TW: Acoso estudiantil y mención explícita de sangre y dolor.

Q&A Al final

• ── ◦ ◦ ── •

"Soy un fenómeno de circo.

Tantas cicatrices (tantas cicatrices)

Tan solo soy un bicho raro

Algo para mirar (algo para mirar)

Tu sabes que no puedes romperme

Me he perdido a mí mismo fingiendo

No quiero ir, no quiero ir (hazme ir)

Una y otra vez me he engañado

¿Quieres el contrato? No me puedo conformar

Porque no puedo aguantar más de tu felicidad corrompida."1

• ── ◦ ◦ ── •

En los invernaderos, un delicioso aroma a torta de zanahoria se filtraba por las paredes.

Draco entró y se encontró con un apetitoso dulce colocado cerca de la ventana para que se enfriara. Se rascó la nuca y percibió como el estómago le rugió hambriento, eso era absurdo; hace menos de una hora que se había devorado tres desabridos panes de jamón y queso, los cuales se robó de la cocina.

Hizo el mejor esfuerzo para ignorar la tarta y caminó entre las plantas mientas jugaba con la bolsita de galeones que traía en la mano izquierda. Buscaba a la profesora Sprout por petición de Snape; quien hizo un encargo de ingredientes la semana pasada.

«Y ahora soy el cartero» pensó Draco de mala gana, que abrió la bolsita para examinar las monedas doradas que relucían.

Llegó hasta la última ala del invernadero, decepcionado debido a que la profesora Sprout, para su sorpresa, no se encontraba ahí. Aun así, tarde o temprano iba a llegar y Draco no tenía nada mejor que hacer durante la hora libre anterior al almuerzo.

Investigó algunas plantas curiosas, que se movían según la voluntad de estas y rozó con la yema de los dedos, las finas flores que comenzaban a cerrarse debido al cambio de estación. El olor del acónito le llegó cerca de la plantación de menta, a lo que Draco arrugó la nariz y sintió como le escocieron los ojos.

En el escritorio, que la profesora Sprout usaba de vez en cuando durante las clases, había una carta abierta que llamó la atención de Draco. Afiló los sentidos para percatarse que todavía no llegaba nadie y tomó la carta indiferente.

"7 de octubre de 1996

Querida:

Tengo tantas cosas que contarte que ya no aguanto las palabras. Además, ya estamos en esa época, que tú sabes muy bien por qué no me gusta. Estoy algo nerviosa, y la paranoia ya se ha asentado en mi razón. Firenze me ha dicho que lo único que debo hacer es practicar la meditación, pero me cuesta mucho concentrarme. Amiga, por favor, ven a tomar el té un día de estos en mi recámara, sé que debes estar ocupada, pero de verdad lo necesito; me llegó un estupendo té de vainilla y no rechazo ningun dulce de zanahoria que te quedan tan exquisitos.

Te quiere muchísimo tu amiga.

A. Sinistra."

Draco devolvió la carta tal como la encontró y se quedó un rato pensativo. Esa era la razón de la tarta de zanahoria.

Con todo, no pudo sentir cierta preocupación debido a la profesora. ¿Por qué no le gustaban los inicios de octubre? Por las palabras que Sinistra utilizó, Draco infirió que algo malo debió de ocurrir en fechas cercanas y, por esa misma razón, era que la ansiedad de la profesora incrementaba.

De cualquier modo, a Draco le impresionó la manera tan natural que conservaba la profesora Sinistra de ocultarlo, porque durante las clases, nada la delató; parecía igual que siempre, concentrada en el trabajo, tranquila y paciente.

Escuchó unos pasos acercarse, a lo que Draco se sentó en uno de los banquillos, para fingir haber estado ahí todo el rato, concentrado en nada en específico.

—¡Abbot está encantada de que hayas accedido a ayudarle, Neville!

La grave voz de Sprout alertó aún más a Draco, que llevó la atención a la puerta, en el momento en que la profesora entraba quitándose un par de guantes llenos de tierra, acompañada por Neville, que cargaba una maceta y traía restos de suciedad en el rostro.

—Siempre estoy contento de ayudar en lo que sea posible.

—¡Querido! Eres tan amable… debiste haber quedado en mi casa ¡Siempre he pensado lo mismo!

Draco tosió para llamar la atención y lo logró al instante. El gesto de Neville se paralizó, pero se limitó a dejar la maceta encima de la mesa, al mismo tiempo en que la profesora se sobresaltaba un poco.

—¡Vaya!… igualito que Snape, joven Malfoy, ¡me has dado un susto tremendo!

Draco estiró el cuello y se levantó de la silla. Era el más alto de los tres, lo que no intimidó a la profesora, pero sí a Neville, que frunció los labios. Ahora que Draco lo pensaba, hace ya un tiempo que no se paraba al lado del chico, que había adelgazado bastante, pero a comparación de Draco (que era más hueso que músculo), Neville se convirtió en un chico con cuerpo atlético— tal lucía que eso de cargar macetas todo el día, sí que era un buen reemplazo del ejercicio de fuerza.

