Capítulo 2

"—Mi amigo y yo acabábamos de… —el chico en la camilla del hospital detuvo su explicación y jadeó— no puedo recordarlo. De pronto sentí el golpe y… todo el cuerpo me dolía, me dolía tanto que ya no supe qué pasó después, como si me hubiera dormido y… ya estaba aquí, pero… ¿Cómo está Stuart?"

La pregunta que hizo al micrófono que le acercaron quedó inconclusa. En realidad, la imagen se congeló y el recuadro pasó a segundo plano, quedando el rostro mortificado de Catherin Mulligan de frente al hospital de Royal Woods.

—Esta fue la declaración que hizo esta mañana el joven Zach O'Nill de trece años tras recuperar el conocimiento y después de la segunda cirugía que atravesó a causa de su columna. Mientras tanto el joven Stuart Denver continúa sin salir del coma, siendo su situación aún delicada a cinco días del incidente en que estos dos jóvenes inocentes sufrieron a manos de una persona desalmada cuya identidad lamentablemente aún las autoridades no tienen pistas.

Lincoln apagó el televisor harto de escuchar las sandeces de la reportera. Aún recordaba las disculpas que ella tuvo que ofrecer a la mañana siguiente que notificara la noticia de los chicos atropellados, mostrándose exageradamente avergonzada pidiendo disculpas, más que a los televidentes, a la familia del muchacho mayor por haber anunciado su muerte, cuando en realidad sólo había perdido sus signos vitales por cosa de segundos, así como algo de actividad cerebral por un espacio mucho mayor. Suspirando, tomó su mochila del sillón con la intención de irse a la escuela.

—¿Inocentes? —murmuró para sí mismo—. Las pequeñas mierdecillas eran todo menos inocentes. Estoy seguro de que ese imbécil se acordaba bastante bien de lo que con el otro le hicieron a Meli.

Paró su tren de pensamientos sintiéndose desconcertado una vez más como le había venido ocurriendo durante la semana, era la culpa en sí la que lo fastidiaba, no por haberles pasado su auto encima a esos dos … si no por no haber hecho bien el trabajo dejándolos con vida.

El que sus caras salieran en televisión le preocupó bastante. Se había imaginado un escenario donde desde su casa, Meli miraba los rostros de ambos chicos en las noticias reconociéndolos, entonces los acusaría con sus padres por haber intentado probablemente abusar de ella, de no haber sido por el hermano de su amiga Lola, ese que de pronto se apareció en su coche asustando a los chicos… y que por tanto quizás tenía una causa para querer hacerles daño, todo eso justo a menos de una hora antes del suceso. Pero eso nunca ocurrió.

—Lola, ¿ya estás lista?

Aún tenía poco más de una hora de tiempo a su favor para llegar a su primera clase, contrario a Lola que le quedaban menos de treinta minutos.

—Ya casi lo estamos —Lucy le respondió.

—Al menos yo ya lo estoy, Linc.

Lincoln estaba por señalarles tanto a Lucy como a Lana que ninguna de ellas tenía "Lola" por segundo nombre, por lo que estaba de más que le respondieran una pregunta que no les hizo.

—Ya estoy lista, Linky.

Lola sin saberlo con su presencia apartó la irritación del muchacho por las chicas, sólo para sustituirla con pensamientos incluso peores. La sonrisa de Lincoln se pronunció al ver la ligera blusa rosa celeste que llevaba y le hacía juego con la minifalda roja claro.

—¡Vaya, Lola! Te ves bastante bien.

—Gracias, Linky. Perdona la demora. Estaba ayudándole a Lisa a arreglar a Lily.

La pequeña de ocho años apareció llevada de la mano de su hermana mayor inmediata. Vestía una blusa negra, con un chaleco sin mangas morado al igual que la falda haciéndole juego. Su rubia cabellera la tenía sujeta con un curioso arreglo que le dejaba un mechón de lado proyectado hacia arriba.

—¿Te gusta mi cabello, Linc?

Lincoln enarcó una ceja al detectar lo que interpretó en la niña como un intento de coquetería. Lisa la reprendió para enseguida disculparse con él.

—Lamento eso, hermano. No sé qué ha estado viendo en la televisión que la tiene tan mal influenciada… o de quién a copiado ciertos comportamientos aún inapropiados en una infante.

Le dedicó una mala cara acusatoria a Lola quien se encogió de hombros.

—Sólo es una fase, Lisa. Ya se le pasará.

Y como la princesa que se sentía, aún si ya no usara tiaras ni vestidos infantiles largos y abombados, pasó de largo a Lisa con andares altivos. Lucy suspiró siguiéndola. A Lincoln le resultaba curioso el que su hermana gótica adolescente de quince años usara pantalones como Lana, siendo que más joven fue también de faldas y vestidos, mientras que Lisa aunque considerara a Lola una mala modelo a seguir, desde hacía un par de años le había dado por usar más faldas que pantalones, algo que de cierta manera alegraba a Lincoln. Lisa tendría once y quizás no era muy bonita, debido a su escaso interés por arreglarse el cabello o sus gruesos anteojos, pero se le estaban formando unas piernas muy bonitas como podía apreciarlas en ese momento en que con la mirada siguió a sus hermanas por atrás, aunque por supuesto de entre todas como el oro sobre la plata, Lola destacaba con sus andares coquetos ladeando sus esculturales caderas.

—¡Qué bueno que los alcanzo, campeón!

Su padre, el señor Loud, había aparecido casi corriendo y llevando una lonchera.

—Olvidé ponerle su almuerzo en la mochila a Lily. Se bueno y entrégaselo, hijo.

—Por supuesto, papá. No hay problema.

Lincoln se dio la vuelta, cuando el hombre le puso una mano sobre el hombro.

—Y de verdad muchas gracias por apoyarnos a tu madre y a mí con el traslado de tus hermanas.

—Seguro. Para mí es un placer.

Y vaya que resultaba todo un placer, en especial al tener a Lola de copiloto, lo que le permitía mirarle las piernas sin que ella se diera cuenta de esto por estar revisando su celular de manera distraída, mientras tanto las demás irían como de costumbre algo apretujadas en la parte trasera.


Durante el trayecto al frenar en un alto, Lisa que había intentado acomodarse mejor en su asiento entre las chicas, se ladeó y casi se cae de no haberse apoyado a tiempo sobre Lucy. Cuando Lincoln miró lo que ocurría por el espejo retrovisor, alcanzó a ver bajo la falda de la genio muy brevemente con agrado.

