Capítulo 6
Finalmente, el grupo había quedado en verse de nuevo el lunes, a la caída del sol en el bar donde trabajaba Rust, aprovechando que no habría apenas nadie, y sus dos compañeros ya habrían terminado sus jornadas laborales.
Martin entró en el local, vacío salvo por la presencia de Rust y el propietario, absorto en su cerveza al final de la barra mientras su empleado escribía en un cuaderno hasta tener al recién llegado en frente.
-Qué hay. -Saludó, dejando sobre la barra una carpeta que traía consigo, recibiendo un asentimiento por parte del rubio antes de centrarse hacia lo importante.
-¿Ha habido suerte en la investigación del sheriff?
-Pues no mucho, la verdad. Vamos a tener que dar un buen repaso a los expedientes del pasado.
Los dos escucharon la entrada de un coche aparcar delante del local, sabiendo que se trataba de Sally. En apenas unos segundos la puerta se abrió, dando paso a la morena.
-Siento si llego tarde, he tardado algo más en salir del trabajo. -Se disculpó velozmente, sentándose en el taburete de al lado de Hart, aún sin quitarse las gafas de sol que llevaba.
-No te preocupes, sólo ha sido un minuto, literalmente. -La tranquilizó Marty con una sonrisa, antes de hablar con un deje de burla. -¿Qué pasa, aprovechaste bien el fin de semana libre?
La chica suspiró, y tras un segundo se quitó las gafas de sol, mostrando el terrible moratón que rodeaba su ojo derecho después de lo ocurrido el sábado por la noche.
-Joder… te dijimos que no era buena idea que fueras sola, Sally.
-Ya, ya lo sé Marty. Al menos ha servido para algo, quedémonos con eso, ¿vale? -Agregó incómoda, encendiendo un cigarro.
El mentado puso cara seria, cruzando la vista con Rust un segundo, antes de hablar con un deje de duda.
-¿Qué pasó?
-Cuando me iba justo, un tío pasado de qué se yo se puso pesado. No aceptó un no como respuesta, así que, vino a por mí bastante cabreado. Ya puedes imaginar lo que intentó.
-y… ¿estás bien? -Agregó tras unos instantes de silencio, pero ella simplemente asintió al exhalar el humo de su cigarro, cambiando de tema.
-Estoy bien, gracias Marty. Vosotros primero. ¿Qué habéis averiguado?
-El sheriff de Iberia no sabía nada. Al parecer, fue el anterior el que se deshizo del expediente del caso, pero no sabemos aún por qué; qué implicación tendría para ocultar esa desaparición. -Agregó Rust, para ser seguido por su ex compañero.
-Ahora estamos a la búsqueda de parientes del sheriff. Intentando hacer una conexión entre él y la niña, o algún otro caso de desaparición de los 90. Tenemos trabajo por delante. Recogeré los expedientes policiales mañana; mientras he traído todo lo que he podido encontrar en registros públicos de cualquiera posiblemente relacionado con Bill Tattle. El gobernador anterior era su hijo, pero salvo él no aparecen más reconocidos.
El trío comenzó a mirar los papeles que el inspector sacaba de la carpeta, escuchando el resumen de lo que había encontrado mientras lo complementaba con los documentos. Finalmente, el monólogo concluyó en que el sheriff Tattle parecía no tener parientes vivos, con lo que estaban en un callejón sin salida. Debían buscar otro hilo del que tirar que uniera algo con el que parecía el culpable: el hombre de las cicatrices en la cara.
-¿Qué has averiguado tú? -Preguntó Rust, mirando a la mujer mientras se encendía un cigarro.
-Una prostituta del club a las afuera de Baton Rouge, afirma que una chica que llevaba allí unas semanas desapareció y no ha vuelto, cosa que le extraña porque parece que estaba dispuesta a trabajar allí, y el jefe del sitio, un tal Mike, iba a darle trabajo. No estaba el tipo por allí esa noche, así que no pude hablar con él. Algún cliente habitual también ha dado la misma descripción de la desaparecida; la habían visto o conocido.
-Bueno, tenemos algo para empezar. Habrá que ir por allí para hablar con ese tal Mike.
-Sí… y nada de ir sola a esos sitios más, Pinkman. -Agregó Marty antes de beber de su cerveza, continuando al terminar. -Tengo que irme pronto, chicos. Os llamaré cuando tenga los expedientes, y trataré de enterarme de si hay alguna denuncia de desaparición de la chica del puti. Id dándole vueltas a que día vamos a acercarnos hasta allí, y conoceos un poco.