Aun con todo, esa actitud medio asustadiza no cambió en absoluto. Neville lo miraba con frialdad, lo más probable porque reflexionaba acerca de lo que Draco le hizo en el pasado.

—El profesor me pidió que le llevara un encargo —mencionó Draco, entregándole a la profesora la bolsa de monedas y la carta.

—Ah, sí, claro. Pero aún no la he terminado —contestó la profesora, que se acercó al escritorio, para vaciar la bolsita y contar las monedas—. Me falta meter algunas cosas en la caja, no es mucho… si me ayudas terminaré más rápido.

Draco alargó un suspiro, se quitó la corbata y la túnica para trabajar más cómodo. Se arremangó y tomó un par de guantes de piel de dragón que los estudiantes tenían permitido usar si se olvidaban del material en el dormitorio.

Neville también ayudó y Sprout le dio a cada uno indicaciones distintas. Así que mientras Draco metía en una bolsa hojas de Alihosty, la profesora Sprout escarbaba en la tierra por bubotubérculos y Neville cortaba un poco de díctamo.

—Profesora Sprout —llamó la atención Draco, que cerró una bolsa repleta; debía sacar otras tres—, usted… conoce a una niña llamada Jessica Spooner ¿no?

La mujer alzó la vista, sacó un gran bubotubérculo de la tierra— ¡Pues claro! Jessi es de mi casa, no hay demasiadas niñas de su generación en Hufflepuff.

—Me preguntaba si la ha notado extraña…

Neville miró de reojo a Draco y se acercó a ambos con sutileza, que hubiese pasado desapercibido, de no ser porque Draco era hipersensible a cada misero movimiento.

—Bueno, Jessi viene de un entorno complicado, al final de cuentas es sangre pura; pero no puedo negar que el cambio de actitud que ha tenido ha sido bastante positivo.

—¿Positivo? —inquirió Draco y la profesora lo observó confundida.

—Sí. Ahora es más comunicativa y el rendimiento en varias asignaturas como encantamientos, transformaciones y pociones ha mejorado considerablemente. ¡Incluso Slughorn está encantado con Jessica!

Draco se lamió los labios. En eso demostraba lo poco que conocía a Jessica. Lo único que sabía de la chica era que padecía algunos problemas con la expresión de la magia y que le gustaba la astronomía (o al menos así fue hace un año), pero no era consciente de las otras asignaturas.

—La profesora Sinistra está un poco preocupada por ella.

La profesora Sprout tomó un cuchillo y le cortó la raíz a los bubotubérculos que apartó.

—Bueno, eso igual lo sé, una pena que haya dejado las clases extra con Sinistra, pero sus notas no han bajado en ninguna asignatura. Como te dije, ha mejorado muchísimo de la noche a la mañana… incluso pienso escogerla prefecta para el próximo año, pero no le digas nada… es sorpresa.

Draco asintió, de cualquier forma, no era como si Jessica quisiera escucharlo decir nada.

Draco acabó con la tarea, y reparó que eso era lo último. Sprout llevó una caja repleta a rebosar de cosas a la mesa, la acabó de llenar y repasó la lista con materiales que Snape solicitó.

—¡Ya está todo!

Draco agradeció tener magia, porque con la varita hizo levitar la caja. Después de arreglarse el uniforme, se despidió de la profesora, y le dedicó un asentimiento cordial a Neville, que se mostró contrariado.

En cuanto Draco salió del invernadero, notó que Neville corría para alcanzarlo.

—¿Qué quieres, Longbottom?

—Eh… esto bueno…

Draco avanzó con pasos alargados y repitió con molestia plagada en la voz—. Eh… esto bueno. ¡Dime que quieres!

—No pude evitar escuchar la conversación.

—Me di cuenta de eso: estabas pegado a mi espalda.

Era una exageración, pero logró que Neville tragara en seco y casi tropezara. Entraron al castillo, Draco lamentaba tener que aún subir varios pisos hasta la sala de defensa contra las artes oscuras. Avanzaron un par de tramos de escaleras, hasta que Neville volvió a hablar.

—Creo que debe ser por la varita.

—¿De qué hablas?

—Que Jessica debió haber mejorado porque cambió de varita —señaló Neville, Draco, aunque admitió que esa podía ser la razón, no le iba a dar el gozo de escucharlo—. Al menos así fue en mi caso… en el ministerio mi varita se rompió y Ollivanders, antes de que desapareciera, me dio una nueva, hecha para mí.

—¡Felicidades, Longbottom! Ahora eres un poco menos incompetente.

El chico gruñó y Draco contrajo los labios aburrido.

