San Valentín accidentado (Cars 2)

Para Loree (San Valentín) y Tempri (gemelas):

14 de febrero de 2012, Radiador Springs

Febrero. Invierno. El mes más corto del año. Solo de pensarlo a todos se nos pondrían los pelos de punta y correríamos a arrimarnos al radiador más próximo.

Pero claro, pensamos como humanos.

Y en este pequeño mundo alternativo… Ellos son mucho más resistentes que nosotros.

Esta es la tan esperada historia de una cita largamente pospuesta… o, al menos, sus pormenores.

En este día tan señalado, Mater, la grúa, se encontraba tan nervioso como Rayo McQueen antes de su primera carrera, allá por el comienzo de su andadura en el mundo del NASCAR. Y es que llevaba esperando aquella cita desde el verano pasado. ¡Qué demonios! Hacía tantos años que no se encontraba con una chica tan especial… Cierto era, y tenía que reconocerlo con un nudo en el estómago, que de puertas para afuera podría parecer hasta extraño. Holley era mucho más joven que él, lo que de seguro daría lugar a algún comentario. O no. Puesto que, en el mundo de los coches, sí que se cumplía a rajatabla aquello de "la edad no importa".

Sin embargo, ¿de qué hablarían? De espionaje seguro que no; aquello era un tema delicado y una buena agente secreta que se preciase no podría ir desvelando secretos de su profesión así como así, aunque Mater hubiese estado metido hasta los faros en uno de los casos más importantes del año anterior. ¿De mecánica? Mater sacudió la cabeza con rechazo mientras no terminaba de decidirse sobre cómo presentarse a la cita. A una chica dulce y preciosa como Holley no se le podía empezar a hablar de tuercas y destornilladores o seguro que se aburriría. ¿Entonces…? "Ay, céntrate, viejo idiota", se reprendió, resoplando como una locomotora de las antiguas, aunque de repente lo recordó. ¡Ya sabía a quién podía recurrir!

–¡Tuercas! –exclamó antes de salir disparado hacia el Cono Comodín.

Donde la joven dueña, para más señas, se acababa de despertar con una maravillosa sorpresa.

–¡Rayo! –exclamó al llegar al lobby y verlo todo lleno de flores y dulces–. ¿Pero qué…?

Su flamante marido sonrió ampliamente, encantado.

–¡Feliz San Valentín! –canturreó–. ¿Qué? ¿Te gusta?

Sally apenas atinó a responder a la primera mientras sonreía a su vez como la idiota enamorada que era.

–Es… ¡precioso! –exclamó, emocionada, antes de darle un fuerte beso–. Pero, no tenías que haberte molestado, de verdad… Esto…

–Eh, si te tranquiliza, las flores son de las de Rojo –la interrumpió él antes de encogerse ruedas y agregar, guasón–. Me las ha dejado a buen precio, no podía resistirme…

–¡Oh, cállate! –le pidió ella, avergonzada, antes de besarlo de nuevo–. ¿Y tú? ¿No vas a preguntarme qué tengo para ti en este día tan especial?

Él mostró media sonrisa interesada.

–Sorpréndeme –ronroneó.

Sally imitó su gesto y avanzó hacia la salida. Él la siguió y ella cerró la recepción sin abandonar su expresión enigmática. Algo que solo cambió cuando llegaron frente a la zona tras la gasolinera de Flo, próximo al taller de Ramón, y a Rayo se le desencajó la mandíbula de forma encantadora.

–No lo dirás en serio… –preguntó, encantado–. ¿Cómo lo has conseguido?

La pregunta, para más señas, iba encaminada al hecho de que al recién abierto spa de Flo había que pedir reserva mínimo con dos meses de antelación desde que había abierto el verano pasado, poco después de que Rayo y Sally se casaran.

–Bueno –Sally movió una rueda azorada sobre el asfalto–. Sabes que Flo seguía sintiéndose en deuda por haberle echado una mano para la financiación inicial y… no ha habido manera de decirle que no hasta que accedí. Pensé que… sería interesante darte una sorpresa..

Tras el pequeñísimo enfado inicial, ya que el corredor creía que aquella aportación era algo desinteresado, como todo lo que hacían para mejorar el pueblo, Rayo meneó el morro, derrotado pero sin poder dejar de pensar lo adorable que aún resultaba Sally por muchos años que pasase a su lado.

–Está bien –cedió, sonriendo más animado ante la perspectiva de una velada entre relajante espuma junto a su mujer–. Vosotras ganáis.

Como si la hubiesen invocado, Flo apareció en ese instante, radiante de felicidad.

–¡Buenas, chicos! –los saludó–. ¿Listos para vuestra sesión romántica?