Hart se alejó unos pasos, y antes de abrir la puerta cruzó la mirada con Rust, quien alzó una ceja ante la pregunta no formulada de qué pretendía. Su compañero hizo un movimiento de cabeza para instarle a hablar con la chica, dándole a entender que se veía que necesitaba distraerse tras su suceso.
-¿Seguro que estás bien? -Terminó por preguntar cuando estuvieron solos, suspirando con discreción.
-Todavía me queda un tiempo para asimilar que un tío casi me viola, pero estaré bien; puedo con ello.
-Pareces muy convencida de lo que dices. ¿Cómo estar tan segura sin nunca te había pasado algo así? Normalmente el shock postraumático puede con la gente tras situaciones como esas, y no tiene por qué aparecer al día siguiente. -Comentó con un deje de curiosidad, mientras colocaba diferentes objetos bajo la barra.
Sally meditó unos instantes, con la mirada perdida hasta que respondió, haciendo que Rust la mirara.
-Creer es la clave; eso pienso después de las cosas que me han pasado, y viendo a dónde he llegado cuando las expectativas eran más que oscuras para mí. Cualquiera habría apostado todo a que acabaría muerta por una sobredosis, o en la cárcel, y fíjate.
-¿En serio? Esperaba algo más que algo tan simple como el humo de la creencia, y no me refiero a la religiosa, que no parece que sea tu caso. Hay muchos que creen en sí mismos y acaban mal. Creer es la red imaginaria de la mediocridad, y de la cobardía. Si algo sale mal siempre podremos echarle la culpa a aquello en lo que creímos, pero si eres tú mismo, es más jodido.
La morena sonrió ante sus últimas palabras, viendo que trataba de picarla con su discurso de cabecera, tal y como Marty le había estado contando. Cuando ella apagó su cigarro, volvió a tomar la palabra con firmeza.
-Sí, eso último es verdad. Pero la madurez es la encargada de mantenerte con los pies en el suelo. La creencia ciega sí me parece la red imaginaria de la cobardía y la mediocridad; tener fe con cabeza, aunque sea un oxímoron, es la clave de la supervivencia humana, Rust. Un poeta decía que el peor sentimiento es el de tener la esperanza muerta, y es verdad; por eso los humanos creemos en algo, en lo que sea. Es una fuerza motora para vivir, y no para simplemente sobrevivir como los animales.
El rubio exhaló el humo de su cigarro, acercándose más a ella cuando se apoyó en la barra para responder.
-Yo no creo en nada, ni siquiera ya en mí mismo. He superado todos los estadios, y aquí me tienes; no se me ha ido la olla.
-Venga, Rust. Eso no es verdad, sí que crees. Aunque sea creer en no creer, que es la mayor de las credulidades… pero aún así tampoco es cierto. Si no creyeras en ti no estarías intentando zanjar un tema de hace años. Sabes que eres bueno y puedes, y eso es creer en ti.
El hombre la contempló fijamente por unos segundos, reflexionando sobre sus palabras, que realmente habían impactado en su interior, dejándolo sin una buena réplica. Por un instante se descubrió inconscientemente pensando en que por fin conocía a alguien que le resultaba interesante.
-Tengo una deuda con el pasado en eso; no terminé algo que es importante. Eso no quiere decir nada sobre lo que crea o no. -Terminó por agregar, haciendo que de nuevo ella sonriera.
-No seas tan duro contigo mismo. Permítete poder cambiar de pensamientos y sentir, porque es lo único que te hará poder salir de tu círculo vital de violencia y degeneración. Lo sabes, Rust, eres inteligente. Tener miedo es normal, pero cuando lo compartes se hace más pequeño con cada paso que das. Te lo digo con conocimiento de causa.
El rubio emitió un leve quejido a modo de risa, evitando los ojos marrones de ella, quien con aquel gesto intervino nuevamente con mofa.
-¿Quieres que continuemos la lucha dialéctica y acabe preguntándote por tu vida, o me invitas a un cigarro y evades el tema, mientras te cuento cómo hacía meta en un sótano con 20 años?
Sally vislumbró una brevísima sonrisa en el rostro del camarero, quien sacó el paquete de tabaco del bolsillo de su camisa para lanzarlo sobre la barra, delante de ella, a la par que hablaba.
-Prefiero lo segundo.
-Tiempo al tiempo, Rust. Tiempo al tiempo. -Agregó la morena mientras se prendía un nuevo pitillo, pasando a sostener la mirada sorprendida del rubio, a quien sonrió antes de expulsar el humo de su boca.