"¡Tiene once, maldito enfermo!" se reprendía cuando sus pensamientos lo traicionaban. Volteó a un lado y entonces miró a Lola que en ese momento cruzó sus piernas antes rectas y juntas. Su conciencia se mantuvo en silencio, por lo que continuó observándola de reojo hasta que el semáforo se puso en verde.

—Entonces, chicas, ¿planean hacer algo el fin de semana?

Aunque ya no era tan común que Lincoln se mostrara interesado en abrir de aquella manera alguna conversación con ellas, igual ninguna vio extraño el hecho.

Lana se tomó su tiempo detallando los cuidados que iría a realizarle a algunos de los animales de granja de Liam que estaban recuperándose de una infección que les produjo un alimento que les llegó en mal estado, Lucy musitó algo de un servicio funerario que tenía a causa del perro del profesor de química, de manera que no parecía muy convencida de realizarlo, después de todo la mitad de su clase estaba disgustada con el profesor y aunque la paga era buena, no querían que pensara que buscaba su preferencia o hacerle un favor y quedar como una traidora ante los demás.

—*Suspiro*. Eso me deja en un serio dilema moral y social. ¿Ustedes qué opinan?

Lucy miró con especial interés a su hermano para que le diese una respuesta inclinándose al frente detrás de él en el asiento, por ser él de quien más respetaba su manera de pensar y actuar. Cuando Lincoln les preguntó sobre qué harían, en realidad únicamente le interesaba lo que Lola haría, siendo indiferente al resto, pero se había puesto listo previniéndose al no excluirlas, a riesgo de verse sospechoso su interés por Lola.

—Yo lo haría si con eso obtengo dinero seguro. Y si alguien después me dice algo, le dejo muy en claro que es por el dinero que lo hice, y si no me lo van a dar ellos, entonces les replico que no se metan con el modo en que lo consigo.

Lucy pareció razonar aquello encontrándole sentido. Ella regresó a su lugar y Lincoln le preguntó a su copiloto.

—¿Y qué hay de ti, Lola?

Sin apartar la vista de su celular como hasta ahora, le respondió.

—Francamente y sin importarme cuanto fuese a ganar no lo haría. Lo último que querría es que la clase me viese fraternizar con el enemigo, en especial si se trata de un profesor. Eso podría traerte graves consecuencias sociales con la clase, Lucy.

Lincoln trató de mantener su sonrisa con cierto esfuerzo.

—Eso… es otro punto a considerar, supongo. Pero me refería a qué vas a hacer tú el fin de semana.

Lily tomó la palabra.

—¡Me daré un maratón con el nuevo videojuego de Pokémon!

—¿Le versión chocolate que te compró papá?

—¡Esa misma, Lisa! ¿Y tú?

Lola continuó mirando su celular para irritación de Lincoln, que se estaba comenzando a cuestionar seriamente qué tan mal y obvio se vería si sólo invitara de una vez por todas a Lola a salir con él el fin de semana a donde ella quisiera.

—Tendré una cita con James.

La noticia fue tan impresionante que Lincoln creyó que los tímpanos se le iban a romper ante el agudo chillido colectivo que todas sus hermanas emitieron mirando a Lisa impresionadas, hasta Lola finalmente dejó de lado su teléfono para volverse hacia atrás y verla incrédula.

—¿Es en serio? ¿Tú vas a tener una cita?

La incomodidad de Lisa era bastante notoria. Sonrojada les increpó.

—¿Qué les sorprende tanto? Soy una chica después de todo atravesando su preadolescencia, por lo que esta clase de interacciones deberían de ser tan comunes en mí como lo fueron con ustedes. —Con cierta acusación parecía decírselo principalmente a Lola y a Lucy.

—No puedes culparnos por sorprendernos siendo que esto no tiene nada de común contigo —Lola la refutó—. ¿Quién es el tal James de todas maneras?

Lincoln también estaba interesado en saberlo. Después de todo, su consciente malsano interés por Lola no lo volvía un completo desobligado ante el cuidado del resto de sus hermanas.

—Un chico que está en el club de robótica conmigo. No es que me guste mucho, pero parecía que llevaba semanas tratando de pedirme salir y… no lo sé. Supongo que es guapo y… lindo a su manera, además que sentí una descortesía tras el esfuerzo que empleó al pedírmelo el decirle sencillamente que no.

Lana y Lily continuaron festejando a Lisa, mientras que Lucy perdió pronto el interés al igual que Lincoln al no ver peligro en que la pareja de su hermana fuese un nerd que tardó tanto en pedirle algo tan sencillo como una cita. Lola pareció pensar algo similar por lo que agregó a continuación molestando a Lisa.

—Bueno, supongo que peor es nada en tu caso y debes de conformarte con lo que se presente.

Todas las chicas la vieron de mala manera, incluso Lincoln se cuestionó si reprenderla afectaría sus posibilidades de que aceptara la invitación que le haría. La aludida se encogió de hombros ante la reacción.

—¿Qué? No es mi culpa que tendré mejor suerte el sábado cuando salga con Winston a diferencia de ella, ¿no lo crees, Linky?

Pero no obtuvo el apoyo de su Linky, cuyo ceño se frunció luciendo verdaderamente molesto, lo que la hizo suspirar y dirigirse a Lisa al ver que hasta a él le molestó lo que a ella le parecía una observación constructiva.

—¡Bueno, ya! Lo lamento, Lisa. No me hagas caso. De corazón espero que te diviertas mucho en tu cita.

La castaña de once años asintió aceptando la disculpa.

—Gracias, Lola. Igualmente espero que te la pases bien con Winston.

Una sonrisa ligeramente lasciva se formó en la expresión de la rubia antes de recomponerse.

—Da por hecho que lo haré.

—¡Lincoln, te pasaste una calle!

De forma brusca el muchacho frenó al darse cuenta de que en efecto habían dejado una calle atrás la secundaria de Royal Woods. El grupo se ladeó de frente y miraron con reproche al muchacho.

—¡Cielos, Lincoln! ¡Presta más atención al camino!

La reprimenda de Lola le dolió más que las miradas molestas de las chicas. Musitó un "lo siento" entre dientes antes de orillarse para que desde ahí Lisa y Lily bajaran para irse hacia la escuela.

Afortunadamente para Lincoln el trayecto que había de ahí hacia la secundaria era más corto, por lo que no tuvo que emplear mucho tiempo en pretender que todo estaba bien y así poder disimular su frustración.


Lucy no perdió tiempo en alejarse de sus hermanos tan pronto Lincoln estacionó el auto.

Lola no tardó en ser rodeada por su acostumbrado séquito de amigas para saludarla tal cual la princesa de la escuela parecía ser, no sólo de ellas, sino también de varias chicas y chicos aparte de quienes sin querer llamaba su atención para disgusto de Lincoln.