—Estamos en el mismo barco, Malfoy y lo sabes.

—¿A sí? ¿Y qué barco es ese?

Traidores a la sangre.

Draco se detuvo, dejó la caja en el suelo y se volteó a Neville que lo vigilaba con audacia. No comprendía a que se debía ese cambio de actitud tan repentino. Era la primera vez que se sentía un poco intimidado por el chico; sin embargo, Draco hizo lo mismo que siempre hacía cuando una persona no actuaba según creía que debía hacerlo. Lo agarró por la corbata y lo tiró hacia la pared, pero Neville ni se inmutó.

—¿Acaso te sientes orgulloso? ¡Qué bien por ti, Neville! Pero tú y yo no estamos en la misma página; venimos de contextos muy distintos.

—Luna me dijo…

—¿Acaso crees que me importa lo que dijo tu novia? ¡No me interesa ni esa lunática ni tú! Que ahora sea más… —Draco lo pensó un rato que se alargó un más de la cuenta—. Cercano con Potter, no significa que tenga que ser cercano con el resto de los amigos patéticos que tiene.

Neville bufó y empujó a Draco para que lo soltara—. Solo intentaba ser amable, porque das pena.

Draco cerró los ojos y controló la respiración, mientras Neville se soltaba del agarre. Que alguien como Longbottom le hablara de esa manera y, en especial, le dijera que daba pena, lo hizo poner de los nervios. Le lastimó el orgullo hasta la médula. Un mareo le aturdió los sentidos.

—Da igual, me voy, pero que te quede claro una cosa, Malfoy; Luna opina que eres interesante. Una lástima que te cierres tanto en tu maldito caparazón de prejuicios.

Neville se dio media vuelta y se fue, por otro lado, de seguro a su sala común, con el resto de los amigos de Potter, para hablar mal de él. Draco chasqueó la lengua, maldijo por lo bajo y volvió a hacer levitar la caja con hastío.

Longbottom no descifraba nada de él. No eran comparables, porque Neville desde que tocó el colegio, bajo la percepción de Draco, nunca fue nadie y ahora que comenzaba a destacar se sentía el ombligo del mundo; como todos los malditos Griffyndors del planeta.

No eran similares. En absoluto.

Entró a la sala de defensa contra las artes oscuras, pero la encontró vacía. Depositó la caja a un lado del caldero para hacer pociones y salió con las manos metidas en los bolsillos.

Escuchó a un grupo de alumnos de séptimo acercarse, el cual era encabezado por Mclaggen, que le dio un empujón para molestar.

—¿Qué le pasa al pobre Malfoy? ¿Acaso está triste porque no va a poder jugar el sábado? —rio Mclaggen, que sonreía ante los comentarios aduladores de un par de chicas de Ravenclaw del grupo. Una era Marrieta, la amiguita de Cho Chang, que se ocultaba detrás de una gruesa capa de maquillaje—. Me sentí tan renovado al escuchar que no ibas a jugar. Eres tan patético…

—Piérdete Mclaggen, si no quieres te destroce aquí mismo.

—¡Oh! ¡Qué miedo! Malfoy, deja de bromear, te crees superior con tu maldita chapa de prefecto, pero no eres nadie ¿sabes? Hoy Slughorn nos invitó a una cena de su club de eminencias, y… ¡Lo siento! Ni siquiera debes saber lo que es, porque no le interesas. —Mclaggen colocó una mano sobre la mejilla de Draco, a modo de burla y trazó con el pulgar una de las cicatrices que recorrían esa parte de la piel de Draco—. Me pregunto ¿Por qué te juntas con Potter ahora? ¿Tratas de limpiar tu reputación o algo por el estilo? O ¿acaso quieres volverte igual de importante que él?

Mclaggen chasqueó la lengua y se acercó a la oreja de Draco para susurrarle:

—Pero un deprimente hurón saltarín como tú, nunca logrará ser alguien, Malfoy.

Draco se mordió el labio, con la maldición en la punta de la lengua y empujó a Mclaggen. No quería meterse en problemas, así que pasó de largo, pero lo volvió a interrumpir.

¿Le vas a decir a tu papi acerca de esto?… oh, lo siento, olvidaba que ya no te hablas con él, quizás incluso está muerto; culpa mía.

Draco se guardó la varita en la túnica, dio media vuelta y le encestó a Mclaggen un puñetazo tan fuerte, que inclusive Draco se sorprendió. Los estudiantes de alrededor, que habían ignorado la situación, se voltearon de inmediato y junto a los supuestos amigos de Mclaggen, comenzaron a alentar la pelea.

Dio tres puñetazos hasta que Mclaggen, que goteaba sangre de la nariz, lo inmovilizó y recibió una patada que lo hizo caer al suelo debajo del chico.

