Incluso la aguda vista de los elfos silvanos, que les permitía no solo ver entre las espesas arboledas de Athel Loren, podían vislumbrar más de un palmo en aquella tormenta que los cubría.

Millhadris hacía lo posible para avanzar y encontrar el camino hacia el norte pero a no ser que le salieran alas y pudiera volar, sería imposible hasta que el clima no mejorara pero su intuición le decía que algo estaba terriblemente mal, que debía darse prisa lo que la hacía avanzar y avanzar pero ya las pieles que les fueron entregadas no servían de mucho para protegerlos del frío.

— ¡Millhadris! —. La llama Aradis. — ¡Hay que buscar un refugio! ¡Es una locura! ¡No podemos seguir así!

— ¡Hay voces siniestras en el aire! —. Advierte Elthros.

— ¡Estamos cerca, lo presiento! —. La elfa reniega hasta que la obligan a girarse.

— ¡Y por eso mismo debemos parar! —, exige Elthros, — ¿No lo escuchas? —, docenas de susurros pasan por sus oídos haciendo helar su sangre como nunca nada antes lo hizo, — Estamos más cerca de los Poderes Ruinosos que nunca. No debemos dejar que nuestros impulsos se sobrepongan a nuestra razón.

Millhadris reflexiona un momento, aceptó que cualquier cosa que les pusiera en peligros podría ser parte de los peligros naturales como de aquellas voluntades maliciosas que habitan al norte.

— Busquen un refugio y traten de encender un fuego —. Elthros informa al resto de compañeros. — ¡Y no se separen mucho! —. Por primera vez en días, se siente cansada.

Alza la mirada tratando de ver alguna estrella que la ayudara a orientarse, solo ve nieve y el viento llevando aquellos malignos murmullos ininteligibles y es cuando nota algo.

— La tormenta… —, sigue la dirección del viento, — Va hacia al norte, ¿por qué va hacia el norte? —, Elthros gira la mirada y lo nota también, — Cuando mengüe la tormenta hay que seguir.

Al este una caverna es iluminada por la luz de un fuego mientras pálidas figuras toman un descanso.

— Debimos buscar refugio cuando el clima empezó a empeorar —. Recrimina Ahuren Dagagris.

— Si lo dices por Ídigo, no debió separarse solo porque creyó ver algo —, espeta Velshakir, — Norsca no tiene piedad, menos con los idiotas.

— Llevamos días caminando sin rumbo, no pretendas que…

— Sé exactamente a donde voy —. Interrumpe la capitana.

— ¿Ah, si? ¿Y dónde está el Monolito? —. Velshakir se gira con una expresión cansada, sus ojos brillan de enojo y frustración mientras le quita el yelmo y lo golpe con el mismo para levantarlo y llevarlo a la entrada de la caverna.

— ¿Ves eso? —, apunta hacia el cielo, — ¿Hacia donde sopla el viento?

— Hacia… ¿el oeste?

— Exacto y si miras hacia el sur —. Lo saca a rastras de la caverna.

— Hacia el norte —. La capitana sonríe socarronamente a su insolente subordinado.

— Lo que sea que iba a pasar está pasando y nos está mostrando el camino —, le entrega el yelmo golpeándolo en su pecho, — Pero no me arriesgaré a salir con esta tormenta. No quiero tener a esos sucios demonios susurrándome al oído todo el tiempo.

Velshakir se da la vuelta solo para ver a Alas Negras para en la entrada y volver adentro sin devolverle la mirada.

— Vigilalo, Ahuren. No quiero inconvenientes estando tan cerca —. Velshakir reanuda su andar mientras maldice no haber traído ni una mísera botella de vino.


"¡Corran! ¡No pueden ocultarse de su perdición" —. Despojacráneos, Paladín de Khorne.


Cuando los cimientos de la tierra dejaron de vibrar. Cuando las voces y cánticos cesaron dejando al planeta entero sumido en un silencio que se rompió con los aullidos victoriosos de todos los adoradores de los Verdaderos Poderes. Cuando las manos demoníacas y las nubes se dispersaron como un simple vapor que emana una vela toda Etheria alza la vista para ver un espectáculo que nadie había visto en mil años.

