Los personajes de She-ra and the Princesses of Power son propiedad de Nate Stevenson y Dreamworks Animation y las razas y ubicaciones son propiedad de Games WorkShop.


(En colaboración con davidomega59)

Cuando es más fácil reconocer los días de las noches, cuando el viento no arrastra aullidos extraños que llegan hasta más allá de las montañas del norte, cuando Etheria parece que regresa a ser el mundo verde y calmado que siempre fue es cuando la Rebelión se adentra en los entramados cavados en las montañas hasta los valles contaminados del planeta con Bow a la cabeza.

Hay un túnel especialmente largo, creado por él, hasta una zona bastante escondida entre los muchos bosques de Etheria que no ha sido completamente contaminados por la contaminación de Nurgle. Una zona bastante sombría donde esas raíces negras han crecido como venas negras que palpitan como llevando sangre a un corazón oscuro.

El lugar ha tenido que camuflarse haciendo crecer los árboles en forma de una cúpula desigual y chueca, para parecerse lo más posible a la nueva naturaleza de Etheria mientras que por dentro están los pocos hechiceros de Mystacor que huyeron a tiempo de la locura de Adrey y Lila creando conjuros que simulan la luz del día para hacer crecer plantas y vegetales que sirven para la subsistencia de los sobrevivientes.

— ¿Cómo va todo por aquí? —, pregunta Bow mientras se sacude la tierra de encima.

— Muchos están agotados. Diseñe un plan de turno que ayudará a evitar un colapso físico pero no esperes que esos vegetales crezcan rápido… ni normales —. Le responde Izmali, quien es la encargada del lugar.

— ¿A qué te refieres con eso? —. Pregunta Bow un tanto serio.

— Bueno… —, Izamli aleja a Bow del resto de exploradores que le acompañan —, Sé que me dijiste que no tomara riesgos innecesarios pero no lo habría hecho de no ser necesario.

— ¿Qué hiciste? —. Pregunta Bow preocupado.

— No es lo que hice, es lo no he hecho. Los centinelas han detectado movimiento allá afuera, uno muy sospechoso. Y siento constantemente algo, algo que sentí en Mystacor cuando Lila… —. Bow interrumpe a la hechicera antes que los malos recuerdos vengan a su mente.

— De acuerdo, pero ¿qué ha pasado?

— Esa es la cosa. No ha pasado nada. No le ha pasado nada a los centinelas, ni ha habido una aproximación directa pero no quiero descartar nada. Creo que pueden ser los hechiceros —. Dice Izmali casi en susurros.

— ¿Estás segura?

— Completamente. Si fueran los seguidores Nurgle esto habría sido arrasado hace tiempo.

— ¿Seguidores de Nurgle? —, pregunta Bow, — ¿Es el de la enfermedades? —, Izmali no dice nada, solo asiente, — ¿Cómo lo sabes? —, Bow lo había intuido por contexto y sus encuentros entre los adoradores de los dioses pero que alguien lo supiera con tal certeza, — Dijiste que no habías hecho nada.

— Ay, por favor, Bow. Lucharon contra la Horda durante años sin saber siquiera cual era su verdadero fin ni como funcionaba por dentro hasta que apareció Adora. Si no hacemos lo mismo ahora perderemos, y esta vez de verdad —, alega Izmali, — Esto podría marcar la diferencia en algún momento. ¡Tú mejor que nadie debería entenderlo! —. Dice enojada mientras golpea con un libro grueso y pesado el pecho del arquero.

— Me gustaría decir que no me gusta esto, porque de verdad no me gusta, pero… tienes razón —, le devuelve el libro, — Debemos conocer realmente que son estos dioses y que buscan de aquellos que los siguen para evitar que sigan creciendo en número —, le devuelve el libro que tiene una superficie lisa y sin un detalle importante, — ¿Sin nombre?

— Aún no sé como llamarlo. No sé si debería tener nombre. Sería mucha energía oscura en un solo libro, conocimiento que nadie debería saber cuando todo pase.

— O que debería saberse para que no vuelva a pasar —, reconforta Bow tomándole de un hombro y dándole una sonrisa, — Deja que yo me encargue.

