Disclaimer: Los personajes de la historia que narro a continuación pertenecen a J.K. Rowling, así como todos los derechos que provengan de ella. Escribo sin ánimo de lucro, con respeto y la única intención de entretener.

Nota: No es fácil olvidar los viejos hábitos, ni superar los rencores del pasado. Formar parte de otra persona supone aceptar que en su vida haya cosas con las que no te sientas cómodo, o personas a las que aún no puedes aceptar. Draco lo sabe bien, pero sus sentimientos hacia Luna le hacen comprender que, si quiere tenerla, debe compartir con otros ese gran corazón del que se ha enamorado.

Dejo otra escena DRUNA deseando que os guste, en esta ocasión, una que habla de los sacrificios que esta pareja hace para seguir adelante con su relación. Estaré fuera el fin de semana, de modo que os traigo este Drabble para que se os haga más corta la espera. Muchas gracias.

PARTE DE TI

La nieve empezaba a cuajar sobre las aceras, creando pequeñas montañas de hielo blanco que se pegaban a los bajos de las farolas y las entradas de las puertas. Los faros de un Audi TT enfilaron la larga curva que entraba a Godric's Hollow, frenando en seco a unos pocos metros de distancia de una casa de dos plantas cuyas ventanas iluminadas eran visibles a pesar de los rítmicos movimientos de los limpiaparabrisas.

Draco paró el motor y tragó saliva, obligándose a respirar hondo mientras veía las sombras oscuras que se movían en el porche de la vivienda, que permanecía abierto para recibir a las visitas. Faltaban dos días para la Nochebuena y el trasiego, tanto de magos como muggles había hecho prácticamente imposible utilizar la Red Flu, colapsando incluso la línea de trasladores, cuya autorización se había triplicado debido a las fechas, creando algunos problemas y caos consecuentes de la enorme afluencia de usuarios.

-Admite que usar este coche te encanta.

Malfoy giró la cara hacia el asiento del copiloto y le sonrió a Luna, que llevaba un gorro de lana color naranja sobre la cabeza. El cabello, rubio y largo, le caía en una trenza gruesa sobre el hombro, dejando visibles los diminutos renos que le colgaban de las orejas. Completaba el atuendo un vestido de punto color rosa que le llegaba hasta las rodillas, cubiertas por unas gruesas medias oscuras.

En conjunto, estaba para comérsela con deleite, algo que Draco habría hecho encantado en su propia casa, de no haber tenido que cumplir como un novio al uso (porque decir "buen novio" quizá sería exagerar) de modo que ahí estaba, haciendo de tripas corazón, porque dejarla salir del coche y entrar en aquella casa, sola, supondría más autocontrol de su parte del que creía poseer.

-Admito que los Audi son una cosa de la que los muggles pueden presumir –respondió por fin, acariciándole la mejilla a Luna-, y llevarte a ti en él lo hace todavía mejor.

-Podríamos haber venido por chimenea –sus ojos, de transparencia abrumadora, se fijaron en él-, nos habrían dejado conectar la tuya con esta sin problemas.

-¿Y mancharte de hollín? –Draco negó con la cabeza-, no podría permitirlo.

Con un suspiro resignado, Luna cogió las cajas envueltas en brillantes papeles de regalo y se las puso en el regazo. Llevaba colgando de la muñeca un pequeño bolsito de mano, al que realizó un sencillo encantamiento para poder introducir sin problemas en él los voluminosos presentes.

Durante unos segundos, ninguno de los dos dijo nada. Draco miraba de cuando en cuando a la casa, donde reconocía alguna que otra presencia al verlos llegar y entrar. Atisbó varias cabelleras pelirrojas, una castaña muy particular, y por supuesto, la figura del dueño, que salía a recibir con abrazos y exclamaciones animadas a todo el que se aparecía, se le hizo inmediatamente conocida. Como queriendo recuperar la calma, presionó con su mano, que se había quedado fría por los nervios, la rodilla de Luna.

-En cuanto quieras marcharte solo tienes que llamarme –le recordó-, siempre llevo el teléfono encima, otro invento útil de los muggles –sonrió, demasiado forzado para que ella no notara su tensión.

-Draco… puedes quedarte si quieres.

Pero él ya estaba negando, incluso antes de que Luna terminara la frase.

-No forcemos las cosas, será mejor así –se acercó todo lo que el cinturón de seguridad le dejaba para darle un corto beso-, pásalo bien con todos tus amigos, y disfruta hasta que no puedas soportarlos más.