Después de saludar a Lola, Meli tímidamente se acercó al chico, de cierta manera con cautela, lo que atrajo la atención de este al instante.

—Ah… hola, Meli. ¿Te sucede algo?

Nervioso, supuso que le susurraría un "sé lo que hiciste y te voy a acusar", o algo parecido, pero todo lo que la adolescente latina hizo fue entregarle una bolsa de regalo pequeña para irse enseguida apresurada con el rostro encendido, no con el grupo, sino directamente hacia el interior de la escuela.

Lincoln parecía confundido por su comportamiento. ¿Acaso la bolsa contendría alguna evidencia incriminatoria para dejarle una advertencia?

La acción de Meli no pasó desapercibida para algunas de las chicas presentes, lo que las hizo reír hasta que con una dura mirada Lola las silenció, entonces sin borrar el enfado de su expresión se apartó de ellas para dirigirse hacia su hermano. De pronto Lincoln con horror supuso: "¡No sólo es que Meli lo sabe! ¡Se lo contó a Lola!".

Ya de frente y asomando medio metro en el auto por el lado del copiloto para hablar en privado con su hermano dentro de lo posible, le increpó.

—No soy tonta y sé que vas a rechazarla, no tienes otra opción que no te meta en problemas, pero más te vale que lo hagas con tacto. Si le rompes el corazón tienes mi promesa que te patearé el trasero tan fuerte que vas a extrañar los "cariños" de Lynn.

La dureza de sus palabras le hizo saber a Lincoln que no estaba jugando y hablaba demasiado en serio, también por supuesto comprendió la insinuación acerca de lo que le ocurría a Meli. Su vista de reojo notó bajo el escote de la blusa de Lola sus incipientes pechos nacientes, lo que le relajó.

—Nunca haría nada que pudiera lastimar a tus amigas de forma intencional.

Lola pareció relajarse. Miró a los lados como asegurándose de que nadie le estaba prestando atención en ese momento, entonces se inclinó y besó la mejilla de su hermano.

—Lo sé. Perdón si soy dura, pero me preocupo mucho por mis amigas, en especial las que son más cercanas a mí como tú te preocupas por mí y las demás. Por cierto, de nuevo gracias por traernos entre todo lo demás que has hecho por mí, Linky.

El chico le sonrió dándose la libertad para peinarle un mechón de pelo que se le había escapado del arreglo en su cabello.

—Sabes que siempre podrás confiar en mí, Lola.

Ella le sonrió dulcemente de un modo en que lo derritió por dentro y se retiró. Lincoln más tranquilo y de cierta manera optimista la siguió con la mirada cuando… Winston que acababa de llegar se apareció haciendo que la expresión de Lola se volviera una de ensueño, quizás no muy distinta a la que Lincoln había puesto con ella, entonces juntos se marcharon hacia su salón tomados de la mano.

Lincoln gimió y no fue sino hasta el llamado de la campana que todos entraron a la escuela, cuando con furia golpeó el volante de su auto. Un jardinero alzó la mirada y Lincoln le sonrió haciéndose el desentendido.

Dos cuadras más adelante y camino a su escuela, se detuvo un momento para abrir la bolsa de regalo que Meli le entregó comprobando que más acertada había sido su hermana que él en sus suposiciones.

Adentro había una cajita de bombones en forma de corazón cubiertos con chocolate, la pequeña nota adjunta solo tenía escrito un "Me gustas".

El muchacho suspiró aliviado por un momento, al menos hasta que se cuestionó qué tantos problemas podría traerle el andar con una chica de trece, seguro menos de los que supondría estar con una de trece que encima fuese su hermana. Por supuesto que tal vez sus padres, aunque furiosos, serían más benevolentes que los de Meli, los cuales seguramente lo reportarían con la policía si el asunto no les parecía.

—Esos son problemas en los que prefiero no meterme.

Suspiró resignado. Suficiente tenía con la posibilidad de que lo arrestaran en cualquier momento por intento de homicidio. Meli era bonita, pero no valía el riesgo que a eso se le sumara estupro también.

Al menos ella no.

El asunto con Lola era muy aparte. Ella no sólo le agradeció por llevarlas de nuevo a la escuela, sino también las atenciones que había estado teniendo con ella últimamente. Pequeños detalles como algún caramelo, regalos menores, ofrecerse ayudarle con sus actividades en casa o escolares incluso. Se había convertido en un hermano modelo como cuando niño solía hacerlo con todas las chicas.

Para no levantar sospechas, había intentado actuar de la misma manera con el resto de sus hermanas, pero su preferencia en ocasiones era bastante obvia, siendo que con Lola no ponía objeciones que muchas veces sí hacía con las demás.

Ni siquiera estaba del todo seguro qué tanto quería llegar con su hermanita, pero estaba convencido que por lo menos él tenía más derecho sobre ella que el tal Winston, ese miserable mocoso pedante que se creía con el derecho de andar con Lola sin siquiera haber hecho los suficientes puntos con ella a diferencia de él. De alguna manera tenía que quitarlo de la ecuación para tener más libertad con Lola, pero ¿cómo?

Como de costumbre y de camino a la escuela, pasó frente al hospital donde estaban todavía internados los chicos que atropelló. Una señal de alto lo obligó a detenerse y como sucedía siempre al hacerlo, miró hacia aquel lugar preguntándose qué habría cambiado si hubiese enviado a esas dos basuras directamente al panteón.

Había tenido dos fantasías muy recurrentes desde entonces. La primera y la más común por las noches, cuando buscaba maneras de postergar los momentos con Lola después de que ella se ponía su camisón para dormir, eran escenarios imposibles donde ella le pedía dormir con él como cuando niños, entonces ya en la cama de forma inesperada entre ambos sucedían… "cosas". La segunda era cuando fingiendo ser un primo de los chicos que atacaron a Meli, se colaba a las habitaciones de los muchachos para despertarlos, hacer que lo vieran y fueran conscientes de su lento deceso al apagar los aparatos que los mantenían con vida, o simplemente tomar sus almohadas y colocarlas en sus caras mientras él se reía conforme la vida los abandonaba.

Por supuesto nunca haría algo tan riesgoso como eso, donde seguramente no tendría tanta suerte y la cosa acabaría con él saliendo del hospital esposado y enfrentando cargos por homicidio en primer grado.

De cualquier manera, por primera vez en mucho no pensó en los chicos, que su odio ahora estaba concentrado en Winston.

No es que ahora le diera por fantasear el pasarle el coche encima de la cara. Por supuesto que no.