(Suena "To Aru Kagaku no Railgun S Soundtrack 1 - #16 Hajimete no Kanji")

Es triste. Triste para los sobrevivientes y refugiados ver como la decadencia y el horror domina el planeta, ver como su hogar se ha deformado en un solo reino lleno de locura y discordancia donde la esperanza parece perderse con cada enfrentamiento fallido, pues cada pequeña derrota es importante mientras la desconfianza y el miedo crece entre aquellos que lograron huir.

Para Bow era muy duro después de todos los esfuerzos, que ahora considera inútiles, para mantener la moral entre sus amigos. Era raro, pero añoraba la época en la que su única preocupación era detener patrullas hordeanas. Se esforzó tanto en que Glimmer y Adora resolvieran sus diferencias, desobedeció órdenes directas de su reina para evitar una catástrofe y una mucho peor ocurrió.

¿Que el planeta explotara con todo el universo de por medio o ver a Etheria ser lo que es? No sabía que era peor. O si era mucho peor que esas fueran sus únicas opciones en aquel entonces.

She-ra se fue. La Espada de Protección fue destruída, Adora aún se aterra cuando empieza a recordar lo que pasó ese día. No da explicaciones claras de lo que pasó, solo menciona dos monstruos y un silbido. El Corazón de Etheria estaba a punto de ser activado y el planeta estaba equilibrado, todas las princesas al máximo de su poder, conectadas unas con otras y cuando todo cesó, cuando los reinos y títulos dejaron de importar, cuando las fronteras y batallas pasadas perdieron sentido también el poder de las princesas se fue.

Mermista, que no ha visto el mar en mucho tiempo, no es capaz de levantar la más mísera gota de agua. Frosta no puede crear un solo carámbano de hielo. Perfuma no puede hacer florecer la semilla de un frijol. Glimmer ya no puede ir de aquí a allá en un resplandor rosado y Adora… Bow teme por la salud mental de la rubia, por lo que no la dejó venir.

Solo Scorpia se mantiene fuerte y decidida en la lucha junto a Entrapta que pide buscar para luego reparar las viejas máquinas de La Horda para enfrentar a sus enemigos. Las princesas marginadas ahora son el pilar fundamental para que los refugiados no busquen el consuelo de los dioses para un futuro mejor, si es que pueden llegar a tener eso con semejantes amos. Sus rayos carmesíes son la chispa que enciende la fe de que la magia de las princesas volverá y librarán la batalla final que les devolverá Etheria.

Procuran siempre que la fe de la gente resida en los demás para que no vaya a lo que habita más allá. Pero Bow teme que esa misma fe se vuelva en su contra, pues fue la perdida de la misma la que orilló a tanta gente a buscar un cruel consuelo en aquellos que le ofrecieron una solución. O al menos eso es lo que dicen.

Mucho se habla y se murmura en esos días. Así es la Noche Eterna, así son Tiempos del Fin, como algunos los llamaban.

Para Bow no es el fin, se niega a creerlo, por más que muchos le digan que se detenga, por más que su mente y cuerpo le supliquen que pare, para él no es el fin. Muchas veces llora en silencio buscando la fuerza para seguir mientras recuerda las mañanas brillantes después de haber tenido pijamada con sus amigas la noche anterior. Tiempos dorados, un pasado mejor.

Afuera todo tiene ojos observando, siempre hay oídos escuchando y siempre hay bocas murmurando, riendo, gritando e informando. En un ambiente donde todo cambia y la sangre corre sin control muchas ocasiones. Es difícil saber qué es cada cosa en realidad cuando todo es un potencial peligro.

Muchas veces han tenido que huir de la compañía traidora de Guardias de Luna Brillante que de cuando en cuando salen de cacería. Una cacería en particular, una cacería donde no cortan y machacan todo a su paso, sino que buscan y esperan pacientemente a que aparezca su preciada presa: Glimmer.

Cada vez que hablan se refieren a ella como "Su Majestad", mofándose de todo lo que ha perdido y muchas veces ha tenido que escuchar los horrores que le harían a su amiga si le llegan a poner las manos encima, por esa misma razón no avisa cuando va a salir para que no insista en ir. Aquellos que las han escuchado hablar en acto de complicidad tampoco le dicen nada a Glimmer. No se dice, menos en su presencia, pero tenían que darles razón, Glimmer es una líder pero ya no es la reina.

