Capítulo 23: Espíritu de Hadas Verdes


NOTA DE AUTOR

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El niño que no es abrazado por su tribu, cuando sea adulto quemará la aldea para sentir su calor.

Proverbio africano.


—¡Un trabajo excepcional, Señorita Granger! —Slughorn ríe de satisfacción mientras Hermione le da los toques finales a un caldero de Veritaserum.

Asoma el rostro hacia los vapores burbujeantes y los huele profundamente antes de suspirar con alegría.—¡No creo haber tenido una estudiante tan talentosa en veinte años! Podría ser una sangre pura. —Su tono cambia abruptamente y se endereza—. ¡Señorita Parkinson! Sus lágrimas echarán a perder su poción. Por favor, ¡no llore sobre el caldero!

Hermione ignora todo lo que sucede a su alrededor y deja caer una pluma de jobberknoll en la poción que hierve. Se disuelve de manera instantánea, y todo el contenido se vuelve transparente como el agua.

Apaga la llama con un movimiento de su varita y comienza a transferir la poción a los frascos.

Alcanza a sentir el aroma de Slughorn, ese almizcle pesado y aceitoso destinado a cubrir el olor de los vapores de las pociones, justo un minuto antes de que aparezca a su lado por segunda vez. Todos los profesores parecen rondar cerca de ella últimamente, felicitándola, y sospecha que McGonagall les ha dicho que sean amables con ella, o algo igualmente espantoso.

—Señorita Granger… —Slughorn habla en voz baja ahora—. Tengo una pequeña invitación para usted. Posiblemente haya escuchado que cada primavera organizo una fiesta privada para los estudiantes de Séptimo Año. Lo llamo mi pequeña fiesta de la «Mayoría de Edad». Una última celebración antes de que salgan a conquistar el mundo. Sé que usted está en Sexto Año, pero Minerva me ha mencionado en una reunión que es usted mayor que el resto de su clase, y que por eso es nuestra Campeona.

Definitivamente McGonagall es la responsable de todas estas atenciones.

Hermione reprime una mueca mientras Slughorn sigue hablando.—Así que si mi mejor estudiante de pociones quisiera acompañarnos… —Se toca un costado de la nariz con un aire de conspiración—. Será este viernes, en mi oficina. Después de la cena.

Hermione asiente brevemente, curiosa a pesar de todas sus reservas. Ya había oído acerca de la fiesta de séptimo año del Club de las Eminencias. Es uno de sus eventos más exclusivos. Los estudiantes intentan obtener una invitación durante todo el año. No puede evitar preguntarse por qué Slughorn quiere incluirla un año antes.

Incluso aunque McGonagall le haya indicado a su personal que sean «amables» con Hermione, Slughorn nunca hace nada que en última instancia no signifique un beneficio para él mismo.

Seguramente sabe que no llevará a Viktor esta vez. Hermione apenas se ha escrito con él después del artículo de San Valentín de Rita; no quiere que él se sienta obligado a escribirle cuando ni siquiera es capaz de mantener su correspondencia confidencial. Probablemente se arrepiente de haber sido amable con ella.

Entonces, ¿qué es lo que espera obtener Slughorn de todo esto?


Un aleteo ensordecedor anuncia la llegada del correo al día siguiente durante el desayuno. Las lechuzas dejan caer cartas, paquetes y periódicos, y luego atrapan arenques, huevos y trozos de salchichas antes de volver a salir volando por las ventanas abiertas.

Una copia de El Profeta aterriza en mitad de la mesa.

¡Bagman huye cuando la investigación del Ministerio descubre soborno!

Hermione toma rápidamente el periódico, y sus ojos recorren con avidez el subtítulo.

Ludo Bagman se ha ido del país luego de que la investigación realizada por el Ministerio descubriera una serie de deudas no declaradas y evidencia de haber recibido sobornos.

De acuerdo con El Profeta, Bagman tenía deudas privadas de larga data relacionadas con el juego, algunas de las cuales se remontaban incluso hasta dos años atrás, cuando se realizó el Mundial de Quidditch. El año anterior, había pedido prestada una suma considerable a los Duendes para pagar sus deudas. Los investigadores del Ministerio descubrieron que esta nueva deuda se pagó en su totalidad a principio de año, y poco tiempo después Bagman había redireccionado una cantidad importante de fondos de otras divisiones del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos sin la aprobación del Ministerio. Al descubrir las discrepancias y entrevistar a los involucrados, el Ministerio expandió la investigación y descubrió que Bagman había pagado para que se rastreara el Lago Negro durante la semana anterior a la Segunda Prueba, y había hecho que el calamar gigante fuera conducido hacia una cueva bajo el agua, donde había sido encerrado, y que había reunido , enjaulado e incluso sacrificado a los Grindylows sin autorización del Departamento de Criaturas Mágicas. Estos cambios fueron una violación a los términos acordados para la Segunda Prueba lo que suponía una violación a un tratado mágico internacional además de un escándalo por corrupción.

El Ministerio está intentando rastrear la fuente de las repentinas ganancias de Bagman, pero El Profeta asegura que los intentos de rastrear el dinero han sido inútiles, ya que los fondos habían sido transferidos desde múltiples bancos internacionales. Los Duendes, habiendo obtenido el pago de sus deudas, y sin importarles en absoluto los asuntos de los magos, se han negado a cooperar. En la última entrevista que le realizaron antes de darse a la fuga, Bagman había afirmado repetidas veces que todo lo que había hecho había sido para garantizar la seguridad de la Prueba y para tomar precauciones razonables después de lo ocurrido en la Primera.