Ambos agacharon el morro con una risita, pero se dispusieron a seguir a la dueña del lugar sin rechistar. Al menos, hasta que una voz que los dos conocían de sobra resonó tras sus capós.

–¡Eh, colega!

El corredor maldijo levemente para sus adentros antes de volverse.

–¡Mater! –saludó con una sonrisa apretada–. ¿Qué haces aquí?

La grúa no pareció percatarse de que interrumpía, como de costumbre.

–Ay, chico, no sabes la alegría que me da encontrarte –resopló–. Es que… Necesito tu ayuda.

–Y… ¿Tiene que ser ahora? –preguntó su mejor amigo en un tono que no dejaba lugar a dudas sobre que aquel no era el mejor momento.

De golpe, Mater pareció percatarse de la situación y sus labios formaron una O perfecta.

–Oh, vaya… Sí, quizá no es… Bueno, no importa.

Ya se daba la vuelta para irse cuando Sally le hizo un gesto elocuente a Rayo. Este, a regañadientes, resopló y abrió el capó de nuevo.

–¿Qué necesitas, Mater?

"Espero que sea rápido"

La grúa, al escucharlo, se volvió de un salto agitando el cable igual que un perro robótico feliz agitaría el rabo ante la llamada de su amo.

–¿De verdad? Oh, bueno, no quiero robarte mucho tiempo –agregó al darse cuenta de que Sally estaba esperando unos metros más allá, mirando hacia el spa de Flo–. La cosa es que… ya sabes que he quedado con Holley y… no sé –dudó, cohibido–. No quiero quedar como un idiota. Hace demasiado que no salgo con una chica… No es que yo no haya sido un mujeriego en mis épocas, entiéndeme, todas querían estar conmigo, pero… es que…

–Vale, Mater. Para –le pidió Rayo, intuyendo que la vieja grúa se iba a ir por las ramas–. Esto es sencillo –lo tranquilizó–. Holley te conoció siendo como tú eras, te vio fingiendo ser espía y no siéndolo… Así que, simplemente, sé tú.

–¿Tú crees que le gustaré si soy yo mismo?

Rayo puso los ojos en blanco.

–Colega, ya hemos hablado de esto. Si no eres tú mismo, no llegarás a ninguna parte. Y, ¿no crees que si Holley ya ha aceptado salir contigo después de todo lo que pasó y lo ha mantenido a pesar de los meses que han pasado, será por algo?

–¡Tuercas! –exclamó Mater, comprendiendo–. ¡Tienes razón! ¡Gracias, tío! ¡Pásalo bien!

–¡Hasta luego, Mater! –se despidió Rayo, volteando para encaminarse hacia el spa.

De todas formas, cómo podía llegar a complicarse la vida su mejor amigo…

–Mater, ¡hola!

La nerviosa grúa dio un respingo nada más llegar junto al surtidor más cercano. Ni siquiera la había oído llegar, pero estaba tan preciosa como siempre.

–Hola, Holley –saludó, tímido–. Vaya, sigues teniendo los abollones… –observó, antes de querer morderse la lengua por idiota.

"Vaya forma de empezar una cita".

–Ah, sí –respondió ella, sin dar muestras por otra parte de que aquel comentario la molestara–. Cicatrices de guerra –bromeó–. Así ya vamos a la par.

Mater se estremeció cuando un cosquilleo recorrió todo su chasis.

–La gente se piensa que estar abollado quita caché –arguyó, encogiéndose de ruedas–. Pero a mí eso hace mucho que no me importa.

Holley asintió, coincidiendo con su punto de vista.

–Te da otro aire. Más… maduro –agregó, haciendo que Mater sonriese agradecido–. Bueno, ¿qué quieres hacer en nuestra primera cita?

De golpe, Mater se puso nervioso.

–Eh… Ah… ¿qué tal si…? –tragó saliva y el mostrador de Flo le dio la mejor idea–. ¿Quieres tomar algo…?

–Claro, me encantaría –aceptó Holley.

Pero cuando los dos ya se encaminaban hacia el edificio principal de la gasolinera, un grito procedente del interior congeló la gasolina en sus circuitos. Sin pensarlo dos veces, ambos se arrojaron hacia el interior… temiendo lo peor.

–¡Flo! –gritó Mater, alarmado. Y aunque lo tranquilizó verla salir de una pieza de detrás del mostrador, el rostro de la tendera era la viva imagen del infierno en pleno apogeo–. ¿Qué ocurre? ¿A qué viene esa cara?

–Ay, manito –saltó entonces Ramón, apareciendo de improviso desde la trastienda de la gasolinera–. Alguien nos robó y juro que va a pagarlo muy caro.

–¡Y tanto! –estalló Flo, encendida.