Estrellas.

Estrellas brillando en el recién reformado firmamento, titilando a miles de años luz. ¿Cuántas serían planetas y cuántas serían soles? ¿Cuántas estarían todavía aún ahí y no un reflejo del pasado que prevalecía por las distancias del vacío después de su muerte?

Silvy miraba con asombro al cielo solo pudiendo agradecer por tales vistas al Abuelo Nurgle. Si esta era la recompensa que les esperó desde el primer momento, valió por completo la pena.

Escucha como sus amigos Nurgletes empiezan a reírse y brincar con euforia.

— ¿Qué ocurre? —. Pregunta Silvy, la roca tallada traída desde Las Salinas por Lilith empieza a resquebrajarse.


(Suena "Final Judgment - Future World Music")

— ¡Vamos, concéntrese! ¡No hemos terminado! —. Incita Adrey a que los hechiceros no rompieran el flujo de magia que los adoradores mantenían a lo largo de toda Etheria.

Mientras más concentrados estuvieran más finas podían hacer las barreras entre el mundo físico y el inmaterio creando apertura tras apertura y ya para ese momento legiones y legiones de los cuatros dioses corrían y profanaban las fértiles tierras de Etheria.

Los Desangradores de Khorne llenaban el aire con humo negro y aroma a azufre mientras sus espadas en llamas hacían arder los Bosques Susurrantes mientras buscan empezar su faena de sangre. Los Portadores de Plaga se meneaban con sus barrigas hinchadas y sus órganos expuestos por las llanuras de hierba verde, pudriendo el pasto dejando un rastro de moho y restos de piel podrida allí por donde caminaban. Las Diablillas de Slaanesh danzaban con letal belleza demoníaca por los ríos, valles y pies de las montañas cerca de Plumeria buscando presas que masacrar. Horrores azules y rosas se arrastran y cacarean por las laderas de las montañas y los picos solitarios más al sur del planeta dejando que las energías los guiara por su nuevo mundo.

Lila ve en los cielos como Aulladores y Discos de Tzeentch surcaban los cielos con la magia disforme a su alrededor con una sonrisa complacida al ver que su plan funcionó con creces. El sonido como el de un huevo eclosionando seguido de un estallido.

Un manto de luz multicolor brilla detrás de ella y Adrey se le une, ve como pequeñas rocas de los restos de la puerta del mar yacían desperdigadas por todos lados y frente a ellos un demonio alto y famélico con plumas azules que reflejaban rayos morados y rojos al moverse, un pico puntiagudo se extiende por su cara.

Adrey toma del cuello a Lila y la obliga a arrodillarse junto a él.

— ¿Qué te…?

— Silencio, — demanda Adrey, — No querrás hacer enojar a un Señor de la Transformación.


La General Juliet siente una gota de sudor frío recorriendo su espalda mientras aquella… cosa camina por el salón del trono arrastrando sus pezuñas, es repulsivo, horripilante, paralizándola con una fascinación monstruosa que desafía toda explicación. A su alrededor las traidoras se regocijan y retuercen gimiendo con placer y gozo en su expresión más pura mientras susurran palabras en un idioma impronunciable.

— Q'tlahsi'issho'akshami —, pronuncia Ithrant en el oído de la general, — Es lengua oscura ¿Sabe lo que significa, general? —, aquella cosa se acerca a la general y puede apreciar sus cuatro miembros superiores, — Guardián de los Secretos.

Ithrant le ofrece la espada de la general al demonio mayor de Slaanesh que la toma y se voltea a ver la general. Sus ojos son dos abismos insondables donde habita una crueldad refulgente que pulsa incesante como los deseos más profundos y depravados en el interior de los mortales.

El Guardián de los Secretos levanta la espada y el corazón de la general recibe el frío del acero de su preciada arma.

Mientras afuera del castillo tanto seguidores de Slaanesh como las princesas y refugiados detienen su pugna para admirar a los miles de astros ardiendo en el cielo nocturno.