Un poco de sangre de Mclaggen le cayó sobre los labios y Draco la probó en un gesto involuntario. El sabor era de un gusto incomible, como perfume o detergente, así que le escupió la sustancia devuelta.

Mclaggen era el doble de fuerte que Draco, por lo que lo único que pudo hacer, fue protegerse con los brazos para que no le diera demasiado fuerte en el rostro.

El encantamiento de Ginny y Pansy, impactaron al mismo tiempo sobre Mclaggen, lo que hizo detuviera un golpe cerca del estómago de Draco. El chico sonrió al ver a Draco con la boca llena de sangre propia y un diente que le sacó en el piso.

—¡Draco! ¡Por Merlín! —exclamó Pansy, que se abrió paso entre los alumnos que animaban la situación— Vamos a enfermería.

Uh… ¿Así que te tienen que venir a salvar, Malfoy? ¿¡Patético, no dije!? —señaló Mclaggen, que alzó el rostro para que no cayera sangre al piso—. ¡Parkinson y Weasley! Siempre es un gusto ver a unas chicas tan hermosas… ¿Por qué mejor no dejan a Malfoy y vienen conmigo?

Draco respiró y sacó la varita, pero Ginny lo sostuvo del brazo.

—No importa, Draco, de verdad.

Draco lo notó. Pansy y Ginny que lo miraban con una lástima abismal, lo que lo puso de los nervios. Draco se limitó a recoger el diente que se le cayó, guardó la varita y empujó a varios estudiantes para escapar de la escena. Pansy lo siguió hasta que lo perdió y Draco se limitó a ir al único lugar al que nadie iba.

El baño de chicas del primer piso.

Se lavó la sangre que le goteaba de la boca y los cortes en torno a las comisuras del ojo derecho. Eso iba a dejar machucón. Como pudo, se curó a sí mismo los cortes y volvió a colocarse el diente una vez lo lavó siete veces con agua y jabón.

Myrtle apareció, pero no dijo ni una palabra. Algo que agradeció, porque lo único que Draco hizo, fue meterse a uno de los cubículos y comenzó a llorar.

—Está bien, Draco… Está bien desahogarse —dijo Myrtle en el cubículo de al lado.

—Piérdete.

La chica no se molestó y se metió al desagüe. Draco, durante todo el rato que estuvo ahí encerrado, lloró, porque por un momento deseó que las cosas hubiesen seguido como hace meses atrás.

No era para nada similar a Neville; que siempre se levantaba y seguía con la convicción en alto. Draco, en cambio, necesitaba recordar cientos de veces la razón de sus propias acciones.

• ── ◦ ◦ ── •

—¡Déjame tranquilo!

Harry presionó las manos contra la puerta de madera del cubículo.

—Por favor… déjame entrar.

Draco volvió a gritarle que se fuera, a lo que Harry inspiró con fuerza y se mordió el labio. Podía sacar la varita, pero no quería forzar la entrada, porque eso significaba irrumpir la voluntad de Draco.

Draco no lloraba o al menos no se escuchaba como si estuviera llorando; tal vez se detuvo en cuanto percibió el olor de Harry entrar al baño, pero de cualquier modo eso no importaba.

Draco, por favor… estoy preocupado.

Harry pronunciaba el nombre de Draco de una manera extraña, como si solo con decirlo todo lo que seguía a la oración adquiría una mayor trascendencia. Esa última palabra fue la que logró que Draco abriera el pestillo de la puerta, la cual Harry empujó con levedad, para reencontrarse.

Draco mantenía los glóbulos oculares y nariz rojos, las mejillas húmedas y un par de moretones en el rostro. Harry exhaló con fuerza, en un intento de expulsar todo impulso irracional de ir a golpear a Mclaggen, y cerró la puerta.

Era inexplicable la cantidad abismal de sentimientos que le ocasionaba ver a Draco en ese estado tan vulnerable y, era aún más incomprensible, el como lo hacía sentir el que le permitiera verlo así.

El espacio era bastante pequeño para dos chicos y, aunque Draco estuviera sentado con ambas piernas sobre la tapa del retrete, Harry no era capaz de hallar una postura cómoda. Se arrodilló en el suelo y ladeó la cabeza, y la atención puesta en Draco.

—¿Cómo supiste que estaba aquí?

Harry sacó de dentro de la túnica el mapa de merodeador, a lo que Draco colocó una mala cara y soltó un bufido exasperado.

—¿Acaso estás obsesionado conmigo? De seguro que debo ser la persona que más vigilas con esa cosa.

Se sonrojó con intensidad y volvió a guardar el mapa.

—No es eso, no seas idiota, Malfoy —gruñó Harry, a lo que Draco se cruzó de brazos—. ¿Qué? ¿acaso te molesta tanto?

—Es raro… me produce sentimientos encontrados esa cosa. Es como si tuvieras un rastreador puesto en todas las personas.