–Pero, ¿qué ha ocurrido? –quiso saber Holley, siendo la única que mantenía ligeramente la calma. Los curiosos ya se estaban agolpando en la puerta del establecimiento, pero Mater los espantó rápido y cerró la puerta sin miramientos tras él.

–Alguien ha robado un bidón de gasolina y dos latas de aceite extra de mi bodega –expuso.

–Y de mi taller se llevaron mi soplete favorito y varias mechas.

–¡No podemos estar así! –insistió Flo sin poder contenerse–. ¿Quién habrá sido?

–Tranquilidad, señores Chevy–Buick –procuró mediar Holley, meditando sobre aquel caso–. Encontraremos a quien haya sido. Ténganlo por seguro.

–Pero, ¿y nuestra cita? –preguntó Mater.

A lo que Holley sonrió enigmática y replicó:

–Como en los viejos tiempos, ¿verdad?

Mater, tras pensarlo, sonrió a su vez y asintió.

–De acuerdo. ¿Por dónde empezamos?

Holley arrugó el ceño mientras pensaba y miraba a su alrededor.

–Vamos primero a la bodega.

En efecto, aquello parecía un campo de batalla, pero los ladrones no habían tenido cuidado de borrar sus huellas y habían dejado una marca de neumático impregnada de aceite en el suelo. Holley se inclinó para analizarla.

–Es una rueda pequeña –decretó–. No diría que de competición pero de un corte de imitación… Sí, sin duda han buscado asemejarlas a las Lightyear –anunció, triunfante, mientras señalaba una forma de "L" marcada junto a uno de los surcos.

–Y, ¿eso que quiere decir?

Holley se giró hacia su audiencia.

–Yo diría que de alguien aficionado a las carreras, no de gran tamaño.

–Uf –resopló Mater–. Lo difícil en este pueblo es que no haya aficionados a las carreras. ¿Cómo lo encontraremos?

La espía se encogió de ruedas.

–Sigamos buscando.

La siguiente parada fue el taller de Ramón. Allí, las pruebas parecían mucho menos evidentes. Al menos, hasta que Holley se aproximó a la puerta del almacén y allí pudo oler un rastro muy claro que, sin quererlo, le puso las bujías de punta.

Pólvora.

–Chicos, venid aquí –les indicó a los otros tres, que obedecieron enseguida–. ¿Lo oléis?

–¡Diantre, sí! –exclamó Flo, asustada–. Ramón, ¿crees que…?

–Ay, no sé –replicó su marido, igual de aterrado–. Espero que no.

–¿Habría algún motivo para que les pusieran un explosivo aquí, en caso de que fuera así? –quiso saber Holley, en voz baja y aguzando el oído.

No escuchaba ningún pitido, por lo que no parecía que se tratara de una bomba, pero a saber…

–No. Somos coches honrados –repuso Flo en un hilo de voz–. Holley, ayúdanos, por favor.

–Lo haré –prometió la otra–. Me sigue sin encajar el robo del soplete y la mecha del todo, pero averiguaré lo que esté en mi mano. Ustedes vuelvan a la gasolinera y conserven la calma. ¿Mater, vienes?

–Soy tu sombra –declaró él mientras ambos se internaban en el almacén.

Despacio y atentos a cualquier mínimo ruido sospechoso, la pareja rodó por entre los cachivaches y materiales del pintor del pueblo, sin encontrar nada. Al menos, hasta que llegaron a la puerta trasera. "Bingo", pensó Holley. Estaba ligeramente abierta, apenas una rendija imperceptible para un ojo profano; y, al olfatear, detectó el mismo aroma explosivo. Por si fuese poco, los ladrones habían sido tan descuidados como para dejar un ligerísimo rastro de polvo oscuro en su huida. En silencio, Holley indicó a Mater que la siguiera y este obedeció. Con cuidado de espías profesionales, ambos avanzaron siguiendo el rastro tras los edificios hasta casi llegar a la salida del pueblo que daba a las montañas. Y allí… Holley frenó en seco.

Dos voces, agudas, discutían en susurros al tiempo que se oía trastear a sus portadores, o portadoras, con algo que sonaba a cartón. Despacio, la espía británica se asomó, sin saber si reír o llorar cuando vio la escena que se le presentaba en los morros.

–¡Eh! –increpó a las dos figuritas de rojo–. ¡Sí, vosotras! ¡Quietas donde estáis!

A lo que Mia y Tia, pilladas in fraganti, soltaron todos los materiales y retrocedieron, asustadas, hasta dar contra la pared. De hecho, Mater se aseguró de cubrir la posible ruta de escape hacia la carretera principal del pueblo con cara de pocos amigos.