Cada paso fuera de las consideradas zonas seguras hace que a cualquiera le recorra un escalofrío por la espina dorsal y un sudor frío cubriendo su frente. No se toca nada, no habla en voz alta, se viaja ligero siempre y los ojos bien abiertos. Si pudieran ni pisarían el suelo pues aún recuerda con horror cuando uno de sus acompañantes fue devorado por completo cuando una boca se abrió bajo sus pies.

No hay ruido, no hay lamentos, no hay risas maliciosas ni cacareos, el aroma a azufre no está presente y todo parece incómodamente tranquilo, lo que causa más ansiedad entre la pequeña patrulla de apenas seis personas. Ya estaban a al menos unos quinientos metros de la cúpula y se quedaron quietos. Miraron para todos lados sin encontrar nada, ni ver nada sospechoso hasta que alguien proveniente de la ahora podrida Plumeria ve algo posado en un árbol.

Te veo. Veo el pavor que intentas esconder tratando de hacer actos de valor. Te oigo. Oigo el palpitar de agitado de tu corazón por las dudas sobre lo que debes hacer mientras escuchas mi voz. Te siento. Siento el miedo que ensombrece tus días y te hace sentir pequeño. Puedo darte lo que necesitas, te espero aquí en la frontera que separa al mundo de su estado con el cambio total. El cambio que buscas, el cambio que necesitas. Una voz profunda e hipnotizante habla en su mente mientras se queda ahí parado sin mover ni hacer nada mientras un par de ojos de vibrantes colores lo observan desde aquel árbol.

Una cuerda se tensa, le sigue un silbido y una flecha atraviesa a esa cosa con forma de ave que cae. El ave se retuerce y regurgita algún líquido extraño, espeso y humeante mientras se retuerce y crece en tamaño hasta que se convierte en algo largo, emplumado y, más importante aún, muerto.

— Mírame —. Le dice Bow mientras le toma por la cara.

— No me pasó nada. No le dije nada —. Dice el pobre diablo.

— ¿Y qué te dijo? ¿Qué viste?

— Nada, nada. Me habló, me ofreció… cambio —. Dice con voz algo quebrada.

— Solo nosotros hacemos el cambio —, le espetó Bow, — Somos los únicos que podemos cambiar las cosas, siendo nosotros.

— Oye, Bow. Mira esto —. El arquero se acerca a donde lo llamaban y vieron los restos de un mutante con la espalda monstruosamente encorvada.

Su brazo derecho es una tenaza y el otro fue cambiado por tres tentáculos y sus ojos saltones estaban reventados. Su cara está completamente desgarra, hay marcas de mordidas en varias partes y sus entrañas estaban regadas por el lugar y sus miembros inferiores destrozados.

— Parece que pueden defenderse bastante bien —. Dice su acompañante, refiriéndose a los agricultores de La Cúpula.

— Esto no lo hicieron ellos. Parece que lo hizo un animal u otro mutante o… no lo sé —. Responde Bow.

— ¿Un animal? ¿Qué animal podría hacer esto? —. Pregunta alguien.

— Uno muy enojado —. Responde otro más. Bow solo puede ver los restos destrozados.


"No se puede confiar en los dioses. Le dan al hombre todo lo que quiere, incluso cuando se les ruega que se detengan" - Anónimo.


Desde hace un rato lo único que escucha Velshakir es el tintineo de las placas de su armadura que se camufla bastante bien con las raíces negras que día con día crecen por todos lados. Algunas muy rápido y otras no tanto, pero siempre creciendo.

No había podido tantear terrenos por su cuenta pues los saurios o los eslizones siempre estaban sobre ella, observándola, ahora por salir a dar un patrullaje logró apartarse un poco de sus vigilantes y solo descubrió lo obvio. Más y más raíces. Nada que fuera útil de momento, y no lo encontraría si los molestos sangre fría seguían siendo un estorbo. Tienen razón para desconfiar pero que su cabeza siga sobre sus hombros depende de cumplir las órdenes de Malekith.

Desde que los ejércitos salieron del portal a este mundo abandonado por quien sabe que dios tuviera este mundo. Se dividieron en distintas zonas para prepararse y asentarse hasta poder crear sus propias bases permanentes para lo que siguiera.

