora con el rostro entre los brazos.


Afuera hace calor, es una de las pocas tardes sin lluvia, y Hermione se dirige hacia el Bosque Prohibido, decidida a practicar Magia Elemental por su cuenta. Ha decidido practicar con la Magia de la Tierra, ya que la traducción de Duendigonza le ha generado curiosidad.

Pasa apenas la línea de los árboles de hoja perenne que se ciernen sobre su cabeza, espesos y oscuros, con cuidado de no adentrarse demasiado. Hay una gran cantidad de criaturas mágicas en el bosque, incluyendo centauros a los que no les agradan los intrusos y de los que se dice que disparan antes de preguntar.

Se arrodilla, aparta las hojas que cubren el suelo del bosque hasta llegar a la tierra, que luce oscura y nutrida bajo sus dedos, todavía fría por el clima invernal. No tiene idea de lo que está haciendo, solo sabe que necesita practicar algo.

Presiona el suelo con la palma de la mano y cierra los ojos. Sabe que debería utilizar la varita, pero le parece más natural solo sentir el poder de la tierra a través de sus dedos. Su propia magia está ardiendo en sus palmas.

La magia de la tierra es suave, más pesada que la del lago. Si la Magia del Agua era algo de lo cual podía sentir su poder y su atracción en las venas, la Magia de la Tierra resonaba dentro de sus huesos. Es una sustancia densa. Viva, pero pesada.

No tiene idea de cómo sería posible manejarla. No le extraña que Malfoy apenas pudiera hacer algo más que cavar un pozo. Resulta aplastante tan solo sentir su poder. El lago es inimaginablemente grande, pero el bosque de alguna manera resulta aún mayor.

A la vez se siente como si estuviera dormida. Como si el invierno la hubiera arrullado y la magia estuviera esperando que llegara la primavera para brotar con vida. Ni siquiera puede imaginar todo ese poder vivo, pero puede entender los rumores acerca de los rituales de Beltane. Es el tipo de poder con el que una persona podría sentirse ebrio, por el que se volvería completamente loco si se expusiera demasiado a él.

Lo canaliza con cuidado, e intenta absorber solo un poco del poder, pero es como intentar usar la cuerda de una cometa para cambiar la órbita de un planeta. Se siente tonta siquiera por intentarlo.

No sabe si se trata de una falta de afinidad o si no está utilizando el suficiente poder, o si tan solo no sabe qué se supone que debe sentir. Debería funcionar. Debería.

Su magia está casi hirviendo en su interior. Es un calor constante ahora, y siente que la atraviesan volutas como erupciones solares. Se siente al límite, como si todas sus emociones y preocupaciones la estuvieran alimentando y se estuviera convirtiendo en una estrella compacta, bajo tanta presión que acabará colapsando sobre sí misma por todo el esfuerzo que emplea en contenerse.

Y entonces explotaría.

No.

Contrólate.

Toma una bocanada de aire, intentando mantener su mente, sus emociones y su magia bajo control mientras intenta canalizar la tierra debajo de sus dedos otra vez.

Respira lentamente. Necesita calmarse. Quizá es por eso que Malfoy arroja piedras al lago. Repetitivo. Meditativo.

Se concentra en el suelo bajo sus manos, tensándose e inhalando para intentar levantarlo, pero no se atreve a usar mucho poder porque no tiene idea de lo que pasaría si perdiera el control.

Deja salir solo un poco de su magia, inclinándose hacia la tierra hasta que su cabello cae alrededor de su rostro, mientras intenta mover el suelo bajo sus dedos.

Nada.

Reprime un grito de frustración y se sienta sobre los talones después de varios minutos inútiles que le dejan la cabeza palpitando por el esfuerzo.

Podría esperar a Malfoy, pero no quiere hacerlo. Honestamente, preferiría no tener que hablar con él nunca más. Él no ha hecho ningún esfuerzo para retomar sus lecciones, y no va a ser ella quien lo haga.

Si él no le enseña más, él morirá por haber violado su Juramento, y entonces ella no tendría que volver a hablar con él, y ganaría el torneo y eso solucionaría la mayoría de sus problemas.

Se pone de pie y se limpia las manos en la falda antes de volver al castillo.

Lo resolverá por su cuenta.