Hermione recordaba la manera urgente en la que Bagman había susurrado en el oído de Malfoy justo antes de que comenzara la prueba, y que Lucius Malfoy había dicho que ya todo estaba arreglado, y las palabras de Viktor que afirmaban que los Malfoy enviaban dinero a Karkaroff con el objetivo de alejar a su hijo de cualquier tarea «peligrosa» que hubiera en Durmstrang.

Bastardo. ¿Sabía él que sus padres habían sobornado al coordinador para poder allanarle el camino a la victoria? ¿Es por eso que se sentía tan seguro desde el principio?

El párrafo final menciona que Tiberius McLaggen fue nombrado como nuevo jefe del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos, y quedaría encargado de manera permanente de la coordinación del torneo.


Está en camino a la fiesta de Slughorn, sintiéndose bonita con su vestido azul, y satisfecha de haber conseguido casi domar su cabello con Poción Alisadora sin la ayuda de Ginny, cuando se cruza con Justin Finch-Fletchley en plena patrulla de prefecto. Lleva la insignia lustrada y brillante, y marcha asumiendo un aire de autoridad. A Hermione le recuerda a un nivel embarazoso a sí misma la primera vez que fue nombrada prefecta.

Se pregunta cuáles serán sus planes después de Hogwarts, qué le habrá dicho la Profesora Sprout en su reunión de orientación vocacional acerca de las opciones de carrera que tienen los hijos de Muggles.

Ella lo saluda con un movimiento de cabeza al pasar, pero en lugar de devolver el saludo, él pone los ojos en blanco y finge que no la ve.

Ella se detiene en seco y se da vuelta.

—¿Y eso por qué fue?

Él luce sorprendido por la confrontación e intenta seguir caminando.

—Nada.

Desafortunadamente para él, la paciencia de Hermione se ha agotado hasta la última gota. Lo toma por el brazo.

—¿En serio? ¿Pones los ojos en blanco con todo el mundo?

—Estaba mirando el tapiz. —Señala débilmente hacia su izquierda.

Es una de las peores mentiras que ha escuchado jamás.

Él suspira con exasperación e intenta soltarse.

—Déjame ir, Granger, necesito hacer las rondas.

Ella no cede.

—Y las harás, apenas me digas cuál es tu problema.

Él toma una bocanada de aire y sus fosas nasales se ensanchan.

—De acuerdo. Si realmente quieres saber, creo que la manera en la que actúas es increíble, y ni siquiera te avergüenzas de ello.

A Hermione no le sorprende la acusación, pero de alguna manera igual se siente ofendida.

—Eso es porque no estoy haciendo nada, idiota —dice en tono mordaz.

Ella lo suelta y espera que él se vaya corriendo de inmediato, pero parece que ahora que ha comenzado tiene la intención de terminar de decirle lo que opina de ella.

—Claro, ni siquiera ves todos los problemas que estás generado para los demás. —Suelta un resoplido y levanta la nariz en el aire—. Sabes, elegí venir aquí en lugar de Eton… ¡Eton! Seguro que lo has escuchado nombrar. Ha sido difícil convencer a mis padres de que un mago en la familia podría ser más útil, pero me ha ido bien. Pero… ¿Sabes quién hace las cosas difíciles ahora? No son los sangre pura, puedo soportarlos; eres tú. Cada vez que haces algo, cada vez que consigues que tu estúpido rostro llegue a los periódicos, yo soy el que sufre por eso. Todo el mundo actúa como si fuéramos lo mismo. ¿Sabes cómo me ha estado tratando la gente por tu culpa?

Ella lo mira con incredulidad. —¿Crees que eso es mi culpa? ¿No de los «sangre pura» que carecen de la cantidad de neuronas necesarias para darse cuenta de que no somos iguales? —Se ríe amargamente—. Y yo que pensaba que los estudiantes de Eton debían ser brillantes.

Justin se vuelve de un rosado brillante y toma una bocanada de aire, claramente con la intención de replicar, pero Hermione no ha terminado.

Inclina la cabeza hacia un lado para examinarlo. —¿Y qué crees? ¿Que lamiendo sus botas y asintiendo cuando dicen que soy una maldita zorra vas a conseguir que te acepten? —Una sonrisa dura se tuerce en sus labios—. No sucederá.

Da un paso atrás, mirándolo de arriba abajo.

—Sin embargo, es gracioso. Dices que la gente cree que somos iguales solo por ser hijos de Muggles, y lo terrible que es eso para ti. Pero no recuerdo que te molestara tanto que te asociaran conmigo cuando era gracias a mis notas de los últimos seis años. Solías ser el primer en decir que se trataba de alguna cualidad que compartían los hijos de Muggles.

Las mejillas de él pasan del rosa a un rojo veteado.

Hermione resopla con burla.

—Quizá… No deberías reclamar mis logros si no quieres que te asocien conmigo, Justin. —Le dirige una última mirada fulminante antes de alejarse—. Disfruta tu patrulla de prefecto.

Sale echando humo por el pasillo y repite la conversación en su cabeza. ¿Cómo se atreve?

Siempre se ha sentido orgullosa de ser hija de Muggles. Incluso cuando ha deseado tener las mismas oportunidades y ventajas que los demás, igual ha estado orgullosa de ella misma y de todas las cosas que ha logrado. Nunca ha intentado esconder su herencia ni pasar como mestiza, ni fingir tener conexiones con alguna familia de sangre pura.