Los Hombres Lagarto se sumaron a sus hermanos de sangre fría que ya defendían el portal, mientras que los Elfos Silvanos creaban algunas pequeñas bases entre las cercanías mientras trataban de limpiar parte de la corrupción del bosque mientras estuvieran ahí. Los Druchii por otro lado literalmente derribaron algunos árboles y quemaron lo que sea que les molestara entre las raíces y cortezas, ya fuera alguna rata o algo relacionado al caos o una simple criatura que aún no era corrompida, no les importo, solo hacer su campamento y preparar una zona pequeña para sus bestias de guerra y otra para cualquier futuro esclavo que capturaran. Si bien algunos de los guerreros estaban interesados en sus actuales compañeros de los demás grupos, se vieron silenciados por ella misma o por algún Asesino Khaenita encargado a mantener lo más posible esta tregua hasta que ya no fuera necesaria.

Caminó un poco más siempre cuidando sus pasos y marcando bien por donde venía, sería terrible que se perdiera en aquel lugar, pues le parecía increíblemente patético morir completamente loca y deambulando como un ser inconsciente. Algo completamente indigno de alguien como ella.

A paso lento se adentra más en esa flora infernal hasta que entre la maleza maliciosa ve algo que le llama la atención así que acerca y una vez cerca nota lo que es realmente. Una torre, o más bien una atalaya, desgastada, vieja y con raíces empezando a crecer a su alrededor y al tenerla de frente pensó en una cosa.

Es la primera edificación que encuentro luego echa la mirada para atrás y ver que aún podía ver el brillo que emite la puerta, un poco tenue por la distancia, kilómetro y medio al menos.

— No soy alguien que puedas tomar por sorpresa —. Dice la druchii hacia la asrai que se estaba acercando lentamente.

— Sabes que a Tek'un no le gusta que te separes. Los eslizones no se lo tomarían muy bien —. Le recuerda Millhadris a la elfa oscura.

— ¿Sabes lo que de debería preocuparle a ese enano? Sus defensas —, señala Velshakir, — Poner una piedra sobre otra no es una defensa muy eficaz teniendo en cuenta que se supone que protegen la entrada a nuestro mundo. Esto de aquí es lo único que he visto que es más o menos lo que debe hacerse —, dice mientras golpea la superficie de la atalaya, — Hay que revisarla si no está muy dañada hay que usarla o no duraremos mucho.

— ¿Gastar tiempo y recursos en crear edificaciones? No suena algo que nos hará ganar la guerra —. Comenta la elfa silvana.

— Escucha, princesa, yo sé que los tuyos no están muy familiarizados con esto, pero ellos sí —, Velshakir señala a Tek'un que recién llegó, — ¿De qué otro modo han sobrevivido a lo largo de los años? ¿Cómo crees que Naggaroth ha perdurado? Murallas y torres.

El eslizón voltea su vista a la atalaya y recuerda la emboscada por parte de los skavens en medio del bosque y los duros enfrentamientos que han tenido a lo largo del último año. Había escuchado la conversación entre las elfas y la parte en la que la druchii menciona el simplón templo que construyeron alrededor de La Puerta le dejó cierta incomodidad. Fue hecho a modo ritual pues La Puerta fue creada por la magia y poder de la Red Geomántica pero ahora entiende que han estado pasando un riesgo innecesario.

Una incursión exitosa de los seguidores del Caos, un descuido o la intervención directa de los Dioses y podrían despedirse de Lustria y el mundo.

— Tienes razón —, dice el eslizón con un siseo, — Hay otras edificaciones cerca, meros cimientos de edificaciones derribadas.

— Las levantaremos —, afirma Velsahkir, — Esto será nuevo para ustedes —, se dirige a Millhadris, — Pero les recordaré diariamente que ya no están en su bosque, y este bosque está muriendo así que… — Velshakir nota la mueca de desacuerdo en la elfa silvana a lo que solo sonríe sangronamente y voltea a ver al eslizón, — Murallas y torres, lagartija, hay que apresurarse.


— Oye, ¿soy yo o en este lugar hace cada vez menos frío? —, le pregunta Scorpia a Emily a lo que solo le responde con zumbidos y pitidos, — Verdad, pensé que era solo yo pero ya le pregunté a Sea Hawk y a Swift Wind y a ese sujeto que siempre anda con esa masa de metal a todos lados. ¿Será por la época del año? —, Emily vuelve a pitar y silbar, — Si, tienes razón ahora es un poco difícil saber en que época estamos.