A ese chico no se la pondría tan fácil. Con él buscaría divertirse de maneras más creativas para que entendiera por qué había sido una pésima idea el siquiera dirigirle la palabra a Lola.


Lincoln consideró que tenía nuevos motivos para odiar al estúpido Winston más allá de lo que lo hacía ya. Por tener al maldito mocoso en su cabeza durante todo el día, de forma repetida le llamaron la atención por estar distraído quedando mal frente a su grupo al ignorar lo que le habían preguntado cuando le pedían su participación en clases.

—¿Estás bien, Lincoln? —Clyde le preguntó durante el receso—. ¿Hay algo que te está molestando?

Por supuesto que lo había, pero estaba claro que no podría compartirle de qué se trataba. Clyde no solamente sería incapaz de comprenderlo, sino que existía la posibilidad que no le fuera tan leal y por precaución le informara a alguna figura de autoridad su situación.

—Lisa saldrá con alguien el sábado y eso me tiene un poco incómodo.

Había razonado que negar que estaba mal sólo lo haría ver más sospechoso, por eso dio esa excusa. A Stella pareció divertirle.

—No te imaginaba tanto como un hermano celoso.

"No tienes ni idea", pensó.

—Qué te puedo decir. Nunca se está lo suficientemente prevenido cuando eres un hermano mayor.

Rusty tras pasarse un bocado de su almuerzo, trató de tranquilizarlo quitándole importancia al tema.

—No tienes que ponerte así, no es que puedan hacer mucho esos dos niños de… ¿nueve o diez años?

—Tienen once.

Tras la corrección de Lincoln, el pelirrojo hizo un gesto preocupado para enseguida decir con naturalidad antes de pegarle otro bocado a su sándwich.

—No pues sí, el chico la va a desvirgar.

—¡Rusty!

Stella lo golpeó en el hombro disgustada.

—¡No seas tan sucio! —se dirigió a Lincoln quien parecía acabar de igualar el color de su piel al de su cabello a causa de la impresión—. Ignóralo Lincoln. Lisa sólo es una niña, además de una muy lista, mucho más que otros —miró una vez más de mala manera a Rusty—. Confía en ella, no es como si fuese una tonta niña de secundaria que piensa más con las hormonas.

Nadie, ni Rusty, agregó algo al respecto pues sabían a qué se estaba refiriendo. El tema era delicado. La prima de Stella les había caído bastante bien cuando en su fiesta de cumpleaños el año pasado se las presentó cuando la visitó para felicitarla desde Atlanta. Para esos momentos debía tener catorce años por lo que el shock también fue para ellos cuando preocupada Stella les compartió la noticia de su embarazo.

La inquietud de Lincoln creció al recordar la forma en que ese rubio idiota miró a Lola cuando la llevó de la mano a la escuela, también el cómo Lola le correspondía actuando como una boba enamorada.

Y el sábado saldrían.

Apenas en dos días.

Y no podía hacer nada para impedirlo.

Cuando terminó de beberse la soda de la lata que tenía, molesto la aplastó con la mano antes de arrojarla al cesto de basura a tres metros de la mesa donde se encontraban.

—Buen tino —Liam lo felicitó—. Por cierto, ya hablé con mis padres y me dijeron que no creen que haya problemas para hacer una fiesta de graduación en el terreno de los Sullivan.

Esto interesó a los chicos.

—¿Es que tú familia ya lo compró finalmente? —Zach le preguntó.

—No. Pero sólo les falta un pago, el cual es seguro lo harán antes de abril, por lo que entonces podremos organizar lo necesario llegado el día. Por lo cual tenemos mucho tiempo de sobra para ir pensando en qué hacer.

Los seis se pusieron a idear algo, por supuesto todos intuyeron que como de costumbre Lincoln podría ser el primero en tener una buena idea que podrían emplear como base, pero este todavía algo distraído a causa de… "Lisa", concluyó.

—Creo que antes de pensar en algo, primero tendríamos que ver el terreno, por lo que no nos queda más que esperar a que los Sullivan desocupen el lugar para ir a verlo.

—En realidad ya lo desocuparon —Liam les avisó—. Se fueron desde el viernes pasado, pero de cualquier modo por ahora no podemos ir a la granja, por lo menos no a la casa o al granero hasta que lo fumiguen. La propiedad completa sigue infestada de pulgas y chinches y el servicio que prometieron contratar para encargarse de todo tardará por lo menos otra semana.

El grupo tembló al recordar el escándalo de los animales muertos y enfermos a causa de la negligencia de los Sullivan. La noticia había causado revuelo e indignación en todo el pueblo, por lo que lo mejor que pudo hacer el propietario tras conseguir liberarse de la prisión pagando las multas y su fianza, fue vender todo y marcharse de Royal Woods.

Aunque indignados por las atrocidades que se enteraron el sujeto cometió contra sus animales por su descuido y falta de cuidado, lo cierto es que toda la propiedad de este dejó a los Hunnicut más que satisfechos por la ganga que resultó el comprarla por apenas casi la mitad de su precio real.

Stella se mantuvo optimista.

—Bien. Liam, apenas te enteres que ya es seguro entrar a ese sitio, nos avisas para poder ir y así ya planear con anticipación la fiesta de graduación.

Rusty asintió mostrándose de acuerdo con ella.

—¡No cabe duda de que nos volveremos los reyes de la escuela si hacemos memorable el día cuando llegue!

Los chicos chocaron entusiasmados sus manos, sin importarles que algunos a su alrededor se les quedaran viendo como si ellos mismos se trataran de un grupo de bichos raros.

Lincoln se permitió distraerse del problema que Winston le suponía por un momento. Hace mucho ya había ido a la granja Sullivan a dejarle al propietario un encargo del restaurante de su padre, por lo que ya conocía el sitio, así que para variar podría enfocar sus pensamientos en lo que con sus amigos podría arreglar en ese lugar de aquí en los próximos tres meses.


El viernes Winston salió de su casa rumbo a la escuela junto a su madre en coche como de costumbre con buen tiempo de anticipación.

En una intersección se detuvieron y el muchacho salió despidiéndose de ella con un beso, pues a partir de ahí la ruta que tomaban era distinta entre la escuela y el trabajo de ella. El padre de Winston no podía encargarse de él porque entraba más temprano a trabajar, y dado que como su esposa salían algo tarde de sus actividades laborales, su hijo se regresaba solo a casa sin problemas.

Lincoln se había enterado de la rutina del muchacho debido que, a diferencia de sus hermanas, Lincoln resultó mejor oyente que ellas cuando embelesada Lola les hablaba sobre su adorado Winston, con quien ansiaba salir mañana cuando este le dijo que tenía algo muy importante que decirle.