Pero en momentos como este, también le enoja que sólo se le permita ser una hija de Muggles. Que esa sea su quintaesencia.

Nunca ha sido solo ella. Hermione Granger. Hija de Muggles es lo que siempre se agrega inmediatamente antes o después, como si fuera lo más destacable que se pudiera saber sobre ella.

No siempre le ha importado. Le ha gustado la idea de ser quien le demuestre al mundo lo que los hijos de Muggles son capaces.

Pero a veces siente como si perdiera toda su humanidad en el proceso, como si dejara de ser una persona y se convirtiera solo en lo que se puede atribuir a un monolito. Todos sus triunfos y sus fracasos son tomados y tratados como una representación colectiva, y son destacados de acuerdo con las prioridades de un grupo en particular.

Y continúa sucediendo hasta que las únicas cosas que son tratadas únicamente como suyas, son aquellas partes con las que nadie quiere tener nada que ver, porque no resultan útiles para alguien más.

La hace sentir tan sola. No sabe cómo es posible estar siendo constantemente observada y rodeada de tantas personas y a la vez sentirse tan inmensamente aislada. Incluso las personas que ella esperaría que la entendieran o la compadecieran nunca lo hacen.

Le arden los ojos y tiene que parpadear varias veces antes de bajar las escaleras que conducen a las mazmorras. ¿Por qué siempre tiene que acabar al borde de las lágrimas cada vez que usa maquillaje?


La fiesta de Slughorn para los de Séptimo Año es distinta de la que organizó para San Valentín, principalmente porque hay una ridícula cantidad de alcohol. No tiene idea de cómo es posible que se salga con la suya. Apenas pasa por la puerta alguien le ofrece una cerveza de mantequilla, pero todavía está demasiado enojada con Justin para registrar por completo el ofrecimiento antes de rechazarlo. El muchacho de mejillas cetrinas de Hufflepuff que se la ofreció luce avergonzado y señala una mesa con botellas de whisky de fuego, vino de elfo, jerez de troll y muchas otras licoreras llenas de cosas que no reconoce, incluyendo una de un color verde tan antinatural que parece arremolinarse por sí sola, centellando en tonos dorados.

—¡Señorita Granger! —Slughorn también está más alegre esa vez, posiblemente debido a la embriaguez—. ¡Nuestra pequeña hija de Muggles está aquí!

Ella hace una mueca y se obliga a sonreír mientras Slughorn se dirige al resto de la habitación.

—¡Tenemos a dos Campeones aquí! ¡Esta noche ya comienza de manera auspiciosa!

Ella se da vuelta, temiendo ver a Malfoy, pero en cambio se siente aliviada al encontrar los ojos de Bisset. Está allí con Cho, incluso aunque su relación parece haberse enfriado después de la Segunda Prueba. Desde entonces, Bisset se ha distanciado notablemente de todos, incluyendo de los de su propio colegio.

—Sabe —ríe Slughorn, y el agudo aroma de licores pantanosos golpea a Hermione directo en el rostro—. Creo que usted es la primera hija de Muggles que hemos tenido en el Club de las Eminencias desde Lily Evans. —Vuelve a soltar una carcajada—. Ahora es Lily Potter. ¡Es una mujer casada! Era la alumna más excepcional. Una auténtica prodigio de las pociones, siempre lo he dicho. Debería haber sido una sangre pura. Una lástima realmente.

Palmea varias veces a Hermione en el hombro y sigue hablando de Lily hasta que ella inventa una excusa y se aleja hasta el otro lado de la habitación.

Todos están bebiendo y Hermione lamenta rápidamente no haber aceptado esa cerveza de mantequilla, aunque sea para tener algo en sus manos. Ya se siente demasiado fuera de lugar. Juguetea nerviosamente con las manos, con la esperanza de que Slughorn haya dejado el tema atrás. Todo el mundo está socializando, y ella es la única que no es de Séptimo Año, así que prácticamente la ignoran.

—¿Whisky de fuego? —Bisset se materializa junto a ella con dos vasos en la mano; el líquido ambarino brilla y se arremolina contra el cristal. Todo en él parece haberse desinflado.

Tiene unos círculos oscuros bajo los ojos y el aura de un mapache.

Hermione observa los dos vasos y elige uno, sin estar segura de si debería beberlo o fingir que lo hace. Nunca ha probado alcohol porque va en contra de las reglas de Hogwarts, y como prefecta siempre se ha tomado las reglas del colegio muy en serio, incluso aunque otros estudiantes no lo hicieran.

Pero nunca ha oído de nadie que se metiera en problemas por beber en una fiesta de Slughorn.

—Parece que alguien está contento por el nuevo coordinadog del torneo—, dice Bisset, señalando con la cabeza a Cormac, que está comentando lo mucho que conoce a su tío.

Hermione se lleva el vaso a la boca y bebe un buen sorbo. Quema, y sus ojos se llenan de lágrimas. Empieza a toser y casi acaba expulsando el líquido por la nariz. Es como si tuviera chispas de fuego en la boca que se extendieran por su rostro, pero apenas pasa por su garganta, una agradable sensación cálida recorre su interior y toda la tensión que se acumulaba en su pecho se afloja.

Baja la mirada hacia el whisky de fuego, sorprendida.

No es de extrañar que las personas lo beban.