Scorpia ríe un poco ante su propio comentario para que esos pensamientos intrusivos que la acosan constantemente vuelven, le agobia lo que pasará, le asusta no estar haciendo lo suficiente y se decepciona de sí misma al creer que todos piensan que lo está arruinando. Todo eso se calma cuando se pasea por los fríos (ahora no tanto) del palacio de Frosta.

Hay momentos en el día en el que sabe que no hay nadie caminando por ahí por lo que es cuando ella aprovecha para meterse por ahí y despejar su mente. Varias veces le ha dicho a Entrapta que la acompañe pero está siempre ocupada con las máquinas que ayudan a la defensa. Era una lástima, no había podido hablar mucho con ella desde que descubrió que estaba bien y su reencuentro no fue como hubiera esperado.

Obviamente Scorpia le dio el abrazo más fuerte que hubiera dado a cualquiera y ella se lo devolvió pero su pequeño momento fue interrumpido por los reclamos de Adora y Glimmer acusándose de cosas. Recordaba que Adora parecía haber visto un fantasma o algo terrible y fue en esa discusión donde todos descubrieron la horrible verdad: She-ra se fue.

Adora dijo que en un intento de detener el Corazón de Etheria la espada se rompió. Todo quedó ahí pero le llamaba la atención que cuando lo dijo solamente dijo que "La espada se rompió" ¿Ella la rompió? ¿Se rompió sola o pasó algo más?

— No, no, no, no, no —, se golpea mentalmente por estar pensando cosas que no debería, — Lo que haya pasado, pasó, hay que concentrarnos en el hoy y lo que haremos mañana. ¿Verdad Emily?

El robot pita un poco.

— ¿Cómo que perdidas? —, Emily vuelve a hacer sonidos, — Noooo, no estamos perdidas. Ya hemos pasado por aquí cientos de veces, si seguimos aquí recto llegaremos a… — No recordaba que este pasillo doblara a la izquierda, — Amm… tal vez estoy un poco desorientada pero no estamos perdidas. Verás que si seguimos ese pasillo llegaremos al salón principal —, Emily da un pitido burlón, — Sabes, tenemos que hablar de tu actitud uno de estos días.

Siguiendo, no muy segura, por el pasillo que dobla a la izquierda la escorpión y la robot siguieron todo el pasillo que parecía no acabarse.

— Vaya, este pasillo definitivamente no es… como lo recuerdo. ¿Habrán remodelado? —, Scorpia vio el arco de una puerta donde veía una pequeña sombra proyectándose, — Si, remodelaron bastante.

Llegando al umbral de la entrada se asoma un poco. Ve que la luz es viene de un par de lámparas blancas colocadas lado a lado de una orilla al final de una rampa donde una pequeña figura observa un gran pedazo de cristal en forma de estrella de un color azul oscuro.

— Oh, hola, amiguita. ¿Cómo… cómo te va? —, saluda Scorpia a Frosta. La menor solo se voltea lo suficiente para verla de reojo pero no le devuelve el saludo, — Vaya, así que es aquí donde vienes cuando no… estás en otro lado —, Frosta sigue sin hablar, Scorpia y Emily intercambian miradas, — ¿Esa es tu Piedra Rúnica? Wow, es muy…

— Era —, responde por fin la menor, — Era mi Piedra Rúnica. Siempre me costó comprender como funcionaba su poder y cuando por fin lo hice ya no la sentí. Mi reino siempre estuvo a salvo mientras el Cristal de Invierno irradiara su luz, y ahora ya no está. Al igual que las otras piedras.

— Mira, sé que perder tu conexión con tu piedra es duro, pero…

— ¿Duro? ¿Crees que solo es "duro"? Era la fuente de nuestro poder. MI poder. Y sin él soy solo una niña. Soy la princesa del reino más grande fuera de Luna Brillante, fui coronada a los ocho años y he protegido mi reino contra todo lo que se le ha venido encima. Que mi Piedra Rúnica ya no sirva significa que yo… ya no soy nada —. Se lamenta Frosta.