—Pero no puedes negar que no sea de utilidad.

—Si, supongo…

—Aunque, con mapa o no, de alguna forma me esperaba que estuvieras aquí; me sirvió para confirmar mi sospecha —concluyó Harry—. Es un buen lugar para desahogarse, ya que nadie viene por Myrtle.

Draco se sorbió la nariz y bajó las piernas del retrete, las cuales quedaron a ambos lados de Harry, que acabó por sentarse en las frías baldosas.

Harry se sentía pequeño, a pesar de que en realidad no lo era, al final de cuentas, se acercaba poco a poco a la altura de su padre; no obstante, el hecho de ver a Draco desde abajo con esas largas piernas que le rozaban las pantorrillas, lo hizo tragar en seco.

—¿Quién te dijo lo que ocurrió?

—Ya lo sabe todo el mundo… Mclaggen se encargó que lo supieran de camino a la enfermería; — le contó Harry— le rompiste la nariz. Pero tal parece que tú no te rompiste nada.

—Me curé lo más grave.

—Sí, bueno, cuando pasé cerca de Snape, no lo vi nada contento. Te están buscando.

Draco agachó la cabeza y escarbó en los bolsillos de la túnica hasta dar con una cajetilla de cigarros a la cual le quedaban dos unidades. Le extendió el último a Harry y ambos chicos al mismo tiempo encendieron el cigarro.

Harry pudo observar como el micropuff se asomaba curioso desde el bolsillo interior de la túnica de Draco, quien se limitó a darle un golpecito en la cabeza para que volviera a esconderse.

—¿Qué te dijo, Mclaggen?

—Eso ya no importa —suspiró Draco, un mechón de pelo le cayó en la frente y Harry sintió la necesidad de querer apartárselo—. Ahora el tema es como voy a poder mantener el cargo de prefecto.

—A mí si me importa, Draco. ¿Qué te dijo ese grandísimo imbécil?

De un pestañeo a otro, los orbes de Draco comenzaron a brillar. Harry infirió al segundo que se trataba de la rabia que empezaba a hervirle la sangre una vez más.

A Harry esa versión de Draco no le gustaba. Para nada.

Por esa misma razón, es que llevó la mano a la rodilla de Draco, la articulación escondida detrás de la tela era huesuda y temblaba. Harry la apretó para que Draco concibiera por completo la compañía que se hallaba, literalmente, a sus pies. Con otro pestañeo, los ojos le volvieron a la normalidad.

Draco les contó a rasgos generales el cómo llegó a esa situación, desde la conversación con la profesora Sprout; Harry escuchó atento, con la mano aún en la pierna de Draco y el humo que le llenaba los pulmones continuamente. Una vez Draco terminó de hablar, Harry terminó de hincharse de enfado.

—¡Qué hijo de puta! ¡Menos mal que no le di el puesto! Es un desgraciado… Lo bueno es que le rompiste la nariz, lo malo es que Madame Pomfrey de seguro se la deja derecha de nuevo.

Draco hizo una mueca inánime y rozó la mano de Harry, ninguno de los dos mencionó palabra alguna en el minuto en que entrelazaron los dedos con jovial timidez; casi temerosos al ser conscientes de que, tan pronto destacaran ese detalle, todo el confortable encantamiento puesto en ese humano contacto se deshiciera.

—Por alguna razón Mclaggen tiene cierto talento a la hora de fastidiarme, lo normal es que pase de largo.

¿Lo normal? ¿Eso significa que ya te han molestado?

Draco se mordió el labio, percatándose que metió la pata y dejó de sostener la mano de Harry.

—Bueno… eh, no ha sido demasiado agradable la receptividad ante mi cambio de bando —rio Draco, en un intento de aligerar la tensión. No funcionó, ya que Harry lo miraba incrédulo —. Por algo Zabini no me dejó entrar al equipo…

—¡Me dijiste que fue una riña con el equipo!

Harry se levantó del piso y se terminó el cigarro.

—Con todo el equipo… y mi casa… completa y por lo que veo, también otras casas completas —contestó—. Fue una mentira a medias.

—¿Pero por qué me mentiste? ¡Sabes que puedo ayudarte!

Una vez que Draco apagó el cigarro contra la pared del cubículo, tiraron las colillas a la basura y Draco se llevó una mano al rostro para cubrirla un poco. ¿Eso era un sonrojo? Harry lamentaba no tener iluminación suficiente como para apreciar a Draco avergonzado.

—No quería que te preocuparas por cosas insignificantes.

Harry dio un paso al frente, a lo que Draco tuvo que echar el cuerpo hacia atrás para no chocar con el chico, que lo dejó atrapado ahí, sentado en el inodoro con un rubor invasivo.