Toma otro sorbo y consigue no toser. Ya se siente mejor, como si hubiera sido una tontería haber estado tan ansiosa y enojada por todo últimamente. Ella es capaz de afrontar lo que sea.

Realmente necesita salir más de su cabeza.

—¿Conoces mucho a McLaggen? —pregunta Bisset, echando un vistazo dubitativo a Cormac.

Hermione niega con la cabeza y arruga la nariz.

—Nuestros círculos no se cruzan mucho. Era el favorito para ser seleccionado Campeón de Hogwarts.

Bisset suelta un resoplido de burla muy francés, como si la idea de Cormac como Campeón de los Tres Magos fuera evidentemente absurda.

Hermione no puede evitar sonreír mientras toma otro sorbo más largo de whisky de fuego. Ahora que sabe lo que le espera, es más fácil de beber. El ardor se ha expandido por su pecho, y toda la tensión en su interior se está derritiendo.

—¿Cómo está Cadeau? —pregunta, dejándose caer en uno de los sofás—. ¿Todavía aburriéndose en el carruaje?

Bisset hace una mueca, luego toma un sorbo de whisky de fuego y se sienta a su lado.

Peog. Se sigue escapando. Anoche lo estuve buscando durante horas. No estaba pog ningún lado y temí que se lo hubiera devorado alguna criatura en el bosque. Regresé al carruaje y estaba dugmiendo en medio de mi cama, y cuando lo desperté me llamó «miegda mojada». —Niega con la cabeza, con una expresión de herida incredulidad—. Ni siquiera sé lo que eso significa.

Hermione no puede reprimir una carcajada. Ahora sonríe de oreja a oreja.

—¿Tú le enseñaste el resto de los insultos?

Bisset se sonroja.

—Creí que sería divegtido que los aprendiera. —Agita una mano abierta—. No sabía que sería lo único que conseguiría aprendeg.

Hermione pasa la mayor parte de la fiesta hablando con Bisset, compartiendo anécdotas de Hogwarts a cambio de historias acerca de Beauxbatons. Bisset es mucho más agradable que todos los demás en la fiesta. Siente la tentación de contarle lo que descubrió acerca de Malfoy, de decirle que él tenía razón, que no se suponía que Malfoy estuviera en el torneo, pero no quiere admitir cómo lo sabe. En cambio, Bisset le cuenta acerca de los estudios en Beauxbatons.

Le resulta fascinante descubrir que en Beauxbatons están mucho más apasionados por preservar lo que ellos llaman «l'intégrité de la magie». El Ministro de Magia francés tiene un departamento destinado a ello, aparentemente para evitar que la cultura y el uso de la magia provoquen desviaciones.

Théorie Magique Pratique es una clase introductoria obligatoria basada en la creencia de que para hacer un excelente uso de la magia es necesario un entendimiento comprehensivo de lo básico.

A su vez, a Bisset le desconcierta escuchar que el plan de estudios de Hogwarts enseñe hechizos cada año basándose en la complejidad de su técnica en lugar de en su «nivel» en la teoría mágica.

—Pero… entonces… —Hace un gesto de impotencia, casi dejando caer el whisky de fuego encima de ella—. ¿Cómo saben pog qué funciona?

Hermione suelta una risita, y toma otro sorbo de su bebida, que ya no es whisky de fuego, sino un vino de elfo fuerte y almibarado que resulta más fácil de tomar, y que hace que todas las luces que los rodean se vuelvan todavía más brillantes. El salón ha dejado de estar en foco, y se ha transformado en un borrón que parece girar lentamente a su alrededor. Las palabras de Bisset flotan hacia ella como pequeñas nubes.

Vuelve a reír, y hasta su propia voz suena distante.

—En Cuarto Año nosotros… —Se olvida de lo que está diciendo y su voz se apaga—. Nosotros… eh, lo siento… —Tiene que devanarse los sesos para recordar qué es lo que quería expresar—. Hacemos ensayos sobre los encantamientos… de invocación fundamentales, la ley de Gamp… —Los enumera con los dedos—. La transformación entre especies y...

Él la mira con una expresión de incredulidad horrorizada.

—¿Practican magia durante cuatro años sin entendeg cómo funciona?

Hermione frunce el entrecejo, su tono le molesta.

Bisset podrá ser capaz de lanzar complejos encantamientos de sueño y de realizar transformaciones de fusión entre humanos y animales con tanta sutileza que debería requerir una maestría en la materia, pero Hermione le ha ganado en dos pruebas con hechizos más simples y una improvisación más inteligente.

—Es solo una manera distinta de enseñar —dice, a la defensiva—. Igual tenemos exámenes. Es sólo que Hogwarts es… diferente.

La habitación ahora gira un poco más rápido.

—Pero después del colegio, ¿cómo haces para progresag y mejorag si no han aprendido cómo funciona?

Hermione abre la boca y luego la cierra, dudando. Mira su bebida con el ceño fruncido, sus párpados se sienten pesados, y luego toma otro sorbo. —Supongo… que te enseñas a ti mismo.

Bisset suelta un soplido de incredulidad y parece listo para decir algo más cuando el agudo tintineo de un tenedor golpeando un vaso llena el salón. Hermione levanta la mirada y descubre que toda la habitación está titilando, todas las luces y las superficies reflectantes brillan como polvos de hada frente a sus ojos.

Slughorn está parado al otro lado de su oficina, sosteniendo la jarra llena del líquido verde brillante. Su rostro está teñido de rojo por la bebida y sonríe ampliamente hacia el salón.

—Este es el momento que todos han estado esperando —dice.