Luna acarició la barbilla de Draco, dejando vagar los dedos hasta el cuello del jersey que llevaba puesto, de color gris marengo. Deseó insistir, puesto que la fiesta navideña con todos sus amigos del colegio era siempre un acontecimiento que la hacía llenarse de ilusión y agradecimiento por tener en su vida a todas aquellas personas queridas. Habría ponche, pasteles, música, un árbol encantado enorme presidiendo el salón… y la alegría de los hijos, fruto de las relaciones que sus amigos mantenían.

Siempre disfrutaba, y acababa aquellas veladas con el corazón henchido de felicidad. Encajaba, era querida, esperada y siempre recibida con tal cariño, que atrás quedaban para Luna aquellos años donde no sabía lo que era tener personas que sintieran amor por ella. Ahora tenía muchas, que llenaban distintos espacios de su corazón. Tristemente, esas personas seguían divididas en dos grupos, ninguno de los cuales, hacía intención por realizar un acercamiento.

-Te echaré de menos –le susurró a Draco, ganándose una sonrisa de su parte.

-Pues claro que lo harás –la besó, esta vez, más profundamente-, cuento con eso, para que no tardes demasiado en volver a casa y dejar que organice una fiesta privada para los dos.

La mirada reprobatoria de Luna le hizo exhalar una leve carcajada. Después, consciente de que el momento no debería ser tan difícil para ella, Draco simplemente se encogió de hombros y compuso su mejor sonrisa, animándola con un gesto a que siguiera adelante con sus planes, por mucho que a él le costara asumirlo.

-Vamos, vete ya, o todos esos Weasley acabarán con la comida y tendrás que conjurar algo para cenar –la ayudó a soltarse el cinturón y ella abrió la puerta.

-Entregaré los regalos, saludaré a todos y…

-Luna –la cortó, enredándose la trenza en un dedo-, ve amanecer sentada en el porche con tus amigos si quieres. Quédate todo el tiempo que desees, disfruta, pásalo bien –Draco sonrió, soltándola por fin-, así estarás radiante y feliz cuando vuelvas conmigo.

Convencida de que cada cosa llevaba su tiempo, Luna asintió y bajó del coche, cerrándose el abrigo naranja sobre el vestido y arrebujándose en él todo lo que pudo. Antes de cerrar la puerta y despedirse de Draco con un gesto, éste bajó la ventanilla y le lanzó un beso, viendo como ella se ponía los guantes y hacía resonar sus botas sobre la nieve medio derretida que cubría el camino de acceso a la casa.

-No olvides decirles cuanto sufres bajo mi malvada presencia –dijo Draco, señalándola con el dedo-, ni el horrible sacrifico que es para ti dormir a mi lado, en una cama negra rodeada de espíritus errantes que te hacen exhalar gritos de pavor.

-Tienes sobre la cama un cojín con flores bordadas, Draco –Luna se llevó las manos a las caderas-. Y tulipanes en la mesita de noche.

-Eso es para ti –y el ceño de Malfoy se frunció como en su juventud-. Y preferiría que dieras a todos los presentes mi versión.

Con una risita, Luna le dijo adiós y echó a andar por el caminito, dejando a Draco a solas en su coche, con las manos firmemente sujetas al volante conforme ella se alejaba de él y se aproximaba hasta su destino, pensando en aquellas flores muggles que tanto le recordaban al color de pelo de Luna, motivo por el que las tenía en un lugar donde pudieras verlas nada más despertar. Aunque no era algo que pensara compartir con nadie.

Volviendo la vista hacia la casa, vio como Luna era envuelta en brazos de personas con las que nunca había conectado, pero cuya presencia en la vida de ella toleraba porque de ninguna manera la haría escoger, y no porque temiera salir perdiendo, sino porque Luna era una de las pocas personas que aún existían en el mundo que merecía tenerlo todo, sin tener que elegir. Suponía que ese era el mismo motivo que impulsaba a todo aquel grupo a asumir el hecho de que él, un Malfoy, fuera el hombre con el que Luna pasaba su vida.

Vio una mano alzarse desde el porche de la entrada y accionó las luces del Audi a modo de saludo cordial. Luna entregó a una joven castaña, que estaba muy embarazada, su abrigo, mientras otra chica, menuda y pelirroja, la cogía del brazo para conducirla al interior de la casa. Antes de entrar, ella se dio la vuelta y, a pesar de la distancia, Draco supo que le sonreía.

Le devolvió la sonrisa y puso el vehículo en marcha, decidido a hacerse a un lado y dejarla disfrutar de la noche sin que su presencia opacara la diversión. Tal vez algún día, pensó mientras hacía girar el Audi para salir de la carretera principal, dispuesto a marchar a su casa, donde trataría de pasar el tiempo de alguna manera mientras la esperaba.

Puede que no compartiera todas las facetas de su vida, pensaba conforme ponía distancia, pero sabía que era parte de Luna, y con eso, era más que suficiente.