— ¿Pero de qué estás…? Está mal que lo haga pero ¿acaso me has visto? Yo no tuve contacto con mi Piedra Rúnica hasta hace muy poco y mira lo que hice. Me convertí en Capitana de la Fuerza, lideré operaciones de gran importancia para La Horda y he logrado sobreponerme con buena cara a todo —, alienta Scorpia, — Bueno casi todo. Y desde que llegué con ustedes he visto que todos somos fuertes a nuestro modo. Yo no tuve poder hasta que ya crecí y eso no me impidió ser más de lo que me dijeron.

La calidez en la sonrisa de Scorpia le hizo sentir un calor reconfortante en el pecho, una sensación que le recordaba a esas pocas memorias que tiene sobre sus padres y que traía de vez en cuando para insuflarse valor cuando las cosas se ponían feas. Scorpia era la única que aún mantenía sus poderes, por alguna razón, y fuera su intención o no, le había hecho entender que o podía quedarse lamentándose por haber perdido su magia o mover el trasero y hacer algo más que aferrarse a su título de princesa.


(Suena "In the Woods Somewhere - Hozier")

El deseo circunstancial desaparece en un suspiro, los deseos impulsados por los anhelos más profundos del alma llevan a cualquiera a puntos impensables para ser saciados, inspiran a ir más allá de lo que el cuerpo y la mente son capaces de ir para ser logrados y ser algo más, cambiar y volverse realidad.

Ahora, cuando los límites de la realidad casi fueron borrados y el deseo se confunde con el exceso es difícil decir que lo que le impulsa a seguir es el deseo de vivir o es el puro instinto heredado de su raza ahora desaparecida lo que la hacía avanzar.

O bueno, si es que se podría decir que avanzaba. Para Catra lo único que había delante de ella es un camino interminable de cosas mutadas, torcidas, corruptas y despojadas de algún valor que cualquier ser civilizado podría apreciar. Una línea recta llena de… caos.

O a veces sentía que simplemente daba vueltas por el mismo lugar por días hasta que encontrara algún otro sendero que la llevara a algo diferente, algo mejor. Una fútil esperanza en un planeta reclamado por fuerzas despiadadas que pudieron arrasar con el mismo sin ningún problema. Ella lo sabe. Es la única que lo sabe, porque lo siente. Porque los ha visto y ellos la vieron, ahora lo comprendía, y creía que aún lo hacían y se regocijaban de su miseria así como los tributos de sus crueles seguidores.

Las heridas y golpes que Tung Lashor le propinó en las últimas horas de La Horda aún dolían y más aún cuando las recordaba. Recuerda el abismo al que se precipitó y la mirada de Scorpia cerca de lo que creyó su final, cuando despertó solo sintió muerte cerca de ella; serpientes acechándola y una sensación de sangre manchando sus manos y un cuerno llamando a la batalla.

Había perdido.

Perdió la guerra. Perdió a La Horda. Perdió su título. Perdió.

Y así como las veces anteriores, se levantó y echó a andar sin poner la vista atrás. Los primeros días fueron terribles. Tener que recorrer ese abismo por donde corre el río de polución desde la Zona de Terror hasta la entrada de los Bosques Susurrantes con la constante sensación de que podría ser descubierta en cualquier momento la hacía estar siempre alerta.

Cuando entró a los bosques la cosa no era mejor pues se encontró de frente con lo que sus malas decisiones habían provocado. Cuerpos de soldados hordeanos expuestos como trofeos de caza, despedazados, mutilados y ultrajados de formas horrorosas. Destino que ella misma estuvo a punto de correr varias veces en esos primeros días. Los cortes, los golpes, las habladurías profanas sobre lo que le harían nunca los olvidará así como tampoco la forma en la que les tuvo que dar muerte para poder huir.

Los primeros días en la nueva Etheria fueron eso; huir. Ya no era la Capitana de la Fuerza, solo era Catra, el sacrificio para los dioses. Y sobrevivió.

Sobrevivió a los embates de los guerreros del Dios de la Sangre. Eludió las trampas mágicas de los hechiceros del Que Cambia las Cosas. Amargó la jovialidad de los corruptores y esparcidores de plaga y apagó los frenesís carnales de los hedonistas del Príncipe Oscuro y todo sin más armas que sus propias manos y sus garras.