La habitación ondula bajo sus pies cuando todo el mundo se mueve para formar un semicírculo.

—¿Sabes lo que es eso? —Hermione intenta susurrarle a Bisset, pero sus palabras salen en voz alta.

—¡Ji, ji! —Slughorn suelta una risa aguda—. Tenemos algunos que no han oído hablar de esto. Les contaré.

Levanta la botella hacia la luz, y el dorado parece centellar y arremolinarse en un tono aún más brillante. Hermione intenta seguir el recorrido de todas las luces que emite, apenas consiguiendo entender las palabras de Slughorn.

—El Espíritu de Hadas Verdes es la más poderosa bebida mágica… incluso ha estado prohibida durante el Siglo XVIII.

Se escuchan risas y Hermione se ríe a pesar de no entender qué es lo gracioso.

Slughorn sube y baja las cejas.

—Cuando la ley fue anulada, obtuve una licencia para producirla. Este lote fue elaborado hace seis años.

Hermione parpadea lentamente, todavía haciendo un esfuerzo para no distraerse con el brillo que emana la botella.

—Fue añejada en un barril espolvoreado de alas de hadas verdes y luego infundido por los vapores de Felix Felicis… —La voz de Slughorn eleva su volumen—. Una sola gota incrementará las habilidades de cualquier bruja o mago, y le ayudará a encontrar exactamente la revelación que está buscando.

Ahora se escuchan susurros de entusiasmo. Slughorn parece deleitarse con la anticipación. Todo el mundo se mueve hacia adelante y Hermione es arrastrada como si estuviera montada en una ola.

—¡Magia sin varita! —dice Slughorn, mientras agita una mano en el aire de manera exuberante—. Una transformación completa en Animago. Apenas un sorbo ha provocado que los videntes entren en trance y realicen sus más claras profecías. Se dice que Damocles bebió Espíritu de Hadas la noche en que perfeccionó la Poción Matalobos. Así que formen una fila. Todos podrán probarla.

Alguien a la derecha de Hermione está murmurando algo y ella no consigue escuchar qué más está diciendo Slughorn. Un entusiasmo contagioso se extiende por todas partes, el salón burbujea como una copa de champagne. Las yemas de los dedos de Hermione hormiguean mientras estira el cuello para intentar ver.

Un muchacho al frente suelta una carcajada aguda y ebria, y bebe de un trago el pequeño vaso que Slughorn le ofrece; luego se tambalea, como si lo hubieran golpeado. Sus ojos adquieren un espeluznante brillo verdoso, y luego levanta una mano, abre los dedos y una nebulosa de plumas brota de su mano.

Suelta una risa de incredulidad.

—¡Maldita sea! Ni siquiera podía realizar correctamente ese hechizo con mi varita.

Slughorn se ríe. —Cuide su lenguaje, Señor Belby.

Un chico de Slytherin cae al suelo, rueda y, al enderezarse, se transforma en una gran liebre de patas largas y enormes orejas.

—¡Felicitaciones, Señor Rosier! —exclama Slughorn, luciendo absolutamente encantado.

Por supuesto que está encantado, piensa Hermione mientras es arrastrada por la multitud. Está permitiendo que sus estudiantes dominen aspectos de la magia en los que probablemente han estado trabajando durante meses. Todos aquellos que alcancen una revelación mágica esta noche van a recordar que fue gracias a Slughorn.

Debe ser por eso que Slughorn la invitó a ella y a Bisset: la posibilidad de que alguno de ellos obtenga una revelación que pueda ayudarlos a ganar el torneo sería un beneficio indudable para su reputación.

Hermione empuja hacia adelante hasta llegar frente a Slughorn. Él le ofrece el pequeño vaso. La poción verde destella.

—Aquí tiene, Señorita Granger.

Hermione lo toma, y su corazón palpita con anticipación cuando lo acerca a sus labios.

Todo su cuerpo se estremece cuando el líquido pasa ardiendo sobre su lengua. Tiene el sabor ácido de una batería. Casi lo escupe por reflejo. Le escuecen los ojos, lagrimeando por el ardor. Una sensación de electricidad cubre el interior de su boca y se extiende por su rostro, adormeciéndolo. Se obliga a tragar. Cuando alcanza el fondo de su garganta, un verde cegador explota a través de su cerebro, como si cada célula de su cuerpo se hubiera contraído de forma violenta.

Algo la golpea como si hubiera recibido una patada.

Se tambalea, sus brazos se mueven como las aspas de un molino, y algo la golpea con fuerza en la nuca. Los colores se transforman rápidamente frente a sus ojos como si la hubieran catapultado a través de su propia consciencia.

Jadea y parpadea, intentando ver, y descubre que está acostada boca arriba en el suelo. Todo el mundo la está mirando. Su estómago le dice que todavía está cayendo de cabeza, más y más abajo, incluso aunque siente el suelo de piedra bajo su espalda.

Siente un dolor en la parte posterior de la cabeza que se abre paso hasta alcanzarla.

Los rostros encima de su cabeza dan vueltas. Pero a pesar de todo eso, de lo que más es consciente es de que toda la magia que ha estado intentando controlar con tanta fuerza, de repente se ha quedado inmóvil.

Se siente tan liviana, piensa que todo su cuerpo podría subir flotando hasta chocar contra el techo.

Suelta una pequeña risa y deja que sus brazos se eleven.

—Señorita Granger… —la voz de Slughorn está distorsionada, como si estuviera hablando debajo del agua.