–Yo, nosotras… –empezó Mia.

–Por favor, no nos hagáis nada… –pidió Tia, antes de mirar de reojo el bidón de gasolina robado, que descansaba junto a un muro cercano–. Tenemos… material… y…

–¿Y qué? –la interrumpió Holley enarcando un parabrisas–. ¿No dudaréis en usarlo? –sin temor alguno, la mujer se aproximó a las dos muchachas y observó con aire crítico todo lo que tenían por allí esparcido–. ¿Se puede saber qué andáis haciendo con todos estos… –contuvo una risita– fuegos artificiales?

Mia y Tia se encogieron, algo avergonzadas.

–Era una sorpresa…

–Sí…

–¿Y teníais que robar a Flo y a Ramón para eso? –se molestó Mater, encarándolas–. ¡Les habéis dado un susto de muerte!

–Se nos estropearon las mechas en el camino –explicó Tia–. Y no teníamos con qué encenderlas. Nosotras…

–Queríamos…

–Hacer un enorme corazón de fuegos…

–Para…

–¡Rayo! –saltaron las dos, emocionadas.

Mater, sin quererlo, se echó a reír.

–Tuercas, ¿en serio? –pero ante la mirada severa de Holley, dejó de chancearse y adoptó un tono más severo–. Quiero decir que…

–Sí, lo sabemos. Rayo ya tiene a alguien –rezongó Tia por lo bajo… ¿o era Mia?.

–Y sabemos que se ha casado este verano pasado –sollozó la otra gemela sin poder evitarlo.

–Pero queríamos…

–Demostrarle cuánto lo queremos.

Holley suspiró, sin poder evitar que una tierna sonrisa asomara a sus labios.

–Chicas, escuchad –les pidió–. Estoy segura de que Rayo sabe lo mucho que lo apreciais. Pero robar es un delito muy feo.

–Lo sabemos –respondieron las chicas al unísono.

–Así que, vais a devolver las cosas a Ramón y a Flo, les pediréis perdón y yo me ocupo del resto. ¿De acuerdo?

(horas después, ya habiendo anochecido)

Rayo no podía sentirse más feliz ni más relajado. El spa, un paseo por los alrededores y finalizar cenando y amando a Sally junto a La Rueda a la caída del sol era más de lo que jamás hubiese pedido. Casi era como retornar a su luna de miel en Maldivas, con el morbo de estar cerca de casa y sentirse como dos adolescentes en riesgo de ser cazados por los mayores.

Los dos se encontraban bajo el tejadillo junto a los surtidores, con los costados muy juntos y rozando sus guardabarros de vez en cuando con cariño. Todo era silencio pero, en un momento dado, algo relumbró en el horizonte, sobre el pueblo, y los obligó a alzar la cabeza, curiosos. Contra el cielo oscuro se recortaban fuegos artificiales de color rosa, formando un corazón. Rayo sonrió y besó suavemente a Sally.

–Feliz San Valentín, señora McQueen –ronroneó.

–Feliz San Valentín, Pegatinas –repuso ella–. Por este y muchos más.

Mientras tanto, en la gasolinera de Flo y tras haber resuelto todo, Mater y Holley terminaban su día junto a los surtidores, mirando al cielo. Había sido todo perfecto y de hecho, cuando se fueron a despedir, ella besó suavemente la comisura de su capó.

–Volveré a verte? –quiso saber Mater, algo encogido por las dudas.

A lo que ella contestó:

–Soy una espía, siempre estoy de acá para allá. Así que… –fingió meditar–. Es muy probable.

Mater sonrió.

–Siempre que me necesites, aquí estaré.

–Lo sé –sonrió ella–. Hasta pronto, Mater.

Él le lanzó un beso mientras despegaba y sintiéndose por un día el coche más feliz de la Tierra.

–Hasta pronto, Holley.

¡Hola a todos y a todas! ¿Qué opináis de la idea de la cita de Mater y Holley, pendiente de Cars 2? Yo creo que ha quedado divertida, ¿no? (Gracias, Lady Berserk, por las ideas xD te voy a adoptar como secuaz jajaja)

Sí, lo sé. Me he puesto muy sentimental en este capítulo xD Aquí mezclo San Valentín y gemelas xD todo en uno. Espero que os haya gustado.

Duda: ¿en Latinoamérica qué voz le ponen a Ramón? Lo pregunto porque yo intento ser lo más fiel posible a transcribirlo como es en la versión castellana, que le ponen acento mexicano, pero para que me saquéis de dudas.

Para BSO: ¿Qué tal la canción de "I wouldn't change a thing" de Joe Jonas y Demi Lovato? o "My Oh My" de Aqua? ;)

¡Quedo a la espera de vuestras reviews!