— Ya no estamos en Despondos, ¡estamos en el vasto universo! —. Aclara Entrapta emocionada ante las infinitas posibilidades científicas que se le presentaban ahora.

Sienten la tierra vibrar bajo sus pies y grandes raíces toman a los luchadores de la rebelión que queda. Una apesarada Perfuma da todo lo que puede de sí misma para sacarlos de ahí y logra llevarlos hasta la entrada de ese túnel de espinas y raíces.

— Hay… hay que irnos —. Perfuma cae de rodillas, Bow se acerca y la toma en brazos mientras esa columna maleable de magia sigue saliendo de su cuerpo al igual que Frosta y Mermista.

— ¡Vayan y reúnanse con sus verdaderos poderes! —. Exclama Mermista.

Con todo el dolor que la situación le provocaba, alza su tridente y lo hace tañir contra el suelo. Las aguas del río que corre frente al castillo se retraen y un sonido empieza a escucharse desde las montañas, un sonido que se hace más y más presente mientras una enorme ola se acerca.

Frosta hace lo propio y crea un muro de hielo que cierra la vía de escape cuando la fuerza del agua golpea contra el hielo con violencia. El agua engulle la villa bajo el castillo de Luna Brillante llevándose casas y adoradores por igual. La inundación llega y arrasa una parte de los Bosques Susurrantes aledaña al castillo.

La torre que sostiene la Piedra Lunar colapsa y la piedra rúnica se hunde y, ennegrecida por el poder del Corazón de Etheria, se pierde en el fondo.


— ¡MUERETE YA! ¡MUERETE YA! ¡MUERETE YA!—. El puño de Catra golpeaba una y otra vez sobre la cara de Tung que está tan harto como ella.

Tung logra agarrarla para quitársela de encima pero ella se aferra con sus garras a las escamas del reptil. Catra empieza a darle rodillazos en la mandíbula hasta que finalmente la suelta y ella toma una barra de metal y atraviesa la pierna que aun tenía sana y logra derribarlo al fin.

— ¡YA ESTOY HARTA! —. Catra intenta dar un zarpazo al cuello de Tung pero este logra detenerle las manos pero es incapaz de levantarse.

Lo había agotado.

Las frases burlonas y desafiantes se habían escapado de la boca de Lashor hace rato ya y ella estaba tan furiosa que lo único que podía decir eran maldiciones a todo pulmón. Él estaba tan dispuesto a acabarla ahí así como ella tenía la determinación de no morir en la Zona del Terror.

Con la pierna aún atravesada por la barra, logra alzarla para dar un patada en la espalda de Catra. No lo hizo con la suficiente fuerza para que la barra la atravesara, logró herirla y hacer que soltará un grito de dolor.

Catra desiste en su intento de cortar el cuello de Tung y cae de espaldas a su lado mientras lleva su mano a la herida en su espalda y se retuerce un poco en el suelo. Estaba cansada, adolorida y aterrada. No había forma de escapar, no había forma de ganarle, cualquiera se hubiera resignado ya ¿por qué ella no?

Tung se saca la barra de metal, esta vez con dificultad. Ahora lisiado, a duras penas logra ponerse de pie y ella ya estaba cansada de toda parafernalia. No tenía un honor que defender, nadie que la esperara, no había nada allá afuera para ella, solo conocía la guerra y la miseria que ese lugar le había ofrecido durante tantos años. La Zona del Terror estaba en llamas y lo único de lo que se arrepentía era no haberla incendiado ella misma.

— No te equivoques al creer que esto será rápido —. Sentencia Tung mientras levanta la barra de metal, Catra cierra los ojos y deja que una lágrima limpie un poco la sangre que mancha su cara.

Por un segundo solo hubo silencio para ella, un silencio que la reconfortó al pensar que sería lo único que le esperaba al final. Si había algo al otro lado, sabía que sería un lugar silencioso y tranquilo. En aquella calma incluso barajó la idea de que el tal Morr la recibiría como una más.