Intenta levantarse sin lanzarse a sí misma por el aire. En cambio, apenas se mueve hasta que una mano se cierra alrededor de su muñeca y la pone de pie. Levanta la mirada y descubre que Bisset la está ayudando a levantarse. Su rostro da vueltas y ahora que no está tendida en el suelo, las náuseas la golpean de lleno. Su garganta se contrae y se dobla por la mitad, tapándose la boca con una mano.

—¿… bien? —pregunta él.

Ella niega con la cabeza, y tiene que apoyarse contra él para mantener el equilibrio. Sus ojos se cierran con fuerza.

—Mucho alcohol… creo —su voz suena ligera y metálica.

Suelta a Bisset y se deja caer contra una pared, parpadeando y deseando que la habitación deje de girar. Intenta enderezarse, pero se tambalea.

—Debería… irme —dice.

—Por supuesto, por supuesto —dice Slughorn, pero ella no le presta atención. Está completamente enfocada en la puerta que continúa moviéndose de izquierda a derecha. Izquierda. Derecha. Intenta seguirla, moviéndose de un lado a otro para atraparla.

Nunca se había sentido tan desconectada de su cuerpo.

Por lo menos su magia no está explotando, pero no parece haber alcanzado ningún tipo de revelación como todos los demás. En cambio, desde el momento en que tragó esa bebida, todo el poder en su cuerpo parece haber sido comprimido hacia su interior, como si lo hubieran encerrado en una caja.

No es una mala sensación. Vuelve a sentir que tiene el control, aunque hubiera querido alcanzar otra cosa que no fuera más autocontrol.

Consigue salir de la oficina de Slughorn y caminar por el corredor a paso de tortuga hasta alcanzar el final del pasillo. Se detiene allí y echa un vistazo hacia adelante, intentando descifrar si el balanceo que percibe sigue algún ritmo. Un pesado brazo cae alrededor de sus hombros.

—Vamos a llevarte de regreso a la torre de Gryffindor antes de que Filch te encuentre —escucha decir a Cormac a la vez que la despega de la pared.

—Gracias —murmura Hermione. Cierra los ojos y camina casi recostada contra él, dejando que el peso de su brazo la sostenga, incluso aunque el olor de su colonia es tan fuerte que le quema la nariz.

—Los Gryffindor tenemos que mantenernos unidos —dice Cormac, con una voz que suena fuerte y lejana al mismo tiempo—. Ese francés degenerado parecía tener la intención de seguirte, así que me adelanté y le dije a Slughorn que lo vigilara.

Siguen caminando, y Cormac no para de hablar; se siente como si hubieran atravesado todo el castillo tres veces hasta que el mareo comienza a desaparecer.

Los pasos de Hermione vacilan hasta detenerse, y entonces se aleja de Cormac, cansada de caminar, y prueba si se puede mantener sola de pie.

Él la observa.

—¿Vas a vomitar?

Ella niega con la cabeza y mira las losas, intentando no tambalearse.

—No… —Se endereza y no se cae—. Ya me siento mejor. —Sonríe débilmente—. Gracias.

—Genial —dice Cormac. Ella espera que él se de vuelta y regrese a la fiesta, pero en cambio coloca las manos en sus brazos y la mira fijo, con una expresión extrañamente pesada. Ella le devuelve una mirada inquisidora, y él la empuja lentamente hacia atrás hasta que sus hombros chocan con la pared.

Su corazón late un poco más fuerte. Abre la boca, pero antes de poder preguntarle qué es lo que está haciendo, él se inclina hacia ella, levanta su barbilla y la besa lentamente.

Ella está tan sorprendida que se queda inmóvil por varios segundos mientras su cerebro confundido por el alcohol intenta entender lo que sucede.

Cormac McLaggen la está besando.

Cormac.

Sus labios se sienten pesados sobre los suyos, todo su cuerpo la aprieta contra la pared hasta el punto en que puede sentir la irregularidad de la piedra contra los hombros. Su lengua empuja para pasar a través de sus dientes y entonces sus manos encuentran sus pechos y comienzan a apretarlos y amasarlos a través del vestido.

Debe estar alucinando.

Esto no puede ser real.

Sin embargo, se siente real.

Los labios de Cormac son gruesos y la besa con firmeza, de buena gana y sin vacilar; el aliento en su boca se siente caliente y anhelante. Empuja su lengua contra la suya, plana y húmeda, pero ella no la esquiva.

La parte de Hermione que no está sorprendida se siente complacida. Internamente satisfecha de que alguien la bese sin detenerse para decirle lo molesta que es, ni lo horrible que es desearla.

Incluso aunque sea Cormac.

Difícilmente hubiera sido su primera opción, pero no es como si tuviera muchas. Además, la familia de McLaggen es respetable. Si decidieran defenderla públicamente, eso podría aplacar a alguien como Rita. Esto es algo que debe hacer.

Las grandes manos de Cormac se mueven de sus senos y se apoyan sobre sus hombros; se sienten cálidas contra la piel que queda desnuda por el escote del vestido. Le gusta esa sensación, incluso aunque sus manos son realmente pesadas y casi se sienten como si la aplastaran.

No siente ninguna chispa, ni emoción en el pecho, cuando los labios de Cormac se frotan con los de ella y su cuerpo se pega más al suyo, ni cuando su lengua se asoma entre sus labios, pero no importa. Eso no es lo importante.

Cormac elige estar aquí con ella en lugar de estar en una fiesta.