—Esas cosas no son insignificantes… no para mí —confesó Harry, a lo que Draco abrió mucho los ojos—, no deberías minimizarlas, porque después suceden cosas como estas. Eres humano al final de cuentas; todos tenemos un límite.

Draco asintió y, sin pensarlo —porque no había mucho que pensar—, rodeó el cuerpo de Harry con una sonrisa permanente. El abrazo duró bastante, fue silencioso, pero lleno de emociones, ya que Draco soltó un par de lágrimas que Harry no fue capaz de interpretar. Una vez se separaron, Draco comenzó a contarle en voz baja, como si se tratara de un secreto, todo lo que tuvo que lidiar y de lo cual era conocedor que Harry no estaba informado.

—Tampoco puedo decir que es injusto, supongo que a todos nos pasa la cuenta nuestras malas acciones del pasado —sentenció Draco, que volvió a escarbar los bolsillos de la túnica, con la esperanza de dar con otro cigarro—. Karma, ¿no es así?

Harry hundió los dedos en el pelo de Draco y lo desenredó con calma; aunque dentro de él mismo se presenciaba una completa revolución. Hacía tanto tiempo que añoraba hacer eso. Era tan fino que parecía agua en las manos de Harry. Draco se limitó a sonreír aliviado y dejó de buscar un cigarro que fumar.

—Ya, pero… tú no dabas puñetazos a diestra y siniestra.

—Es verdad, Mclaggen es un completo amateur, ni siquiera sabe cómo dar una paliza en condiciones —se burló Draco—. Yo, Potter, nunca di un golpe. Se me daba mejor ser el cerebro de la operación.

Harry colocó los ojos en blanco mientras recordaba al Draco de tercero, rodeado por su petulante pandilla. Crabbe y Goyle siempre lo escoltaban, Pansy a la derecha, le tomaba con firmeza la mano, y con la otra afirmaba la varita. Zabini en el lado izquierdo, alzaba la barbilla como si incitara a la pelea.

Recordaba como niños se iban asustados al ver a Draco Malfoy. Todo apuntaba a que él y sus amigos podían ser los únicos a los que no les afectaba esa actitud de matón que Draco, en aquel entonces, le gustaba aparentar.

"Pero era diferente" pensó Harry, que se mordió la lengua "porque…" No encontraba motivos con el cual poder justificar las acciones de Draco.

Aceptó que nunca cambiaría el pasado y que por eso valía más la pena el concentrarse en ese Draco que se esforzaba en ser mejor.

—Solo me queda asumir, Potter. Tampoco es como si pueda decirle a un profesor. Snape ya lo sabe y le da lo mismo.

Los dedos de Harry se detuvieron, examinó las puntas del pelo de Draco, sorprendido ante lo suaves que eran.

Ante la breve mención de Snape, Harry inspiró por la nariz con fuerza y le pasó a tirar un mechón de pelo, que hizo que se quejara.

—Debes pasar menos tiempo solo ¿no? Esos imbéciles tienen los huevos de insultarte cuando te encuentras sin nadie alrededor.

Draco cerró la boca y meditó lo que Harry le dijo.

—Por ejemplo, en la biblioteca no seas tímido y siéntate con Hermione, que siempre está ahí y me dice que la ignoras,

—Me gusta estudiar sin compañía.

—Tampoco es como si Hermione fuera tan parlanchina —dijo Harry, quien retrocedió, aun con un mechón entre los dedos hasta volver a sentir la puerta con la espalda—. Luna se la pasa en los jardines, cerca de la cabaña de Hagrid, le gusta cuidar algunos animales o buscar a los que inventa ella…

Draco arrugó la nariz y Harry no pudo no mostrarse divertido ante la idea de Draco junto a Luna. Se lo imaginó con las gafas tan peculiares de la chica y entre las manos un ejemplar de "el quisquilloso".

—Y si consideras la cantidad de tiempo libre que te queda, el resto lo pasas con Pansy, Nott o conmigo.

—Es una estupidez.

—¿¡Eh?! ¿Por qué?

Draco se cruzó de piernas y estiró el cuello—. Porque no soy amigo de tus amigos.

Harry negó y soltó el mechón de pelo.

—¡Eres un tonto! Quizás no te lleves bien con Ron o Neville, pero el resto… ¡Ginny cree que eres impresionante jugando quidditch! ¡Hermione me dijo que le gustaría estudiar contigo en alguna ocasión! ¡A Luna no le cae mal nadie!

» Eres amigo de mis amigas y eso por el momento es suficiente. De verdad que eres ciego para algunas cosas…

—¿Eh? ¿Quién aquí es el ciego, gafotas?

Harry le sacó la lengua y discutieron de broma un rato, mientras se llamaban por apodos que no eran ofensivos. Draco acabó por levantarse y se lavó la cara. Según el tempus que Harry conjuró, les quedaban diez minutos de margen antes del almuerzo, así que se quedaron un rato más en el baño de niñas.