Esa paz se quebró pues el estruendo como el de un rayo rasgando el cielo la trajo al infierno humeante del que se estaba despidiendo. Un relámpago rojo impacta en Tung que solo lo hace tambalearse un poco, luego llegó otro y otro.

— ¡Catra!

Esa voz pensó Catra.

Scorpia estaba al otro lado de esa bodega con piernas temblorosas mientra una bruma densa de colores cambiantes se desprendía de su cuerpo, "Brillitos" estaba a su lado casi cayendo sobre sus rodillas y con una expresión del más absoluto sufrimiento.

Y a pesar del dolor que pudiera estar sufriendo, Glimmer desaparece, toma a Catra y regresa al lado de Scorpia lo mejor que pudo. Tung al ver que le quieren arrebatar su presa muestra los dientes y arroja la barra de metal que atraviesa el exoesqueleto de Scorpia hiriéndola en el hombro, a lo que ella responde lanzando otra ráfaga de rayos.

— ¡Scorpia! —. Catra saca la barra que afortunadamente no penetró mucho.

— No te preocupes, gata salvaje. Estoy bien —. Scorpia cae de lado mientras las corrientes de magia siguen fluyendo con más fuerza desde su cuerpo. Catra voltea a ver a Glimmer que está en la misma condición.

— No confundas las cosas. Te necesito viva si quiero juzgarte como se debe —. El grito de furia de Tung resuena por toda la bodega.

El servidor de Khorne, con piernas sangrantes y sin daño alguno por los ataques de Scorpia, avanza hacia las etherianas dispuesto a hacerlas pagar por todas sus faltas hacia él.

— A tí también te recuerdo —, dice mirando a Scorpia, — Lo mejor de todo es que tú fuiste quien vino hasta mí.

A la distancia escuchan algo. Un rugido gutural y el batir de un par de alas que debían ser enormes para que escuchara con tal claridad, un eco de metal vibra por las paredes para que el techo colapse al segundo siguiente y el suelo se resquebraje mientras entre el polvo se alza una figura bestial y terrible.

Una cara alargada con piel endurecida al tal punto que parecía ser hueso, una mandíbula sin labios deja al descubierto una serie de filosos colmillos negros y dos prominentes cuernos dsipares coronan su enorme cráneo. Tiene una piel de color carmesí que transpira sangre. Sus bestiales extremidades inferiores son una combinación de cabra y toro, y su parte superior es humana, aunque cubierta por un espeso y rizado cabello negro empapado en sangre.

El demonio se le queda viendo a Tung que ver quien le devuelve la mirada con la misma ira para después voltear a ver a las etherianas para rugir con todas las fuerzas que tiene, lastimando los sensibles oídos de Catra. Tung empieza a correr hacia ellas mientras el demonio blande un hacha con las runas del Dios de la Sangre inscritas sobre el acero maldito.

Glimmer reacciona y toma a Scorpia y a Catra mientras desaparecen sin darse cuenta que Tung la tenía tomada del brazo. Por las fuerzas mermadas de Glimmer solo vuelven a materializarse en un balcón en un edificio cualquiera. Tung toma a Glimmer del cuello y empieza a apretar, ella le da un puñetazo imbuido con su magia pero no le hace ningún efecto.

— Eso no te funcionará, pequeña —. Tung aprieta con más fuerza el cuello de la reina hasta que Catra mete sus pulgares en las heridas de las piernas de Tung.

Este suelta a Glimmer para patear a Catra y Scopia vuelve a atacar pero por el dolor que le causa el flujo de magia, falla, destrozando la parte superior del edificio haciendo caer escombros y aflojando los débiles remaches que sostienen el balcón. Escuchan algo siendo destrozado y ven la sombra del demonio volar hacia ellos. El demonio se estrella con todas su fuerzas contra el edificio, atravesándolo.

Scorpia y Glimmer logran entrar al igual que Tung, Catra solo logró agacharse para evitar ser despedazada por el hachazo que se le venía. El impacto del demonio desestabilizó la ya débil estructura del edificio, escuchan un crujir y escombros caen, Catra solo los ve caer y se cubre y el balcón finalmente cede.