Cierra los ojos y le devuelve el beso de manera tentativa, apoyando cautelosamente una mano en su hombro, y cerrando los dedos alrededor de la tela de su túnica.

Él suelta un gruñido contra sus labios, y su respiración se vuelve notoriamente inestable. Puede sentir el whisky de fuego en su aliento. Cada exhalación es desigual, pesada y entrecortada.

Su corazón late con más fuerza, y elige ignorar el frío que siente a pesar de que las manos en sus hombros son muy cálidas. Continúan presionando hacia abajo, más y más. Ella intenta quitárselas de encima sin interrumpir el beso porque está comenzando a sentir que sus rodillas empiezan a ceder.

Entonces él deja de besarla.

Le aprieta los hombros, sus dedos hacen presión sobre sus huesos, y la empuja hacia abajo. Sus rodillas se doblan y la dejan caer como una piedra. Su rodilla izquierda golpea bruscamente contra el piso, y el pasillo comienza a dar vueltas y hace que su estómago se contraiga.

Está en shock, no sabe qué acaba de suceder. Debe estar realmente ebria.

—Auch… —gime, y luego se ríe por alguna incomprensible razón; una risita incómoda que se abre paso a través de su garganta, incluso aunque sus ojos están lagrimeando por el dolor palpitante en su rodilla.

—Está bien —murmura Cormac por encima de su cabeza.

Ella se frota la rodilla e intenta volver a ponerse de pie, pero en lugar de ayudarla, Cormac la bloquea y la mantiene allí, sus enormes manos encima de sus hombros.

Otra risa nerviosa se abre paso para salir. No sabe por qué se sigue riendo. Su corazón está latiendo tan rápido que es antinatural, y su cerebro se debate, intentando comprender, pero todo está borroso y tiene miedo de vomitar si piensa en el mareo que le provocó la caída.

Le duele la rodilla y Cormac ni siquiera le pregunta si se siente bien.

Sus pensamientos siguen girando, distraídos por el modo en que el corredor forma espirales a su alrededor, por el dolor que se extiende por su pierna, por el sonido de su propia risa nerviosa y por la respiración de Cormac.

Ahora solo una de sus manos está sobre su hombro, todavía con suficiente fuerza como para mantenerla allí, y la otra está cerca de su estómago.

—No te preocupes… haré que valga la pena —dice él, casi jadeando, y ella escucha el chasquido de la hebilla de un cinturón.

No puede estar hablando en serio.

Niega con la cabeza e intenta apartarlo de encima.

—No —su voz sale espesa; intenta volver a ponerse de pie—. No quiero.

—Todo está bien. —su voz es confiada, persuasiva, como si ella estuviera siendo tímida. Respira pesadamente con la boca abierta, de un modo que le pone la piel de gallina—. Te lo pagaré.

¿Pagarle?

Eso no es realmente lo que le preocupa. Ella no tiene ningún deseo de hacer eso con nadie en un pasillo. Él no debe estar pensando con claridad porque es un chico y está excitado, y como ella cayó al piso entonces ahora cree que se lo está ofreciendo. Por dios.

Apoya los dedos en el suelo, intentando recuperar el equilibrio mientras se esfuerza por liberar su hombro.

—No… Cormac, yo no...

Él empuja con más firmeza sus hombros contra la pared para que no pueda moverse. Sus dedos están debajo del escote de su vestido, y se entierran bruscamente por sus clavículas, dibujando círculos con el pulgar sobre su piel. Ella se estremece. Todo parece estar bajo el agua, sus intentos para liberarse se sienten descoordinados.

—Todo estará bien.

Su insistencia comienza a molestarla. ¿Por qué los chicos siempre creen que «no» significa «convénceme»?

Cierra los ojos, intentando orientarse, y empuja las caderas de él con la intención de crear un poco de espacio. Cuando abre los ojos, le horroriza descubrir que él se ha bajado los pantalones.

—Vamos, no seas tímida, Granger—, dice con una voz llena de confianza. —Te acompañé de regreso. Todo el mundo sabe que amas la verga de sangre pura. Sólo ponla en tu boca, y te daré la información que me dio mi tío sobre la próxima prueba. Todo lo que quieras saber.

Por un momento el mundo se detiene.

«Todo el mundo sabe».

¿Todo el mundo sabe?

¿Lo saben?

Su estómago se retuerce en un apretado nudo y siente que tiene algo atorado en su garganta.

¿Información sobre la próxima prueba?

Las preguntas dan vuelta en su cabeza como dados en un cubo.

Ese chico, la semana pasada; ese que quiso atraerla hacia la Sección Prohibida. Porque «todo el mundo sabe» que ama la Sección Prohibida.

Porque...

Sus pensamientos se estancan allí, suspendidos, como si su cerebro intentara protegerla de una comprensión total, incluso aunque entiende el significado de las palabras de Cormac. Sólo que querría que signifiquen algo distinto, querría que aquello fuera simplemente un momento agradable. Que un muchacho realmente gustara de ella y creyera que era bonita e interesante.

Pero no es un momento agradable. Nunca es agradable.

Cormac está aquí porque cree que ella le hará sexo oral a cambio de información acerca del torneo, porque «todo el mundo sabe» lo que Hermione hace pare obtener sus notas. Obviamente ella estaría más que dispuesta con tal de acceder a la información interna del torneo.

Hay algo en su interior que es helado como el hielo y a la vez ardiente. Hirviendo y tomando forma.