—Probablemente se te va a declarar.

Lincoln compartía la teoría de Lana, pero a diferencia de las chicas, esto no le hacía ninguna gracia, pese al modo en que conseguía fingir lo contrario.

Desde su perspectiva y hasta sus limitaciones, Lincoln podía constatar lo que su hermana le contó sobre Winston cuando al día siguiente alegando que tendría que adelantarse muy temprano para terminar un proyecto escolar antes de ir a la escuela, se despidió de la familia para irse en la mañana… haciendo antes una parada en la casa de Winston, cuya dirección encontró en el diario de Lola, junto con una serie de desagradables fantasías que tenía con respecto al chico, fantasías que no tendría problema en cumplírselas él mismo a su hermanita si se las pidiera.

Lincoln se frotó la entrepierna leyendo las páginas del diario a las que con su celular les tomó fotos, imaginándose que era a él a quien su hermana le imploraba que la besara en sus partes privadas, en lugar del maricotas ese que de seguro no sabría qué hacer con tanta mujer para él.

Cuando Winston cruzó la calle, su cuerpo inesperadamente salió despedido en el aire tras que Lincoln lo embistiera con su auto, del mismo modo como había hecho con esos dos chicos.

Winston aterrizó al igual que lo haría un costal de patatas al otro lado del camino, sin que el conductor del autobús lo avistara a tiempo, de modo que terminó pasándole el vehículo encima, con su cabeza encontrándose frente a las inmensas y pesadas llantas, por lo que no era de extrañar esta se le reventara del mismo modo que una sandía, esparciendo por todos lados lo que antes fue su cerebro.

La gente de la atestada calle salió y aterrorizada comenzó a gritar por el terrible accidente que sucedió, algunos pidiendo que alguien llamara a una ambulancia con todo y que era evidente que ya no había nada por hacer, más allá de buscar una pala para recoger lo que quedaba del cuerpo.

A pesar de que su coche resultó abollado una vez más pese a los arreglos de Lana, histéricamente Lincoln se echó a reír complacido por el gran espectáculo que causó.

—¡Hey, Lincoln!

El peliblanco se sobresaltó cuando golpearon el vidrio de su puerta empleando los nudillos. Consternado, Lincoln miró a un jovencito rubio de trece años sonreírle.

—¿Winston?

Quitó los seguros de las puertas, entonces y sin esperar ninguna invitación, el muchacho entró en el auto con él.

—Un placer el verte por aquí, Lincoln. ¿Vas a la escuela?

—Ah… sí.

—¿Sería mucha molestia el abusar de tu gentileza pidiéndote que me des un aventón?

Debido a lo repentino de su aparición y al modo en que lo sacó de su fantasía donde en efecto le daba un "aventón", Lincoln no tuvo tiempo de idear alguna excusa ingeniosa para negarse a hacerlo. De pronto se vio conduciendo rumbo hacia la secundaria de Royal Woods.

Dado que Lincoln permanecía en silencio y por algún motivo que desconocía parecía preocupado, Winston decidió hacerle plática para amenizar el camino.

—¿Y qué cuentas, Lincoln? ¿Cómo te ha ido?

—¿Eh? Ah… bien, supongo —la fantasía que tuvo con su muerte fue tan vívida que le costaba hablarle con naturalidad, ya no decir neutralidad también—. ¿Y a ti?

—Bastante bien. No sé si estás enterado, pero mañana saldré con Lola.

"¡No me jodas! ¿En serio?"

—Ah… si, algo escuché.

—¿Algo que creas que deba saber?

—¿Eh? ¿Saber de qué?

—Ya sabes, algún consejo que puedas darme para agradarle a Lola.

"Lola suele sentir pena por los animalitos cuando se mueren. Podrías suicidarte"

—Pues… no en realidad, a ella… le agradas. Siempre dice que te ve como un buen amigo… y nada más.

Cuántas veces serían las veces que había visto a muchos chicos vapuleados por esa frase. La felicidad por decírsela a Winston le duró poco, cuando este con una sonrisa optimista suspiró antes de decirle al mismo tiempo en que mirando hacia el camino se hundía en su asiento.

—Pienso pedirle mañana a Lola que sea mi novia.

Lincoln sintió que la sangre se le fue a los pies, por lo que tuvo que sujetar con fuerza el volante para no perder el control del mismo.

—¿Disculpa?

El chico lo miró de lado ligeramente nervioso.

—Que pienso pedirle de la manera más formal posible durante la cita que sea mi novia. ¿Qué opinas?

"¡Que Lola es mucho para una piltrafa como tú!"

—¡Ah! Pero… pero… ¿No tienes miedo de que te diga que no? Podrías… podrías arruinar la amistad de años que tienes con ella si las cosas no te salen bien.

Winston de pronto pareció preocupado y el optimismo que siempre parecía caracterizarlo flaqueó.

—Sí, soy más o menos consciente de eso, pero… por un lado tengo la seguridad de que me corresponderá, por el otro quiero ser sincero con respecto a mis sentimientos con ella, por lo que he tomado la decisión de arriesgarme y pedírselo.

—Eso es… —"¡un maldito chiste!"— muy valiente de tu parte, Winston.

—Gracias. Supongo que no tienes problemas con eso, ¿verdad?

Lincoln quitaba los seguros, entonces desorientaba al muchacho de un codazo en el rostro, se estiraba y abría la puerta de su lado, entonces repentinamente lo empujaba fuera del coche sin que el chico pudiese hacer nada para evitarlo. Por el espejo retrovisor Lincoln lo miraba dando tumbos por la avenida, notando que casi todos los impactos los recibía de lleno en la cara, de modo que en el caso de que el mocoso sobreviviera, sospechaba que quedaría visiblemente desfigurado.

"A ver si todavía crees que le seguirás gustando a Lola después de esto, Cuasimodo".

—¡Lincoln!

—¿Eh? Perdón, Winston. ¿Qué dijiste?

—Te preguntaba si no tenías algún inconveniente en que le pidiera a Lola que sea mi novia.

Brevemente bajó la mirada al pecho de Winston notando que llevaba puesto el cinturón de seguridad, por lo que llevar a cabo la fantasía que tuvo sería bastante complicado.

—Ah… no sé qué responderte a eso. No te conozco lo suficiente.

—Comprensible. Pero descuida. Tienes mi palabra de que daré mi mejor esfuerzo de ser un buen novio para Lola.

Lincoln asintió conteniendo lo que sentía. Winston suspiraba perdido en sus emociones.

—Lola me parece la chica perfecta.

—Si tú lo dices. —"Dime algo que no sepa".