— ¡CATRA! —. Scorpia se asoma al borde solo para ver el cuerpo de Catra caer al vacío.

No pudo discernir la expresión en su rostro, ni siquiera alcanzó a ver sus ojos más sí su brillo característico perdiéndose en el vacío. No escuchó un grito, no vio hacerla hacer un esfuerzo por aferrarse a algo. Solo la vio caer mientras ella extendía su pinza en un último e inútil esfuerzo. De la herida en su hombro, cae una gota de sangre seguido de cerca por la lágrima que no pudo reprimir.

— ¡Scorpia! —. La llama Glimmer que ahora va a rastras mientras los ojos del demonio aparecen entre la penumbra del interior del edificio. Glimmer ve como el demonio saca la lengua como relamiéndose impaciente por saciar su interminable sed de sangre.

Glimmer con un último esfuerzo las hace desaparecer. El demonio monta en vuelo otra vez y en resignación solo empieza a destrozar todo aquello que se le ponga por delante. Tung solo escucha la devastación que el monstruo crea, monstruo que ya había visto en la visión que Lilith le hizo ver. Solo al verlo entendió la verdadera naturaleza insaciable y monstruosa de los demonios mayores de su señor Khorne. Los Devoradores de Almas.

Pero poco le importaba pues aquello que le impulsó a iniciarse en el camino de la sangre, el pillaje y la lucha se había desvanecido entre el polvo y el fuego. Su enemiga jurada que le quitó todo simplemente encontró su final en un abismo. Incluso para él le parecía un final tan patético para alguien que se rehusaba a rendirse.

Su preciada venganza negada por caprichos del destino.

— ¡¿Cómo te atreves a arrebatarme esto?! —, vocifera Tung al cielo rojo —, ¡Su cráneo iba a ser mi mayor ofrenda hacia ti y su muerte mi mayor complacencia! ¡¿Por qué me lo niegas?!

Tung se percata de que el Devorador de Almas lo ve desde la distancia escuchando su reclamo, siente esos ojos ardientes como el infierno clavarse sobre él. No logra intimidarlo.

— O tal vez… yo soy el caprichoso y hay mayores desafíos allá afuera. Después de todo, ahora es un nuevo mundo ¡¿O no?! —, El Devorador de Almas ruge y es seguido por todos los vítores de sus seguidores.

Había olvidado que ya no tenía una banda de ladrones y embusteros. Tenía un ejército que seguiría todas y cada una de sus órdenes.


(Suena "Entre Bordados - Blasphemous OST")

— El corazón se encuentra listo. Comenzando la activación —. Aun en su vórtice de agonía creada por la magia del Corazón de Etheria, Adora recordó lo que vio en los archivos de memoria de Light Hope días atrás. Sabía que eran los protocolos hablando, no ella.

Sabía que Light Hope se había desarrollado como algo más en el tiempo que estuvo con Mara. Si un programa podía reconocer la belleza de unas simples flores podría entender el valor que había en las cosas pequeñas, en las cosas que sienten.

— ¡Mira todas estas estrellas y mundos! —, súplica Adora de rodillas mientras todo el poder del arma fluye por la espada hasta ella, — Van a ser destruidos. Mara sacrificó su vida para que eso no pasara.

— Mara —, repite Light Hope mientras recibe una interferencia, — Mara me traicionó. Se volvió contra su pueblo —. Otra vez los protocolos tomaban la palabra.

Al fondo, en el salón principal del Castillo de Cristal, Kalmtrunkz y Khak presienten que algo está terriblemente mal.

— Mala idea haber venido aquí —, chilla Khak, — Debemos irnos antes de que Clan Mors nos encuentre.

— Nos matarán cuando nos encuentren, porque lo harán, si-si —, réplica Kalmtrunkz, — Esta tecnología nos ayudará a defendernos.

— ¡Tus ideas nuevamente te traicionan! —, una tercera voz aparece entre la penumbra, — Tu cabeza colgando de mi armadura hará que Queek se rasgue las pieles de la envidia.