Cormac la conoce desde hace seis años. Están en la misma Casa. Ha visto sus libros desparramados en la sala común, su insignia de prefecta, las filas de compañeros esperando para que ella los ayude con su tarea, y ha elegido ignorar todo eso porque creer en este rumor puede hacer que su verga reciba una mamada.

Se le encoge el estómago, y se retuerce como si todos sus órganos se estuvieran pudriendo. Un shock mortífero la recorre.

Lo empuja con fuerza, intentando levantarse, pero el ángulo en el que está le quita fuerza, y Cormac todavía está mascullando algo acerca de lo que su tío le ha dicho. La cabeza roja e hinchada de su miembro sobresale mientras él se baja más los pantalones por las caderas, y entonces lo toma con una mano e intenta acercarlo a su boca.

Algo dentro de ella se quiebra.

Nunca le ha gustado Cormac, pero en este momento de ardiente claridad, lo odia. Lo odia. Lo odia.

Odia a todos.

Le arden los ojos.

Está al borde de llorar de rabia mientras sus dedos rebuscan entre las faldas de su vestido, intentando encontrar el pequeño bolsillo de su varita. ¿Dónde está? ¿Dónde está?

Va a matarlo.

La furia y la amargura colisionan al darse cuenta de que, sin importar cuánto quiera amar el Mundo Mágico, ahora sabe que nunca lo hará.

Habría dado su alma por este mundo si la hubieran querido aquí. Pero no es así. Quieren a alguien pequeño, que haga lo que le ordenan, que nunca haga preguntas y que no ocupe ningún espacio, y dado que Hermione no es nada de esas cosas, nunca la querrán aquí, nunca la aceptarán.

Nunca va a pertenecer.

¿Cuál es el sentido de ser cuidadosa? Tantos años escuchando que ella sólo sería buena en la medida en que tuviera autocontrol, si no dejaba que sucediera ningún accidente. Siempre advirtiéndole una y otra vez que podía lastimar a alguien si no contenía sus poderes. ¿Por qué? ¿Por qué tiene que gastar tanta energía conteniéndose y preocupándose por las otras personas cuando nadie se preocupa por ella? A nadie le importa. No lo suficiente. Nunca lo entienden. No quieren hacerlo. Ni lo intentan.

Debería lastimarlos.

Quiere lastimarlos.

El deseo rompe algo dentro de ella.

La ligera y antinatural supresión de su magia que había sentido al salir de la fiesta se ha ido. Siente toda su magia, todo el poder atrapado dentro de ella otra vez, con más brutalidad que antes, alimentada por su ira. La furia gira en espirales, baja hacia su interior, se entierra en su pecho, un punto cada vez más y más fino hasta que toda su rabia choca con esa fuerza dentro de sí misma, la destroza, y finalmente llega hasta ese lugar al que nunca había podido acceder.

Suelta un jadeo irregular que se convierte en un grito.

El poder brota de ella, explota en su cerebro, una oscuridad que parece una bomba de luz invertida, pero cuando estalla se mantiene y la envuelve. Una neblina negra de magia que zumba en su sangre y en sus huesos y sale hacia todas partes.

Sucede tan rápido.

Puede sentir que la mano de Cormac todavía sostiene su hombro. Puede sentir la magia de él, la piel y los huesos, los callos, los tendones y los nervios, todos los músculos que lo componen, hasta llegar a sus células y a sus átomos.

¿Cómo se atreve a tocarla?

Hermione tuerce una mano, y sus dedos se cierran en un puño.

Se escucha un crujido húmedo, como un manojo de ramas que se quiebran.

Cormac la suelta.

La magia ruge dentro de su cabeza.

Se pone de pie de manera inestable. El poder todavía se extiende a través de ella, corriendo por sus venas y nervios y asentándose dentro de sus huesos. Tragándosela por dentro. Unas sombras como lenguas de fuego negras se arrastran por el suelo y parpadean en sus manos, en el lugar en que su magia siempre se ha sentido más caliente.

Cormac está parado ahí, gritando, mirando su mano destrozada como si no pudiera entenderlo.

Está colgando de su muñeca en un ángulo antinatural, y sus dedos están todos abiertos en direcciones imposibles.

Levanta la mirada hacia ella, con el rostro de un color gris enfermizo, como si toda la sangre de su cuerpo hubiera desaparecido de repente. Sus pantalones y su ropa interior están arrugados a la altura de sus rodillas, y con la mano que tiene intacta tira de ellos para volver a vestirse mientras intenta alejarse de ella.

Ella inclina la cabeza hacia un lado, observándolo; hay una neblina en sus ojos, como si estuviera mirando a través de una sombra. Él parece estar cerca y lejos al mismo tiempo.

—Granger… —su voz está temblando sin control. Suena como si intentara razonar con ella.

Como si ella estuviera siendo poco razonable.

Ella ha sido tan razonable.

Cierra los dedos en un puño. La boca de él se cierra de golpe.

Su magia ya no está atrapada, quemándola; está en todas partes, como si le hubiera puesto unos hilos de marioneta a todo el mundo que la rodea.

Sin hechizos. Simplemente tiene que desear algo y la magia se lo da. Una magia que es una tempestad furiosa de deso y poder, afilada y ardiente como si fuera una manifestación de su alma.

—No hables —le dice—. Odio cuando hablas.

Entonces le sonríe.


NOTA DE AUTOR

AVISO DE CONTENIDO

Abuso de alcohol, intento de coerción sexual y violencia.