—Muy inteligente.

—Ciertamente. —"Más de lo que tú nunca serás."

—Perseverante.

—Eso sí. —"Y tú una porquería".

—Valiente.

—Como ninguna. —"¿Envidia, rubiecita?"

—Grandiosa.

—Supongo —"Yo la llamaría estupenda".

—Y muy, muy, muy hermosa.

—Y tremendamente sensual. —"Supongo que es bonita, chico."

Winston visiblemente sorprendido miró a Lincoln, quien tarde se dio cuenta que de su boca salió la expresión equivocada. Haciendo un esfuerzo por permanecer estoico, el peliblanco le regresó la mirada actuando como si nada extraordinario acabase de suceder.

—¿Qué? Si gana esos concursos supongo que lo es, ¿no?

—Sí… es… es verdad.

Por la manera en que se quedó callado a partir de ese momento, Lincoln se dio cuenta que lo había arruinado mucho más de lo que se imaginaba. Esta vez y para su propia sorpresa se descubrió a sí mismo tratando de conversar con él.

—Por supuesto todo esto es plática de hombres, ¿no? Lo que hablamos entre hombres se queda entre hombres.

Forzando una sonrisa, Winston asintió. Esto no pareció convencer a Lincoln quien se mostró insistente.

—Digo, no te gustaría que en la tarde le dijera a Lola que planeas declarártele mañana, ¿verdad?

Winston cerró los ojos obviamente consternado, pero sin perder su forzada sonrisa.

—No.

Lincoln se detuvo en un semáforo y tras esperar a que regresara al verde, prosiguió ocurriéndosele de pronto lo que consideró una buena solución para todos los problemas que presentía tener.

—Entonces Winston, ¿es que ya quieres tener novia? —él no le respondió, apenas y le dedicó una mirada—. Porque conozco a una buena chica que estoy seguro de que le gustarías y me imagino que quiere tener ya un novio. Dime, ¿conoces a una chica llamada Meli?

Confundido, el chico finalmente le prestó atención.

—¿Melissa Ramos? ¿La amiga de Lola?

—Sí. Es una chica dulce y también muy guapa, ¿no lo crees?

—Bueno… sí, supongo. Pero… pero no.

—¿Por qué no? —lo miró con reproche—. ¿Es que tienes algo contra las chicas de otras razas?

—¿Qué? —saltó indignado por lo que le insinuaba—. ¡No! ¡No es por eso!

—¿Entonces qué es?

—¡Es la amiga de Lola y a quien quiero sólo es a Lola! ¡Además a ella…!

El muchacho alarmado cerró la boca y Lincoln no dejó pasar por alto su lapsus.

—¿Ella qué, Wins? ¿Qué hay de malo con ella?

—¡Nada! A ella… a ella le gusta alguien más.

Lincoln presintió que ese muchacho estaba más enterado de lo que ocurría en torno a su hermana de lo que le hubiese gustado.

—¿Y eso qué? Ese alguien podría rechazarla y tú podrías aprovechar la oportunidad para estar con ella en lugar de Lola.

Winston miró intensamente a Lincoln. Ya no había ninguna sonrisa en su rostro, parecía contener las ganas de querer golpearlo.

—¿Tienes algún problema conmigo, Lincoln? Si no quieres que esté con tu hermana por favor sólo dilo de una vez en lugar de estar dando tantos rodeos.

Lincoln suspiró. Tenía que concederle unos puntos al muchacho por hablarle como de pronto lo hacía sin temerle. Era valiente… además de muy estúpido.

—¿Y si se tratara de eso cambiaría algo? ¿Si te dijera que en efecto tengo un problema, ya no le pedirías que sea tu novia?

—¡No cambiaría nada! —le replicó con un valor que ni el mismo Winston se imaginó tener—. ¡Lo que haya entre ella y yo es asunto de nosotros y no de ti! Sólo quisiera saber cuál es el problema que tienes conmigo.

Y entonces con atención el muchacho miró por la ventanilla el camino que estaban tomando.

—Ah… ya te pasaste la escuela por varias calles.

Esperó a que el hermano de Lola dándose cuenta del error que cometió tomara la calle lateral para regresar, pero continuó conduciendo derecho.

—¿No me escuchaste? ¡Ya nos pasamos!

—Te escuché la primera vez. Deja de gritar.

—¡A dónde se supone que vamos!

—Ya deja de alterarte tanto. Voy a llevarte a comprar un regalo para Lola.

La expresión de Winston por no comprender a qué se refería le pareció muy divertida a Lincoln.

—¿De qué estás hablando? ¿Un regalo? ¿Cuál regalo?

—Uno muy especial que cuando se lo des, será difícil que te rechace cuando le pidas que sea tu novia.

Winston confundido abrió y cerró la boca varias veces antes de dar con lo que quería decir.

—¿Vas… vas a ayudarme a declarármele a tu hermana? Creí que por… algo, yo no te gustaba para ella.

—Te estaba poniendo a prueba. Felicidades. Pasaste.

—¿Prueba?

—Soy el hermano mayor de Lola, ¿no es cierto? Como tal debo de cerciorarme en qué manos la dejo. No lo hiciste nada mal, amiguito.

Winston estaba indeciso sobre si debía sentirse furioso o aliviado.

—Ah… está bien. Gracias, supongo. Pero en estos momentos tengo que ir a la escuela.

—Ya te dije que pasaste la prueba. No vayas a arruinarlo diciéndome de pronto que la escuela es más importante para ti que Lola.

El chico se rascó de forma nerviosa la cabeza.

—Conseguiremos ese regalo que dices y después me llevarás a la escuela, supongo.

—Por supuesto.

El rubio se acomodó en su asiento, no del todo convencido en proseguir aún, quedándose callado durante un momento, hasta que notó que estaban por salir del pueblo.

—¿A dónde vamos a comprar ese regalo exactamente? ¿Y qué se supone que es?

—Es una sorpresa. Puede que te impacte cuando lo veas. Por cierto, ¿conoces la granja Sullivan?

—No.

Lincoln sonrió.

—Pues estás a punto de hacerlo.


El profesor estaba por cerrar el aula, cuando a tiempo Lincoln consiguió aparecer apenas unos segundos antes de que diera la hora para iniciar el día. Tras hacerle un reproche por esto, el docente le permitió la entrada apurándolo a que tomara su asiento.

Clyde miró a su amigo y le preguntó por lo bajo.

—¿Por qué tan tarde? ¿Te entretuviste con tus hermanas?

Lincoln negó.

—Tuve que detenerme en el camino por algo que se me presentó. No es nada importante. Luego te cuento.