Girak, líder de una las legiones más letales del Clan Mors solo superadas por aquellas lideradas por Queek Coleccionista de Cabezas, chilla antes de lanzarse sobre los skaven traidores con dos espadas en cada mano y una espada corta sostenida por su cola teñida en rojo y negro.

Kalmtrunkz responde y ambos skaven empiezan luchar cortando, chillando y mordiendo revolviéndose por todo el salón, golpeándose contra las rocas luminosas rasgando la piel con sus garras. Khak se une a la refriega usando únicamente sus manos, Girak estampa la cabeza de Kalmtrunkz contra el suelo para dejarlo mareado lo suficiente para abalanzarse sobre Khak.

Girak blande sus armas y las mueve envuelto en un frenesí demente mientras ríe, Khak corre y trepa por las paredes tratando de evitar los embates del líder skaven que estaba más jugando que intentando matarlos.

Kalmtrunkz se recompone y ataca a Girak por la espalda. Estando sobre él lo golpea una cantidad ingente de veces pero el líder de guerra solo se mofaba después de cada golpe.

— Débil —, recibe un golpe, — Como siempre, — otro golpe —, No vales… — otro golpe, — ni como esclavo —. Otro golpe.

Girak mueve su cola y logra herir a Kalmtrunkz en la espalda, momento que aprovecha para zafarse y acabar con el traidor. Khak muerde la cola de Girak y este intenta matar al ingeniero pero las mandíbulas de Khak se cierran con más fuerza hasta que logra cercenar la extremidad.

La sangre empieza a brotar a chorros manchando el impoluto suelo del Castillo de Cristal y el líder skaven empieza a gritar y retorcerse del dolor, Kalmtrunkz toma la espada corta que sostenía con la cola y junto a Khak se tiran encima de Girak para someterlo.

— ¡Mara era tu amiga! —, le recuerda Adora a Light Hope, — Sabía que eras más que un programa ¡y yo también! Puedes detener esto.

— No soy tan fuerte como Mara. No puedo cambiar mi programación. Nuestro destino —. Light Hope hace un gesto con la mano para que la espada se alce y completar, al fin, con su verdadero propósito.

— ¡No! Este no es mi destino —. Reniega Adora.

Lo vas a cumplir —. Todos los hilos de magia que se mueven por el planeta empiezan a ser atraídos hacia un solo punto del planeta pero hay algo que Light Hope nota —, ¿Qué has hecho? —, la garganta de Adora se desgarra mientras grita por el esfuerzo de evitar que aquello se complete, — Haz dañado la piedra rúnica de la espada.

Rápidamente nota que los sistemas no están funcionando como deberían. La magia de las Piedras Rúnicas y las princesas está siendo dispersada a través de un sistema alterno que crea un flujo de magia inestable y desconocida. Una magia que la tecnología de los Primeros no puede controlar.

Señales de energía irreconocibles por los protocolos de Light Hope aparecen por todo el planeta. Lo que para la inteligencia artificial era desconocido para Lila, Adrey, Silvy, Ithrant, Midna e incluso Oroshk y Tung era el cumplimiento de aquella promesa que el profeta oscuro que solo se hace llamar Lilith les hizo.

Mientras Light Hope intenta recomponer el sistema todos aquellos fieles reciben con alevosía a los tronos de sangre hecho para la gloria de Khorne con un Desangrador sentados sobre ellos tirados por Mastines de Khorne marchando al lado de los Carros de Demencia de Slaanesh mientras los Sapos de Plaga se arrastran por el suelo dejando su rastro de mugre y decadencia mientras los Aulladores de Tzeentch se apropian de los cielos lado a lado de los Zánganos de Plaga de Nurgle.

Así como miles de veces ya, los Poderes Ruinosos reclaman un mundo más. Otra pieza en el tablero del Gran Juego pero no significa que la dejarían irse así nada más.

Protocolos de seguridad activados —. El aura de Light Hope se vuelve roja mientras arañas robot empiezan a generarse por docenas y a llenar el castillo.