Al entrar, las charlas se detuvieron de poco en poco y Harry, en lugar de separarse de Draco, lo acompañó hasta la mesa de Slytherin, sin importarle los susurros que se formaron alrededor. Pansy tan pronto vio a Draco se levantó del asiento, expectante.

—¡Draco! ¡Estaba tan preocupada! ¿Dónde estuviste?… tus heridas, se ven bien, pero de cualquier modo deberías pasar donde Madame Pomfrey —soltó la chica tan pronto Draco llegó. Luego analizó a Harry con frialdad—. Potter, ¿Qué haces aquí? ¿Te perdiste?

Harry ignoró a Pansy y se volteó a Draco.

No olvides lo que te dije.

—Como si pudiera hacerlo, Potter —gruñó Draco, al sentarse en la banca. Las personas alrededor se alejaron al instante—. Ahora, mejor vete, que si no a Weasley le va a dar un corto circuito.

Harry sonrió y examinó a Ron que despotricaba sin poder quitarle la vista al par. Lo escuchaba, pero por la postura aburrida que adoptaba Hermione y la aduladora de Lavender, no era nada nuevo.

—No te olvides de ir a verme mañana, ya verás como destrozo a ese Harper en tu honor —aseguró Harry, que le desordenó el pelo a Draco—. Pansy, será mejor que mañana vayan del color del equipo ganador…

Harry dejó de hablar, al ver a Zabini que se acercó al centro de la conversación. Quitó la mano de la cabeza de Draco y lo miró con el cejo fruncido.

—Vayan de rojo, porque así no pasaran vergüenza animando al equipo más decadente de la temporada.

—Sí, sí, claro, Potter —aseguró Draco, sarcástico—. No te olvides que sigo siendo un Slytherin, aunque no desprecio tu primera oferta. Estoy deseoso de ver como ciertas personas se dan cuenta de que cometieron un gravísimo error.

Zabini soltó un insulto que no terminó de modular, ya que Daphne y Nott lo empujaron para sentarse en el lado habitual de la mesa.

Harry se dio media vuelta, una vez estuvo al tanto de que dejaba a Draco, en buenas manos.

• ── ◦ ◦ ── •

—Sé más cuidadoso respecto a ti mismo, Malfoy. Tu actitud no es la adecuada para un prefecto y lo sabes bien.

Draco desvió la mirada de la mueca siniestra de Snape. El hombre infundía un frío de muerte siempre que adoptaba esa postura de jefe de casa.

—Lo lamento, señor.

—Hablé con Dumbledore; me dijo que antes de que vuelvas a ejercer como prefecto quiere tener una charla contigo.

Draco tembló y vio como Snape estiraba la mano con la palma hacia arriba.

—¿Me están suspendiendo?

Snape lo afirmó y apuntó el pin. Draco ahogó la respiración y se sacó el pin dorado, el cual examinó un segundo antes de ponerlo en la mano de Snape.

—Pansy no puede hacer las rondas solas.

—Por eso mismo, mientras Dumbledore se hace un espacio en la agenda; el joven Nott va a suplantarte —avisó Snape, que dejó el pin entre medios de ambos en la mesa. Lo apuntó con la varita y lo regresó al material original; plata brillante—. Tómalo como unas vacaciones hasta mediados de noviembre.

—¡¿Un mes!?

—Que te sirva de castigo por no saber controlar tus emociones, Malfoy.

Draco observó el pin y apretó las manos en torno a las rodillas. Snape lo guardó en un sobre de papel con movimientos tranquilos.

—Usted sabe lo que sucede a mi alrededor y no ha hecho nada…

—Son juegos de niños. En cuanto ocurra algo más interesante y novedoso se olvidarán —señaló Snape, que deslizó el sobre hacia el borde del escritorio. Draco lo tomó, no eran necesarias palabras para ser consciente de que debía entregárselo a Nott. Era parte de la psicología del castigo; Snape podía ser un verdadero sádico si se lo proponía— Aparte, no te comportes como un niño que necesita ser protegido, Malfoy, tú mismo te lo buscaste.

De un movimiento Draco se puso de pie y empujó la silla hacia atrás.

—¡Y no me arrepiento! ¡Hablaré con ese anciano y ya verá que el próximo año seré el headboy! —gruñó Draco, cerca de la puerta del despacho de Snape—. Y para la próxima ¡Consígase otro idiota para hacer sus malditos recados! ¡Buenas noches!

De un portazo, Draco salió. En la sala de Slytherin, sus amigos lo esperaban sentados en un sofá alejado del centro de la habitación, ansiosos por la respuesta.

—Felicidades, Nott. Disfruta de tu mes de prefecto.