Y parecía que se trataba de un asunto muy importante, pues durante casi toda la clase y las posteriores hasta la hora de la salida, el peliblanco de forma insistente estuvo mirando su reloj.

Sería durante el receso cuando le compartiría a sus amigos el motivo de su actitud y estos se reirían del asunto, salvo Stella y Clyde.

—Me parece que es adorable lo que pretendes. —La chica incluso lo felicitaría.

Lincoln con una sonrisa algo apenado musitó.

—Sólo trato de hacer lo correcto.

Clyde tomándolo por el hombro lo apoyó igualmente.

—Cierto. En tu lugar creo que yo haría lo mismo.

Rusty negó no muy convencido de lo que su amigo pretendía.

—Francamente y por lo que nos contaste, yo le sacaría provecho si estuviera justo en mis manos.

—Cerdo —le soltó Stella sin perder la compostura—. ¿No escuchaste la parte en que tiene trece? Irías a la cárcel.

Rusty se rió. No parecía haber estado hablando en serio y sólo deseaba tomarles el pelo.

Lincoln se sentía muy bien en aquel instante junto a sus amigos, aunque nervioso continuaba mirando la hora. Cada vez era menos lo que faltaba para que terminaran las clases y pudiera terminar de encargarse de aquel asunto que tanto lo tenía en ascuas.


A Lola le sorprendió ver a su hermano al final del día de escuela, dado que esa mañana no las llevó por haberse marchado demasiado temprano. Había asumido que no volvería a encontrárselo sino hasta que llegara a casa, pero ahí estaba en el estacionamiento aguardando a que saliera junto a sus hermanas.

Lo que sorprendió todavía más a Lola, fue el saber que no estaba tanto ahí por ellas como lo estaba por Meli. De igual manera les prometió llevarlas sólo si le daban unos minutos a solas con la jovencita que se puso de todos los colores cuando le pidió que hablaran en privado. Comprendiendo qué era lo que su hermano pretendía, Lola accedió, callando tanto a su gemela como al resto de sus amigas presentes que comenzaron a hacer ruiditos insidiosos burlones sobre lo que quizá su hermano pretendía con ella.

—Eres una gran chica, Meli —le decía Lincoln apoyándose contra un árbol detrás de la escuela, mientras que la adolescente de forma ansiosa lo escuchaba con el corazón latiéndole fuertemente—. También eres muy hermosa, creo que la más bonita de tu salón, pero no le vayas a decir eso a Lola para que no se cele.

Ella se rió sin perder su intenso rubor.

—Gracias, Lincoln. Eres muy amable.

—Sólo digo la verdad. Por eso me duele decir que… soy muy grande para ti.

Ella suspiró sintiendo que los ojos se le aguadaban.

—¿No es porque en realidad crees que yo soy muy chica para ti?

Lincoln se descruzó de brazos y le respondió.

—Me atrapaste. Es eso —y antes de que Meli dijese algo, se acercó más a ella, puso una rodilla sobre el suelo y la tomó de las manos—. Y aunque nada me gustaría más que salir contigo, tienes que entender que precisamente por tu edad podrías meterme en serios problemas, con tus maestros, con tus papás, con todos. ¿Tú no querrías que tuviese dificultades, o sí?

Ella negó con la cabeza entendiendo a dónde iba.

—En cinco años tendría dieciocho.

—Por muy paciente que pueda intentar ser para esperarte, no sería justo pedirte que por tanto tiempo me esperes tú a mí. No le niegues la oportunidad a un chico que desee invitarte a salir durante ese lapso del tiempo si ves que sus intenciones para contigo son buenas y también llegue a gustarte, no por él, sino por ti.

Meli suspiró sintiéndose todavía más enamorada del hermano de Lola, con todo y que la estaba rechazando. A sus ojos era demasiado perfecto aquel caballero blanco que fue en su rescate cuando estuvo en serias dificultades, incluso olvidando totalmente que creyó pensar que él intentó sobrepasarse un poco con ella aquel mismo día.

—Sí, puedo entenderlo.

No queriendo dejarla sin nada, Lincoln lentamente se le acercó aventurándose a darle un beso rápido en los labios, lo que le causó un brillo en los ojos dejándola satisfecha de por lo menos haber recibido algo de él.


Más tarde y en el coche de Lincoln durante el regreso a casa, Lola complacida por el actuar de su hermano le diría.

—Lo que hiciste por Meli fue muy lindo, Linky. Gracias por eso. Ella no se merece sufrir más de lo que la hacen pasar.

Lincoln a su lado en el volante le preguntó intrigado.

—¿Qué significa eso? ¿Alguien la molesta en la escuela?

—No, al menos cuando lo hacen no pasa mucho antes de que yo misma ponga en su lugar a los responsables, pero por donde vive en ocasiones unos chicos se metían con ella y su hermanito, aunque por miedo no hablaban de eso con sus padres. Pero descuida, que desde hace un tiempo parece que dejaron de molestarlos, de hecho, ya ni siquiera los han visto.

Lincoln pensó optimista que con un poco de suerte nunca más los volverían a fastidiar si dichos granujas aprendieron la lección, o mejor aún, si quedaban imposibilitados siquiera para ir al baño por su cuenta.

—Es una gran chica. Sé que estará bien, así que no tienes que preocuparte tanto por ella.

La había notado algo decaída desde que la vio. Lana en el asiento trasero le explicó.

—No es por Meli que está así. Lola está triste porque hoy Winston no fue a la escuela.

Lola ni siquiera trató de negarlo.

—¿Qué pasó? ¿Se reportó enfermo?

—No —Lola le respondió—. Sencillamente no fue.

Lana añadió.

—Tal vez sí está enfermo.

Era lo que Lola temía, y que por ello mañana no pudieran salir juntos.

—Le he estado enviando mensajes a su celular y en el receso traté de llamarlo, pero no me contesta. Llegando le hablaré a su casa.

Lincoln asintió.

—Tranquila. Ya verás que se encuentra bien y mañana seguramente podrás salir con él.

Y como había hecho a lo largo del día, Lincoln revisó por centésima vez la hora en su reloj.


Lola estaba algo más que sólo preocupada por Winston cuando colgó el teléfono en la sala.

—¡No está en su casa! ¡Sus padres de hecho pensaban que había ido a la escuela!

La noticia era tan extraña que desconcertó a Lucy y a Lisa.

—¿Se saltó la escuela? —Lisa inquisitiva preguntó—. ¿Podría tratarse sólo de eso?

—¡Esas no son cosas que Winston haría! —Lola le increpó a punto de entrar en histeria—. ¡Algo malo debió de pasarle!