Los skavens paran en su refriega, heridos y cansados, para ver a los nuevos enemigos que los rodean. Arañas de una apariencia mecánica los empezaron a rodear, y cuando se prepararon para el ataque entrante, estos nuevos enemigos son abatidos por tentáculos hechos de un flujo cambiante de magia. Aprovechando la situación, Kalmtrunkz recoge a su compañero y huye, mientras Girak aunque furioso también decide retirarse. Adora voltea hacia atrás para ver como las arañas generadas a su alrededor son aplastadas por manos, extremidades y apéndices volubles que parecen no tener un origen para luego juntarse en una sola masa amorfa que luego se convierte en un ser vagamente humanoide de extrañas proporciones y deformado. Cuando toma forma, su piel resulta un flujo constante que cambia de aspecto y de color y que se deforma en rostros grotescos que no paran de lanzar carcajadas y de burlarse.

De él emana una energía que hace que aquel dolor de cabeza que tanto aqueja a Adora vuelva de una forma tan terrible, tan tortuosa que todo parece deformarse dejándola en un limbo tambaleante en donde solo ve aquellos rostros burlones.

— Adora —, escucha la voz de Light Hope, — Yo… Mara… no… Etheria… lo siento. — dijo Light hope mientras se desvanece y de la imagen holográfica del planeta, empiezan a salir múltiples grietas y mensajes remarcando una palabra en letras rojas ¡ERROR!.

— ¡Light Hope! ¡LIGHT HOPE! —. Clama Adora mientras caminando con perturbadora calma se le acerca aquel emisario de Mystacor que encontró en el bosque hace tiempo ya.

Su cara se deforma, su cuerpo se agranda quedando desnudo frente a ella dejando expuestos sus atributos tanto masculinos como femeninos mientras dos pares de cuernos sobresalen de su cabeza con una mezcla entre divertido como con pena muy despectiva. Adora entiende de pronto que es lo que tiene delante, aquello que ha incitado a los ciudadanos a volverse seres crueles y degenerados.

Así que, a riesgo de ser su último acto en vida, blande con fuerza la hacía aquella entidad delante de ella solo para que la detenga con un simple dedo de su mano, la andrógina entidad empieza a pasar su otra mano por la hoja hasta llegar la piedra rúnica.

— Sería una pena que todo esto se perdiera —, Adora intenta mover la espada mientras grita con una furia tan ciega, tan grotesca e impropia para volver a tomar el control de su arma, la entidad solo sonríe con hastío, — Shhhh —, susurró, mientras una energía purpura recorre su mano directamente hasta la piedra rúnica de la espada.

Fue solo un segundo que se alargó lo que dura un milenio en la ingrata perpetuidad del universo acompañado de su silencio y que lo único que da de vuelta es un crujido y una sensación de desesperanza que se asienta mientras ve una lluvia de fragmentos de acero multicolor cayendo en la firme oscuridad de un último eco de una civilización que no vio su fin acercarse.

Así como llegaron, se fueron. Aquellas entidades que tomaron y deformaron su hogar a su placer la dejaron sola en el vacío del Castillo de Cristal, había vuelto a ser ella. El dolor se fue, el flujo de magia cesó, ya no vio aquellos rostros fluyendo en un mar de irrealidad cruel y engañosa. Solo estaba ella en su miseria, derrotada de rodillas viendo los restos de la Espada de Protección.

Aquello que fue el símbolo de la rebelión contra la Horda, el faro que encendió una nueva luz de esperanza para Etheria, aquello que, aun siendo una mentira, le hizo tener un propósito, le hizo creer en algo y en sí misma por una causa noble y justa yacía rota a escasos centímetros de sus manos.

El Corazón de Etheria se había quedado sin su pieza clave, ya no podría ser usado dejándola ahí pensando en todo y nada al mismo tiempo debatiéndose en todo lo que pudo haber hecho, todas los posibles escenarios en los que convertía a She-ra en lo que realmente era.

Pero el don de ver todas aquellas oportunidades y futuros pertenecía a alguien más y a ella solo le tocaba el pesar y la angustia.