Quiso sentir lástima pues solo eran personas que sucumbieron a poderes incomprensibles pero con cada vida que segaba pero solo sentía alivio de no ser una víctima más. Una gota más en un mar de sangre.

Cuando se dio cuenta ya había pasado un mes sobreviviendo día a día. Cada amanecer era una victoria y cada bocado de comida que encontraba era su recompensa. Por los informes que recibía en La Horda reconoció que estaba atravesando Plumeria, completamente despojada de su verdor y sus flores desprendiendo su aroma. Solo un terreno musgoso y carente de belleza hasta que llegó a las montañas.

Las escaló y se perdió en sus entramados viendo a las estrellas por la noche mientras veía desde la alturas la gloria robada de un mundo fértil, un mundo que pudo ser suyo, un mundo que por un breve momento estuvo en la palma de su mano. Catra pronto entendió que pensar de esa forma y glorificar su pasado la haría querer reconstruirlo, lo que la haría cometer los mismo errores.

Nunca más.

Sola, con poca comida y escasa agua fue más allá de la cadena montañosa de donde en un punto del trayecto pudo vislumbrar Luna Brillante, su objetivo final ahora rodeada por una masa de agua. Volvió a los bosques y pasó rápidamente a los valles donde tuvo que enfrentar de cuando en cuando a los inmundos demonios de piel costrosa cuyos órganos colgaban y que cantaban alegremente mientras las moscas los rodean.

Fue en esos valles donde experimentó un resquicio de paz. Una paz tan anhelada para su atormentada mente que la impulsaba a seguir por razones desconocidas. Solo era ella y las planicies que parecían infinitas, como si fuera el único lugar del planeta que no fue tocada por la ruinosa mancha del caos. Ahí caminó y caminó. Un punto solitario adentrándose en un paraje misterioso y tranquilo. Un eco de una majestuosidad perdida.

Un día llegó al mar y ahí en la arena se sentó. Miró al horizonte y soñó con los ojos abiertos. Soñó con una embarcación que aparecía en el poniente y la llevaba más allá del mar salado, que montaba vuelo y surcaban las estrellas, que la luz de nuevos y distantes soles la bañaban con su calidez y respiraba con paz al haber escapado a la locura y el horror.

Eso era lo único que tenía y nadie, ni siquiera los dioses se lo quitarían.

Camino por las desoladas costas con la brisa marina y las olas como compañía. Caminó y caminó, hasta en las noches más frías y en los confusos días donde los cielos se convulsionaban con una magia tan terrible y atroz que deformaban la realidad confundiendo el día con la noche. Odiaba el agua y aún así dejó que el mar mojara sus doloridos y cansados pies.

Un pequeño confort para la errante que camina en el borde, allí donde parecía que era el fin del mundo.

Viajó por toda la costa occidental donde el Desierto Carmesí conocía el mar, allí donde encontró los restos de algunos barcos hordeanos, aquellos que partieron a la conquista de Las Salinas. Bordeó toda la frontera del desierto y se mantuvo al margen hasta que regresó a los Bosques Susurrantes desde otro punto.

Ya no sabía si iba al norte o hacia el este. No sabía si habían pasado unos días o varios años y ni siquiera importaba, solo le importaba sobrevivir y eso hizo al menos al principio. Le era curioso, pues aún ahora que el planeta era lentamente corrompido experimentó una paz tan profunda como nunca antes la había sentido y esas largas horas con su soledad la hizo reflexionar sobre tantas cosas. Sobre lo que hizo, sobre lo que hacía y sobre lo que debía hacer.

No importaba si fue de la Horda o la Rebelión, todos ahora eran presas.

Entre los árboles retorcidos y las raíces negras que crecían a su alrededor vio un símbolo. Un símbolo que traía terror y desesperanza a todo aquel que lo veía. El símbolo rojo de La Horda. Una base derruida y saqueada.

Se metió buscando provisiones y armas. Pero estaba oscuro y ella muy cansada, así que buscó un rincón en lo más profundo de la base y ahí se quedó hasta que se sintiera renovada.

— Espero que haya un mañana —. Se dijo y durmió, y soñó. ¿Cuál era el sueño? No lo recordaría, como muchas otras veces. Pero a veces no soñar nada, era mejor que las pesadillas que le recordaban lo que ya sabia que cubría el mundo.