Lucy trató de calmarla.

—Deja que la fatalista de la casa solo sea yo y no exageres. En este pueblo nunca pasan cosas tan malas. Seguramente algo se le atravesó en el camino y decidió no ir a la escuela. Lisa tal vez tenga razón y al rato aparecerá.

Aunque si de eso se trataba, no agregaron que el muchacho sería castigado por sus padres y por eso el día de mañana seguramente no podría salir después de todo a la cita que tenía programada con ella, de cualquier modo, Lola lo intuyó, pero la genuina preocupación inmediata que sentía por Winston le hizo minimizar ese inconveniente.

—Le pedí al papá de Winston que por lo menos lo deje llamarme cuando regrese a casa para no preocuparme tanto por él.

Lincoln que había estado jugando videojuegos en la sala mientras sus hermanas hablaban, volvió a mirar la hora de su reloj y apagó la consola para dirigirse a Lola.

—Estoy seguro de que tu amigo estará bien. Ya aparecerá. Bueno, tengo que ir con unos amigos a buscar algunas cosas que necesito para terminar mi tarea. Procuraré no tardar mucho. Espero que haya buenas noticias cuando regrese.

Lola asintió deseando lo mismo. Lincoln la abrazó estrechamente para calmarla y ella apreció el gesto, sin percatarse del modo en que su hermano aspiró su rubio cabello embelesándose por su aroma antes de soltarla.

—Nos vemos después.


Lincoln estacionó su auto saliendo del camino por un terreno boscoso en las inmediaciones cerca de la granja de los Sullivan. El calor que estaba haciendo era terrible y presintió que dentro del granero podría estar mucho peor.

Ahora que nadie lo miraba podía mostrarse como se sentía en realidad, con mucho miedo, aunque quizá ni con la mitad del miedo que alguien más seguramente estaba sintiendo en esos momentos.

Llegando a casa de la escuela se había dado un baño a conciencia usando el champú especial que Lana tenía para sus mascotas el cual repelía los piojos y las pulgas. Tomó nota de la marca para reponérselo y comprarse otro en el camino de regreso.

De la guantera sacó un destornillador y una redecilla para el pelo que consiguió tomar de la cafetería sin que nadie lo notara, se la puso junto a un cubrebocas negro y salió del coche en dirección al granero que como Liam les había contado, estaba abandonado, aunque el olor putrefacto de los animales muertos continuaba siendo persistente en el interior, percibiéndose incluso desde afuera a pocos metros de la puerta.

Al abrir el granero usando el destornillador para forzar la endeble cerradura, con todo y el cubrebocas sintió el golpe del mal olor llegarle de frente como una desagradable brisa que pareció quemarle las fosas nasales.

—¡Qué peste!

Se tocó el puente de la nariz y a pesar de que los ojos le lagrimearon del mismo modo en que lo hicieron por la mañana la primera vez que entró a ese sitio, se aproximó hacia una gran pila de heno donde con las manos comenzó a deshacerla.

Winston se encontraba debajo del heno con los ojos cerrados, completamente inmóvil, con los brazos proyectados hacia arriba extendidos y atados en los ganchos de una verja de metal fija en la pared. Parecía empapado, probablemente bañado en su propio sudor, inmóvil, con la boca cubierta con un trapo verde sucio sujeto alrededor de su cabeza con una parte de la misma cuerda con la que estaba atado. Parecía un muñeco mal colocado, cuyas piernas colgaban a un lado juntas y atadas bajo su cadera en una postura que parecía muy incómoda. Estaba despeinado y Lincoln podía jurar que vio diminutos puntos negros moverse entre la mata de cabello rubio.

—Vaya que estás hecho un desastre, amiguito.

Lincoln contempló el cuerpo de Winston buscando sentir algo, lo que sea, pena, arrepentimiento, culpa, cualquier cosa que no fuese el profundo alivio de saber que todavía estaba ahí y no había conseguido escaparse o ser descubierto por alguien como había temido durante todo el día.

Un insecto parecía intentar abrirse paso por la esquina de la boca del chico, Lincoln no estaba seguro si trataba de entrar o salir de ella. Curioso, intentó quitárselo pensando que el cadáver del muchacho se veía muy vulgar con esa cosa reptándole ahí.

Cuando sus dedos hicieron contacto con la cálida piel del adolescente… ¡este se sobresaltó abriendo los ojos y pegando un salto gimiendo!

Lincoln dejó escapar un chillido de miedo y retrocedió unos pasos con las manos en alto buscando protegerse. Pero el jovencito no lo atacó, no podría aunque quisiera (y era seguro que deseaba hacerlo). Se agitó en su lugar gimiendo de dolor debido a los bruscos estiramientos que ejercía en sus brazos al tratar de sostener el peso de su cuerpo.

—¡Cielos, niño! —Lincoln se tocó el pecho reponiéndose rápidamente—. Me diste un "susto de muerte". ¿Entiendes?

Comenzó a reírse al encontrar gracioso el hecho de haberse equivocado al creer que el muchacho ya estaba muerto, cuando parecía ser que sólo estaba inconsciente. Winston que había conseguido apoyar ambos pies en el suelo y levantarse, no se rió mirando de mala manera a su captor. Lincoln suspiró dándose una idea de cómo es que Luan seguramente solía sentirse cuando en casa la única que se reía de sus chistes era ella misma.

—¡Vaya! Pensaba que tendrías un buen sentido del humor.

Aunque el aspecto de Winston era deprimente, Lincoln extrañamente lo encontraba muy divertido.

Había un banquillo de madera viejo tirado a pocos metros de ellos. El peliblanco fue hasta él y tras examinarlo unos segundos comprobando que no hubiese ningún insecto arrastrándose en él, lo tomó y regresó con Winston quien nunca apartó sus ojos ansiosos, asustados y suplicantes de Lincoln.

—Mira Wins, te diría lo que va a suceder a continuación si tan sólo lo supiera, pero la verdad es que ni yo lo sé. Todo lo que ha pasado lo hice improvisando sobre la marcha, así que en lo que decido qué es lo que va a seguir, te sugiero que te relajes y te pongas cómodo… al menos hasta donde puedas en tu posición. Todo lo que puedo prometerte es que esto irá para largo, pero en el trayecto es seguro que nos vamos a divertir… o al menos sé que yo lo haré.

Asustado, el adolescente comenzó a llorar como si de un niño se tratara, suplicándole internamente a sus padres porque fuesen a rescatarlo.

Lincoln le sonrió de la misma manera en que lo hizo con Lola minutos atrás asegurándole que todo seguramente terminaría bien y que volvería a ver a Winston.