Draco le entregó el sobre, metió las manos en los bolsillos y dio media vuelta, para irse al dormitorio. Dentro, Zabini ojeaba una revista con una mujer tetona en la portada, mientras Goyle hacía pesas.

—Pensaba que comenzarías a dormir con tu novio, Malfoy —se burló Zabini, cerrando la revista—. ¿No se veían lindos, Goyle? Los dos igual de penosos.

Draco se quitó la corbata y la túnica. Recogió la muda de pijama limpia debajo de la almohada y chasqueó la lengua.

—Zabini ¿acaso no te cansas de ser una molestia? Tal vez deberías gastar el poco cerebro que tienes en algo de mayor utilidad…

Draco salió del cuarto sin darle chance de rebatir. Se dio una ducha rápida, al compás en que ignoraba la curiosidad de un par de niños, que de seguro era la primera vez que veían a Draco en el baño común y, sobre todo, analizaban el cuerpo cubierto de cicatrices del chico. Draco se cambió a pijama limpia, espantó a los críos y regresó a la habitación, donde se encontró con cinco paquetes de cigarros de lujo encima de la almohada, con una nota que dictaba:

"Una compensación. La próxima vez le pateamos el trasero a Mclaggen juntos. T. Nott."

Sonrió, dejó las cajetillas en la mesa de noche y cerró las cortinas; de alguna manera, no le molestaba demasiado la idea de Nott como prefecto, confiaba en que el chico era hasta más sensato que él.

• ── ◦ ◦ ── •

Notas:

1)Freak Show: Set it off.

¡Hola!

Este capítulo es un poquito duro, me da pena Draco. El cómo sufre por el coste de sus acciones, moralmente, correctas. Aunque amo mucho toda la escena de Harry dándole apoyo a Draco, me parece lo más confort del mundo.

¿Adivinen quien entró a clases? No alcancé a editar mucho de EDLL, pero al menos me reconforta saber que ya tengo todas las partes escritas y que en cualquier momento me puedo poner a editar un poquito. Es la parte que menos me gusta— la de cambiar ciertas palabras por otras para hacer los eventos más fáciles de leer—, pero siempre intento ponerme a ello, aun sea media hora al día y así, a lo tonto, logro terminar de editar.

En fin… lo único que me hace un poquitín feliz es saber que este semestre es más breve que el anterior. Aish, pero el frio en mi zona es horroroso; en especial en las mañanas, cuando a veces me despierto y hacen grados bajo cero.

Voy a responder sus preguntas porque la semana pasada me olvidé. ¡Lo siento!

Respondo a Murtilla:

Ame la historia de nott tb siento que se dio muy natural.

Muchas gracias! Realmente me dio un poquito de resquemor de que quizas la historia quedara demasiado pretenciosa jajja así que estoy muy feliz de que te haya gustado.

Que habrá vivió jess que está tan asustada? No puedo parar d e pensar eso después de leer la muerte de la ñora nott.

Greyback es un sádico de primera… ya escudriñaré mas acerca de la vida en manada de Greyback, pero por el momento, solo quedan las suposiciones.

Jess fue l que se comió los conejos.

Jess si se comió a los cadáveres de los conejos… ¿pero quién (o que) los habrá matado?

Por un momento pensé que el francés era el sobrino de Tomás.

¿Quién será el otro hombre dentro de la manada de Greyback? Lo veremos más adelante!

Corazón roto. Si fueran más valientes, draco deberías agarrarlo contra la pared a harry en un momento de emoción y comértelo a besos… podría ser incluso vestido de rojo con una caperuza ;) Quizás pedirle una sudadera con olor de potter para ver qué hace el lobo … quizás se tranquilice.

¡Me gustó mucho la idea de la sudadera con el olor a Harry! Está apuntada! ¡Va a ver escena de de esto en el futuro! ¡Muchas gracias!

De que van a disfrazar a draco? Que emoción!

¡Pronto será Halloween! Y es un capítulo más largo de lo habitual. Un episodio que me gusta mucho… lleno de revelaciones y feelings.

Quizás malfoy debería incorporar tanto a remus como a Harry a su manada.

Realmente a este asunto le di muchas vueltas... y por un momento pensé en hacer a Draco parte de la manada de Remus, junto a Harry; pero decidí dejarlas como dos cosas independientes, por ciertos asuntos que será revelado próximamente… pero si, Remus hubiese estado encantado de integrar a Draco a su manada.

A harry se le olvida que jess pudiera ser la que se come los conejos?

¡Harry no sabe quien puede ser! Con toda su ensalada mental de temas de los que debería tomar en consciencia, Jessica está super abajo, y, aunque sabe que ella es una mujer lobo (gracias a lo que Draco le dijo), sencillamente no relacionó los conejos con Jessica— de haberlo hecho yo lo hubiera mencionado.

Muchas gracias por tus preguntas! Siempre encantada de responder. 💗💗💗💗

The Machine.